El rayo verde
7,4
5.013
Drama. Romance
Quinta y penúltima parte de la serie "Comedias y proverbios". Delphine es una joven secretaria parisina sin planes para sus vacaciones después de que su amiga las cancelara en el último minuto. Sola y triste, ella está decidida a viajar. En el camino conoce a una chica sueca que intenta animarla pero que sólo consigue acentuar su sensación de soledad, hasta que su destino de repente da un giro inesperado. (FILMAFFINITY)
28 de junio de 2008
28 de junio de 2008
92 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
El proceso creador de Eric Rohmer se pone en marcha cuando tiene una idea clara del final. Con esa brújula, construye la trama que desemboca en ese final.
En “El rayo verde”, a la protagonista le traza un camino oculto, por el que ella se mueve perdida la mayor parte del tiempo; una escondida senda acotada por señales misteriosas y aisladas: naipes en el suelo, affiches callejeros (taller: conócete a ti mismo), objetos de color verde, conversaciones ajenas sobre Julio Verne que ella escucha durante un paseo…
Delphine trabaja como secretaria en París. Sus planes de veraneo se chafan a última hora y, con enorme contrariedad, se encuentra con las vacaciones desiertas por delante. Una mujer sola en medio de la muchedumbre. Su soledad es inestable, asociada a una inquietud temperamental, una visceral forma de estar que no puede ser de otro modo.
En diversos episodios, como los de la reunión con amigas o la desenvuelta turista sueca, intenta llegar a los demás, pero no surge la corriente comunicativa; más bien chispazos y calambrazos, o vacío irrespirable.
Hay momentos de intensa aflicción que se sobrellevan recordando los versos de Rimbaud en la portada de la película: “Ah! Que llegue la hora/ En que los corazones se enamoren”.
Muy significativa la entrada en escena de un ejemplar de “El Idiota” de Dostoievski: el príncipe Mischkin, socialmente discapacitado, es sin embargo un inocente visionario, un alma viva, y recorre en su interior un camino profundo.
5ª obra del ciclo ‘Comedias y proverbios’, dedicado a retratar a mujeres inquietas, Rohmer no había escrito sobre ella previamente. Aquí dejó a un lado su habitual metrónomo, la férrea pauta de minuto y medio de película por página de guión, diálogos calibrados palabra por palabra.
Como en “La coleccionista”, donde permitió a los actores introducir aportaciones, en “El rayo verde” la actriz principal interviene en la construcción de su personaje, y así figura en los créditos: ‘Con la colaboración para el texto y la interpretación de Marie Riviere’.
En estrategia espontaneísta, la actriz dota al personaje de expresiva nerviosidad, un punto aturullada en ocasiones, aunque en el tramo final logra una intensa presencia cuando, al estilo romántico, la emoción interna de Delphine se acompasa con los fenómenos de la naturaleza.
Ahondando una vez más en la sensibilidad femenina, Rohmer filma una de sus películas más personales. En declaraciones a Liberation (3.9.86) consideró muy autobiográfico el tratamiento que hace de la soledad. “Delphine soy yo”, dice, como Flaubert de Madame Bovary.
(Rodada muy velozmente en el verano del 84, lo acusa cierta tosquedad de la imagen, acaso falta de más edición.)
(7,5)
En “El rayo verde”, a la protagonista le traza un camino oculto, por el que ella se mueve perdida la mayor parte del tiempo; una escondida senda acotada por señales misteriosas y aisladas: naipes en el suelo, affiches callejeros (taller: conócete a ti mismo), objetos de color verde, conversaciones ajenas sobre Julio Verne que ella escucha durante un paseo…
Delphine trabaja como secretaria en París. Sus planes de veraneo se chafan a última hora y, con enorme contrariedad, se encuentra con las vacaciones desiertas por delante. Una mujer sola en medio de la muchedumbre. Su soledad es inestable, asociada a una inquietud temperamental, una visceral forma de estar que no puede ser de otro modo.
En diversos episodios, como los de la reunión con amigas o la desenvuelta turista sueca, intenta llegar a los demás, pero no surge la corriente comunicativa; más bien chispazos y calambrazos, o vacío irrespirable.
