Él
8,0
6.725
Drama. Romance
Francisco Galván de Montemayor, un hombre adinerado de apariencia tranquila, conservador, religioso y virgen, como cada Jueves Santo asiste a la ceremonia del mandatum, el lavatorio de pies que el sacerdote efectúa con singular delectación. Al ver los sensuales pies de una joven sentada en primera fila se queda prendado de su serena belleza. Francisco logra averiguar que la mujer de sus sueños se llama Gloria y va a contraer matrimonio ... [+]
13 de octubre de 2009
13 de octubre de 2009
105 de 109 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Él” no empezó con buen pie la andadura. Fue presentada en Cannes, pero en un pase para excombatientes y mutilados, que acabó en bronca.
Este episodio involuntariamente surrealista, tan buñuelesco, se diría que gafó la recepción de “Él”. La crítica fue adversa. En México, sólo la fama del actor la mantuvo unas semanas.
No se veía la seriedad tras la capa de humor esperpéntico. Fue Lacan quien apreció esa seriedad del retrato de un paranoico, y empezó a reflotar la película al ponerla en sus clases.
Buñuel describe con conocimiento interno el mecanismo mental del celoso enfermizo. Admitía haber puesto mucho de sí mismo en el personaje. Su idea era clara: “Los paranoicos son como los poetas. Nacen así. Interpretan siempre la realidad en el sentido de la obsesión”.
Además, Buñuel conecta el delirio del personaje con su rango social. No es casual que Francisco sea un adinerado terrateniente, educado, devoto, soltero y virgen; “un perfecto caballero cristiano”, según el cura. Es el parangón de su selecta clase. Los celos están ligados al sentido de posesión. Él está obsesionado por sus propiedades: fulmina a un abogado porque no pelea lo bastante unas tierras ante los tribunales. También le obsesiona la imposibilidad de una certeza: que su esposa es total y absolutamente de su propiedad. En la tradición de Francisco, las mujeres son portadoras del honor masculino, la ‘honra’, lo que exige un control desquiciante.
Junto a la misoginia, no podía faltar el fetichismo, unido a la liturgia en la magistral secuencia inicial, sin palabras. La cámara se mueve con impresionante amplitud en la ceremonia del lavatorio: el oficiante lava los pies a los monaguillos y los cubre de besos cargados de libido. Las miradas van y vienen hasta detenerse en unos zapatos, ascender por las piernas y detenerse en el rostro. La volcánica fijación se ha puesto en marcha.
Durante el cortejo, Francisco saca un grandilocuente romanticismo, casi ‘amour fou’. Pero la relación práctica es más compleja que la adoración a distancia. Las fuertes represiones se proyectan alrededor. La rígida masculinidad le hace ver que todos rondan a su mujer y que ella es cómplice.
La imaginación corrosiva empuja a situaciones atroces: el peligro en el campanario, proclamando Francisco el egoísmo como esencia de un alma noble; el bestial intento de coser orificios corporales; los tiros aterradores…
Aunque lo cuenta la mujer, el proceso mental de Francisco está presentado desde dentro, con fuerza imponente. Y no como la simple anomalía individual de un perturbado, sino como el resultado de un sistema de ideas y ritos que contienen el germen del desequilibrio.
La técnica narrativa (un juego de flashbacks y elipsis) tiene altura. Tampoco en los elaborados movimientos de cámara, encuadres y fotografía se encuentra la tosquedad que por prejuicio se atribuye al estilo de Buñuel.
Esta gran película continúa remontando el gafe de los excombatientes. Será aún más reconocida de lo que ya es.
Este episodio involuntariamente surrealista, tan buñuelesco, se diría que gafó la recepción de “Él”. La crítica fue adversa. En México, sólo la fama del actor la mantuvo unas semanas.
No se veía la seriedad tras la capa de humor esperpéntico. Fue Lacan quien apreció esa seriedad del retrato de un paranoico, y empezó a reflotar la película al ponerla en sus clases.
Buñuel describe con conocimiento interno el mecanismo mental del celoso enfermizo. Admitía haber puesto mucho de sí mismo en el personaje. Su idea era clara: “Los paranoicos son como los poetas. Nacen así. Interpretan siempre la realidad en el sentido de la obsesión”.
