As bestas
7,6
41.440
Thriller. Drama
Antoine y Olga son una pareja francesa que se instaló hace tiempo en una aldea del interior de Galicia. Allí llevan una vida tranquila, aunque su convivencia con los lugareños no es tan idílica como desearían. Un conflicto con sus vecinos, los hermanos Anta, hará que la tensión crezca en la aldea hasta alcanzar un punto de no retorno.
1 de agosto de 2022
1 de agosto de 2022
626 de 749 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy bastante fan de Sorogoyen, vaya eso por delante. Pero, por lo visto, no soy un fanático incodicional, porque creo que aquí se queda a medio camino de lo que podría haber sido una película épica. Para mí, la película tiene varios aciertos, un par de interpretaciones tremebundas y algunas decisiones equivocadas pero vayamos por partes.
Cuando arranca el film, en mi cabeza resuenan ecos de "O que arde". Los paisajes, la ambientación, incluso el tratamiento de esa escena de prólogo con el caballo me evocan el cine de Oliver Laxe. Pero nada que ver, ni hay que confudirse. No estamos ante una película costumbrista sobre el rural gallego ni nada que se le parezca. Esto es un thriller y como tal hay que paladearlo y juzgarlo.
El punto de partida argumental me gusta, creo que es una buena historia. Hay tensión, y ésta va en aumento. Bien. Luis Zahera empieza a robarse la película progresivamente desde el minuto uno. Por momentos, no me importaría que se apropiara él solito de todo el metraje. Bien. Ahora la película me lleva más hacia "Perros de Paja"... BIEN!!!!
Y aquí llegamos al que para mí es el gran patinazo del film.... cómo manejas esta tensión creciente en la escaleta de guión. Voy a intentar explicarme sin entrar en spoilers. A priori, la opción "stàndard" que esperaríamos es una crecida de la tensión in crescendo. Hacia la mitad del metraje, cuando vamos por hora y pico, Sorogoyen ha manejado los tempos a la perfección, y el nivel de violencia subterránea está tan alto, que ya a medio visionado me pregunto cómo podrá seguir creciendo esto: si se resuelve bien en el resto de la cinta, podría estar a punto de presenciar un nuevo Perros de Paja. Es decir, algo cercano a una obra maestra.
Pero no. De repente hay un quiebro. La película rompe y vira en algo diferente. Podría estar justificado, ser original etc... pero a mí no me convence (zona spoiler). Es como si una canción de un ritmo agresivo te llevará de un clímax álgido altísimo a media hora de salida instrumental ambiental. Este ambiente puede estar muy bien... pero es que vienes de un clímax!!! Y la salida ambiental pasaría pero... 40 minutos de salida?? No lo veo. Y además desparece casi por completo Luis Zahera de la pantalla... y esto para mí es un bajón demasiado duro de asumir. Volviendo al símil musical, es como si estás escuchando musica en Stereo y de repente pierdes un auricular y pasa a estar en mono. Seguramente es que no entiendo del todo la película que ha querido hacer Sorogoyen, pero a mí el último tramo no me ha convencido en absoluto y la película no me parece redonda.
Mención aparte para las interpretaciones. Los dos hermanos Anta están memorables, literalmente: dos personajes que perfectamente podrían permanecer en mi memoria mucho tiempo. Lo de Luis Zahera para mí es estratosférico. Si pienso cómo de diferentes son su personaje en "El Reino" y su personaje en "As Bestas" y hasta qué punto parece que le encajen los dos a la perfección... me parece un actor brutal. La interpretación de Diego Anido es también increible, creo que entrega un Loren genial. Marina Foïs no les va a la zaga y sostiene ella solita todo el tramo final de la película en un personaje que yo me creo a pies juntillas. El personaje de Antoine me ha costado más... no sé si es Denis Menochet o si le falta carisma al personaje, pero yo no empatizo del todo con él. En todo caso, la dirección de actores es impresionante, chapeau.
En resumen: Muy buena película, que para mí no acaba de romper en peliculón absoluto.
Cuando arranca el film, en mi cabeza resuenan ecos de "O que arde". Los paisajes, la ambientación, incluso el tratamiento de esa escena de prólogo con el caballo me evocan el cine de Oliver Laxe. Pero nada que ver, ni hay que confudirse. No estamos ante una película costumbrista sobre el rural gallego ni nada que se le parezca. Esto es un thriller y como tal hay que paladearlo y juzgarlo.
El punto de partida argumental me gusta, creo que es una buena historia. Hay tensión, y ésta va en aumento. Bien. Luis Zahera empieza a robarse la película progresivamente desde el minuto uno. Por momentos, no me importaría que se apropiara él solito de todo el metraje. Bien. Ahora la película me lleva más hacia "Perros de Paja"... BIEN!!!!
Y aquí llegamos al que para mí es el gran patinazo del film.... cómo manejas esta tensión creciente en la escaleta de guión. Voy a intentar explicarme sin entrar en spoilers. A priori, la opción "stàndard" que esperaríamos es una crecida de la tensión in crescendo. Hacia la mitad del metraje, cuando vamos por hora y pico, Sorogoyen ha manejado los tempos a la perfección, y el nivel de violencia subterránea está tan alto, que ya a medio visionado me pregunto cómo podrá seguir creciendo esto: si se resuelve bien en el resto de la cinta, podría estar a punto de presenciar un nuevo Perros de Paja. Es decir, algo cercano a una obra maestra.
