Aún estoy aquí
2024 

7,5
3.636
3 de febrero de 2025
3 de febrero de 2025
47 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Walter Salles, uno de los directores brasileños más interesantes, que más que con su principalmente conocida "Estación central de Brasil" a mí me encandiló con el filme "Diarios de motocicleta", realiza aquí otra de sus películas de más mérito. Una historia quizás ya vista por otras muy parecidas con casos de desapariciones en dictaduras, pero que por cómo está construida la narración y por las excelentes interpretaciones se convierte en un trabajo fílmico a destacar.
El guion de la película adapta los hechos reales a partir de la novela autobiográfica del mismo título escrita por Marcelo Rubens Paiva, que cuando era un niño vivió todo lo que se relata respecto a la desaparición de su padre en Río de Janeiro durante el régimen de varios años al que dio paso el golpe militar. Siendo la protagonista principal su madre Eunice Paiva, a la que recrea en un intenso, natural y muy realista trabajo la actriz Fernanda Torres; y siendo el mismo personaje interpretado en la parte epílogo de la película durante unos pocos minutos no por ella caracterizada de muy anciana, sino por la madre de ella, también actriz y con asombroso parecido entre ambas: Fernanda Montenegro; la cual aparece en parte como un homenaje de Salles, pues Montenegro fue la protagonista de su película "Estación central de Brasil" por la que estuvo nominada incluso al Oscar a mejor actriz. Nominación de la que su hija Torres recoge el testigo al estar nominada por este trabajo a mejor actriz en esta edición de los Oscars.
El argumento se divide en cuatro partes. La primera introductoria de los personajes sobre la vida que intenta la familia Paiva llevar con normalidad dentro de la dictadura, pero con la inquietante presencia militar por las calles. Una segunda parte que es la de mayor fuerza y tensión con los sucesos que se desencadenan para ellos repentinamente el 20 de enero de 1971 y los días posteriores, algo que marcó el resto de sus vidas. Una tercera parte en que la alta tensión da paso a un clima de reacción por lo sucedido y por la búsqueda de una explicación. Y una cuarta parte envuelta en mucha emoción de resolución de los hechos veinticinco años después, y de epílogo aún años más tarde.
Esa forma de presentar la narración, esa mezcla de sentimientos, de la alegría de una familia al drama, al desconcierto, a la búsqueda de la verdad, a la lucha por los derechos humanos y el reconocimiento, a la entereza para seguir adelante en la vida, y a la emotividad de la justicia y la memoria, hacen de la película algo especial y necesario.
De hecho esta adaptación surge en buena parte por esa necesidad que atrapó al propio Walter Salles, quien desde niño tenía amistad con la familia Paiva y por eso este proyecto es también una implicación muy personal del director que declaró que de alguna forma sentía como un deber de justicia llevar este testimonio al gran público haciendo la película. Y no cabe duda de que esa parte parece haberla logrado, con numerosos premios ya recibidos nacional e internacionalmente por la película, incluyendo tres nominaciones al Oscar entre los que está el de mejor película y el de mejor película internacional.
Un trabajo que no deja indiferente y merece que cada uno lo juzgue por sí mismo viéndolo.
El guion de la película adapta los hechos reales a partir de la novela autobiográfica del mismo título escrita por Marcelo Rubens Paiva, que cuando era un niño vivió todo lo que se relata respecto a la desaparición de su padre en Río de Janeiro durante el régimen de varios años al que dio paso el golpe militar. Siendo la protagonista principal su madre Eunice Paiva, a la que recrea en un intenso, natural y muy realista trabajo la actriz Fernanda Torres; y siendo el mismo personaje interpretado en la parte epílogo de la película durante unos pocos minutos no por ella caracterizada de muy anciana, sino por la madre de ella, también actriz y con asombroso parecido entre ambas: Fernanda Montenegro; la cual aparece en parte como un homenaje de Salles, pues Montenegro fue la protagonista de su película "Estación central de Brasil" por la que estuvo nominada incluso al Oscar a mejor actriz. Nominación de la que su hija Torres recoge el testigo al estar nominada por este trabajo a mejor actriz en esta edición de los Oscars.
El argumento se divide en cuatro partes. La primera introductoria de los personajes sobre la vida que intenta la familia Paiva llevar con normalidad dentro de la dictadura, pero con la inquietante presencia militar por las calles. Una segunda parte que es la de mayor fuerza y tensión con los sucesos que se desencadenan para ellos repentinamente el 20 de enero de 1971 y los días posteriores, algo que marcó el resto de sus vidas. Una tercera parte en que la alta tensión da paso a un clima de reacción por lo sucedido y por la búsqueda de una explicación. Y una cuarta parte envuelta en mucha emoción de resolución de los hechos veinticinco años después, y de epílogo aún años más tarde.
