Megalópolis
2024 

4,6
3.658
Ciencia ficción. Drama
Una fábula épica romana ambientada en una América moderna imaginada. La ciudad de Nueva Roma debe cambiar, lo que provoca un conflicto entre César Catilina, un genio artista que busca saltar hacia un futuro utópico e idealista, y su opositor, el alcalde Franklyn Cicero, que sigue comprometido con un statu quo regresivo, perpetuando la codicia, los intereses particulares y la guerra partidista. Dividida entre ellos está la socialité ... [+]
18 de mayo de 2024
18 de mayo de 2024
296 de 346 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dijo alguna vez Godard que el cine es grande porque se proyecta, y qué mejor testimonio de esa grandeza que la ‹première› de la película-espectáculo (‹panem et circenses› en su sentido más literal) de Coppola, Megalópolis, desconcertante relato retro-futurista que apela a la épica y a la hipertrofia visual para tratar de comprender hacia dónde se dirige el mundo, al tiempo que se cuestiona por qué el amor no es la fuerza motriz que lo impulsa. Breve digresión para añadir que, aun cuando la primera impresión al finalizar el film sea la del fracaso artístico, el cineasta estadounidense y el mundo del cine han salido ganando. En cierto pasaje de la película, César Catilina, ‹alter ego› del cineasta interpretado por un voluntarioso y desnortado Adam Driver, no cesa de repetirse: «Cuando se salta hacia lo desconocido, se demuestra que somos libres». Es una más de las numerosas muestras de narcicismo de Coppola (a estas alturas ya no deberían sorprender a nadie), que parece dialogar consigo mismo a través de sus personajes para convencerse de que la caída del Imperio Romano y las ruinas ficticias de su Nueva Roma nada tienen que ver con la debacle maximalista de su seguramente última película —aunque acaba de anunciar en rueda de prensa que ya ha empezado a escribir una nueva obra—. La frase, sin embargo, da buena muestra del triunfo de un soñador, de un loco de remate que, 40 años y 300 reescrituras de guion más tarde, consiguió materializar su propia película del futuro.
Sobre el papel Megalópolis lo tiene todo para fascinar: es desbordante, espectacular y libérrima como pocas, supone un salto al vacío (también artístico) de 120 millones autofinanciados sin garantías de ser rentables y tiene como ambición narrativa despejar las derivas autócratas de la actual política norteamericana con la decadencia de Roma (en pasado) y la posibilidad de escapar de ellas en un futuro utópico, donde el amor y la tecnología habrán sanado la civilización. Pero los problemas de Megalópolis empiezan —y se mantienen a lo largo del metraje— cuando se inicia la experiencia en sala. El “deleite ficcional” con la película será esquivo incluso para aquellos espectadores (entre los que me gusta pensar que me encuentro) que abogan por la existencia de una imagen contra-canónica del cine contemporáneo, que pugne contra el esquematismo formal y la ausencia de toma de riesgos. En Coppola todo es riesgo, pero en esta ocasión todo es también descalabro, arrogancia y orgullo hortera. La dirección de actores/actrices, todos nombres célebres y contrastados, alcanza incluso cotas de crueldad (lo sentimos por ti, Shia LaBeouf), suponiendo la honrosa excepción Aubrey Plaza, quizás la única que parece entrar en el juego satírico-megalómano del cineasta de Detroit. El desfile de efectos prácticos y digitales parece inagotable, y Coppola se encarga de no reservar ni un solo recurso en la chistera (pantalla partida, superposiciones, fundidos encadenados, diversidad de encuadres… ¡incluso un acto performativo en el que un señor del público sube al escenario y dialoga con la pantalla!). El inconveniente principal de todo ello es que estos recursos parecen gratuitos: no tienen coherencia ni continuidad porque enseguida aparecen aplastados por el siguiente recurso visual, que a su vez es inmediatamente triturado por el siguiente y… bueno, ya me entendéis.
Este despliegue tan anárquico y aparatoso de recursos juega en contra del propio desarrollo y estructura narrativa del film, que termina por tornarse incomprensible y errática. Jamás consigue Coppola engarzar las distintas tramas y subtramas de Megalópolis para dar algo de empaque y poner un poco de orden en su proyecto. Tampoco parece que sea su prioridad. La realidad es que, más allá de la profunda decepción inicial que latía al finalizar la película (que habrá que valorar en su justa medida con el paso del tiempo y las revisiones), hay algo hermoso en esta suerte de ‹harakiri› artístico (sin tener en cuenta que es una película que dará mucho que hablar): pensar que un cineasta octogenario (invoco también las últimas obras de Skolimowski o de Godard, para cerrar el círculo que iniciamos al inicio de la reseña) sigue jugando, experimentado y divirtiéndose con la impulsividad y la despreocupación de las almas juveniles.
_Escrito para Cinemaldito.com
Sobre el papel Megalópolis lo tiene todo para fascinar: es desbordante, espectacular y libérrima como pocas, supone un salto al vacío (también artístico) de 120 millones autofinanciados sin garantías de ser rentables y tiene como ambición narrativa despejar las derivas autócratas de la actual política norteamericana con la decadencia de Roma (en pasado) y la posibilidad de escapar de ellas en un futuro utópico, donde el amor y la tecnología habrán sanado la civilización. Pero los problemas de Megalópolis empiezan —y se mantienen a lo largo del metraje— cuando se inicia la experiencia en sala. El “deleite ficcional” con la película será esquivo incluso para aquellos espectadores (entre los que me gusta pensar que me encuentro) que abogan por la existencia de una imagen contra-canónica del cine contemporáneo, que pugne contra el esquematismo formal y la ausencia de toma de riesgos. En Coppola todo es riesgo, pero en esta ocasión todo es también descalabro, arrogancia y orgullo hortera. La dirección de actores/actrices, todos nombres célebres y contrastados, alcanza incluso cotas de crueldad (lo sentimos por ti, Shia LaBeouf), suponiendo la honrosa excepción Aubrey Plaza, quizás la única que parece entrar en el juego satírico-megalómano del cineasta de Detroit. El desfile de efectos prácticos y digitales parece inagotable, y Coppola se encarga de no reservar ni un solo recurso en la chistera (pantalla partida, superposiciones, fundidos encadenados, diversidad de encuadres… ¡incluso un acto performativo en el que un señor del público sube al escenario y dialoga con la pantalla!). El inconveniente principal de todo ello es que estos recursos parecen gratuitos: no tienen coherencia ni continuidad porque enseguida aparecen aplastados por el siguiente recurso visual, que a su vez es inmediatamente triturado por el siguiente y… bueno, ya me entendéis.
