Rojo y negro
1942 

6,3
1.099
Drama
Luisa y Miguel son una pareja de Madrid, novios prácticamente desde que eran niños. Ya en su juventud, en plena Segunda República, ambos adquieren una conciencia política muy diferente: él se afilia a un partido de izquierdas, y ella a la Falange Española. Desde ese momento, sus vidas irán por caminos distintos. El director falangista Carlos Arévalo realizó con esta película seguramente la única de concepción claramente falangista hecha ... [+]
21 de febrero de 2007
21 de febrero de 2007
85 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa película ésta. Se estrenó casi a la vez que "Raza" y las 2 semanas que estuvo en cartel por lo visto llenó los cines. Pero la retiraron enseguida... y no me extraña.
Cuenta la historia de dos novios antes y durante la guerra civil. Luisa es falangista y Miguel comunista, pero comunista libertario, o sea de la CNT. Curiosamente tanto la Falange como la CNT tienen parecida bandera y con el mismo color: Rojo y negro.
No hay nada de almíbar en la historia, y tiene un final poco común para la época. Incluso al enemigo le da un toque humano impensable.
La película se desarrolla en tres actos: Mañana, Día, y Noche. Los dos primeros son breves: tratan de la infancia y de los inicios ideológicos de los novios. El tercero va de las vicisitudes de Luisa como quintacolumnista falangista en el Madrid republicano, y de las de Miguel como dirigente anarcosindicalista. Hay escenas muy conseguidas como esas conversaciones e interrogatorios en la checa de Fomento filmadas sin fachada, en plan 13 Rue del Percebe.
En fin, película recomendable por su curiosidad y algunos logros. El ritmo del final de la peli está muy conseguido, con intriga y final sorprendente y todo. Tiene limitaciones técnicas evidentes, pero las compensa con cierto talento narrativo y algo de valentía para la época en que está rodada, por ejemplo dándole el papel con más bemoles a una mujer. ¡Si incluso hay escenas de "El acorazado Potemkin"!
No, si hasta se puede adivinar cierta admiración mutua, pese a matarse, entre los dos polos que pinta. Al fin y al cabo, los de la CNT eran anorcosindicalistas y los de Falange nacionalsindicalistas.
Cuenta la historia de dos novios antes y durante la guerra civil. Luisa es falangista y Miguel comunista, pero comunista libertario, o sea de la CNT. Curiosamente tanto la Falange como la CNT tienen parecida bandera y con el mismo color: Rojo y negro.
No hay nada de almíbar en la historia, y tiene un final poco común para la época. Incluso al enemigo le da un toque humano impensable.
La película se desarrolla en tres actos: Mañana, Día, y Noche. Los dos primeros son breves: tratan de la infancia y de los inicios ideológicos de los novios. El tercero va de las vicisitudes de Luisa como quintacolumnista falangista en el Madrid republicano, y de las de Miguel como dirigente anarcosindicalista. Hay escenas muy conseguidas como esas conversaciones e interrogatorios en la checa de Fomento filmadas sin fachada, en plan 13 Rue del Percebe.
En fin, película recomendable por su curiosidad y algunos logros. El ritmo del final de la peli está muy conseguido, con intriga y final sorprendente y todo. Tiene limitaciones técnicas evidentes, pero las compensa con cierto talento narrativo y algo de valentía para la época en que está rodada, por ejemplo dándole el papel con más bemoles a una mujer. ¡Si incluso hay escenas de "El acorazado Potemkin"!
No, si hasta se puede adivinar cierta admiración mutua, pese a matarse, entre los dos polos que pinta. Al fin y al cabo, los de la CNT eran anorcosindicalistas y los de Falange nacionalsindicalistas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Y ese final? ¿Alegato antibelicista? ¿Anti pena de muerte?
¡Vaya peli facha más rara!
Otra rareza: tanto el protagonista de este film, Ismael Merlo, como el de "Raza", Alfredo Mayo, protagonizaron juntos "La caza" de Carlos Saura. ¿Los escogió Saura a propósito?
¡Vaya peli facha más rara!
