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La virgen roja

Drama. Thriller Hildegart es concebida y educada por su madre Aurora para ser la mujer del futuro, convirtiéndose en una de las mentes más brillantes de la España de los años 30 y uno de los referentes europeos sobre sexualidad femenina. A sus 18 años, Hildegart comienza a experimentar la libertad y conoce a Abel Velilla, quien le ayuda a explorar un nuevo mundo emocional y a desmarcarse del férreo nido materno. Aurora teme perder el control sobre su ... [+]
Críticas 76
Críticas ordenadas por utilidad
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5
1 de octubre de 2024
123 de 181 usuarios han encontrado esta crítica útil
Idea motora. El poder utiliza a personas como meros instrumentos para lograr sus fines. Al carecer de valor como seres humanos, son desechables, tanto cuando se logran los fines como cuando la meta no se alcanza.

Como es plasmada esa idea motora. Relatando la historia de Hildegart Rodríguez , asesinada por su madre, Aurora Rodriguez al quererse independizar de su influencia y construir su propia vida.

Personajes e interpretaciones. El personaje de Aurora, interpretada por Najwa Nimri, carece de aristas y tiene un tono arisco y ofendido permanentemente. Parece sacado de las brujas malévolas de películas de animación. Alba Planas, junto al resto de actores y actrices, sobre todo Aixa Villafrán, dan mayor profundidad a sus personajes.

Dirección de la película. La directora Paula Ortiz hace un puesta en escena cuidadosa, tanto en los interiores como en las escenas de exteriores. Traslada una visión del asesinato de Hildegart monocorde, explicando todo lo que está ocurriendo, a través de la música o de la voz susurrante de Najwa. No se le ofrece al espectador la posibilidad de interpretar lo que se está narrando. Como en un videojuego, lo que le queda de vida a Hildegart no se representa como una barra menguante sino con una simbología visual que produce el mismo efecto. La música de la película también es demasiado explicativa.

Lo que más me ha gustado. La imagen permanente de la máquina de escribir, como si Hildegart no fuera más que eso, una máquina libre de sentimientos, de personalidad, que debe cumplir fielmente el destino que su madre había diseñado.

Lo que menos me ha gustado. Esa permanente explicación de lo que está ocurriendo, tapando todas las rendijas, dejando un horizonte plano. Ante unas vidas complejas, llenas de caras, se produce una dirección plana, pedagógica. La banda sonora del entierro tiene unas alusiones místicas que me resultaron contradictorias con la historia relatada y con la vida de Hildegart

Escenas que han quedado en mi retina. Las escenas en las que aparece Aurora, sentada, de espaldas, sola.