Hay momentos de intensa aflicción que se sobrellevan recordando los versos de Rimbaud en la portada de la película: “Ah! Que llegue la hora/ En que los corazones se enamoren”.
Muy significativa la entrada en escena de un ejemplar de “El Idiota” de Dostoievski: el príncipe Mischkin, socialmente discapacitado, es sin embargo un inocente visionario, un alma viva, y recorre en su interior un camino profundo.
5ª obra del ciclo ‘Comedias y proverbios’, dedicado a retratar a mujeres inquietas, Rohmer no había escrito sobre ella previamente. Aquí dejó a un lado su habitual metrónomo, la férrea pauta de minuto y medio de película por página de guión, diálogos calibrados palabra por palabra.
Como en “La coleccionista”, donde permitió a los actores introducir aportaciones, en “El rayo verde” la actriz principal interviene en la construcción de su personaje, y así figura en los créditos: ‘Con la colaboración para el texto y la interpretación de Marie Riviere’.
En estrategia espontaneísta, la actriz dota al personaje de expresiva nerviosidad, un punto aturullada en ocasiones, aunque en el tramo final logra una intensa presencia cuando, al estilo romántico, la emoción interna de Delphine se acompasa con los fenómenos de la naturaleza.
Ahondando una vez más en la sensibilidad femenina, Rohmer filma una de sus películas más personales. En declaraciones a Liberation (3.9.86) consideró muy autobiográfico el tratamiento que hace de la soledad. “Delphine soy yo”, dice, como Flaubert de Madame Bovary.
(Rodada muy velozmente en el verano del 84, lo acusa cierta tosquedad de la imagen, acaso falta de más edición.)
(7,5)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Meticuloso, Rohmer quería que la toma del rayo verde para el jubiloso final fuese auténtica, aunque realmente consista en un destello esmeralda casi imperceptible. Su equipo lo intentó en Normandía y en diversos puntos del Atlántico, para conseguir finalmente la captura en Las Palmas.
29 de abril de 2008
29 de abril de 2008
89 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verne, como todo gran genio, era polifacético y no sólo escribió novelas de ciencia-ficción. La fama que ha alcanzado debido a su faceta de visionario de la ficción científica y de la novela de aventuras suele relegar casi al olvido alguna de sus obras que se centran en temáticas más corrientes y sencillas, como las románticas, aunque "El rayo verde" sabe aunar su lado científico y el romántico. El fenómeno óptico de la refracción de la luz solar durante el ocaso, que en unas condiciones atmosféricas y geográficas concretas da lugar a la visión de un destello verde justo cuando el sol termina de ocultarse tras el horizonte, es el hilo conductor de una historia basada en la leyenda de que si dos personas contemplan juntas el rayo verde, se enamorarán.
Rohmer parte de ese fenómeno óptico que parece pura leyenda mágica y lo sitúa como el ideal de búsqueda de una mujer que ha llegado a un punto muerto.
Delphine es una mujer joven, vive sola en París y trabaja como secretaria. Aún no se ha hecho a la idea de que su relación con su ex-novio Jean Pierre se rompió hace tiempo. En la rutina de sus días corrientes va acumulando una tristeza indefinida, un vacío pesimista que la hace replegarse en sí misma. Cifrando buena parte de sus esperanzas en un viaje a Grecia que iba a efectuar con una amiga, se viene abajo y se siente muy contrariada cuando el viaje se anula. Con sus planes para las vacaciones deshechos, Delphine siente que se ahoga en París pero tampoco se decide a marcharse sola de vacaciones. Su carácter cauteloso por naturaleza, sumado a su negativo estado de ánimo, la impulsan a verlo todo muy negro y a ser muy reacia a vivir aventuras, a dejarse llevar y a seguir los consejos de sus amigas para marcharse a cualquier parte y divertirse.
Entre muchas dudas y objeciones, sus vacaciones se convertirán en una serie de tumbos sin rumbo fijo. Cherburgo, la montaña, Biarritz, San Juan de Luz... Pero nada consigue erradicar la depresión que se adueña de ella. Ni las personas que va conociendo, ni los lugares... Tal vez, si algún día consigue avistar el esquivo rayo verde, su suerte cambie...