Otra rareza: tanto el protagonista de este film, Ismael Merlo, como el de "Raza", Alfredo Mayo, protagonizaron juntos "La caza" de Carlos Saura. ¿Los escogió Saura a propósito?
30 de diciembre de 2007
30 de diciembre de 2007
65 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conseguí esta película comprando un libro sobre el cine en la Guerra Civil y la Dictadura. Sinceramente, después de ver "Raza" y "Sin novedad en el Alcázar" no tenía grandes expectativas, pero como politólogo sentía curiosidad.
Y me llevé una gran sorpresa. Aunque es una cinta partidista, falangista, fascista, expresa y muestra con gran objetividad (atendiendo a lo que tratamos) las dos grandes posturas de la Guerra Civil. Frente a "Raza" o "Sin novedad en el Alcázar", que son cintas lineales, simples y con poco contenido político (que no propagandístico), Rojo y Negro ofrece una visión dicotómica, pero no irreconciliable.
Comenzando con alegatos en contra de la democracia, o más bien de la perversión de ésta, nos enseña la lucha de una mujer (Conchita Montenegro) en tiempos de guerra: la supervivencia, la maestría de engaño, el amor, y las ideas divergentes de comunistas y falangistas.
Lo dicho, a mí, que me alejo bastante de comulgar con las tesis falangistas, la película me sorprendió por la relativa objetividad que muestra. Quizá, porque muestra a los "enemigos" no como las bestias ignominiosas que el Régimen pretendía, sino como seres humanos con sus propias ideas y elecciones personales, fue censurada.
Y me llevé una gran sorpresa. Aunque es una cinta partidista, falangista, fascista, expresa y muestra con gran objetividad (atendiendo a lo que tratamos) las dos grandes posturas de la Guerra Civil. Frente a "Raza" o "Sin novedad en el Alcázar", que son cintas lineales, simples y con poco contenido político (que no propagandístico), Rojo y Negro ofrece una visión dicotómica, pero no irreconciliable.
Comenzando con alegatos en contra de la democracia, o más bien de la perversión de ésta, nos enseña la lucha de una mujer (Conchita Montenegro) en tiempos de guerra: la supervivencia, la maestría de engaño, el amor, y las ideas divergentes de comunistas y falangistas.
Lo dicho, a mí, que me alejo bastante de comulgar con las tesis falangistas, la película me sorprendió por la relativa objetividad que muestra. Quizá, porque muestra a los "enemigos" no como las bestias ignominiosas que el Régimen pretendía, sino como seres humanos con sus propias ideas y elecciones personales, fue censurada.
2 de agosto de 2010
2 de agosto de 2010
51 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para hablar de esta película española mil veces más maravillosa y entrañable que aquella otra rusa tan endiosada de "El acorazado Potemkin", lo mejor es callarme yo y ceder la palabra al ilustre académico de la lengua española (mejor y más propiamente que castellana), Arturo Pérez-Reverte:
«Rojo y negro, es una de mis películas españolas favoritas. Admiro esa historia sombría y dura, hija bastarda del cine franquista, estrenada en 1942, demolida por la crítica oficial y retirada después de sólo tres semanas de cartelera para verse enterrada en el olvido. Hasta que, cincuenta años más tarde, la Filmoteca Española localizó una copia polvorienta en un sótano de Madrid.
Rojo y negro tiene un valor histórico extraordinario. Es la única película sobre la Guerra Civil hecha desde un punto de vista inequívocamente falangista -su director, Carlos Arévalo, lo era-. Y trata de las actividades clandestinas en el Madrid republicano de la contienda. Se trata de una película pionera, pues en ella aparece por primera vez el concepto de resistencia en una ciudad ocupada por el enemigo. Resistencia antimarxista, en este caso; pero no inferior en interés ni en realidad histórica, como señalan lúcidos críticos e historiadores del cine, a la resistencia antifascista que después nutriría innumerables películas francesas, inglesas, norteamericanas, alemanas, rusas o polacas. Insólita en su ejecución, técnicamente osada en algunas escenas -esos planos de la checa de Fomento abierta como el 13 de la Rue del Percebe-, modernísima para su tiempo, cuajada entre el neorrealismo italiano, el cine de vanguardia soviético y simbólicos toques surrealistas, Rojo y negro cuenta la sombría historia de una joven falangista, soberbiamente encarnada por la mítica Conchita Montenegro: un personaje alejado de los arrebatos patrioteros, grandilocuentes e histriónicos habituales en la cinematografía del Régimen. Luisa, la protagonista, es sobria, dura, trágica, cínica, valerosa y desesperanzada. Y con fría decisión desciende a los infiernos. Eso la convierte en una heroína atípica para el cine español de su tiempo, donde lo correcto eran abnegadas madres y esposas que, desde el cristiano hogar, alentasen a los hombres a inmolarse en las diversas Cruzadas habidas o por haber.