Además, Buñuel conecta el delirio del personaje con su rango social. No es casual que Francisco sea un adinerado terrateniente, educado, devoto, soltero y virgen; “un perfecto caballero cristiano”, según el cura. Es el parangón de su selecta clase. Los celos están ligados al sentido de posesión. Él está obsesionado por sus propiedades: fulmina a un abogado porque no pelea lo bastante unas tierras ante los tribunales. También le obsesiona la imposibilidad de una certeza: que su esposa es total y absolutamente de su propiedad. En la tradición de Francisco, las mujeres son portadoras del honor masculino, la ‘honra’, lo que exige un control desquiciante.
Junto a la misoginia, no podía faltar el fetichismo, unido a la liturgia en la magistral secuencia inicial, sin palabras. La cámara se mueve con impresionante amplitud en la ceremonia del lavatorio: el oficiante lava los pies a los monaguillos y los cubre de besos cargados de libido. Las miradas van y vienen hasta detenerse en unos zapatos, ascender por las piernas y detenerse en el rostro. La volcánica fijación se ha puesto en marcha.
Durante el cortejo, Francisco saca un grandilocuente romanticismo, casi ‘amour fou’. Pero la relación práctica es más compleja que la adoración a distancia. Las fuertes represiones se proyectan alrededor. La rígida masculinidad le hace ver que todos rondan a su mujer y que ella es cómplice.
La imaginación corrosiva empuja a situaciones atroces: el peligro en el campanario, proclamando Francisco el egoísmo como esencia de un alma noble; el bestial intento de coser orificios corporales; los tiros aterradores…
Aunque lo cuenta la mujer, el proceso mental de Francisco está presentado desde dentro, con fuerza imponente. Y no como la simple anomalía individual de un perturbado, sino como el resultado de un sistema de ideas y ritos que contienen el germen del desequilibrio.
La técnica narrativa (un juego de flashbacks y elipsis) tiene altura. Tampoco en los elaborados movimientos de cámara, encuadres y fotografía se encuentra la tosquedad que por prejuicio se atribuye al estilo de Buñuel.
Esta gran película continúa remontando el gafe de los excombatientes. Será aún más reconocida de lo que ya es.
5 de julio de 2009
5 de julio de 2009
95 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pantalla de cine goza de tres dimensiones: base, altura y duración. Es un rectángulo en el tiempo.
La arquitectura es en sí misma tridimensional. Ordenación precisa del espacio.
===
La imagen fílmica va más allá de las limitaciones de lo plano; crea en el espectador una ilusión perfecta de profundidad.
La arquitectura es creación de espacios habitables, estáticos. Una vivienda móvil (‘La casa de vapor’, de Julio Verne; ‘El castillo ambulante’, de Diana Wynne Jones…) nunca deja de ser provisional. Es inquietante no saber adónde da nuestra ventana.
===
La imagen dinámica confiere al cine la pulsión de lo real. Es arte en cuatro dimensiones (las cuatro dimensiones de lo vivo). Trasciende su naturaleza de 3D.
La arquitectura es forma en el espacio. También es el vacío que limita la materia. Cuando la vida llena las habitaciones y pasillos de una casa, sentimos la respiración del edificio. Esa respiración añade al edificio un horizonte temporal (de nuevo, las cuatro dimensiones de lo vivo). En su aire penetra el tiempo subjetivo, el tiempo de lo humano. No es la erosión mecánica debida al paso de los días: el viento golpeando las contraventanas, la lluvia desconchando la pintura, las sacudidas materiales.
===
Cuántas veces añoramos la vida registrada en unos fotogramas, sabiendo que el soporte físico (actores, luz, objetos) ha dejado de existir.
Cuántas veces evocamos, delante de una ruina, la vida que en un tiempo poblaba los espacios de su arquitectura.
La arquitectura es en sí misma tridimensional. Ordenación precisa del espacio.
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La imagen fílmica va más allá de las limitaciones de lo plano; crea en el espectador una ilusión perfecta de profundidad.
La arquitectura es creación de espacios habitables, estáticos. Una vivienda móvil (‘La casa de vapor’, de Julio Verne; ‘El castillo ambulante’, de Diana Wynne Jones…) nunca deja de ser provisional. Es inquietante no saber adónde da nuestra ventana.
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La imagen dinámica confiere al cine la pulsión de lo real. Es arte en cuatro dimensiones (las cuatro dimensiones de lo vivo). Trasciende su naturaleza de 3D.
