Normal PeopleMiniserie
2020 

7,6
8.336
Serie de TV. Romance. Drama
Miniserie de TV (2020). 12 episodios. De diferentes clases sociales, la inteligente pero inadaptada Marianne (Daisy Edgar-Jones) y el popular y tímido Connell (Paul Mescal) son dos jóvenes estudiantes del mismo instituto que intentan madurar en la Irlanda sumergida por la crisis financiera del 2008. Adaptación de la novela de Sally Rooney, definida por The New York Times como la primera gran escritora 'millennial'.
13 de mayo de 2020
13 de mayo de 2020
173 de 195 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normal People es una historia de amor con los ingredientes tan precisos y en las dosis tan justas, con los elementos tan delicados y retratado todo con tanta sinceridad y poesía que cuesta hasta creer que exista. Es una joya atemporal de la que se hablará y escribirá mucho.
En esencia, es únicamente una historia de amor entre una chica y un chico.
Pero pese a que es lo mismo de siempre, todo es diferente y está tratado y desarrollado de manera delicada, honesta y frágil para presentarlo como algo totalmente novedoso, fresco, imaginativo y disfrutable.
La evolución de los personajes y la forma de retratar y ser testigos sobre dos personas descubriendo lo que verdaderamente es estar enamorado y cómo la serie nos deja ser testigos de ello con tanta belleza, sinceridad y elegancia es algo mágico e inexplicable.
Hay varios puntos e ingredientes de esta receta que quiero desgranar para que entendáis la grandeza de esta serie:
Los personajes. Siempre entre lo irritable, exasperante y molesto pero sin cruzar la línea. Mantienen el equilibrio exacto que consigue que te encariñes con ellos.
Son el centro de todo Marianne “A psycho to everybody”, la chica inadaptada más inteligente que el resto y que les mira por encima del hombro. La mujer más segura que puedes imaginar pero que esa fachada de seguridad se va demostrando que es su peor enemiga.
Connell “You try to act like your friends but you know you are not that kind of person” Connell es callado, taciturno, guapo y delicado. Gusta de leer y cultivarse pero tiene una gran incapacidad para expresar sus opiniones y SENTIMIENTOS. Incluso hay un momento en que dice que no sabe lo que opinar o sentir sobre determinadas cosas. Pero vamos viendo su crecimiento paso a paso.
“Me paso el día tratando 1000 versiones de mi mismo para ver cual funciona en el mundo”
Son dos personajes que podrían ser irritantes pero el trabajo de los actores es para quitarse el sombrero. Daisy Edgar-Jones alumna del National Youth Theatre y que tiene cierta fama debido a Cold Feet aquí sabe dar la ironía, el carisma y las medias miradas pero el que se come al personaje es Paul Mescal en su primer papel fuera del teatro. Este actor irlandés va a ser la revolución, la forma en la que ves que quiere llegar a las emociones pero no sabe explicarse, es verdaderamente impresionante.
La dirección, el montaje, la fotografía.
La dirección en increíblemente naturalista, se siente cercana, se palpa real y cotidiana y nunca gira la cámara hacia los sentimientos y la realidad cruda del entorno. Los desenfoques hacen que cada encuadre brille y le dotan de una magia especial. A mayores tenemos Irlanda retratada perfectamente, no imaginas la serie en ningún otro lugar. La fotografía es preciosa y cada vez que están juntos brilla a través de las lentes, capturan la luz con la cámara de una manera delicada y preciosa. bonita y elegante
El guión.
sí, es una historia de amor, pero a diferencia de otros en la que o están super enamorados y positiva o abusiva, aquí está más retratada como una historia de la falta de comunicación:
El uno con el otro
Con el mundo exterior
Con uno mismo
Temas como el crecer y encontrarse a uno mismo entre el ruido alrededor. Cada uno en su esfera, Marianne en la familia que casi se averguenza de que sea diferente y él entre sus amigos.
(“No deberías enseñarme fotos de tu novia desnuda mientras está ahí — Ultimamente estás muy gay con estas cosas”)
La banda sonora es una autentica gozada. Es un estado de ánimo. No tiene banda sonora original pero tiene una selección musical increíble y super atmosférica.
En resumen, Normal people es una obra maestra de la pequeña pantalla. Un retrato certero, crudo pero increíblemente bello sobre lo duro y bonito de esas edad tan especial. Un privilegio.
En esencia, es únicamente una historia de amor entre una chica y un chico.
Pero pese a que es lo mismo de siempre, todo es diferente y está tratado y desarrollado de manera delicada, honesta y frágil para presentarlo como algo totalmente novedoso, fresco, imaginativo y disfrutable.
La evolución de los personajes y la forma de retratar y ser testigos sobre dos personas descubriendo lo que verdaderamente es estar enamorado y cómo la serie nos deja ser testigos de ello con tanta belleza, sinceridad y elegancia es algo mágico e inexplicable.
Hay varios puntos e ingredientes de esta receta que quiero desgranar para que entendáis la grandeza de esta serie:
Los personajes. Siempre entre lo irritable, exasperante y molesto pero sin cruzar la línea. Mantienen el equilibrio exacto que consigue que te encariñes con ellos.
Son el centro de todo Marianne “A psycho to everybody”, la chica inadaptada más inteligente que el resto y que les mira por encima del hombro. La mujer más segura que puedes imaginar pero que esa fachada de seguridad se va demostrando que es su peor enemiga.
Connell “You try to act like your friends but you know you are not that kind of person” Connell es callado, taciturno, guapo y delicado. Gusta de leer y cultivarse pero tiene una gran incapacidad para expresar sus opiniones y SENTIMIENTOS. Incluso hay un momento en que dice que no sabe lo que opinar o sentir sobre determinadas cosas. Pero vamos viendo su crecimiento paso a paso.
“Me paso el día tratando 1000 versiones de mi mismo para ver cual funciona en el mundo”
Son dos personajes que podrían ser irritantes pero el trabajo de los actores es para quitarse el sombrero. Daisy Edgar-Jones alumna del National Youth Theatre y que tiene cierta fama debido a Cold Feet aquí sabe dar la ironía, el carisma y las medias miradas pero el que se come al personaje es Paul Mescal en su primer papel fuera del teatro. Este actor irlandés va a ser la revolución, la forma en la que ves que quiere llegar a las emociones pero no sabe explicarse, es verdaderamente impresionante.
La dirección, el montaje, la fotografía.