(.../...)
«Rojo y negro, es una de mis películas españolas favoritas. Admiro esa historia sombría y dura, hija bastarda del cine franquista, estrenada en 1942, demolida por la crítica oficial y retirada después de sólo tres semanas de cartelera para verse enterrada en el olvido. Hasta que, cincuenta años más tarde, la Filmoteca Española localizó una copia polvorienta en un sótano de Madrid.
Rojo y negro tiene un valor histórico extraordinario. Es la única película sobre la Guerra Civil hecha desde un punto de vista inequívocamente falangista -su director, Carlos Arévalo, lo era-. Y trata de las actividades clandestinas en el Madrid republicano de la contienda. Se trata de una película pionera, pues en ella aparece por primera vez el concepto de resistencia en una ciudad ocupada por el enemigo. Resistencia antimarxista, en este caso; pero no inferior en interés ni en realidad histórica, como señalan lúcidos críticos e historiadores del cine, a la resistencia antifascista que después nutriría innumerables películas francesas, inglesas, norteamericanas, alemanas, rusas o polacas. Insólita en su ejecución, técnicamente osada en algunas escenas -esos planos de la checa de Fomento abierta como el 13 de la Rue del Percebe-, modernísima para su tiempo, cuajada entre el neorrealismo italiano, el cine de vanguardia soviético y simbólicos toques surrealistas, Rojo y negro cuenta la sombría historia de una joven falangista, soberbiamente encarnada por la mítica Conchita Montenegro: un personaje alejado de los arrebatos patrioteros, grandilocuentes e histriónicos habituales en la cinematografía del Régimen. Luisa, la protagonista, es sobria, dura, trágica, cínica, valerosa y desesperanzada. Y con fría decisión desciende a los infiernos. Eso la convierte en una heroína atípica para el cine español de su tiempo, donde lo correcto eran abnegadas madres y esposas que, desde el cristiano hogar, alentasen a los hombres a inmolarse en las diversas Cruzadas habidas o por haber.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hay otro aspecto crucial, falangismo radical aparte, por el que la película no satisfizo el Régimen. Aparte de su tono seco, nada ampuloso y en absoluto marcial, evita caer en el simplismo estúpido del que ni siquiera se libran las películas que hoy se hacen sobre la Guerra Civil: la exaltación del bando propio y la caricatura del adversario. Sádicos nacionales de gafas oscuras y brillantina en las películas de ahora, y malvados rojos, tabernarios y brutales, en el cine de antes. Inexactos, incompletos y maniqueos, todos ellos. Aquí, sin embargo, los republicanos que encarcelan y fusilan son individuos normales, creíbles, con motivos para hacer lo que hacen. Con toques de humanidad e ideología propia: como cuando el jefe de los milicianos dice que, si hubiera llevado medalla religiosa al cuello, al llegar a la edad de la razón se la habría quitado. O cuando el miliciano violador de Luisa -soberbia escena, resuelta con dos planos del rostro de la Montenegro- actúa bajo el resentimiento de haber sido engañado, y porque está borracho.
Pero aún hay más, en esta película asombrosa y compleja para quien se enfrente a ella con lucidez, sin estereotipos de buenos y malos: la crítica feroz a los contemporizadores, a los que miraban para otro lado. Al egoísmo de la derecha burguesa y capitalista, incluida sin reparos entre los principales responsables del conflicto. Sin olvidar el retrato, atrevidamente surrealista, de una clase política ciega que divide a los españoles, llevándolos a una matanza atribuida con mucha ecuanimidad al «odio y desconocimiento mutuo». Paradójicamente, la derecha conservadora queda peor que el bando contrario: cuando los oradores de izquierdas agitan al pueblo, éste se muestra como pobre, oprimido, inculto y desesperado. Eso enlaza con los personajes y actitudes de los milicianos que aparecerán después. Y si no los justifica, los hace creíbles. Humanos.
