Historia de un clanMiniserie
2015 

7,1
604
Serie de TV. Drama
Miniserie de TV (2015). 11 episodios. La historia de Puccio. Historia de un clan se basa en los hechos reales de “el clan” Puccio, una familia tradicional de San Isidro que a comienzos de los ’80 se dedicó al secuestro y asesinato de empresarios allegados. Durante los 13 capítulos de la miniserie se podrá conocer más sobre la psicología de cada uno de los miembros de la familia liderada por su padre, Arquímedes. Los Puccio escondían a ... [+]
26 de junio de 2016
26 de junio de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Serie que le da mil vueltas a la película El Clan. Un protagonista que cautiva desde el minuto 0. Un gigante trabajo de los productores y de Luis Ortega. Unos maestros. Muy buen reparto y escenografía. Un vergüenza la película en contraposición a esta serie. Es el papel de su vida para Alejandro Awada, el mejor actor que podrían haber fichado, capta desde la primera escena que aparece la esencia verdadera de Arquímedes Puccio, la real, y le da una mística y una filosofía increíble. Chino Darín la rompe dándole una gigante personalidad a Alex, las miradas tétricas herencia de su padre, y con un final digno de grandes premios. ¡Chapeau!
13 de febrero de 2017
13 de febrero de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama adictivo con un guión impecable. Una serie que rompe con el paradigma actual de la tv Argentina. Una puesta en escena minuciosamente cuidada, la fotografía sobresaliente y ni que decir sobre la dirección de actores.
18 de febrero de 2016
18 de febrero de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confieso que me acerque a esta serie de casualidad pensando que era algo similar a Roma criminale o series parecidas; la palabra clan e historia me llevó a ese error. Al ser una producción argentina me imagine que no constaría algo de una mafia de ese lugar. Grave error el mio y bendito error.
Se comenta muchas veces que la realidad supera a la ficción y este es el caso. No hace falta guión simplemente coger la hemeroteca de los periódicos y recordar esta historia.
La historia es muy simple; una familia que secuestra a gente (vecinos, amigos...) simplemente como una forma de ganar dinero. Como son conocidos tienen que darles el matarile aún a pesar de que las familias colaboran. Así de trágico y así de cómico.
Los protagonistas, encarnados por un elenco de actores espectacular, tienen cada uno sus peculiaridades. De cada uno de ellos se podría escribir una novela o un ensayo de psicoanálisis. De todos. Padre, madre, hijos, hijas, miembros de la banda, secuestrados.....
La verdad una serie que en calidad, en emoción, en todo no tiene que envidiarle para nada a obras maestras como The Wire (siempre teniendo presente que la productora de la misma no es HBO).
Son 11 capítulos de unos 45 min, con el ultimo de ellos en una mezcla entre el documental y la ficción. Así que es muy agradecida de ver y no se hará pesada (más bien corta y con ganas de más)
Extramedamente recomendable
Se comenta muchas veces que la realidad supera a la ficción y este es el caso. No hace falta guión simplemente coger la hemeroteca de los periódicos y recordar esta historia.
La historia es muy simple; una familia que secuestra a gente (vecinos, amigos...) simplemente como una forma de ganar dinero. Como son conocidos tienen que darles el matarile aún a pesar de que las familias colaboran. Así de trágico y así de cómico.
Los protagonistas, encarnados por un elenco de actores espectacular, tienen cada uno sus peculiaridades. De cada uno de ellos se podría escribir una novela o un ensayo de psicoanálisis. De todos. Padre, madre, hijos, hijas, miembros de la banda, secuestrados.....
La verdad una serie que en calidad, en emoción, en todo no tiene que envidiarle para nada a obras maestras como The Wire (siempre teniendo presente que la productora de la misma no es HBO).
Son 11 capítulos de unos 45 min, con el ultimo de ellos en una mezcla entre el documental y la ficción. Así que es muy agradecida de ver y no se hará pesada (más bien corta y con ganas de más)
Extramedamente recomendable
12 de febrero de 2017
12 de febrero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
De lo macabro y extraído de un hecho verídico surge un gran serial de 11 episodios, bajo la dirección de Luis Ortega quien da muestra de un trabajo impecable acerca de los Puccio, una familia aparentemente de clase acomodada —por el hecho de vivir en un suburbio que así lo refleja—, que ve como viabilidad el secuestro de vecinos y conocidos para el cobro de grandes sumas de dinero como parte del rescate y poder mantener el estilo de vida que acostumbraban.
"Historia de un clan" se centra principalmente en las figuras masculinas del círculo familiar, Arquímedes (el padre) y Alejandro (el hijo mayor), este último estrella del Rugby en Australia y que llegado a Argentina es iniciado a manera de chantaje por su progenitor en el "negocio" del secuestro. El joven no del todo convencido entrará en los actos delictivos y violentos de su padre, al que como figura respeta ya sea por admiración, pero sobre todo por el temor que le infunda. La contraparte de ambos la representa Epifanía (la madre), quien realiza las tareas domésticas e indirectamente se ve envuelta en actos que no cuestiona dada su preocupación por mantener el orden con el marido, los hijos y los allegados, quienes dan fé de alguna manera sobre la cotidianidad del entorno en el que se desenvuelven los Puccio.
