Los abrazos rotos
2009 

6,3
26.680
Drama. Romance
Cuando el escritor Mateo Blanco (Lluís Homar) viajaba con Lena (Penélope Cruz), la mujer de su vida, sufrió un accidente de coche que lo dejó ciego. Harry Caine es el pseudónimo con el que firma sus trabajos literarios. Como director de cine usa, en cambio, su nombre real. Harry Caine vive de los guiones que escribe gracias a la ayuda de Judit García (Portillo), su antigua y fiel directora de producción, y de Diego (Tamar Novas), el ... [+]
18 de marzo de 2009
18 de marzo de 2009
266 de 387 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hagan paso, que el salvador de la cinematografía española hace su entrada, por si no se habían dado cuenta. Qué mal le debe haber sentado a nuestro Pedro despertar el 18 de marzo, el día del gran estreno, con la lectura de El País, el periódico al que tanto homenajea en su última película y que tantos masajes le ha practicado a lo largo de su carrera. Una relación que permanecía idílica hasta que un buen día los mandamases de Prisa decidieron contratar a ese inconformista llamado Carlos Boyero y lo convirtieron en su crítico de cabecera. No contaron con que un día al señor le tocaría comentar al intocable y ha pasado lo que tenía que pasar. La sangre de Almodóvar habrá entrado en ebullición en cuanto haya leído en su amado diario un doloroso titular para su nuevo filme: “La única sensación que permanece de principio a fin es la del tedio”.
Suelo rendirme ante Almodóvar con la misma intensidad con la que tiendo a aborrecer la forzada rebeldía de Boyero, pero en esta ocasión no tengo más remedio que ponerme del lado del polémico crítico. Los abrazos rotos es un soberano aburrimiento. En el momento en que Almodóvar decide prescindir de los personajes pintorescos y de sus toques de humor surrealista, automáticamente convierte sus filmes en agotadores y pretenciosos metrajes.
Todo el reparto, incluida Pe, resulta afectado por un guión en busca de la profundidad pero sin lugar para el tratamiento de los personajes. El talento de Lluís Homar, de Blanca Portillo y de tantos otros queda deslucido por una historia encantada de conocerse a sí misma pero absolutamente lineal, interesante en su planteamiento pero bastante simple y previsible en su desarrollo. Los actores se convierten así en meras comparsas de un proyecto presuntuoso y con poca alma.
En contados momentos aparecen los toques genuinamente almodovarianos que tan buen resultado dan a sus obras. Ni siquiera en esta ocasión la banda sonora adquiere el protagonismo de antaño. Pero en cuanto aparecen esos tópicos del manchego que algunos tanto detestan es precisamente cuando la película suma sus puntos. El plano en que las manos del ciego acarician la pantalla es de una gran belleza pero resultaría más eficaz encajado en una historia donde los sentimientos florecieran.
Cuando el drama y la sensibilidad fracasan, el humor se convierte por tanto en la única salvación del filme. Consciente de ello, Almodóvar reserva sus minutos finales para un homenaje a Mujeres al borde de un ataque de nervios en el que Carmen Machi se convierte en la más sobresaliente del reparto. Dos minutos tronchantes que para algunos serán suficientes, pero que no compensan un filme en el que termina echándose de menos la aparición estelar de un travesti con la boca muy suelta o de una maruja con los nervios a flor de piel. Almodóvar pierde de nuevo frescura cuando se acerca a la grandilocuencia visual y se olvida del costumbrismo surrealista que tan buenos ratos nos ha hecho pasar.
Suelo rendirme ante Almodóvar con la misma intensidad con la que tiendo a aborrecer la forzada rebeldía de Boyero, pero en esta ocasión no tengo más remedio que ponerme del lado del polémico crítico. Los abrazos rotos es un soberano aburrimiento. En el momento en que Almodóvar decide prescindir de los personajes pintorescos y de sus toques de humor surrealista, automáticamente convierte sus filmes en agotadores y pretenciosos metrajes.
Todo el reparto, incluida Pe, resulta afectado por un guión en busca de la profundidad pero sin lugar para el tratamiento de los personajes. El talento de Lluís Homar, de Blanca Portillo y de tantos otros queda deslucido por una historia encantada de conocerse a sí misma pero absolutamente lineal, interesante en su planteamiento pero bastante simple y previsible en su desarrollo. Los actores se convierten así en meras comparsas de un proyecto presuntuoso y con poca alma.
