Anne with an ESerie
2017 

Moira Walley-Beckett (Creadora), Niki Caro ...
7,7
4.373
Serie de TV. Drama
Serie de TV (2017-2019). 3 temporadas. 27 episodios. Anne Shirley es una niña huérfana adoptada por dos hermanos que viven en un pequeño pueblo pesquero a principios del siglo XX. (FILMAFFINITY)
15 de mayo de 2017
15 de mayo de 2017
51 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
No creo que sea muy atractivo el tema de una niña en una granja, pero así seas un tipo duro que solo te gusta Tarantino y películas de acción, esta serie te tocará. Te conmovera, lloraras y te reirás, con las ocurrencias de esta niña, y eso sucede porque todos en el fondo no somos insensibles.
La interpretación de la niña y cada uno de los personajes es muy buena, la fotografía es increíble, bellísimos paisajes, y la música que acompaña también es notable. La historia es sencilla pero van ocurriendo varias cosas. En general es una buena pausa para tanta serie de policía, ciencia ficción y drama.
La interpretación de la niña y cada uno de los personajes es muy buena, la fotografía es increíble, bellísimos paisajes, y la música que acompaña también es notable. La historia es sencilla pero van ocurriendo varias cosas. En general es una buena pausa para tanta serie de policía, ciencia ficción y drama.
16 de mayo de 2017
16 de mayo de 2017
46 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanto esta serie...algo inesperado y diferente. Creo que soy un "serieadicto" y esta me la zampe de una sentada...hacia muco tiempo que no hacia esto. Sensibilidad y sencillez a raudales con una actuación estelar de la niña que interpreta a Ana que trasmite de una forma increíble . Luego incluso anime con la película de 1985 que también es muy buena y amplia el tiempo de la serie y para rematar he metido un hueco en mis lecturas los libros de Lucy Maud Montgomery.
No os la perdáis.
No os la perdáis.
22 de mayo de 2018
22 de mayo de 2018
34 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he leído “Ana de Tejas Verdes”. Es una historia muy de mi generación, pero una historia de chicas. Y los chicos no leíamos historias de chicas. Así hemos salido. Afortunadamente he visto esta serie, esta maravillosa serie. Es hermosa, inteligente, sensible, dura y alegre... Y triste. Una historia que te llega al alma. Me he emocionado mucho con esta chica de labia fácil y sentimientos a flor de piel. “Voy a ser la heroína de mi propia historia” dice la chica pelirroja en un momento dado, Desde luego es mi heroína. Y me doy mil gracias a mi mismo por haberme dado la oportunidad de haber visto esta serie, ahora que ya peino canas y ya puedo ver “una historia de chicas” sin que me importe que me miren raro.
21 de noviembre de 2019
21 de noviembre de 2019
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para acentuar la tragedia (evocando a la mismísima Ana) iba a titular la crítica "Reina de las Hadas en un mundo de basura", pero luego pensé que no era justo; no todo lo que le pasa al personaje es malo. Lo desarrollo más en el spoiler... por favor, ¡leedlo!
Es sorprendente cómo una historia escrita hace más de 100 años sigue apuntando como una flecha al corazón, y emocionándonos pese a conocerla casi al dedillo. Ayuda una genial realización e interpretación de los actores, pero sobre todo me arrodillo ante Lucy Maud Montgomery, escritora de las novelas originales, que aunque aún no he leído -pero lo haré- deduzco que ya tienen los matices y conflictos necesarios para hacer de ésta una buenísima historia. En parte me recuerda a Frances Hodgson Burnett (autora de "El jardín secreto"; que en este caso sí lo leí, y en su idioma original), otra "iluminada" por la fuerza de la narrativa... ¡rendíos ante ellas y no las olvidéis!