Rohmer, maestro de la cotidianeidad, de las conversaciones normales de la gente y minimalista que observa detalladamente a través de su miscroscopio personal, despliega el encanto de la simplicidad, de los pequeños acontecimientos diarios de personas que son como nosotros. Aquí pasea su cámara por los días de una mujer desencantada e invadida por una vacuidad existencial que desearía vencer pero no sabe cómo.
Rohmer parte de ese fenómeno óptico que parece pura leyenda mágica y lo sitúa como el ideal de búsqueda de una mujer que ha llegado a un punto muerto.
Delphine es una mujer joven, vive sola en París y trabaja como secretaria. Aún no se ha hecho a la idea de que su relación con su ex-novio Jean Pierre se rompió hace tiempo. En la rutina de sus días corrientes va acumulando una tristeza indefinida, un vacío pesimista que la hace replegarse en sí misma. Cifrando buena parte de sus esperanzas en un viaje a Grecia que iba a efectuar con una amiga, se viene abajo y se siente muy contrariada cuando el viaje se anula. Con sus planes para las vacaciones deshechos, Delphine siente que se ahoga en París pero tampoco se decide a marcharse sola de vacaciones. Su carácter cauteloso por naturaleza, sumado a su negativo estado de ánimo, la impulsan a verlo todo muy negro y a ser muy reacia a vivir aventuras, a dejarse llevar y a seguir los consejos de sus amigas para marcharse a cualquier parte y divertirse.
Entre muchas dudas y objeciones, sus vacaciones se convertirán en una serie de tumbos sin rumbo fijo. Cherburgo, la montaña, Biarritz, San Juan de Luz... Pero nada consigue erradicar la depresión que se adueña de ella. Ni las personas que va conociendo, ni los lugares... Tal vez, si algún día consigue avistar el esquivo rayo verde, su suerte cambie...
Rohmer, maestro de la cotidianeidad, de las conversaciones normales de la gente y minimalista que observa detalladamente a través de su miscroscopio personal, despliega el encanto de la simplicidad, de los pequeños acontecimientos diarios de personas que son como nosotros. Aquí pasea su cámara por los días de una mujer desencantada e invadida por una vacuidad existencial que desearía vencer pero no sabe cómo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Buceando en las urdimbres más complejas del alma, a la vez tan comunes a todos nosotros, se nos planta delante la pura infelicidad que se cierne sobre tantas personas en esta civilización de nuestros tiempos. Y quizás la base de todo ello la encontremos en la insatisfacción porque, pese a no tener carencias materiales y a disfrutar de los bienes y privilegios fundamentales que hoy día todas las clases medias y trabajadoras se pueden permitir, con más o menos dificultad (estabilidad económica, bienes materiales, acceso a la cultura y a la educación institucionalizada, asistencia sanitaria, la cada vez mayor importancia y culto al ocio...), sin embargo la sociedad también tiende a crear, posiblemente, carencias afectivas, inseguridades, baja autoestima y la sensación de fracaso cuando no se consigue alguna (o ninguna) de las metas que dicha sociedad marca como supremas, en ese código no escrito pero que se queda grabado en el alma prácticamente desde que nacemos. El medio que nos rodea bombardea constantemente con lo que se supone que deben de ser nuestros máximos objetivos en la vida. Pero, ¿qué ocurre si no nos ajustamos a ellos, o ellos no se ajustan a nosotros, o por lo que sea no podemos acceder a su logro?
Pero, ante todo, el máximo objetivo, el del amor, que seguramente sea uno de los pocos por los que realmente valga la pena luchar, es el que más sinsabores suele causar. Tal vez porque es el más difícil de lograr.
No hay mucho más que el deambular de Delphine, arrastrando su melancolía por playas, montañas y bosques de belleza incomparable que no llenan su vacío, conociendo a gente y conversando para sentir que está más sola que nunca.
Pero su soledad es la que tantos hemos experimentado alguna vez. Por eso esta película trasciende más allá de su fachada de simplicidad y se convierte en una parte de la historia de cada uno.