Este despliegue tan anárquico y aparatoso de recursos juega en contra del propio desarrollo y estructura narrativa del film, que termina por tornarse incomprensible y errática. Jamás consigue Coppola engarzar las distintas tramas y subtramas de Megalópolis para dar algo de empaque y poner un poco de orden en su proyecto. Tampoco parece que sea su prioridad. La realidad es que, más allá de la profunda decepción inicial que latía al finalizar la película (que habrá que valorar en su justa medida con el paso del tiempo y las revisiones), hay algo hermoso en esta suerte de ‹harakiri› artístico (sin tener en cuenta que es una película que dará mucho que hablar): pensar que un cineasta octogenario (invoco también las últimas obras de Skolimowski o de Godard, para cerrar el círculo que iniciamos al inicio de la reseña) sigue jugando, experimentado y divirtiéndose con la impulsividad y la despreocupación de las almas juveniles.
_Escrito para Cinemaldito.com
27 de septiembre de 2024
27 de septiembre de 2024
182 de 225 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, los críticos cinematográficos van por un lado y yo por otro. Ni caótica ni excesiva como dicen, la Fábula de Megalópolis con su guion ciertamente metafísico y visualmente extravagante, es un reflejo consciente de nuestra sociedad opulenta, derrochadora, corrompida y obsesiva. “¿Qué es ser rico?: poder asustar a la gente” se dice en un momento de la película. Es tan artísticamente tan monumental y cargada de símbolos que es normal que confunda a los espectadores porque lo arriesga todo: cruza un puente desconocido en su temática (un protagonista visionario que tiene el control del tiempo que nos invita a preguntarnos sobre la naturaleza humana, como lo es Coppola con este filme que trasciende límites), en su puesta en escena tan teatral y operística en su primera parte, y en su forma donde una vez más vuelve a hacer lo que durante toda su vida ha hecho: experimentar cinematográficamente.
Y es que en Megalópolis está su firma y sus temas de siempre, su narrativa épica, las desavenencias y traiciones en el seno familiar, la ambigüedad del bien y del mal difuminadas por el ascenso y la caída de sus personajes, la degradación moral de aquellos que ostentan el poder y son corrompidos, todo en Coppola siempre fue - y sigue siendo en Megalópolis- una absoluta crítica al materialismo, a la cultura del éxito, al vacío espiritual, como también lo hiciera en ¨El Padrino¨ y en ´Apocalypse Now´. Hay también una nueva incorporación notable con respecto a sus películas anteriores, ahora el genial Director no sólo nos habla de lo que somos sino que añade en su narrativa hacia dónde podemos (o debemos) ir, “acabad con la deuda”; nos invita por primera vez a trasladarnos como humanidad hacia un futuro evocador distinto, a que nos alejemos de la violencia física y psicológica de sus otras películas y construyamos entre todos un nuevo mundo, porque este, ya caducó, “no hay nada que temer si creas". dice.
Llegado a este punto, uno se pregunta ¿porqué la crítica ha sido tan descarnada con Megalópolis? (cargándose ya de paso la taquilla y como consecuencia arruinándola). Me atrevo a decir que por ignorancia y pedantería. Los críticos pensarían que con Megalópolis podrían tener algo nuevo, cosa que no lo es, ya Godard puso los cimientos “intelectualoides”.
A pesar que su narrativa tiene subidas y bajadas, que abusa del CGI y que la música está desconectada de lo que vemos en la pantalla, sí es un cine distinto, transgresor, esperpéntico, recargado. ´La parada de los monstruos´ (Tod Browning, 1932) fue un fracaso de crítica y taquilla porque la gente no quería ver a personas con discapacidad en pantalla. Y así con La Regla de juego (Renoir), Ciudadano Kane (Welles), Vértigo (Hitchcock), 2001: Una odisea en el espacio (Kubrick), La noche del cazador (Laughton), Brazil, El gran Lebowski, Crash, El club de la lucha, Réquiem por un sueño…nos podemos encontrar casos y casos de películas inicialmente incomprendidas y criticadas hasta la saciedad. ¿Y dónde están hoy decenas de años después? En el Olimpo del cine.
Han calificado a Megalópolis de “extravagante”, “pretenciosa”, “excéntrica”, “portentosa”, “inclasificable” Lo es, por supuesto que todo eso lo es. Porque la película refleja nuestra sociedad, identifica todos esos adjetivos calificativos que hablan de la película… y... te los devuelve como dagas afiladas. El retrato de Megalópolis se percibe en cada esquina de nuestro sistema, la banca tiene el poder, el populismo se adueñó de la política de tu país, ciudad, pueblo, barrio… De nosotros depende dar un giro a todo esto. Esa es la propuesta de Coppola: “Cuando saltamos a lo desconocido, demostramos que somos libres”.
Jorge Palacios CINEOFF https://x.com/CinePensar
Y es que en Megalópolis está su firma y sus temas de siempre, su narrativa épica, las desavenencias y traiciones en el seno familiar, la ambigüedad del bien y del mal difuminadas por el ascenso y la caída de sus personajes, la degradación moral de aquellos que ostentan el poder y son corrompidos, todo en Coppola siempre fue - y sigue siendo en Megalópolis- una absoluta crítica al materialismo, a la cultura del éxito, al vacío espiritual, como también lo hiciera en ¨El Padrino¨ y en ´Apocalypse Now´. Hay también una nueva incorporación notable con respecto a sus películas anteriores, ahora el genial Director no sólo nos habla de lo que somos sino que añade en su narrativa hacia dónde podemos (o debemos) ir, “acabad con la deuda”; nos invita por primera vez a trasladarnos como humanidad hacia un futuro evocador distinto, a que nos alejemos de la violencia física y psicológica de sus otras películas y construyamos entre todos un nuevo mundo, porque este, ya caducó, “no hay nada que temer si creas". dice.