La dirección en increíblemente naturalista, se siente cercana, se palpa real y cotidiana y nunca gira la cámara hacia los sentimientos y la realidad cruda del entorno. Los desenfoques hacen que cada encuadre brille y le dotan de una magia especial. A mayores tenemos Irlanda retratada perfectamente, no imaginas la serie en ningún otro lugar. La fotografía es preciosa y cada vez que están juntos brilla a través de las lentes, capturan la luz con la cámara de una manera delicada y preciosa. bonita y elegante
El guión.
sí, es una historia de amor, pero a diferencia de otros en la que o están super enamorados y positiva o abusiva, aquí está más retratada como una historia de la falta de comunicación:
El uno con el otro
Con el mundo exterior
Con uno mismo
Temas como el crecer y encontrarse a uno mismo entre el ruido alrededor. Cada uno en su esfera, Marianne en la familia que casi se averguenza de que sea diferente y él entre sus amigos.
(“No deberías enseñarme fotos de tu novia desnuda mientras está ahí — Ultimamente estás muy gay con estas cosas”)
La banda sonora es una autentica gozada. Es un estado de ánimo. No tiene banda sonora original pero tiene una selección musical increíble y super atmosférica.
En resumen, Normal people es una obra maestra de la pequeña pantalla. Un retrato certero, crudo pero increíblemente bello sobre lo duro y bonito de esas edad tan especial. Un privilegio.
7 de mayo de 2020
7 de mayo de 2020
104 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagino que todos hemos experimentado en algún momento ese primer amor de juventud. Un sentimiento arrollador que pone toda nuestra vida patas arriba y nos arroja a un mundo desconocido, el mundo del otro. Hasta ese momento habíamos vivido confortablemente refugiados en el yo, pero cuando percibimos al fin que existen otros ‘yoes’ y tenemos acceso a ellos, toda nuestra percepción de la realidad cambia para siempre.
Marianne y Connell son dos jóvenes que se conocen y se enamoran en la Irlanda de principios del siglo XXI. Él es un chico popular aunque reservado, con un círculo de amistades muy bien definido. Ella es una chica brillante pero solitaria, que no encaja en la escuela y que anhela horizontes más amplios para su vida. Pero el amor surge y no hay nada que ellos puedan hacer a pesar de que sus efectos sean devastadores.
Éste es más o menos el punto de partida de la historia. Nada original, nada extraordinario, de ahí el título de la serie y sin embargo... A mí me ha parecido todo menos ordinario.
Empecemos por los protagonistas. Daisy Edgar-Jones te cautiva desde el primer momento en el que la cámara pone su objetivo en ella. En seguida intuyes que no es una chica corriente. Su agudeza mental, sus críticas aceradas para defenderse de los que la rodean, su sensibilidad, su belleza sin estridencias, sus inseguridades, todos los atributos de la juventud están perfectamente descritos e interiorizado en su personaje.
Paul Mescal, sin embargo, cuesta hacerse querer. No sabía que existiera algo parecido a la flema irlandesa, pero aunque el actor realiza una interpretación muy contenida que genera cierto distanciamiento, finalmente te haces con ella. Especialmente en la parte final de la serie, con algunos episodios de alta carga dramática en los que consigue emocionarnos por completo.
Creo que una de las virtudes de la serie es que a pesar de que no ocurre nada excepcional en ningún momento, no consigues apartar la mirada de la pantalla, estás como hipnotizado observando las vidas de los personajes, sufriendo con sus errores y disfrutando de sus buenos momentos. Todo está narrado con una inmediatez y un realismo que te atrapan, un poco a lo Rohmer, sabiendo captar igual de bien esa poesía de lo cotidiano. Además, los episodios están escritos y rodados con una sensibilidad fuera de lo común. Imagino que contar con la escritora de la novela en los guiones ha sido un plus extraordinario, pues se nota que los personajes están tratados con mucho cariño.
Algo que me ha dado mucho que pensar es que desde el primer momento tenemos claro que los dos protagonistas se quieren con locura. Esa frase que ella comenta en una ocasión después de hacer el amor “con los demás no es lo mismo” se me ha quedado grabada con fuerza. Y, sin embargo, esa mochila de complejos e inseguridades que cargamos perpetuamente desde la infancia está constantemente dinamitado una relación que podría ser perfecta. Tal vez sea que buscar una relación perfecta es un perfecto error, o tal vez que muy a nuestro pesar, el amor no lo puede todo, como ingenuamente pensamos cuando somos más jóvenes.
Decía Sartre que el infierno son los otros, pero a veces, muy pocas, poquísimas, descubrimos también que el paraíso existe y que a éste se accede a través de los ojos de otra persona. Quizá sea solo un breve espejismo que dura unos cuantos años y luego termina, pero sea cual sea su duración, desde luego vale la pena. ¿No os parece?
Marianne y Connell son dos jóvenes que se conocen y se enamoran en la Irlanda de principios del siglo XXI. Él es un chico popular aunque reservado, con un círculo de amistades muy bien definido. Ella es una chica brillante pero solitaria, que no encaja en la escuela y que anhela horizontes más amplios para su vida. Pero el amor surge y no hay nada que ellos puedan hacer a pesar de que sus efectos sean devastadores.
Éste es más o menos el punto de partida de la historia. Nada original, nada extraordinario, de ahí el título de la serie y sin embargo... A mí me ha parecido todo menos ordinario.
Empecemos por los protagonistas. Daisy Edgar-Jones te cautiva desde el primer momento en el que la cámara pone su objetivo en ella. En seguida intuyes que no es una chica corriente. Su agudeza mental, sus críticas aceradas para defenderse de los que la rodean, su sensibilidad, su belleza sin estridencias, sus inseguridades, todos los atributos de la juventud están perfectamente descritos e interiorizado en su personaje.
Paul Mescal, sin embargo, cuesta hacerse querer. No sabía que existiera algo parecido a la flema irlandesa, pero aunque el actor realiza una interpretación muy contenida que genera cierto distanciamiento, finalmente te haces con ella. Especialmente en la parte final de la serie, con algunos episodios de alta carga dramática en los que consigue emocionarnos por completo.
Creo que una de las virtudes de la serie es que a pesar de que no ocurre nada excepcional en ningún momento, no consigues apartar la mirada de la pantalla, estás como hipnotizado observando las vidas de los personajes, sufriendo con sus errores y disfrutando de sus buenos momentos. Todo está narrado con una inmediatez y un realismo que te atrapan, un poco a lo Rohmer, sabiendo captar igual de bien esa poesía de lo cotidiano. Además, los episodios están escritos y rodados con una sensibilidad fuera de lo común. Imagino que contar con la escritora de la novela en los guiones ha sido un plus extraordinario, pues se nota que los personajes están tratados con mucho cariño.
