La diligencia
8,0
28.853
Western
Personajes muy variopintos emprenden un largo, duro y peligroso viaje en diligencia. Entre ellos, un fuera de la ley en busca de venganza, una prostituta a la que han echado del pueblo, un jugador, un médico, la mujer embarazada de un militar, un sheriff. Las relaciones entre ellos serán difíciles y tensas. Además, durante el viaje, tendrán que afrontar el ataque de una partida de indios apaches. (FILMAFFINITY)
4 de abril de 2006
4 de abril de 2006
213 de 239 usuarios han encontrado esta crítica útil
La diligencia es uno de los mejores westerns de la Historia del Cine y por ende una de las mejores películas de Ford. Los nueve personajes que viajan en el carromato tirado por seis caballos nos van desvelando poco a poco, plano a plano, sus diferentes vidas y sus distintas motivaciones para llegar a buen puerto tras cruzar territorio comanche.
-El sheriff, a pesar de su inicial presentación como un hombre inflexible con sus responsabilidades, suaviza el caracter a medida que el film avanza.
-Thomas Mitchell, nuestro doctor borrachín, se llevó un merecido Oscar amen de parecerme el mejor actor del reparto. Será el encargado de dotar al film de sentido del humor y de humanizar el sinsentido de la diferencia de clases.
-Claire Trevor, la prostituta, encarna a los desfavorecidos del mundo burgués que tanto gustaba a Ford plasmar en sus obras. Al final, todo esa hipocresía inicial se va diluyendo como un azucarillo.
-El jugador de cartas es uno de los principales inquilinos de la diligencia. Caballeroso, peligroso, atractivo, inteligente y soñador. Uno de los personajes más ricos del films y más atormentados. Siempre piensas que él y Kid van a liarse a tiros en cualquier instante y Ford templa de manera magistral la tensión que se supone puede existir entre ambos.
-El banquero realiza una actuación notable. Cuando se enfada o cuando se disculpa asume su rol de mezquino con una sobriedad asombrosa. Parece el tipo adecuado para ese papel.
-Louise Platt interpreta a la mujer de buenas costumbres, antagonista de Claire Trevor y deliciosamente protegida por nuestro jugador de cartas. La relación entre las dos mujeres también tensa el ambiente. Memorable la escena del vaso de agua.
-John Wayne está inconmensurable. Su primera aparición en la película se ha convertido por derecho en un icono del mundo del cine. Y además el desenfoque no queda nada mal. Su actitud hacia el sheriff durante todo el film es un acierto cuando se le supone una rebeldía y unas ansias de venganza que nublarían la vista a más de uno.
-El pasante de whiskey, así como el conductor del carromato son elegidos por Ford para dar vida a la gente corriente y buena que abunda en toda su filmografía. Gente común con vidas nada peligrosas y con pequeños sueños y metas que a menudo los malosos no les dejan llevar a buen puerto.
Además Ford nos regala bonitas panorámicas, primeros planos dónde todos y cada uno de los actores responden a la perfección, y encuadres en el interior de la diligencia que son de chapeau.
La secuencia de la carga india es un prodigio de técnica para aquellos tiempos. Merece una mención aparte la inestimable aportación de los especialistas en esa secuencia. Se juegan el tipo saltando de caballo a caballo. Es una de las escenas más recordadas por los profesionales del sector. Impresionante.
Uno de los mejores westerns que se han rodado nunca y que el tiempo deja tan impoluto como hace seis décadas. 9.8
"Este país lo que necesita es más cogorzas."
-El sheriff, a pesar de su inicial presentación como un hombre inflexible con sus responsabilidades, suaviza el caracter a medida que el film avanza.
-Thomas Mitchell, nuestro doctor borrachín, se llevó un merecido Oscar amen de parecerme el mejor actor del reparto. Será el encargado de dotar al film de sentido del humor y de humanizar el sinsentido de la diferencia de clases.
-Claire Trevor, la prostituta, encarna a los desfavorecidos del mundo burgués que tanto gustaba a Ford plasmar en sus obras. Al final, todo esa hipocresía inicial se va diluyendo como un azucarillo.
-El jugador de cartas es uno de los principales inquilinos de la diligencia. Caballeroso, peligroso, atractivo, inteligente y soñador. Uno de los personajes más ricos del films y más atormentados. Siempre piensas que él y Kid van a liarse a tiros en cualquier instante y Ford templa de manera magistral la tensión que se supone puede existir entre ambos.
