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España España · Barcelona
Críticas de Ulher
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Críticas 151
Críticas ordenadas por utilidad
7
22 de agosto de 2010
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está claro que Salt constituye una cinta 100% palomitera y el que vaya esperando otra cosa se puede ir dando la vuelta. La lógica no es aquello por lo que se caracteriza la cinta de Phillip Noyce, ni mucho menos, pero no hay que tirar por el suelo un trabajo que entretiene desde el minuto cero hasta el último. Y esa es la premisa principal. Salt es una película que mantiene al espectador en un juego de identidad ya explotado en el séptimo arte pero que una vez más divierte.

La guerra fría como telón de fondo en una trama de espionaje invita al espectador a jugar una partida al Quién es Quién. La dificultad reside en que los continuos cambios de look de la Jolie no facilitan adivinar quien es Salt. Bromas aparte, los sucesivos giros narrativos confunden por momentos pero se justifican en ser el objetivo esencial de la cinta: divertir. Y esto es lo que se achaca a una cinta sin mayor pretensión que hacernos pasar un buen rato.
Claro está que Salt no lleva un sello de garantía como el agente Bond pero acaso ¿ver saltar a Daniel Craig de manera inverosímil entre grúas es mucho más creíble que contemplar a la esposa de Brad Pitt convertida en saltamontes? Como decía, tenemos que dejar de cuestionar la credibilidad del guión para poder disfrutarlo.

Realmente la elección de Angelina Jolie como personaje principal del film es el mayor acierto. Sus rasgos tan fríos como pasionales adquieren un mayor matiz en la caracterización de Salt. Ninguna actriz mejor que ella para un papel con un desarrollo físico tan importante y es aquí, en este tipo de cintas, donde se goza más de la Jolie pues entre pistolas y patadas la actriz se desenvuelve como pez en el agua. Resulta mucho más convincente verla convertida en Agente de la C.I.A que sufriendo la pérdida de un hijo de manos de Eastwood.

Hay que agradecer a Noyce que nos deje grabada en la retina alguna escena imponente como el estrangulamiento en las escaleras donde el montaje merece una mención especial.
En un verano escaso de títulos notables, la cinta de Noyce no aporta gran cosa al panorama cinematográfico salvo el entretenimiento de casi dos horas que pasan volando dejando la puerta abierta a una segunda parte.

Lo mejor: su honestidad. Vende lo que es y sale airosa.
Lo peor: el número de tinte rubio de Angelina.
Ulher
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6
27 de abril de 2007
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿En cuántas ocasiones hemos aceptado algo sabiendo que no es lo mejor para nosotros? En muchas, sería la respuesta mayoritaria; pero ¿en cuántas hemos dicho no cuando estamos deseando el sí? también la respuesta sería en varias; sin embargo, en pocas hemos llegado a obtener esa inesperada felicidad con la que finaliza el film. Muchos califican The Holiday como una comedia romántica, para mi, más bien es un drama con tintes cómicos. La primera media hora del film es excelente; nos presentan a una Kate Winslet narradora al más puro estilo "Love Actually" definiéndonos la ilusión, el amor y el desamor y completamente siendo objeto de dichos sustantivos. A medida que el metraje va avanzando se pierde en un intento de chistes fáciles sin perder ese toque dramático que imprimen los personajes de Winslet y de Law; puesto que la regular Cameron Diaz no se desprende del traje de payaso aunque se lo proponga. Y al llegar al desenlace dices eso de "como siempre". Con lo cual Nancy Meyers nos hace pasar una tarde de domingo agradable sin más.

El logro del film se localiza en la gran Winslet, pues realiza un trabajo que sin ser una interpretación de "nominación a los Oscars" llena la pantalla con su presencia; inmejorables los momentos en que encuentra la estatuilla de su reciente amigo y exclama: ohhh !!! (Para mi cuando?); o cuando le explica a su nueva ilusión lo que es no ser correspondido.

Recomendada no sólo para mujeres como se ha dicho; sino para todos aquellos que creen que siempre puede haber algo mejor.

Lo mejor: Winslet
Lo peor: que es completamente previsible hasta la B.S.O
Ulher
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7
8 de mayo de 2007
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras jugar con los números e intoxicarnos por las metas; Aronofsky nos presenta su nuevo film; un trabajo que no deja indiferente a nadie al igual que ocurrió con sus anteriores obras puesto que el director neoyorkino es un especialista en ser lapidado por la crítica y por la gran mayoría del público. La fuente de la vida, sin embargo, no logra convertirse desde mi punto de vista en un trabajo típico de Aronofsky, no la odio pero tampoco la admiro, aspecto que resulta menos coherente para un film que se define como distinto.