Concusión. Una película pasable. Es realmente difícil rodar una película sobre una vida y un acontecimiento tan conocido. En lugar de mostrarnos una historia desde un punto de vista novedoso, en que el espectador participe, interprete, yo he vivido la película como si fuera el alumno que asiste a una clase, en donde se nos explica sin fisuras por qué Aurora mató a Hildegart, repitiendo a través de la música o la voz de Najwa lo que allí se relata.
8
28 de septiembre de 2024
59 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paula Ortiz es, sin duda, una de las mejores directoras de España. Lo demostró con su ópera prima, la excelente De tu ventana a la mía, donde ya dejaba entrever su peculiar estilo visual y como narradora, haciendo un uso muy particular de la luz, la música y sobre todo la cámara lenta para potenciar al máximo las emociones de la historia. Un estilo que llevó a la perfección absoluta en La Novia, una absoluta obra maestra, una de las mejores películas españolas o no españolas en muchos años, apoyada en el excelso verso lorquiano. Una obra de belleza infinita y emoción desbordada.
Además, em cierta forma, Ortiz ha sido la madrina de la nueva generación de directoras que han despuntado en los últimos años: Carlota Pereda, Celia Rico, Pilar Palomero, Andrea Jaurrieta, Belén Funes, Clara Roquet, Carol Rodríguez, Arantxa Echevarría, Alauda Ruiz de Azúa, Carla Simón, Elena Martín, Estíbaliz Urresola, Itsaso Arana, y así podríamos seguir, porque es una maravilla la cosecha de directoras del cine español en los últimos años.
Por desgracia, ese estilo aparece en La virgen roja sólo en ocasiones, pero son sin duda los mejores momentos de la cinta: el montaje de las notas secretas que intercambian Hildegart Rodríguez y Abel Velilla, y por supuesto el excepcional tercio final, especialmente por los breves momentos de la escultura que se agrieta, enormemente simbólicos. Por supuesto, esto no quiere decir que el resto de la cinta esté mal dirigida por Ortiz. Todo lo contrario. Sin embargo, queda la sensación de que la película podría haber sido mucho mejor en lo visual si sólo la zaragozana hubiese hecho lo que tan bien sabe hacer.
De igual modo, hay cosas que no terminan de funcionar en el guion. Los motivos del descenso definitivo de Aurora a los infiernos se ven apresurados, como si todo lo decidiera en una noche (parece ser que en la historia real, la animosidad entre madre e hija fue en aumento durante bastante tiempo), y tampoco funciona la subtrama de Pepito Arriola. Por supuesto, se intuye por qué se ha incluido, pero si el motivo era explicar la frustración de Aurora, entonces la trama hubiese necesitado de más minutos. Así, tal como ha quedado, aporta más bien poco.
No obstante, a pesar de todo lo dicho, La virgen roja es una película excelente. Y lo es porque tiene una narración excelente, una recreación lujosa del Madrid de los años 30 (extraordinarias la fotografía, la decoración y el vestuario) y una historia impactante sobre la excelencia a costa de la vida normal (o de la vida a secas), de la obsesión contra el amor, y de dos mujeres enfrentadas por sus distintos conceptos de la libertad, la inteligencia y el compromiso.
Otro milagro de La virgen roja es su reparto. Desde Pepe Viyuela, en un registro muy diferente al que lo ha hecho famoso, pasando por Aixa Villagrán, impactante y llena de dolor, hasta llegar a un Patrick Criado maravilloso que ojalá esté nominado al Goya como actor secundario (quién nos iba a decir que el malcriado Nuño de Santillana de Águila Roja se iba a convertir en el mejor actor joven de su generación), todos los intérpretes entran perfectamente en el juego de la directora, poniéndose al servicio de la narración sin que su propia personalidad como actores reste veracidad a los personajes. Pero, por supuesto, los mayores elogios los merecen Najwa Nimri y Alba Planas. Ambas se colocan, sin duda desde ya, a la cabeza de la carrera por los Goya a mejor actriz principal y revelación, respectivamente, porque están las dos soberbias: Planas, representando perfectamente a Hildegart, una joven brillante, adelantada a su tiempo en lo intelectual, pero en el fondo también una adolescente común y corriente con deseos de bailar, divertirse y enamorarse. Habla de la libertad femenina siendo ella una auténtica prisionera de su madre, y el momento en el que se da cuenta es absolutamente magistral, gracias a la interpretación de la actriz madrileña. Nimri, por su parte, está aterradora como Aurora Rodríguez Carballeira, de voz pausada y maneras impecables, pero dispuesta literalmente a todo por no perder el control sobre su hija, su obra, su proyecto científico. La navarro-jordana compone a una mujer de emociones quebradas, aunque aún presentes, que roza la locura detrás de su máscara de virtud e inteligencia.
Una de las películas más destacadas de 2024, sin duda, pero una oportunidad perdida por Paula Ortiz para haber conseguido su segunda obra maestra.