Como se decía en otros tiempos, Rojo y negro es una película para que la disfruten espectadores formados, prevenidos de lo que ven y en qué circunstancias se hizo: capaces de hacer la lectura adecuada, situando en su contexto histórico y social esta narración extraña e inquietante, donde la estremecedora secuencia que precede al final -el actor Ismael Merlo vagando entre los cadáveres de los fusilados en la pradera de San Isidro- nos sumerge, más que ninguna de las muchas películas realizadas sobre aquella tragedia, en la noche oscura de nuestra Guerra Civil.»
Pero aún hay más, en esta película asombrosa y compleja para quien se enfrente a ella con lucidez, sin estereotipos de buenos y malos: la crítica feroz a los contemporizadores, a los que miraban para otro lado. Al egoísmo de la derecha burguesa y capitalista, incluida sin reparos entre los principales responsables del conflicto. Sin olvidar el retrato, atrevidamente surrealista, de una clase política ciega que divide a los españoles, llevándolos a una matanza atribuida con mucha ecuanimidad al «odio y desconocimiento mutuo». Paradójicamente, la derecha conservadora queda peor que el bando contrario: cuando los oradores de izquierdas agitan al pueblo, éste se muestra como pobre, oprimido, inculto y desesperado. Eso enlaza con los personajes y actitudes de los milicianos que aparecerán después. Y si no los justifica, los hace creíbles. Humanos.
Como se decía en otros tiempos, Rojo y negro es una película para que la disfruten espectadores formados, prevenidos de lo que ven y en qué circunstancias se hizo: capaces de hacer la lectura adecuada, situando en su contexto histórico y social esta narración extraña e inquietante, donde la estremecedora secuencia que precede al final -el actor Ismael Merlo vagando entre los cadáveres de los fusilados en la pradera de San Isidro- nos sumerge, más que ninguna de las muchas películas realizadas sobre aquella tragedia, en la noche oscura de nuestra Guerra Civil.»
27 de abril de 2010
27 de abril de 2010
33 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realmente es una pena que esta película no tenga una buena edición en DVD porque es una pequeña joya del cine español. Es muy destacable que pese a la cercanía a la Guerra (es del año 42) y a su enfoque inequívocamente falangista, la película es mucho más equilibrada que la media (contando las actuales) sobre el tema de la guerra civil.
La película, que adolece de una cierta irregularidad en su desarrollo y de olvidarse durante un buen rato del personaje de Miguel tiene sin embargo unas cuantas virtudes maravillosas. Como la excelente escena hacia el principio en la que se observa un grupo de parlamentarios con los ojos cerrados o la escena en la que aparece un vaso sobreimpresionado que se va llenando hasta desbordar (se entiende que es una metáfora del clima que vivieron las derechas en esas últimas fechas de la segunda república), o la aparición de un soldado con la bandera falangista rasgando la pantalla. Estos son solo unos ejemplos del atrevimiento y la originalidad en ciertos aspectos formales de la película.
Por otro lado llama la atención que la película, da en mi opinión una visión parcial como no podía ser de otra forma, pero en absoluto malintencionadamente tendenciosa de la Guerra Civil. Es de destacar como sabe presentar matices de humanidad en los “rojos” y sobre todo, y quizás este es lo que valió que la censurasen, presenta un alegato no tanto contra la pena de muerte como he leído, como contra la deshumanización que se da cuándo predominan el odio y la guerra. Desde luego por su tono pesimista esta película está muy lejos de ser una exaltación de la “gloriosa cruzada” aunque también se posicione claramente en el bando nacional, pero lo hace con más sutileza de la que cabría esperar de una película falangista del año 42
La película, que adolece de una cierta irregularidad en su desarrollo y de olvidarse durante un buen rato del personaje de Miguel tiene sin embargo unas cuantas virtudes maravillosas. Como la excelente escena hacia el principio en la que se observa un grupo de parlamentarios con los ojos cerrados o la escena en la que aparece un vaso sobreimpresionado que se va llenando hasta desbordar (se entiende que es una metáfora del clima que vivieron las derechas en esas últimas fechas de la segunda república), o la aparición de un soldado con la bandera falangista rasgando la pantalla. Estos son solo unos ejemplos del atrevimiento y la originalidad en ciertos aspectos formales de la película.
