PatriaMiniserie
2020 

Aitor Gabilondo (Creador), Félix Viscarret ...
7,9
22.944
Serie de TV. Drama
Miniserie de TV (2019). 8 episodios. Basada en la novela de Fernando Aramburu, que abarca 30 años del conflicto vasco y estudia el impacto del mismo sobre la gente común, como la viuda de un hombre asesinado a tiros por la banda terrorista ETA, que vuelve a su pueblo natal tras el alto el fuego de 2011, o la madre de un etarra encarcelado.
27 de septiembre de 2020
27 de septiembre de 2020
212 de 275 usuarios han encontrado esta crítica útil
He leído el libro tres veces, he leído la novela gráfica basada en el mismo y en general es un tema que me ha interesado mucho desde siempre a nivel histórico (y no tan histórico porque por desgracia lo hemos vivido hasta hace cuatro días), y esperaba esta serie como agua de mayo.
Por mi trabajo, he tenido el privilegio de compartir tiempo con compañeros veteranos que vivieron los años duros, los años de plomo, que te cuentan cómo era aquella época, cómo perdían compañeros y amigos, y fue alguno de esos compañeros el que me recomendó encarecidamente leer PATRIA. Todos coinciden en lo mismo, refleja muy bien el ambiente que había en aquella época.
Vistos los dos primeros episodios puedo decir que me parece una adaptación SUBLIME, en varias escenas mi pareja y yo hemos anticipado la frase del personaje de manera textual. No digo que la literalidad sea sinónimo de buena adaptación, pero en este caso lo es.
No le pongo un 10 porque solo he visto dos capítulos y dejo ese puntito a la prudencia, pero la pinta es buena, muy buena.
Y por favor, a todo el que piense que se trata de una obra que blanquea el terrorismo, o que pone a la misma altura a víctimas y verdugos, por favor, no os ofusquéis con prejuicios porque esta historia no trata de eso y si alguien os lo afirma es que no se la ha leído o lo que es peor, no ha entendido nada. Si lo dejáis pasar os estaréis perdiendo algo que merece mucho la pena ser visto.
Por mi trabajo, he tenido el privilegio de compartir tiempo con compañeros veteranos que vivieron los años duros, los años de plomo, que te cuentan cómo era aquella época, cómo perdían compañeros y amigos, y fue alguno de esos compañeros el que me recomendó encarecidamente leer PATRIA. Todos coinciden en lo mismo, refleja muy bien el ambiente que había en aquella época.
Vistos los dos primeros episodios puedo decir que me parece una adaptación SUBLIME, en varias escenas mi pareja y yo hemos anticipado la frase del personaje de manera textual. No digo que la literalidad sea sinónimo de buena adaptación, pero en este caso lo es.
No le pongo un 10 porque solo he visto dos capítulos y dejo ese puntito a la prudencia, pero la pinta es buena, muy buena.
Y por favor, a todo el que piense que se trata de una obra que blanquea el terrorismo, o que pone a la misma altura a víctimas y verdugos, por favor, no os ofusquéis con prejuicios porque esta historia no trata de eso y si alguien os lo afirma es que no se la ha leído o lo que es peor, no ha entendido nada. Si lo dejáis pasar os estaréis perdiendo algo que merece mucho la pena ser visto.
21 de octubre de 2020
21 de octubre de 2020
105 de 122 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué necesaria es Patria. Qué impactante. Qué sobrecogedora. Qué dura. Y qué magistral ejercicio de televisión.
En los últimos tiempos, la televisión, o mejor dicho, las series de las plataformas de streaming, están siendo el refugio donde muchos directores de cine encuentran la oportunidad de seguir trabajando. Ha ocurrido con Rodrigo Sorogoyen en Antidisturbios, Leticia Dolera en Vida perfecta, Koldo Serra y Miguel Ángel Vivas en La casa de papel, o Javier Calvo y Javier Ambrossi en Veneno (aunque la dupla de "los Javis" tenían mucha menos experiencia en lo audiovisual), entre otros. En Patria, es Félix Viscarret quien ha tomado las riendas de la producción, y no sólo es el mejor trabajo del realizador de Bajo las estrellas, sino que es el trabajo de una vida entera, y la confirmación definitiva de que nos encontramos ante un momento absolutamente dorado de las series españolas.