Pero no. De repente hay un quiebro. La película rompe y vira en algo diferente. Podría estar justificado, ser original etc... pero a mí no me convence (zona spoiler). Es como si una canción de un ritmo agresivo te llevará de un clímax álgido altísimo a media hora de salida instrumental ambiental. Este ambiente puede estar muy bien... pero es que vienes de un clímax!!! Y la salida ambiental pasaría pero... 40 minutos de salida?? No lo veo. Y además desparece casi por completo Luis Zahera de la pantalla... y esto para mí es un bajón demasiado duro de asumir. Volviendo al símil musical, es como si estás escuchando musica en Stereo y de repente pierdes un auricular y pasa a estar en mono. Seguramente es que no entiendo del todo la película que ha querido hacer Sorogoyen, pero a mí el último tramo no me ha convencido en absoluto y la película no me parece redonda.
Mención aparte para las interpretaciones. Los dos hermanos Anta están memorables, literalmente: dos personajes que perfectamente podrían permanecer en mi memoria mucho tiempo. Lo de Luis Zahera para mí es estratosférico. Si pienso cómo de diferentes son su personaje en "El Reino" y su personaje en "As Bestas" y hasta qué punto parece que le encajen los dos a la perfección... me parece un actor brutal. La interpretación de Diego Anido es también increible, creo que entrega un Loren genial. Marina Foïs no les va a la zaga y sostiene ella solita todo el tramo final de la película en un personaje que yo me creo a pies juntillas. El personaje de Antoine me ha costado más... no sé si es Denis Menochet o si le falta carisma al personaje, pero yo no empatizo del todo con él. En todo caso, la dirección de actores es impresionante, chapeau.
En resumen: Muy buena película, que para mí no acaba de romper en peliculón absoluto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Otro pequeño fallo para mi gusto: la escena de la lucha en el bosque en la que ahogan a Antoine... tiene todos los elementos (a nivel visual, narrativo, simbólico) para romper en épica... pero para mí no llega. No sé qué pasa, no es una escena que me rapte y me lleve tan arriba. Y, de ahí en adelante, viene el quiebro de guión y la película desemboca hacia derroteros totalmente diferentes al que ha venido construyendo hasta el momento. No lo entiendo del todo y, en el mejor de los casos, no he conectado. Creo que este mensaje podría haber funcionado como una pequeña coda más breve.
En cambio, hay escenas afiladas como una cuchilla, como la conversación que comparten Antoine y Xan en torno a una botella de vino, donde los diálogos de Xan son directamente apabullantes. También la escena en la que la que madre e hija tienen un pequeño conflicto al recoger unas ovejas en un entorno hipermasculinizado... te tensiona hasta un punto que casi llegas a compatir el temblor de la hija de Olga. Buenísimo.
En cambio, hay escenas afiladas como una cuchilla, como la conversación que comparten Antoine y Xan en torno a una botella de vino, donde los diálogos de Xan son directamente apabullantes. También la escena en la que la que madre e hija tienen un pequeño conflicto al recoger unas ovejas en un entorno hipermasculinizado... te tensiona hasta un punto que casi llegas a compatir el temblor de la hija de Olga. Buenísimo.
25 de septiembre de 2022
25 de septiembre de 2022
378 de 436 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodrigo Sorogoyen es un cineasta madrileño que irrumpió en el panorama cinematográfico español en 2013 (hace casi diez años ya, madre mía, cómo pasa el tiempo) con la modesta pero solvente Stockholm y cuyo perfil estalló definitivamente un par de años después con Solo Dios perdona. Desde entonces, y gracias a sucesivos trabajos de considerable éxito, se ha convertido en uno de los directores jóvenes más prometedores de España. Por este motivo, su nuevo largometraje, As bestas, se convirtió en una de las cintas más esperadas en el festival de San Sebastián (lo que me costó conseguir una entrada, me cago en mi vida) tras cosechar muy buenas críticas en varios preestrenos. Yo, una vez vista, me alegro mucho de decir que la espera ha merecido la pena. As bestas es un pepino de película.
A estas alturas podemos echar la vista atrás y encontrar rasgos comunes en el universo de Sorogoyen. Está claro que se siente más cómodo en el thriller que en ningún otro género, ya que es ahí donde mejor lucen todas sus virtudes como cineasta. Se pueden apreciar, además, temáticas comunes en su filmografía. Es evidente que a Sorogoyen le interesa mucho el concepto de justicia, o más bien, cómo reacciona un individuo cuando lo que él entiende por justicia entra en conflicto con el orden establecido. También parece muy proclive a explorar la naturaleza violenta del ser humano (es claro deudor de Haneke en este aspecto) y, por encima de todo, su instinto de supervivencia en un entorno hostil. Todos estos elementos conforman el núcleo temático de As bestas.
Sorogoyen (y bueno, su compañera profesional Isabel Peña, que ha co-guionizado todas las películas del madrileño desde Stockholm) es plenamente consciente de las convenciones del género, lo que le permite jugar con ellas. A veces cumple con las expectativas, a veces las subvierte, lo que crea en el espectador una sensación de incertidumbre. Entiende cómo funcionan los tempos de la intriga. Su trabajo de cámara es impecable. Sabe cuándo pausar el movimiento y cuándo inyectar vigor y adrenalina. Construye la tensión con paciencia, a ritmo de diálogos punzantes cargados de pasivo-agresividad. Los tres planos más largos son tres conversaciones. En las dos primeras, llenas de tirantez y de nervio acechando bajo la superficie, la cámara se queda prácticamente clavada. En la tercera, entre madre e hija, mucho más explosiva y más visceral, la cámara da tumbos por la habitación, las sigue y las enfoca como si fuera un partido de tenis. El lenguaje cinematográfico acompaña y complementa a la emoción de la escena. Los tambores de ultratumba de la banda sonora, aunque a veces llamen más la atención de lo que deberían, se emplean con bastante eficacia.