Algo que me ha dado mucho que pensar es que desde el primer momento tenemos claro que los dos protagonistas se quieren con locura. Esa frase que ella comenta en una ocasión después de hacer el amor “con los demás no es lo mismo” se me ha quedado grabada con fuerza. Y, sin embargo, esa mochila de complejos e inseguridades que cargamos perpetuamente desde la infancia está constantemente dinamitado una relación que podría ser perfecta. Tal vez sea que buscar una relación perfecta es un perfecto error, o tal vez que muy a nuestro pesar, el amor no lo puede todo, como ingenuamente pensamos cuando somos más jóvenes.
Decía Sartre que el infierno son los otros, pero a veces, muy pocas, poquísimas, descubrimos también que el paraíso existe y que a éste se accede a través de los ojos de otra persona. Quizá sea solo un breve espejismo que dura unos cuantos años y luego termina, pero sea cual sea su duración, desde luego vale la pena. ¿No os parece?
19 de septiembre de 2023
19 de septiembre de 2023
68 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta serie no era para mí. Si tú también perteneces al minoritario colectivo de gente normal, probablemente tampoco sea para ti (más adelante os explicaré por qué en realidad ese colectivo se reduce a cero)
Me encontré un par de video-críticas elevando "Normal People" a la categoría de obra maestra. Me llamó la atención. Alguno incluso la metía en el top de las mejores series de la historia. Tonto de mí, me la tragué, y vaya si me la tragué.
Es más, aunque nadie lo diría por la nota, pienso que la serie es muy buena. Excelente en algunos aspectos. La he devorado sin poder quitar los ojos de la pantalla. Está rodada con gran sensibilidad e interpretada de maravilla. Sufres y lloras junto con los protagonistas a lo largo de su viaje a la madurez, sembrado de dudas e inseguridades y todo ese rollo. Precisamente por eso, no les perdono el rato que me han hecho pasar ¡Cuánta rabia! Creo que jamás en mi vida había tenido tantas ganas de abofetear a unos personajes de ficción. Y no me refiero a un amable correctivo pedagógico con la mano floja. Hablo de tortazos de esos que te ponen a bailar.
Esta serie puede presumir de poseer la injustamente menospreciada habilidad (involuntaria) de sacar de quicio al espectador con un poco de rodaje.
El argumento, que viene de la adaptación de una novela, se ve que bastante trendy entre la muchachada (ni idea), nos invita a acompañar a Connell y Marianne a lo largo de varios años de su vida, desde la adolescencia en el insti en un pueblo Irlandés, Sligo (qué sonoridad más asquerosa tiene el nombrecito) hasta los últimos años de la uni en Dublín y de vuelta a Sligo.
Connell es un tipo de origen más bien humilde y bastante popular, así como porque sí, ya que habilidades sociales no se le conocen. Amigo de sus amigos, hijo ejemplar, capitán del equipo de fútbol, bueno en los estudios y guapete, aunque ande siempre con cara de emoticono, los ojos gachos y un amago de sonrisilla nerviosa.
Marianne es una marginada (un poco por mérito propio). Está siempre a la defensiva. Va de sobrada y antisocial para sobrecompensar todo el mal rollo que tiene en su casa; perdón, en su mansión. Resulta que su familia, no solo es indeseable, sino que además está forrada. Tanto su madre como su hermano la desprecian sin que sepamos muy bien por qué. El padre no me he enterado si está muerto o de parranda.
Ambos van al mismo curso en un High School rollo católico irlandés bastante deprimente. Se ven después de clase cada día cuando el bueno de Connell va a recoger a su madre a casa de Marianne, donde trabaja como asistenta. La atracción entre ellos es patente desde el principio y la cosa se va materializando de forma muy orgánica y adolescente, aunque el asunto pasa de un "nunca me han besado" a un "arráncame las bragas que pa qué las quiero" en un abrir y cerrar de ojos (olé)
Connell, sin embargo, no ve nada claro eso de pasearse de la mano delante de sus amigos los Alphas con la tía más creepy del insti y empiezan a liarse en secreto.
De allí en adelante la historia va dando saltos temporales y nos muestra a sus protagonistas en diferentes momentos. A veces son como novios, a veces no. Pasa mogollón de gente por ahí. Se van a la uni y en el fondo nunca dejan de "estar" juntos. Que si sí que si no. Tampoco hace falta entrar en más detalles de la trama porque básicamente es eso. En un momento determinado la serie se acaba, pues porque sí, pero podría seguir dándole vueltas al asunto.
En cuanto al estilo audiovisual de Normal People, es perfecto para el tipo de historia que nos cuenta. La producción es la de un vídeo ASMR con mucho presupuesto, entre el gustico y la grima. Planos cortos con tembleque de cámara, banda sonora mínima para subrayar la escatológica sinfonía de morreos y respiraciones fuertes, fotografía con filtro azul desesperanza. En general a mí me ha funcionado bien.
Pero entonces, os preguntaréis: ¿por qué tanto hate contra nuestros queridos Connell y Marianne? Bien, antes os he dicho que os explicaría algo. Pues ahí va. La normalidad No existe, es un espejismo estadístico. Nadie la alberga en su interior ni aspira a ella. La normalidad son los Otros, pero no Yo.
Por eso, cuanto más se esfuerza la historia en decirte -Mira, esta gente es como tú y como yo.- más rechazo genera.
Como espectador estás deseando que alguno de los dos arranque de una puñetera vez la maquinaria de la pasión. Pero parecen gripados, hacen amagos de empezar a vivir y luego se paran en seco. Son jóvenes, son guapos, están sanos y se quieren a tope. Casi desde el primer capítulo descubren que están hechos el uno para el otro (en ese sentido no hay prácticamente conflicto) Pero aun con eso, me han tenido apretando la mandíbula durante 12 malditos capítulos y gruñendo cosas como: pero venga, espabilad!! Quereos, gritaos, haceros promesas imposibles, haced el amor borrachos (de eso sí hay, pero es como meh), haceros unfollow en insta y todas esas cosas. ¡No seáis tan cenizos, gozad de la vida!! (Que a gusto se queda uno)
Mención especial merecen el resto de personajes de la serie, de los cuales sabemos qué pasaban por ahí (me preguntó si los actores que los interpretan habrán cobrado o les habrán dado un bocata de chóped y pa casa). Los únicos que hacen algo son los novi@s de sustitución que aparecen a ratos al fondo del plano, mientras Connell y Marianne se la pasan mirando por la ventana con la cara muy compungida esperando una señal del destino. Así, el guion bien se encarga de hacer que "los otros" nos caigan como el orto o directamente nos importe una mierda su porvenir. En ese sentido (y en esto puede que sí sea original la serie) esta es la anti-historia de amor definitiva. Mientras que el casposo canon clásico dicta que el viaje del héroe consiste en superar aquellos conflictos que le separan de su amor para finalmente consumar, aquí el viaje va de ir inventando conflictos de chicha y nabo para remar en contra de una relación que, por otro lado, lo tiene todo a su favor.