Pero, ante todo, el máximo objetivo, el del amor, que seguramente sea uno de los pocos por los que realmente valga la pena luchar, es el que más sinsabores suele causar. Tal vez porque es el más difícil de lograr.
No hay mucho más que el deambular de Delphine, arrastrando su melancolía por playas, montañas y bosques de belleza incomparable que no llenan su vacío, conociendo a gente y conversando para sentir que está más sola que nunca.
Pero su soledad es la que tantos hemos experimentado alguna vez. Por eso esta película trasciende más allá de su fachada de simplicidad y se convierte en una parte de la historia de cada uno.
3 de junio de 2009
3 de junio de 2009
53 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí me encantan las películas de Éric Rohmer, "El rayo verde" también.
El cine de Rohmer es imantandor como una puesta de sol (se capte o no en ella el dichoso rayo verde), por lo bien que nos introduce en el naturalismo, por la verisimilitud de las escenas interpretadas en un tono bellísimo, poético, de sencillez y realismo.
El meollo de la cuestión en este filme es la "introversión". La introversión filmada en sus más destacados rasgos: la rareza en el comportamiento, la soledad, los cambios neuróticos de opciones recién tomadas, los lloros sin venir a cuento a solas o delante de los demás, el cansancio y la pérdida de energía que se siente cuando se está mucho rato con humanos, las fantasías elevadas a tremendo grado, las dudas continuas ante cualquier elección, el ensimismamiento, el gusto por la contemplación, etc.
Todo esto lo tiene la protagonista, una mujer parisina, introvertida por excelencia, cerebrotónica, delgada, tímida, incluso vegetariana, que ante un mes de vacaciones no sabe que hacer con sus días libres, tiene diversas ofertas pero ninguna le apasiona de verdad: ir con su familia a Irlanda, ir a la casa de una amiga en España, ir a la montaña o a la costa francesa, etc. Su problema es puramente el de tener una personalidad introvertida y por ende el poco gusto por relacionarse con cualquiera y a cualquier precio, la gran altura que pone en sus objetivos, sentimientos y aspiraciones.
Pero, ojo, hace bien, porque quien se conforma con unas costillas de cerdo eso es lo que obtiene, pero quien persigue un agujero negro tiene también muchas probabilidades de alcanzarlo y hallar las maravillas inefables que este conlleva dentro de sí.
El cine de Rohmer es imantandor como una puesta de sol (se capte o no en ella el dichoso rayo verde), por lo bien que nos introduce en el naturalismo, por la verisimilitud de las escenas interpretadas en un tono bellísimo, poético, de sencillez y realismo.
El meollo de la cuestión en este filme es la "introversión". La introversión filmada en sus más destacados rasgos: la rareza en el comportamiento, la soledad, los cambios neuróticos de opciones recién tomadas, los lloros sin venir a cuento a solas o delante de los demás, el cansancio y la pérdida de energía que se siente cuando se está mucho rato con humanos, las fantasías elevadas a tremendo grado, las dudas continuas ante cualquier elección, el ensimismamiento, el gusto por la contemplación, etc.
Todo esto lo tiene la protagonista, una mujer parisina, introvertida por excelencia, cerebrotónica, delgada, tímida, incluso vegetariana, que ante un mes de vacaciones no sabe que hacer con sus días libres, tiene diversas ofertas pero ninguna le apasiona de verdad: ir con su familia a Irlanda, ir a la casa de una amiga en España, ir a la montaña o a la costa francesa, etc. Su problema es puramente el de tener una personalidad introvertida y por ende el poco gusto por relacionarse con cualquiera y a cualquier precio, la gran altura que pone en sus objetivos, sentimientos y aspiraciones.
Pero, ojo, hace bien, porque quien se conforma con unas costillas de cerdo eso es lo que obtiene, pero quien persigue un agujero negro tiene también muchas probabilidades de alcanzarlo y hallar las maravillas inefables que este conlleva dentro de sí.