-El banquero realiza una actuación notable. Cuando se enfada o cuando se disculpa asume su rol de mezquino con una sobriedad asombrosa. Parece el tipo adecuado para ese papel.
-Louise Platt interpreta a la mujer de buenas costumbres, antagonista de Claire Trevor y deliciosamente protegida por nuestro jugador de cartas. La relación entre las dos mujeres también tensa el ambiente. Memorable la escena del vaso de agua.
-John Wayne está inconmensurable. Su primera aparición en la película se ha convertido por derecho en un icono del mundo del cine. Y además el desenfoque no queda nada mal. Su actitud hacia el sheriff durante todo el film es un acierto cuando se le supone una rebeldía y unas ansias de venganza que nublarían la vista a más de uno.
-El pasante de whiskey, así como el conductor del carromato son elegidos por Ford para dar vida a la gente corriente y buena que abunda en toda su filmografía. Gente común con vidas nada peligrosas y con pequeños sueños y metas que a menudo los malosos no les dejan llevar a buen puerto.
Además Ford nos regala bonitas panorámicas, primeros planos dónde todos y cada uno de los actores responden a la perfección, y encuadres en el interior de la diligencia que son de chapeau.
La secuencia de la carga india es un prodigio de técnica para aquellos tiempos. Merece una mención aparte la inestimable aportación de los especialistas en esa secuencia. Se juegan el tipo saltando de caballo a caballo. Es una de las escenas más recordadas por los profesionales del sector. Impresionante.
Uno de los mejores westerns que se han rodado nunca y que el tiempo deja tan impoluto como hace seis décadas. 9.8
"Este país lo que necesita es más cogorzas."
8 de mayo de 2008
8 de mayo de 2008
164 de 211 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un profano del cine de Ford hable sobre sus westerns o sobre su cine en general, siempre lo hará desde la perspectiva tópica del desconocimiento más supino que pueda existir y le llamará facha o rancio. También está la versión que te dirá que directamente no casa con el western porque cuenta historias también fachas, sobra decirlo, básicamente porque su atribulada cabecita, llena de videoarte, cine contemplativo y urbano y demás mariconadas varias, no entiende que el género supremo del cine únicamente cuenta historias actuales ubicadas en una situación espacio temporal distinta, aunque a ellos les siente como un tiro ver a gente con sombrero de cowboy. Obviamente, nunca sabrán argumentar por qué piensan que Ford es un facha, únicamente se lo oyeron a otro que lo oyó de otro colega que dice que un amigo, una vez, y de pasada, vio 5 minutos de una peli del oeste, por lo tanto reconducirán la conversación hasta el punto que a ellos les interesa. Si no, te dirán algo de los indios... siempre algo de los indios. ¿Por qué descargo mi odio contra aquellos diferentes a mí y hablo de Ford? Sencillamente porque el otro día me vi por enésima vez La diligencia, película de la que estoy absolutamente enamorado, y no sé si es por su sencillez en la propuesta, por su honradez, por su falta de maniqueísmo o por la ruptura de tabúes sociales en aquella época. Quizás, también, porque sea la primera obra maestra de mi género preferido y aquella que sentó las bases de dicho género en su vertiente más clásica y también, por qué no, del cine en general, siendo la más clara precursora de Ciudadano Kane, probablemente la película-tótem de la revolución cinematográfica, ya que Ford cambió el estilo de los encuadres, la planificación y el empleo de una fotografía que sabía aprovechar lo mejor del expresionismo pero dejando fuera a veces ese esteticismo tan insoportable en que te hacía caer el género alemán.
Pero creo que, por encima de todo, el motivo por el que me gusta tanto esta cinta del maestro es porque me da la razón en aquello que siempre digo, y es que Ford era, es y será el cineasta más social y progresista que ha habido en la historia del cine. Esas ideas, alejándonos de su cine "no western", iban desde la lucha contra el racismo, la censura en El hombre que mató a Liberty Valance o la redención y la victoria de los socialmente defenestrados frente a las clases pudientes. Y es que Ford, ferviente católico y alcohólico, era como un Jesucristo moderno, ya que sus personajes siempre eran desterrados, seres errantes sin hogar, putas o borrachos, y él les daba cobijo en su regazo. Obviamente, si le preguntásemos por las virtudes sociales de esta película saltaría de la misma forma en que le respondía a Bogdanovich cuando le preguntaba por su labor de poeta y me mandaría a la mierda, pero es innegable la ternura que Ford sentía por los socialmente poco aceptados y el lirismo que veía en cada una de sus bondadosas acciones.
