Los hijos de nadie
1951 

7,2
89
Drama. Romance
Guido es el rico propietario de una cantera de mármol y Luisa la hija de uno de sus empleados. Los dos se aman, pero la madre de Guido no ve con buenos ojos este amor debido a la diferencia de clase social. Cuando Luisa da a luz un hijo de Guido, su madre hace raptar al hijo y hace creer a Luisa que el niño ha muerto en un incendio. A partir de ese momento Luisa decide hacerse monja, y Guido, creyendo que ella ha muerto en el incendio ... [+]
26 de febrero de 2025
26 de febrero de 2025
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“Los hijos de nadie” es una nueva versión de la ya adaptación muda de 1921 con la que Matarazzo remató una trilogía de exaltación melodramática cuya apuesta emocional y emotiva podría tener como lema -“Hagan lágrimas, señores. No va más”.
Las otras dos comparsas de la terna son “Cadenas Invisibles” y “Tormento”).
En efecto, en plena efervescencia neorrealista, Matarazzo prescinde de la narración social, de la objetividad expositiva o de la interpretación amateur o improvisada para rodar un folletín de folletón con un attrezzo barroco y una puesta en escena de planta operística, pero que en su reverso esconde la versión sentimental y también sentimentaloide de las minimalista y militantes estampas neorrealistas. En esta versión, las pasiones no edulcoran pero sí transforman la realidad desabrida en avatares del destino inexpugnable.
De hecho en el trasfondo de esta historia desgarrada laten las constantes de la lucha obrera, de la desigualdad social y la jerarquización de clases, pero son solo un paisaje de fondo donde Matarazzo enfoca las pasiones humanas hasta rozar el delirio en una serie de peripecias desdichadas entre lo enternecedor, lo patético, lo cruel y a veces lo imposible En este sentido es reconocible que el realizador cumple su propósito al no dar tregua a un espectador conmocionado que no se ha repuesto de una impresión cuando ya está siendo asaltado por la siguiente zozobra.
Cándidos, perversos, intrigantes, crédulos, explotadores y explotados, desafiantes y amilanados desfilan por la pantalla enredados en tramas de codicia, secretos, deshonra, orfandad; los personajes se antojan tan extremos que, en algún caso, resultan exagerados para unos intérpretes que a duras penas pueden disimular la máscara del personaje. En este elenco destaca nítidamente la legendaria (y esposa de Jacques Feyder) Françoise Rosay, seguida de Yvonne Sanson, mucho más convincente que su partenaire Amedo Nazzari.
El exitazo taquillero –que no crítico- de la trilogía llevó a Matarazzo a una cuarta entrega, “El ángel blanco”. El realizador, denostado en su tiempo como cineasta fácil y falto de compromiso, ha sido revalorado en la posteridad como un considerable artesano del género melodramático.
Entretenida, sentimental y excesiva.
Las otras dos comparsas de la terna son “Cadenas Invisibles” y “Tormento”).
En efecto, en plena efervescencia neorrealista, Matarazzo prescinde de la narración social, de la objetividad expositiva o de la interpretación amateur o improvisada para rodar un folletín de folletón con un attrezzo barroco y una puesta en escena de planta operística, pero que en su reverso esconde la versión sentimental y también sentimentaloide de las minimalista y militantes estampas neorrealistas. En esta versión, las pasiones no edulcoran pero sí transforman la realidad desabrida en avatares del destino inexpugnable.
De hecho en el trasfondo de esta historia desgarrada laten las constantes de la lucha obrera, de la desigualdad social y la jerarquización de clases, pero son solo un paisaje de fondo donde Matarazzo enfoca las pasiones humanas hasta rozar el delirio en una serie de peripecias desdichadas entre lo enternecedor, lo patético, lo cruel y a veces lo imposible En este sentido es reconocible que el realizador cumple su propósito al no dar tregua a un espectador conmocionado que no se ha repuesto de una impresión cuando ya está siendo asaltado por la siguiente zozobra.
Cándidos, perversos, intrigantes, crédulos, explotadores y explotados, desafiantes y amilanados desfilan por la pantalla enredados en tramas de codicia, secretos, deshonra, orfandad; los personajes se antojan tan extremos que, en algún caso, resultan exagerados para unos intérpretes que a duras penas pueden disimular la máscara del personaje. En este elenco destaca nítidamente la legendaria (y esposa de Jacques Feyder) Françoise Rosay, seguida de Yvonne Sanson, mucho más convincente que su partenaire Amedo Nazzari.
El exitazo taquillero –que no crítico- de la trilogía llevó a Matarazzo a una cuarta entrega, “El ángel blanco”. El realizador, denostado en su tiempo como cineasta fácil y falto de compromiso, ha sido revalorado en la posteridad como un considerable artesano del género melodramático.
Entretenida, sentimental y excesiva.
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