As bestas vuelve a demostrar, por si todo esto fuera poco, que Sorogoyen es un excelente director de actores. Diego Anido, Marina Foïs y Denis Menochet están fantásticos. Mérito extra el los dos últimos, que tienen que defender escenas bastante exigentes en una lengua que no es la suya. Pero el indudable MVP de la cinta es, por supuesto, Luis Zahera. Decir que su interpretación es magnífica es quedarse corto. Zahera aborda cada escena con la actitud desafiante y territorial de un toro a punto de embestir, con un poderío que intimida y fascina a partes iguales. No es que sea la mejor actuación de la película, es que es una de las mejores actuaciones del año, punto. Si no le dan el Goya a mejor actor de reparto me parecerá incomprensible.
En definitiva, a mí As bestas me parece cine con mayúsculas y una de las películas del año. La dirección, el guion y las interpretaciones son de muy alto nivel. Es tensa y densa, su desarrollo de personajes es estupendo y te hace entender a ambas partes del conflicto (la conversación en la taberna, que tanto me lleva a la Hunger de Steve McQueen, es para enmarcar). Sé que a muchos no les gustará su tercer acto, pero a mí, aunque me parezca lo más flojo de la película, me sigue resultando lo suficientemente robusto y creo que ni por asomo descarrila todo lo construido durante la primera hora y media. Por mi parte, es una súper recomendación y una prueba más de que Sorogoyen es de lo mejorcito que tenemos trabajando ahora mismo en España.
Calificación: Imprescindible
A estas alturas podemos echar la vista atrás y encontrar rasgos comunes en el universo de Sorogoyen. Está claro que se siente más cómodo en el thriller que en ningún otro género, ya que es ahí donde mejor lucen todas sus virtudes como cineasta. Se pueden apreciar, además, temáticas comunes en su filmografía. Es evidente que a Sorogoyen le interesa mucho el concepto de justicia, o más bien, cómo reacciona un individuo cuando lo que él entiende por justicia entra en conflicto con el orden establecido. También parece muy proclive a explorar la naturaleza violenta del ser humano (es claro deudor de Haneke en este aspecto) y, por encima de todo, su instinto de supervivencia en un entorno hostil. Todos estos elementos conforman el núcleo temático de As bestas.
Sorogoyen (y bueno, su compañera profesional Isabel Peña, que ha co-guionizado todas las películas del madrileño desde Stockholm) es plenamente consciente de las convenciones del género, lo que le permite jugar con ellas. A veces cumple con las expectativas, a veces las subvierte, lo que crea en el espectador una sensación de incertidumbre. Entiende cómo funcionan los tempos de la intriga. Su trabajo de cámara es impecable. Sabe cuándo pausar el movimiento y cuándo inyectar vigor y adrenalina. Construye la tensión con paciencia, a ritmo de diálogos punzantes cargados de pasivo-agresividad. Los tres planos más largos son tres conversaciones. En las dos primeras, llenas de tirantez y de nervio acechando bajo la superficie, la cámara se queda prácticamente clavada. En la tercera, entre madre e hija, mucho más explosiva y más visceral, la cámara da tumbos por la habitación, las sigue y las enfoca como si fuera un partido de tenis. El lenguaje cinematográfico acompaña y complementa a la emoción de la escena. Los tambores de ultratumba de la banda sonora, aunque a veces llamen más la atención de lo que deberían, se emplean con bastante eficacia.
As bestas vuelve a demostrar, por si todo esto fuera poco, que Sorogoyen es un excelente director de actores. Diego Anido, Marina Foïs y Denis Menochet están fantásticos. Mérito extra el los dos últimos, que tienen que defender escenas bastante exigentes en una lengua que no es la suya. Pero el indudable MVP de la cinta es, por supuesto, Luis Zahera. Decir que su interpretación es magnífica es quedarse corto. Zahera aborda cada escena con la actitud desafiante y territorial de un toro a punto de embestir, con un poderío que intimida y fascina a partes iguales. No es que sea la mejor actuación de la película, es que es una de las mejores actuaciones del año, punto. Si no le dan el Goya a mejor actor de reparto me parecerá incomprensible.
En definitiva, a mí As bestas me parece cine con mayúsculas y una de las películas del año. La dirección, el guion y las interpretaciones son de muy alto nivel. Es tensa y densa, su desarrollo de personajes es estupendo y te hace entender a ambas partes del conflicto (la conversación en la taberna, que tanto me lleva a la Hunger de Steve McQueen, es para enmarcar). Sé que a muchos no les gustará su tercer acto, pero a mí, aunque me parezca lo más flojo de la película, me sigue resultando lo suficientemente robusto y creo que ni por asomo descarrila todo lo construido durante la primera hora y media. Por mi parte, es una súper recomendación y una prueba más de que Sorogoyen es de lo mejorcito que tenemos trabajando ahora mismo en España.
Calificación: Imprescindible
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Como he dicho antes, Sorogoyen trastoca las convenciones. ¿Crees que el protagonista va a sobrevivir hasta el final? Pues no. ¿Crees que la cámara ha grabado el asesinato? Pues no. ¿Crees que la hija va a resolver el crimen? Pues no.
Tras la muerte de Antoine, mi cabeza empezó inevitablemente a divagar y a pensar en finales posibles, y ninguno de ellos me satisfacía del todo. Este, de todas las opciones, me parece de los más dignos. Entiendo que mucha gente, tras el subidón y el clímax, piense que el resto sobra o que no está a la altura, y vale, puede que no lo esté, pero Sorogoyen toma la ruta de Psicosis, y los frutos que recoge también tienen su atractivo.