Lo mejor: La realización de Ortiz, cuando se desata (todo el tercio final y la secuencia de las cartas entre Hildegart y Abel), la prodigiosa narración y las interpretaciones de todo el elenco, especialmente Nimri, Planas y Criado.
Lo peor: Podría haber sido todavía mejor, y las motivaciones de Aurora para hacer lo que hace se ven precipitadas.
5
1 de diciembre de 2024
43 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía mucho interés en verla y le admito algunos aciertos, pero el resultado, para mí, es un no. Le encuentro demasiadas pegas. Sobre todo, que se han inventado demasiadas cosas, y yo fui al cine habiendo buscado mucha información sobre la historia. Y es muy desagradable que te digan que van a contarte una historia real y te la cuenten mal hasta en aspectos clave (no quiero hacer spoiler, pero incluso el propio asesinato está mal contado). Que ocurren eventos asbolutamente inverosímiles, porque claro que es lícito tomarse licencias creativas, pero al guión se le olvida que están en los años 30 de este país. Que Najwa Nimri sigue siendo incapaz de hacer un personaje que no hable en susurros. Que Alba Planas no llega. Que hay demasiados diálogos que tampoco son creíbles. Que se cuela el mensaje que quiere enviar la directora y que no es el que transmitía Hildegart. Que se centran muchísimo en la supuesta historia amorosa y resulta muy aburrida (y tampoco tengo claro que sea cierto y no un sesgo). Que los secundarios son planos, porque incluso el personaje de Aixa Villagrán se queda en esbozo. Que aunque es cierto que la fotografía es bonita, demasiados planos me resultaron forzados, suplicando que los consideremos geniales y bellos, cuando no me resultaban directamente falsos además (esa distinta altura de dos cabezas en una misma almohada para que veamos bien a la persona que está detrás de la otra... ufff...).
Me sabe fatal porque el tema era interesantísimo... pero no. La dejo en pasable, interesante, pero no me parece buena.
8
25 de septiembre de 2024
41 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un drama psicológico basado en hechos reales que explora la compleja relación entre Hildegart Rodríguez, una joven prodigio, y su madre, Aurora Rodríguez Carballeira, en la España de los años 30. La película ofrece una mirada profunda y perturbadora a la obsesiva y destructiva influencia de una madre sobre su hija, enmarcada en un contexto histórico marcado por la lucha por la libertad y la represión.

Uno de los aspectos más destacables de la película es la impresionante actuación de Najwa Nimri en el papel de Aurora. Su interpretación es una mezcla de rigidez y fragilidad que logra transmitir la complejidad de una mujer que, aunque profundamente perturbada, cree firmemente estar actuando por el bien de su hija. Nimri consigue llevar al espectador a un viaje emocional a través de la obsesión y la desesperación, dotando a su personaje de una humanidad inquietante.

Por su parte, Alba Planas da vida a Hildegart con una intensidad conmovedora. La actriz consigue reflejar la lucha interna de una joven atrapada entre las expectativas asfixiantes de su madre y su deseo de experimentar la libertad y la vida. La dinámica entre ambas actrices es el núcleo emocional de la película y mantiene al espectador en vilo a medida que la relación se deteriora de manera inevitable hacia un trágico desenlace.

La trama se desarrolla en un período de gran agitación social y política en España. Hildegart, una de las mentes más brillantes de su tiempo y un referente en la lucha por los derechos de las mujeres, se convierte en el centro de un experimento maternal que la deshumaniza. Criada para ser la “mujer del futuro”, su vida está cuidadosamente orquestada por Aurora, quien ve en ella una herramienta para sus propios sueños de emancipación femenina. Sin embargo, cuando Hildegart comienza a explorar su propia identidad y autonomía, su madre, incapaz de aceptar la pérdida de control, se ve empujada a tomar medidas extremas.

La dirección de Paula Ortiz es sobresaliente, con una meticulosa atención a los detalles que transporta al espectador a la convulsa España de los años 30. La ambientación y el diseño de producción son excepcionales, recreando con precisión la atmósfera de la época. La fotografía utiliza una paleta de colores que acentúa el tono opresivo y asfixiante de la relación entre Aurora e Hildegart, mientras que los encuadres cerrados y las sombras enfatizan el aislamiento y la tensión emocional que impregnan la historia.

Es una película que no deja indiferente. Con interpretaciones poderosas, una dirección precisa y una historia que mezcla el drama con el suspense psicológico, Paula Ortiz consigue crear una obra que trasciende su contexto histórico para hablar de temas universales como el control, la libertad y las consecuencias devastadoras de la obsesión. Es una película que obliga a reflexionar sobre los límites de la ambición y la posesión en el ámbito familiar, así como sobre los sacrificios que se imponen a las mujeres en la búsqueda de su propio destino.
7
27 de septiembre de 2024
28 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
La 'Virgen Roja', la nueva película de Paula Ortiz, es una nueva exploración de la vida de Hildegart Rodríguez Carballeira, joven que fue concebida con el propósito de ser “la mujer del futuro”, convirtiéndose sin embargo en la triste protagonista de uno de los momentos más extraños de la crónica negra española, con telón de fondo de la República Española, en 1933.

Su historia ya había sido contada en 1977, en la directa ‘Mi hija Hildegart’, que fue dirigida por Fernando Fernán Gómez, que ya sentaba las bases de lo que veremos en esta nueva obra, ambas bastante centradas en la figura de Aurora Rodríguez Carballeira. La de Fernán Gómez se basaba en el libro ‘Aurora de sangre’ de Eduardo de Guzmán, mientras que ‘La virgen roja’ parece llamarse así por basarse en la novelización del caso de Fernando Arrabal de 1987.