Pero creo que, por encima de todo, el motivo por el que me gusta tanto esta cinta del maestro es porque me da la razón en aquello que siempre digo, y es que Ford era, es y será el cineasta más social y progresista que ha habido en la historia del cine. Esas ideas, alejándonos de su cine "no western", iban desde la lucha contra el racismo, la censura en El hombre que mató a Liberty Valance o la redención y la victoria de los socialmente defenestrados frente a las clases pudientes. Y es que Ford, ferviente católico y alcohólico, era como un Jesucristo moderno, ya que sus personajes siempre eran desterrados, seres errantes sin hogar, putas o borrachos, y él les daba cobijo en su regazo. Obviamente, si le preguntásemos por las virtudes sociales de esta película saltaría de la misma forma en que le respondía a Bogdanovich cuando le preguntaba por su labor de poeta y me mandaría a la mierda, pero es innegable la ternura que Ford sentía por los socialmente poco aceptados y el lirismo que veía en cada una de sus bondadosas acciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y es que Ford tenía la extraña capacidad que pocos más han tenido en este arte de traspasar constantemente la línea que separa drama y comedia sin caer nunca en el bochorno. Y por ello La diligencia marca un camino netamente fordiano, la lucha contra el destino y las convenciones sociales. La visión libre de prejuicios es la de Ford, la de Ringo, enamorado de una mujer cuya marginación no entiende hasta que Ford, en una impagable secuencia al final de la cinta, le enseña al pobre Wayne su trabajo, y a pesar de todo, el amor puro, libre de ideas preconcebidas, es lo que prima en las clases trabajadoras, como demuestra el comienzo mientras el doctor Boone agarra a Dallas del brazo ante la mirada de las moralistas y rancias señoras de la liga de la moral y la justicia, y caminan en busca de la diligencia tarareando Shall We gather at the river.
Pero, por encima de todo, en La diligencia encontramos como núcleo de la historia dos de los temas más importante en el cine de John Ford: la familia y la patria americana. A través de algunos personajes, movidos por deseos familiares, como el cochero que busca pagar a medio Chihuahua, como él llama a la familia de su mexicanita, Ringo que busca venganza por la muerte de su familia, y la señora Mallory, en busca de su marido , Ford construye dentro de esa pequeña carroza una especie de familia llena de contrastes de la que, como dice Doc Boone poco antes del ataque de los indios, será difícil que se vuelvan a encontrar, y a pesar de todas las rencillas, eso le supone una tristeza, algo que a veces ocurre con nuestras familias, a las que estamos tan unidas a pesar de todo. Pero, dentro de dicha diligencia, también tenemos una imagen alegórica de lo que es el país norteamericano. Ford cumple ese dicho de que el currante siempre ayudará al currante, y enfrente a los honrados aunque despreciados socialmente contra aquellos cuyos prejuicios y maldad crecen al ritmo de su cuenta corriente, como demuestra la soberbia secuencia en la primera estancia donde Dallas es ignorada por todos salvo el joven Ringo. Es por ello que la película brilla especialmente como un crudo retrato de las tensiones entre diferentes personas y, al mismo tiempo, la interrelación que surge entre unas y otras, como pasa actualmente en los Estados Unidos, donde el sur y el norte siguen llevándose mal, con ideas distintas, pero obligados a colaborar en pos de un ideal común, y donde únicamente aquellos que busquen el bien propio acabarán mal. Y es que la visión de Ford en esta película es la del idealista que un año más tarde realizó Las uvas de la ira, Ford acaba de crear el western moderno y no da una visión cínica ni desencantada del mundo, y lo hace uniendo mito y realidad con una película de un cariz eminentemente social y de una pureza ideológica que contrasta con aquello de lo que siempre se le acusa.
