El peral salvaje
2018 

7,0
1.275
22 de septiembre de 2019
22 de septiembre de 2019
44 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nuri Bilge Ceylan es uno de los más brillantes cineastas en activo. Su obra sigue la estela de los grandes directores europeos: Bresson, Tarkovski, Bergman.
El primer plano de ‘El peral salvaje’ es como una página de la correspondencia entre Erice y Kiarostami. El mar, reflejos, el tumulto interno y exterior; el oleaje en el alma de Sinan. Chillan las gaviotas y oímos el grito existencial de un joven turco que parece ser un verso suelto en una sociedad llena de jueces y acreedores, de sueños y demonios familiares.
El andar aparatoso, el gesto áspero y torcido, el cerebro despierto; la rabia a punto siempre de estallar.
La relación entre padre e hijo, con sus múltiples aristas, resulta conmovedora. Cómo no sentir en lo hondo la angustia y el despecho de Sinan; la soledad profunda de Idris; la estrechez de los espacios interiores.
Suena el principio de la ‘passacaglia’ de Bach-Stokowski en do menor, único fragmento de música utilizado por Ceylan, y, como en Bresson, la imagen se transforma; resuena el conjunto dentro de nosotros con poesía y hondura inexplicables.
Dos imames discuten acerca de la posibilidad del cambio en el islam (un debate que podría plantearse de igual modo con el cristianismo) y, de pronto, la conversación deriva en un caudal que adquiere resonancias de Pascal y Dostoyevski. ¿Preferiríamos vivir en un mundo en el que existe Dios o en uno en el que Dios no exista? Y, hasta el más descreído, se ve atrapado en esa red universal.
La Turquía de Nuri Bilge podría ser cualquier país del mundo y, sin embargo, sólo puede ser ‘esa’ Turquía, su Turquía, maravillosamente retratada.
La fotografía, los entornos, el uso de la luz; la coreografía de los personajes; la construcción de las conversaciones, las miradas, aquello que queda sin decir… La escena amatoria es lo mejor que he visto en mucho tiempo en una sala oscura. Un ‘pas de deux’ que ilustra lo grande que puede ser el cine.
Nuestro cine.
El final, que no desvelaré, es el mensaje que quisiera legar a mis dos hijos. Frutos de un árbol imperfecto, mejores que su padre.
El primer plano de ‘El peral salvaje’ es como una página de la correspondencia entre Erice y Kiarostami. El mar, reflejos, el tumulto interno y exterior; el oleaje en el alma de Sinan. Chillan las gaviotas y oímos el grito existencial de un joven turco que parece ser un verso suelto en una sociedad llena de jueces y acreedores, de sueños y demonios familiares.
El andar aparatoso, el gesto áspero y torcido, el cerebro despierto; la rabia a punto siempre de estallar.
La relación entre padre e hijo, con sus múltiples aristas, resulta conmovedora. Cómo no sentir en lo hondo la angustia y el despecho de Sinan; la soledad profunda de Idris; la estrechez de los espacios interiores.
Suena el principio de la ‘passacaglia’ de Bach-Stokowski en do menor, único fragmento de música utilizado por Ceylan, y, como en Bresson, la imagen se transforma; resuena el conjunto dentro de nosotros con poesía y hondura inexplicables.
Dos imames discuten acerca de la posibilidad del cambio en el islam (un debate que podría plantearse de igual modo con el cristianismo) y, de pronto, la conversación deriva en un caudal que adquiere resonancias de Pascal y Dostoyevski. ¿Preferiríamos vivir en un mundo en el que existe Dios o en uno en el que Dios no exista? Y, hasta el más descreído, se ve atrapado en esa red universal.
La Turquía de Nuri Bilge podría ser cualquier país del mundo y, sin embargo, sólo puede ser ‘esa’ Turquía, su Turquía, maravillosamente retratada.