El tercer acto nos permite adentrarnos un poco más en la psicología de Olga, que había estado relegada a un segundo plano, y le permite a ella encontrar su lugar sin su marido, honrar su memoria y al mismo tiempo asentar su propia voluntad. Olga también es un personaje interesante y se merece el foco. Pasa de ser esposa de a ser un individuo propio. Explota y resuelve los conflictos con su hija. Es insistente y estoica, y no se deja amedrentar. Como coda tal vez sea algo extensa y menos redonda que todo lo que la precede, pero no estoy de acuerdo con que no haya nada que apreciar en ella.
Tras la muerte de Antoine, mi cabeza empezó inevitablemente a divagar y a pensar en finales posibles, y ninguno de ellos me satisfacía del todo. Este, de todas las opciones, me parece de los más dignos. Entiendo que mucha gente, tras el subidón y el clímax, piense que el resto sobra o que no está a la altura, y vale, puede que no lo esté, pero Sorogoyen toma la ruta de Psicosis, y los frutos que recoge también tienen su atractivo.
El tercer acto nos permite adentrarnos un poco más en la psicología de Olga, que había estado relegada a un segundo plano, y le permite a ella encontrar su lugar sin su marido, honrar su memoria y al mismo tiempo asentar su propia voluntad. Olga también es un personaje interesante y se merece el foco. Pasa de ser esposa de a ser un individuo propio. Explota y resuelve los conflictos con su hija. Es insistente y estoica, y no se deja amedrentar. Como coda tal vez sea algo extensa y menos redonda que todo lo que la precede, pero no estoy de acuerdo con que no haya nada que apreciar en ella.
10 de noviembre de 2022
10 de noviembre de 2022
145 de 176 usuarios han encontrado esta crítica útil
El verdadero espectáculo pirotécnico empieza cuando conocemos a Xan. Habla (o más bien brama) con sus colegas desde la mesa de un bar, de forma autoritaria. Expone la tesis de su discurso con agresividad, insistente, rebatiendo argumentos a cualquiera que le contradiga, ganando las discusiones más por desgaste que por convencer (casi se trata de un monólogo). A pesar del aire amical que pretende transmitir con sus chistes obscenos, puede percibirse, entre los que escuchan, cierto miedo a rebatirle. Por supuesto, esta genial introducción debe parte del éxito a la elección de Luís Zahera como protagonista de la misma, igual que a la brillantez de los diálogos y al resto de interpretaciones. Pero es el pulso de Sorogoyen el que termina de hipnotizarnos. El hecho de oír las palabras antes de ver quien las pronuncia, la cuidadosa exposición de encuadres desencajados, la larga duración de alguno de ellos, el tempo del montaje... lenguaje cinematográfico.
Finalizado el discurso, un brevísimo intercambio de palabras entre Xan y Antoine (un corpulento francés de clase acomodada con el que Xan pasa del gallego al español) instaura el verdadero argumento de la película. Este acontecimiento, de apenas unos segundos, cambia todo el rumbo: ahora estamos ante una secuencia de confrontación, digna de la envidia de cualquier western. Pero incluso antes del giro, ya cada segundo en ella resulta interesante. Así es como Sorogoyen nos obsequia con la maravillosa sensación de estar disfrutando de la película nada más empezarla, en un primer acto que mantiene el equilibrio adecuado entre naturalidad y manierismo. Casi todo el trabajo está formado por bloques como este. Paso a paso, el director y su coguionista Isabel Peña mantienen vivo el interés. Y resulta sorprendente la sensación de causalidad que logran transmitir teniendo en cuenta la gravedad de lo expuesto y lo impactante de las secuencias. Son autores que saben construir una película de carácter realista pero que, al mismo tiempo, destila cine por todas partes.
As bestas ha sido comparada más de una vez con Perros de paja y Defensa (títulos a los que me gustaría sumar el menos celebrado Despertar en el infierno, de Ted Kotcheff). Y, desde luego, existen semejanzas entre ellos. Pero si bien Peckinpah y Boorman terminaban por caer en el previsible retrato despectivo de las poblaciones periféricas (por más que ambos juzgaran con dureza a sus protagonistas), el trabajo de Sorogoyen y Peña contiene una reflexión algo más compleja. Por un lado, está la lucha de clases: Antoine, un ciudadano europeo acomodado, arde en deseos de utilizar sus conocimientos de erudito para rehabilitar una aldea despoblada del interior de Galicia; mientras que Xan, autóctono del lugar, no ve la hora de abandonar la granja a la que se siente encadenado desde el día de su nacimiento. De ahí, su discrepancia cuando el pueblo recibe una importante oferta para desalojar el territorio e instalar en él molinos de viento. Y la raíz de esta discrepancia, como puede verse con facilidad, esconde otra diferencia: las razones de Antoine responden a una ilusión, mientras que las de Xan son casi una necesidad.
Así, aquello que debería ser una iniciativa progresista termina por ejercer el tipo de opresión de clase que, precisamente, el propio progresismo insiste en condenar. Pero la cosa es todavía más compleja: Antoine sabe que el pueblo está siendo estafado, puesto que las tierras tienen un valor muy superior al número que la empresa ofrece. También sabe que la iniciativa no es menos contradictoria que su altruismo, ya que la construcción de los molinos (un proyecto presuntamente ecológico) provocaría un impacto ambiental que podría dañar bosque y montañas. En este aspecto, la película de Sorogoyen recuerda levemente al discurso de Carla Simón en Alcarràs: el ecologismo como arma de destrucción masiva del capitalismo. Ahí tenemos, pues, las dos grandes diferencias entre la película que nos ocupa y las de Peckinpah y Boorman: por una parte, y a diferencia de los segundos, Peña y Sorogoyen proponen una confrontación de clases en la que podemos entender a las dos partes. Por otra, allí donde los dos directores sólo veían el territorio ideal para indagar sobre el origen de lo salvaje y la violencia, guionista y directora ven una oportunidad para reflexionar sobre la complejidad de algunos de los conflictos occidentales más significativos de nuestros días.
