Adiós a la reina
2012 

5,5
1.582
4 de mayo de 2012
4 de mayo de 2012
29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Su estructura es una historia de amor clásica de tres y su germen la simpleza de un amor no correspondido. Pero el amor aquí no consiste solamente en que esos tres puntos que establecen el triángulo sean mujeres, tampoco que Benoît Jacquot nos trasporte, gracias a la novela de Chantal Thomas, a ese contraste de la Francia revolucionaria con la ostentación y magnificencia de la corte de Versalles. “Adiós a la Reina” es claramente un filme contemporáneo y emocional, desligado de ensalzar el contexto y mitigar el detalle histórico. Su guión está compuesto de sentimientos y sensibilidad desde el punto de vista de la lectora de María Antonieta, que nos dirigirá en esos cuatro últimos días que pase con la Reina… con su Reina.
Sidonie Laborde es una de las lectoras de María Antonieta, una especie de fantasma que nunca estuvo allí. Inmediatamente vemos el triángulo que forman Gabrielle de Polignac, María Antonieta y Sidonie. La Duquesa se ha ganado todo los favores de la Reina por ser su ideal de belleza, ese objeto libidinoso y carnal de deseo. Pero el contexto sobre el que siempre ha dirigido la mirada el cine francés y también norteamericano, cuando se ha ceñido a contar la historia de estos personajes, queda relegado a un simple escaparate. No es una postal aunque el fondo enmarca la narración. El punto de vista encuadra a los hechos históricos y ofrece la perspectiva de los personajes. “Adiós a la Reina” nos ubica en los ojos y sentimientos de esa bordadora y lectora cuyo amor por su Reina no es correspondido y dado a otra.
El filme dibuja una especie de “El hundimiento” en Versalles, con ciertas incisiones kafkianas y un Benoît Jacquot que parece guiado por Sokurov. Son las bases visuales de una propuesta que transforma en suspense informativo la toma de la Bastilla y el impacto que provoca en la corte. La visión no es tan pomposa y sofisticada como los filmes de Sofia Coppola o W.S. van Dyke sino que los mosquitos y la presencia de ratas muertas por la corte y yaciendo en los estanques son recurrentes. Ese tono real y creíble es enfatizado por el seguimiento de la protagonista como si la cámara fuera casi siempre su sombra. Una sombra que nos enseña el otro lado de los brillantes y esplendorosos muros de Versalles. La suciedad, el moho y la pintura carcomida que existe al otro lado.
“Adiós a la Reina” nos habla del camino de la separación para quebrar el amor. Pero es ahí donde entre esas líneas, historia y diálogos yace un claro subtexto de poder. Sidonie Laborde parece representar al pueblo… pero comprende demasiado tarde que solamente protegen a los suyos, a su sangre y a aquellos que han marcado con su gracia. La leyenda cuenta que Gabrielle de Polignac murió poco después de enterarse que su amada María Antonieta había sido ejecutada. Una leyenda que queda en la voz y ojos de esa lectora, como la del pueblo que la condenó. De esa materia inflamable que nunca debe ser alimentada con fuego…
Sidonie Laborde es una de las lectoras de María Antonieta, una especie de fantasma que nunca estuvo allí. Inmediatamente vemos el triángulo que forman Gabrielle de Polignac, María Antonieta y Sidonie. La Duquesa se ha ganado todo los favores de la Reina por ser su ideal de belleza, ese objeto libidinoso y carnal de deseo. Pero el contexto sobre el que siempre ha dirigido la mirada el cine francés y también norteamericano, cuando se ha ceñido a contar la historia de estos personajes, queda relegado a un simple escaparate. No es una postal aunque el fondo enmarca la narración. El punto de vista encuadra a los hechos históricos y ofrece la perspectiva de los personajes. “Adiós a la Reina” nos ubica en los ojos y sentimientos de esa bordadora y lectora cuyo amor por su Reina no es correspondido y dado a otra.