La fotografía, los entornos, el uso de la luz; la coreografía de los personajes; la construcción de las conversaciones, las miradas, aquello que queda sin decir… La escena amatoria es lo mejor que he visto en mucho tiempo en una sala oscura. Un ‘pas de deux’ que ilustra lo grande que puede ser el cine.
Nuestro cine.
El final, que no desvelaré, es el mensaje que quisiera legar a mis dos hijos. Frutos de un árbol imperfecto, mejores que su padre.
1 de octubre de 2018
1 de octubre de 2018
37 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los últimos años hemos visto evolucionar el cine del director de manera espectacular. Aunque las escenas largas siempre han abundado en su filmografía, cada vez los diálogos están más elaborados al punto de parecer improvisados, como si dos amigos tomasen un café sin ser conscientes de las cámaras. También sus películas son cada vez más largas superando las tres horas, el simbolismo de sus planos cada vez mejor ejecutado, las imágenes sorprenden más por su belleza y su contundencia. Sus personajes, simpáticos en un principio, van mostrando poco a poco sus sombras hasta resultarnos antipáticos e insoportables. Sus historias miran cada vez más a la literatura rusa, adaptando escenas de Tolstoi y Dostoievski. En Winter sleep, por ejemplo, el niño que ha de besar la mano al protagonista y el padre de éste que rechaza el dinero de la familia son calcos de los pasajes de la familia de Sneguiriov en Los hermanos Karamazov. Con los años, Ceylan no sólo refina su gusto sino que además pule su estilo.
Wild pear tree es la sublimación de todas estas técnicas, un techo creativo para un director cada vez en mejor forma. Narra la historia de un joven escritor que vuelve al pueblo en el que creció. Sus rencuentros con su familia y sus amigos mientras intenta recuperar la inspiración para terminar la novela que da título a la película. El peral salvaje es aquel árbol que da peras pero que sus frutos son imperfectos, con sabor demasiado amargo. Pese a ello, son frutos con los que se pueden preparar platos deliciosos. Metáfora del padre del protagonista, marginado por sus vecinos por deberle dinero a todo el pueblo y por embarcarse en una odisea quijotesca: cavar un pozo en un terreno sin acuíferos.
Wild pear tree es la sublimación de todas estas técnicas, un techo creativo para un director cada vez en mejor forma. Narra la historia de un joven escritor que vuelve al pueblo en el que creció. Sus rencuentros con su familia y sus amigos mientras intenta recuperar la inspiración para terminar la novela que da título a la película. El peral salvaje es aquel árbol que da peras pero que sus frutos son imperfectos, con sabor demasiado amargo. Pese a ello, son frutos con los que se pueden preparar platos deliciosos. Metáfora del padre del protagonista, marginado por sus vecinos por deberle dinero a todo el pueblo y por embarcarse en una odisea quijotesca: cavar un pozo en un terreno sin acuíferos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La historia viene a representar la muerte del idealismo del estudiante de ciudad que recibe un tortazo de realidad cuando se enfrenta tanto a sus orígenes como a su futuro. Se nos presenta como un chaval sensible y con inquietudes hasta que poco a poco se va revelando como un joven tan cruel como ingenuo y tan apático como engreído. Las más de tres horas de metraje son necesarias para ver esta evolución de manera verosímil y también para asistir a su redención en el desenlace. Paulatinamente el protagonista va siendo consciente del brillo de la figura paterna, de la autenticidad, de la humildad y del enorme parecido de ambos pese a las deudas, el alcohol y la depresión. Un brillo que el joven sólo es capaz de ver cuando la gente de su infancia se van revelando como mediocres. Su primer amor que se ha convertido en mujer sumisa, su vecino como antidisturbios que aporrea a los manifestantes contra Erdogan, sus compañeros de clase que se han vuelto religiosos reaccionarios, una madre y una hermana indiferentes a su carrera, unos ídolos que se venden al circuito comercial...