Pero, por encima de todo, en La diligencia encontramos como núcleo de la historia dos de los temas más importante en el cine de John Ford: la familia y la patria americana. A través de algunos personajes, movidos por deseos familiares, como el cochero que busca pagar a medio Chihuahua, como él llama a la familia de su mexicanita, Ringo que busca venganza por la muerte de su familia, y la señora Mallory, en busca de su marido , Ford construye dentro de esa pequeña carroza una especie de familia llena de contrastes de la que, como dice Doc Boone poco antes del ataque de los indios, será difícil que se vuelvan a encontrar, y a pesar de todas las rencillas, eso le supone una tristeza, algo que a veces ocurre con nuestras familias, a las que estamos tan unidas a pesar de todo. Pero, dentro de dicha diligencia, también tenemos una imagen alegórica de lo que es el país norteamericano. Ford cumple ese dicho de que el currante siempre ayudará al currante, y enfrente a los honrados aunque despreciados socialmente contra aquellos cuyos prejuicios y maldad crecen al ritmo de su cuenta corriente, como demuestra la soberbia secuencia en la primera estancia donde Dallas es ignorada por todos salvo el joven Ringo. Es por ello que la película brilla especialmente como un crudo retrato de las tensiones entre diferentes personas y, al mismo tiempo, la interrelación que surge entre unas y otras, como pasa actualmente en los Estados Unidos, donde el sur y el norte siguen llevándose mal, con ideas distintas, pero obligados a colaborar en pos de un ideal común, y donde únicamente aquellos que busquen el bien propio acabarán mal. Y es que la visión de Ford en esta película es la del idealista que un año más tarde realizó Las uvas de la ira, Ford acaba de crear el western moderno y no da una visión cínica ni desencantada del mundo, y lo hace uniendo mito y realidad con una película de un cariz eminentemente social y de una pureza ideológica que contrasta con aquello de lo que siempre se le acusa.
22 de noviembre de 2008
22 de noviembre de 2008
75 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Memorable western realizado por John Ford. El guión, de los especialistas Dudley Nichols y Ben Hetch (no acreditado), se basa en el relato breve “Stage To Lordburg”, de Ernest Haycox, publicado (10-IV-1937) por Collier’s, que se inspira en el cuento de guerra “Boule de Suif”, del francés Guy de Maupassant, ambientado en la guerra franco-prusiana de 1870. Se rueda en escenarios naturales de California (Calabazas), Colorado, Arizona y Utah (Monument Valley); en exteriores de Iverson Ranch y RKO Enciso Ranch (LA); y en los platós de Samuel Goldwyn/Warner Studios (Hollywood). Nominado a 7 Oscar, gana 2 (actor secundario y banda sonora). Producido por Walter Wanger y John Ford para UA, se estrena el 15-II-1939 (L.A., preestreno).
La acción dramática tiene lugar en la población de Tonto (Nuevo Méjico), en el camino de postas que cruza el territorio apache de Nuevo Méjico, con paradas en Dry Fork y Apache Wells, y en la población de Lordsburg (Nuevo Méjico), a lo largo de 2 días y 1 noche, en el otoño de un año de 1880-85.
Ocupan la diligencia diversos pasajeros que encarnan prototipos de la sociedad del Oeste. Hartfield (Carradine), antiguo oficial confederado, es un vanidoso jugador profesional; Samuel Peacock (Meek) es un apocado representante de ventas de whisky; Henry Gatewood (Churchill) es un banquero que huye, tras cometer un desfalco y abandonar a la familia; Lucy Mallory (Platt) es la altiva esposa de un capitán de Caballería; Josiah “Doc” Boone (Mitchell) es un médico alcohólico; Dallas (Trevor) es una prostituta de buen corazón; Curly Wilcox (Bancroft) es el comisario que persigue a Ringo; y Buck (Devine), ingenuo y bondadoso, es el conductor del vehículo. Peacock y Buck representan a las personas sencillas y corrientes. En el camino se les une Harry “The Ringo Kid” (Wayne), forajido, que se ha escapado de prisión, es noble, valiente y de pocas palabras. Dallas y Boone acaban de ser expulsados de Tonto a instancias de las damas de la “Liga de la Ley y Orden”. Ringo va camino de Lordsburg para vengar el asesinato de su padre y su hermano a manos de Luke (Tyler), Hank y Ike Plummer.