La película se adentra en la compleja relación entre Aurora y su hija. La mujer es una ferviente feminista que planea meticulosamente concebir y criar a la mujer perfecta para que defienda la causa de la liberación femenina, por lo que, desde muy joven, Hildegart es sometida a un duro régimen de educación y disciplina, alcanzando rápidamente prominencia en los círculos intelectuales y revolucionarios, llegando incluso a cartearse con Sigmund Freud, pero, a medida que crece, empieza a buscar su propio camino.

Esto hace que se aparte del rígido destino que se le ha ido trazando, por lo que su búsqueda de autonomía y libertad personal hacen que los intentos desesperados de su madre por mantener el control se vayan haciendo más y más estrictos. El futuro brillante para su hija, en el que se erigiría como faro del intelecto, el progreso, y la sexualidad femenina, se va descomponiendo y agrietando, al mismo tiempo que su propia psique, dependiente de una sola idea correcta para la que no tiene un plan B.

La dirección de Ortiz sigue estando entre las más destacables del panorama de los nuevos cineastas españoles, pero su tendencia a una narración más clasicista acaba chocando con algunos injertos más experimentales que acaban chirriando y luciendo incluso algo anticuados. Sin embargo, su lente de los años treinta consigue retratar un periodo plagado de agitación política y cambios sociales, con una amenaza subyacente que se encarna de forma concreta en Nimri. Entre el microcosmos de las luchas y triunfos de los bandos socialistas, la película se adentra en el género del thriller psicológico más oscuro.

La dinámica de madre e hija diluye el amor entre la ambición y un angustioso sentimiento de posesión representado con algunas fugas al abstracto visual que contrasta con el realismo crudo de la versión de 1977. Es curioso, que aquella siguiera una estructura a través de una serie de flashbacks, en los que el personaje de Eduardo de Guzmán, periodista y contemporáneo que hizo la crónica del caso, relata los hechos a un camarero, mientras que aquí Guzmán, interpretado por Pepe Viyuela, es un personaje clave en el desarrollo de la niña.

Nimri encarna con una sequedad corrosiva y elegante a Aurora, en un perfil idóneo para ella, mientras Alba Planas, concibe a una Hildegart luminosa, quizá demasiado idealizada y pura, aunque la tensión psicológica inherente surge de ese contraste, que es la base del conflicto de expectativas sobre lo predeterminado y el anhelo de libertad personal. Acompaña una fotografía sobria de Pedro J. Márquez, con un uso de la luz y las sombras que acompaña al choque ideológico inherente.

Sin embargo, es el guion de Eduard Sola y Clara Roquet, el que acaba traicionando la complejidad de la propuesta, con una visión idílica de la República y el movimiento socialista que sirve en bandeja algunos momentos de bochorno, precisamente por el calado histórico de sus temas y cómo chocan con la visión de los mismos del público contemporáneo. Las luchas ideológicas, el choque entre los deseos individuales y los ideales colectivos, tienen un poso de ingenuidad que podría conectar con la visión de Hildegart, pero acaba trascendiendo a la canonización visual de forma unidireccional.

Sin embargo, es en el conflicto con su madre en donde ‘La Virgen Roja’ apela mejor a un discurso sobre el papel de la mujer en la historia y la situación dividida del feminismo actual, con una fuerza conservadora y anclada en lo inamovible y otra abierta y con una visión que se nutre de la razón y la imposibilidad de manejar la condición humana, o el idealismo llevado al extremo, entrando en zonas grises planteadas en obras como 'La Naranja Mecánica.'

El elemento de true crime es el que menos atención absorbe, si la de Fernán Gómez parecía retratar con un nervio propio de ‘La huella del crimen’, Ortiz usa la coartada de la biografía como una herramienta para reflexionar en algunos temas peliagudos, pero tampoco acaba de aprovechar las aristas más rugosas e incómodas de estos, optando por una simplificación algo burda de lo correcto y lo incorrecto, llegando a parecer por momentos una traslación del estrato moral de un cuento de hadas como ‘Cenicienta’ o ‘Blancanieves’.

Puntuación: 7 sobre 10.
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