Patria es un regalo. Una lección de vida. Un canto a la reconciliación. Una historia contada desde el punto de vista de dos bandos, que no juzga y que presenta en igualdad de condiciones narrativas, pero que jamás olvida a quiénes son las auténticas víctimas ni matiza o endulza en discurso abertzale y de los asesinos. Y sobre todo, un recordatorio de lo poco o nada que sabemos en general de ETA. Viendo Patria, no cabe sino reconocer que, los que no hemos vivido en el País Vasco, no sabemos nada sobre cómo se vivía en esos pueblos, sobre cómo se sentían personas como Bittori o Txato, sobre la extorsión, las amenazas y las continuas muestras de odio, en las propias calles del pueblo, en los comercios en los que se ha comprado toda la vida, y en las caras de los vecinos de siempre. Son tantas las escenas que ponen los pelos de punta, tantos los momentos de rabia e impotencia que experimenta el espectador, tan grande el nudo en la garganta con que se visiona la serie en muchos ratos que es, sin duda, una serie muy difícil de ver. Durísima. Sin concesiones. De esas producciones que, todavía días después, dejan al espectador pensando y, por qué no, sufriendo por lo visto y vivido en sus episodios.
Todo esto podría quedar en nada si la serie no fuera buena, pero es que además es excelente, absolutamente magistral en todos los departamentos técnicos y artísticos. Viscarret filma con un aplomo, una elegancia y una pericia espectacular (ver el plano en que los dos etarras se acercan al Txato bajo la lluvia, o cuando Bittori sale a la calle tras escuchar el disparo), y la serie cuenta con una fotografía, un montaje o un maquillaje absolutamente espectaculares, que demuestran los profesionales excepcionales que trabajan en el medio audiovisual en España.
Y sin duda, la joya de la corona son los actores. Muchos de ellos, desconocidos para el gran público (lo que demuestra la absoluta injusticia que se ha vivido y se vive, en un mundo cinematográfico como el español, donde cuatro se reparten buena parte del pastel). Todos ellos, maravillosos. Lo de Elena Irureta y Ane Gabaraín es pura antología. Si se llamaran Glenn Close y Meryl Streep se llevarían todos los premios del mundo y se estudiaría su trabajo en todas las escuelas de interpretación. Es alucinante cómo se han mimetizado con Bittori y Miren, respectivamente, cómo Irureta plasma ese dolor callado de Bittori, pero también su valentía y determinación, mientras Gabaraín defiende lo indefendible del personaje de Miren también con enorme dignidad, sin juzgar y, sí, siendo la única que muchas veces rompe los silencios. Patria es una historia de silencios. Del de todos nosotros, como sociedad y como país.
Pero sería sumamente injusto olvidar el esfuerzo titánico de una monumental Loreto Mauleon, cuya Arantxa es el alma de la serie (ver cada enfrentamiento con su madre, o cuando habla con Bittori en la calle), o de Jon Olivares como Joxe Mari, o un soberbio Mikel Laskurain como Joxian, personaje que representa a los que se vieron arrastrados a la tragedia sin saberlo, encontrándose de pronto en un bando al que realmente no querían pertenecer, atenazados por el miedo y la culpa (o la cobardía, como le dice Txato, un excelente José Ramón Soroiz).
La mejor serie española no ya del año (y la competencia de Antidisturbios es muy dura), sino seguramente de toda la historia de la televisión de nuestro país. Imprescindible y magistral.
Lo mejor: Todo, y muy especialmente su auténtica emoción y angustia y las interpretaciones de todo su reparto (especialmente Irureta, Gabaraín y Mauleon).
Lo peor: Nada
En los últimos tiempos, la televisión, o mejor dicho, las series de las plataformas de streaming, están siendo el refugio donde muchos directores de cine encuentran la oportunidad de seguir trabajando. Ha ocurrido con Rodrigo Sorogoyen en Antidisturbios, Leticia Dolera en Vida perfecta, Koldo Serra y Miguel Ángel Vivas en La casa de papel, o Javier Calvo y Javier Ambrossi en Veneno (aunque la dupla de "los Javis" tenían mucha menos experiencia en lo audiovisual), entre otros. En Patria, es Félix Viscarret quien ha tomado las riendas de la producción, y no sólo es el mejor trabajo del realizador de Bajo las estrellas, sino que es el trabajo de una vida entera, y la confirmación definitiva de que nos encontramos ante un momento absolutamente dorado de las series españolas.