Lo que sí comparten los tres títulos es su capacidad de sugerir espontaneidad, plasmando situaciones que, aún siendo extremas, responden a una causalidad llena de lógica, fruto del carácter de unos personajes muy creíbles. Ahí es donde se percibe el pulso de Sorogoyen: en su habilidad por impactar y ser transparente al mismo tiempo. Lástima que esta autoría también se reconozca en cierta tendencia a cerrar los relatos con una voz excesivamente amable, restando fuerza al producto (caso exagerado en la miniserie Antidisturbios). De ahí que los recuerdos más significativos de la película permanezcan en sus dos primeros actos, siendo el tercero correcto y bien presentado... pero quedando muy lejos de secuencias tan magnéticas como la conversación entre Antoine y los dos hermanos en la oscura taberna: aquel único plano que nos acerca, poco a poco, a esos tres rostros impenetrables, en un increíble ejercicio de tensión.
Finalizado el discurso, un brevísimo intercambio de palabras entre Xan y Antoine (un corpulento francés de clase acomodada con el que Xan pasa del gallego al español) instaura el verdadero argumento de la película. Este acontecimiento, de apenas unos segundos, cambia todo el rumbo: ahora estamos ante una secuencia de confrontación, digna de la envidia de cualquier western. Pero incluso antes del giro, ya cada segundo en ella resulta interesante. Así es como Sorogoyen nos obsequia con la maravillosa sensación de estar disfrutando de la película nada más empezarla, en un primer acto que mantiene el equilibrio adecuado entre naturalidad y manierismo. Casi todo el trabajo está formado por bloques como este. Paso a paso, el director y su coguionista Isabel Peña mantienen vivo el interés. Y resulta sorprendente la sensación de causalidad que logran transmitir teniendo en cuenta la gravedad de lo expuesto y lo impactante de las secuencias. Son autores que saben construir una película de carácter realista pero que, al mismo tiempo, destila cine por todas partes.
As bestas ha sido comparada más de una vez con Perros de paja y Defensa (títulos a los que me gustaría sumar el menos celebrado Despertar en el infierno, de Ted Kotcheff). Y, desde luego, existen semejanzas entre ellos. Pero si bien Peckinpah y Boorman terminaban por caer en el previsible retrato despectivo de las poblaciones periféricas (por más que ambos juzgaran con dureza a sus protagonistas), el trabajo de Sorogoyen y Peña contiene una reflexión algo más compleja. Por un lado, está la lucha de clases: Antoine, un ciudadano europeo acomodado, arde en deseos de utilizar sus conocimientos de erudito para rehabilitar una aldea despoblada del interior de Galicia; mientras que Xan, autóctono del lugar, no ve la hora de abandonar la granja a la que se siente encadenado desde el día de su nacimiento. De ahí, su discrepancia cuando el pueblo recibe una importante oferta para desalojar el territorio e instalar en él molinos de viento. Y la raíz de esta discrepancia, como puede verse con facilidad, esconde otra diferencia: las razones de Antoine responden a una ilusión, mientras que las de Xan son casi una necesidad.
Así, aquello que debería ser una iniciativa progresista termina por ejercer el tipo de opresión de clase que, precisamente, el propio progresismo insiste en condenar. Pero la cosa es todavía más compleja: Antoine sabe que el pueblo está siendo estafado, puesto que las tierras tienen un valor muy superior al número que la empresa ofrece. También sabe que la iniciativa no es menos contradictoria que su altruismo, ya que la construcción de los molinos (un proyecto presuntamente ecológico) provocaría un impacto ambiental que podría dañar bosque y montañas. En este aspecto, la película de Sorogoyen recuerda levemente al discurso de Carla Simón en Alcarràs: el ecologismo como arma de destrucción masiva del capitalismo. Ahí tenemos, pues, las dos grandes diferencias entre la película que nos ocupa y las de Peckinpah y Boorman: por una parte, y a diferencia de los segundos, Peña y Sorogoyen proponen una confrontación de clases en la que podemos entender a las dos partes. Por otra, allí donde los dos directores sólo veían el territorio ideal para indagar sobre el origen de lo salvaje y la violencia, guionista y directora ven una oportunidad para reflexionar sobre la complejidad de algunos de los conflictos occidentales más significativos de nuestros días.
Lo que sí comparten los tres títulos es su capacidad de sugerir espontaneidad, plasmando situaciones que, aún siendo extremas, responden a una causalidad llena de lógica, fruto del carácter de unos personajes muy creíbles. Ahí es donde se percibe el pulso de Sorogoyen: en su habilidad por impactar y ser transparente al mismo tiempo. Lástima que esta autoría también se reconozca en cierta tendencia a cerrar los relatos con una voz excesivamente amable, restando fuerza al producto (caso exagerado en la miniserie Antidisturbios). De ahí que los recuerdos más significativos de la película permanezcan en sus dos primeros actos, siendo el tercero correcto y bien presentado... pero quedando muy lejos de secuencias tan magnéticas como la conversación entre Antoine y los dos hermanos en la oscura taberna: aquel único plano que nos acerca, poco a poco, a esos tres rostros impenetrables, en un increíble ejercicio de tensión.