Lo que aporta esta adaptación respecto a la de los 80 (también muy buena), es un desarrollo más pausado y con más matices y licencias narrativas (especialmente la temporada dos). Los flashbacks de los abusos de la protagonista y sus primeros pasos en Avonlea parece que acuden para recordarle que no tiene ningún motivo para ser feliz, y sin embargo, lo es, lo intenta. En efecto es un poco más dura que la de los 80 (sin pasarse), y debe serlo ya que uno de los temas de la serie es la diferencia entre el bien y el mal, lo que la sociedad dicta como correcto y lo que no.
Y os dejo aquí, para volverlo a recordar, el genial párrafo de Jane Eyre que se cita en un capítulo (tengo overbooking de lecturas pendientes, pero esta "archirreferenciada" novela la voy a empezar hoy):
"Recordé entonces que el mundo real era inmenso, y que había una gran variedad de esperanzas y temores, de sensaciones y emociones que esperaban a los que tenían el valor de salir a él, de buscar un verdadero conocimiento de la vida entre sus peligros."
Continúo en el spoiler:
Es sorprendente cómo una historia escrita hace más de 100 años sigue apuntando como una flecha al corazón, y emocionándonos pese a conocerla casi al dedillo. Ayuda una genial realización e interpretación de los actores, pero sobre todo me arrodillo ante Lucy Maud Montgomery, escritora de las novelas originales, que aunque aún no he leído -pero lo haré- deduzco que ya tienen los matices y conflictos necesarios para hacer de ésta una buenísima historia. En parte me recuerda a Frances Hodgson Burnett (autora de "El jardín secreto"; que en este caso sí lo leí, y en su idioma original), otra "iluminada" por la fuerza de la narrativa... ¡rendíos ante ellas y no las olvidéis!
Lo que aporta esta adaptación respecto a la de los 80 (también muy buena), es un desarrollo más pausado y con más matices y licencias narrativas (especialmente la temporada dos). Los flashbacks de los abusos de la protagonista y sus primeros pasos en Avonlea parece que acuden para recordarle que no tiene ningún motivo para ser feliz, y sin embargo, lo es, lo intenta. En efecto es un poco más dura que la de los 80 (sin pasarse), y debe serlo ya que uno de los temas de la serie es la diferencia entre el bien y el mal, lo que la sociedad dicta como correcto y lo que no.
Y os dejo aquí, para volverlo a recordar, el genial párrafo de Jane Eyre que se cita en un capítulo (tengo overbooking de lecturas pendientes, pero esta "archirreferenciada" novela la voy a empezar hoy):
"Recordé entonces que el mundo real era inmenso, y que había una gran variedad de esperanzas y temores, de sensaciones y emociones que esperaban a los que tenían el valor de salir a él, de buscar un verdadero conocimiento de la vida entre sus peligros."
Continúo en el spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Los primeros minutos de la temporada dos, con Ana regalando una concha a un árbol, asombrándose con la belleza de las mariposas entre sus dedos y dirigiendo una orquesta sinfónica con los seres del bosque (para después caer, con una sonrisa, a un río) son de lo más romántico que he visto nunca en televisión. Las historias deben estar plagadas de conflictos para ser más ricas, pero, ¿por qué no regalar también a los personajes momentos de disfrute?
Ana, y su especial romance con las palabras (porque ella siempre ha sido, es y será escritora, aunque no escriba ningún libro), despliega sus rayos de luz por el pueblo, y ablanda el corazón de los emocionalmente ineptos -pero de buenas intenciones- Matthew y Marilla. La "basura" (como decía al principio de la crítica) intenta seguir imponiendo su olor hasta el final de la temporada dos, pero los personajes que han visto la luz, como no podía ser de otra forma, se reivindican contra ella, defendiendo a la profesora "moderna" y claudicando ante Ana. Porque cuando alguien demuestra que sabe dónde va, el mundo entero se aparta para dejarlo pasar. El mundo es un lugar cruel, pero aquí hay muchos personajes de los que enamorarse.