El filme dibuja una especie de “El hundimiento” en Versalles, con ciertas incisiones kafkianas y un Benoît Jacquot que parece guiado por Sokurov. Son las bases visuales de una propuesta que transforma en suspense informativo la toma de la Bastilla y el impacto que provoca en la corte. La visión no es tan pomposa y sofisticada como los filmes de Sofia Coppola o W.S. van Dyke sino que los mosquitos y la presencia de ratas muertas por la corte y yaciendo en los estanques son recurrentes. Ese tono real y creíble es enfatizado por el seguimiento de la protagonista como si la cámara fuera casi siempre su sombra. Una sombra que nos enseña el otro lado de los brillantes y esplendorosos muros de Versalles. La suciedad, el moho y la pintura carcomida que existe al otro lado.
“Adiós a la Reina” nos habla del camino de la separación para quebrar el amor. Pero es ahí donde entre esas líneas, historia y diálogos yace un claro subtexto de poder. Sidonie Laborde parece representar al pueblo… pero comprende demasiado tarde que solamente protegen a los suyos, a su sangre y a aquellos que han marcado con su gracia. La leyenda cuenta que Gabrielle de Polignac murió poco después de enterarse que su amada María Antonieta había sido ejecutada. Una leyenda que queda en la voz y ojos de esa lectora, como la del pueblo que la condenó. De esa materia inflamable que nunca debe ser alimentada con fuego…
4 de abril de 2012
4 de abril de 2012
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante película sobre la revolución francesa, se centra en el día de la toma de La Bastilla y los días posteriores, pero en lugar de centrarse en los hechos históricos la acción tiene lugar en el palacio de Versalles y la veremos a través de los ojos de una joven sirvienta, excelente y bellísima Léa Seydoux, de la reina María Antonieta, la cuál siente devoción incluso amor por esta. Así no veremos acción y todo se mostrará a través de diálogos más o menos velados, de las acciones de la gente en palacio, de la huída de muchos, de la perseverancia de otros.
Con un rigor académico nos traslada a la corte como si de un documental se tratase, la puesta en escena es estupenda, se respira el ambiente de la época, el palacio hace el resto, acentuado por una buena fotografía, si bien un tanto visible y un vestuario totalmente realista.
Lo bueno de la película es que muestra los acontecimientos tal cual, sin entrar a juzgar, se puede apreciar la diferencia entre criados y señores, el pueblo llano apenas se vislumbra, el exceso en el trato a los soberanos, la fascinación por estos... aparte posee una pequeña trama, la de la obsesión e incluso amor de la reina por una amiga/amante y la de la sirvienta por la reina, así como un giro que se produce al final de la película, giro que provoca un aumento de interés de la película, hasta entonces excesivamente fría y documentalista, lástima que este se produzca cerca del final y de que no veamos las consecuencias que reporta, eso sí, fácil es imaginarlo. Pero por desgracia la película es más de tesis que de narración, así que el espectador se queda con las ganas, pues la película acaba en su punto más álgido, pero terminada ya aquella relación/tesis que el film pretendía mostrar este ya no encuentra sentido a su continuación que el espectador deberá imaginar, aunque no es difícil.
Recomendada para aquellos que les guste las películas de época, documentalistas, aunque no exista acción en esta, el ritmo es lo suficiente intenso para mantener el interés y las realistas interpretaciones hacen el resto, aparte de dotar a un acontecimiento lo suficientemente conocido de un punto de vista diferente. Al que no le interese este cine mejor que se mantenga alejado.
Con un rigor académico nos traslada a la corte como si de un documental se tratase, la puesta en escena es estupenda, se respira el ambiente de la época, el palacio hace el resto, acentuado por una buena fotografía, si bien un tanto visible y un vestuario totalmente realista.
