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Anora

Drama. Comedia Anora, una joven prostituta de Brooklyn, tiene la oportunidad de vivir una historia a lo Cenicienta cuando conoce al hijo de un oligarca ruso e impulsivamente se casa con él. Cuando la noticia llega a Rusia, su cuento de hadas se ve amenazado, ya que los padres parten hacia Nueva York para intentar conseguir la anulación del matrimonio.
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5
4 de noviembre de 2024
307 de 377 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos días estuve viendo en una plataforma de streaming “Sin malos rollos”, una comedieta romántica dirigida por Gene Stupinsky y protagonizada por Jennifer Lawrence. Me la puse un domingo por la tarde sin muchas expectativas de que aquello me fuera a emocionar demasiado; supongo que me imaginaba una comedia adolescente bobalicona más, de esas que se olvidan a los diez minutos de haber aparecido los créditos. Pero no, lo cierto, es que, sin ser tampoco nada del otro jueves, la película se dejaba ver, era simpática, la Jenny estaba graciosa y se llevaba la función, y eso para salvar una tarde de domingo tonta era más que suficiente.

Hace unas semanas pude ver en pantalla grande “Anora”. Las expectativas estaban por las nubes. Sean Baker, su director, un tipo que había demostrado ya su talento en títulos como “Tangerine”, “The Florida Project” o “Red Rocket”, acababa de ganar con ella la Palma de Oro de Cannes y la crítica se había deshecho en elogios hacia la película, calificándola de obra maestra y de clásico instantáneo. Eso sin olvidar que, desde que se estrenase en el festival francés allá por mayo, “Anora” se había convertido en la principal favorita a ganarlo todo de cara a la temporada anual de premios cinematográficos.

Imagino que si hubiese visto “Sin malos rollos” con las mismas expectativas con las que me dispuse a ver “Anora” andaría yo ahora despotricando de la Lawrence y de toda su prole en lugar de estar aquí justificándome sobre el por qué me ha gustado más bien poquito la última del señor Baker. Y es que “Anora” es de esas películas que le dejan a uno con cara de tonto, ves a todo el mundo alrededor reírse y estar encantado de la vida con ella, pero tú no le ves maldita la gracia.

Se podría decir para empezar (y casi para acabar porque de ahí sospecho que deriva todo lo demás) que “Anora” adolece de uno de los grandes males endémicos del cine contemporáneo, y ese mal no es otro que el de una duración excesiva. Ciento cuarenta minutos para contar algo que se puede contar en bastante menos, y que además en este caso sí que se corresponden con un auténtico director´s cut, pues, como suele ser habitual en su cine, Sean Baker se responsabiliza una vez más de la edición del film. Se ve que el director tenía muy claro lo que quería contar porque si no, no se explica. A mí, ciento cuarenta minutos se me antojan demasiados, porque suponen la inclusión de escenas que se alargan sin necesidad, gags que se estiran hasta perder la gracia, o que se repiten produciendo ese mismo efecto de “deja vu”. Todo ello redunda además en cierta caricaturización de la mayoría de las situaciones y los personajes (si bien la protagonista Mickey Madison está fantástica y supone todo un descubrimiento).

Baker, que suele acertar con el retrato de seres marginales y underground que van más allá incluso del tópico de la América profunda, no hila aquí en mi opinión tan fino al apostar por ese estilo tan exageradamente hiperbólico, que incluso emparenta su película con la comedia más de brocha gorda. Se ha llegado a decir que es una comedia llena de sensibilidad, pero sólo porque haya un plano final realmente conmovedor, no cambio la parte por el todo. No sé si con un menor metraje la película me hubiese llegado más, pero, en cualquier caso, creo que seguiría siendo escéptico ante la entusiasta valoración general del film por parte de casi todo el mundo.
8
21 de septiembre de 2024
321 de 418 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera escena de Anora es ya toda una declaración de principios de la postura ética de Baker con los cuerpos: el desplazamiento lateral de su cámara captura a varios personajes femeninos de espaldas realizando bailes eróticos para sus clientes y retrata sus cuerpos con frontalidad, sin juzgar ni moralizar sobre una mercantilización corporal a todas luces alarmante. La canción que acompaña a esta escena, la alegre y optimista Greatest Day de Take that, revela el barniz sarcástico (también esperanzador) que cubrirá toda la película. No es la primera vez que el de New Jersey filma las complejas e incómodas imbricaciones del trabajo sexual (y a tenor de su dedicatoria hacia el colectivo al recoger la Palma de Oro sabemos que no será la última): ya lo hizo en Tangerine y repitió en Red Rocket, obras cuyos protagonistas perseguían un inalcanzable sueño americano en ambientes igualmente impregnados de sordidez como de ternura.

