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Una segunda oportunidad

Drama Los amigos Andreas y Simon son dos policías que viven de forma muy diferente. Andreas es feliz con su mujer y su hijo; Simon acaba de divorciarse y se emborracha regularmente. Todo cambiará cuando intervienen en la pelea de una joven pareja de yonquis y descubren a un bebé en un armario. Andreas, el hombre estable, obligado a enfrentarse a su impotencia, empieza a perder su idea de lo que la justicia significa. El rebelde Simon deberá ... [+]
Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
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5
18 de octubre de 2015
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta es una película aparentemente potente, cuyos cimientos son, a poco que se ausculten, frágiles, al igual que un edificio imponente tocado de aluminosis.

La trama está muy elaborada pero debe recurrir a un buen número de coincidencias que la desacreditan en parte.
Demasiado “deus ex machina”. Como es sabido en el teatro griego y romano los dramaturgos contaban con un recurso que les compensaba de la falta de ideas acerca de cómo proseguir el relato cuando la musa les era esquiva. “Deux ex machina” significa “Dios desde la máquina” y hace referencia al momento en que una especie de grúa introducía en el escenario, desde el exterior, a una deidad. A partir de ahí todo podía pasar. En la actualidad, esta expresión tan antigua se utiliza para aludir a un elemento externo que permite avanzar en una narración sin tener que respetar su lógica interna. Normalmente, se trata de una coincidencia sin la cual la historia no sería posible.

Por otro lado, Susanne Bier tiene la obsesión de explicar todo lo que pasa, ha pasado y va a pasar, con lo que no deja lugar a la indefinición, a la incertidumbre o a la polémica.

El conflicto moral que se pretende plantear con esta película —como comentaré en el spoiler— es inexistente.

¿Qué queda, entonces?

Un relato crudo contado con buen pulso narrativo y una buena interpretación del protagonista principal, Nicolaj Coster-Waldau. Nada más, pero tampoco nada menos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El rapto de un niño es uno de los delitos más repugnantes y más castigados.

En la película, el rapto se produce por el exclusivo interés del protagonista, en función de sus circunstancias personales: Tener una mujer con una frágil salud mental a la que, aparentemente, la maternidad le ha sido muy saludable.

Andreas, el policía protagonista, puede albergar dudas acerca del futuro de un bebé que está en malas manos: las de unos padres drogadictos, pero hay una escena en la película —consecuencia de la obsesión de Bier por dejarlo todo atado y bien atado— que pone las cosas en su sitio. Cuando Andreas propone a su jefa que se le retire la custodia del bebé a su madre, ésta le contesta:

—No podemos: Está sano, bien alimentado y no ha sufrido malos tratos —que no vayan más allá de la falta de aseo, añado.

Sí con esos antecedentes Andreas opta por el rapto es para intentar dulcificar su situación personal, compensando a su mujer de una carencia sobrevenida que puede ser letal para ella, no para redimir a una criatura indefensa que no se puede valer por sí misma.

Por si hubiera dudas, Bier las despejará en uno de los diálogos finales, que tiene como interlocutores a los dos policías que intervienen en la historia, Andreas y Simon:

—Tienes que devolver el niño a su madre —le dice Simon a Andreas.

—No está capacitada para criarlo.

—Tú no eres quién para decidirlo y, si fuera como dices, ahí están los Servicios Sociales para hacerse cargo del bebé.

La película pone de manifiesto que, más irresponsable que la madre drogadicta respecto a su bebé, es Andreas respecto al suyo, al dejarlo en manos de su mujer, con desequilibrios emocionales y mentales importantes.

Cuando las leyes son democráticas, justas y claras, no se pueden transgredir sin delinquir. Un policía lo debe de saber mejor que nadie.
7
10 de septiembre de 2015
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el mundo de la interpretación en general y el cine en particular hay actores y actrices a los que un papel, usualmente el más reconocido por el público, persigue a lo largo de su trayectoria. Roles de los que difícilmente logran desprenderse para convencer en otros trabajos distintos.

El actor danés, Nicolaj Coster-Waldau, bien podría ser uno de esos casos gracias a su gran labor como Jaime Lannister en la popular serie Juego de Tronos. Un personaje de fuerte personalidad y carisma que el nórdico interpreta a las mil maravillas pero que amenaza con encorsetarlo. A modo de reivindicación -que ya empezó con Headhunters o Mil veces buenas noches-, Coster-Waldau se pone bajo las órdenes de la oscarizada cineasta Susanne Bier -En un mundo mejor, Después de la boda- para protagonizar un potente drama como Una segunda oportunidad.

Bier es una especialista rodando fuertes dramas personales. Capta con maestría emociones como la rabia, el desasoiego y la lucha interna que sufren sus personajes. En esta ocasión, conduce con sabiduría todos los sentimientos que afloran en el gran elenco de actores que componen Una segunda oportunidad -cameo incluido de Thomas Bo Larsen (Celebración, La Caza)-.La sensibilidad de los protagonistas -especialmente Coster-Waldau- se encuentra contenida en gran parte de la película hasta que finalmente salta por los aires y acaba por desbordarse para sorpresa entre las butacas.