Lo bueno de la película es que muestra los acontecimientos tal cual, sin entrar a juzgar, se puede apreciar la diferencia entre criados y señores, el pueblo llano apenas se vislumbra, el exceso en el trato a los soberanos, la fascinación por estos... aparte posee una pequeña trama, la de la obsesión e incluso amor de la reina por una amiga/amante y la de la sirvienta por la reina, así como un giro que se produce al final de la película, giro que provoca un aumento de interés de la película, hasta entonces excesivamente fría y documentalista, lástima que este se produzca cerca del final y de que no veamos las consecuencias que reporta, eso sí, fácil es imaginarlo. Pero por desgracia la película es más de tesis que de narración, así que el espectador se queda con las ganas, pues la película acaba en su punto más álgido, pero terminada ya aquella relación/tesis que el film pretendía mostrar este ya no encuentra sentido a su continuación que el espectador deberá imaginar, aunque no es difícil.
Recomendada para aquellos que les guste las películas de época, documentalistas, aunque no exista acción en esta, el ritmo es lo suficiente intenso para mantener el interés y las realistas interpretaciones hacen el resto, aparte de dotar a un acontecimiento lo suficientemente conocido de un punto de vista diferente. Al que no le interese este cine mejor que se mantenga alejado.
4 de mayo de 2012
4 de mayo de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras los fiascos ofrecidos a lo largo de la primera jornada por el cine hollywoodiense y hollywoodiense (y de cuyos títulos no hace falta acordarse), en la Berlinale tocaba depositar esperanzas en la Sección Oficial, que al fin y al cabo determinaría quién se llevaría este año el preciado Oso de Oro. El primer candidato a dicho galardón fue el francés Benoît Jacquot, que sin duda alguna forma parte del "resto del mundo" al que Mike Leigh (Presidente del Jurado en aquella ocasión de dicho certamen) invocó en la rueda de prensa de presentación en la Berlinale, en un claro grito en contra del cine de las majors norteamericanas. La inclasificable 'Villa Amalia', último trabajo hasta la fecha de Jacquot, debe servir para dar buena cuenta de esta condición de alternatividad.
Ahora, con 'Adiós a la reina' adopta un posado más clásico, aunque no en exceso, como bien demuestra el -discreto- uso en ciertos momentos del zoom y de la cámara al hombro. Aunque se transmita cierta de sensación de modernidad a través de los recursos mencionados, además de un gusto disimulado por el regusto que deja todo buen anacronismo (no se trata ni mucho menos de las famosas Converse de Sofia Coppola, pero por ahí parece que vayan los tiros en más de una ocasión), no hay que olvidar que el propósito principal obedece a motivaciones más, llamémoslas así, convencionales. Al fin y al cabo de lo que se trata aquí es de retratar por enésima vez la Revolución Francesa, pero no desde la óptica del incendiario pueblo, sino del bando opuesto. Estamos pues en la inconfundible opulencia de Versailles.
Allí se da una especie de triángulo lésbico no-declarado (por no-declarable a efectos prácticos) entre una sirvienta (sólido trabajo a manos de Léa Seydoux, nueva y bellísima musa del cine galo), una duquesa y la mismísima Maria Antonieta. Oh la la. Pero que no se agolpen los más morbosos ni los más salidos, ya que dicha relación sentimental a tres bandas es solamente el combustible -o excusa- que utiliza Jacquot para vagar por los pasillos de aquella maravillosa jaula de oro, suerte de burbuja a priori impenetrable (o esto querían creer sus ocupantes) en la que la mente humana podía desvincularse de cosas tan tontas como la realidad, convirtiéndose el sujeto en lo que son los personajes de esta cinta: fantasmas de lo que fue.