El último trabajo de Baker no solo no es ajeno a los estilemas que ha ido desarrollando a lo largo de su filmografía, sino que aquí se ven amplificados: un estilo que equilibra extrañamente la histeria con la delicadeza (particularidades ambas encarnadas a la perfección por una entregadísima Mikey Madison), un punto de partida mínimo, un vocabulario visual que navega entre las gangster-movies de Scorsese y las desquiciadas odiseas de los Safdie, etcétera. En Anora los referentes se amplían (imposible no pensar en las comedias corales de los Coen) y se expanden para seguir nutriendo el personal universo del cineasta norteamericano. Baker no inventa nada nuevo, ni siquiera dentro de sus propias inquietudes temáticas y formales, pero la forma en la que mira a sus personajes está tan rebosante de generosidad, comprensión y respeto que pareciera que estuviéramos redescubriendo de nuevo el cine.

Anora narra la historia de Ani, bailarina erótica que, como una Cenicienta moderna, parece encontrar su príncipe encantado en la figura del ingenuo y muy inmaduro Vanya, infante de 21 años que resulta ser hijo de un poderoso oligarca ruso. Hay algo crucial para el desarrollo del film que late en el encuentro entre ambos jóvenes, y tiene que ver con el modo en el que Ani entiende las relaciones con los hombres: en ellas media siempre una dimensión mercantil. Con Vanya no es distinto, pero su alocada visión del mundo y su privilegiada economía actúan no solo como promesas de una vida mejor, sino como propulsores hacia Las Vegas para que dicha vida se oficialice bajo los preceptos sociales del matrimonio. El dispositivo, por supuesto, permite a Baker explotar las posibilidades cómicas de la más clásica (y hawksiana) screwball comedy, que encuentra en la fortaleza y sensatez de Ani el contrapunto perfecto para la masculinidad frágil y cobarde de Vanya.

El punto de inflexión del matrimonio invoca a tres personajes (matones a sueldo) que intentarán, con las mismas dosis de entusiasmo como de torpeza, revocar el vínculo conyugal. Y aunque Anora es una película divertidísima e hilarante (esta banda de inútiles es sin duda una de las más bellas ideas del film), es también profundamente triste. Buena culpa de ello la tiene la situación de indefensión de Ani, pero también la mirada abismal y decepcionada de Mikey Madison, que no solo se desenvuelve con soltura en las lides físicas y sexuales más exigentes, sino que se empapa con excelencia del ambiente miserable y desolador de su personaje. Ani sabe que en un mundo ultracapitalista y mezquino ella se ubicará siempre en el lado de los perdedores: es por eso que su último gesto es hermosísimo y demoledor (seguramente una de las mejores escenas que Baker haya filmado jamás), porque solo el amor y la comprensión serán capaces de mejorar este mundo.
3
9 de noviembre de 2024
317 de 448 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no sé si he visto una película distinta a crítica y público o esto es una reedición del traje nuevo del emperador, pero estoy alucinando después de salir del cine y haber asistido a una película sin rumbo, sin gracia alguna y, lo que es peor, francamente ofensiva, especialmente para las mujeres.