1 de octubre de 2007
1 de octubre de 2007
42 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como Woody Allen en Match Point, Rohmer nos da una pista muy valiosa sobre cómo interpretar esta película cuando nos muestra a la protagonista leyendo El Idiota de Dostoievski en la estación de Biarritz ( en el caso de Match Point era Crimen y Castigo la novela del genio ruso, y creo que cualquiera que haya visto el film de Allen sabrá reconocer las similitudes entre la novela y el film de Allen ). He leido algunas críticas y están bien; que si la soledad, que si Rohmer aburre, etc..A mi me gustaría penetrar un poco más y no quedarme en la mera superfície. Creo que Delphine ( el personaje principal ) , ya desde la primera escena, la del teléfono, se presenta como una psicótica, una idiota en su más estricto sentido; alguien que no entra en el juego del marco simbólico en el que vivimos ( de ahí quizás el sentimiento de soledad ) ; alguien que no hace más que exponerse ante los demás sin mesura (como el protagonista de la novela de Dostoievski ) , sólo hay que recordar los absurdos diálogos en los que siempre dice lo que piensa , lo que no le gusta ; mostrando sin parar lo más profundo de su ser sin pensar en lo impropio de ese proceder en una conversación banal. Pero lo bueno de la obra ( a mi entender ) es que en el fondo se da una visión positiva de esta, digamos, idiotez, pues se presenta como una forma de romper lo cotidiano, de rasgar el marco simbólico, de no aceptar lo que todos damos por hecho, no conformarse e ir más allá. Recordemos por ejemplo la siempre recurrida relción entre el genio y la locura. ¿No son los genios los que, en última instancia hacen "avanzar" a la humanidad? Y ¿no están todos los genios un poco locos? Un nueve para Rohmer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Delphine no acepta la realidad ( el novio que no existe, por ejemplo) , es alguien que constantemente cree ver señales en la naturaleza ( Lacan diría lo real ) dirigidas a ella, como las cartas, el color verde, los anuncios o, como de hecho, el propio título del film,El rayo verde. Al final el grito de éxtasis al ver la gran señal que esperaba por parte de la realidad exterior nos confirma su psicosis.
27 de mayo de 2009
27 de mayo de 2009
37 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quinto título sobre seis de la serie “Comedias y proverbios”, del realizador Éric Rohmer. El guión, del propio Rohmer, se basa en una idea concebida por él en 1983 y desarrollada con la colaboración de Marie Rivière y otros actores. Se rueda en escenarios reales (interiores y de exterior) de Paris, Cherburgo y La Hague (Normandía), la Plagne (Saboya francesa) y Biarritz y San Juan de Luz (Pirineos atlánticos). En el Festival de Venecia obtiene el León de oro y el premio Fipresci. Producido por Margaret Ménégoz para Les Films du Losange, se estrena el 29-VIII-1986.
La acción dramática tiene lugar en Paris, Cherburgo, la Plagne, Biarritz y San Juan de Luz, a lo largo de 33 días de julio/agosto de 1985. Delphine (Rivière), joven secretaria, residente en Saint Germain, que ha roto amistosamente con su pareja (Jean-Pierre) de los dos últimos años, recibe una inesperada llamada telefónica de su amiga Caroline que le comunica que no cuente con ella para el viaje de 14 días a Grecia que tenían proyectado. Le quedan dos semanas para comenzar las vacaciones de un mes y no halla la manera de encontrar otra compañera de viaje. Delphine es delgada, frágil, atractiva y sexy. Gesticula bastante, cree en el destino y en el amor verdadero.
El film suma drama, comedia y romance. Reflexiona sobre la soledad del ser humano en el mundo contemporáneo. Trata otros temas de interés, como la incomunicación, la dificultad de encontrar apoyo y comprensión entre los allegados, la importancia de las relaciones entre amor y azar, el destino... Al realismo habitual del autor se suman en el film elementos esotéricos, como los naipes, el gato negro, el destino, el médium, el espiritismo, los astros, los horóscopos, etc. Enfrenta dos concepciones del mundo: la de quienes sólo confían en ellos mismos y la de los que creen en la existencia de elementos superiores como el destino, la fortuna, los hados, el azar, etc. Los primeros son partidarios de afrontar las situaciones humanas adversas mediante el esfuerzo personal. Los segundos, más pasivos, tienden a esperar que intervenga el destino. Delphine, romántica e idealista, pertenece al segundo grupo. Piensa que su racha de mala suerte no va a cambiar con esfuerzos y menos aún con soluciones insatisfactorias desde su punto de vista y contrarias a su manera de ser. Se siente sola porque echa en falta al gran amor de su vida, el hombre destinado a hacerla feliz. No le interesan las aventuras efímeras (marinero de Cherburgo, picadores de playa de Biarritz).