En contados momentos aparecen los toques genuinamente almodovarianos que tan buen resultado dan a sus obras. Ni siquiera en esta ocasión la banda sonora adquiere el protagonismo de antaño. Pero en cuanto aparecen esos tópicos del manchego que algunos tanto detestan es precisamente cuando la película suma sus puntos. El plano en que las manos del ciego acarician la pantalla es de una gran belleza pero resultaría más eficaz encajado en una historia donde los sentimientos florecieran.
Cuando el drama y la sensibilidad fracasan, el humor se convierte por tanto en la única salvación del filme. Consciente de ello, Almodóvar reserva sus minutos finales para un homenaje a Mujeres al borde de un ataque de nervios en el que Carmen Machi se convierte en la más sobresaliente del reparto. Dos minutos tronchantes que para algunos serán suficientes, pero que no compensan un filme en el que termina echándose de menos la aparición estelar de un travesti con la boca muy suelta o de una maruja con los nervios a flor de piel. Almodóvar pierde de nuevo frescura cuando se acerca a la grandilocuencia visual y se olvida del costumbrismo surrealista que tan buenos ratos nos ha hecho pasar.
20 de marzo de 2009
20 de marzo de 2009
131 de 159 usuarios han encontrado esta crítica útil
Almodóvar alterna astutamente películas arriesgadas ("La ley del deseo", "Kika", "Hable con ella" o "La mala educación"), con otras más seguras ("Mujeres al borde un ataque de nervios", "Carne trémula", "Todo sobre mi madre" o "Volver").
"Los abrazos rotos" pertenece al primer grupo, por lo que me atrevo a augurarle menos éxito que la anterior, y presiento también que la próxima será de las lineales y masticaditas (no digo que mejores o peores).
Personalmente me ha gustado mucho. Creo que aquí las acrobacias estructurales le salen mejor que en la entrecortada "Hable con ella", o la farragosa "La mala educación"; ya que aquí en ningún momento notas que la narración se quiebre por los saltos en el tiempo o el cambio de géneros, sino que avanza siempre de forma fluida, rítmica y armoniosa.
Además tiene escenas de imperecedera antología: una entre Lola Dueñas, José Luis Gómez y Penélope Cruz ya justifica el precio de la entrada (el Almodóvar tragicómicamente ingenioso en estado puro).
Otra entre Cruz y Carmen Machi, correspondiente a una película (cómica) que se rueda dentro de la película (trágica) nos hace añorar al Almodóvar más marujón y vivaracho.
Se trata de una película muy cinéfila, y contiene múltiples homenajes (incluso auto-homenajes: la película que dirige Lluís Homar recuerda a "Mujeres al borde…"), de los cuales me gustaría destacar dos especiales para mí:
- "Severine", el seudónimo que emplea Penélope Cruz para hacer sus pinitos como dama de compañía, era el nombre de aquella Catherine Deneuve que se prostituía en "Belle de jour".
- El invidente Lluís Homar le pide a Tamar Novas que le ponga "Ascensor para el cadalso" porque le apetece oír la voz de Jeanne Moreau (sin duda es una de las cosas que pediría si me quedara ciego).
Además de esas referencias, la película destila auténtica reverencia por la creación cinematográfica. El cine aparece no sólo como simple ocupación, sino como medio de curación: al principio Rubén Ochandiano quiere hacer una película como medio de exorcizar la mala relación con su padre, y Homar encontrará en la realización de un film el medio para cerrar las heridas del pasado, sin que importe el éxito, sino sólo el proceso creador/sanador.
Pocas veces he visto una declaración de amor al cine tan sentida, y eso puede jugar a su favor de cara a los Óscar.
En su contra tiene que los personajes quizá generan poca empatía. Almodóvar quiere ser solemne e introspectivo cuando lo suyo es más la ligereza y el desparpajo.
En esta línea, sorprende que en una película suya los actores (en especial las actrices) trabajen "hacia adentro" y no "hacia afuera". Eso puede hacer parecer que están peor que otras veces, pero no, simplemente es otro estilo, más contenido, más "a la francesa".