Esa forma de presentar la narración, esa mezcla de sentimientos, de la alegría de una familia al drama, al desconcierto, a la búsqueda de la verdad, a la lucha por los derechos humanos y el reconocimiento, a la entereza para seguir adelante en la vida, y a la emotividad de la justicia y la memoria, hacen de la película algo especial y necesario.
De hecho esta adaptación surge en buena parte por esa necesidad que atrapó al propio Walter Salles, quien desde niño tenía amistad con la familia Paiva y por eso este proyecto es también una implicación muy personal del director que declaró que de alguna forma sentía como un deber de justicia llevar este testimonio al gran público haciendo la película. Y no cabe duda de que esa parte parece haberla logrado, con numerosos premios ya recibidos nacional e internacionalmente por la película, incluyendo tres nominaciones al Oscar entre los que está el de mejor película y el de mejor película internacional.
Un trabajo que no deja indiferente y merece que cada uno lo juzgue por sí mismo viéndolo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Rubens Paiva, ex político brasileño que estuvo exiliado tras el golpe militar de 1964, regresó poco después a su país a vivir con su mujer, sus cuatro hijas y su hijo en Rio de Janeiro, dejando de lado la política y desempeñando su trabajo como ingeniero civil.
Un día de 1971 agentes de inteligencia llegaron a su casa, en unos acontecimientos en que Paiva y su mujer intentaron mostrar cordialidad y normalidad, e incluso él se fue voluntariamente sin oponer resistencia, mostrando tranquilidad y colaboración, conduciendo su propio coche en el que subieron algunos de los agentes.
Horas después su esposa y la mayor de sus hijas fueron también detenidas y llevadas a las instalaciones y prisión donde fueron interrogadas, encerradas por separado en celdas, sometidas a mucha presión y tortura psicológica y finalmente liberadas. A aquello siguió un largo tiempo de búsqueda del padre de familia, con informaciones confusas que hacían creer que había huido nuevamente del país.
La realidad que investigan, por informaciones que reciben de quienes colaboran con la familia, les lleva a estar seguros de que había sido asesinado y unos años después arrojado el cadáver al mar para fingir que había huido fuera del país, pero que eso nunca sería reconocido oficialmente por el régimen. Tras el final de dicho régimen autoritario, muchos años después, el Estado reconoce que fue asesinado en las instalaciones de inteligencia en los mismos días en que fuera arrestado y desapareció. La detención se debió además a un error, ya que por su amistad y contacto con exiliados que ejercían resistencia al régimen dictatorial, creyeron que tuvo implicación con actividades concretas consideradas delictivas con las que no había tenido en realidad relación.
En una emotiva parte final, se ve a Eunice completar todo su archivo de fotos, documentos y recortes reunidos durante años, con el certificado oficial reconociendo la muerte por asesinato y los hechos sucedidos veinticinco años antes. Asistimos luego a una última escena de la familia y sus descendientes celebrando juntos muchos años después una reunión familiar, y a un último plano del rostro de una muy anciana Eunice en silla de ruedas, afectada por enfermedad de Alzheimer avanzada, pero capaz de aún reconocer el rostro de su esposo en imágenes de un programa de la tele que recordaba su caso, y de mostrar una última leve sonrisa en una foto que se toma entonces toda la familia en el jardín de la casa.
Un día de 1971 agentes de inteligencia llegaron a su casa, en unos acontecimientos en que Paiva y su mujer intentaron mostrar cordialidad y normalidad, e incluso él se fue voluntariamente sin oponer resistencia, mostrando tranquilidad y colaboración, conduciendo su propio coche en el que subieron algunos de los agentes.
Horas después su esposa y la mayor de sus hijas fueron también detenidas y llevadas a las instalaciones y prisión donde fueron interrogadas, encerradas por separado en celdas, sometidas a mucha presión y tortura psicológica y finalmente liberadas. A aquello siguió un largo tiempo de búsqueda del padre de familia, con informaciones confusas que hacían creer que había huido nuevamente del país.
