Broche final a la trilogía londinense del maestro Allen, tras la brillante "Match Point" y la notable vuelta a la comedia que fue "Scoop". "El sueño de Casandra" se mantiene en la línea dramática de la primera, y la lleva un poco más allá. A cruzar la línea. Si en "Match Point" el final de la cinta no daba tiempo a que la culpa hiciese gran acto de presencia, en ésta ella y el arrepentimiento son los dos grandes protagonistas.

Colin Farrell y Ewan McGregor son los dos hermanos poseedores del barco que da nombre a la película, un sueño (de Casandra) que obligará a ambos a tomar drásticas decisiones y tragar con las consecuencias. Tom Wilkinson, en un breve pero determinante papel como tío protector de la familia (al más puro estilo de "El Padrino"), y la bella debutante Hayley Atwell (con reminiscencias a la Johansson de "Match Point", con ese aire de diva fatal) completan el plantel principal.

Dijo Allen una vez que de todas sus películas, sus preferidas eran aquellas en las que él no aparecía, ya que, decía él, "si yo salgo tiene que ser una comedia" (sólo ha hecho aparición en uno de sus dramas, el deslumbrante "Delitos y faltas"). De hecho, los dramas que el genial director y actor ha firmado le permiten explorar de forma más directa los entresijos de la naturaleza humana, algo que, aunque también presente en sus comedias, queda un poco relegado en pos de las inteligentísimas bromas y chistes.

Con un final, eso sí, algo precipitado, "El sueño de Casandra" nos deja tras su visionado la sensación de estar ante una de esas pequeñas maravillas que el genio hace de vez en cuando, entre Obra Maestra y Obra Maestra, y constituye un broche de oro para el final de su trilogía londinense, erigiéndose como una cinta perturbadora, oscura y con encanto. Como el propio Londres.

Bravo otra vez.