Por otro lado llama la atención que la película, da en mi opinión una visión parcial como no podía ser de otra forma, pero en absoluto malintencionadamente tendenciosa de la Guerra Civil. Es de destacar como sabe presentar matices de humanidad en los “rojos” y sobre todo, y quizás este es lo que valió que la censurasen, presenta un alegato no tanto contra la pena de muerte como he leído, como contra la deshumanización que se da cuándo predominan el odio y la guerra. Desde luego por su tono pesimista esta película está muy lejos de ser una exaltación de la “gloriosa cruzada” aunque también se posicione claramente en el bando nacional, pero lo hace con más sutileza de la que cabría esperar de una película falangista del año 42
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A destacar, los toques de ideario netamente falangista, como ese desprecio latente a la acomodada burguesía y la bellísima al tiempo que oscura secuencia final, donde Miguel descubre el cadáver de Luisa, y lo besa con un cariño y una pena infinitas, y justo después tras mirar un cartel de la CNT contra la pena de muerte, (que a mi me parece más una crítica a la hipocresía de dicha organización que una crítica contra la pena de muerte, la película no llega ni de lejos a esos extremos de crítica al sistema en mi opinión) dispara contra varios milicianos hasta que es abatido, cae con los brazos en cruz. Esta última parte, la del tiroteo quizás sea limitada técnicamente, pero la escena anterior y la muerte del protagonista le dan una gran carga emocional.
Tampoco puedo evitar acordarme de los bellísimos planos de la checa de fomento, todo un alarde formal la manera de mostrarlos como si no hubiera cámaras.
Tampoco puedo evitar acordarme de los bellísimos planos de la checa de fomento, todo un alarde formal la manera de mostrarlos como si no hubiera cámaras.
1 de mayo de 2011
1 de mayo de 2011
21 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraordinaria película española de año 42 ante la cual uno no puede hacer otra cosa que quitarse el sombrero por varios motivos: la ambición técnica aún a pesar de la escasez de medios y, sobre todo, el simbolismo y las temáticas tratadas a lo largo del film. Además cuenta con la actuación de una de las mejores actrices españolas de la historia, la bella Conchita Montenegro, una mujer de postín que pone de manifiesto sus virtudes en la película de Carlos Arévalo.
El falangismo, como todo movimiento fascista, aunó en su seno una línea radical, más cercana a los valores tradicionales de la izquierda obrera (hablaban de reforma agraria, igualdad social, derechos laborales, etc.) que a los de las conservadoras élites tradicionales que se sirvieron de él para encumbrarse al poder durante y tras la guerra civil que asoló España. Precisamente Carlos Arévalo pertenecía a esta rama del movimiento roji-negro y su película no es más que una denuncia contra las bases mismas del régimen que lleva a cabo un repaso por los últimos veinte años de historia del país, tanto es así que murió devorada por la crítica y fue condenada al ostracismo en los sotanos de la Filmoteca Nacional. Sea como fuere esta es una cinta para gente que ha indagado en y comprendido los entresijos de la España de los primeros cuarenta años del siglo XX. Si no la mejor una de las mejores películas en el tratamiento de la guerra civil, pues huye de todos los convencionalismos, maniqueismos e "ismos" en general para ofrecernos una visión radical y única que merece la pena conocer.