El film suma acción, western, drama y romance. La acción, rápida e intensa, se desarrolla a lo largo de un recorrido de unos 200 km., que cruza territorio bajo control de los apaches liderados por Jerónimo, tras abandonar la reserva de San Carlos (Arizona) y retomar las acciones de guerra. La cabina de pasajeros de la diligencia constituye un espacio reducido en el que tiene lugar una representación abreviada (a escala reducida) de lo que es el mundo y la vida. Los personajes variopintos que la ocupan protagonizan relaciones de simpatía, afecto, respeto, apoyo, tensión, conflicto y enfrentamiento, según las circunstancias.
(Sigue en el spoiler sin revelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en la población de Tonto (Nuevo Méjico), en el camino de postas que cruza el territorio apache de Nuevo Méjico, con paradas en Dry Fork y Apache Wells, y en la población de Lordsburg (Nuevo Méjico), a lo largo de 2 días y 1 noche, en el otoño de un año de 1880-85.
Ocupan la diligencia diversos pasajeros que encarnan prototipos de la sociedad del Oeste. Hartfield (Carradine), antiguo oficial confederado, es un vanidoso jugador profesional; Samuel Peacock (Meek) es un apocado representante de ventas de whisky; Henry Gatewood (Churchill) es un banquero que huye, tras cometer un desfalco y abandonar a la familia; Lucy Mallory (Platt) es la altiva esposa de un capitán de Caballería; Josiah “Doc” Boone (Mitchell) es un médico alcohólico; Dallas (Trevor) es una prostituta de buen corazón; Curly Wilcox (Bancroft) es el comisario que persigue a Ringo; y Buck (Devine), ingenuo y bondadoso, es el conductor del vehículo. Peacock y Buck representan a las personas sencillas y corrientes. En el camino se les une Harry “The Ringo Kid” (Wayne), forajido, que se ha escapado de prisión, es noble, valiente y de pocas palabras. Dallas y Boone acaban de ser expulsados de Tonto a instancias de las damas de la “Liga de la Ley y Orden”. Ringo va camino de Lordsburg para vengar el asesinato de su padre y su hermano a manos de Luke (Tyler), Hank y Ike Plummer.
El film suma acción, western, drama y romance. La acción, rápida e intensa, se desarrolla a lo largo de un recorrido de unos 200 km., que cruza territorio bajo control de los apaches liderados por Jerónimo, tras abandonar la reserva de San Carlos (Arizona) y retomar las acciones de guerra. La cabina de pasajeros de la diligencia constituye un espacio reducido en el que tiene lugar una representación abreviada (a escala reducida) de lo que es el mundo y la vida. Los personajes variopintos que la ocupan protagonizan relaciones de simpatía, afecto, respeto, apoyo, tensión, conflicto y enfrentamiento, según las circunstancias.
(Sigue en el spoiler sin revelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La narración se apoya en gran medida en el juego de gestos, miradas, ademanes, semblantes, expresiones del rostro y silencios de los actores. Se comunican visualmente muchas cosas en el marco de una sólida economía de medios. Los personajes van mostrando su fragilidad, inseguridad, temores y desamparo, que en el caso de Dallas y Ringo se ven ampliados por la situación de exclusión social que padecen. La fragilidad del grupo se subraya mediante los planos que muestran al vehículo, desde lejos, enmarcado en un paisaje inmenso. El relato está punteado de fina ironía y bullicioso sentido del humor. Se sirve de personajes tan singulares como el médico, Buck, el banquero, el Sr. Peacock y otros.
La narración es clara, fluida e intensa. Se ajusta a los parámetros clásicos de unidad de tiempo, espacio y acción. Combina 8 pasajeros y un tripulante (Buck en el pescante) con la división del relato en 8 episodios. El film reúne los principales mitos del Oeste: la diligencia, la frontera, el vaquero valiente, el duelo, los indios, la Caballería, el sheriff, el saloon, el forajido, etc. La diligencia ocupa una posición central, tanto físicamente como desde el punto de vista inmaterial (desde ella se contempla el mundo y en ella tiene lugar gran parte de la acción). Los personajes presentan una gran finura psicológica, se someten a un juego de interacciones e interrelaciones de gran penetración y desarrollan un rico universo de acciones y reacciones.