Rodrigo Prieto (director de fotografía de Iñárritu), crea imágenes de gran "belleza perra", tirando hacia la oscuridad pero sin apagar los vivos colores típicos de Almodóvar. Buena simbiosis.
"Los abrazos rotos" pertenece al primer grupo, por lo que me atrevo a augurarle menos éxito que la anterior, y presiento también que la próxima será de las lineales y masticaditas (no digo que mejores o peores).
Personalmente me ha gustado mucho. Creo que aquí las acrobacias estructurales le salen mejor que en la entrecortada "Hable con ella", o la farragosa "La mala educación"; ya que aquí en ningún momento notas que la narración se quiebre por los saltos en el tiempo o el cambio de géneros, sino que avanza siempre de forma fluida, rítmica y armoniosa.
Además tiene escenas de imperecedera antología: una entre Lola Dueñas, José Luis Gómez y Penélope Cruz ya justifica el precio de la entrada (el Almodóvar tragicómicamente ingenioso en estado puro).
Otra entre Cruz y Carmen Machi, correspondiente a una película (cómica) que se rueda dentro de la película (trágica) nos hace añorar al Almodóvar más marujón y vivaracho.
Se trata de una película muy cinéfila, y contiene múltiples homenajes (incluso auto-homenajes: la película que dirige Lluís Homar recuerda a "Mujeres al borde…"), de los cuales me gustaría destacar dos especiales para mí:
- "Severine", el seudónimo que emplea Penélope Cruz para hacer sus pinitos como dama de compañía, era el nombre de aquella Catherine Deneuve que se prostituía en "Belle de jour".
- El invidente Lluís Homar le pide a Tamar Novas que le ponga "Ascensor para el cadalso" porque le apetece oír la voz de Jeanne Moreau (sin duda es una de las cosas que pediría si me quedara ciego).
Además de esas referencias, la película destila auténtica reverencia por la creación cinematográfica. El cine aparece no sólo como simple ocupación, sino como medio de curación: al principio Rubén Ochandiano quiere hacer una película como medio de exorcizar la mala relación con su padre, y Homar encontrará en la realización de un film el medio para cerrar las heridas del pasado, sin que importe el éxito, sino sólo el proceso creador/sanador.
Pocas veces he visto una declaración de amor al cine tan sentida, y eso puede jugar a su favor de cara a los Óscar.
En su contra tiene que los personajes quizá generan poca empatía. Almodóvar quiere ser solemne e introspectivo cuando lo suyo es más la ligereza y el desparpajo.
En esta línea, sorprende que en una película suya los actores (en especial las actrices) trabajen "hacia adentro" y no "hacia afuera". Eso puede hacer parecer que están peor que otras veces, pero no, simplemente es otro estilo, más contenido, más "a la francesa".
Rodrigo Prieto (director de fotografía de Iñárritu), crea imágenes de gran "belleza perra", tirando hacia la oscuridad pero sin apagar los vivos colores típicos de Almodóvar. Buena simbiosis.
27 de marzo de 2009
27 de marzo de 2009
86 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
Has conseguido hacer una película en que todos los planos y escenas están cuidados al más mínimo detalle: todos preciosos, artísticos y de gran belleza (recuerdo especialmente la lágrima cayendo sobre el tomate, los primeros planos de Penélope y la escena en que ella se dobla a sí misma).
Has conseguido demostrar que eres un magnífico director y que dominas el aspecto técnico a la perfección.
Has conseguido que Penélope Cruz aparezca guapa, pero guapa de decir “madre mía, qué guapa” y que tanto ella como el resto del reparto hagan, gracias a sus muy buenas interpretaciones, que, durante casi todo el tiempo que dura la película, nos pase bastante desapercibido el guión forzado y vacío...
Sin embargo, no has conseguido aportarme nada nuevo. Todo en esta película me suena a ya visto, tanto en tus anteriores films como en otros.
No has conseguido que muchas frases del guión me suenen naturales, sino forzadas por un excesivo apego literal a lo que escribiste.
No has conseguido ni emocionarme ni generar en mí más que un mínimo interés por el desenlace de la historia.
Has conseguido demostrar que eres un magnífico director y que dominas el aspecto técnico a la perfección.
Has conseguido que Penélope Cruz aparezca guapa, pero guapa de decir “madre mía, qué guapa” y que tanto ella como el resto del reparto hagan, gracias a sus muy buenas interpretaciones, que, durante casi todo el tiempo que dura la película, nos pase bastante desapercibido el guión forzado y vacío...