Se me han puesto los ojos llorosos en muchas escenas de la serie, como cuando Matthew construye una valla alrededor del cobertizo de las gallinas para no tener que usar la trampa del zorro y romper el corazón de Ana. O como cuando el compañero gay de Ana está al borde de un acantilado, quizás a punto de saltar, diciendo que el mundo no es un lugar para él, y ella, que entiende perfectamente lo que siente, le abraza con las palabras: "lo que importa no es lo que el mundo te depare, sino lo que le aportas, y tú le aportas mucho". Se ha criticado bastante que se incluyan tantas tramas de homosexualidad en la serie, y yo me pregunto; ¿es que a principio del siglo XX no había gays ni lesbianas? Yo agradezco que en una serie sobre la vida, se incluyan cuantos más prismas mejor. Vale que la resolución de esas historias no sea demasiado verosímil con cómo era la sociedad entonces, pero qué van a hacer, también hay que "educar" a la gente de hoy día, porque el tema aún no está 100% asumido. Además aquí está bien traído, porque es una historia acerca de reivindicar lo que eres, y hacerte un respetado lugar como tal.
El capítulo con el que sí que lloré a moco tendido es cuando Ana va con sus amigos a una fiesta en casa de la "moderna y progre" tía Josephine en la ciudad, y al volver se encuentra a Marilla enferma en la cama (en lo que parece ser un principio de Alzheimer). Con respeto y la admiración de ésta, le cuenta lo que ha vivido -para ella una aventura-, y le coloca una preciosa corona de flores que le ha traído de la fiesta. "Ahora me siento mejor", responde Marilla.
Ana, y su especial romance con las palabras (porque ella siempre ha sido, es y será escritora, aunque no escriba ningún libro), despliega sus rayos de luz por el pueblo, y ablanda el corazón de los emocionalmente ineptos -pero de buenas intenciones- Matthew y Marilla. La "basura" (como decía al principio de la crítica) intenta seguir imponiendo su olor hasta el final de la temporada dos, pero los personajes que han visto la luz, como no podía ser de otra forma, se reivindican contra ella, defendiendo a la profesora "moderna" y claudicando ante Ana. Porque cuando alguien demuestra que sabe dónde va, el mundo entero se aparta para dejarlo pasar. El mundo es un lugar cruel, pero aquí hay muchos personajes de los que enamorarse.
Se me han puesto los ojos llorosos en muchas escenas de la serie, como cuando Matthew construye una valla alrededor del cobertizo de las gallinas para no tener que usar la trampa del zorro y romper el corazón de Ana. O como cuando el compañero gay de Ana está al borde de un acantilado, quizás a punto de saltar, diciendo que el mundo no es un lugar para él, y ella, que entiende perfectamente lo que siente, le abraza con las palabras: "lo que importa no es lo que el mundo te depare, sino lo que le aportas, y tú le aportas mucho". Se ha criticado bastante que se incluyan tantas tramas de homosexualidad en la serie, y yo me pregunto; ¿es que a principio del siglo XX no había gays ni lesbianas? Yo agradezco que en una serie sobre la vida, se incluyan cuantos más prismas mejor. Vale que la resolución de esas historias no sea demasiado verosímil con cómo era la sociedad entonces, pero qué van a hacer, también hay que "educar" a la gente de hoy día, porque el tema aún no está 100% asumido. Además aquí está bien traído, porque es una historia acerca de reivindicar lo que eres, y hacerte un respetado lugar como tal.
El capítulo con el que sí que lloré a moco tendido es cuando Ana va con sus amigos a una fiesta en casa de la "moderna y progre" tía Josephine en la ciudad, y al volver se encuentra a Marilla enferma en la cama (en lo que parece ser un principio de Alzheimer). Con respeto y la admiración de ésta, le cuenta lo que ha vivido -para ella una aventura-, y le coloca una preciosa corona de flores que le ha traído de la fiesta. "Ahora me siento mejor", responde Marilla.
4 de junio de 2017
4 de junio de 2017
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha conquistado totalmente.
Y eso que al principio no quería.
