Generalizar siempre es malo, y he aquí la prueba. Siempre he pensado que las películas judiciales se dividían en dos clases: las malas y las adaptaciones de las novelas de John Grisham.
Pues esta no es de John Grisham, y es aceptablemente buena.
Son varios los factores a tener en cuenta.
El principal, sin duda, es la presencia del grandísimo Robert Duvall. El veterano actor, que no para de trabajar a pesar de su avanzada edad, vuelve a ofrecernos una estupenda interpretación. En este caso hace de un juez acusado de asesinato.
Su defensor, a regañadientes, ha de ser su hijo, encarnado por Downey Jr. Aquí se sale un poco de su registro habitual de chulo.
La trama es ciertamente interesante. El director es hábil y no sabemos al principio con claridad si es inocente o culpable.
Aparte del tema meramente judicial, la historia se complementa con las relaciones familiares. No se llevan demasiado bien entre ellos debido a diversos problemas, lo que da lugar a escenas dramáticas de fuerte intensidad que permiten lucirse a los actores.
Es también muy destacable la fotografía de Janusz Kaminski. Su calidad es excelente, a pesar de ser un film que no se presta demasiado a ello.
En su contra, una duración realmente excesiva para lo que cuenta. 140 minutos en los que casi todas las escenas tienen algo que aportar al conjunto, pero que al mismo tiempo hacen que se haga algo lenta y pesada.
Preferiría que hubiera sido más corta, con eso le habría puesto más nota.
Por lo demás, todo muy bien.