Sin embargo, no has conseguido aportarme nada nuevo. Todo en esta película me suena a ya visto, tanto en tus anteriores films como en otros.
No has conseguido que muchas frases del guión me suenen naturales, sino forzadas por un excesivo apego literal a lo que escribiste.
No has conseguido ni emocionarme ni generar en mí más que un mínimo interés por el desenlace de la historia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No has conseguido que la revelación de que Diego es hijo de Henry me sorprenda o emocione... Demasiado obvio, pienso yo.
Y si en realidad tú eras consciente de que es tan obvio... ¿para qué lo incluyes en la película? Los espectadores no somos tontos... ¡si ya desde el principio, con la reacción de Blanca Portillo a la idea de Henry de escribir sobre el hijo de Arthur Miller se sabe lo que hay! ¿No habría sido mejor no tratar eso en absoluto y que cada uno de nosotros, como espectadores, después de la película, pensáramos lo que quisiéramos? ¿No le habría dado eso un valor añadido a la película, un poco más de interés?
En fin, que no has conseguido, pienso yo, desarrollar de manera interesante la historia (que de por sí, como base argumental, me parece buenísima). Una pena, porque el resto de elementos están tan conseguidos que “Los abrazos rotos” hubiera sido, creo yo, aún mejor que “Todos sobre mi madre”...
Y si en realidad tú eras consciente de que es tan obvio... ¿para qué lo incluyes en la película? Los espectadores no somos tontos... ¡si ya desde el principio, con la reacción de Blanca Portillo a la idea de Henry de escribir sobre el hijo de Arthur Miller se sabe lo que hay! ¿No habría sido mejor no tratar eso en absoluto y que cada uno de nosotros, como espectadores, después de la película, pensáramos lo que quisiéramos? ¿No le habría dado eso un valor añadido a la película, un poco más de interés?
En fin, que no has conseguido, pienso yo, desarrollar de manera interesante la historia (que de por sí, como base argumental, me parece buenísima). Una pena, porque el resto de elementos están tan conseguidos que “Los abrazos rotos” hubiera sido, creo yo, aún mejor que “Todos sobre mi madre”...
15 de marzo de 2009
15 de marzo de 2009
95 de 143 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los abrazos rotos habla de muchas cosas: cine dentro del cine, la pasión destinada al fracaso, las obsesiones, las temidas relaciones entre padres e hijos el amor por el cine,... y lo hace bien. Muy bien de hecho pero es demasiada información metidas en poco más de dos horas de metraje. Es tan intensa en su narración y en lo que quiere contar que estoy deseando verla una segunda vez para disfrutarla, digerirla y ser capaz de valorarla realmente.
Los abrazos rotos es también muchas cosas: detallista (brillante me parecó el recurso de la lectura en alto de un artículo de El País para presentar al personaje de Ernesto Martel ), vibrante en su puesta en escena, ambiciosa, divertida (el desternillante corto La concejala antropófoga y los "alivios cómicos" - como las escenas de la lectora de labios o la película dentro de la película Chicas y maletas - no hacen sino potenciar mis enormes ganas porque Pedro vuelva a la comedia), egocéntrica (no hay más que ver sus brevísimos créditos iniciales: guión y dirección de Pedro Almódovar, el resto que se espere a los créditos finales) pero también un tanto fría, recordando en forma y alma en parte a La mala educación, la menos buena de la extraordinaria racha que Almodóvar empezó hace ya diez años con Todo sobre mi madre.
No es perfecta (se echa de menos una mayor emotividad y conexión emocional con el espectador y me rechina un poco el monólogo-vomito que el personaje de Blanca Portillo hace en el clímax, que parece un poco metido de calzador para poder así terminar la historia) pero justifica en todo momento la expectación que cada proyecto de Almodóvar despierta en todo el mundo. No importan los (auto)homenajes, ya sean a Mujeres al borde de un ataque de nervios, Te querré siempre,... cada película del manchengo es única, especial y diferente. Enormemente agradecidos deben estar Penélope Cruz y Lluís Homar, gran protagonista de la película, por los magnéticos papeles de Lena / Pina y Mateo / Harry, que parecen sacado de los años cincuenta. El resto del reparto esta fantástico también pero es la pareja protagonista la que se come la película, a pesar de que Lola Dueñas o Carmen Machi resulten divertidísmas.