La prolongada ausencia de amor constituye la principal causa de su desazón. La incomprensión general que encuentra en amigas (Manuella, Béatrice, Françoise...) y familiares, agrava su estado depresivo. No la entienden y, con cierta malicia, la tratan como una persona diferente y extraña. Un debate sobre su condición de vegetariana durante el almuerzo se convierte en motivo de burla y exclusión emocional del grupo.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en Paris, Cherburgo, la Plagne, Biarritz y San Juan de Luz, a lo largo de 33 días de julio/agosto de 1985. Delphine (Rivière), joven secretaria, residente en Saint Germain, que ha roto amistosamente con su pareja (Jean-Pierre) de los dos últimos años, recibe una inesperada llamada telefónica de su amiga Caroline que le comunica que no cuente con ella para el viaje de 14 días a Grecia que tenían proyectado. Le quedan dos semanas para comenzar las vacaciones de un mes y no halla la manera de encontrar otra compañera de viaje. Delphine es delgada, frágil, atractiva y sexy. Gesticula bastante, cree en el destino y en el amor verdadero.
El film suma drama, comedia y romance. Reflexiona sobre la soledad del ser humano en el mundo contemporáneo. Trata otros temas de interés, como la incomunicación, la dificultad de encontrar apoyo y comprensión entre los allegados, la importancia de las relaciones entre amor y azar, el destino... Al realismo habitual del autor se suman en el film elementos esotéricos, como los naipes, el gato negro, el destino, el médium, el espiritismo, los astros, los horóscopos, etc. Enfrenta dos concepciones del mundo: la de quienes sólo confían en ellos mismos y la de los que creen en la existencia de elementos superiores como el destino, la fortuna, los hados, el azar, etc. Los primeros son partidarios de afrontar las situaciones humanas adversas mediante el esfuerzo personal. Los segundos, más pasivos, tienden a esperar que intervenga el destino. Delphine, romántica e idealista, pertenece al segundo grupo. Piensa que su racha de mala suerte no va a cambiar con esfuerzos y menos aún con soluciones insatisfactorias desde su punto de vista y contrarias a su manera de ser. Se siente sola porque echa en falta al gran amor de su vida, el hombre destinado a hacerla feliz. No le interesan las aventuras efímeras (marinero de Cherburgo, picadores de playa de Biarritz).
La prolongada ausencia de amor constituye la principal causa de su desazón. La incomprensión general que encuentra en amigas (Manuella, Béatrice, Françoise...) y familiares, agrava su estado depresivo. No la entienden y, con cierta malicia, la tratan como una persona diferente y extraña. Un debate sobre su condición de vegetariana durante el almuerzo se convierte en motivo de burla y exclusión emocional del grupo.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El estilo narrativo del film se diferencia del habitual del realizador. En lugar de buscar el punto justo entre el control y la naturalidad, en esta ocasión deja la naturalidad en manos de la improvisación de los actores a partir de un conjunto de ideas preestablecidas. Se sirve de algunos actores no profesionales, reclutados entre los familiares de los protagonistas, los peatones, los bañistas de la playa, etc. Sitúa su trabajo en una posición extrema, que le permite obtener unos resultados satisfactorios desde el punto de vista experimental, pero insuficientes para repetir la experiencia. Las imágenes presentan un fresco y atractivo aspecto documental, que se ve acompañado por una textura superficial de las mismas y la pérdida de su densidad expresiva.
