Ciudad mágica

¡Qué maravillosa sorpresa! Nada sabía de esta película, ni me sonaba. Comencé a verla sin molestarme en averiguar siquiera de qué iba... y al poco rato sentí que estaba ante algo especial, una de esas películas que, según las ves, te sientes excitado, alegre, exultante, que tu mismo subconsciente reacciona al reconocer la belleza. Cierto que el argumento puede ser intrascendente (¡qué más da!), que su moralina puede resultar empalagosa (¡qué más da!), pero todo está tan bien hecho que obvias cualquier examen, te limitas a gozar... simplemente.
Si tuviera que destacar algo diría que la actuación de James Stewart es portentosa, iluminando toda la película, no eclipsando sino resaltando el magnífico trabajo del resto del elenco, en el que los secundarios tienen sus momentos de gloria. Muy buena dirección, con mucho que recuerda a Capra y Ford, y algunos momentos memorables, en particular la secuencia del conserje.
Y lo mejor de todo es que te devuelve la esperanza y la ilusión, la convicción de que esto no está agotado. Que aunque creas que ya las has visto todas, hay un montón de películas maravillosas que llevan décadas esperando a que te enteres de que existen.

El guionista habitual de las mejores películas de Fran Capra, nos plantea un pequeño cuento moral, cuyo sentido apunta hacia el descubrimiento del orgullo provinciano estadounidense. El escenario de la fábula es una población llamada Grangview; y el artífice del relato Rip Smith (James Stewart) actor paradigmático de este tipo de personajes. Rip, individualista hombre de gran ciudad se dedica a hacer encuestas nacionales y está empeñado en abaratar sus costos poniendo en práctica una teoría personal: servirse de una ciudad que sea representativa de toda la nación. El cuento está planteado y resuelto de una forma clásica, incluyendo la pertinente lección moral.

William Wellman, artesano y pionero del cine americano abordó esta simpática comedia costumbrista a medio camino entre el estilo Frank Capra y el estilo John Ford, cineastas muy cercanos a este tipo de historias que pueden descolocar un poco al ser tan genuinamente americanas. No hay mirada poética, rituales ni sentido de la ceremonia como los hubiera habido de la mano de Ford, y tampoco hay una exaltación de la diferencia, como hubiera sucedido tras el objetivo de la cámara de Capra. En cambio Wellman parece más interesado por el detalle que por la densidad narrativa, parece olvidar que el film apunta hacia determinados objetivos: transformación moral del personaje, enfrentamiento de opuestos, la toma de conciencia comunitaria. La película que está construida en forma de bloques, sin solución de continuidad, sometido a diferente tratamiento que hace que el resultado sea algo deslavazado aunque siempre entrañable. Wellman tiene obras mucho mejores: ”Ha nacido una estrella” de 1937, “Cielo amarillo” de 1948 o la magnífica “The Ox-Bow incident” de 1943.

Típica película americana de postguerra, de aire capriano, espíritu conservador y absolutas buenas intenciones. Pertenece a esa estirpe de comedias blancas, con una apuesta por los valores tradicionales y por la armonía, dónde todos los personajes son buenos, entre lo puramente mojigato y lo directamente conservador.
Se nota el oficio de Wellman y el buen hacer de James Stewart y el resto del reparto.

Me ha venido recordando a esos vecinos oscenses que de ser ninguneados por todo el mundo, se agruparon y consiguieron un escaño al Congreso de los Diputados para hacerse oír y reclamar lo que les han venido negando durante más de cuarenta años de democracia, al ser prácticamente fundamentales para conformar un Gobierno con un sólo y único escaño.

Moralina americana, que siguiendo la fábula de la lechera, de la nada obtienen el éxito hasta que el cántaro se rompe, y tras la confusión, se dan cuenta de que existen más cantaros si son capaces de unirse y llevarlo al mercado.

También me ha recordado a Tezanos y su gran patinaje en las últimas elecciones, y todos esos políticos y negocios que se mueven por las estadísticas, sean ciertas o no, y que les llevan a grandes batacazos donde los perdedores, cuando lo tuvieron todo en sus manos, no tienen más remedio que dimitir tras el ridículo que han cosechado, como Rivera.

Nunca me ha gustado Jane Wyman a pesar de tener un Oscar de la Academia por "Belinda", siempre me ha recordado a Angela Channing de Falcon Crest y a la primera esposa de aquel Presidente-actor que fue Ronald Reagan y que nunca me ha gustado un pelo.

Aquí su partenaire es James Stewart que hace más que un solvente trabajo.

A algunos les gustará, a otros les resultará indiferente, yo soy de éstos últimos.

Aprobado, 5.

Una agradable fábula, totalmente capriana en la forma, que toca un tema muy interesante, para mí al menos, en su fondo; los sondeos de opinión.
Las empresas actuales, lo tienen muy fácil hoy en día para conocer nuestros secretos y nuestras opiniones más íntimas. Este gigante llamado internet, es un enorme surtidor de datos muy golosos para las empresas publicitarias, políticas, farmaceúticas, suministradoras de bienes al consumo, etc...
Saben quiénes somos, dónde vivimos, cómo pensamos, qué deseamos, qué consumimos...
Pero en 1947, conocer las opiniones del grueso de los ciudadanos no era tan fácil. Las empresas que se dedicaban a hacer encuestas por todo un país, debían dedicar ímprobos esfuerzos en tratar de alcanzar la representatividad adecuada; por sexo, por raza, por ideología, por entorno, por nivel cultural, por nivel económico, por edad, por profesión....Se puede seguir hasta el infinito hasta encontrar, una estadística fiable que era lo que codiciaban las grandes empresas y eso, salía muy caro. Que todo se hacía a mano, joder.
Pues he ahí que nuestro héroe capriano ( James Stewart hace el mismo papel entrañable de casi siempre), trabaja en una de esas pequeñas empresas dedicadas al sondeo. Pero la empresa está a punto de quebrar. No tiene el poder de sus competidoras. Busca incansable lo que el llama " el milagro matemático". Alguna población que, por casualidad, sus variables estadísticas coincidan con las variables aplicables al conjunto del país. Y lo encuentra. Un pequeño pueblo en el que los porcentajes de todos los datos variables ( sexo, raza, edad, ideas políticas, etc...), coinciden exactamente con los porcentajes del país.
Es todo un hallazgo. Con tan sólo sondear a unos cientos de habitantes, se pueden obtener los mismos resultados que entrevistando a millones de personas. Eso quiere decir que con un costo muy bajo para la empresa, podrá venderlo a sus clientes, borrando de un plumazo a sus competidoras por muy gigantescas que sean.
Se traslada hacia allí fingiendo ser un agente de seguros, pero un romance inesperado con una periodista muy curiosa, enredará su " milagro matemático", de una manera que ninguno de los dos podría sospechar.
Porque para que nuestra opinión sea sincera, es preciso que no sepamos que nos observan, ¿no es así?.
Lo dicho. Un tema de fondo muy interesante, mezclado con una fábula solidaria y esperanzada que aunque no saca todo el partido posible al film, ( me hubiera gustado más sin el romance. La película no lo necesitaba), sí ofrece un agradable y placentero entretenimiento.
No me importaría nada, que hicieran un remake de este film, más actualizado y acorde a los cínicos momentos que vivimos. Sospecho que de la trama, retorciéndola un poco, podría salir algo bueno.