Me encontré un par de video-críticas elevando "Normal People" a la categoría de obra maestra. Me llamó la atención. Alguno incluso la metía en el top de las mejores series de la historia. Tonto de mí, me la tragué, y vaya si me la tragué.
Es más, aunque nadie lo diría por la nota, pienso que la serie es muy buena. Excelente en algunos aspectos. La he devorado sin poder quitar los ojos de la pantalla. Está rodada con gran sensibilidad e interpretada de maravilla. Sufres y lloras junto con los protagonistas a lo largo de su viaje a la madurez, sembrado de dudas e inseguridades y todo ese rollo. Precisamente por eso, no les perdono el rato que me han hecho pasar ¡Cuánta rabia! Creo que jamás en mi vida había tenido tantas ganas de abofetear a unos personajes de ficción. Y no me refiero a un amable correctivo pedagógico con la mano floja. Hablo de tortazos de esos que te ponen a bailar.
Esta serie puede presumir de poseer la injustamente menospreciada habilidad (involuntaria) de sacar de quicio al espectador con un poco de rodaje.
El argumento, que viene de la adaptación de una novela, se ve que bastante trendy entre la muchachada (ni idea), nos invita a acompañar a Connell y Marianne a lo largo de varios años de su vida, desde la adolescencia en el insti en un pueblo Irlandés, Sligo (qué sonoridad más asquerosa tiene el nombrecito) hasta los últimos años de la uni en Dublín y de vuelta a Sligo.
Connell es un tipo de origen más bien humilde y bastante popular, así como porque sí, ya que habilidades sociales no se le conocen. Amigo de sus amigos, hijo ejemplar, capitán del equipo de fútbol, bueno en los estudios y guapete, aunque ande siempre con cara de emoticono, los ojos gachos y un amago de sonrisilla nerviosa.
Marianne es una marginada (un poco por mérito propio). Está siempre a la defensiva. Va de sobrada y antisocial para sobrecompensar todo el mal rollo que tiene en su casa; perdón, en su mansión. Resulta que su familia, no solo es indeseable, sino que además está forrada. Tanto su madre como su hermano la desprecian sin que sepamos muy bien por qué. El padre no me he enterado si está muerto o de parranda.
Ambos van al mismo curso en un High School rollo católico irlandés bastante deprimente. Se ven después de clase cada día cuando el bueno de Connell va a recoger a su madre a casa de Marianne, donde trabaja como asistenta. La atracción entre ellos es patente desde el principio y la cosa se va materializando de forma muy orgánica y adolescente, aunque el asunto pasa de un "nunca me han besado" a un "arráncame las bragas que pa qué las quiero" en un abrir y cerrar de ojos (olé)
Connell, sin embargo, no ve nada claro eso de pasearse de la mano delante de sus amigos los Alphas con la tía más creepy del insti y empiezan a liarse en secreto.
De allí en adelante la historia va dando saltos temporales y nos muestra a sus protagonistas en diferentes momentos. A veces son como novios, a veces no. Pasa mogollón de gente por ahí. Se van a la uni y en el fondo nunca dejan de "estar" juntos. Que si sí que si no. Tampoco hace falta entrar en más detalles de la trama porque básicamente es eso. En un momento determinado la serie se acaba, pues porque sí, pero podría seguir dándole vueltas al asunto.
En cuanto al estilo audiovisual de Normal People, es perfecto para el tipo de historia que nos cuenta. La producción es la de un vídeo ASMR con mucho presupuesto, entre el gustico y la grima. Planos cortos con tembleque de cámara, banda sonora mínima para subrayar la escatológica sinfonía de morreos y respiraciones fuertes, fotografía con filtro azul desesperanza. En general a mí me ha funcionado bien.
Pero entonces, os preguntaréis: ¿por qué tanto hate contra nuestros queridos Connell y Marianne? Bien, antes os he dicho que os explicaría algo. Pues ahí va. La normalidad No existe, es un espejismo estadístico. Nadie la alberga en su interior ni aspira a ella. La normalidad son los Otros, pero no Yo.
Por eso, cuanto más se esfuerza la historia en decirte -Mira, esta gente es como tú y como yo.- más rechazo genera.
Como espectador estás deseando que alguno de los dos arranque de una puñetera vez la maquinaria de la pasión. Pero parecen gripados, hacen amagos de empezar a vivir y luego se paran en seco. Son jóvenes, son guapos, están sanos y se quieren a tope. Casi desde el primer capítulo descubren que están hechos el uno para el otro (en ese sentido no hay prácticamente conflicto) Pero aun con eso, me han tenido apretando la mandíbula durante 12 malditos capítulos y gruñendo cosas como: pero venga, espabilad!! Quereos, gritaos, haceros promesas imposibles, haced el amor borrachos (de eso sí hay, pero es como meh), haceros unfollow en insta y todas esas cosas. ¡No seáis tan cenizos, gozad de la vida!! (Que a gusto se queda uno)
Mención especial merecen el resto de personajes de la serie, de los cuales sabemos qué pasaban por ahí (me preguntó si los actores que los interpretan habrán cobrado o les habrán dado un bocata de chóped y pa casa). Los únicos que hacen algo son los novi@s de sustitución que aparecen a ratos al fondo del plano, mientras Connell y Marianne se la pasan mirando por la ventana con la cara muy compungida esperando una señal del destino. Así, el guion bien se encarga de hacer que "los otros" nos caigan como el orto o directamente nos importe una mierda su porvenir. En ese sentido (y en esto puede que sí sea original la serie) esta es la anti-historia de amor definitiva. Mientras que el casposo canon clásico dicta que el viaje del héroe consiste en superar aquellos conflictos que le separan de su amor para finalmente consumar, aquí el viaje va de ir inventando conflictos de chicha y nabo para remar en contra de una relación que, por otro lado, lo tiene todo a su favor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En cuanto al reparto de los roles (de género), pues bueno, sin ánimo de entrar en polémica, digamos que pasaría el test de Turing de lo posmo. Afortunadamente no anda enchufándote en vena el mensajito woke de turno.