Llegado a este punto, uno se pregunta ¿porqué la crítica ha sido tan descarnada con Megalópolis? (cargándose ya de paso la taquilla y como consecuencia arruinándola). Me atrevo a decir que por ignorancia y pedantería. Los críticos pensarían que con Megalópolis podrían tener algo nuevo, cosa que no lo es, ya Godard puso los cimientos “intelectualoides”.
A pesar que su narrativa tiene subidas y bajadas, que abusa del CGI y que la música está desconectada de lo que vemos en la pantalla, sí es un cine distinto, transgresor, esperpéntico, recargado. ´La parada de los monstruos´ (Tod Browning, 1932) fue un fracaso de crítica y taquilla porque la gente no quería ver a personas con discapacidad en pantalla. Y así con La Regla de juego (Renoir), Ciudadano Kane (Welles), Vértigo (Hitchcock), 2001: Una odisea en el espacio (Kubrick), La noche del cazador (Laughton), Brazil, El gran Lebowski, Crash, El club de la lucha, Réquiem por un sueño…nos podemos encontrar casos y casos de películas inicialmente incomprendidas y criticadas hasta la saciedad. ¿Y dónde están hoy decenas de años después? En el Olimpo del cine.
Han calificado a Megalópolis de “extravagante”, “pretenciosa”, “excéntrica”, “portentosa”, “inclasificable” Lo es, por supuesto que todo eso lo es. Porque la película refleja nuestra sociedad, identifica todos esos adjetivos calificativos que hablan de la película… y... te los devuelve como dagas afiladas. El retrato de Megalópolis se percibe en cada esquina de nuestro sistema, la banca tiene el poder, el populismo se adueñó de la política de tu país, ciudad, pueblo, barrio… De nosotros depende dar un giro a todo esto. Esa es la propuesta de Coppola: “Cuando saltamos a lo desconocido, demostramos que somos libres”.
Jorge Palacios CINEOFF https://x.com/CinePensar
29 de septiembre de 2024
29 de septiembre de 2024
97 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que oí comentar sobre el último salto al vacío de F. Ford Coppola es que nos encontrábamos ante el patito feo de mode en Hollywood; ningún estudio quiso producirla, nadie quería distribuirla, y su director se embarcó en una verdadera cruzada personal para sacar adelante un proyecto que, por misteriosos motivos, no hacía ni p*ñetera gracia en la ciudad de las estrellas.
¡Ya tenía toda mi atención! Siempre me han gustado los imposibles, las ideas que llevan la contraria, que cuestionan el status quo, que incomodan y remueven lo mediocre. Ante tan divergente campaña publicitaria, investigué un poco más y descubrí un elenco de nombres muy reputados, en el que por supuesto destaca Adam Driver; un actor que llegó de la nada (dígase "la nada" como el último reboot de Star Wars), a protagonizar verdaderas maravillas, como "Historias de un matrimonio".
Así que meses ha, tenía muy claro que iba a ir a verla. No obstante, quise ver el tráiler en cuanto estuvo disponible. Tras verlo, y a pocos meses de su estreno, tuve también claro que "Megalópolis" iba a ser... ¿cómo diríamos...? RARITA. Mi emoción aumentó hasta el punto de marcar en la agenda del móvil el día del estreno. Y allá que fui, embargado de cautela y sospecha, con mi Coca Cola y mis palomitas, a una sala donde éramos 12 personas; sí, las conté. Yo ya me esperaba la falta de gente, puesto que apenas se le había dado publicidad digital al filme, aunque confieso que no me molestó en absoluto.
Y de hecho, después de verla, no puedo considerarla una obra maestra. Pienso -creo firmemente, de hecho-, que un día será considerada una obra de culto, pero sin duda no es una película convencional, no está dirigida a todos los públicos, y su argumento es de muy difícil digestión hasta para el más osado cinéfilo. Una señora que estaba en la sala sacó el móvil a los 15 minutos de empezar, y en cuanto aparecieron los títulos de crédito salió despavorida de su asiento, como creo que le habrá ocurrido a tantos otros.
Con todo lo dicho, lo primero que hay que explicar es que estamos ante una FÁBULA de realismo mágico, y no de ciencia ficción.
La palabra "fábula" está fuertemente desprestigiada en nuestra época. Ya no se escriben, ni se leen, fábulas, ni siquiera/mucho menos, a los niños. Hoy en día, las fábulas están muy cerca, conceptualmente hablando, tanto de los dogmas (por sus moralejas), como de lo que ha venido a llamarse la desinformación (por sus sesgos); y en una época donde caminamos de la mano hacia el ministerio de la Verdad más orwelliano posible, las fábulas tienen nula cabida salvo que se ajusten a un canon bien sencillo dictado por minorías supuestamente "ofendibles".
Por su lado, el realismo mágico es un movimiento y un género literario que surge a principios del siglo XX, definido por su preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. Lo anterior lo he copiado de Wikipedia y sugiero al lector interesado que le eche un vistazo al artículo original; no voy a copiar aquí las características del realismo mágico, basta con tener muy presente que Megalópolis NO es ciencia ficción; no hay robots, ni IAs asesinas, ni marcianitos, no es una película sobre futuros distópicos; no es una película sobre tecnologías peligrosas, ni sobre catástrofes provocadas por el hombre...
Bueno, en realidad sí que es una película sobre catástrofes provocadas por el hombre. Es más, Megalópolis se centra en LA mayor catástrofe provocada por el hombre (y por la mujer, no soslayemos la igualdad); es decir, LA CIVILIZACIÓN.
Aquí empiezan los problemas para el espectador, ya que los artistas que señalan con más o menos acidez (y con más o menos acierto) las puñaladas que nos damos a nosotros mismos como sociedad tienden a ganarse el escarnio de la audiencia. Coppola, que es un hombre brillante, quiere contarnos una historia muy cruel, pero muy realista, y no va a ponerlo nada fácil porque (deduzco), si se va a ganar el escarnio de un modo u otro, a ser posible quiere ganárselo merecidamente, y sólo de quien consiga entender de qué habla en su obra más personal. En síntesis, Megalópolis no es una historia sencilla contada de un modo convencional, sino una monstruosa crítica social a través de mensajes ocultos.