15 de noviembre de 2022
15 de noviembre de 2022
125 de 154 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña, buenos creadores coguionistas habituales que se compenetran como los engranajes de un reloj de precisión, construyen la historia de esta película "As bestas" inspirándose en unos hechos parecidos que sucedieron entre 1997 y 2014 en una pequeña aldea gallega. En la realidad en la aldea prácticamente abandonada sólo habitaban las dos familias que son el núcleo de los acontecimientos, y la pareja de extranjeros eran holandeses mientras que en la ficción son franceses, pero lo sucedido fue de modo básico lo que narra la cinta aunque por supuesto se idea una ficción con guión original sobre cómo son los personajes protagonistas, todas las relaciones entre ellos y el modo exacto en que ocurren las cosas.
La película tiene un importante componente costumbrista que dentro de un entorno rural mezcla culturalmente a personajes que dialogan en español, gallego y francés (la mayoría de los diálogos del filme son en francés, siendo también la película una coproducción de España con Francia) y muestra los quehaceres y formas de vida propios en el entorno. Pero enseguida nos damos cuenta de que nos introducimos en un thriller dramático en el que poco a poco sin abandonar nunca el componente costumbrista se va mascando la tensión entre los personajes hasta que el espectador se impregna de ella y durante todo el metraje está en vilo pensando en lo que pudiera suceder.
Una vez vista esta película no tengo duda de que es la que yo hubiese elegido como candidata española a los Oscars de las tres que se preseleccionaron este año, aunque quienes tienen que elegir no optaron por ella. Y es porque esa mezcla cultural, y ese desarrollo pausado de lo cotidiano que a la vez se llena de tensión no es fácil de lograr que funcione durante las más de dos horas y cuarto, siendo en cierto modo en conjunto algo no exento de originalidad que aquí funciona maravillosamente bien, gracias también a una muy buena dirección de actores y a unas interpretaciones de mérito, muy expresivas y realistas de todo el elenco, desde los principales personajes a los secundarios, y especialmente de los cuatro actores que encarnan al matrimonio francés y a los hermanos gallegos Xan y Lorenzo.
La historia se divide en dos partes con un punto de inflexión. Dichas partes son de diferente duración cada una, siendo aproximadamente la primera dos tercios del total. Esta primera parte más larga es la de más tensión, mientras que en la segunda parte, que es la que camina hacia el desenlace final, sin prescindir también de tensión e intriga, cobra protagonismo cómo todos los hechos diseccionan el alma y forma de ser del personaje de la mujer francesa Olga interrelacionando sobre todo con otro personaje que en esta parte se convierte también en protagonista y que es su hija Marie.
El apartado técnico no va a la zaga de todo lo demás, pues la dirección artística logra una muy buena ambientación y caracterizaciones de personajes dentro del entorno rural y de la bella naturaleza entre bosques y montes de las localizaciones elegidas para el rodaje en la comarca leonesa de El Bierzo y en algunos lugares de Galicia. La fotografía está muy trabajada para captar artísticamente a la par que de modo realista todo ese ambiente, la música que se encaja con las imágenes y da paso a silencios de contraste en momentos clave, la escenografía, la planificación de planos y escenas, así como el montaje, no pasan desapercibidos.
...
"A rapa das bestas" es una tradición de algunas localidades de Galicia que hoy es fiesta cultural y también atracción turística donde mediante la fuerza física unas personas van inmovilizando a los caballos para raparles las crines. La vida no suele ser como la planeamos o soñamos, las personas con las que nos relacionamos habitualmente condicionan lo que nos pasa, y algunas veces lo que nos pasa puede estar lleno de demasiada incertidumbre y tensión. La vida puede llegar a ser también como "a rapa das bestas".
La película tiene un importante componente costumbrista que dentro de un entorno rural mezcla culturalmente a personajes que dialogan en español, gallego y francés (la mayoría de los diálogos del filme son en francés, siendo también la película una coproducción de España con Francia) y muestra los quehaceres y formas de vida propios en el entorno. Pero enseguida nos damos cuenta de que nos introducimos en un thriller dramático en el que poco a poco sin abandonar nunca el componente costumbrista se va mascando la tensión entre los personajes hasta que el espectador se impregna de ella y durante todo el metraje está en vilo pensando en lo que pudiera suceder.
Una vez vista esta película no tengo duda de que es la que yo hubiese elegido como candidata española a los Oscars de las tres que se preseleccionaron este año, aunque quienes tienen que elegir no optaron por ella. Y es porque esa mezcla cultural, y ese desarrollo pausado de lo cotidiano que a la vez se llena de tensión no es fácil de lograr que funcione durante las más de dos horas y cuarto, siendo en cierto modo en conjunto algo no exento de originalidad que aquí funciona maravillosamente bien, gracias también a una muy buena dirección de actores y a unas interpretaciones de mérito, muy expresivas y realistas de todo el elenco, desde los principales personajes a los secundarios, y especialmente de los cuatro actores que encarnan al matrimonio francés y a los hermanos gallegos Xan y Lorenzo.
La historia se divide en dos partes con un punto de inflexión. Dichas partes son de diferente duración cada una, siendo aproximadamente la primera dos tercios del total. Esta primera parte más larga es la de más tensión, mientras que en la segunda parte, que es la que camina hacia el desenlace final, sin prescindir también de tensión e intriga, cobra protagonismo cómo todos los hechos diseccionan el alma y forma de ser del personaje de la mujer francesa Olga interrelacionando sobre todo con otro personaje que en esta parte se convierte también en protagonista y que es su hija Marie.