La arquitectura es forma en el espacio. También es el vacío que limita la materia. Cuando la vida llena las habitaciones y pasillos de una casa, sentimos la respiración del edificio. Esa respiración añade al edificio un horizonte temporal (de nuevo, las cuatro dimensiones de lo vivo). En su aire penetra el tiempo subjetivo, el tiempo de lo humano. No es la erosión mecánica debida al paso de los días: el viento golpeando las contraventanas, la lluvia desconchando la pintura, las sacudidas materiales.
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Cuántas veces añoramos la vida registrada en unos fotogramas, sabiendo que el soporte físico (actores, luz, objetos) ha dejado de existir.
Cuántas veces evocamos, delante de una ruina, la vida que en un tiempo poblaba los espacios de su arquitectura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena clave da fin al primer tercio de la cinta, hacia el minuto veintitrés. Hay cena de postín en la mansión de don Francisco. La escalinata es elegante y fastuosa, la arquitectura es modernista (con líneas onduladas, orgánicas… retorcidas; depende mucho de cómo se ilumine).
Suena, romántico, el piano (la pieza titulada Chopin, escrita por el atormentado Robert Schumann). Plano/Contraplano de los dos amantes. De pronto, oímos un estruendo por encima de la música. Don Francisco se dirige a una puerta cercana (se produce en él un súbito desplazamiento emocional, en paralelo al paso de una habitación a otra). Vemos al mayordomo trajinando en una especie de trastero oscuro, desordenado, lleno de polvo: como una cicatriz que desluciera el cuerpo inmaculado de un dios griego. No se trata de una habitación muy apartada. Está ahí, en el corazón del edificio. Don Francisco, con cajas destempladas, apremia al mayordomo para que se vaya y cierre de inmediato.
Luego, pasamos al jardín, embriagador; y la seducción de Gloria se consuma.
Hemos visto la vivienda en todos sus matices: la suntuosidad, la pulcritud, el cuarto oscuro, el perfume del jardín de las delicias. La personalidad de don Franscisco queda bien descrita.
Él es la casa. Y está muy mal de la azotea.
Suena, romántico, el piano (la pieza titulada Chopin, escrita por el atormentado Robert Schumann). Plano/Contraplano de los dos amantes. De pronto, oímos un estruendo por encima de la música. Don Francisco se dirige a una puerta cercana (se produce en él un súbito desplazamiento emocional, en paralelo al paso de una habitación a otra). Vemos al mayordomo trajinando en una especie de trastero oscuro, desordenado, lleno de polvo: como una cicatriz que desluciera el cuerpo inmaculado de un dios griego. No se trata de una habitación muy apartada. Está ahí, en el corazón del edificio. Don Francisco, con cajas destempladas, apremia al mayordomo para que se vaya y cierre de inmediato.
Luego, pasamos al jardín, embriagador; y la seducción de Gloria se consuma.
Hemos visto la vivienda en todos sus matices: la suntuosidad, la pulcritud, el cuarto oscuro, el perfume del jardín de las delicias. La personalidad de don Franscisco queda bien descrita.
Él es la casa. Y está muy mal de la azotea.
10 de julio de 2007
10 de julio de 2007
82 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fantástica película de Buñuel, un director que normalmente no me vuelve loco pero que en este caso firma una historia brillante por su concepción y que además es fácilmente entendible por cualquier persona. Con otras películas suyas a veces se habla mucho de simbolismos, de si esta cosa representa tal otra, o si esta escena surrealista significa lo de aquí o lo de más allá (a pesar de que paradójicamente él mismo muchas veces haya negado algunas de esas interpretaciones). Y a veces te acabas distanciando, si no entras en ese juego de significados "ocultos".
Él, sin embargo, es una historia relativamente sencilla sobre cómo los celos vuelven loco a un hombre que ya de antes (se supone) podía tener problemas mentales a causa de su fervor religioso, su manera de reprimir sus sentimientos y demás. La crítica a la religión, y a la iglesia a veces (con ese personaje un poco ridículo del cura), está otra vez presente, pero prefiero la manera de mostrarlo aquí que en Viridiana, por ejemplo, que además me parecía una película bastante aburrida.
Él también es una historia muy visual, en la que juega un papel fundamental el habitual estilo surrealista y alucinado de Buñuel, más discreto esta vez. Pero que se nota por ejemplo en el modo en que las imágenes de la película parecen más subjetivas y más deformadas según el protagonista va perdiendo la razón. Esto se ve claramente en la primera escena en que Francisco sospecha de la infidelidad de su mujer, cuando de un plano lateral de ambos besándose se pasa a uno subjetivo de Francisco, con una imagen más borrosa y una iluminación más irreal, supongo que queriendo representar su percepción deformada de la realidad. En este tono surreal que tiene a veces (que sepamos, ninguna escena de la película está soñada, pero la verdad es que cualquiera podría estarlo), entronca con Vértigo, aparte por supuesto de en el argumento (con varios detalles en común, casuales o no, como las escenas del campanario y del restaurante), en la música, etc.