Y entonces nos encontramos con un trampantojo, un batiburrillo de escenas grabadas en diferentes formatos; una mezcla de estilos artísticos, una sucesión caótica de diálogos aparentemente vacíos e inconexos. El resultado final es como una caja enorme de juguetes bonitos. Puedes ir sacando uno por uno, y cada uno de ellos tiene su propio significado, su propia funcionalidad ociosa. Sin embargo, cuando intentas ordenarlos todos, y extraer una valoración global del conjunto, tal cosa parece imposible.
Y entonces los críticos montan en cólera -con razón-, porque, "¿cómo se atreve el señor Coppola a insultar así nuestra inteligencia? ¡Nosotros, que a estas alturas hemos visto 14 películas de Marvel, toda clase de bodrios infumables del netflix, y los experimentos sociales del Disney moderno? Un respeto, por favor, seguimos aquí después de todo eso, y usted, ¿no tenía otra forma de contar sus pensamientos más íntimos?".
¡Ya tenía toda mi atención! Siempre me han gustado los imposibles, las ideas que llevan la contraria, que cuestionan el status quo, que incomodan y remueven lo mediocre. Ante tan divergente campaña publicitaria, investigué un poco más y descubrí un elenco de nombres muy reputados, en el que por supuesto destaca Adam Driver; un actor que llegó de la nada (dígase "la nada" como el último reboot de Star Wars), a protagonizar verdaderas maravillas, como "Historias de un matrimonio".
Así que meses ha, tenía muy claro que iba a ir a verla. No obstante, quise ver el tráiler en cuanto estuvo disponible. Tras verlo, y a pocos meses de su estreno, tuve también claro que "Megalópolis" iba a ser... ¿cómo diríamos...? RARITA. Mi emoción aumentó hasta el punto de marcar en la agenda del móvil el día del estreno. Y allá que fui, embargado de cautela y sospecha, con mi Coca Cola y mis palomitas, a una sala donde éramos 12 personas; sí, las conté. Yo ya me esperaba la falta de gente, puesto que apenas se le había dado publicidad digital al filme, aunque confieso que no me molestó en absoluto.
Y de hecho, después de verla, no puedo considerarla una obra maestra. Pienso -creo firmemente, de hecho-, que un día será considerada una obra de culto, pero sin duda no es una película convencional, no está dirigida a todos los públicos, y su argumento es de muy difícil digestión hasta para el más osado cinéfilo. Una señora que estaba en la sala sacó el móvil a los 15 minutos de empezar, y en cuanto aparecieron los títulos de crédito salió despavorida de su asiento, como creo que le habrá ocurrido a tantos otros.
Con todo lo dicho, lo primero que hay que explicar es que estamos ante una FÁBULA de realismo mágico, y no de ciencia ficción.
La palabra "fábula" está fuertemente desprestigiada en nuestra época. Ya no se escriben, ni se leen, fábulas, ni siquiera/mucho menos, a los niños. Hoy en día, las fábulas están muy cerca, conceptualmente hablando, tanto de los dogmas (por sus moralejas), como de lo que ha venido a llamarse la desinformación (por sus sesgos); y en una época donde caminamos de la mano hacia el ministerio de la Verdad más orwelliano posible, las fábulas tienen nula cabida salvo que se ajusten a un canon bien sencillo dictado por minorías supuestamente "ofendibles".
Por su lado, el realismo mágico es un movimiento y un género literario que surge a principios del siglo XX, definido por su preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. Lo anterior lo he copiado de Wikipedia y sugiero al lector interesado que le eche un vistazo al artículo original; no voy a copiar aquí las características del realismo mágico, basta con tener muy presente que Megalópolis NO es ciencia ficción; no hay robots, ni IAs asesinas, ni marcianitos, no es una película sobre futuros distópicos; no es una película sobre tecnologías peligrosas, ni sobre catástrofes provocadas por el hombre...
Bueno, en realidad sí que es una película sobre catástrofes provocadas por el hombre. Es más, Megalópolis se centra en LA mayor catástrofe provocada por el hombre (y por la mujer, no soslayemos la igualdad); es decir, LA CIVILIZACIÓN.
Aquí empiezan los problemas para el espectador, ya que los artistas que señalan con más o menos acidez (y con más o menos acierto) las puñaladas que nos damos a nosotros mismos como sociedad tienden a ganarse el escarnio de la audiencia. Coppola, que es un hombre brillante, quiere contarnos una historia muy cruel, pero muy realista, y no va a ponerlo nada fácil porque (deduzco), si se va a ganar el escarnio de un modo u otro, a ser posible quiere ganárselo merecidamente, y sólo de quien consiga entender de qué habla en su obra más personal. En síntesis, Megalópolis no es una historia sencilla contada de un modo convencional, sino una monstruosa crítica social a través de mensajes ocultos.
Y entonces nos encontramos con un trampantojo, un batiburrillo de escenas grabadas en diferentes formatos; una mezcla de estilos artísticos, una sucesión caótica de diálogos aparentemente vacíos e inconexos. El resultado final es como una caja enorme de juguetes bonitos. Puedes ir sacando uno por uno, y cada uno de ellos tiene su propio significado, su propia funcionalidad ociosa. Sin embargo, cuando intentas ordenarlos todos, y extraer una valoración global del conjunto, tal cosa parece imposible.
Y entonces los críticos montan en cólera -con razón-, porque, "¿cómo se atreve el señor Coppola a insultar así nuestra inteligencia? ¡Nosotros, que a estas alturas hemos visto 14 películas de Marvel, toda clase de bodrios infumables del netflix, y los experimentos sociales del Disney moderno? Un respeto, por favor, seguimos aquí después de todo eso, y usted, ¿no tenía otra forma de contar sus pensamientos más íntimos?".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En fin. Vamos a calmar un poco las aguas. A uno podrá disgustarle más o menos el resultado final y estar más o menos de acuerdo. A un servidor le ha encantado, aunque también me deja cierto sabor agridulce, pero no me parece justo visionar una obra de esta magnitud, y tirarla a la papelera del olvido sólo porque "es demasiado rara".
1. Megalópolis se desarrolla en Nueva Roma, es decir, en Nueva York, antaño conocida como la capital del mundo, y hoy capital de Occidente (según los yankis, que para la cartografía son unos máquinas, sobre todo para cambiarla...). Nueva Roma es una ciudad viciosa, opulenta, decadente, desquiciada, y muy poderosa; encarna y protagoniza el mundialismo, es un referente artístico, político y económico, y en sus bajos fondos los cimientos reposan en lodos resbaladizos y detritus efervescentes.
