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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
19 de abril de 2012
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Creo que Dios me hizo con un propósito, para ir a China, pero también me hizo veloz, y cuando corro siento su complacencia; el renunciar sería como despreciarlo… ganar es honrarlo».

Estas palabras son expresadas por el actor Ian Charleston, en el papel del atleta Eric Liddell en la película “Carros de fuego”, la cual es una obra de arte y de gran inspiración espiritual.

Esta producción fue dirigida por Hugh Hudson, cuenta con una hermosa fotografía, buen vestuario y una incomparable pista musical de Vangelis. Esta combinación de factores le valió ser merecedora de cuatro premios Óscar, incluyendo el de mejor película.

Su historia está ambientada en Europa a principios del siglo XX, trata sobre la participación de dos corredores, uno cristiano y el otro judío, en las Olimpiadas de París en 1924. El primero fue Eric Liddell (1902-1945), llamado “el escocés volador”, el cual se distinguió por dos cosas: por su talento y por su fe cristiana; fue un campeón en carreras de velocidad y mostró una convicción religiosa inquebrantable, aprovechando todo momento para dar testimonio evangélico. Después de ganar las olimpiadas, Liddell se retiró para servir como misionero en China, murió joven y se dice que toda Escocia lo lloró.

El segundo atleta fue Harold Abrahams (1899-1978), él era británico y de origen judío; también fue un corredor de primer nivel, participó en el mismo equipo que Liddell y al igual que éste, obtuvo una victoria en las Olimpiadas de 1924.

La película tiene un gran mensaje, muestra a deportistas apasionados por sus competencias, pero también por sus convicciones religiosas, quienes movidos por el fuego del Espíritu se ayudan mutuamente para alcanzar la victoria.
18 de junio de 2012
28 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Cristiada” es una película con más méritos artísticos que históricos, sin embargo, interesante por representar el perenne conflicto que se da entre la religión y el estado laico, cuando uno de los dos, o ambos lados, rayan en el fanatismo y la intolerancia.

Esta no es la primera ni la mejor película que se ha hecho sobre la guerra cristera que sucedió en México entre 1926 y 1929, ya otras han abordado este tema, como “Miércoles de ceniza”, de Roberto Gavaldón (1958); “La guerra santa”, de Carlos Enrique Taboada (1977); y más recientemente: “El padre Pro”, de Miguel Rico Tavera (2007) y “Desierto adentro”, de Rodrigo Plá (2008).

Con un título menos imaginativo que las anteriores, “Cristiada”, es la producción más ambiciosa de todas; es, de hecho, la película mexicana más cara que se ha rodado hasta el momento, con un presupuesto de 110 millones de pesos. Todo lo cual se refleja en sus elementos artísticos: una buena dirección de Dean Wright, que debuta como realizador después de haber ganado gran prestigio como diseñador de efectos especiales (en un historial de películas verdaderamente impresionante: Titanic, Sexto sentido, Estigma, El hombre bicentenario, El señor de los anillos y Crónicas de Narnia, entre otras); una buena fotografía, buena ambientación y vestuario, y un gran reparto actoral, con Andy García a la cabeza, seguido de Peter O´toole, Rubén Blades, Catalina Sandino, Eva Longoria, Eduardo Verástegui y otros más.

Pero si "Cristiada" descuella como producción artística, no podemos decir lo mismo en cuanto a su credibilidad histórica, tomando en cuenta que se ostenta como una “película histórica”, pues su tratamiento es sumamente maniqueo en el cual los cristeros aparecen como los buenos y los civiles como los malos. Claro que uno no va uno al cine para aprender historia, porque para eso tenemos los libros, pero la mayoría de la gente ve más películas que libros, así que una obra artística que distorsiona los hechos puede confundir a los espectadores y manipularlos ideológicamente para sus propios intereses.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El argumento de “Cristiada” es el siguiente: el presidente Plutarco Elías Calles siguiendo el espíritu de la revolución, y debemos suponer que sobre todo el de la reforma social decimonónica, continúa la “limpieza” del país de la hegemonía de la iglesia católica romana, la cual se erige como un obstáculo para la incipiente república.

El presidente Calles es el malo de la película, el mismísimo diablo que odia todo credo religioso y en particular el romano, y quien en un ataque de rabia dicta severas medidas contra los curas despojándolos de todos sus privilegios. Esta represión provoca que el pueblo católico se levante en armas y resista a este “enemigo de Dios”. Los protestatarios, más no protestantes, se levantan al grito de “¡Viva Cristo Rey!”, razón por la cual se les llamó “cristeros”, y así, empuñando las armas salieron a defender la santa iglesia católica romana que, creían, era parte de la identidad del auténtico mexicano.