Almodóvar se hace mayor, con todo lo que eso conlleva, una madurez brutal tanto en forma como en fondo (no importa que estuviese hecha con dos duros, el salto que hay desde sus primeras películas hasta sus citas más recientes, es brutal), volviéndose también más dramático e intenso, alejándose de sus primeras provocadoras y ligeras historias, y convirtiénose en uno de los pocos directores capaces de mezclar pasión con humor, drama y unas pizcas de thriller negro sin ponerse en evidencia.
Los abrazos rotos es también muchas cosas: detallista (brillante me parecó el recurso de la lectura en alto de un artículo de El País para presentar al personaje de Ernesto Martel ), vibrante en su puesta en escena, ambiciosa, divertida (el desternillante corto La concejala antropófoga y los "alivios cómicos" - como las escenas de la lectora de labios o la película dentro de la película Chicas y maletas - no hacen sino potenciar mis enormes ganas porque Pedro vuelva a la comedia), egocéntrica (no hay más que ver sus brevísimos créditos iniciales: guión y dirección de Pedro Almódovar, el resto que se espere a los créditos finales) pero también un tanto fría, recordando en forma y alma en parte a La mala educación, la menos buena de la extraordinaria racha que Almodóvar empezó hace ya diez años con Todo sobre mi madre.
No es perfecta (se echa de menos una mayor emotividad y conexión emocional con el espectador y me rechina un poco el monólogo-vomito que el personaje de Blanca Portillo hace en el clímax, que parece un poco metido de calzador para poder así terminar la historia) pero justifica en todo momento la expectación que cada proyecto de Almodóvar despierta en todo el mundo. No importan los (auto)homenajes, ya sean a Mujeres al borde de un ataque de nervios, Te querré siempre,... cada película del manchengo es única, especial y diferente. Enormemente agradecidos deben estar Penélope Cruz y Lluís Homar, gran protagonista de la película, por los magnéticos papeles de Lena / Pina y Mateo / Harry, que parecen sacado de los años cincuenta. El resto del reparto esta fantástico también pero es la pareja protagonista la que se come la película, a pesar de que Lola Dueñas o Carmen Machi resulten divertidísmas.
Almodóvar se hace mayor, con todo lo que eso conlleva, una madurez brutal tanto en forma como en fondo (no importa que estuviese hecha con dos duros, el salto que hay desde sus primeras películas hasta sus citas más recientes, es brutal), volviéndose también más dramático e intenso, alejándose de sus primeras provocadoras y ligeras historias, y convirtiénose en uno de los pocos directores capaces de mezclar pasión con humor, drama y unas pizcas de thriller negro sin ponerse en evidencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En la presentación de la película Pedro Almodóvar reconoce que ésta es su película que más claramente homenaje al cine, a sus películas y a la gente que trabaja tanto delante como detrás de las cámaras. A tí Pedro, con ego y sin ego, te doy / damos las gracias por formar parte de ese cine que será recordado durante décadas porque está claro que si hoy día hay un heredero de los Bergman, Godard, Fellini, Rosellini... ese eres tú. En un momento en el que el cine europeo (y mundial) está en crisis por falta de verdaderos autores, esos de los que puedes reconocer su autoría aunque su nombre no esté en los créditos, hay está él, con sus defectos y virtudes.
19 de marzo de 2009
19 de marzo de 2009
48 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los abrazos rotos es sin duda alguna una película de ruptura. El estilo Almodóvar despojado de muchos de sus aciertos habituales convirtiéndose en una película de autor de estilo claramente europeo.
No hay drama desgarrado y menos aún comedia gamberra (obviemos por genial el momento Machi), no hay por lo tanto momentos álgidos de imborrable recuerdo (esos momentos cultivados en Todo sobre mi madre y en Hable con ella). Y me temo que ello no es fortuito.
¿Puede un director consagrado romper una fórmula consagrada y arriesgar en fondo y forma? Los muy detractores dirán que en su idiosincrasia particular, Almodóvar emocionaba con naturalidad y clase. Sin embargo, a los que nos apasiona su cine, no parece más acertado pensar que con su nueva apuesta, el manchego ha querido hacer un giro inesperado dentro de los parámetros constantes de su cine, ganando en el empeño en pureza y sobre todo en consistencia narrativa.