Marca la primera colaboración de Ford con Wayne en un papel protagonista, que se ve elevado a la categoría de estrella de primer nivel. Integra el paisaje en la acción y muestra a través de él la grandeza e inmensidad de la naturaleza y del país. Retrata a los indios como guerreros valientes, orgullosos y sangrientos. Muestra la superioridad moral de las personas excluidas (Dallas y Ringo) en relación a las demás. Trata temas tan emblemáticos del Oeste como la valentía, la venganza, la deshonestidad, el alcoholismo, la vanidad, la intransigencia moral, la confianza en los demás (comisario Clyde), la redención y el amor. Son escenas memorables la del ataque indio a la diligencia (de más de 8 minutos), el robo de los caballos de refresco, el nacimiento de una niña y otras.
La música adapta composiciones tradicionales, populares y folclóricas americanas, que enmarcan la acción en un ambiente de intenso y auténtico sabor vaquero. El tema principal, pegadizo y optimista, es “The Stagecoach”. Añade un fragmento de la canción mejicana “En mi soledad”. La fotografía, de Bert Glennon (“El sargento negro”, 1960), se basa en una cámara estática que a penas se mueve y que incorpora escasos artificios visuales, como el “zoom” de aproximación al rostro de Ringo cuando éste aparece por primera vez en escena.
Película de culto y mítica, es considerada por algunos como una obra culminante del género.
La narración es clara, fluida e intensa. Se ajusta a los parámetros clásicos de unidad de tiempo, espacio y acción. Combina 8 pasajeros y un tripulante (Buck en el pescante) con la división del relato en 8 episodios. El film reúne los principales mitos del Oeste: la diligencia, la frontera, el vaquero valiente, el duelo, los indios, la Caballería, el sheriff, el saloon, el forajido, etc. La diligencia ocupa una posición central, tanto físicamente como desde el punto de vista inmaterial (desde ella se contempla el mundo y en ella tiene lugar gran parte de la acción). Los personajes presentan una gran finura psicológica, se someten a un juego de interacciones e interrelaciones de gran penetración y desarrollan un rico universo de acciones y reacciones.
Marca la primera colaboración de Ford con Wayne en un papel protagonista, que se ve elevado a la categoría de estrella de primer nivel. Integra el paisaje en la acción y muestra a través de él la grandeza e inmensidad de la naturaleza y del país. Retrata a los indios como guerreros valientes, orgullosos y sangrientos. Muestra la superioridad moral de las personas excluidas (Dallas y Ringo) en relación a las demás. Trata temas tan emblemáticos del Oeste como la valentía, la venganza, la deshonestidad, el alcoholismo, la vanidad, la intransigencia moral, la confianza en los demás (comisario Clyde), la redención y el amor. Son escenas memorables la del ataque indio a la diligencia (de más de 8 minutos), el robo de los caballos de refresco, el nacimiento de una niña y otras.
La música adapta composiciones tradicionales, populares y folclóricas americanas, que enmarcan la acción en un ambiente de intenso y auténtico sabor vaquero. El tema principal, pegadizo y optimista, es “The Stagecoach”. Añade un fragmento de la canción mejicana “En mi soledad”. La fotografía, de Bert Glennon (“El sargento negro”, 1960), se basa en una cámara estática que a penas se mueve y que incorpora escasos artificios visuales, como el “zoom” de aproximación al rostro de Ringo cuando éste aparece por primera vez en escena.
Película de culto y mítica, es considerada por algunos como una obra culminante del género.
23 de julio de 2009
23 de julio de 2009
58 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando los indios se lanzan a perseguir a la diligencia, el contraplano los capta en dirección contraria a ésta. Qué forma más rara de perseguir a nadie, quizás era una costumbre apache, maestros del despiste como táctica guerrera.
Luego, el primero que cae no lo hace por disparo de los viajeros, sino porque una pata de su caballo ha sido atada a un evidentísimo cable que se tensa y disloca al pobre animal. Lo que no obsta para que el indígena en cuestión se lleve las manos al pecho.
El indio que se sube a los caballos de la diligencia se dedica a saltar como un trapecista sin motivo alguno, a menos que sea un masoca que le guste servir de tiro al blanco. Naturalmente se cae, pero tiene bien estudiada la caída, como si la hubiera ensayado mil veces, se aparta mientras la diligencia pasa y luego se levanta sin más. Un contraplano de los viajeros aplaudiendo hubiera sido oportunísimo.
Otro apache cae de su caballo alzando las manos como si estuviera cantando una zarzuela; lo hace a velocidad inusualmente lenta y por un instante parece que vamos a ver la escena marcha atrás, y luego adelante más lento aún, repitiendo la acción punible para sacarnos de dudas.