La realidad que investigan, por informaciones que reciben de quienes colaboran con la familia, les lleva a estar seguros de que había sido asesinado y unos años después arrojado el cadáver al mar para fingir que había huido fuera del país, pero que eso nunca sería reconocido oficialmente por el régimen. Tras el final de dicho régimen autoritario, muchos años después, el Estado reconoce que fue asesinado en las instalaciones de inteligencia en los mismos días en que fuera arrestado y desapareció. La detención se debió además a un error, ya que por su amistad y contacto con exiliados que ejercían resistencia al régimen dictatorial, creyeron que tuvo implicación con actividades concretas consideradas delictivas con las que no había tenido en realidad relación.
En una emotiva parte final, se ve a Eunice completar todo su archivo de fotos, documentos y recortes reunidos durante años, con el certificado oficial reconociendo la muerte por asesinato y los hechos sucedidos veinticinco años antes. Asistimos luego a una última escena de la familia y sus descendientes celebrando juntos muchos años después una reunión familiar, y a un último plano del rostro de una muy anciana Eunice en silla de ruedas, afectada por enfermedad de Alzheimer avanzada, pero capaz de aún reconocer el rostro de su esposo en imágenes de un programa de la tele que recordaba su caso, y de mostrar una última leve sonrisa en una foto que se toma entonces toda la familia en el jardín de la casa.
7 de febrero de 2025
7 de febrero de 2025
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La familia Paiva tiene una vida muy feliz y próspera, llena de alegría, amor, ternura, amistad y baile. Cada uno de sus miembros es una expresión auténtica y fuerte de todos estos valores. Esto lo podemos apreciar en los primeros minutos de la cinta, que es un retrato poderoso de una familia extraordinaria, unida y casi ideal.
Después de un hecho que cambia la vida familiar, Eunice, la protagonista, se ve enfrentada a una situación límite y desesperada. Sin embargo, al contrario de lo que esperaríamos de cualquier persona, Eunice se enfrenta a su situación y a la vida con una fortaleza sabia y templada, verdaderamente, ejemplar. Personalmente, esto fue lo que más me conmovió; ver el amor, la templanza y la fuerza requeridas para soportar el golpe y mantenerse en pie, a pesar de que su alma esté sometida a un constante sufrimiento. No está por demás seguir halagando la actuación de Fernanda Torres, que es equilibrada, inteligente y pasmosa en su elegancia.
Las selecciones musicales están muy bien escogidas y complementan muy bien la atmosfera que pretende, tanto así que no pude evitar llegar a casa y escuchar los temas. Mientras veía la película y ahora que escribo esta reseña, no he encontrado grandes defectos, sin embargo, la nota tampoco es muy alta, y puedo inferir que es por pequeños detalles como la duración, el goce (difícil disfrutar una tragedia así), la poca inmersión y algo que simplemente no puedo definir, pero que me impide alzar la nota, igual, la recomiendo a todo el que esté interesado o intrigado pues se va a llevar una experiencia tan inspiradora como desoladora.
Estos dos elementos (la conexión familiar y el espíritu de Eunice) son, sin lugar a duda, las razones principales del éxito de la cinta. La reflexión final sobre los dolores causados por los abusos políticos y su perpetua inmunidad dejan huella con distintos pensamientos y sentimientos sobre lo dañino que puede ser el ser humano y lo desesperanzador que puede ser vivir en un mundo tan arbitrario e injusto como este.
Después de un hecho que cambia la vida familiar, Eunice, la protagonista, se ve enfrentada a una situación límite y desesperada. Sin embargo, al contrario de lo que esperaríamos de cualquier persona, Eunice se enfrenta a su situación y a la vida con una fortaleza sabia y templada, verdaderamente, ejemplar. Personalmente, esto fue lo que más me conmovió; ver el amor, la templanza y la fuerza requeridas para soportar el golpe y mantenerse en pie, a pesar de que su alma esté sometida a un constante sufrimiento. No está por demás seguir halagando la actuación de Fernanda Torres, que es equilibrada, inteligente y pasmosa en su elegancia.
Las selecciones musicales están muy bien escogidas y complementan muy bien la atmosfera que pretende, tanto así que no pude evitar llegar a casa y escuchar los temas. Mientras veía la película y ahora que escribo esta reseña, no he encontrado grandes defectos, sin embargo, la nota tampoco es muy alta, y puedo inferir que es por pequeños detalles como la duración, el goce (difícil disfrutar una tragedia así), la poca inmersión y algo que simplemente no puedo definir, pero que me impide alzar la nota, igual, la recomiendo a todo el que esté interesado o intrigado pues se va a llevar una experiencia tan inspiradora como desoladora.