De esta forma se configura este intenso trabajo dramático con tintes policíacos y buenas dosis de intriga. Una demostración más de la buena salud de la que goza el cine danés -del que soy confeso admirador-, cuna del Dogma. Y una prueba más del gran talento de Susanne Bier para narrar historias de este tipo y, particularmente, de un Nicolas Coster-Waldau que seguirá dando que hablar más allá del famoso Matarreyes.

Más datos sobre esta y otras películas en el blog: http://argoderse.blogspot.com.es/
6
26 de septiembre de 2015
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La oscarizada directora danesa Susanne Bier vuelve a su país natal para seguir profundizando en los lazos familiares, los arrepentimientos y el cosmos clasista de la sociedad moderna en este melodrama realizado con esmero pero con giros algo exagerados.

Nikolaj Coster-Waldau (el Matareyes de Juego de Tronos) realiza una interpretación excelente ante este padre que pierde a su hijo y decide cambiarlo por un bebé descuidado en una familia de los barrios bajos. El peso de la culpa y la investigación posterior sobre el caso del bebé desaparecido de la otra familia acabarán llevándole a un camino tormentoso.

Bier dirige con buena mano un melodramática obra muy en la línea de sus grandes obras anteriores, dentro de un tono eso si mucho más oscuro y ambiguo; el fallo llega en ciertos momentos de la historia en la que las reacciones y decisiones de los personajes resultan exageradas y difíciles de creer, sobrepasándose en el tono de tragedia y siendo una historia necesitada de algo más de atrevimiento sucio por parte de Bier, realizadora fiable en este género como ya demostró con la oscarizada En un mundo mejor (2011).

Un drama duro, oscuro y con una intepretación notable de Coster-Waldau pero que peca de exageración y giros poco creíbles por parte de los personajes además de un decepcionante e inocente desenlace.
8
12 de octubre de 2014
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nikolaj Coster-Waldau es mucho más que Jaime Lannister. El actor de 'Juego de Tronos' ha demostrado que la fama es, a veces, merecida con una interpretación portentosa que debería haberse alzado con la Concha de Plata del Festival de San Sebastián. Su interpretación es emotiva y poderosa, además de enormemente humana, y, junto a Maria Bonnevie, Ulrich Thomsen, Lykke May Andersen y Nikolaj Lie Kaas ayuda a dar fuerza a un guion no siempre redondo pero por completo evocador.

Susanne Bier, ganadora del Oscar por 'En un mundo mejor' (2010), vuelve a demostrar que el sufrimiento humano es su tema preferido, pero, como siempre, añade un mensaje de esperanza a sus crudos eventos. 'Una segunda oportunidad', de hecho, incluye ese mensaje en el título y, pese a su crudísima temática, consigue dejar en el espectador un buen sabor de boca: la vida es, pese a todo, maravillosa.

La trama da demasiadas vueltas y, en ocasiones, roza la inverosimilitud, pero es tal la fuerza de las interpretaciones y la dirección, que resulta difícil no poner el corazón en ella. La factura técnica es también impecable. Muy recomendable, como casi toda la cinematografía de esta gran cineasta danesa.

Juan Roures ~ La estación del fotograma perdido
7
13 de abril de 2015
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El de Susanne Bier es más un cine de contrastes que de matices. En sus películas siempre colisionan dos modelos de vida, dos personajes con un bagaje muy diferente, dos cosmovisiones que, al chocar, derivan en conflicto. Podría decirse que a Bier le gusta narrar a partir de antónimos, cuanto menos de complementos, como si la cineasta danesa siempre necesitase de un elemento externo para contraponer sus premisas. Un discurso que ya conocemos, pero que Bier defiende con una eficacia y vehemencia admirables.

Una segunda oportunidad se acoge a la estructura habitual de las ficciones de Bier. Una pareja de drogadictos descuida a su bebé de pocas semanas. En paralelo, un policía pierde a su hijo recién nacido de forma accidental. La respuesta es extrema: el personaje rapta al pequeño de la familia contraria, dando pie a una investigación y a una doble tragedia que tomará derroteros inesperados. Bier narra su particular cuento sobre las ironías de la justicia y los constantes lazos entre el bien y el mal sirviéndose de sus constantes habituales: especial delectación por los planos descarnados (las tomas con el bebé rodeado de inmundicia logran que la platea responda con un quejido), los diálogos incómodos (todos los personaje rozan la histeria en algún momento del relato) y los azarosos mecanismos del destino (los seres del film se unen y se separan, se juntan y se repelen, según principios que el espectador nunca puede prever).

De nuevo, el conjunto vuelve a funcionar, pone contra las cuerdas el aguante y los revestimientos morales del espectador (Bier consigue que nos preguntemos qué harías nosotros en una situación como la que vemos en pantalla), y se resuelve con un sentido de la acción realmente admirable. Con todo, es imposible no tener la sensación de que Bier no sólo está filmando una cinta que ya ha rodado, sino que lo hace de una forma que, al intentar ser excesivamente naturalista, puede resultar un tanto desagradable. Pero Bier nunca ha sido comedida, y a estas alturas no se le pueden pedir peras al olmo. Bier repite fórmula, pero lo hace con una notable capacidad de lucha: se nota que Bier cree en lo que hace y en lo que está contando, y los fotogramas del film, inevitablemente, se contagian de esa furia artística. Por nuestra parte, merece una segunda oportunidad en forma de nuevos visionados.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com.es/
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