2. Los protagonistas son el alcalde de Nueva Roma (un emperador cualquiera), un banquero (el verdadero emperador), el sobrino del banquero (un drogadicto idealista y genial), la hija del alcalde (la Virtud personificada), y una mujer fatal que quiere desbancar a todo el que se le ponga de por medio. Podrían llamarse de cualquier forma, pero como estamos en Nueva Roma y ésto es una fábula, tienen nombres de obras clásicas de la literatura y la historia romanas. No llevan nombres así por casualidad; repasemos, por ejemplo, quién era Catilina*.
3. El escenario APARENTA una trifulca política, una pugna de intereses y favores, entre estos personajes surgida con motivo de los delirios del sobrino del banquero. Éste, científico galardonado con el premio Nobel por sus más recientes descubrimientos en ciencias de materiales, está impulsando un proyecto "de cambio" de Nueva Roma. Su nueva-Nueva Roma es propuesta como una ciudad más ecológica, más bonita, más amable con sus ciudadanos; sin embargo, se enfrenta a poderosos enemigos, quienes le acusan de estar dispuesto a destrozarlo todo con tal de sacar adelante tan ambiciosa utopía. Éste les reprocha inmovilismo testarudo, conservadurismo interesado y sus propios fallos como gestores... y la pugna se complica del todo y para todos cuando surge EL AMOR entre Catilina y Julia.
4. En tan complejo escenario, la trama da saltos mortales, marea al espectador con toda clase de guiños hacia otras obras, y otras épocas, y llega a resultar apabullante. La última escena muestra al nuevo emperador, victorioso sobre todos sus enemigos, con Nueva Roma llena de júbilo por su ascenso y por haber prometido un heredero virtuoso. El espectador sale de la sala, pensativo (en el mejor de los casos), hastiado (en la mayoría).
Pero porque todo lo anterior es pura apariencia, porque -insisto-, estamos ante una fábula. Las fábulas son relatos un tanto grotescos que pretenden dejar una moraleja. ¿Y cuál es la moraleja de Megalópolis? Voy a intentar resumirla:
- La masa, el ciudadano común, no tiene ni idea de cómo son los que manejan los hilos; la sociedad está manejada por personas, y los que intentan llegar arriba lo hacen a costa de ciudadanos que se suben al carro del "cambio" sin saber que quien lo pregona está al borde la demencia paranoide; la gente idolatra a drogadictos, a depresivos crónicos traumatizados con el pasado, sin tener ni la menor idea... pero SÓLO hasta que alguien perverso y con medios les haga cambiar de opinión por sus propios intereses ocultos. Entre medias, suceden accidentes e infortunios, mucha gente sufre, y las explicaciones que la masa recibe siempre cumplirán el propósito de que el poderoso siga siendo poderoso, o que el aspirante a poderoso se salga con la suya. El resultado siempre es el mismo; los de abajo tragarán con los cambios impuestos, y lo aceptarán de buen grado, pero no tendrán ni idea de a qué respondía realmente tal cambio; se les dirá que al interés de la masa, pero bien podría ser a los delirios de un idealista, o a una traición mal consumada, o a la mera oportunidad de ponerlo en marcha.
Vista así, se entiende mejor.
1. Megalópolis se desarrolla en Nueva Roma, es decir, en Nueva York, antaño conocida como la capital del mundo, y hoy capital de Occidente (según los yankis, que para la cartografía son unos máquinas, sobre todo para cambiarla...). Nueva Roma es una ciudad viciosa, opulenta, decadente, desquiciada, y muy poderosa; encarna y protagoniza el mundialismo, es un referente artístico, político y económico, y en sus bajos fondos los cimientos reposan en lodos resbaladizos y detritus efervescentes.
2. Los protagonistas son el alcalde de Nueva Roma (un emperador cualquiera), un banquero (el verdadero emperador), el sobrino del banquero (un drogadicto idealista y genial), la hija del alcalde (la Virtud personificada), y una mujer fatal que quiere desbancar a todo el que se le ponga de por medio. Podrían llamarse de cualquier forma, pero como estamos en Nueva Roma y ésto es una fábula, tienen nombres de obras clásicas de la literatura y la historia romanas. No llevan nombres así por casualidad; repasemos, por ejemplo, quién era Catilina*.
3. El escenario APARENTA una trifulca política, una pugna de intereses y favores, entre estos personajes surgida con motivo de los delirios del sobrino del banquero. Éste, científico galardonado con el premio Nobel por sus más recientes descubrimientos en ciencias de materiales, está impulsando un proyecto "de cambio" de Nueva Roma. Su nueva-Nueva Roma es propuesta como una ciudad más ecológica, más bonita, más amable con sus ciudadanos; sin embargo, se enfrenta a poderosos enemigos, quienes le acusan de estar dispuesto a destrozarlo todo con tal de sacar adelante tan ambiciosa utopía. Éste les reprocha inmovilismo testarudo, conservadurismo interesado y sus propios fallos como gestores... y la pugna se complica del todo y para todos cuando surge EL AMOR entre Catilina y Julia.
4. En tan complejo escenario, la trama da saltos mortales, marea al espectador con toda clase de guiños hacia otras obras, y otras épocas, y llega a resultar apabullante. La última escena muestra al nuevo emperador, victorioso sobre todos sus enemigos, con Nueva Roma llena de júbilo por su ascenso y por haber prometido un heredero virtuoso. El espectador sale de la sala, pensativo (en el mejor de los casos), hastiado (en la mayoría).