Él, un supuesto futuro escritor, infinitamente apocopado, como si se desayunara una tortilla de lexatin todas las mañanas. Tan parco en palabras como en emociones e iniciativas (no sea que se vaya a intuir alguna traza de testosterona en el chaval y la liemos). Raro es el capítulo en el que se le oye construir una frase con su sujeto, verbo y predicado (de hecho apostaría que la frase que más ha repetido a lo largo de la serie es:- I don't know-) Sin embargo, nos quieren hacer creer que hay un Enfant terrible de la literatura tras esa fachada de empanao. De hecho, su talento es tan poco evidente que ni te la ves venir cuando al final le conceden una beca para hacer un Master de escritura creativa a no sé qué universidad supertop en Nueva York. El tío, al principio, dice que no va, que le da miedo separarse de Marianne, casi se lo tienen que llevar arrastras. Al final no sabemos si va o no, resulta que el Máster era para un año y ya. Y ahí se acaba la serie, por cierto. Vaya Drama.
Ella, por su parte, infinitamente doliente. La raruna de la clase, con una mala leche que te cagas. Más adelante el patito feo (nunca lo fue) se convierte en cisne y se vuelve popular en la uni. Dios nos coja confesados. La chica se la pasa entre encantada de conocerse y asqueada de sí misma. Esto último alcanza su paroxismo el último año de carrera. Durante un Erasmus en Suecia se echa un novio tirillas con el que tiene un rollito soft-sadomaso que da bastante vergüenzita de ver y con el que aparentemente pretende exorcizar sus traumas. En una de sus sesiones de "dominación" se rompe emocionalmente y la vemos en su momento más bajo. . No os preocupéis, es todo muy descafeinado. Nuestra querida Marianne volverá. Cuando uno ha tocado fondo, solo puede ir hacia arriba y esas mierdas que se suelen decir.
Marianne y Connell se quieren de verdad, de eso no hay duda. Se siente el deseo contenido en cada mirada. En eso la serie es muy buena. Sin embargo, se autoboicotean constantemente con chorradas. Que si yo sentía que pasabas de mí, por eso me lie con fulano, que si yo me fui de la fiesta porque sentía que eras tú la que pasabas de mí, pero en realidad me moría de ganas por besarte. Y así Ad æternum.
El rollito posmo nuevamente. Relaciones que se sostiene únicamente sobre conceptos del tipo; conexión, empatía, vibración, energía y demás materiales gaseosos ¿Habéis probado la vida vivida? Exige cierta comunicación y echarle un poco de humor. Las parejas, llamadme loco, se ríen a veces. Esta pareja de petardos no hace ni un amago de sonrisa en toda la serie. A lo que iba, la vida vivida, a veces duele, lo sé. No hay nada que se le parezca, sin embargo. Probadlo por favor.
Pero no os desaniméis. Leyendo entre líneas esta crítica habréis percibido cierto tufillo boomer en mis palabras. Bingo!, toda esta bilis viene de la pereza que me dan estos nuevos estereotipos juveniles, tan complejos y abisales. Miro a estos desgraciados chiquillos desde la distancia generacional y me digo: uff, ni aunque me paguen cambio lo vivido por un vuelta a empezar.
Reitero, la serie es maravillosa en lo formal. En cómo te involucra. De lo contrario, no hubiera sido capaz de encenderme así. Es simplemente que en el fondo me da rabia que muchas de sus representaciones de las aspiraciones de la juventud de hoy día sean tristemente veraces. No gracias, yo me bajo de este tren. Si tengo que elegir me quedo con Ethan Hawke y Judy Delfy en la trilogía "Antes de ..."
Amor para todos
Él, un supuesto futuro escritor, infinitamente apocopado, como si se desayunara una tortilla de lexatin todas las mañanas. Tan parco en palabras como en emociones e iniciativas (no sea que se vaya a intuir alguna traza de testosterona en el chaval y la liemos). Raro es el capítulo en el que se le oye construir una frase con su sujeto, verbo y predicado (de hecho apostaría que la frase que más ha repetido a lo largo de la serie es:- I don't know-) Sin embargo, nos quieren hacer creer que hay un Enfant terrible de la literatura tras esa fachada de empanao. De hecho, su talento es tan poco evidente que ni te la ves venir cuando al final le conceden una beca para hacer un Master de escritura creativa a no sé qué universidad supertop en Nueva York. El tío, al principio, dice que no va, que le da miedo separarse de Marianne, casi se lo tienen que llevar arrastras. Al final no sabemos si va o no, resulta que el Máster era para un año y ya. Y ahí se acaba la serie, por cierto. Vaya Drama.
Ella, por su parte, infinitamente doliente. La raruna de la clase, con una mala leche que te cagas. Más adelante el patito feo (nunca lo fue) se convierte en cisne y se vuelve popular en la uni. Dios nos coja confesados. La chica se la pasa entre encantada de conocerse y asqueada de sí misma. Esto último alcanza su paroxismo el último año de carrera. Durante un Erasmus en Suecia se echa un novio tirillas con el que tiene un rollito soft-sadomaso que da bastante vergüenzita de ver y con el que aparentemente pretende exorcizar sus traumas. En una de sus sesiones de "dominación" se rompe emocionalmente y la vemos en su momento más bajo. . No os preocupéis, es todo muy descafeinado. Nuestra querida Marianne volverá. Cuando uno ha tocado fondo, solo puede ir hacia arriba y esas mierdas que se suelen decir.
Marianne y Connell se quieren de verdad, de eso no hay duda. Se siente el deseo contenido en cada mirada. En eso la serie es muy buena. Sin embargo, se autoboicotean constantemente con chorradas. Que si yo sentía que pasabas de mí, por eso me lie con fulano, que si yo me fui de la fiesta porque sentía que eras tú la que pasabas de mí, pero en realidad me moría de ganas por besarte. Y así Ad æternum.
El rollito posmo nuevamente. Relaciones que se sostiene únicamente sobre conceptos del tipo; conexión, empatía, vibración, energía y demás materiales gaseosos ¿Habéis probado la vida vivida? Exige cierta comunicación y echarle un poco de humor. Las parejas, llamadme loco, se ríen a veces. Esta pareja de petardos no hace ni un amago de sonrisa en toda la serie. A lo que iba, la vida vivida, a veces duele, lo sé. No hay nada que se le parezca, sin embargo. Probadlo por favor.