No basta con exponer una serie de relatos, embellecerlos con imágenes excepcionales (muy acertados los primeros planos de los personajes) y disponer de una banda sonora magistral. Lo que se pretende es que no decaiga el interés en el espectador; que no sólo estemos interesados en como se desarrolla y finaliza la historia central sino que las demás tengan la misma intensidad.

No cabe la menor duda que en la cabeza de Aronofsky se encuentran muy buenas ideas pero hay que disponer de los recursos que se precisan para llevarlas a cabo; se nota que existe una gran descompensación entre la historia del presente con respecto a las otras dos; la central nos presenta a un Hugh Jackman soberbio; interpretando a un hombre que no acepta la muerte y hace todo lo que está a su alcance para impedir que su esposa fallezca en contrapunto a ésta, la gran Weisz acepta con mucha valentía no poder terminar el libro que está escribiendo el cual hace enlazar con la segunda historia en la que de nuevo Jackman se deja cambiar de vestuario y maquillaje para conseguirle a su Reina Isabel de España (sin más; para plasmar un poco de polémica y mofarse de aquel que se piense que juega con elementos históricos) lo que necesita para enfrentarse a la Inquisición; pero aquí no acaba la paranoia de Aronoksky pues consigue mezclar estas dos historias con una tercera que es el mundo interior del señor Jackman y ahí se localiza el pinchazo del film, esta tercer relato sobraba, muchos afirmarán que es necesario para finalizar el segundo, pero Aronoksky debería haberle echado menos imaginación y narrar las dos historias primeras de forma correcta pues con el presupuesto de la burbuja se mejoraría la parte histórica.

Realmente acertadas son las segundas elecciones de Aronofsky para los papeles protagonistas pues Rachel Weisz demuestra que después del jardinero hay que saber defender un papel con tanta carga dramática y hacerlo con una sonrisa. Por lo que respecta a Hugh Jackman simplemente argumentar que este es su mejor papel hasta la fecha. La parte técnica está muy lograda, recrea tres ambientes completamente distintos (aunque alguno mejor que otro) y a todo ello hay que sumarle la música de genial Mansell que ya tuvimos el placer de comprobar que la misma es una protagonista más en todos los films de Aronofsky.

Recomendado film para disfrutar sin pretensiones, olvídense de Requiem por un sueño y Pi.
Ulher
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6
12 de octubre de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobrado de ironía, Rodrigo Cortés (productor de Grand Piano) tildaba de innecesaria la realización de la cinta en la presentación. Prevenía al público para que echaran por tierra cualquier aproximación con la verdad y, citando a Hitchcock, dejó claro que algunos films son trozos de vida, mientras que otros, señalando a la película, son trozos de pastel. Con este mensaje de escasa contribución, suenan los primeros acordes de Grand Piano. Como si se tratara de una pieza exquisita, sus primeros pasos son pausados. Una presentación de personajes sin mayor pretensión que la requerida en un ritmo suave y al que se hecha en falta cierto impacto. Aún así se atisba un trabajo de cámara correcto sin llegar al virtuosismo que muchos quieren ver.

Grand Piano se presenta tal y como es. Sin vueltas de tuerca, ni artificios. Sin metáforas ni dobles sentidos. Narra un crítico día en la vida de Tom, un famoso pianista con un pronunciado miedo escénico desde hace varios años. Ahora debe enfrentarse al concierto más decisivo y superar su fobia. Pero lo que Tom desconoce es que ese temor por fallar ante los asistentes se agrabará aún más cuando reciba una seria amenaza por parte de un descerebrado que se halla entre el público.

El segundo acto con el agudo de la nota SI llena la platea del interés tanteado en su primera parte. Sin embargo es tan prolongado el efecto de esa nota, sin variaciones, y un texto reiterativo, que contrarrestan el atractivo de la propuesta haciendo perder el compás. Aquí es donde la película se la jugaba y aunque nunca llega a perder el timón, no genera la tensión vendida. Tal vez estemos ante un producto ya degustado en anteriores entregas. Una adrenalina ya consumida. Tal vez no sea cuestión de cantidad sino de saberse administrar la dosis adecuada.