Pero porque todo lo anterior es pura apariencia, porque -insisto-, estamos ante una fábula. Las fábulas son relatos un tanto grotescos que pretenden dejar una moraleja. ¿Y cuál es la moraleja de Megalópolis? Voy a intentar resumirla:
- La masa, el ciudadano común, no tiene ni idea de cómo son los que manejan los hilos; la sociedad está manejada por personas, y los que intentan llegar arriba lo hacen a costa de ciudadanos que se suben al carro del "cambio" sin saber que quien lo pregona está al borde la demencia paranoide; la gente idolatra a drogadictos, a depresivos crónicos traumatizados con el pasado, sin tener ni la menor idea... pero SÓLO hasta que alguien perverso y con medios les haga cambiar de opinión por sus propios intereses ocultos. Entre medias, suceden accidentes e infortunios, mucha gente sufre, y las explicaciones que la masa recibe siempre cumplirán el propósito de que el poderoso siga siendo poderoso, o que el aspirante a poderoso se salga con la suya. El resultado siempre es el mismo; los de abajo tragarán con los cambios impuestos, y lo aceptarán de buen grado, pero no tendrán ni idea de a qué respondía realmente tal cambio; se les dirá que al interés de la masa, pero bien podría ser a los delirios de un idealista, o a una traición mal consumada, o a la mera oportunidad de ponerlo en marcha.
Vista así, se entiende mejor.
27 de septiembre de 2024
27 de septiembre de 2024
68 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Megalópolis, el regreso de Francis Ford Coppola, director de El padrino, Apocalypse Now, al cine, es la cosa más indescriptible que yo creo que se ha hecho jamás.
Ósea, la película es mala, tiene un guión, una dirección, una narrativa, es que no hay adjetivo para describirlo,
A mí me ha dado la sensación de que Coppola ha dicho “voy a hacer el Ciudadano Kane del siglo XXI” (de hecho tiene un homenaje en cierto momento al logo de la RKO), es todo lo una sucesión de sin sentidos de guión, dirección y narrativa cinematográfica, como diciendo “estoy innovando el lenguaje cinematográfico”, por ejemplificar lo que digo, en Ciudadano Kane hay un momento en el que el personaje de Charles Foster Kane le preguntan “¿qué sabe usted de dirigir un periódico?” a lo que responde “Yo no sé nada de dirigir un periódico, voy improvisando sobre la marcha”, que es un guiño de Orson Welles siendo consciente de que es un tipo que viene de la radio y está experimentando con la narrativa cinematográfica, bueno, pues creo que Coppola vio esta escena y se lo tomó literalmente.
Cada escena de Megalópolis es un sin sentido, es que no hay por dónde cogerlo.
Tiene un transfondo político que resulta interesante, pero es que no entiendo lo que quiere contar realmente, a lo mejor es que yo soy demasiado tonto como comprender lo que Coppola quiera. De verdad, si alguien me lo explica lo agradeceré porque me ha dejado impactado.
Sí eres cinéfilo yo creo que hay que ver la película en cines, porque lo vas a flipar en colores. A mí me dan ganas de volver a verla, no pagando otra entrada porque tampoco compensa tanto, pero cuando salga en stream o Blu Ray quiero volver a verla, porque es toda una experiencia. Casi podría decirse que es una película que no sabes si es el peor truño de la historia o una obra maestra revolucionaria.
Ósea, la película es mala, tiene un guión, una dirección, una narrativa, es que no hay adjetivo para describirlo,
A mí me ha dado la sensación de que Coppola ha dicho “voy a hacer el Ciudadano Kane del siglo XXI” (de hecho tiene un homenaje en cierto momento al logo de la RKO), es todo lo una sucesión de sin sentidos de guión, dirección y narrativa cinematográfica, como diciendo “estoy innovando el lenguaje cinematográfico”, por ejemplificar lo que digo, en Ciudadano Kane hay un momento en el que el personaje de Charles Foster Kane le preguntan “¿qué sabe usted de dirigir un periódico?” a lo que responde “Yo no sé nada de dirigir un periódico, voy improvisando sobre la marcha”, que es un guiño de Orson Welles siendo consciente de que es un tipo que viene de la radio y está experimentando con la narrativa cinematográfica, bueno, pues creo que Coppola vio esta escena y se lo tomó literalmente.
Cada escena de Megalópolis es un sin sentido, es que no hay por dónde cogerlo.
Tiene un transfondo político que resulta interesante, pero es que no entiendo lo que quiere contar realmente, a lo mejor es que yo soy demasiado tonto como comprender lo que Coppola quiera. De verdad, si alguien me lo explica lo agradeceré porque me ha dejado impactado.
Sí eres cinéfilo yo creo que hay que ver la película en cines, porque lo vas a flipar en colores. A mí me dan ganas de volver a verla, no pagando otra entrada porque tampoco compensa tanto, pero cuando salga en stream o Blu Ray quiero volver a verla, porque es toda una experiencia. Casi podría decirse que es una película que no sabes si es el peor truño de la historia o una obra maestra revolucionaria.
28 de septiembre de 2024
28 de septiembre de 2024
42 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fui al cine con la convicción de que me iba a gustar, que yo iba a comprender que Mr. Coppola se empeñara hasta las cejas (su casa, sus ahorros y sus viñedos) por sacar este proyecto el cual llevaba cuatro décadas gestando y por el que han pasado, en lecturas de mesa, entre otros muchos: Paul Newman, Robert De Niro, Leonardo DiCaprio o Russell Crowe. En 2022 el reparto iba a ser: Christian Bale, Zendaya, Cate Blanchett, Michelle Pfeiffer, Jessica Lange y James Caan, para dar un giro de 180 grados y realizarse finalmente con el reparto actual.
Tras su paso por Cannes, la crítica despiadada de “especialistas” de dudoso gusto me hacía sospechar que no fuera tan mala. Ya habían ocurrido con otras películas, pero claro, eran otros tiempos, tardaban más en llegarnos, y cuando lo hacían, llegaban mutiladas, como por ejemplo con “La puerta del cielo”, hoy día considerada por algunos (entre los que yo me encuentro) como una obra maestra, únicamente en su versión íntegra. No sé por qué cuando se emite en algún canal o en plataforma sigue sin estar disponible la versión del director de casi cuatro horas y que nada tiene que ver con los montajes “alternativos” que padeció.
“Megalópolis” se ha estrenado con la duración que Coppola ha querido, sus dos horas casi y veinte minutos, no sin antes sortear muchos problemas al no encontrar distribuidoras que se quisieran arriesgar. Incluso, ante el rotundo éxito en Venecia de “The Brutalist”, de Brady Corbet (otra sobre arquitectos, que cuenta con el apoyo unánime de la crítica y que viene arrollando) su estreno se ha adelantado para no ser eclipsada.
