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La estrella azul

Drama Años 90. Mauricio Aznar, un famoso rockero español recorre Latinoamérica buscando reencontrarse con su vocación dejando atrás el fantasma de la adicción. Allí conoce a Don Carlos, un anciano músico en horas bajas que, a pesar de ser autor de algunas de las canciones más famosas del folclore de su país, apenas consigue pagar sus facturas. Carlos acoge con generosidad al extraño visitante y de su encuentro nace un extravagante dúo quijotesco. [+]
Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
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9
3 de octubre de 2023
166 de 189 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me animo a comentar esta película porque no ha habido nadie que lo haya hecho hasta ahora aquí y es de justicia. Y porque desde hoy entra a formar parte de ese póker musical reciente formado por Once de John Carney, Searching for Sugar Man de Malik Bendjelloul y Whiplash de Damien Chazelle que me han marcado.

Lo digo desde el principio: para mí fue la revelación del Zinemaldia (Festival de San Sebastián) de 2023. Ni Wim Wenders, ni Bayona, ni Erice, ni Fincher, ni siquiera la ganadora de la Palma de Oro (Triet) lograron lo que La estrella azul hizo: emocionarme y sorprenderme plenamente como espectador con una obra novel como esta.

La programaron en la sección "New Directors". ¡Qué corto de mira tiene que ser el equipo de selección del Festival para no haberla metido en la Oficial! Tal vez si el director se hubiera cambiado de sexo...

Al coproductor, Simón de Santiago, le ha caído la lotería, porque encontrar con un guion como este es "de esos guiones que lees pocas veces en la vida", afirmó en una entrevista en el Zinemaldia. Y doy fe que es así.

La estrella azul la pude ver en el Teatro Principal de San Sebastián. Y doy fe de que de las 33 películas que me comí, esta es junto con La sociedad de la nieve y Cerrar los ojos, las que obtuvieron una mayor ovación por el público. Dejo aparte, por razones obvias, las proyecciones donde el director y el plantel artístico estuvieron presentes en la proyección.

El novel Javier Macipe es zaragozano y, a pesar de ser su ópera prima, La estrella azul muestra una puesta en escena propia de un director maduro, sin ínfulas de cine de autor estomagantes, que sabe cómo dirigir a actores (de Goya Pepe Lorente y el que hace de su hermano, Marc Rodríguez); un cine lleno de veracidad y dramatismo, pero que como buen maño -al igual que Luis Buñuel- impregna la historia de una socarronería que te hace amar a los hermanos protagonistas.

Pepe Lorente interpreta a Mauricio, un rockero de los años 90. La escena inicial es tan buena que no sabes a ciencia cierta si ese que está subido en el escenario pertenece o no a una banda de rock auténtica, si el personaje que interpreta existió o no. Ese es el logro de Macipe, hacerte creer que todo tiene una base real. Y sin desvelar nada, algo de eso tiene como lo demuestra el final. La ficción y la realidad están cosidas de un modo milagroso, es como la prenda con su forro. Macipe llegado el momento muestra el forro, las costuras. Y sorprende y emociona gratamente. Porque no hay nada artificioso, que chirríe, que esté impostado. Es lo mismo que busca el cantante de rock: la autenticidad.

La historia está divida en tres partes: Zaragoza, viaje a Santiago del Estero (Argentina) y vuelta a su ciudad natal. En su viaje sanador a Santiago, asistimos junto a Mauricio a la impregnación de una música -canción y baile- llamada la chacarera. La oímos y la bailamos a pesar de estar sentados en la butaca. La presencia de Don Carlos, un anciano autor de hermosas composiciones chacareras y el recibimiento que le da, hace que esta parte sea hermosísima, pues asistimos a una sanación del alma -al menos, como dice Mauricio, "me has hecho salir del fondo en el que estaba"- y somos, además, copartícipes del milagro de su formación en el guitarreo de las chacareras y de la creación musical.

La vuelta no está exenta de realismo duro. Mauricio tendrá que afrontar de nuevo sus demonios. ¿Sabrá vencerlos o alguien arrojará la toalla al verle noqueado en el último asalto de su vida?

Tendrán que verla para averiguarlo. Lo bueno de los artistas es que, aún abandonando el ring, siempre nos dejan su legado artístico. Y, créanme, Javier Macipe director ha empezado con esta magnífica obra a legarnos una película para la Historia.

Al tiempo.

https://lanocheamericanacine.blogspot.com/
9
15 de octubre de 2023
93 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues para mi gusto, la mejor película que he visto en el reciente Festival Internacional de Cine de Donostia/San Sebastián 2023. Bueno, quizás no la mejor, pero sí la que más me ha gustado.