Técnicamente no estamos tampoco ante un producto impoluto ni original. Si bien cuenta con una banda sonora omnipresente, en ningún momento se convierte en protagonista, cuando era un recurso puesto en bandeja. Eugenio Mira sabe mover cámaras con una elegancia solvente, eso es incuestionable, y aún así las evidentes referencias a Hitchcock o Brian de Palma se advierten forzadas como esa pantalla dividida que no aportan valor a la narración. La sensación percibida es que estamos ante un material ejemplar que no se ha pulido correctamente y a pesar de que el film no es un despropósito, a estas alturas no nos podemos conformar con el efectismo.

Mira, con un producto tan atractivo, no ha terminado de plasmar sobre las teclas el suspense del maestro en el que se apoya en más de una ocasión. Ese Hitchcock que tan bien queda en boca de la productora fue el que también dejó claro que "el happy end no es necesario si se tiene al público dominado" Tal vez ya no seamos fieras fáciles de dominar. Me niego a creerlo.

Para amantes del thriller con un halo clásico.

Lo mejor: su valentía para lanzarse al vacío.

Lo peor: su falta de pulso con la tensión.
Ulher
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7
1 de julio de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tramposo, superficial, videoclipero. Danny Boyle ha tenido que ir cargando con estos calificativos y otros tantos a lo largo de su filmografía. Es evidente que su cine es excesivamente condescendiente con el público y en más de una ocasión esa concesión se le ha ido de las manos, creando obras donde el positivismo roza lo artificioso. Dónde el buen rollo imperante resulta impostado a golpe de ambientes exóticos. El paraíso de Tailandia, el colorido de la India o hasta el árido Cañón del Colorado han sido objeto de seducción por parte del realizador. Sin embargo como narrador apenas se le pueden achacar descuidos. Su habilidad para contar historias, independientemente del marco en el que se desarrollen, no es cuestionable. Con una facilidad inusual hoy en día, introduce al público en el relato y lo que es más brillante si cabe, consigue mantenerlo en la trama.

Con Trance, nueva entrega del Boyle más cromático, regresa a su tierra. Ese Londres que no fotografiaba desde aquel examen gore aprobado con nota en 28 días después. Y vuelve con una historia que a simple vista también se la puede tildar de inverosímil, pomposa y hasta irrisoria y sin embargo, tras un par de capas de todo lo dicho, hay fondo donde rascar. Si hurgamos con precisión estaremos ante un ejercicio filosófico sobre el destino. Porque Boyle, en cierta manera, plantea un interesante dilema acerca de las acciones y sus consecuencias. ¿Acaso siempre somos responsables de nuestros actos? Sugerente reflexión servida en un thriller que hace las veces de drama psicológico y cine negro columpiado en altas dosis de surrealismo.

El manido "nada es lo que parece" también tiene su protagonismo en Trance. Simon (James McAvoy) es un adicto al juego convertido en subastador de cuadros que ve en la profesión la respuesta a sus deudas. Por otro lado se nos presenta una banda de atracadores encabezada por Franck (Vincent Cassel) y una terapeuta especialista en hipnosis (Rosario Dawson) convertida de pronto en el eje central de la historia. No es díficil presagiar que el entramado de identidades que tenemos delante moverá sus hilos hasta provocar la confusión. A golpe de giro inesperado comprobamos que no todo es lo que vemos. Y cuando aún nos estamos reponiendo de este adictivo y peligroso juego por parte de su director, el guión no deja de tomar curvas. Los personajes adquieren un cariz de espejismo. ¿Quién miente? ¿Quién sueña? ¿Quién es sólo un deseo? ¿Quién una sugestión? Preguntas de respuesta inmediata que no siempre satisfacen a un espectador ávido de explicaciones.

Lo que sí complace es un reparto en estado de gracia con una Rosario Dawson a la cabeza inundando la pantalla de erotismo. Mientras que el sector masculino cumple con personajes menos atractivos.

Boyle ha querido renovar el cine negro. Adaptarlo a los nuevos tiempos, respetando la esencia. El resultado no es más que una sucesión de loopings en una incansable montaña rusa. La adrenalina fluye y con ella el realizador guiña un ojo al cine que le sirvió como carta de presentación.

Para un público juguetón con predisposición a saber perder.

Lo mejor: su montaje. Adictivo.
Lo peor: le falta un golpe sobre la mesa para no pasar desapercibida.
Ulher
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