Estos dos elementos (la conexión familiar y el espíritu de Eunice) son, sin lugar a duda, las razones principales del éxito de la cinta. La reflexión final sobre los dolores causados por los abusos políticos y su perpetua inmunidad dejan huella con distintos pensamientos y sentimientos sobre lo dañino que puede ser el ser humano y lo desesperanzador que puede ser vivir en un mundo tan arbitrario e injusto como este.
24 de febrero de 2025
24 de febrero de 2025
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Walter Salles, maestro de los viajes interiores, opta aquí por un ritmo que emula el peso de la memoria, lento, deliberado, como si cada plano fuera una foto descolorida. Su cámara se detiene en detalles que gritan, una taza de café frío, una ventana entreabierta, las manos de Fernanda Torres temblorosas como hojas en otoño. La opresión de la dictadura no se muestra con tanques o discursos, sino con miradas furtivas y puertas que se cierran al pasar.
Sin embargo, esa contención es un arma de doble filo, hay momentos en que la película se siente demasiado contenida, como si Salles temiera ahondar en la rabia para no romper el hechizo. El Brasil de los 70 está bien retratado, pero bajo un manto de niebla que, a ratos, nos deja con ganas de ver más allá.
Fernanda Torres interpreta a una mujer cuyo duelo no cabe en las paredes de su casa. La pérdida de su marido bajo la dictadura no es solo un drama personal, es una metáfora de un país que enterró sus desaparecidos bajo capas de silencio. El mayor problema de este filme esta claro, el guion se aferra tanto al dolor íntimo que olvida pintar el cuadro completo.
¿Dónde están las voces de quienes resistieron? ¿Los vecinos que susurraban en los mercados? La película los reduce a figuras borrosas, como si la cámara solo enfocara a la madre y el resto fuera paisaje. Es poderosa en su intimidad, pero se queda corta como retrato colectivo.
Fernanda Torres es la columna vertebral de la película. Actúa con los párpados, con la espalda encorvada, con suspiros que valen más que discursos. En una escena, simplemente mira una camisa guardada en un cajón y logra transmitir décadas de dolor. Una actuación magistral en modo susurro.
El elenco secundario, cumple, pero sin brillar. Los militares son sombras siniestras, los amigos de la protagonista, acompañantes bienintencionados.
La fotografía es un acierto, tonos terrosos, verdes apagados, cielos plomizos que parecen aplastar a los personajes, cada escena tiene el aspecto de una foto antigua.
El sonido juega un papel clave, portazos que hacen saltar al espectador, radios que emiten discursos militares como mantras, y sobre todo, el silencio. Ese silencio que se cuela tras una pregunta sin respuesta.
Esta película es como un museo de la memoria, bien intencionado, respetuoso, pero que te deja con la sensación de que faltan salas por explorar. Fernanda Torres eleva el material con una actuación sobria y conmovedora, y Salles demuestra que sabe filmar el dolor sin subrayados. Pero la película se ahoga en su propia contención, evitando sumergirse en las aguas turbulentas de la resistencia política o la rabia social.
Sin embargo, esa contención es un arma de doble filo, hay momentos en que la película se siente demasiado contenida, como si Salles temiera ahondar en la rabia para no romper el hechizo. El Brasil de los 70 está bien retratado, pero bajo un manto de niebla que, a ratos, nos deja con ganas de ver más allá.
Fernanda Torres interpreta a una mujer cuyo duelo no cabe en las paredes de su casa. La pérdida de su marido bajo la dictadura no es solo un drama personal, es una metáfora de un país que enterró sus desaparecidos bajo capas de silencio. El mayor problema de este filme esta claro, el guion se aferra tanto al dolor íntimo que olvida pintar el cuadro completo.
¿Dónde están las voces de quienes resistieron? ¿Los vecinos que susurraban en los mercados? La película los reduce a figuras borrosas, como si la cámara solo enfocara a la madre y el resto fuera paisaje. Es poderosa en su intimidad, pero se queda corta como retrato colectivo.
Fernanda Torres es la columna vertebral de la película. Actúa con los párpados, con la espalda encorvada, con suspiros que valen más que discursos. En una escena, simplemente mira una camisa guardada en un cajón y logra transmitir décadas de dolor. Una actuación magistral en modo susurro.
El elenco secundario, cumple, pero sin brillar. Los militares son sombras siniestras, los amigos de la protagonista, acompañantes bienintencionados.