Patria es un regalo. Una lección de vida. Un canto a la reconciliación. Una historia contada desde el punto de vista de dos bandos, que no juzga y que presenta en igualdad de condiciones narrativas, pero que jamás olvida a quiénes son las auténticas víctimas ni matiza o endulza en discurso abertzale y de los asesinos. Y sobre todo, un recordatorio de lo poco o nada que sabemos en general de ETA. Viendo Patria, no cabe sino reconocer que, los que no hemos vivido en el País Vasco, no sabemos nada sobre cómo se vivía en esos pueblos, sobre cómo se sentían personas como Bittori o Txato, sobre la extorsión, las amenazas y las continuas muestras de odio, en las propias calles del pueblo, en los comercios en los que se ha comprado toda la vida, y en las caras de los vecinos de siempre. Son tantas las escenas que ponen los pelos de punta, tantos los momentos de rabia e impotencia que experimenta el espectador, tan grande el nudo en la garganta con que se visiona la serie en muchos ratos que es, sin duda, una serie muy difícil de ver. Durísima. Sin concesiones. De esas producciones que, todavía días después, dejan al espectador pensando y, por qué no, sufriendo por lo visto y vivido en sus episodios.
Todo esto podría quedar en nada si la serie no fuera buena, pero es que además es excelente, absolutamente magistral en todos los departamentos técnicos y artísticos. Viscarret filma con un aplomo, una elegancia y una pericia espectacular (ver el plano en que los dos etarras se acercan al Txato bajo la lluvia, o cuando Bittori sale a la calle tras escuchar el disparo), y la serie cuenta con una fotografía, un montaje o un maquillaje absolutamente espectaculares, que demuestran los profesionales excepcionales que trabajan en el medio audiovisual en España.
Y sin duda, la joya de la corona son los actores. Muchos de ellos, desconocidos para el gran público (lo que demuestra la absoluta injusticia que se ha vivido y se vive, en un mundo cinematográfico como el español, donde cuatro se reparten buena parte del pastel). Todos ellos, maravillosos. Lo de Elena Irureta y Ane Gabaraín es pura antología. Si se llamaran Glenn Close y Meryl Streep se llevarían todos los premios del mundo y se estudiaría su trabajo en todas las escuelas de interpretación. Es alucinante cómo se han mimetizado con Bittori y Miren, respectivamente, cómo Irureta plasma ese dolor callado de Bittori, pero también su valentía y determinación, mientras Gabaraín defiende lo indefendible del personaje de Miren también con enorme dignidad, sin juzgar y, sí, siendo la única que muchas veces rompe los silencios. Patria es una historia de silencios. Del de todos nosotros, como sociedad y como país.
Pero sería sumamente injusto olvidar el esfuerzo titánico de una monumental Loreto Mauleon, cuya Arantxa es el alma de la serie (ver cada enfrentamiento con su madre, o cuando habla con Bittori en la calle), o de Jon Olivares como Joxe Mari, o un soberbio Mikel Laskurain como Joxian, personaje que representa a los que se vieron arrastrados a la tragedia sin saberlo, encontrándose de pronto en un bando al que realmente no querían pertenecer, atenazados por el miedo y la culpa (o la cobardía, como le dice Txato, un excelente José Ramón Soroiz).
La mejor serie española no ya del año (y la competencia de Antidisturbios es muy dura), sino seguramente de toda la historia de la televisión de nuestro país. Imprescindible y magistral.
Lo mejor: Todo, y muy especialmente su auténtica emoción y angustia y las interpretaciones de todo su reparto (especialmente Irureta, Gabaraín y Mauleon).
Lo peor: Nada
5 de octubre de 2020
5 de octubre de 2020
66 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por razones de trabajo, he pasado temporadas en el País Vasco, desarrollando mi actividad profesional en un pueblo de Vizcaya. Nunca me han tratado mal, ni los compañeros, ni la gente del pueblo. Antes bien, todo lo contrario: Con su estilo propio, en lenguaje escueto, a lo Gracián, con educación, cordialidad y formalidad, pero...
...había algo en el ambiente, algo que nadie nombraba, un clima de calma inquietante...
...Y, después, las pintadas, los pasquines, en euskera, a veces en castellano que nadie miraba, bien porque ya los conocían o por que no se atrevían a hacerlo...
Nada más llegar, todo el mundo se me quedaba mirando, cosa que comenté a los compañeros de trabajo. Ellos me dijeron que era porque no me conocían: <<..No saben quién eres. No saben si eres un policía, un funcionario de correos, un maestro o qué...>>
Con el tiempo, supieron quién era, a qué había venido y ya me saludaban por la calle. Pero aparte esto, el aire seguía siendo tan irrespirable como siempre.