Y mis sospechas al final eran ciertas: no es ni tan mala, ni tan ridícula y ni tan ególatra como la pintaban estos “especialistas mindundis”, pero con todo el dolor de mi corazón, porque me apena, tampoco puedo decir que sea buena. Me encuentro casi en un punto intermedio, y no por elegir una actitud “bienqueda” o salomónica, es porque me pesan más sus fallos y sus excesos que los aciertos parciales, porque algunos hay, pocos, pero los hay.
No es un film comercial. De hecho varios espectadores, de distintas edades, abandonaron la sala como si se tratara de “El árbol de la vida” de Malick, momentos en los que parece haberse inspirado en su universo. Pero no solamente nos evocaba a él. Su fuente de inspiración parece haber abarcado desde el “Titus” de Julie Taymor (sobre todo en su ambientación anacrónica operística) a Aronofsky, pasando por algunos momentos de “Metrópolis” de Lang, “El manantial” de Vidor, gotas de Tim Burton, el “Brazil” de Gilliam, juego de luces dignos de Dario Argento, ciertos detalles de Ridley Scott, Chazelle, Nolan, Fellini, Tinto Brass, el Fulci de “Roma, año 2072 D. C.:los gladiadores”, el Carpenter de “1997: Rescate en Nueva York”, para colmo con torpes movimientos de masas y eso tan “vanguardista” de dividir la pantalla en diferentes fragmentos o cambiar de formato, a lo que era aficionado entre otros su amigo De Palma y, ya en su día, le salía mejor que a él y ahora parece sacado de video clip.
Y es que Coppola ha visto muchísimo cine, pero lo ideal era que, con tal cascada de información, hubiera sido selectivo y no hacer un gazpacho con todo ello, eso sí, con un exceso bochornoso del CGI (Computer– Generated Imagery) que al fin y al cabo son efectitos especiales que están muy de moda. Lo que en “Corazonada” apostó de forma arriesgada con acierto, por las nuevas tecnologías y lo mastodóntico, aquí lo estandariza como en cualquier producción sin imaginación.
No creo que en un futuro se descubra que esto era una obra maestra incomprendida, eso lo hacen otros factores. Por muy profética y cierta que sea, que comparto su visión, aquí la base falla: su guion. De nada le ha servido reescribirlo centenares de veces. Por más que haya creído que si Visconti, junto a Medioli y Badalucco, trasladó con éxito el Macbeth de Shakespeare a la Alemania nazi en esa obra maestra que era “La caída de los dioses”, él podía construir un drama con reminiscencias de la Roma clásica y ponerlo en un Nueva York futuro, pero cuya trama y personajes van fallando desde el principio, con el agravante de un desafortunado casting.
De ellos algunos están acertados, como Adam Driver, César, que lleva todo el peso, Shia LaBeouf como Clodio, que está necesariamente pasado y resulta divertido, más que Jason Schwartzman (sobrino de Coppola, reclutado junto a su madre, Talia Shire), los correctos Esposito y Fishburne que más que actores funcionan como fieles escuderos de Coppola. Peor el aburridísimo Jon Voight que no tiene mucho que hacer, eso si omitimos las apariciones absurdas de su compañero en “Cowboy de medianoche” Dustin Hoffman, que parece que hace de Quasimodo y que cuya resolución está resuelta de golpe y porrazo. Ellas pierden por goleada. No hay un personaje que esté bien desarrollado. Audrey Plaza parece salida de un cómic, el resto desaprovechado y la peor su protagonista, Nathalie Emmanuel como Julia, mona ella, pero sosa hasta decir basta y donde posa más que actúa. Pero todo esto no es fallo de ellos, es de su director, así como el innecesario uso del narrador.
Su ambientación es la de un americano nuevo rico, sin orden ni concierto, casi sin criterio y hortera. Peor el vestuario (a saber por qué insondable misterio no quiso firmar la gran Milena Canonero) con un uso vulgar de abalorios y excesivos botines con tacón, que son tan horteras por muy de moda que ahora estén. Espero que en un futuro no existan, así como los pantalones ajustados de campana imitando piel de vaca o los vestidos de crochet. Siempre he idealizado con que el futuro fuera más sofisticado, pero Coppola no piensa así.
A nivel técnico, como era de prever, será donde habrá ido a parar la mayor parte del presupuesto porque es donde todo está cuidado, hasta sus efectos de sonido. Es decir, el envoltorio es muy bonito.
Concluyo en la zona del spoiler por falta de espacio sin reventar nada.
Tras su paso por Cannes, la crítica despiadada de “especialistas” de dudoso gusto me hacía sospechar que no fuera tan mala. Ya habían ocurrido con otras películas, pero claro, eran otros tiempos, tardaban más en llegarnos, y cuando lo hacían, llegaban mutiladas, como por ejemplo con “La puerta del cielo”, hoy día considerada por algunos (entre los que yo me encuentro) como una obra maestra, únicamente en su versión íntegra. No sé por qué cuando se emite en algún canal o en plataforma sigue sin estar disponible la versión del director de casi cuatro horas y que nada tiene que ver con los montajes “alternativos” que padeció.
“Megalópolis” se ha estrenado con la duración que Coppola ha querido, sus dos horas casi y veinte minutos, no sin antes sortear muchos problemas al no encontrar distribuidoras que se quisieran arriesgar. Incluso, ante el rotundo éxito en Venecia de “The Brutalist”, de Brady Corbet (otra sobre arquitectos, que cuenta con el apoyo unánime de la crítica y que viene arrollando) su estreno se ha adelantado para no ser eclipsada.
Y mis sospechas al final eran ciertas: no es ni tan mala, ni tan ridícula y ni tan ególatra como la pintaban estos “especialistas mindundis”, pero con todo el dolor de mi corazón, porque me apena, tampoco puedo decir que sea buena. Me encuentro casi en un punto intermedio, y no por elegir una actitud “bienqueda” o salomónica, es porque me pesan más sus fallos y sus excesos que los aciertos parciales, porque algunos hay, pocos, pero los hay.