Ahora, con 'Adiós a la reina' adopta un posado más clásico, aunque no en exceso, como bien demuestra el -discreto- uso en ciertos momentos del zoom y de la cámara al hombro. Aunque se transmita cierta de sensación de modernidad a través de los recursos mencionados, además de un gusto disimulado por el regusto que deja todo buen anacronismo (no se trata ni mucho menos de las famosas Converse de Sofia Coppola, pero por ahí parece que vayan los tiros en más de una ocasión), no hay que olvidar que el propósito principal obedece a motivaciones más, llamémoslas así, convencionales. Al fin y al cabo de lo que se trata aquí es de retratar por enésima vez la Revolución Francesa, pero no desde la óptica del incendiario pueblo, sino del bando opuesto. Estamos pues en la inconfundible opulencia de Versailles.
Allí se da una especie de triángulo lésbico no-declarado (por no-declarable a efectos prácticos) entre una sirvienta (sólido trabajo a manos de Léa Seydoux, nueva y bellísima musa del cine galo), una duquesa y la mismísima Maria Antonieta. Oh la la. Pero que no se agolpen los más morbosos ni los más salidos, ya que dicha relación sentimental a tres bandas es solamente el combustible -o excusa- que utiliza Jacquot para vagar por los pasillos de aquella maravillosa jaula de oro, suerte de burbuja a priori impenetrable (o esto querían creer sus ocupantes) en la que la mente humana podía desvincularse de cosas tan tontas como la realidad, convirtiéndose el sujeto en lo que son los personajes de esta cinta: fantasmas de lo que fue.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Entes fantasmales (genial la escena del pasillo abarrotado e iluminado por la luz de velas) son los que precisamente vagan por un escenario tan visualmente cargado como hipnotizante. En este marco se mueve también como pez en el agua un cineasta cuyo gusto por lo meramente estético no empaña la clarividente visión de un excelente historiador en potencia. Excelente porque sabe que una composición gigantesca está construida a través de pequeñas imágenes que si bien a simple vista no parecen relevantes, no menos cierto es que cada una de ellas es imprescindible para comprender el entramado general. Así, por ejemplo, la historia del anciano y decrépito aristócrata que empeña todos sus bienes -y buena parte de su salud- para ver de pasada dos veces a la semana a "su" rey, trasciende lo anecdótico para descubrirse como síntoma revelador de la decadencia de una clase social, así como de la obsolescencia de un sistema político al que le quedaba poco para perder literalmente la cabeza.
A este enfoque entre el modernismo y el clasicismo se le suma la sólida interpretación del trío protagonista, a parte de otras decisiones acertadas, como la de orquestar con maestría una sinfonía de primerísimos primeros planos que, debido a que sabemos cómo terminó la función, se descubre como una deliciosa broma casi macabra. Con todo, es de lamentar que el cineasta parisino se dé excesiva prisa en terminar una historia que al final parece quedar en el limbo, pero a parte de esto, se agradece la mirada introspectiva y plenamente accesible (una calidad más que bienvenida en el cine de autor) de aquellos convulsos días en aquel -en el fondo- trastocado palacio, testigo excepcional del fin de una era. Reto mayúsculo era pues caminar por este escenario, pero Jacquot, sale indemne, incluso reforzado.
A este enfoque entre el modernismo y el clasicismo se le suma la sólida interpretación del trío protagonista, a parte de otras decisiones acertadas, como la de orquestar con maestría una sinfonía de primerísimos primeros planos que, debido a que sabemos cómo terminó la función, se descubre como una deliciosa broma casi macabra. Con todo, es de lamentar que el cineasta parisino se dé excesiva prisa en terminar una historia que al final parece quedar en el limbo, pero a parte de esto, se agradece la mirada introspectiva y plenamente accesible (una calidad más que bienvenida en el cine de autor) de aquellos convulsos días en aquel -en el fondo- trastocado palacio, testigo excepcional del fin de una era. Reto mayúsculo era pues caminar por este escenario, pero Jacquot, sale indemne, incluso reforzado.