Los abrazos rotos respira del cine de Fassbinder (me ha venido a la cabeza Prenez garde á la Sainte Putain y su historia dentro de la historia, algo claramente palpable en los momentos del rodaje, por cierto, soberbiamente resueltos). También en el gusto por el detalle (esa búsqueda incansable de lo estético e insólito), Almodóvar recuerda a Von Trier, y hasta al más reciente Julio Medem (¿pudo ser su Penélope en algún momento un trasunto de la Paz Vega de Lucía y el sexo?). Esta vuelta de tuerca arriesgada consigue lo impensable: un Almodóvar diferente, compacto y bien hilvanado que estoy seguro mejorará con futuros visionados.
Y digo que mejorará porque, es de justicia decirlo, el guión no es tan consistente como los últimos que había escrito. Así, no se entiende como el personaje de Mateo/Harry no tenga un mayor peso dramático. Y tampoco se comprende muy bien como en algunos momentos, la supuesta intensidade de la historia no acabe de cuajar como debiera.
Es en esos momentos, cuando, sin embargo, resurge la magia del director tras la cámara y consigue un retrato de mujeres (que no de hombres, helas!) tremendo: Penélope firma de lejos una de sus mejores interpretaciones, levanta un personaje inverosímil en momentos con un talento natural fuera de toda duda. Y ojo a la Portillo, porque saca a flote con mucho oficio un personaje difícil por cuya boca salen algunas de las frases cumbres de la película.
En fin, Los abrazos rotos tendrá su legión de detractores y dejará a la crítica bastante desconcertada. Yo sigo pensando que es una obra madura y una apuesta original y diferente dentro del universo del manchego. Ganará con los años como el buen vino. Y sino, tiempo al tiempo.
No hay drama desgarrado y menos aún comedia gamberra (obviemos por genial el momento Machi), no hay por lo tanto momentos álgidos de imborrable recuerdo (esos momentos cultivados en Todo sobre mi madre y en Hable con ella). Y me temo que ello no es fortuito.
¿Puede un director consagrado romper una fórmula consagrada y arriesgar en fondo y forma? Los muy detractores dirán que en su idiosincrasia particular, Almodóvar emocionaba con naturalidad y clase. Sin embargo, a los que nos apasiona su cine, no parece más acertado pensar que con su nueva apuesta, el manchego ha querido hacer un giro inesperado dentro de los parámetros constantes de su cine, ganando en el empeño en pureza y sobre todo en consistencia narrativa.
Los abrazos rotos respira del cine de Fassbinder (me ha venido a la cabeza Prenez garde á la Sainte Putain y su historia dentro de la historia, algo claramente palpable en los momentos del rodaje, por cierto, soberbiamente resueltos). También en el gusto por el detalle (esa búsqueda incansable de lo estético e insólito), Almodóvar recuerda a Von Trier, y hasta al más reciente Julio Medem (¿pudo ser su Penélope en algún momento un trasunto de la Paz Vega de Lucía y el sexo?). Esta vuelta de tuerca arriesgada consigue lo impensable: un Almodóvar diferente, compacto y bien hilvanado que estoy seguro mejorará con futuros visionados.
Y digo que mejorará porque, es de justicia decirlo, el guión no es tan consistente como los últimos que había escrito. Así, no se entiende como el personaje de Mateo/Harry no tenga un mayor peso dramático. Y tampoco se comprende muy bien como en algunos momentos, la supuesta intensidade de la historia no acabe de cuajar como debiera.
Es en esos momentos, cuando, sin embargo, resurge la magia del director tras la cámara y consigue un retrato de mujeres (que no de hombres, helas!) tremendo: Penélope firma de lejos una de sus mejores interpretaciones, levanta un personaje inverosímil en momentos con un talento natural fuera de toda duda. Y ojo a la Portillo, porque saca a flote con mucho oficio un personaje difícil por cuya boca salen algunas de las frases cumbres de la película.
En fin, Los abrazos rotos tendrá su legión de detractores y dejará a la crítica bastante desconcertada. Yo sigo pensando que es una obra madura y una apuesta original y diferente dentro del universo del manchego. Ganará con los años como el buen vino. Y sino, tiempo al tiempo.
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