¿De verdad esto lo ha filmado el mejor director de la Historia? ¿Esta chapucera colección de cantadas de raccord que no cometería ni Mariano Ozores?
Luego, el primero que cae no lo hace por disparo de los viajeros, sino porque una pata de su caballo ha sido atada a un evidentísimo cable que se tensa y disloca al pobre animal. Lo que no obsta para que el indígena en cuestión se lleve las manos al pecho.
El indio que se sube a los caballos de la diligencia se dedica a saltar como un trapecista sin motivo alguno, a menos que sea un masoca que le guste servir de tiro al blanco. Naturalmente se cae, pero tiene bien estudiada la caída, como si la hubiera ensayado mil veces, se aparta mientras la diligencia pasa y luego se levanta sin más. Un contraplano de los viajeros aplaudiendo hubiera sido oportunísimo.
Otro apache cae de su caballo alzando las manos como si estuviera cantando una zarzuela; lo hace a velocidad inusualmente lenta y por un instante parece que vamos a ver la escena marcha atrás, y luego adelante más lento aún, repitiendo la acción punible para sacarnos de dudas.
¿De verdad esto lo ha filmado el mejor director de la Historia? ¿Esta chapucera colección de cantadas de raccord que no cometería ni Mariano Ozores?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
John Ford decía que el fallo de raccord de los indios corriendo en dirección contraria era sencillamente porque había que filmar el plano con la luz que tenían en ese momento y no había otra opción. Como respuesta es irrebatible.
Por supuesto que las caídas preparadas por el especialista Yakima Kanutt hoy nos parecen ingenuas, pero en su día fueron innovadoras y abrieron puertas decisivas al cine de acción.
Qué importará que se caiga mal el indio, que un par de planos estén descolocados, que un bigote sea claramente postizo, qué más da si “La diligencia” es una obra maestra colosal. Si las miradas cruzadas dentro de esa caldera en movimiento restallan como látigos. Si el genio irlandés construye la narración como una sinfonía perfecta.
Y sí, este tipo es el mejor de la Historia. Por “La diligencia” y por tantas otras. Dios bendiga a su madre por haberlo traído al mundo.
Por supuesto que las caídas preparadas por el especialista Yakima Kanutt hoy nos parecen ingenuas, pero en su día fueron innovadoras y abrieron puertas decisivas al cine de acción.
Qué importará que se caiga mal el indio, que un par de planos estén descolocados, que un bigote sea claramente postizo, qué más da si “La diligencia” es una obra maestra colosal. Si las miradas cruzadas dentro de esa caldera en movimiento restallan como látigos. Si el genio irlandés construye la narración como una sinfonía perfecta.
Y sí, este tipo es el mejor de la Historia. Por “La diligencia” y por tantas otras. Dios bendiga a su madre por haberlo traído al mundo.
1 de junio de 2006
1 de junio de 2006
44 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ford, representante, antes que del western, del género de la belleza, pertenece al amable coto de los líricos sencillos.
La diligencia, con su poética latente, su palpitante ritmo interior y su olor de vida trasladada a la pantalla, cubrió de melancolía al rudo modelo del far west. Con la mirada despejada, Ford despojó de intelectualidad a la pieza artística y de vulgaridad al género al entregar una honesta pieza maestra de brisa cinematográfica.
Configuradoras de un estilo erróneamente tildado de “invisible”, sus imágenes no envejecerán jamás.
Ojalá siempre existan en el cine los caballos intocables y las avionetas delirantes, mientras sigan siendo a nuestros ojos, simplemente, “caballos” y “avionetas”. (Para -mucha- más información, léase -y disfrútese- la crítica de Bloomsday).
La diligencia, con su poética latente, su palpitante ritmo interior y su olor de vida trasladada a la pantalla, cubrió de melancolía al rudo modelo del far west. Con la mirada despejada, Ford despojó de intelectualidad a la pieza artística y de vulgaridad al género al entregar una honesta pieza maestra de brisa cinematográfica.
Configuradoras de un estilo erróneamente tildado de “invisible”, sus imágenes no envejecerán jamás.
Ojalá siempre existan en el cine los caballos intocables y las avionetas delirantes, mientras sigan siendo a nuestros ojos, simplemente, “caballos” y “avionetas”. (Para -mucha- más información, léase -y disfrútese- la crítica de Bloomsday).
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here