Pero no os desaniméis. Leyendo entre líneas esta crítica habréis percibido cierto tufillo boomer en mis palabras. Bingo!, toda esta bilis viene de la pereza que me dan estos nuevos estereotipos juveniles, tan complejos y abisales. Miro a estos desgraciados chiquillos desde la distancia generacional y me digo: uff, ni aunque me paguen cambio lo vivido por un vuelta a empezar.
Reitero, la serie es maravillosa en lo formal. En cómo te involucra. De lo contrario, no hubiera sido capaz de encenderme así. Es simplemente que en el fondo me da rabia que muchas de sus representaciones de las aspiraciones de la juventud de hoy día sean tristemente veraces. No gracias, yo me bajo de este tren. Si tengo que elegir me quedo con Ethan Hawke y Judy Delfy en la trilogía "Antes de ..."
Amor para todos
30 de agosto de 2020
30 de agosto de 2020
58 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivimos en un mundo donde la mayoría de personas aprenden por primera vez de sexo con el porno. A eso se limita la educación sexual de muchos y muchas. Poco se habla del consentimiento, del deseo o del placer.
Pocas veces se aborda de una manera honesta y real lo que estos conceptos significan realmente.
El cine y la televisión tampoco ayudan mucho a eso. Considerar romántico o erótico películas tan vistas como ''Cincuenta sombras de Grey'' o ''365 dni'', donde una mujer decide que es increíblemente fantástico experimentar vejaciones, sometimiento y malos tratos por parte de su pareja, resulta realmente deprimente y molesto. Y pensar que hay cientos y cientos de personas que engullen ese tipo de películas como si fueran un credo que mola mucho llevar a la práctica, da que pensar.
Los medios de comunicación llevan años cosificando la imagen de lo que debe ser un hombre y una mujer.
Diciéndote que debes sentir, que te debe poner, como debes actuar según el prototipo que encarnes. Pero es que esas personas que salen en anuncios de televisión presumiendo de cuerpos y vidas perfectas no existen. No somos nosotros mismos. No sienten lo que nosotros sentimos. No son reales.
Y esos cuerpos con los que muchos y muchas se masturban, tampoco lo son. Así no es una mujer y tampoco un hombre. Las mujeres y hombres reales no seguimos ese patrón. No tenemos un cuerpo perfecto y en muchas ocasiones tampoco una mente perfecta. A veces tenemos unos kilos de más o de menos. No tenemos una cara de anuncio, no damos el canon de belleza. No necesitamos grandes pechos o una cintura de avispa para resultar atractivas.
Teniendo esto en cuenta, es una verdadera gozada contar con series como ''Normal people''. Una serie que no tiene miedo de abordar todos estos conceptos y analizarlos uno por uno. Hacia muchísimo tiempo que no veía algo tan real y cercano en la televisión. La manera en la que son abordadas las escenas de sexo es toda una proeza. Y es que es tan importante que entendamos lo que significa el consentimiento. Lo que posibilita un si y un no. La forma en la que los actores expresan el deseo y el placer que experimentan sus personajes está a otro nivel.
La educación sexual que la mayoría de jóvenes reciben solo se limita a hablar de prevenir embarazos no deseados o de métodos anticonceptivos. Sin embargo, absolutamente nadie habla de preocuparse por el otro o de tener en consideración los deseos o el placer del otro. En esta serie podemos ver por primera vez a un hombre y una mujer que no solo se limitan a buscar su propio placer de forma egoísta, sino que también buscan despertar y provocar el placer en el otro. Siempre con respeto, siempre desde el consentimiento ajeno. Y es tan jodidamente importante mostrar eso. Educar a través de eso. Formar personas mediante esa idea.
Pero la labor de ''Normal people'' no solo se limita a eso. Cuestiona la estructura patriarcal que educa a los hombres para que alardeen de sus relaciones sexuales y vean el hecho de expresar sentimientos como algo extraño. Connell y Marianne son personajes con los que es relativamente fácil empatizar. Son demasiado cercanos. Es imposible no haberse sentido como ellos en algún momento de la vida. Porque Connell y Marianne no tienen una mente perfecta ni una vida perfecta. Luchan constantemente enfrentando la idea de lo que deberían ser para cada una de las personas que los rodean y lo que en realidad son. Evaluando lo que significa la intimidad y la conexión.
El parece ser un chico popular que no tiene problemas para caerle bien a todo el mundo, pero en realidad siempre se siente fuera de lugar. No se encuentra cómodo con nadie. No es el mismo con nadie. Ella da la impresión de tener una gran personalidad y una autoestima blindada en acero contra los ataques de los demás. A pesar de ello, en el fondo es realmente frágil, insegura y vulnerable.
Otra de las cosas que más me han gustado de esta serie es como trata los problemas mentales. Es una verdadera suerte ver a un personaje que decide acudir a un psicólogo cuando experimenta ansiedad y depresión. ¿Cuántas veces hemos visto eso en una serie o en una película?. Muy pocas, la mayoría de veces estos problemas los vemos resurgir por medio de la violencia. Contra uno mismo o contra los demás. Pero no, aquí vemos a un hombre que no tiene miedo de ir al psicólogo y que normaliza pedir y obtener ayuda psicológica de un experto cuando atraviesas un mal momento sin miedo a que lo llamen loco. Porque todos, absolutamente todos, pasamos en nuestra vida por buenos y malos momentos y a veces pedir ayuda y afrontar que tenemos un problema no es un signo de debilidad. Sino de una increíble valentía.
En el caso de Marianne, por primera vez se prueba el hecho de que la violencia domestica marca de forma irremediable a los niños pequeños. Algunos siguen los patrones de los maltratadores y otros adoptan otro tipo de actitud. Por primera vez he visto a una mujer que nos hace replantearnos el bdsm no como algo que empodera a la mujer, sino como otro tipo más de maltrato que cuando alguien acepta por decisión propia esconde problemas mentales y traumas.
Como digo, no pensaba que mereciera la pena tras ver unos cuantos episodios. De primeras me parecía un culebrón a la irlandesa, no muy diferente a mil cosas que se han hecho antes. Sin embargo, su belleza, profundidad y calidad me han cautivado. Es realmente emotiva, sincera y honesta. A esto se le suma la magnífica fotografía que nos deleita con unos paisajes y unas perspectivas muy cuidadas, la corta duración de cada episodio (apenas 30 minutos), las magníficas actuaciones de los desconocidos Paul Mescal y Daisy Edgar- Jones y una moraleja realmente rica en forma y contenido que nos habla de cómo el amor no tiene por qué poderlo todo siempre y construir una relación sana resulta tan simple como saber comunicarse con el otro y dejarlo ser, estés o no a su lado.