El apartado técnico no va a la zaga de todo lo demás, pues la dirección artística logra una muy buena ambientación y caracterizaciones de personajes dentro del entorno rural y de la bella naturaleza entre bosques y montes de las localizaciones elegidas para el rodaje en la comarca leonesa de El Bierzo y en algunos lugares de Galicia. La fotografía está muy trabajada para captar artísticamente a la par que de modo realista todo ese ambiente, la música que se encaja con las imágenes y da paso a silencios de contraste en momentos clave, la escenografía, la planificación de planos y escenas, así como el montaje, no pasan desapercibidos.
...
"A rapa das bestas" es una tradición de algunas localidades de Galicia que hoy es fiesta cultural y también atracción turística donde mediante la fuerza física unas personas van inmovilizando a los caballos para raparles las crines. La vida no suele ser como la planeamos o soñamos, las personas con las que nos relacionamos habitualmente condicionan lo que nos pasa, y algunas veces lo que nos pasa puede estar lleno de demasiada incertidumbre y tensión. La vida puede llegar a ser también como "a rapa das bestas".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Si lees esta parte de la crítica es porque ya debes haber visto la película, así que si ya conoces la historia de ficción, voy a relatar la realidad en que se inspira que fue noticia de prensa debido al asesinato e incluso se hizo un documental de 82 minutos que levantó mucha expectación y sobrecogió en el Festival de Cine Internacional de Ourense en 2016.
Los hechos reales en que se inspira la película de Sorogoyen sucedieron en la pequeña localidad gallega de Santoalla do Monte, en el concejo de Petín de la provincia de Orense. Una pareja holandesa que llevaba dos años viviendo de viaje por Europa en una autocaravana para evitar la vida de la gran ciudad, llegó a la localidad en 1997, se enamoraron del lugar, y les pareció idílico para cumplir el sueño de su vida y establecerse montando allí una granja ecológica. En el lugar, una aldea perdida casi del todo abandonada, sólo seguía viviendo por aquel entonces una familia de gallegos, formada por una pareja mayor y sus dos hijos, uno de ellos con un retraso mental leve.
Los primeros años se relacionaron correctamente como vecinos, pero empezaron los roces cuando los holandeses de ideas emprendedoras querían hacer cosas y proyectos en la aldea usando zonas públicas y los gallegos de mentalidad más conservadora y reticentes a cambios no estaban de acuerdo con que se hiciesen esas cosas. Los problemas serios empezaron cuando los holandeses pidieron participar de los beneficios económicos que se obtenían del monte comunal por dejar que empresas como las madereras explotasen la zona y la familia gallega se negaba porque consideraba que a ese beneficio no tenían derecho. Las familias incluso dejaron de hablarse.
Aquí está la principal diferencia con el argumento que construye la película respecto al origen del peor enfrentamiento, pues no es que la familia gallega tuviera la posibilidad de irse por el dinero que les daba por el terreno una empresa eólica y los holandeses no se iban y entonces no se podía ceder el terreno a la empresa, sino que las empresas que ya explotaban el monte pagaban a los residentes miembros de la sociedad del monte comunal.
Los holandeses lo que decían era que al estar viviendo allí también les correspondía beneficiarse de parte de ese dinero de la explotación de empresas del monte. Y la familia gallega a lo que se oponía es a repartir con los holandeses el dinero que les daban las empresas por la explotación del monte comunal porque decían que en realidad los holandeses no eran vecinos de la aldea con derecho a ser miembros de la sociedad del monte comunal. Los holandeses recurrieron al juzgado y al final el juzgado consideró que tenían derecho a ser comuneros, con lo cual la familia gallega estaba obligada a darles la mitad de los beneficios. Y esto fue lo que desató las hostilidades peores. El hombre holandés, como en la película el francés, sí grababa en vídeo incidentes y cosas que los otros hacían, llegando a obsesionarse con ellos.
Según los hechos probados, el crimen lo llevó a cabo en 2010 el hermano que tenía los problemas mentales disparando al holandés con una escopeta mientras éste conducía el coche cuando regresaba a la aldea tras ir un día a comprar. El otro hermano ayudó a encubrirlo escondiendo el coche con el cadáver en un bosque y quemándolo. Lo escondieron tan bien en sitio tan recóndito a unos 15 km de la aldea que sólo pudo ser encontrado junto a los restos óseos del cadáver por casualidad cuando cuatro años después un helicóptero en labores de prevención de incendios tuvo problemas mecánicos.
El autor del crimen finalmente confesó serlo, diciendo que habían discutido porque venía conduciendo como loco y al final le disparó. Fue condenado a 10 años de cárcel. El hermano sólo pudo probarse que fue encubridor tal como él también admitió y no fue a prisión, permaneciendo con orden de alejamiento que le impide acercarse a la aldea. La viuda de la víctima sigue viviendo hoy en la aldea.
Los hechos reales en que se inspira la película de Sorogoyen sucedieron en la pequeña localidad gallega de Santoalla do Monte, en el concejo de Petín de la provincia de Orense. Una pareja holandesa que llevaba dos años viviendo de viaje por Europa en una autocaravana para evitar la vida de la gran ciudad, llegó a la localidad en 1997, se enamoraron del lugar, y les pareció idílico para cumplir el sueño de su vida y establecerse montando allí una granja ecológica. En el lugar, una aldea perdida casi del todo abandonada, sólo seguía viviendo por aquel entonces una familia de gallegos, formada por una pareja mayor y sus dos hijos, uno de ellos con un retraso mental leve.