Luis Ortega junto con colaboradores hacen una construcción minuciosa de cada uno de los integrantes de la familia, así como de aquellos involucrados directamente en los raptos —llámense víctimas o hampones—; el trabajo interpretativo de Alejandro Awada es una garantía para generar distintos estados en el televidente, sobre todo el referente a las tensiones sexuales producidas por sus parlamentos que plagados de complejos desatan la violencia de género, muy latente en los años 80.
Un drama bien reconstruido y fotografiado, donde los tapices de los muros de aquel tiempo son testigos de dos posturas de una sociedad que en descomposición es capaz de compartir la mesa, aquella negada a cuestionar y la que cínicamente comete atropellos y con desparpajo planea a la sombra un nuevo golpe.
Las creaciones de Luis Ortega se encuentran disponibles en Netflix, aunque primeramente y con meses anticipados se puso en línea "el Marginal" en la cual también da muestra de antihéroes en desconsuelo con la sociedad. Ambos ejemplares dan la buena nota, aunque no para todo tipo de público.
"Historia de un clan" se centra principalmente en las figuras masculinas del círculo familiar, Arquímedes (el padre) y Alejandro (el hijo mayor), este último estrella del Rugby en Australia y que llegado a Argentina es iniciado a manera de chantaje por su progenitor en el "negocio" del secuestro. El joven no del todo convencido entrará en los actos delictivos y violentos de su padre, al que como figura respeta ya sea por admiración, pero sobre todo por el temor que le infunda. La contraparte de ambos la representa Epifanía (la madre), quien realiza las tareas domésticas e indirectamente se ve envuelta en actos que no cuestiona dada su preocupación por mantener el orden con el marido, los hijos y los allegados, quienes dan fé de alguna manera sobre la cotidianidad del entorno en el que se desenvuelven los Puccio.
Luis Ortega junto con colaboradores hacen una construcción minuciosa de cada uno de los integrantes de la familia, así como de aquellos involucrados directamente en los raptos —llámense víctimas o hampones—; el trabajo interpretativo de Alejandro Awada es una garantía para generar distintos estados en el televidente, sobre todo el referente a las tensiones sexuales producidas por sus parlamentos que plagados de complejos desatan la violencia de género, muy latente en los años 80.
Un drama bien reconstruido y fotografiado, donde los tapices de los muros de aquel tiempo son testigos de dos posturas de una sociedad que en descomposición es capaz de compartir la mesa, aquella negada a cuestionar y la que cínicamente comete atropellos y con desparpajo planea a la sombra un nuevo golpe.
Las creaciones de Luis Ortega se encuentran disponibles en Netflix, aunque primeramente y con meses anticipados se puso en línea "el Marginal" en la cual también da muestra de antihéroes en desconsuelo con la sociedad. Ambos ejemplares dan la buena nota, aunque no para todo tipo de público.
11 de marzo de 2018
11 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Década ochentosa con pretensiones de actualidad
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Se puede arriesgar que el clan Puccio, que casi en simultáneo fue representado en cine y TV, reúne en democracia un ying y yang esencial del Proceso: el secuestro y el “yo no sabía nada”. Si a eso le sumamos, en una suerte de discriminación inversa, el prejuicio contra el “garca de San Isidro” encarnado, encima, en una familia de clase media con pretensiones, terminamos con algo más estetizable que un grupo de tareas de la ESMA: Arquímedes y Alejandro Puccio son más fáciles de consumir que el Tigre Acosta y Alfredo Astiz.
Dos integrantes del clan Ortega, Luis (director, coguionista) y Sebastián (productor), se amparan en la consabida aclaración de “versión libre sobre hechos reales” para imaginar, a partir de un grupo de gente que hizo algo muy feo, una serie de cosas “feas” para la televisión. Algunas: la tensión sexual entre un adulto y una adolescente (la menor de los Puccio, a la que le subieron la edad sólo para esto); Arquímedes ahogando un perrito; Alejandro siéndole infiel a su pareja con la novia del amigo que acaba de ser asesinado; cunnilingus entre un matrimonio cincuentón, y la mejor: una relación lésbica entre la hija mayor y una monja en la que la primera se hace embarazar al voleo para que la pareja tenga un bebé.
Tanto el potencial estupro como el lesbianismo son subplots que no llegan a ningún lado; formas de intentar shockear o simplemente llenar el espacio de los once episodios. Y si se trata de impactar, ¿qué mejor que tomar a un delincuente que en la realidad falleció en la cárcel y hacerlo morir tras un bizarro encuentro con una travesti? (Por todo lo buena que fue la actuación de Tristán, esa escena no deja de ser el reverso de sus películas picarescas). Si encima el velorio puede servir para enganchar el plot con la siguiente víctima del clan, mejor.