Esto último en concreto sale a la luz en una escena central del film. Un diálogo en una librería con un autor ante la mirada atenta de Kafka, Virginia Woolf, García Márquez, Simone de Beauvoir y otros escritores desde unos pósters gigantes. Una crítica hacia el mundo artístico y al autor mismo en el que el joven debutante desilusionado al creerse el próximo genio revolucionario se encuentra ante un sistema en el que lo que importa para mantenerse vigente es ganarse el favor del público mediante las ventas. Podemos ver la identificación del director con su joven personaje y la inspiración del cineasta en la alta literatura en este segmento. La disputa con el escritor termina con una estatua de un puente que cae al río y una turba enfurecida que persigue al protagonista, obligado a refugiarse en el interior de la estatua del caballo de Troya, por la que asoma su cabeza, remarcándose así esa personalidad oculta y dañina que brotará poco a poco. Además, esta escena marca el tono de la película donde se desdibuja la realidad y el sueño, lo figurativo de lo metafórico.
Hay una serie de escenas dignas de enmarcar por su belleza, la mayor parte de ellas relacionada con lo onírico o lo simbólico: un bebé con la cara llena de hormigas, un hombre inconsciente junto a un árbol, un cuerpo que cuelga en el pozo, pero quizás el momento más bonito sea la conversación del joven con su amor de juventud, mientras unas garrafas de agua se llenan en la fuente el silencio reina, ella se quita el velo, el viento acaricia las hojas que se desprenden, los rayos del sol se esconden entre el follaje de los árboles. Una obra tan potente como profunda que asegura el interés por el futuro de la carrera de Ceylan.
hommecinema.blogspot.fr
Esto último en concreto sale a la luz en una escena central del film. Un diálogo en una librería con un autor ante la mirada atenta de Kafka, Virginia Woolf, García Márquez, Simone de Beauvoir y otros escritores desde unos pósters gigantes. Una crítica hacia el mundo artístico y al autor mismo en el que el joven debutante desilusionado al creerse el próximo genio revolucionario se encuentra ante un sistema en el que lo que importa para mantenerse vigente es ganarse el favor del público mediante las ventas. Podemos ver la identificación del director con su joven personaje y la inspiración del cineasta en la alta literatura en este segmento. La disputa con el escritor termina con una estatua de un puente que cae al río y una turba enfurecida que persigue al protagonista, obligado a refugiarse en el interior de la estatua del caballo de Troya, por la que asoma su cabeza, remarcándose así esa personalidad oculta y dañina que brotará poco a poco. Además, esta escena marca el tono de la película donde se desdibuja la realidad y el sueño, lo figurativo de lo metafórico.
Hay una serie de escenas dignas de enmarcar por su belleza, la mayor parte de ellas relacionada con lo onírico o lo simbólico: un bebé con la cara llena de hormigas, un hombre inconsciente junto a un árbol, un cuerpo que cuelga en el pozo, pero quizás el momento más bonito sea la conversación del joven con su amor de juventud, mientras unas garrafas de agua se llenan en la fuente el silencio reina, ella se quita el velo, el viento acaricia las hojas que se desprenden, los rayos del sol se esconden entre el follaje de los árboles. Una obra tan potente como profunda que asegura el interés por el futuro de la carrera de Ceylan.