Sigo en spoiler por falta de espacio....
Pocas veces se aborda de una manera honesta y real lo que estos conceptos significan realmente.
El cine y la televisión tampoco ayudan mucho a eso. Considerar romántico o erótico películas tan vistas como ''Cincuenta sombras de Grey'' o ''365 dni'', donde una mujer decide que es increíblemente fantástico experimentar vejaciones, sometimiento y malos tratos por parte de su pareja, resulta realmente deprimente y molesto. Y pensar que hay cientos y cientos de personas que engullen ese tipo de películas como si fueran un credo que mola mucho llevar a la práctica, da que pensar.
Los medios de comunicación llevan años cosificando la imagen de lo que debe ser un hombre y una mujer.
Diciéndote que debes sentir, que te debe poner, como debes actuar según el prototipo que encarnes. Pero es que esas personas que salen en anuncios de televisión presumiendo de cuerpos y vidas perfectas no existen. No somos nosotros mismos. No sienten lo que nosotros sentimos. No son reales.
Y esos cuerpos con los que muchos y muchas se masturban, tampoco lo son. Así no es una mujer y tampoco un hombre. Las mujeres y hombres reales no seguimos ese patrón. No tenemos un cuerpo perfecto y en muchas ocasiones tampoco una mente perfecta. A veces tenemos unos kilos de más o de menos. No tenemos una cara de anuncio, no damos el canon de belleza. No necesitamos grandes pechos o una cintura de avispa para resultar atractivas.
Teniendo esto en cuenta, es una verdadera gozada contar con series como ''Normal people''. Una serie que no tiene miedo de abordar todos estos conceptos y analizarlos uno por uno. Hacia muchísimo tiempo que no veía algo tan real y cercano en la televisión. La manera en la que son abordadas las escenas de sexo es toda una proeza. Y es que es tan importante que entendamos lo que significa el consentimiento. Lo que posibilita un si y un no. La forma en la que los actores expresan el deseo y el placer que experimentan sus personajes está a otro nivel.
La educación sexual que la mayoría de jóvenes reciben solo se limita a hablar de prevenir embarazos no deseados o de métodos anticonceptivos. Sin embargo, absolutamente nadie habla de preocuparse por el otro o de tener en consideración los deseos o el placer del otro. En esta serie podemos ver por primera vez a un hombre y una mujer que no solo se limitan a buscar su propio placer de forma egoísta, sino que también buscan despertar y provocar el placer en el otro. Siempre con respeto, siempre desde el consentimiento ajeno. Y es tan jodidamente importante mostrar eso. Educar a través de eso. Formar personas mediante esa idea.
Pero la labor de ''Normal people'' no solo se limita a eso. Cuestiona la estructura patriarcal que educa a los hombres para que alardeen de sus relaciones sexuales y vean el hecho de expresar sentimientos como algo extraño. Connell y Marianne son personajes con los que es relativamente fácil empatizar. Son demasiado cercanos. Es imposible no haberse sentido como ellos en algún momento de la vida. Porque Connell y Marianne no tienen una mente perfecta ni una vida perfecta. Luchan constantemente enfrentando la idea de lo que deberían ser para cada una de las personas que los rodean y lo que en realidad son. Evaluando lo que significa la intimidad y la conexión.
El parece ser un chico popular que no tiene problemas para caerle bien a todo el mundo, pero en realidad siempre se siente fuera de lugar. No se encuentra cómodo con nadie. No es el mismo con nadie. Ella da la impresión de tener una gran personalidad y una autoestima blindada en acero contra los ataques de los demás. A pesar de ello, en el fondo es realmente frágil, insegura y vulnerable.
Otra de las cosas que más me han gustado de esta serie es como trata los problemas mentales. Es una verdadera suerte ver a un personaje que decide acudir a un psicólogo cuando experimenta ansiedad y depresión. ¿Cuántas veces hemos visto eso en una serie o en una película?. Muy pocas, la mayoría de veces estos problemas los vemos resurgir por medio de la violencia. Contra uno mismo o contra los demás. Pero no, aquí vemos a un hombre que no tiene miedo de ir al psicólogo y que normaliza pedir y obtener ayuda psicológica de un experto cuando atraviesas un mal momento sin miedo a que lo llamen loco. Porque todos, absolutamente todos, pasamos en nuestra vida por buenos y malos momentos y a veces pedir ayuda y afrontar que tenemos un problema no es un signo de debilidad. Sino de una increíble valentía.
En el caso de Marianne, por primera vez se prueba el hecho de que la violencia domestica marca de forma irremediable a los niños pequeños. Algunos siguen los patrones de los maltratadores y otros adoptan otro tipo de actitud. Por primera vez he visto a una mujer que nos hace replantearnos el bdsm no como algo que empodera a la mujer, sino como otro tipo más de maltrato que cuando alguien acepta por decisión propia esconde problemas mentales y traumas.
Como digo, no pensaba que mereciera la pena tras ver unos cuantos episodios. De primeras me parecía un culebrón a la irlandesa, no muy diferente a mil cosas que se han hecho antes. Sin embargo, su belleza, profundidad y calidad me han cautivado. Es realmente emotiva, sincera y honesta. A esto se le suma la magnífica fotografía que nos deleita con unos paisajes y unas perspectivas muy cuidadas, la corta duración de cada episodio (apenas 30 minutos), las magníficas actuaciones de los desconocidos Paul Mescal y Daisy Edgar- Jones y una moraleja realmente rica en forma y contenido que nos habla de cómo el amor no tiene por qué poderlo todo siempre y construir una relación sana resulta tan simple como saber comunicarse con el otro y dejarlo ser, estés o no a su lado.
Sigo en spoiler por falta de espacio....
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Porque cuando haces click con la otra persona, aunque el tiempo pase, la conexión que creas es indestructible. No somos más que espacios ajenos, formados por los que nos han visitado brevemente o de forma duradera y al final los que ganan un lugar en nuestra memoria, son aquellos que nos transformaron en lo que de verdad éramos desde un principio. Los que nos hicieron ser mejores personas.
Creo que ver sus doce episodios no debería ser opcional, sino una obligación para todos y todas.... Porque es realmente importante que series como ''Normal People'' existan y que todos las veamos.
Creo que ver sus doce episodios no debería ser opcional, sino una obligación para todos y todas.... Porque es realmente importante que series como ''Normal People'' existan y que todos las veamos.
