Sorprendente y sobre todo acertada revisión del personaje, el carisma, el humor cínico, la pose impoluta, los dones de gentleman y los gadgets sofisticados dejan paso a un Bond mucho más real, más oscuro, más adulto, más duro y que aún así consigue mantener la esencia del personaje.

La acción sigue siendo una constante, y a pesar de recurrir a menos efectos especiales y elementos sorprendentes resulta más convincente, dinámica y espectacular, los ácidos siguen destilando humor, son incluso más mordaces y sin sutilidades vacuas. Las chicas Bond sigue estando allí, pero esta vez está allí como algo más que un simple forero. La historia sin duda alguna es una de las mejores, gracias a su sencillez, solidez y dentro de unos parámetros relativos, verosimilitud, es decir, aquí no hay grandes conspiraciones para gobernar el mundo, simplemente hay un tipo que quiere enriquecerse a toda costa.

Y luego podríamos entrar en los detalles, como Eva Green, las brillantes escenas en el Casino o la impactante escena de la tortura.

En definitiva, un Bond mucho más adulto y en mi opinión un producto de mayor calidad a lo que nos tiene acostumbrados últimamente la saga, Daniel Craig, pasa directamente a ser la competencia más dura a Connery en la disputa por el cetro de 007 y la jubilación de Pierce parece, a pesar del escepticismo generado por la elección del nuevo interprete, un soplo necesario de aire fresco que revitaliza la saga. Por ponerle un pero, quizá, lo encontraríamos en un metraje un poco excesivo que hace que el final termine resultando algo empalagoso y lento y en el propio final, donde si bien se agradece el cambio de enfoque respecto a otras películas del agente, lo cierto es que no termina de encajar del todo con el tono de la película.