Desde el minuto 1 es un despropósito: un retrato pornográfico y benévolo de la prostitución en la que tenemos multitud de escenas explícitas que no esconden trasfondo crítico alguno. Es más, nos pintan la prostitución como algo entrañable, con simpáticos y variopintos clientes, chulos majetes y comprensivos, chicas superamigas entre ellas (excepto el típico "zorrón" que odia a la prota, todo muy innovador) y vía para ganar mucho dinero. Compro que la película no quiera "moralizar". Pero no hace falta moralizar para contar una realidad tal cuál es. Lo que hace la película, simple y llanamente, es blanquear y erotizar.

La protagonista, ay la protagonista... esa supuesta princesa trash empoderada que los posmos están admirando, es una carcasa vacía desde el minuto 1, un buen par de tetas y culo sin trasfondo o motivaciones más allá de ganar dinero y de encontrar un príncipe azul y que se presenta bastante menos poderosa, independiente y digna que la Julia Roberts de Pretty Woman, una mujer que hace ya 30 años tenía bastante más claro lo que quería y que se hacía respetar. Por otro lado, dónde está exactamente el retrato de las "relaciones de clase" del que hablan algunos? Si no sabemos absolutamente nada del contexto familiar o social de la chica.

El "príncipe azul"... se supone que en algún momento nos debe sorprender que lo que puede acabar en un supuesto cuento de hadas acabe con el tío demostrando su verdadera cara? Desde el minuto 1 se sabe lo que hay, siendo el chico protagonista un caprichoso y asqueroso imbécil redomado. Que la protagonista pueda romantizar esa relación como hace hasta bien entrada la película es repugnante.

Pero lo peor viene con la llegada de y los matones rusos. Un contexto que debería ser bastante dramático de prostitución, cosificación, clasismo y violencia machista se transforma en una especie de slapstick entre colegas en el que se supone que debe ser muy divertido que unos entrañables matones, en el fondo muy buenos y simpáticos, persigan, amordacen y secuestren a una tía que no para de gritar que la van a violar. La tipa quedando como una histérica y ellos, que son tan majetes y que solo quieren solucionar las cosas, mirándola como si estuviese loca. Supongo que ese es el "realismo" del que hablan algunos. Para mí, irrealidad ridícula, pastiche de tonos que no encajan ni con cola y mal gusto absoluto. Por no hablar de lo larga y aburrida que se hace esta parte: una hora siguiendo a 3 rusos con vis cómica y a la princesa en su búsqueda del niñato gilipollas de un lado a otro salpimentada con gags absurdos y aburridos, que alargan indeciblemente la peli.

En fin, me cuesta mucho entender cuáles son los valores que han encumbrado a esta película. Ni destaca especialmente en la forma, más allá de alguna secuencia bien acompañada del aspecto musical, ni tiene un guion realmente original, ni protagonistas con lo que identificarse, ni un retrato realista y certero de la realidad, ni conmueve, ni es una comedia con gracia y auténtica mala leche, ni una crítica social, ni tiene absolutamente nada. Desconcertado me hallo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final, como no, la supuesta heroína independiente necesita una hombro masculino que pasaba por allí para llorar y acabar sacando su rabia. Aunque al menos es lo único mínimamente conmovedor de la peli (a buenas horas, y de qué manera...).
10
13 de octubre de 2024
246 de 406 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era el lunes 16 de septiembre del año 2024, por la mañana, y yo tenía que irme de mi casa. A las nueve en punto, el Festival Internacional de Cine de San Sebastián publicaba, en su página web, las entradas de la película que más esperaba: Anora.

Terminó el tiempo de espera y me metieron en una cola. El mundo se me vino abajo. Unas 5000 personas estaban delante de mí para poder comprar las entradas. Yo tenía el viaje comprado, el hotel reservado y todo preparado para poder ir al festival. Llegó mi turno y fui corriendo para ver si quedaban sitios. Y quedaban. Y los compré. Y la vi.

El sábado 21 de septiembre estaba en San Sebastián. Llegó el martes 24 y, al día siguiente, tenía que dejar el festival. En la noche de ese martes, se proyectaría Anora.