El título del film, coincidente con el de una novela de Julio Verne, hace referencia a un fenómeno óptico que se puede observar a la puesta del sol tras una superficie horizontal como la del horizonte de un océano, un día de atmósfera limpia y de visibilidad elevada. En el último momento del ocaso se puede ver ocasionalmente un rayo ámbar fugaz. La explicación se deja en manos del Dr. Gunter Christlein, que interviene personalmente en el film. Según la leyenda, quien ve el rayo verde puede tener la seguridad de haber hallado el amor verdadero. Rohmer suspende el rodaje del film, concluido en el verano de 1984, hasta conseguir captar con las cámaras el fenómeno. Lo intenta en Normandía y en varias localizaciones de Canarias, sin éxito. Las imágenes que se ofrecen, se obtienen por trucaje (Cf. Wikipedia, “El rayo verde”).
El realizador demuestra su amor a Paris (elevación por inclinación de la cámara ante una fachada de la ciudad) y a la literatura: la protagonista lee “El idiota”, de Dostoievski. Es notable la interpretación de Marie Rivière (“La mujer del aviador”, “Cuento de otoño”...), que se vuelca en el papel. Son meritorias las de Béatrice Romand, Rosette, Vincent Gauthier y Carita en el papel de Léna.
El film se ilustra con dos versos del poema titulado “Chanson de la plus haute tour” que dicen: “¡Ah, que llegue la hora en que los corazones se enamoren!”, de Arthur Rimbaud.
La banda sonora, original de Jean-Louis Valero, ofrece 6 cortes breves de una única melodía que anuncia la presencia de elementos esotéricos (naipe, cartel, letrero...) y un corte largo de la composición completa para solo de violín, de tono dramático, que evoluciona hacia una alegría contenida. La fotografía, de Sophie Maintigneux (“Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle”), en color, ofrece planos largos, escasos encuadres de proximidad, perspectivas generales, filmaciones con la cámara en la mano y planos estáticos. El cromatismo muestra preferencia por los rojos, azules y verdes (símbolo de buenos augurios). Trata de igualar el tiempo fílmico y el tiempo real, mediante la segmentación de la cinta en secuencias breves a la manera de un diario. La filmación original se hizo en 16 mm.
El título del film, coincidente con el de una novela de Julio Verne, hace referencia a un fenómeno óptico que se puede observar a la puesta del sol tras una superficie horizontal como la del horizonte de un océano, un día de atmósfera limpia y de visibilidad elevada. En el último momento del ocaso se puede ver ocasionalmente un rayo ámbar fugaz. La explicación se deja en manos del Dr. Gunter Christlein, que interviene personalmente en el film. Según la leyenda, quien ve el rayo verde puede tener la seguridad de haber hallado el amor verdadero. Rohmer suspende el rodaje del film, concluido en el verano de 1984, hasta conseguir captar con las cámaras el fenómeno. Lo intenta en Normandía y en varias localizaciones de Canarias, sin éxito. Las imágenes que se ofrecen, se obtienen por trucaje (Cf. Wikipedia, “El rayo verde”).
El realizador demuestra su amor a Paris (elevación por inclinación de la cámara ante una fachada de la ciudad) y a la literatura: la protagonista lee “El idiota”, de Dostoievski. Es notable la interpretación de Marie Rivière (“La mujer del aviador”, “Cuento de otoño”...), que se vuelca en el papel. Son meritorias las de Béatrice Romand, Rosette, Vincent Gauthier y Carita en el papel de Léna.
El film se ilustra con dos versos del poema titulado “Chanson de la plus haute tour” que dicen: “¡Ah, que llegue la hora en que los corazones se enamoren!”, de Arthur Rimbaud.
La banda sonora, original de Jean-Louis Valero, ofrece 6 cortes breves de una única melodía que anuncia la presencia de elementos esotéricos (naipe, cartel, letrero...) y un corte largo de la composición completa para solo de violín, de tono dramático, que evoluciona hacia una alegría contenida. La fotografía, de Sophie Maintigneux (“Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle”), en color, ofrece planos largos, escasos encuadres de proximidad, perspectivas generales, filmaciones con la cámara en la mano y planos estáticos. El cromatismo muestra preferencia por los rojos, azules y verdes (símbolo de buenos augurios). Trata de igualar el tiempo fílmico y el tiempo real, mediante la segmentación de la cinta en secuencias breves a la manera de un diario. La filmación original se hizo en 16 mm.
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