La fotografía es un acierto, tonos terrosos, verdes apagados, cielos plomizos que parecen aplastar a los personajes, cada escena tiene el aspecto de una foto antigua.
El sonido juega un papel clave, portazos que hacen saltar al espectador, radios que emiten discursos militares como mantras, y sobre todo, el silencio. Ese silencio que se cuela tras una pregunta sin respuesta.
Esta película es como un museo de la memoria, bien intencionado, respetuoso, pero que te deja con la sensación de que faltan salas por explorar. Fernanda Torres eleva el material con una actuación sobria y conmovedora, y Salles demuestra que sabe filmar el dolor sin subrayados. Pero la película se ahoga en su propia contención, evitando sumergirse en las aguas turbulentas de la resistencia política o la rabia social.
25 de febrero de 2025
25 de febrero de 2025
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Walter Salles empezó en 1999, con Estación Central de Brasil, un ciclo que, de alguna manera, concluye veinticinco años más tarde con Aún estoy aquí (incluyendo la maravillosa circunstancia de que Fernanda Montenegro, la protagonista de aquella, es la madre de Fernanda Torres, la actriz de esta película. Montenegro, por cierto, hace una aparición especial, profundamente emotiva, al final de la cinta).
El realizador de Diarios de motocicleta, tras doce años de ausencia desde su última película, On the road, dirige esta crónica de la familia Paiva, formada por Rubens, Eunice, y sus cinco hijos. Una crónica que es la de ese Brasil que estuvo más de dos décadas bajo una dictadura militar, un Brasil de contrastes, de playas y colores cálidos, y de centros de detención oscuros y lúgubres. Todo ello es captado por la excepcional fotografía de Adrian Teijido, y un guion enormemente cuidadoso, que da su espacio a todos los personajes (atención a la excelente caracterización de los vástagos de los Paiva, especialmente Vera, Eliana y Marcelo) y que sabe cómo impactar y emocionar al espectador. Quedan para el recuerdo momentos de puro cine, como la ocasión en la que Eunice se enfrenta a los militares que vigilan su casa (prácticamente el único momento en que pierde los nervios) o, por supuesto, la magistral secuencia en que tanto ella como Eliana son detenidas también. Sin duda, el conjunto de escenas más tenso y desgarrador del año, probablemente.
Pero, sobre todo, Aún estoy aquí es una oda al amor y la resiliencia de una mujer, Eunice Pavia, que jamás deja su lucha por la verdad y la reparación, mientras saca adelante a una familia destrozada por la desaparición forzada de Rubens. Una lucha que además, como ella misma dice en el segmento ambientado en 1996, nunca debe quedar en segundo plano. La memoria, la de cada persona y la de un país, jamás debe ser olvidada. Algo de lo que quizás deberíamos aprender aquí...
Y sin duda, buena parte de ese mérito es de una Fernanda Torres que está absolutamente magistral en el papel de su vida. Su Eunice transpira amor y dolor, con una mirada abrasiva y llena de determinación. Si hay alguien en situación de disputarle el Oscar a Demi Moore, sin duda es ella. Todos los reconocimientos que ha recibido, sin duda, son más que merecidos. Una de las mejores y más pulidas interpretaciones del año.
Una lástima que el metraje se extienda tanto al final, y que la segunda hora no esté a la altura de la primera, que es absolutamente brillante, porque Aún estoy ahí es sin duda una de las cintas más hermosas, honestas, y necesarias de 2024.
Lo mejor: La atención que presta el guión a todos los personajes, la fotografía, y la interpretación magistral de Fernanda Torres.
Lo peor: La segunda hora no está a la altura de la primera, y sin duda se hace demasiado larga.
El realizador de Diarios de motocicleta, tras doce años de ausencia desde su última película, On the road, dirige esta crónica de la familia Paiva, formada por Rubens, Eunice, y sus cinco hijos. Una crónica que es la de ese Brasil que estuvo más de dos décadas bajo una dictadura militar, un Brasil de contrastes, de playas y colores cálidos, y de centros de detención oscuros y lúgubres. Todo ello es captado por la excepcional fotografía de Adrian Teijido, y un guion enormemente cuidadoso, que da su espacio a todos los personajes (atención a la excelente caracterización de los vástagos de los Paiva, especialmente Vera, Eliana y Marcelo) y que sabe cómo impactar y emocionar al espectador. Quedan para el recuerdo momentos de puro cine, como la ocasión en la que Eunice se enfrenta a los militares que vigilan su casa (prácticamente el único momento en que pierde los nervios) o, por supuesto, la magistral secuencia en que tanto ella como Eliana son detenidas también. Sin duda, el conjunto de escenas más tenso y desgarrador del año, probablemente.