La historia que nos presenta la película “Cristiada” tiene un par de méritos: el darnos a conocer el caso del general Enrique Gorostieta, un regiomontano presuntamente ateo que decide prestar sus servicios y experiencia a la causa de los cristeros; también el mostrarnos la brutalidad de algunos alzados, como Victoriano Ramírez, apodado “El Catorce”, por haber dado muerte, él solo, a este número de soldados.

Pero esta producción adolece de varios errores históricos: el más importante es el hecho de que el cierre de los templos católicos, que fue el detonador del alzamiento cristero, no fue ordenado por el presidente Calles, sino por los mismos curas católicos que de esta manera querían protestar contra el gobierno. Esta obra también tiene varias imprecisiones sobre Enrique Gorostieta, su personaje principal. Según una entrevista realizada a uno de sus nietos, este general no era ateo, sino creyente; éste no tenía dos hijas, sino tres hijos: dos varones y una niña; además, él nunca se entrevistó personalmente con el presidente Calles, como lo presenta la película (periódico "El Norte", 17-mayo-2012, secc. "Gente", pág. 9).

En fin, hay cosas que cuesta trabajo aceptar al ver esta cinta, por ejemplo, creer que Andy García es un mexicano regiomontano, porque tiene una cara de cubano que no puede ocultar por más maquillaje que le pongan. Pero más difícil es creer que la guerra cristera fue por la defensa de la libertad y la fe, porque la verdad es que ocultaba intereses menos piadosos, como la reposición del predominio católico en la sociedad mexicana y su reafirmación como la única iglesia oficial de la nación, cosa que ni el presidente Calles ni millones de mexicanos hoy estaríamos dispuestos a aceptar, porque creemos que en las sociedades modernas lo que debe imperar es la libertad, comenzando con la de pensamiento y religión; valores éstos por los que lucharon los reformadores y los revolucionarios. Así que ¡viva Cristo y que viva la revolución...!
8 de mayo de 2012
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Non ego haereticus sum, sed ille qui in cathedra Petri sedit… ille qui Papae titulum sibi assumpsit» («El hereje no soy yo, sino quien está sentado en el trono de Pedro y se ha dado el título de Papa»).

Estas palabras son expresadas por Prisciliano, el primer hereje español, en la cinta “La Vía Láctea” de Luis Buñuel, para mi gusto no sólo la obra cumbre de este director, sino de cuantas películas de crítica religiosa se hayan hecho.

La cinta trata sobre los dogmas y las herejías de la iglesia católica a través de la historia, pero Buñuel, como padre del surrealismo cinematográfico que fue, lo hace tratando los temas de manera aleatoria, por medio de eventos insólitos y anacrónicos, y con la aparición de personajes descreídos, psicóticos o imaginarios.

La historia tiene como base el viaje de dos “peregrinos” franceses, Pedro y Juan (nombres ya de por sí simbólicos), quienes van hacia Santiago de Compostela (“La Vía Láctea” es otro nombre de esta ruta), en cuyo camino se cruzan con personajes asombrosos y son testigos de eventos que ponen en entredicho la dogmática católica.

La temática de esta película es muy amplia, pero lo más original es que Buñuel que no la aborda como un documental, sino por medio de una ficción en la que proyecta sus ideas religiosas. Este cineasta siempre se declaró “ateo”, a él se le atribuye la frase: «Soy ateo, gracias a Dios»; sin embargo, el tema religioso fue siempre su obsesión, pues aparece de una u otra manera en toda su filmografía.

Para escribir “La Vía Láctea”, Buñuel invitó al guionista francés Jean-Claude Carriere a colaborar con él; le dijo que era un proyecto que había acariciado toda la vida y que al fin quería realizar. En 1967 ambos artistas se encerraron en una cabaña de la sierra de Andalucía, y durante mes y medio estuvieron estudiando la Biblia y varios libros sobre catolicismo. Al salir de ahí, la película estaba ya en sus cabezas, en los siguientes meses escribieron el guión y al siguiente año rodaron la filmación.

Esta película es maravillosa y me resulta difícil decir cuál escena me gusta más, porque todas son muy buenas. Pero el duelo de los dos teólogos espadachines del siglo XVIII me parece espectacular y sublime: una estocada y un artículo teológico, el contraataque y su réplica doctrinal… Uff, qué delicia…

Y creo que la cereza en el pastel de esta producción francesa es la participación del gran actor mexicano Claudio Brook. Luis Buñuel vivió en México varios años y mostró aprecio por nuestros actores, así que invitó a Claudio a formar parte de esta película y lo convirtió en un imponente obispo de la Edad Media. Verlo con ese atuendo y oírlo hablar en buen francés es una gran satisfacción y un honor para nuestro cine nacional.