Ya nos la había recomendado al grueso de los colegas acreditados, nuestro buen amigo Ramón. Él, maño por los cuatro costados, aunque residente desde hace ya bastante tiempo en Guadalajara, nos dijo que conoció en su día al hermano de Mauricio, el personaje del que se habla, y que se había emocionado hasta llegar al llanto en su parte final. El resto nos miramos como diciendo: ¡Qué exagerado!. Pero no, lo comprobamos.

Y es que se trata de un film sencillamente mágico. Una coproducción entre España y Argentina, realizada con mucho cariño hacia los personajes retratados y su mundo.

Varios géneros, confluyendo magníficamente, el musical, el biográfico, el drama, la comedia (tiene sus buenos toques de humor), el costumbrismo de una época ya pasada en años, pero que todavía se conserva (en Argentina).

Una cinta muy entretenida, conmovedora a veces, muy dura en otras, siempre honesta para con los personajes y el espectador, que le hace sentir vivo y le acompaña por un camino bello, difícil, doloroso, melancólico y vital.

Va ganando al espectador según pasan los minutos y así, en Donostia, fue la película más aplaudida, con ovaciones entregadas, fervorosas, emocionadas.

De verdad, una cinta para no perdérsela, que te inspira y hace vibrar.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/
9
25 de febrero de 2024
75 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Años 90; Mauricio Aznar, un exitoso rockero zaragozano, no está bien con su vida, su pareja, sus drogas, su música, su público… En busca de un quiebre, se marcha a la Argentina para imbuirse de nuevos sonidos y otros aires. Y así conoce a Carlos Carabajal, el padre de la chacarera, que le adopta como alumno en su casa y entre su familia.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Mi visionado estuvo marcado por diferentes aspectos, que sin ningún género de dudas, restan objetividad a mi juicio.

Para empezar, acudía virgen de cualquier noción sobre la historia real en que se basa la narración. No solo eso: ni siquiera era consciente de que estaba viendo una trama basada en hechos reales, desconocía que el tal Mauricio vivió y coleó, y que este viaje en el que le acompañamos se produjo realmente. Durante la proyección, claro está, fui entendiendo que tenía ante mí un biopic, pero como no hay rótulos finales explicativos, tuve que consultar el asunto después para cerciorarme de que, efectivamente, acababa de asistir a un homenaje a un músico real.

Este desconocimiento no es la razón por la que me auto-descarto como fuente fiable para recomendar ‘La estrella azul’, o disuadir de su visionado. No creo que ahí radique una diferencia significativa. Lo que me invalida es, en primer lugar, el buenísimo día que tuve antes de ir al cine, que provocó que entrara en la sala un alma feliz, con las compuertas abiertas para inhalar una buena historia. Ojo: ha habido ocasiones en que una mala película ha sido capaz de agriarme un buen día… Pero han sido contadas; lo normal es que si entro happy, la película parta con ventaja. Además, Mauricio Aznar huye de sus pesares saltando el charco para aterrizar en la Argentina, y por ahí se vuelve a abollar mi objetividad, ya que estuve en Buenos Aires el verano pasado, y disfruté tanto que banco todo lo que proceda de allí. En realidad, la frase que suelta uno de los Carabajal («hay pocos gallegos aquí, solo los vemos en el cielo, yendo de Buenos Aires a Iguazú») me aguijonó, porque efectivamente yo no aproveché mi primera presencia en Latinoamérica para conocer algo del interior argentino. Pero un pedacito de mi corazón se quedó allí, y ése es un segundo motivo que contamina mi entrega absoluta a ‘La estrella azul’. Por último, hay otro factor que activa las alarmas sobre mi idoneidad prescriptora en este caso, y es lo profundo que me llegan las películas en las que la música juega un papel destacado. Tengo miles de razones por las que no me parecen siquiera comparables las experiencias de ver cine en pantalla grande o hacerlo en la tele de casa, pero una de las principales es ésa, la potencia sensorial que tiene la música cuando consumes una película en sala. Y claro, en el viaje que emprende un rockabilly para convertirse en cantor, en ese tránsito desde el guitarrista hasta el guitarrero, lo musical es protagónico, llevándome varias veces hasta el orgasmo sensorial. Quien no sienta esa pulsión hacia el maridaje cine-música no podrá encontrar esa recompensa en ‘La estrella azul’…

Hecha la advertencia, para eludir posibles responsabilidades, sigo adelante, y ya sin careta admito que Javier Macipe entra por la puerta grande en mí, y me gana para futuras propuestas. No le compro libra por libra todo lo que me vende (no soy fan de lo onírico o lo irreal, y algunas dosis de ello me intenta colar), pero sí me postro ante su pulso narrativo, ante la delicadeza con que lo cuenta todo, ante la atmósfera que genera, ante su pericia en hacia dónde apuntar su cámara, ante su exitosísimo casting… Me gusta mucho el aroma de su guiso, incluso pese a esos ingredientes que habría preferido apartar (lo meta-cinematográfico tampoco me seduce especialmente). Le considero, como diría el maestro Carabajal, un cineasta muy «llegador».