Estuve todo el día dando vueltas por la ciudad. De restaurante en restaurante y de alfombra roja en alfombra roja. Llegué a las seis de la tarde al hotel; y me dormí. Cuando me desperté, pensé que no podría llegar a tiempo para conseguir un autógrafo de Sean Baker. Eran las 21:30 (tendría que estar allí a las diez) y yo estaba a varios kilómetros del lugar en el que la proyectaban. Fui corriendo hacia el Teatro Victoria Eugenia para ver si lo lograba; y lo logré.

Entré al cine y todo se notaba distinto. Como si algo me estuviese diciendo que esa sesión iba a ser especial.

Sean Baker habló antes de que empezase la película. Se fue del escenario y se apagaron las luces. Lo que pasó después de que terminase… nunca se me irá de la memoria.

Durante las dos horas y veinte que dura, no sabes lo que estás viendo. No sabes si estás viendo una comedia negra, un drama, un romance… No lo sabes. Solo tienes la extraña sospecha de que lo que estás viendo es una obra maestra.

Esas sospechas y esos pensamientos acaban afirmándose cuando la película está terminando. Cuando esos dos personajes están en ese coche mientras ya se nota que llega el final de la historia. Aún no lo has asimilado todo. Parece que lo que has visto es una absoluta genialidad y que ya se ha acabado. Pero, de repente, ese personaje abre la mano. Y te das cuenta del ingenio de Sean Baker. Te das cuenta de cómo una historia ficticia puede ser mucho más real que la realidad. Porque te has emocionado, te has reído y has sufrido.

Cuando sales del cine la película se mantiene en tu cabeza. Y, al pasar el tiempo, te das cuenta de que se va a quedar ahí para siempre.

Al día siguiente, cogí el autobús hacia mi casa. Y allí pensé en todo. Sobre todo en ella; en Anora. En esa chica llena de sueños. Y pensé en su mala suerte. Y en otras cosas.

Porque Anora es una película sobre cosas. Sobre muchas cosas. Porque Anora, aparte de ser una obra maestra, es una película con algo. Algo único. Algo que la hace inolvidable e irrepetible.

Ya no sé qué más decir. La vi hace más de dos semanas y he estado esperando a asimilarlo todo para poder escribir una crítica. Y no sé si he dicho todo lo que quiero decir de ella.

Porque esta película te toca. Es una película que te coge y te da un puñetazo, un beso y un abrazo.

Ojalá poder decir algo que haga que todo el mundo vaya al cine el día en el que esta película se estrene. Pero no se puede.

Y es que Ani, aún no sé qué me has hecho.
2
18 de enero de 2025
126 de 167 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veo la película por las valoraciones, premios y crítica" especializadas" actuales.
En qué momento se ha perdido que alguien opine sin ver cine "antiguo" o de siempre?

La historia principal de la película la hemos visto como "trama" secundaria o terciaria en cualquier película o serie posterior a 1940 ( quizás antes, cine anterior he visto muy poco).

Piensas:
Van a desarrollar la trama de la prostituta que no tiene chulo de Accatone, Irma la Dulce, la Mamma Roma, la Anna Karina de "Al final de la escapada", la de "Una mujer marcada", cualquier cortesana de miles de películas o hasta la Disney prostituta de "Pretty woman " .

Por poner un ejemplo en cine, en series antiguas hay cientos. Pues no.

La protagonista y el protagonista de la película no pasan de ser tiktokers, instagramers, youtubers, influencers o lo que se le quiera llamar actualmente. Idioticia en estado puro.
Sé de sobras que eso manda actualmente, aunque haya jóvenes que se salen de ese patrón y usan el cerebro para analizar, criticar y ver ( no mirar) y comprender ( no leer), afortunadamente.

Pero que Festivales y críticos pongan notas de excelencia o notable a películas mediocres e insubstanciales, ponen en evidencia la involución en la que vivimos.

No sé las razones: 1. El money manda para poder (sobre) vivir y hacer "cine".
2. El cretinismo para aborregar a las personas es ya una realidad .
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