hommecinema.blogspot.fr
2 de agosto de 2019
2 de agosto de 2019
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mayormente por bisoñez, pero también por situaciones vitales diversas y el contexto de sus respectivos estrenos, en ocasiones se nos escapa casi por entero la obra de un maestro. Pero una vez una de sus obras te hechiza, estarás ya siempre ahí para la degustación de sus nuevos trabajos, y sabes que más pronto que tarde te reencontrarás con su cine pendiente. La película que nos ocupa, una de las rezagadas en estrenarse de la Sección Oficial de Cannes del 2018, se ajusta perfectamente a esta descripción. Por ello, era una de mis películas más anticipadas del 2019. Pues si bien esta pasó algo desapercibida a nivel mediático en el festival, casi todas sus películas anteriores se habían llevado algún tipo de reconocimiento en la rivera gala. Pero la elección del último día del festival para su presentación fue muy relevante en su poco revuelo, pues no en vano las opiniones de la crítica era bastante positivas. Se trata, dejemos de cebarlo, de la ambiciosa El peral salvaje, el último trabajo del venerado Nuri Bilge Ceylan. Filme que también compitió en Sevilla y que, contrastado con su naturaleza reflexiva, nos llega en el calor del verano. Ansioso por sumergirme en la obra del turco, acudí al pase de prensa con presteza. Y pese a su dificultad me sumergí de pleno en una de las grandes películas del año. Un drama rural de reencuentro y amarga asunción del porvenir pausado en su construcción y minuciosa en su descripción psicológica. Un viaje arduo de desolación personal y nihilismo sociológico ejecutado con la sabiduría de un maestro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tras años estudiando en la universidad, el aspirante a escritor Sinan vuelve a su pueblo natal, en la Turquía profunda. En pocos días tendrá una examen para optar a una posición estatal de profesor, y trae entre manos un manuscrito que desea publicar. El futuro no pinta halagüeño, y pronto será para él una necesidad huir de un nocivo clima familiar de resentimiento y reproches. Deudas económicas, conflictos gangrenados y conflictos culturales entre inquietudes diferentes en hermosos paisajes montañosos. Regreso de un muchacho a una realidad pasada de la que ya no puede estar más alejado. Una obra densa pero extremadamente detallista y compleja a la hora de describir a los personajes y a sus luchas internas. Gran guión, que baña el metraje de discusiones fascinantes y un rico flujo de información sobre la relación de nuestros personajes a través del diálogo. Y como cabía esperar de Ceylan, el trabajo de cámara es estupendo. Encuadres generales que sacan el máximo partido a los paisajes, tomas en movimiento laterales con elementos en distintos términos y demás travellings elevados por las hermosas decisiones cromáticas del director de fotografía. Escasa presencia de la música, pero fundamental para elevar el filme a un escalón superior. Los estímulos audiovisuales nunca cesan. Y en el plano textual, la película es jugosa sociológicamente, culturalmente…y aporta generosas raciones de filosofía y cuestionamiento de la fe. Una película que recompensa al paciente, va mejorando en el proceso de cocción y concluye por todo lo alto.
El filme dura más de tres horas, y son tres horas marcadamente lentas. Esto será un handicap para muchos espectadores. Y si no llegamos a interesarnos por el conflicto y los temas de la narración, el visionado puede ser una experiencia realmente ardua. El tono depresivo y nihilista implica que no empaticemos con unos personajes antipáticos, y es común en la contemplación cinematográfica que se rechacen aquellas producciones que no nos hacen felices ni nos divierten. Y allí dónde hay planos extraordinarios, otros se resienten por la mala resolución o diferente obturación de las cámaras digitales utilizadas, en una película que quizás mereció un mayor presupuesto. Con todo, pequeñas pecas y flaquezas de una obra mayor.
Íntima, densa y desoladora, "El peral salvaje" no es para todo el mundo pero si aceptas sus normas su detallada presentación de su cerrado universo de miserias humanas te fascina.
El filme dura más de tres horas, y son tres horas marcadamente lentas. Esto será un handicap para muchos espectadores. Y si no llegamos a interesarnos por el conflicto y los temas de la narración, el visionado puede ser una experiencia realmente ardua. El tono depresivo y nihilista implica que no empaticemos con unos personajes antipáticos, y es común en la contemplación cinematográfica que se rechacen aquellas producciones que no nos hacen felices ni nos divierten. Y allí dónde hay planos extraordinarios, otros se resienten por la mala resolución o diferente obturación de las cámaras digitales utilizadas, en una película que quizás mereció un mayor presupuesto. Con todo, pequeñas pecas y flaquezas de una obra mayor.
Íntima, densa y desoladora, "El peral salvaje" no es para todo el mundo pero si aceptas sus normas su detallada presentación de su cerrado universo de miserias humanas te fascina.