Simpatizo con el personaje protagonista desde el primer fotograma hasta el último, me cae bien, le entiendo… y termino sintiendo por él un cariño profundo. Desde la primera vez que escucho su voz (entiendo que esa grabación sobre la primera guitarra es del Mauricio real), estoy a gusto, y definitivamente me subo a su carro cuando le echa en cara a un asistente a su concierto en Zaragoza que le saque tantas fotos («A ver si se te acaba el carrete, que me siento un paisaje… ¿Acaso sacas fotos en el teatro?»). Me cuesta trabajo entender por qué la gente prefiere registrar en su móvil todo lo que vive, en vez de vivirlo, así que simpatizo mucho con este quijote a quien la actual era de los smartphones le habría resultado insufrible…

De las primeras andanzas del protagonista en Argentina me resultó muy familiar el trato con la gente de allí, ver cómo detectan en seguida su procedencia («¿cómo has sabido que era gallego, por mi cara o por mi forma de decir sí», le pregunta a una estanquera, y recuerdo que a mí también me sorprendía lo rápidamente que me calaban), y sobre todo esa sensación de que no te preguntan por compromiso, que de verdad les interesa de dónde vienes y qué haces aquí. En la provincia aún puede ser más comprensible, dada la escasez de turistas, pero durante mi semana porteña varias veces sentí, aún sabiendo que era imposible, que las preguntas sobre mi procedencia y el motivo de mi viaje no eran mero protocolo, sino interés sincero… Merced a esa hospitalidad argentina, tenemos a Mauricio en Santiago del Estero, presentándose en la villa de los Carabajal, para aprender del padre de la chacarera. Y comienza entonces un tramo de la película que disfruté de manera casi obscena, en el que no permanecía en la butaca, sino flotando por la sala. «Un santiagueño tiene nostalgia de su tierra incluso antes de marcharse», le dice Carlos a Mauricio. Y me di cuenta de que yo ya estaba empezando a añorar ‘La estrella azul’ antes incluso de terminar de verla. Me resulta difícil imaginar mejor alabanza para una película… incluso aunque la pronuncie alguien que se ha auto-invalidado como cronista fiable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No hace falta ser muy lince para deducir que Mauricio habría hecho bien en evitarse esa nostalgia, y quedarse en villa Carabajal, exprimiendo como una naranja a su adorable maestro, jugando con esa niña dibujante tan entrañable («¿por qué hablas tan raro»?), explorando posibilidades con la guapísima nieta, y festejando la música con esos otros hijos y sobrinos que, sin ninguna duda, forman parte de la categoría de músicos no malos, ni regulares, ni buenos, ni muy buenos, sino ‘hijos de puta’. Cuánto mejor estaba nuestro héroe allí, en Santiago, que de vuelta a la Zaragoza entregada a Michael Jackson, esa ciudad en la que tu novia te abandona, tus amigos desprecian tus relatos sobre el viaje, tu hermano descarrila, tu público se aburre con tus discursos, y nadie cree en la viabilidad comercial de tu sueño.

Ni siquiera la amargura que nos espera de vuelta a casa, y que alcanza grandes proporciones al otro lado de la puerta cerrada de casa, logran hundir mi ánimo. Con todo y con eso, salgo del cine en una nube, con el espíritu reconfortado. Estamos en febrero, y abrigo la convicción de que ya he visto mi película favorita de este 2024.
7
21 de febrero de 2024
48 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy interesante cómo Javier Macipe combina formas realistas con otras que casi rozan lo experimental. Por ejemplo, la magnífica secuencia que abre el primer acto de la película (una charla entre Mauricio y el público de su concierto) es cerrada con un inesperado desenlace onírico. Se trata de una secuencia creíble, evocadora y que transmite, gracias a la habilidad de Lorente por hacernos creer que está soltando el primer comentario que acude en su mente, auténticas ganas de encontrarnos entre el público. Además, también tiene una importante función contextualizadora (el hecho de que el cantante no sólo esté fumando sino que mencione la opinión peyorativa que empieza a extenderse sobre el tabaco -así como el tipo de comentarios que hace sobre el flirteo y el amor romántico- provocan una sacudida ideológica que nos obliga a situarnos en un escenario distinto del actual) y representa el primer contacto entre público y protagonista, revelando significativos aspectos sobre su carácter, sus preocupaciones y sus obsesiones.

