Galar Egüén nos trae, en esta ocasión, un corto de terror que protagoniza Elizabeth Miller, con la que ya había trabajado en el cortometraje "Acróbatas en el iglú", y que en este caso lleva todo el peso de la historia.

Miller nos regala un arranque muy potente con una interpretación que mueve a la inquietud y el desasosiego. Ella está magnífica y el espectador contiene la respiración. Se trata de una madre, un hijo y un cuento. O eso parece. Un comienzo que pone el vello de punta al recordarlo. Sobresaliente.

El ambiente necesario en una obra de este género está conseguido desde el primer minuto. La protagonista te ha atrapado y estás en tensión. Consigue provocar verdadero miedo.

Sin embargo, poco después de alcanzar los 3 minutos de metraje, la historia nos lleva a una serie de lugares comunes, ya conocidos, ya visitados, que rompen la magia conseguida hasta el momento. Se rompe el hechizo y ni siquiera la protagonista, que nos tenía embrujados hasta entonces, logra levantar una historia que ya no provoca zozobra alguna, porque de repente nos damos cuenta de que ya hemos estado allí. Ya no hay miedo, se desinfla la inquietud.

Galar Egüén se conforma, a mi modo de ver, con lo correcto y seguro, en lugar de explorar otros caminos que podrían haberle llevado a alcanzar algo mejor.
Ese arranque, con una Elizabeth Miller brillante, requería más riesgo. La segunda mitad del corto, en mi opinión, nos lleva por unos derroteros que banalizan todo lo anterior.

A mí, personalmente, la historia no me ha llevado al clímax que anticipaba al principio. Culpa de mis expectativas, que con ese comienzo estaban por las nubes. Sin embargo, he disfrutado por el camino. Eso hay que valorarlo y agradecerlo. Seguiré pendiente de próximos trabajos de este director y esta actriz que, sin duda, pueden dar mucho más y llegar más lejos.