El tópico, el de siempre, el que huele a rancio, de niña sabihonda viviendo con ancianos estirados a los que no cae demasiado bien, era una especie de amenaza sobre la ingenua naturaleza de esta serie.
Y al final Anne me ha ido ganando, como a todos, sin parar de hablar, desafiando dura rutina con fresca inocencia.
Dejando claro que, si no disfrutamos lo que tenemos, es porque no queremos.
'Anne', como digo, corre el riesgo de quedarse en mera recolección de tópicos rurales e infantiles.
Pero a medida que se aproxima el ecuador de la temporada queda claro que esos riesgos se han corrido conscientemente: porque de otra manera no se habría podido profundizar en la vida de esta tierna muchachita, camino a ser una mujer, y el impacto que dicho viaje marca en todos los que la rodean.
Al principio, la desatada charla de Anne es una amenaza para la tranquilidad que reina en Tejas Verdes, una tranquilidad polvorienta y decadente, que se ha ido asentando por lo que parecen siglos, y que ha infectado el modo de vida de Marilla y Matthew sin que estos hayan hecho intento de rechazarla. En Tejas Verdes eres útil o no lo eres, no hay más.
Anne podría haberse dado cuenta de eso, y haberse comportado de otra manera, pero esta serie no olvida que se trata de una niña: tan sólo una niña, con una cabeza hinchada de fantasías e historias que pueden hacerla miserable al contraste con la realidad, pero que a la vez le salvan la vida. No hay penas que aguantar cuando te crees la independiente princesa Cordelia, y tus pecas y pelo rojo no le importan a nadie.
Todo lo contrario pasa cuando sale al mundo, a la escuela, y esas mismas pecas y pelo rojo la hacen blanco de burlas injustas e hirientes, fruto de una época que aún no sabía cómo tratar con el floreciente páramo de la niñez, a no ser que fuera con severidad y silencio. Diana y Gilbert ven la nobleza de Anne, su luz, sus imparables ganas de aportar, y corren tras su estela, pese a que las convenciones sociales les impidan unirse a ella.
Poco a poco, Anne se convierte en la mártir de todas las represiones imperantes, en un lienzo sobre el que resaltar insidiosamente todo lo que está mal, aquello que merecería ser apartado de "lo normal" y juzgado con el ostracismo y la ignorancia.
Pero ella no se deja tumbar tan fácilmente, por muy flacucha que pueda parecer.
Aprende de sus errores, sin enmascararlos. Mantiene su forma de ser, sin cambiarla por vergüenza. Y corre riesgos, sabiendo que debe esforzarse más porque no la van a reconocer.
Sucede entonces sin que te des cuenta, algo extraordinario: llega el momento en que Marilla y Matthew son los que parecen perdidos frente a Anne, como si la creciente madurez de esta última estuviera borrando sus carcasas de adultos responsables y sensatos, que olvidaron el calor de un amor naciente o la pasión de una promesa juvenil.
La perspectiva de otro triste año en Tejas Verdes se esfuma, y da paso a la posibilidad de reparar errores, de lavar conciencias o filtrar tristezas. Todo por esa dulce, deliciosa Anne, que se ha olvidado de poner un impuesto a su cariño y amistad, plantando el ejemplo para que todos dejen de hacerlo.
La vida no es fácil ni simple, pero más complicada sería si nunca pudiéramos mostrar que nos equivocamos, que nos duele lo que callamos y cuando nos sentimos rechazados.
Todas esas cosas que, por miedo o presión social, acabamos enterrando bien hondo, cometiendo el error de pensar que nunca hemos estado solos, e impidiendo a los que lo necesitan pensar que no está mal sentirse así.
Eso, claro está, sería hasta que llegue una Anne cualquiera, desarmando nuestra coraza de miedos y demostrando que está bien vivir la vida como si de verdad pudieras disfrutar de ella.
El verano ha pasado, y se acerca el invierno.
Solo que, por primera vez, no parece que vaya a ser una estación fría.
Y eso que al principio no quería.