2 de agosto de 2019
2 de agosto de 2019
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Peral salvaje se trata de la última película de Nuri Bilge Ceylan, un director turco que película tras película se consolida como una de las visiones más atrayentes desde fuera (o en los márgenes) de Europa. En este caso la obra fue estrenada en el Festival de Cannes dentro de la sección oficial así como en el festival de Sevilla del año 2018.
La película tiene parte de biográfico, pues el guion está basado en la vida de Akin Aksu. ¿Y quién es este hombre? Pues precisamente un conocido del director de la película, que por casualidades del destino, después de una conversación larga y relajada con él y su mujer, les convenció para presentarles un escrito sobre su vida y la de su padre. Tiempo después, cuando Nuri Bilge Ceylan ya no esperaba ninguna contestación, recibió un manuscrito de 80 páginas, que encandiló al director por su naturaleza y su candidez.
Por otra parte, no cito por casualidad a la mujer del director, Ebru Ceylan, porque no solo aparece acreditada como guionista, sino que siempre es una herramienta indispensable en las películas del director turco, un soporte en el que Nuri Bilge Ceylan puede apoyarse.
La película, al presentarnos el regreso del personaje protagonista al pueblo donde nació después de haberse licenciado, hace una mirada de cero hacía esa misma vida, que es la visión que se le comparte al espectador. Así, la presentación de todo lo nuevo y sobre todo, lo viejo, se hace siempre bajo la tutela de nuestro estudiante Sinan, que es nuestro particular cicerone.
Difícil sería clasificar la película como una obra totalmente realista, aunque lo pudiera parecer leyendo la sinopsis o mirando el trailer. Pero lo cierto es, como bien le cuenta un escritor célebre a nuestro protagonista, la mirada del director o artista se posa siempre sobre unas cosas y no sobre otras, con lo que al hacer esta criba, ya se está dejando el realismo total de lado.
El peral salvaje es una película preciosa, con una fotografía excelsa...pero no es una de esas películas pensadas exclusivamente para deleitar al espectador simplemente mediante el uso de su imagen. Tampoco queda relegada esta a un segundo plano, sino que se produce una "mágica" fusión que precisamente rompe con el realismo anteriormente comentado que podría suponer el argumento. Se retrata la cotidianidad sí, pero esta misma aparece bajo un tamiz muy personal, que es la propia mirada del director, y donde a veces él quiere poner el foco. Pueden ser las propias gaviotas en un plano que duran un poco más de lo normal, puede ser ese soplar del viento que hace que uno se estremezca o puede ser esa melancolía que acompaña continuamente a nuestro personaje principal.
En este sentido, la película se aleja de cualquier otra película pretenciosa de aquellas etiquetadas como falsamente "hiperrrealistas" y que en su dejada puesta en escena en realidad ocultan los defectos de un cineasta sin talento. Aquí hay talento, y a raudales, pero para ello el director no necesita pavonearse, como si lo hacen muchos otros, especialmente más allá del charco.
Al tratarse de una película de más de tres horas de duración, es normal que la obra abarque numerosos temas, pero podemos dibujar dos conceptos principales que se repiten durante todo el filme. Por una parte, tenemos al personaje protagonista interpretado por Dogu Demirkol, que es un personaje que es una "rara avis" de la sociedad. Es un ente totalmente opuesto a la sociedad, que en parte la odia por rechazarle y en parte la envidia (como envidia al escritor). Pero es obvio que empatizemos con él porque Sinar, es un hombre que ha entendido la absurdez de nuestra sociedad contemporánea. Sinar ya está harto de seguir las pautas corrientes: casarse, buscar un trabajo corriente, tener hijos. Es normal que nosotros como espectadores tengamos esa misma frustración juvenil que tiene Sinar. Además Sinar tiene destellos de genio, que en parte están atascados en la medianía de vida que lleva, y en la medianía de ciudad donde vive.