Merece la pena comentar algunas de las claves de una película que empieza con un manifiesto que nos situa en el año 1921, año del Desastre militar de Annual en la guerra colonial de Marruecos, cumbre del "egoismo, debilidad y desacierto" de las élites político-económicas tradicionales de la Restauración. Al tiempo que leemos el manifiesto que hablad de "La noche, roja de sangre y negra de odio" que cayó sobre el pueblo español, de fondo vemos la gota que colma el vaso, metáfora hermosamente reflejado por una enorme copa de agua que se desborda con violencia. La película no deja títere con cabeza, por ello no duda en realizar una ácida crítica contra la guerra de Marruecos, cuna de los generales africanistas que más tarde desolarían el país a su paso sembrando la injusticia, los Mola, Yagüe o Franco, por citar algunos de los más "ilustres". Al final de la primera parte, "La mañana", en una sucesión de imágenes vemos a una mujer gritar en el momento en que le presentan a la criatura que acaba de parir, como si fuera consciente de que arrojar una vida al mundo es condenarla a una muerte atroz.
Los puntos de vista de la joven pareja de protagonistas, Luisa y Miguel, van a entrar cada vez más en abierto conflicto, una muestra de hasta qué punto la cesura representada por la brutal guerra civil pudo llegar a suponer la división de familias, comunidades de vecinos, pueblos, cuadrillas de amigos, etc.
El falangismo, como todo movimiento fascista, aunó en su seno una línea radical, más cercana a los valores tradicionales de la izquierda obrera (hablaban de reforma agraria, igualdad social, derechos laborales, etc.) que a los de las conservadoras élites tradicionales que se sirvieron de él para encumbrarse al poder durante y tras la guerra civil que asoló España. Precisamente Carlos Arévalo pertenecía a esta rama del movimiento roji-negro y su película no es más que una denuncia contra las bases mismas del régimen que lleva a cabo un repaso por los últimos veinte años de historia del país, tanto es así que murió devorada por la crítica y fue condenada al ostracismo en los sotanos de la Filmoteca Nacional. Sea como fuere esta es una cinta para gente que ha indagado en y comprendido los entresijos de la España de los primeros cuarenta años del siglo XX. Si no la mejor una de las mejores películas en el tratamiento de la guerra civil, pues huye de todos los convencionalismos, maniqueismos e "ismos" en general para ofrecernos una visión radical y única que merece la pena conocer.
Merece la pena comentar algunas de las claves de una película que empieza con un manifiesto que nos situa en el año 1921, año del Desastre militar de Annual en la guerra colonial de Marruecos, cumbre del "egoismo, debilidad y desacierto" de las élites político-económicas tradicionales de la Restauración. Al tiempo que leemos el manifiesto que hablad de "La noche, roja de sangre y negra de odio" que cayó sobre el pueblo español, de fondo vemos la gota que colma el vaso, metáfora hermosamente reflejado por una enorme copa de agua que se desborda con violencia. La película no deja títere con cabeza, por ello no duda en realizar una ácida crítica contra la guerra de Marruecos, cuna de los generales africanistas que más tarde desolarían el país a su paso sembrando la injusticia, los Mola, Yagüe o Franco, por citar algunos de los más "ilustres". Al final de la primera parte, "La mañana", en una sucesión de imágenes vemos a una mujer gritar en el momento en que le presentan a la criatura que acaba de parir, como si fuera consciente de que arrojar una vida al mundo es condenarla a una muerte atroz.
Los puntos de vista de la joven pareja de protagonistas, Luisa y Miguel, van a entrar cada vez más en abierto conflicto, una muestra de hasta qué punto la cesura representada por la brutal guerra civil pudo llegar a suponer la división de familias, comunidades de vecinos, pueblos, cuadrillas de amigos, etc.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Carlos Arévalo destacará con maestría la despreocupación de las clases medias-altas, egoistas y entregadas tan sólo a su propio beneficio personal como credo (fantástica escena en que un individuo que parece un banquero dice: "Lo que hay que hacer es poner mano dura y que nos dejen ganar honradamente nuestro dinerito, mi dinerito, mi dinerito"). Llegará a comparar la política liberal con un auténtico teatro donde las mayorías son cheques en blanco para los individuos que las ostentan (mítica imagen de las simuladas cortes en que vemos a un político decir: "nosotros somos los más y por eso tenemos razón"). Las élites políticas de la preguerra son presentadas como ciegas ante la realidad, aisladas y despreocupadas, incapaces de entender los problemas que aquejan a la sociedad.