He vuelto a revivir esas sensaciones, después de leer la novela y haber visto los tres primeros capítulos de la serie. Serie que veo bien estructurada y engranada. Con una línea descriptiva clara, concisa y directa, cargada de flashbacks y potente en lo que se refiere al desarrollo del argumento.
El espectador asiste a un relato desolador: Personajes desdichados, atormentados y desvalidos, todos ellos, incluso los que parecen fuertes. Viven en medio de esa atmósfera opresiva, irrespirable, que sólo percibe el recién llegado pero que deja de notar (tal vez por haberse acostumbrado) el que vive habitualmente en ese entorno angosto y cerrado de los pueblos pequeños. Sus habitantes...
...No merecen lo que han sufrido. Es un hermoso país, poblado de gente trabajadora y honrada, formal y decente. El tiempo lo borra todo. Tal vez, dentro de unos años, cerradas las heridas, puedan gozar de la felicidad a la que, sin duda tienen derecho.
...había algo en el ambiente, algo que nadie nombraba, un clima de calma inquietante...
...Y, después, las pintadas, los pasquines, en euskera, a veces en castellano que nadie miraba, bien porque ya los conocían o por que no se atrevían a hacerlo...
Nada más llegar, todo el mundo se me quedaba mirando, cosa que comenté a los compañeros de trabajo. Ellos me dijeron que era porque no me conocían: <<..No saben quién eres. No saben si eres un policía, un funcionario de correos, un maestro o qué...>>
Con el tiempo, supieron quién era, a qué había venido y ya me saludaban por la calle. Pero aparte esto, el aire seguía siendo tan irrespirable como siempre.
He vuelto a revivir esas sensaciones, después de leer la novela y haber visto los tres primeros capítulos de la serie. Serie que veo bien estructurada y engranada. Con una línea descriptiva clara, concisa y directa, cargada de flashbacks y potente en lo que se refiere al desarrollo del argumento.
El espectador asiste a un relato desolador: Personajes desdichados, atormentados y desvalidos, todos ellos, incluso los que parecen fuertes. Viven en medio de esa atmósfera opresiva, irrespirable, que sólo percibe el recién llegado pero que deja de notar (tal vez por haberse acostumbrado) el que vive habitualmente en ese entorno angosto y cerrado de los pueblos pequeños. Sus habitantes...
...No merecen lo que han sufrido. Es un hermoso país, poblado de gente trabajadora y honrada, formal y decente. El tiempo lo borra todo. Tal vez, dentro de unos años, cerradas las heridas, puedan gozar de la felicidad a la que, sin duda tienen derecho.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La sociedad matriarcal vasca se muestra sin ambages en esta serie: Miren y Bittori son el alma de sus respectivas familias. El resto de sus miembros giran en torno a ellas, como los planetas alrededor del sol. Las dos familias, amigas al principio, se volverán enemigas por decreto de sus matriarcas, o mejor, de una de ellas.
No todos los miembros de la familia obedecerán la consigna materna y esa desobediencia dejará un atisbo de esperanza en el ánimo del espectador hasta que el final (de la novela, de la serie) abrirá finalmente la puerta de una reconciliación esperada por todos, también por el espectador.
No todos los miembros de la familia obedecerán la consigna materna y esa desobediencia dejará un atisbo de esperanza en el ánimo del espectador hasta que el final (de la novela, de la serie) abrirá finalmente la puerta de una reconciliación esperada por todos, también por el espectador.
30 de septiembre de 2020
30 de septiembre de 2020
57 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que tener mucho valor para arriesgarse a llevar a la pantalla una historia real y cercana en tiempo y lugar. Una creación literaria clara, concisa y apasionada solo con la verdad que desenmascara unos hechos que muchos conocían, otros ocultaban y la mayoría sufrían en silencio. HBO compró los derechos de la extraordinaria PATRIA de Fernando Aramburu que había convertido esas vivencias de terror en un best seller con cifras de ventas importantes y unas críticas literarias muy positivas...un tema duro que está arraigado dolorosamente en todo un país. Enfrentar una temática de estas características no era fácil pero encargárselo a uno de los grandes de éste país, Aitor Gabilondo, fue un acierto como la elección del reparto, la ambientación y un presupuesto holgado que permite cumplir con las expectativas.