No es un film comercial. De hecho varios espectadores, de distintas edades, abandonaron la sala como si se tratara de “El árbol de la vida” de Malick, momentos en los que parece haberse inspirado en su universo. Pero no solamente nos evocaba a él. Su fuente de inspiración parece haber abarcado desde el “Titus” de Julie Taymor (sobre todo en su ambientación anacrónica operística) a Aronofsky, pasando por algunos momentos de “Metrópolis” de Lang, “El manantial” de Vidor, gotas de Tim Burton, el “Brazil” de Gilliam, juego de luces dignos de Dario Argento, ciertos detalles de Ridley Scott, Chazelle, Nolan, Fellini, Tinto Brass, el Fulci de “Roma, año 2072 D. C.:los gladiadores”, el Carpenter de “1997: Rescate en Nueva York”, para colmo con torpes movimientos de masas y eso tan “vanguardista” de dividir la pantalla en diferentes fragmentos o cambiar de formato, a lo que era aficionado entre otros su amigo De Palma y, ya en su día, le salía mejor que a él y ahora parece sacado de video clip.
Y es que Coppola ha visto muchísimo cine, pero lo ideal era que, con tal cascada de información, hubiera sido selectivo y no hacer un gazpacho con todo ello, eso sí, con un exceso bochornoso del CGI (Computer– Generated Imagery) que al fin y al cabo son efectitos especiales que están muy de moda. Lo que en “Corazonada” apostó de forma arriesgada con acierto, por las nuevas tecnologías y lo mastodóntico, aquí lo estandariza como en cualquier producción sin imaginación.
No creo que en un futuro se descubra que esto era una obra maestra incomprendida, eso lo hacen otros factores. Por muy profética y cierta que sea, que comparto su visión, aquí la base falla: su guion. De nada le ha servido reescribirlo centenares de veces. Por más que haya creído que si Visconti, junto a Medioli y Badalucco, trasladó con éxito el Macbeth de Shakespeare a la Alemania nazi en esa obra maestra que era “La caída de los dioses”, él podía construir un drama con reminiscencias de la Roma clásica y ponerlo en un Nueva York futuro, pero cuya trama y personajes van fallando desde el principio, con el agravante de un desafortunado casting.
De ellos algunos están acertados, como Adam Driver, César, que lleva todo el peso, Shia LaBeouf como Clodio, que está necesariamente pasado y resulta divertido, más que Jason Schwartzman (sobrino de Coppola, reclutado junto a su madre, Talia Shire), los correctos Esposito y Fishburne que más que actores funcionan como fieles escuderos de Coppola. Peor el aburridísimo Jon Voight que no tiene mucho que hacer, eso si omitimos las apariciones absurdas de su compañero en “Cowboy de medianoche” Dustin Hoffman, que parece que hace de Quasimodo y que cuya resolución está resuelta de golpe y porrazo. Ellas pierden por goleada. No hay un personaje que esté bien desarrollado. Audrey Plaza parece salida de un cómic, el resto desaprovechado y la peor su protagonista, Nathalie Emmanuel como Julia, mona ella, pero sosa hasta decir basta y donde posa más que actúa. Pero todo esto no es fallo de ellos, es de su director, así como el innecesario uso del narrador.
Su ambientación es la de un americano nuevo rico, sin orden ni concierto, casi sin criterio y hortera. Peor el vestuario (a saber por qué insondable misterio no quiso firmar la gran Milena Canonero) con un uso vulgar de abalorios y excesivos botines con tacón, que son tan horteras por muy de moda que ahora estén. Espero que en un futuro no existan, así como los pantalones ajustados de campana imitando piel de vaca o los vestidos de crochet. Siempre he idealizado con que el futuro fuera más sofisticado, pero Coppola no piensa así.
A nivel técnico, como era de prever, será donde habrá ido a parar la mayor parte del presupuesto porque es donde todo está cuidado, hasta sus efectos de sonido. Es decir, el envoltorio es muy bonito.
Concluyo en la zona del spoiler por falta de espacio sin reventar nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Concluyo el comentario en la zona del spoiler pero por falta de espacio, sin reventar nada.
Para este viaje que no hacían falta alforjas, Coppola se podía haber dejado de pamplinas y haber rodado un “peplum” con todas las de la ley. Ya que renovó en parte el cine de “mafias” o el género “bélico”, igual hubiera dado en la diana con el “histórico”, hoy tan en decadencia.
Espero que, a pesar de todo, la película no resulte un fracaso económico porque conviene que no sea así por la cuenta que nos trae a los espectadores que pretendan huir de la basura plastificada del “mainstream”. Si no las grandes productoras se adueñarán del imperio del cine y producirán lo que les vengan en gana o peor, lo que cualquier degenerado y defensor de la censura con dinero quiere que veamos.
Ojalá que tampoco se ceben con ella en los próximos Razzies, porque sería presa fácil, ya que “mola” más castigar y reírse de Coppola que premiar con más justicia cualquier basura impersonal que no haya llamado la atención y nadie haya visto. Peores las ha hecho Coppola, y no llamaron la atención, como por ejemplo "Jack" (1996), que eso era tela del telón.
Y que sigan corriendo los ríos de tinta, porque “Megalópolis” dará mucho más que qué hablar, esto no ha hecho más que empezar, a nadie va a poner de acuerdo, y sobre todo, hará las delicias de los “haters” y de los infelices.
Para este viaje que no hacían falta alforjas, Coppola se podía haber dejado de pamplinas y haber rodado un “peplum” con todas las de la ley. Ya que renovó en parte el cine de “mafias” o el género “bélico”, igual hubiera dado en la diana con el “histórico”, hoy tan en decadencia.
Espero que, a pesar de todo, la película no resulte un fracaso económico porque conviene que no sea así por la cuenta que nos trae a los espectadores que pretendan huir de la basura plastificada del “mainstream”. Si no las grandes productoras se adueñarán del imperio del cine y producirán lo que les vengan en gana o peor, lo que cualquier degenerado y defensor de la censura con dinero quiere que veamos.
Ojalá que tampoco se ceben con ella en los próximos Razzies, porque sería presa fácil, ya que “mola” más castigar y reírse de Coppola que premiar con más justicia cualquier basura impersonal que no haya llamado la atención y nadie haya visto. Peores las ha hecho Coppola, y no llamaron la atención, como por ejemplo "Jack" (1996), que eso era tela del telón.
Y que sigan corriendo los ríos de tinta, porque “Megalópolis” dará mucho más que qué hablar, esto no ha hecho más que empezar, a nadie va a poner de acuerdo, y sobre todo, hará las delicias de los “haters” y de los infelices.
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