Hay momentos de Luis Ortega verdaderamente inspirados pero, más allá de la suma de influencias (los patines de la nena a la Boogie Nights, diálogos tarantinescos, secuencias oníricas en plan David Lynch), los realizadores se terminan mostrando más esnobs que Epifanía Puccio: ¿la familia escuchaba en sus fiestas a Los Saicos? ¿La víctima del clan que sobrevivió se pone a tocar Satie no bien es liberada? La efectividad del verosímil varía —como todo— de espectador en espectador, pero recrear los ochenta es algo más que teléfonos a disco, chombas y Falcon: varias veces los personajes cantan canciones que por entonces no existían (excepción válida: Arquímedes citando una frase del amigo del clan Ortega Charly García), la nena juega un videojuego que no aparecería hasta seis años después y Arquímedes sigue llamando desde un teléfono público de Entel en plenos noventa.
Lo mejor está en la mayoría de las actuaciones, especialmente Alejandro Awada (aun si su Arquímedes muchas veces parece la versión malhablada de un villano de la vieja serie de Batman), Pablo Cedrón y Verónica Llinás. Chino Darín tiene aún un conflicto mayor que la lucha de su personaje con el mandato paterno: cómo hacerse valer como actor serio cuando la producción le demanda casi una escena de sexo en cada episodio (ecos de la sexplotation argentina de los ochenta). Rita Pauls no parece tener muy clara la diferencia entre una lolita y una boba, mientras que Nazareno Casero, después de un arranque muy convincente, parodia —¿involuntariamente?— la evolución de un psicópata: Daniel Puccio es tan malo que hace explotar sapos y lee Mi lucha, como su padre. Escenas como estas y otras ya nombradas, o el “cuadro musical” con máscaras de Perón, Evita, Videla y Menotti mientras suena “La grasa de las capitales”, hacen que Historia de un clan aporte un nuevo significado al concepto de la banalidad del mal.
Dos integrantes del clan Ortega, Luis (director, coguionista) y Sebastián (productor), se amparan en la consabida aclaración de “versión libre sobre hechos reales” para imaginar, a partir de un grupo de gente que hizo algo muy feo, una serie de cosas “feas” para la televisión. Algunas: la tensión sexual entre un adulto y una adolescente (la menor de los Puccio, a la que le subieron la edad sólo para esto); Arquímedes ahogando un perrito; Alejandro siéndole infiel a su pareja con la novia del amigo que acaba de ser asesinado; cunnilingus entre un matrimonio cincuentón, y la mejor: una relación lésbica entre la hija mayor y una monja en la que la primera se hace embarazar al voleo para que la pareja tenga un bebé.
Tanto el potencial estupro como el lesbianismo son subplots que no llegan a ningún lado; formas de intentar shockear o simplemente llenar el espacio de los once episodios. Y si se trata de impactar, ¿qué mejor que tomar a un delincuente que en la realidad falleció en la cárcel y hacerlo morir tras un bizarro encuentro con una travesti? (Por todo lo buena que fue la actuación de Tristán, esa escena no deja de ser el reverso de sus películas picarescas). Si encima el velorio puede servir para enganchar el plot con la siguiente víctima del clan, mejor.
Hay momentos de Luis Ortega verdaderamente inspirados pero, más allá de la suma de influencias (los patines de la nena a la Boogie Nights, diálogos tarantinescos, secuencias oníricas en plan David Lynch), los realizadores se terminan mostrando más esnobs que Epifanía Puccio: ¿la familia escuchaba en sus fiestas a Los Saicos? ¿La víctima del clan que sobrevivió se pone a tocar Satie no bien es liberada? La efectividad del verosímil varía —como todo— de espectador en espectador, pero recrear los ochenta es algo más que teléfonos a disco, chombas y Falcon: varias veces los personajes cantan canciones que por entonces no existían (excepción válida: Arquímedes citando una frase del amigo del clan Ortega Charly García), la nena juega un videojuego que no aparecería hasta seis años después y Arquímedes sigue llamando desde un teléfono público de Entel en plenos noventa.
Lo mejor está en la mayoría de las actuaciones, especialmente Alejandro Awada (aun si su Arquímedes muchas veces parece la versión malhablada de un villano de la vieja serie de Batman), Pablo Cedrón y Verónica Llinás. Chino Darín tiene aún un conflicto mayor que la lucha de su personaje con el mandato paterno: cómo hacerse valer como actor serio cuando la producción le demanda casi una escena de sexo en cada episodio (ecos de la sexplotation argentina de los ochenta). Rita Pauls no parece tener muy clara la diferencia entre una lolita y una boba, mientras que Nazareno Casero, después de un arranque muy convincente, parodia —¿involuntariamente?— la evolución de un psicópata: Daniel Puccio es tan malo que hace explotar sapos y lee Mi lucha, como su padre. Escenas como estas y otras ya nombradas, o el “cuadro musical” con máscaras de Perón, Evita, Videla y Menotti mientras suena “La grasa de las capitales”, hacen que Historia de un clan aporte un nuevo significado al concepto de la banalidad del mal.
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