Los primeros años se relacionaron correctamente como vecinos, pero empezaron los roces cuando los holandeses de ideas emprendedoras querían hacer cosas y proyectos en la aldea usando zonas públicas y los gallegos de mentalidad más conservadora y reticentes a cambios no estaban de acuerdo con que se hiciesen esas cosas. Los problemas serios empezaron cuando los holandeses pidieron participar de los beneficios económicos que se obtenían del monte comunal por dejar que empresas como las madereras explotasen la zona y la familia gallega se negaba porque consideraba que a ese beneficio no tenían derecho. Las familias incluso dejaron de hablarse.
Aquí está la principal diferencia con el argumento que construye la película respecto al origen del peor enfrentamiento, pues no es que la familia gallega tuviera la posibilidad de irse por el dinero que les daba por el terreno una empresa eólica y los holandeses no se iban y entonces no se podía ceder el terreno a la empresa, sino que las empresas que ya explotaban el monte pagaban a los residentes miembros de la sociedad del monte comunal.
Los holandeses lo que decían era que al estar viviendo allí también les correspondía beneficiarse de parte de ese dinero de la explotación de empresas del monte. Y la familia gallega a lo que se oponía es a repartir con los holandeses el dinero que les daban las empresas por la explotación del monte comunal porque decían que en realidad los holandeses no eran vecinos de la aldea con derecho a ser miembros de la sociedad del monte comunal. Los holandeses recurrieron al juzgado y al final el juzgado consideró que tenían derecho a ser comuneros, con lo cual la familia gallega estaba obligada a darles la mitad de los beneficios. Y esto fue lo que desató las hostilidades peores. El hombre holandés, como en la película el francés, sí grababa en vídeo incidentes y cosas que los otros hacían, llegando a obsesionarse con ellos.
Según los hechos probados, el crimen lo llevó a cabo en 2010 el hermano que tenía los problemas mentales disparando al holandés con una escopeta mientras éste conducía el coche cuando regresaba a la aldea tras ir un día a comprar. El otro hermano ayudó a encubrirlo escondiendo el coche con el cadáver en un bosque y quemándolo. Lo escondieron tan bien en sitio tan recóndito a unos 15 km de la aldea que sólo pudo ser encontrado junto a los restos óseos del cadáver por casualidad cuando cuatro años después un helicóptero en labores de prevención de incendios tuvo problemas mecánicos.
El autor del crimen finalmente confesó serlo, diciendo que habían discutido porque venía conduciendo como loco y al final le disparó. Fue condenado a 10 años de cárcel. El hermano sólo pudo probarse que fue encubridor tal como él también admitió y no fue a prisión, permaneciendo con orden de alejamiento que le impide acercarse a la aldea. La viuda de la víctima sigue viviendo hoy en la aldea.
21 de noviembre de 2022
21 de noviembre de 2022
140 de 204 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ambientada en una aldea de la Galicia profunda esa, rodada en hermosos aunque duros parajes del Bierzo, basada (libremente) en hechos reales, y celebrada por la crítica como una especie de obra maestra, la última obra (por el momento) de Rodrigo Sorogoyen es una película que atesora grandes virtudes. Y también grandes defectos.
La fotografía es magnífica, las interpretaciones son buenas en general y la Luis Zahera en concreto es fabulosa, el uso de la cámara es impecable, la música que acompaña a las imágenes es adecuada en todo momento, la ambientación es muy buena (un detalle, por fin una película en la que los guardias civiles actúan de forma similar a los guardias civiles de la vida real y no como si fueran superhéroes merecedores de cuatrocientas medallas diarias), y hay diálogos brillantes y escenas en las que se construye magníficamente una tensión que va aumentando de forma lenta pero inexorable...hasta que a la hora y media larga esa tensión se "libera" y al espectador le quedan otros tres cuartos de hora de una lentitud exasperante en los que ya no ocurre nada particularmente interesante, porque ya no queda nada que contar. Y como ya no queda nada que contar, uno repara en algunos detalles (el retrato bastante maniqueo que se hace de los bondadosos franceses civilizados y los brutales y cerriles aldeanos, o el innecesario regodeo en escenas intrascendentes de una mujer tendiendo una cuerda junto a unas tomateras, por ejemplo) que hasta entonces no le habían molestado demasiado porque había una historia interesante que seguir. Y lo que habría podido ser una magnífica película deja al final un regusto bastante amargo porque tras cuarenta minutos largos de sopor y aburrimiento uno casi olvida las (muchas) cosas buenas que el film había ofrecido en su primer tramo.
Una pena.
La fotografía es magnífica, las interpretaciones son buenas en general y la Luis Zahera en concreto es fabulosa, el uso de la cámara es impecable, la música que acompaña a las imágenes es adecuada en todo momento, la ambientación es muy buena (un detalle, por fin una película en la que los guardias civiles actúan de forma similar a los guardias civiles de la vida real y no como si fueran superhéroes merecedores de cuatrocientas medallas diarias), y hay diálogos brillantes y escenas en las que se construye magníficamente una tensión que va aumentando de forma lenta pero inexorable...hasta que a la hora y media larga esa tensión se "libera" y al espectador le quedan otros tres cuartos de hora de una lentitud exasperante en los que ya no ocurre nada particularmente interesante, porque ya no queda nada que contar. Y como ya no queda nada que contar, uno repara en algunos detalles (el retrato bastante maniqueo que se hace de los bondadosos franceses civilizados y los brutales y cerriles aldeanos, o el innecesario regodeo en escenas intrascendentes de una mujer tendiendo una cuerda junto a unas tomateras, por ejemplo) que hasta entonces no le habían molestado demasiado porque había una historia interesante que seguir. Y lo que habría podido ser una magnífica película deja al final un regusto bastante amargo porque tras cuarenta minutos largos de sopor y aburrimiento uno casi olvida las (muchas) cosas buenas que el film había ofrecido en su primer tramo.
Una pena.
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