El inicio de la guerra civil queda destacado por un golpe de espada asestado por un legionario (paradigma del africanismo), lo cual sirve como cortinilla para dar inicio a toda una serie de escenas bélicas. A partir de ahí empieza "La noche", tercera parte del film, una noche que para muchos españoles duró décadas. Sea como fuere lo que vamos a ver aquí va a ser aquella mítica quintacolumna de la que tanto se habló durante la guerra civil en Madrid que nunca existió como una oposición real que pudiera hacer daño, sino que fue un instrumento de movilización para mantener a la población alerta. El clima de terror que se apoderó de todos aquellos que tenían algo que temer de los nuevos dueños y señores de la ciudad queda bien reflejado por la madre de Luisa (hay una escena genial en la que tanto ella como su hija se estremecen ante el paso de un vehículo a motor por la calle que, dada su escasez a causa de las requisas por la guerra sólo podía ser un transporte encargado de las detenciones, por lo general llevadas a cabo de noche).
Lo más importante de todo es esa huida de los convencionalismos: los derrotados eran tan humanos como los vencedores, sólo que sus puntos de vista eran diferentes (muchas veces, como demuestra el caso de Luisa y Miguel, más de forma que de contenido). Así es puesto de manifiesto en la discusión de los milicianos sobre los medios para lograr la revolución, momento en que Miguel toma conciencia de la locura a la que ha llevado la guerra: el individuo es obligado a someterse al juicio de los que ordenan y a las condiciones que parecen imponer las circunstancias. El dramático final en la pradera de San Isidro, donde se encontrará ante los cuerpos de los fusilados por sus camaradas - entre los que está el de Luisa -, acaba con un viejo mural de la CNT-FAI que dice: "Manifestaos contra la pena de muerte" mientras el director dispone un fundido con imagenes de fusilamientos. Miguel observa que no sólo han traicionado sus ideales políticos, sino su propia condición humana al descender a los infiernos de la violencia: un recordatorio velado a la Ley de Responsabilidades Políticas que permaneció en vigor hasta el año 69.
El inicio de la guerra civil queda destacado por un golpe de espada asestado por un legionario (paradigma del africanismo), lo cual sirve como cortinilla para dar inicio a toda una serie de escenas bélicas. A partir de ahí empieza "La noche", tercera parte del film, una noche que para muchos españoles duró décadas. Sea como fuere lo que vamos a ver aquí va a ser aquella mítica quintacolumna de la que tanto se habló durante la guerra civil en Madrid que nunca existió como una oposición real que pudiera hacer daño, sino que fue un instrumento de movilización para mantener a la población alerta. El clima de terror que se apoderó de todos aquellos que tenían algo que temer de los nuevos dueños y señores de la ciudad queda bien reflejado por la madre de Luisa (hay una escena genial en la que tanto ella como su hija se estremecen ante el paso de un vehículo a motor por la calle que, dada su escasez a causa de las requisas por la guerra sólo podía ser un transporte encargado de las detenciones, por lo general llevadas a cabo de noche).
Lo más importante de todo es esa huida de los convencionalismos: los derrotados eran tan humanos como los vencedores, sólo que sus puntos de vista eran diferentes (muchas veces, como demuestra el caso de Luisa y Miguel, más de forma que de contenido). Así es puesto de manifiesto en la discusión de los milicianos sobre los medios para lograr la revolución, momento en que Miguel toma conciencia de la locura a la que ha llevado la guerra: el individuo es obligado a someterse al juicio de los que ordenan y a las condiciones que parecen imponer las circunstancias. El dramático final en la pradera de San Isidro, donde se encontrará ante los cuerpos de los fusilados por sus camaradas - entre los que está el de Luisa -, acaba con un viejo mural de la CNT-FAI que dice: "Manifestaos contra la pena de muerte" mientras el director dispone un fundido con imagenes de fusilamientos. Miguel observa que no sólo han traicionado sus ideales políticos, sino su propia condición humana al descender a los infiernos de la violencia: un recordatorio velado a la Ley de Responsabilidades Políticas que permaneció en vigor hasta el año 69.
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