Pero, sobre todo, Aún estoy aquí es una oda al amor y la resiliencia de una mujer, Eunice Pavia, que jamás deja su lucha por la verdad y la reparación, mientras saca adelante a una familia destrozada por la desaparición forzada de Rubens. Una lucha que además, como ella misma dice en el segmento ambientado en 1996, nunca debe quedar en segundo plano. La memoria, la de cada persona y la de un país, jamás debe ser olvidada. Algo de lo que quizás deberíamos aprender aquí...
Y sin duda, buena parte de ese mérito es de una Fernanda Torres que está absolutamente magistral en el papel de su vida. Su Eunice transpira amor y dolor, con una mirada abrasiva y llena de determinación. Si hay alguien en situación de disputarle el Oscar a Demi Moore, sin duda es ella. Todos los reconocimientos que ha recibido, sin duda, son más que merecidos. Una de las mejores y más pulidas interpretaciones del año.
Una lástima que el metraje se extienda tanto al final, y que la segunda hora no esté a la altura de la primera, que es absolutamente brillante, porque Aún estoy ahí es sin duda una de las cintas más hermosas, honestas, y necesarias de 2024.
Lo mejor: La atención que presta el guión a todos los personajes, la fotografía, y la interpretación magistral de Fernanda Torres.
Lo peor: La segunda hora no está a la altura de la primera, y sin duda se hace demasiado larga.
24 de diciembre de 2024
24 de diciembre de 2024
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante cuatro décadas veremos esta historia real de la familia Paiva, un relato angustioso sobre las desapariciones y secuestros de personas durante la dictadura militar brasileña de los años 70.
Estamos en Río de Janeiro en 1971, Marcelo Rubens Paiva, disfruta de la playa con su mujer y sus cinco hijos, cuando la hija mayor se va marcha Londres unos hombres armados entran en casa y secuestran a Marcelo, su mujer Eunice y a una de sus hijas. Días después son liberadas estas últimas, pero del padre no se volverá a saber más… La vida de esta familia cambiará radicalmente.
Fernanda Torres interpreta a Eunice Paiva esposa del político disidente arrestado, todo se centrará en ella y en su familia, ya que tendrán que vender unos terrenos donde iban a construir su casa y marcharse a São Paulo.
El director de «estación central de Brasil» o «Diarios de motocicleta» Walter Salles nos muestra con buen pulso este drama familiar y la ruptura de la normalidad desde la terrible desaparición.
Es escalofriante que el estado en estos regímenes políticos cometa estos crímenes con esta impunidad, negándolo todo, incluso tendiendo toda clase de testigos de los hechos que cometen. Quizá por películas se conoce más las dictaduras de Chile o Argentina y apenas se ha hablado de la de Brasil que Castelo Blanco instauro en 1964 y que perduro durante 21 años.
Un film muy conmovedor de esta poderosa historia de este ingeniero y excongresista del que nunca se encontró su cadáver, como el de otras miles de personas que pensaron diferente.
Destino Arrakis.com
Estamos en Río de Janeiro en 1971, Marcelo Rubens Paiva, disfruta de la playa con su mujer y sus cinco hijos, cuando la hija mayor se va marcha Londres unos hombres armados entran en casa y secuestran a Marcelo, su mujer Eunice y a una de sus hijas. Días después son liberadas estas últimas, pero del padre no se volverá a saber más… La vida de esta familia cambiará radicalmente.
Fernanda Torres interpreta a Eunice Paiva esposa del político disidente arrestado, todo se centrará en ella y en su familia, ya que tendrán que vender unos terrenos donde iban a construir su casa y marcharse a São Paulo.
El director de «estación central de Brasil» o «Diarios de motocicleta» Walter Salles nos muestra con buen pulso este drama familiar y la ruptura de la normalidad desde la terrible desaparición.
Es escalofriante que el estado en estos regímenes políticos cometa estos crímenes con esta impunidad, negándolo todo, incluso tendiendo toda clase de testigos de los hechos que cometen. Quizá por películas se conoce más las dictaduras de Chile o Argentina y apenas se ha hablado de la de Brasil que Castelo Blanco instauro en 1964 y que perduro durante 21 años.
Un film muy conmovedor de esta poderosa historia de este ingeniero y excongresista del que nunca se encontró su cadáver, como el de otras miles de personas que pensaron diferente.
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