Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with stop postureo
0
Listas
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de stop postureo:
10

Voto de stop postureo:
10
5,9
12.813
Thriller. Musical. Drama
Rita Mora Castro es una infravalorada abogada mexicana de un gran bufete que un día recibe una oferta inesperada: ayudar a un temido jefe de un cartel, Juan 'Manitas' del Monte, a retirarse de su negocio y desaparecer para siempre convirtiéndose en la mujer que él siempre ha soñado ser: Emilia Pérez. (FILMAFFINITY)
21 de febrero de 2025
21 de febrero de 2025
20 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confieso que me equivoqué con esta película. Pensaba que iba a ver una peli seria y no este esperpento maravillosamente FREAK.. Imagino que me habrá pasado lo mismo que al eurofan que espera descubrir a los nuevos ABBA y se encuentra con el Chikilicuatre o con John Cobra. Y es que más o menos, estamos en esas mismas coordenadas. Por eso mi consejo inicial es claro: no vayas a ver esta película pensando que es una cinta seria, tómatela más bien como si fueras a ver “Karate a muerte en Torremolinos”, “Mar adentro” o “Aquí llega condemor”.
La primera hora y media de metraje es una frikada que parece dirigida por la becaria de Nacho Cano. El actor principal es un trans de Alcobendas que frasea como La Veneno y parece sacado de un mercado de abastos o de una charla-conferencia de Cristina Fallarás. Zoe Saldaña necesita un cocido y Selena Gómez un logopeda, aunque ahora que lo pienso bien, lo del logopeda le vendría bien a todos, perdón, a todes. La peli como tal es un desvarío: es como si fueses a un bar pijo a desayunar, pidieses una tostada de aguacates y te pusieran un chocochurro rociado con LSD. Todo es tan grotesco que me he llegado a preguntar si alguien de la CÍA ha pagado al actor principal -por cierto, cómo puede un narcotraficante llamarse Manitas, qué clase de nombre es ese- para transicionar a lo Robert De Niro en “Toro Salvaje”, y poner el último clave en el ataúd del cine “woke”. O eso, o es todo una broma de dudoso gusto, eso si, extremadamente divertida.
“Emilia Perez” es al mismo tiempo el Himalaya del wokismo y el Everest del cine trash. Las caracterizaciones son dignas de Muchachada Nui y el hecho de que sea un musical tan amateur como las performances sudamericanas de “El violador eres tu” lo pone al nivel de esas bizarradas de cine Z que tanto nos gustan, pero en inclusivo. Argumentalmente, es una comedia de enredos muy tardofranquista, que podría haber sido interpretada magistralmente por José Luis López Vázquez: suponemos que los guionistas son unos cachondos, porque nadie en su sano juicio podría hacer esta peli en serio.
Sin ánimo de hacer spoilers, diremos que el argumento gira en torno a un malvado narco que, por arte de mafia, digo de magia, transiciona a mujer en tiempo récord, con la ayuda de un prestigioso cirujano judío, que amablemente se presta a la trans-acción, millonada mediante. Estaríamos tentados a pensar que aquí la peli vuelve a lanzar piedras contra su propio tejado cuando reparamos en el hecho mismo de que un psicópata carnicero se pueda convertir en el Padre Ángel en apenas 4 años, pero llegados a este punto de absurdidad no nos queda otra que reír a carcajada limpia y disfrutar de esta auténtica bizarrada sin prejuicios, como si estuviéramos asistiendo a una película de Von Trier, a la cancelación de un político progre que acaba siendo “metooizado” o a un espectáculo cómico taurino protagonizado por trans en el lugar de enanos disfrazados de bomberos toreros.
La primera hora y media de metraje es una frikada que parece dirigida por la becaria de Nacho Cano. El actor principal es un trans de Alcobendas que frasea como La Veneno y parece sacado de un mercado de abastos o de una charla-conferencia de Cristina Fallarás. Zoe Saldaña necesita un cocido y Selena Gómez un logopeda, aunque ahora que lo pienso bien, lo del logopeda le vendría bien a todos, perdón, a todes. La peli como tal es un desvarío: es como si fueses a un bar pijo a desayunar, pidieses una tostada de aguacates y te pusieran un chocochurro rociado con LSD. Todo es tan grotesco que me he llegado a preguntar si alguien de la CÍA ha pagado al actor principal -por cierto, cómo puede un narcotraficante llamarse Manitas, qué clase de nombre es ese- para transicionar a lo Robert De Niro en “Toro Salvaje”, y poner el último clave en el ataúd del cine “woke”. O eso, o es todo una broma de dudoso gusto, eso si, extremadamente divertida.
“Emilia Perez” es al mismo tiempo el Himalaya del wokismo y el Everest del cine trash. Las caracterizaciones son dignas de Muchachada Nui y el hecho de que sea un musical tan amateur como las performances sudamericanas de “El violador eres tu” lo pone al nivel de esas bizarradas de cine Z que tanto nos gustan, pero en inclusivo. Argumentalmente, es una comedia de enredos muy tardofranquista, que podría haber sido interpretada magistralmente por José Luis López Vázquez: suponemos que los guionistas son unos cachondos, porque nadie en su sano juicio podría hacer esta peli en serio.
Sin ánimo de hacer spoilers, diremos que el argumento gira en torno a un malvado narco que, por arte de mafia, digo de magia, transiciona a mujer en tiempo récord, con la ayuda de un prestigioso cirujano judío, que amablemente se presta a la trans-acción, millonada mediante. Estaríamos tentados a pensar que aquí la peli vuelve a lanzar piedras contra su propio tejado cuando reparamos en el hecho mismo de que un psicópata carnicero se pueda convertir en el Padre Ángel en apenas 4 años, pero llegados a este punto de absurdidad no nos queda otra que reír a carcajada limpia y disfrutar de esta auténtica bizarrada sin prejuicios, como si estuviéramos asistiendo a una película de Von Trier, a la cancelación de un político progre que acaba siendo “metooizado” o a un espectáculo cómico taurino protagonizado por trans en el lugar de enanos disfrazados de bomberos toreros.