14 de julio de 2020
14 de julio de 2020
41 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Dónde se habían metido las grandes historias de amor? El drama romántico, un clásico entre los géneros, parecía no tener lugar en el cada vez más complicado entramado audiovisual. La fantasía o el suspense parecían recursos infalibles para generar adicción y conseguir destacar entre tanta competencia. El cine, y sobre todo la televisión, habían olvidado el poder de atracción de una buena historia de amor. Se suponía que había que mezclarla con otros géneros, como en Outlander, o recurrir a enrevesados giros de guion, como en This is us, para conseguir atrapar al público. Pero de repente llega Normal people y demuestra que algo tan sencillo como la química entre dos personas, esa que supera todo tipo de trances, atrapa y conmueve como ninguna otra historia.
Las vidas de Marianne y Connell están condenadas a cruzarse. Desde el momento en que prende la chispa entre ambos, en un terreno tan hostil como puede llegar a ser el instituto, no hay obstáculo que les permita distanciarse por completo, incluso a pesar de que su relación no es precisamente un camino de rosas. El gran aliciente, pero también el enorme sufrimiento, de esta serie recae precisamente en su entrañable pareja protagonista y en la impotencia que genera en el espectador, testigo de cómo la distancia se apodera de ellos por una absoluta falta de comunicación.
Ella, la empollona apestada de clase. Él, chico introvertido pero popular. Se gustan en silencio. Él admira su osadía e inteligencia mientras ella percibe una interesante vida interior. Su amor debe ser a escondidas, por decisión de ambas partes. Él, cobarde, prefiere no enfrentarse al rechazo y la guasa de sus compañeros de pupitre, mientras que ella es demasiado orgullosa para recriminarle su falta de valentía. Y de esa pasión prohibida surge una relación condenada a distanciarse y reencontrarse a lo largo de toda su juventud.
Con el paso del instituto a la universidad se cambian las tornas y ahora es ella la que domina la situación, mientras él ha perdido el confort del rebaño y se enfrenta a los miedos de un mundo más tolerante y abierto. La apertura al mundo exterior no resulta fácil para ninguno de los dos, cada uno arrastrando los traumas personales y los de su relación a sus propias parejas. Pero con cada fortuito encuentro, se paralizan sus vidas y se forma de nuevo una burbuja protectora de la que resulta difícil salir. Un microuniverso de intimidad que se convierte en el motor de una serie que desprende ternura y provoca más de un suspiro.
Es prácticamente imposible no caer en los brazos de una obra perfectamente concebida para embaucar. Hay que ser muy escéptico para no enamorarse de la pareja protagonista, porque si Daisy Edgar-Jones está espléndida en su papel de torturada, no lo está menos un Paul Mescal contenido que emociona cada vez que explota. Asistimos a su esfera íntima con absoluta naturalidad, asumiendo que el sexo forma parte de la cotidianidad, sin otorgarle mayor o menor importancia. De hecho, la escena más personal y efectiva se produce a distancia, cuando Marianne espera a que Connell se quede dormido y amanece al día siguiente al otro lado de la pantalla. La lista de momentos dulces, que no edulcorados, es infinita.
Y por si la química entre los dos protagonistas no fuera suficiente, la producción al completo de Normal people se pone al servicio de la causa. Cada roce, cada mirada, cada encuentro, se ve reforzado por primeros planos debidamente desenfocados, mientras una banda sonora calculadamente seleccionada, perfecto equilibrio entre lo comercial y lo indie, remata la faena. Se entiende que la serie, basada en el libro de Sally Rooney, haya conquistado al público. No es para menos. Entran ganas de quedarse a vivir en ella.
Las vidas de Marianne y Connell están condenadas a cruzarse. Desde el momento en que prende la chispa entre ambos, en un terreno tan hostil como puede llegar a ser el instituto, no hay obstáculo que les permita distanciarse por completo, incluso a pesar de que su relación no es precisamente un camino de rosas. El gran aliciente, pero también el enorme sufrimiento, de esta serie recae precisamente en su entrañable pareja protagonista y en la impotencia que genera en el espectador, testigo de cómo la distancia se apodera de ellos por una absoluta falta de comunicación.
Ella, la empollona apestada de clase. Él, chico introvertido pero popular. Se gustan en silencio. Él admira su osadía e inteligencia mientras ella percibe una interesante vida interior. Su amor debe ser a escondidas, por decisión de ambas partes. Él, cobarde, prefiere no enfrentarse al rechazo y la guasa de sus compañeros de pupitre, mientras que ella es demasiado orgullosa para recriminarle su falta de valentía. Y de esa pasión prohibida surge una relación condenada a distanciarse y reencontrarse a lo largo de toda su juventud.
Con el paso del instituto a la universidad se cambian las tornas y ahora es ella la que domina la situación, mientras él ha perdido el confort del rebaño y se enfrenta a los miedos de un mundo más tolerante y abierto. La apertura al mundo exterior no resulta fácil para ninguno de los dos, cada uno arrastrando los traumas personales y los de su relación a sus propias parejas. Pero con cada fortuito encuentro, se paralizan sus vidas y se forma de nuevo una burbuja protectora de la que resulta difícil salir. Un microuniverso de intimidad que se convierte en el motor de una serie que desprende ternura y provoca más de un suspiro.
Es prácticamente imposible no caer en los brazos de una obra perfectamente concebida para embaucar. Hay que ser muy escéptico para no enamorarse de la pareja protagonista, porque si Daisy Edgar-Jones está espléndida en su papel de torturada, no lo está menos un Paul Mescal contenido que emociona cada vez que explota. Asistimos a su esfera íntima con absoluta naturalidad, asumiendo que el sexo forma parte de la cotidianidad, sin otorgarle mayor o menor importancia. De hecho, la escena más personal y efectiva se produce a distancia, cuando Marianne espera a que Connell se quede dormido y amanece al día siguiente al otro lado de la pantalla. La lista de momentos dulces, que no edulcorados, es infinita.
Y por si la química entre los dos protagonistas no fuera suficiente, la producción al completo de Normal people se pone al servicio de la causa. Cada roce, cada mirada, cada encuentro, se ve reforzado por primeros planos debidamente desenfocados, mientras una banda sonora calculadamente seleccionada, perfecto equilibrio entre lo comercial y lo indie, remata la faena. Se entiende que la serie, basada en el libro de Sally Rooney, haya conquistado al público. No es para menos. Entran ganas de quedarse a vivir en ella.
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