Él, sin embargo, es una historia relativamente sencilla sobre cómo los celos vuelven loco a un hombre que ya de antes (se supone) podía tener problemas mentales a causa de su fervor religioso, su manera de reprimir sus sentimientos y demás. La crítica a la religión, y a la iglesia a veces (con ese personaje un poco ridículo del cura), está otra vez presente, pero prefiero la manera de mostrarlo aquí que en Viridiana, por ejemplo, que además me parecía una película bastante aburrida.
Él también es una historia muy visual, en la que juega un papel fundamental el habitual estilo surrealista y alucinado de Buñuel, más discreto esta vez. Pero que se nota por ejemplo en el modo en que las imágenes de la película parecen más subjetivas y más deformadas según el protagonista va perdiendo la razón. Esto se ve claramente en la primera escena en que Francisco sospecha de la infidelidad de su mujer, cuando de un plano lateral de ambos besándose se pasa a uno subjetivo de Francisco, con una imagen más borrosa y una iluminación más irreal, supongo que queriendo representar su percepción deformada de la realidad. En este tono surreal que tiene a veces (que sepamos, ninguna escena de la película está soñada, pero la verdad es que cualquiera podría estarlo), entronca con Vértigo, aparte por supuesto de en el argumento (con varios detalles en común, casuales o no, como las escenas del campanario y del restaurante), en la música, etc.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final es uno de mis momentos preferidos de la película y a la vez otro detalle inquietante, de maestro, de Buñuel. Después de que Gloria y Raúl hayan ido a visitar a Francisco pero sin llegar a estar cara a cara con él, vemos que éste se había dado cuenta de su presencia (y quién sabe si incluso les estuvo observando). Tras una charla intrascendente en la que se menciona al crío de la pareja (que podría, o no, ser hijo de Francisco), el hombre ahora aparentemente sereno se marcha en dirección opuesta a la cámara, pero lo hace caminando en zig zag y girando constantemente, como hacía cada vez que sus obsesiones le atormentaban. Francisco vuelve a estar perturbado, o, quizás, nunca había dejado de estarlo.
9 de octubre de 2007
9 de octubre de 2007
48 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film realizado por Buñuel y escrito por él en colaboración con Luis Alcoriza ("Los olvidados", 1950), extremeño exiliado. Se basa en la novela "Pensamientos" (1926), de Mercedes Pinto, en la que la autora recoge experiencias de su primer matrimonio. Se rueda en tres semanas, en Méjico DF y en los Estudios Tepayac. Fue nominado a la Palma de oro de Cannes. Producido por Óscar Dancingers, se estrena el 9-VII-1953 (Méjico).
La acción principal tiene lugar en Méjico DF y en Guanamajato (Méjico). La película explora las relaciones entre demencia, trastornos de conducta, tendencias posesivas, obsesiones y celos. Buñuel presenta un excelente análisis psicológico de Francisco Galván de Montemayor (Arturo de Córdova), hombre religioso y de principios estrictos. Cumplidos los 40 y siendo virgen, se casa con Gloria (Delia Garcés), enloquece de celos y tortura a la esposa con humillaciones físicas y morales. La descripción del proceso que lleva al protagonista a la demencia es minuciosa y rica en detalles. A lo largo de la cinta, Buñuel denuncia la sinrazón de la intolerancia religiosa, los prejuicios machistas, la tendencia a dar la razón al hombre frente a la mujer, el hábito de reclamar sistematicamente a la mujer sacrificios, comprensión y sumisión. Critica la moral burguesa, preocupada por las apariencias y basada en la hipocresía. "Él" (1953), "Ensayo de un crimen" (1955) y "El ángel exterminador" (1962) conforman lo que algunos han venido en llamar la trilogía de Buñuel sobre la moral y las costumbres.