Se trata, entonces, de una secuencia interesante por múltiplos aspectos, pero que desprende, en cualquier caso, altas dosis de realismo. De ahí lo sorprendente del hecho de que Macipe opte por terminarla con la intervención de un personaje onírico: la joven mujer que simbolizará la adicción a la heroína del protagonista. Una combinación entre realismo y experimento que sólo se dará en momentos muy puntuales, concretamente, en secuencias decisivas que, de un modo u otro, representaran puntos culminantes del viaje introspectivo de los personajes. Sin duda, una decisión que da buen resultado, tal vez porque el estilo de Macipe jamás pierde su textura cinematográfica: los encuadres, los colores, el cuidado tratamiento del sonido y los llamativos planos secuencia que componen dicha primera secuencia ya dejan constancia de una cuidada intervención por parte de todos los departamentos artísticos. Y ello adquiere especial mérito si recordamos la naturalidad que la película logra transmitir.

Esta naturalidad debe parte de su éxito al uso de los planos de larga duración, mediante los cuales el director expresa su respeto hacia la libertad de los personajes y permite el lucimiento de los actores. Es también gracias a ellos que podemos saborear la impactante caracterización que pesa sobre la actuación de Pepe Lorente (su verdadera forma de hablar resulta casi imperceptible), por más que el actor logre cargarla sin ningún tipo de exhibicionismo. De hecho, el resultado de su trabajo es creíble hasta el punto de que ni él ni su personaje dan ninguna muestra de pretender caer simpáticos: el interés del trabajo reside en el hecho de convencernos de que estamos conociendo a una persona real, con sus inquietudes, su irrefrenable necesidad de aprender y todas las contradicciones que esconde el evidente complejo del impostor que arrastra. Aspectos que la película nos deja entrever sin mostrar por completo, igual que el amor incondicional que podemos intuir entre los dos hermanos y que Macipe jamás nos permite observar desde primera fila.

Esta contención también la encontramos en el propio tono del relato, puesto que, a pesar de tratarse de una historia trágica, hay en ella un gran espacio para el optimismo. Especialmente en la parte del metraje dedicada al viaje por Argentina, una suerte de inmersión a nuevas tendencias tanto musicales como culturales que ayudan al cantante a salir de su propia celda mental. De hecho, es precisamente el estilo de vida que Maurucio descubrirá en este momento de la película el que impregnará toda la experiencia de un pequeño halo de esperanza. Acaso un modesto consuelo para la historia de un artista que decidió esquivar, para bien y para mal, aquella ventisca de fama que trató de embestirle.
10
26 de febrero de 2024
44 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Mauricio Aznar murió en octubre del año 2000 el proyecto en el que había puesto tanto empeño en los últimos seis años quedó suspendido bajo la tragedia. Desaparecía el poeta que alumbraba con su presencia y su voz el alma herida de los trasnochados amantes del rock zaragozano, pero también el hechicero consagrado a la tarea del hermanamiento entre dos culturas musicales opuestas. Mauricio estaba en pleno proceso de construcción de un particular puente musical. Ese es el momento preciso en el que se sitúa la película de Javier Macipe La Estrella Azul. Mas allá de contar la historia de un ser sobresaliente, el film de Javier Macipe tiene varios efectos. De un lado facilita una reparación del trauma de la prematura muerte del heroico musico zaragozano. Del otro, consigue culminar el proyecto de Mauricio de vincular a través de la musica dos pueblos y dos culturas tan distintas. Pero hay otro efecto destacado que valorara sobretodo el publico americano. La Estrella Azul reivindica el valor universal de la musica de raíz y concretamente la figura de D. Carlos Carabajal.
La Estrella Azul es la costura dorada que podría unir los dos fragmentos de la psique del artista. Su lado salvaje, libertario e irreverente que se expresaba al filo de su guitarra eléctrica, y su lado espiritual que busca el consuelo de lo mas simple, la sabiduría de la naturaleza esencial de todas las cosas, expresada en las melodías que salen de una guitarra criolla y su voz profética.

Es sueño de Mauricio era presentar a los Carabajal el 12 de octubre en la plaza del pilar de Zaragoza. La película de Macipe es capaz de proyectar este sueño en las salas de cine y las pantallas de medio mundo.

Si hay un propósito en el arte podría ser el de transformar las heridas del alma en testimonios de la belleza. Así es La Estrella Azul, una película hermosa que ayuda a sanar las heridas.
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