El tópico, el de siempre, el que huele a rancio, de niña sabihonda viviendo con ancianos estirados a los que no cae demasiado bien, era una especie de amenaza sobre la ingenua naturaleza de esta serie.
Y al final Anne me ha ido ganando, como a todos, sin parar de hablar, desafiando dura rutina con fresca inocencia.
Dejando claro que, si no disfrutamos lo que tenemos, es porque no queremos.
'Anne', como digo, corre el riesgo de quedarse en mera recolección de tópicos rurales e infantiles.
Pero a medida que se aproxima el ecuador de la temporada queda claro que esos riesgos se han corrido conscientemente: porque de otra manera no se habría podido profundizar en la vida de esta tierna muchachita, camino a ser una mujer, y el impacto que dicho viaje marca en todos los que la rodean.
Al principio, la desatada charla de Anne es una amenaza para la tranquilidad que reina en Tejas Verdes, una tranquilidad polvorienta y decadente, que se ha ido asentando por lo que parecen siglos, y que ha infectado el modo de vida de Marilla y Matthew sin que estos hayan hecho intento de rechazarla. En Tejas Verdes eres útil o no lo eres, no hay más.
Anne podría haberse dado cuenta de eso, y haberse comportado de otra manera, pero esta serie no olvida que se trata de una niña: tan sólo una niña, con una cabeza hinchada de fantasías e historias que pueden hacerla miserable al contraste con la realidad, pero que a la vez le salvan la vida. No hay penas que aguantar cuando te crees la independiente princesa Cordelia, y tus pecas y pelo rojo no le importan a nadie.
Todo lo contrario pasa cuando sale al mundo, a la escuela, y esas mismas pecas y pelo rojo la hacen blanco de burlas injustas e hirientes, fruto de una época que aún no sabía cómo tratar con el floreciente páramo de la niñez, a no ser que fuera con severidad y silencio. Diana y Gilbert ven la nobleza de Anne, su luz, sus imparables ganas de aportar, y corren tras su estela, pese a que las convenciones sociales les impidan unirse a ella.
Poco a poco, Anne se convierte en la mártir de todas las represiones imperantes, en un lienzo sobre el que resaltar insidiosamente todo lo que está mal, aquello que merecería ser apartado de "lo normal" y juzgado con el ostracismo y la ignorancia.
Pero ella no se deja tumbar tan fácilmente, por muy flacucha que pueda parecer.
Aprende de sus errores, sin enmascararlos. Mantiene su forma de ser, sin cambiarla por vergüenza. Y corre riesgos, sabiendo que debe esforzarse más porque no la van a reconocer.
Sucede entonces sin que te des cuenta, algo extraordinario: llega el momento en que Marilla y Matthew son los que parecen perdidos frente a Anne, como si la creciente madurez de esta última estuviera borrando sus carcasas de adultos responsables y sensatos, que olvidaron el calor de un amor naciente o la pasión de una promesa juvenil.
La perspectiva de otro triste año en Tejas Verdes se esfuma, y da paso a la posibilidad de reparar errores, de lavar conciencias o filtrar tristezas. Todo por esa dulce, deliciosa Anne, que se ha olvidado de poner un impuesto a su cariño y amistad, plantando el ejemplo para que todos dejen de hacerlo.
La vida no es fácil ni simple, pero más complicada sería si nunca pudiéramos mostrar que nos equivocamos, que nos duele lo que callamos y cuando nos sentimos rechazados.
Todas esas cosas que, por miedo o presión social, acabamos enterrando bien hondo, cometiendo el error de pensar que nunca hemos estado solos, e impidiendo a los que lo necesitan pensar que no está mal sentirse así.
Eso, claro está, sería hasta que llegue una Anne cualquiera, desarmando nuestra coraza de miedos y demostrando que está bien vivir la vida como si de verdad pudieras disfrutar de ella.
El verano ha pasado, y se acerca el invierno.
Solo que, por primera vez, no parece que vaya a ser una estación fría.
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