El realizador muestra las obsesiones y preferencias que forman parte de las constantes de su obra. La podofilia o podolatría (afición a los pies) se evidencia en la ceremonia religiosa del lavado de pies del Viernes Santo y en la del enamoramiento de Francisco al ver los pies de la chica. La afición a la entomología aparece en la escena del campanario cuando se comparan las personas con hormigas. Se refiere a algunos de sus temas preferidos: la justicia humana sometida a errores, la virginidad, la verdad, la religión, el sexo, la madre y otros. Muestra su interés por el exostismo de las ceremonias religiosas católicas y su consideración de que la religión aleja de la realidad. El film influye en obras y autores posteriores. La escena del campanario inspira la de "Vértigo", de Hitchcock.
La música incorpora un fragmento de la "Tocata y fuga" de Bach, reflejo de la afición de Buñuel a la música barroca. La fotografía ofrece un movimiento de cámara muy activo, que se desarrolla con frecuencia en espacios pequeños (casa, tren) creando sensaciones de opresión. Con unos pocos planos elípticos se construye una escena tan estremecedora como la del cosido del sexo de la mujer.
Film clave de Buñuel, es una de sus obras más celebradas y una de los mejores películas que se han rodado sobre los celos obsesivos.
La acción principal tiene lugar en Méjico DF y en Guanamajato (Méjico). La película explora las relaciones entre demencia, trastornos de conducta, tendencias posesivas, obsesiones y celos. Buñuel presenta un excelente análisis psicológico de Francisco Galván de Montemayor (Arturo de Córdova), hombre religioso y de principios estrictos. Cumplidos los 40 y siendo virgen, se casa con Gloria (Delia Garcés), enloquece de celos y tortura a la esposa con humillaciones físicas y morales. La descripción del proceso que lleva al protagonista a la demencia es minuciosa y rica en detalles. A lo largo de la cinta, Buñuel denuncia la sinrazón de la intolerancia religiosa, los prejuicios machistas, la tendencia a dar la razón al hombre frente a la mujer, el hábito de reclamar sistematicamente a la mujer sacrificios, comprensión y sumisión. Critica la moral burguesa, preocupada por las apariencias y basada en la hipocresía. "Él" (1953), "Ensayo de un crimen" (1955) y "El ángel exterminador" (1962) conforman lo que algunos han venido en llamar la trilogía de Buñuel sobre la moral y las costumbres.
El realizador muestra las obsesiones y preferencias que forman parte de las constantes de su obra. La podofilia o podolatría (afición a los pies) se evidencia en la ceremonia religiosa del lavado de pies del Viernes Santo y en la del enamoramiento de Francisco al ver los pies de la chica. La afición a la entomología aparece en la escena del campanario cuando se comparan las personas con hormigas. Se refiere a algunos de sus temas preferidos: la justicia humana sometida a errores, la virginidad, la verdad, la religión, el sexo, la madre y otros. Muestra su interés por el exostismo de las ceremonias religiosas católicas y su consideración de que la religión aleja de la realidad. El film influye en obras y autores posteriores. La escena del campanario inspira la de "Vértigo", de Hitchcock.
La música incorpora un fragmento de la "Tocata y fuga" de Bach, reflejo de la afición de Buñuel a la música barroca. La fotografía ofrece un movimiento de cámara muy activo, que se desarrolla con frecuencia en espacios pequeños (casa, tren) creando sensaciones de opresión. Con unos pocos planos elípticos se construye una escena tan estremecedora como la del cosido del sexo de la mujer.
Film clave de Buñuel, es una de sus obras más celebradas y una de los mejores películas que se han rodado sobre los celos obsesivos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final, separado en el tiempo, es duro, dramático y desesperanzador.
17 de enero de 2009
17 de enero de 2009
50 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Don Luis en una de sus mejores películas. Tremenda historia muy adelantada en su temática para la época. Una bella mujer conoce a otro señor justo antes de casarse y se enamora de él. Rompe el compromiso para casarse con su nuevo amor, un hombre apuesto, culto de buen vivír. Hasta ahí todo sería perfecto, de no ser por un pequeño detalle: este señor no és lo que parecía ser. Pronto comienza a mostrar su verdadero ser, celoso hasta la locura, posesívo y perverso. La vida de ésta pobre mujer se convierte en un calvario pues entiende que, el hombre de quien se enamoró, es un psicópata enfermo de celos. Infundados por supuesto. Èl ve lo que quiere ver y nada lo convencerá de lo contrario. Perfectamente filmada, con un Arturo de Córdova descollante, no se queda atrás esa dulzura de actríz que fué Delia Garcés. Si víste algo de Buñuel y te gustó no podés dejar de verla y si nunca viste nada del maestro, te estás perdiendo a uno de los mayores directores de la historia del cine. Película magistral.
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