Misterios de ultratumba

Ésta es la primera película de terror mexicana que veo, así que no puedo valorarla con respecto al resto del cine de terror mexicano, pero es entretenida, y me ha gustado. Pese a su modestia, se advierte un buen empleo de todos los elementos que configuran la puesta en escena, creando así un relato de terror gótico con un buen argumento, un guión sólido, y un resultado muy convincente. Los decorados, la fotografía en blanco y negro, la iluminación y la música, con el inevitable sonido del órgano, convergen en un expresionismo tétrico deudor seguramente de modelos europeos, o tal vez norteamericanos, pero adaptado al mundo mexicano. Lo que en otra película sería un aséptico hospital psiquiátrico, es aquí, así, el Asilo de las Mercedes.

Sin embargo, la escena de danza posee un aire surrealista que no casa bien con un relato ambientado en el siglo XIX. Por otro lado, la idea del intercambio de cuerpos es muy interesante, de algún modo sirve para castigar al doctor que quiere conocer lo que hay más allá de la muerte. En el fondo, se trata de la típica historia de un científico loco, o no tanto, que paga cara su osadía al enfrentarse al misterio, a lo desconocido, a Dios.

No hay duda de que esta es una película bastante mala, grotesca, chapucera, casi ridícula, y, sin embargo, esta película nos gusta. De entrada nos atraen mucho el tema -el famoso pacto de ultratumba entre dos hombres- y el protagonista, el doctor Masali, encarnado por un actor, Gastón Santos, que tiene gran empaque. Luego está la chica, la bailarina huérfana, que, aunque lindando en lo cursi, se gana pronto nuestra adhesión, lo mismo que la loca furiosa ingresada en el sanatorio, en verdad impresionante y conmovedora. Y en fin, nos engancha a la butaca el clima mismo de la película, el ambiente del manicomio, el aura de misterio y de tragedia fatal que lo envuelve todo.
¿Qué importa que los efectos sean tan burdos, que el tema principal de la banda sonoro sea tan tremebundo y machacón, que el guion, para ser una historia fantástica, esté tan poco cuidado, que el personaje al que queman el rostro esté maquillado tan pésimamente? Somos capaces de perdonarlo todo,. ¿Por qué? Porque la magia del cine, esa que se ha perdido sin remedio en las producciones actuales, sobre todo en las que pretenden contarnos historias de gran efecto, se encuentra en cambio en estos films antiguos, hechos con sinceridad, con ingenuidad y con algo más que podríamos llamar frescura pero que naturalmente no sabemos lo que es.