Y por otra parte, está la relación paterno-filial, entre Sinar y su padre, Asuman, interpretado por Bennu Yildirimlar. El padre representa todo lo que el hijo odia. Asuman se ha convertido en un animal, no en el sentido de ser un bestia, sino en el de ser una simple marioneta que ni siquiera es capaz de alimentar a su familia porque debe muchísimo dinero en deudas absurdas que es incapaz de controlar. Sinar ve en su padre un hipotético reflejo de lo que el no quiere convertirse. Pero la relación entre ambos no está contada como en un melodrama barato, sino que Nuri Bilge lo presenta desde su barrido personal.
Conclusión
El Peral salvaje es una película realmente disfrutable. Las tres horas de duración pueden alejar a más de uno, pero sería un error, porque la película no es para nada un ejercicio de onanismo, sino más bien un regalo vital en el que además puede verse una Turquía real, lejos de las miradas sensacionalistas europeas.
Crítica escrita para https://cinemagavia.es/
La película tiene parte de biográfico, pues el guion está basado en la vida de Akin Aksu. ¿Y quién es este hombre? Pues precisamente un conocido del director de la película, que por casualidades del destino, después de una conversación larga y relajada con él y su mujer, les convenció para presentarles un escrito sobre su vida y la de su padre. Tiempo después, cuando Nuri Bilge Ceylan ya no esperaba ninguna contestación, recibió un manuscrito de 80 páginas, que encandiló al director por su naturaleza y su candidez.
Por otra parte, no cito por casualidad a la mujer del director, Ebru Ceylan, porque no solo aparece acreditada como guionista, sino que siempre es una herramienta indispensable en las películas del director turco, un soporte en el que Nuri Bilge Ceylan puede apoyarse.
La película, al presentarnos el regreso del personaje protagonista al pueblo donde nació después de haberse licenciado, hace una mirada de cero hacía esa misma vida, que es la visión que se le comparte al espectador. Así, la presentación de todo lo nuevo y sobre todo, lo viejo, se hace siempre bajo la tutela de nuestro estudiante Sinan, que es nuestro particular cicerone.
Difícil sería clasificar la película como una obra totalmente realista, aunque lo pudiera parecer leyendo la sinopsis o mirando el trailer. Pero lo cierto es, como bien le cuenta un escritor célebre a nuestro protagonista, la mirada del director o artista se posa siempre sobre unas cosas y no sobre otras, con lo que al hacer esta criba, ya se está dejando el realismo total de lado.
El peral salvaje es una película preciosa, con una fotografía excelsa...pero no es una de esas películas pensadas exclusivamente para deleitar al espectador simplemente mediante el uso de su imagen. Tampoco queda relegada esta a un segundo plano, sino que se produce una "mágica" fusión que precisamente rompe con el realismo anteriormente comentado que podría suponer el argumento. Se retrata la cotidianidad sí, pero esta misma aparece bajo un tamiz muy personal, que es la propia mirada del director, y donde a veces él quiere poner el foco. Pueden ser las propias gaviotas en un plano que duran un poco más de lo normal, puede ser ese soplar del viento que hace que uno se estremezca o puede ser esa melancolía que acompaña continuamente a nuestro personaje principal.
En este sentido, la película se aleja de cualquier otra película pretenciosa de aquellas etiquetadas como falsamente "hiperrrealistas" y que en su dejada puesta en escena en realidad ocultan los defectos de un cineasta sin talento. Aquí hay talento, y a raudales, pero para ello el director no necesita pavonearse, como si lo hacen muchos otros, especialmente más allá del charco.
Al tratarse de una película de más de tres horas de duración, es normal que la obra abarque numerosos temas, pero podemos dibujar dos conceptos principales que se repiten durante todo el filme. Por una parte, tenemos al personaje protagonista interpretado por Dogu Demirkol, que es un personaje que es una "rara avis" de la sociedad. Es un ente totalmente opuesto a la sociedad, que en parte la odia por rechazarle y en parte la envidia (como envidia al escritor). Pero es obvio que empatizemos con él porque Sinar, es un hombre que ha entendido la absurdez de nuestra sociedad contemporánea. Sinar ya está harto de seguir las pautas corrientes: casarse, buscar un trabajo corriente, tener hijos. Es normal que nosotros como espectadores tengamos esa misma frustración juvenil que tiene Sinar. Además Sinar tiene destellos de genio, que en parte están atascados en la medianía de vida que lleva, y en la medianía de ciudad donde vive.