6 de mayo de 2012
6 de mayo de 2012
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi modo de ver el principal problema de “Adiós a la reina” es que Benoît Jacquot no sabe (o no puede) captar la atención del espectador desde buen comienzo, no acierta en sus primeras escenas y a no ser que uno esté especialmente interesado en los hechos que se narran es difícil que llegue a conectar con la historia y que sus personajes le lleguen a transmitir algo. Demasiada caótica la puesta en escena, demasiada torpeza narrativa, demasiado descontrol en definitiva para intentar casar el desplome de una monarquía con una historia de amor marcada por el deseo y la renuncia. Una historia que se eleva incluso por encima de la revolución política de la que apenas conocemos los detalles que vagamente van llegando al palacio , siempre bajo el punto de vista de la doncella Sidonie con la cual viviremos todo el periodo de naufragio de una institución tocada de muerte. Tan tocada como la misma película, pues, cuando en su tramo final la película sí consigue volverse interesante y las actrices protagonistas tienen ocasión de lucirse (especialmente Diane Kruger, con un par de escenas de gran nivel interpretativo) ya es tarde para que la nave logre enderezar el rumbo.
Lo mejor: Diane Kruger despidiéndose de Virginie Ledoyen.
Lo peor: su inicio un tanto farragoso.
Lo mejor: Diane Kruger despidiéndose de Virginie Ledoyen.
Lo peor: su inicio un tanto farragoso.
3 de marzo de 2015
3 de marzo de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por un lado, no se puede dejar de lado el enorme y buen trabajo de ambientación que supone recrear el Versalles pre-revolucionario, con Maria Antonieta, su corte de aduladores y su servicio viviendo con inquietud e incertidumbre un periodo de cambios que acabaría con muchos de ellos bajo la guillotina. Todos los aspectos técnicos que se nos puedan ocurrir (fotografía, dirección de escena, vestuario, iluminación…) están sobradamente cubiertos con nota. Tampoco se ha escatimado en para la parte interpretativa con la enorme clase que aporta Diane Kruger; dos destacadas actrices francesas como son Virginie Ledoyen y Lea Seydoux y todo un enorme elenco de secundarios comprometidos con pequeños pero variados papeles. No le faltan, como digo, virtudes a esta “Adios a la reina”.
Lo que falla es que aburre. No hablo de un aburrimiento supino y doloroso, sino de esa sutiles síntomas (tendencia al bostezo, mirar continuamente el reloj, mirar el correo en el móvil…) que delatan quen lo que estás viendo es un peñazo. Es curioso, porque la película tiene rigurosidad histórica como para sentir que aporta algo culturalmente (aunque solo sea en la forma de vida de finales del siglo XVIII), pero no parece tener un propósito, algo que establezca un vínculo que fuerce a seguir los acontecimientos para entender el final. Tenemos el lesbianismo de la reina, los juegos de poder, la amenaza revolucionaria creciente… todo sin un concepto que los envuelva, como un plato combinado que te pone muchas cosas ricas pero no las integra. El resultado no es malo, pero defrauda.
Tan interesante como un documental del Canal de Historia e igual de poco recomendable como entretenimiento.
Lo que falla es que aburre. No hablo de un aburrimiento supino y doloroso, sino de esa sutiles síntomas (tendencia al bostezo, mirar continuamente el reloj, mirar el correo en el móvil…) que delatan quen lo que estás viendo es un peñazo. Es curioso, porque la película tiene rigurosidad histórica como para sentir que aporta algo culturalmente (aunque solo sea en la forma de vida de finales del siglo XVIII), pero no parece tener un propósito, algo que establezca un vínculo que fuerce a seguir los acontecimientos para entender el final. Tenemos el lesbianismo de la reina, los juegos de poder, la amenaza revolucionaria creciente… todo sin un concepto que los envuelva, como un plato combinado que te pone muchas cosas ricas pero no las integra. El resultado no es malo, pero defrauda.
Tan interesante como un documental del Canal de Historia e igual de poco recomendable como entretenimiento.
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