Definitivamente, “La Vía Láctea” es teología pura, es una parábola del escabroso camino que ha transitado la iglesia católica, la cual paradójicamente encontró su mejor teólogo en un ateo español.
1 de abril de 2012
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Mandingo” es una película que deja con la boca abierta, porque aborda de manera brutal un tema de por sí estremecedor: la crueldad del esclavismo norteamericano. El drama se sitúa en 1840 en el sur de los Estados Unidos: un campesino acaudalado posee un gran número de esclavos a quienes trata como animales, entre ellos tiene una mujer “mandingo”, que es supuestamente la raza más fina de negros africanos; la muchacha está en edad de reproducirse, pero el amo no puede “cruzarla” con cualquier negro, sino únicamente con uno de su raza; para lograr su propósito, el esclavista envía a su hijo a un pueblo cercano encontrar al “macho mandingo”; el hijo obedece, pero en su camino se atraviesa una hermosa negra que lo cautiva. Todo esto se convierte en un intenso drama que se parece a un complejo juego de ajedrez, en donde a veces las piezas blancas avanzan, hacen trampas y capturan piezas negras, pero cuyos movimientos los van poniendo inevitablemente en una posición cada vez más riesgosa, sin que ningún espectador de este maldito juego de pecados (racismo, violencia, adulterio, crimen…), en el cual se apuesta la vida, pueda saber quién ganará al final.

Mi evaluación para “Mandingo” es de 9, por lo que está dentro de mi lista de dramas favoritos; pero investigando sobre ella, quedé sorprendido al saber que les pasó de largo a los críticos de la Academia de los Óscar, pues no recibió ya no digamos premio alguno, sino ni siquiera una nominación. Pero bueno, así suelen ser las cosas en el mundo del arte, en donde nos movemos en el área de la subjetividad, aunque cuando se abordan temas como el de esta película: la esclavitud, uno no puede menos que pensar que también influye la idiosincracia de la sociedad norteamericana, la cual parece no haberse desprendido aún del todo de una mentalidad soberbia y racista.
30 de marzo de 2012
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy un romántico empedernido y no lo puedo evitar, así que en mi lista de dramas románticos favoritos está “En algún lugar del tiempo” (Somewhere in time), que en México apareció con el nombre de “Pídele al tiempo que vuelva”. Esta película me gusta mucho porque escurre miel por todos lados, pero sobre todo porque combina con gran calidad y maestría romance, drama, ficción e historia.

El argumento es tan bueno que no lo voy a contar, sólo diré cuál es el gancho de la historia: en 1972 un apuesto dramaturgo está en una reunión de amigos, en eso se acerca a él una elegante y desconocida anciana, la cual le dice: “Vuelve a mí”, el hombre se queda perturbado y sin palabras. Tiempo después, al visitar la galería de un hotel, descubre el retrato antiguo de una hermosa mujer, queda cautivado por su imagen, comienza a investigar sobre ella y descubre que es la misma dama misteriosa que le pidió volver a su encuentro, la cual vivió su juventud a principios del s. XX; ahora su desafío será cómo viajar al pasado y encontrarse con ella. ¡Uff, sólo de recordar esta historia me vuelvo a emocionar!

Esta hermosa película fue dirigida por Jeannot Szwarc en 1980 y fue protagonizada por el superman Christopher Reeve, quien en su época de auge fue considerado el hombre más guapo de EU, y por la bellísima Jane Seymour, famosa años después por la serie “Dra. Quinn”. “En algún lugar del tiempo” es una obra de arte: los decorados y el vestuario son excelentes, de hecho fue nominada al Óscar precisamente en esta segunda categoría; pero indudablemente entre sus mejores atributos está su pista musical compuesta por John Barry, una de las melodías más nostálgicas que se hayan hecho, pero de una belleza insuperable.

Yo vi esta película hace muchos años, cuando era adolescente, cuando uno sueña con el amor; tanto me gustó que hasta quise vestirme como el personaje de esta historia, pero sobre todo quise enamorarme como lo hace él. ¿Y quién no ha suspirado por una persona con tal sólo ver su fotografía, aún cuando sabemos que ese amor es inalcanzable, por lejano, por distante? “En algún lugar del tiempo” nos hace volar con sus protagonistas, pero también nos hace regresar al mundo real y valorar a la persona amada que tenemos a nuestro lado, agradecer que no vivió en otra época, ni en otra latitud, sino en el “aquí y ahora” para compartir con nosotros, y hacer posible, una verdadera historia de amor, de nuestro amor… Y ya no le sigo, porque si no los voy a empalagar…
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