Y por otra parte, está la relación paterno-filial, entre Sinar y su padre, Asuman, interpretado por Bennu Yildirimlar. El padre representa todo lo que el hijo odia. Asuman se ha convertido en un animal, no en el sentido de ser un bestia, sino en el de ser una simple marioneta que ni siquiera es capaz de alimentar a su familia porque debe muchísimo dinero en deudas absurdas que es incapaz de controlar. Sinar ve en su padre un hipotético reflejo de lo que el no quiere convertirse. Pero la relación entre ambos no está contada como en un melodrama barato, sino que Nuri Bilge lo presenta desde su barrido personal.
Conclusión
El Peral salvaje es una película realmente disfrutable. Las tres horas de duración pueden alejar a más de uno, pero sería un error, porque la película no es para nada un ejercicio de onanismo, sino más bien un regalo vital en el que además puede verse una Turquía real, lejos de las miradas sensacionalistas europeas.
Crítica escrita para https://cinemagavia.es/
10 de agosto de 2019
10 de agosto de 2019
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta la fecha, "Lejano" había sido la única película que había visto de este director turco. Me había dejado buen sabor de boca por la sutileza con la que reflejaba la incomunicación y las relaciones familiares de los protagonistas, todo ello sin abusar del uso de la palabra, dejando que las imágenes y los actos de los personajes permitiesen al espectador sacar sus propias conclusiones. El poso de tristeza que dejaba esa película en el espectador era duradero.
En "El peral salvaje", sin negarle la perfección de las imágenes, opta por un estilo mucho más digresivo en el que la palabra, en demasiadas ocasiones, creo yo, eclipsa a la imagen. Disertaciones, un tanto pedantes a veces, sobre religión, amor, literatura etc. acaban lastrando el ritmo del filme hasta hacerlo un tanto aburrido, teniendo en cuenta la ya excesiva duración del mismo (más de tres horas).
Y es que dudo mucho que para contar el deseo de un arrogante joven de abrirse camino en el mundo literario (y su posterior cura de humildad) junto con sus problemáticas relaciones familiares en una localidad de la Turquía profunda sea necesaria tanta digresión que, en determinados momentos, te puede desconectar, como a mí me ha sucedido, de la película.
Lo más interesante quizás sea, como ya sucedía en "Lejano", el tratamiento de las relaciones familiares y también la parte final de la película, parte que por momentos sí que consigue crearme cierta emoción. Pero para hacer ese viaje creo que no eran necesarias tantas alforjas.
En "El peral salvaje", sin negarle la perfección de las imágenes, opta por un estilo mucho más digresivo en el que la palabra, en demasiadas ocasiones, creo yo, eclipsa a la imagen. Disertaciones, un tanto pedantes a veces, sobre religión, amor, literatura etc. acaban lastrando el ritmo del filme hasta hacerlo un tanto aburrido, teniendo en cuenta la ya excesiva duración del mismo (más de tres horas).
Y es que dudo mucho que para contar el deseo de un arrogante joven de abrirse camino en el mundo literario (y su posterior cura de humildad) junto con sus problemáticas relaciones familiares en una localidad de la Turquía profunda sea necesaria tanta digresión que, en determinados momentos, te puede desconectar, como a mí me ha sucedido, de la película.
Lo más interesante quizás sea, como ya sucedía en "Lejano", el tratamiento de las relaciones familiares y también la parte final de la película, parte que por momentos sí que consigue crearme cierta emoción. Pero para hacer ese viaje creo que no eran necesarias tantas alforjas.
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