La historia no es equidistante por no posicionarse...es mentira esa acusación. Aramburu y Gabilondo se posicionan con la verdad y la verdad duele, precisamente, porqué no se posiciona. No existen matices con la verdad, no hay distintas verdades pero si que hay maneras de ver esa verdad. Los creadores de la novela y de la serie ponen encima de la mesa todos los hechos con el riesgo de no contentar a nadie...por fortuna, a mi parecer, han conseguido una obra maestra de las series mundiales en la que todos nos sentiremos cercanos y podremos juzgarlo todo sin condenar a nadie. Respetar a todas las victimas es respetar a la historia y a los espectadores a los que no se intenta adoctrinar.
Excelente en lo artístico y en lo técnico, PATRIA, es más que una serie...es un evento audiovisual único que debería ser de obligada visión en centros docentes y en la Carrera de San Geronimo.
Enhorabuena a todos los implicados en esta producción porque habéis logrado hacer historia con la historia.
La historia no es equidistante por no posicionarse...es mentira esa acusación. Aramburu y Gabilondo se posicionan con la verdad y la verdad duele, precisamente, porqué no se posiciona. No existen matices con la verdad, no hay distintas verdades pero si que hay maneras de ver esa verdad. Los creadores de la novela y de la serie ponen encima de la mesa todos los hechos con el riesgo de no contentar a nadie...por fortuna, a mi parecer, han conseguido una obra maestra de las series mundiales en la que todos nos sentiremos cercanos y podremos juzgarlo todo sin condenar a nadie. Respetar a todas las victimas es respetar a la historia y a los espectadores a los que no se intenta adoctrinar.
Excelente en lo artístico y en lo técnico, PATRIA, es más que una serie...es un evento audiovisual único que debería ser de obligada visión en centros docentes y en la Carrera de San Geronimo.
Enhorabuena a todos los implicados en esta producción porque habéis logrado hacer historia con la historia.
27 de septiembre de 2020
27 de septiembre de 2020
58 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
MAX ha tenido la visión comercial de llevar a la pequeña pantalla un éxito editorial absoluto, pero sobre todo ha tenido el buen gusto de ponerlo en manos de alguien que ha conocido y sufrido, como vasco que es, el último de los conflictos de nuestro siglo XX.
Ante la eterna duda de mantenerse fiel a la novela o, por el contrario, crear una obra nueva a partir de la historia ofrecida en papel, Aitor Gabilondo ha optado por la primera fórmula.
Gracias a ello, la tragedia escrita por Aramburu para un país donde se lee muy poco va a poder llegar a millones de espectadores, algunos de los cuales son unos privilegiados: no tienen ni idea -por edad- de lo que fue ETA, de lo que supuso de sufrimiento insondable para cientos de miles de familias; de pesadilla para el País Vasco y para el conjunto de España.
Como padre, me ha tocado explicar a mi hijo de once años el porqué de semejante título, 'Patria', para un libro y una serie de televisión. Modestamente, le he tenido que describir la carga emocional que supone para tantos millones de personas esa palabra que, en el fondo, tanto dolor y sufrimiento y sangre arrastra y ha arrestado siempre.
Patria, Aberria, Fatherland, Vaterland, Patrie. Se podía haber titulado de muchos modos y en todos ellos el significado habría sido el mismo: el nacionalismo, o la nacionalitis, que tantos conflictos ocasiona, como el propio Aramburu recita a quien quiera escuchar.
En el plano cinematográfico la serie no arranca bien y amenaza con quedar en un 'bluff' como tantos, dejando en nada la enorme expectativa creada en torno a ella. Después remonta y nos hace empatizar con los personajes. Con todos los personajes, por mucho que la razón nos diga que el dolor estuvo repartido, claro que sí, pero que había víctimas y verdugos, y que ambos roles no se pueden equiparar.
Esa mejora en la calidad de la serie se puede atribuir al buen hacer del director, pero también a la lluvia, al sabio uso del flashback y a unos actores que (alabado sea el señor) son vascos en su mayoría. Aquí se destaca respecto a otras series aclamadas con razón, como 'La línea invisible'.
Parece creíble el ambiente ochentero recreado (ese kalimotxo que sirven en el Arrano es de verdad y no mero atrezzo) y también las reacciones de los personajes, por mucho que algunas parezcan sacadas de quicio ("¿quieres que te haga algo de cenar?"; "fóllame").
Por desgracia, también son verosímiles la chapuza de incluir al Txato en la lista negra sin una razón coherente, las torturas a manos de la policía y esa llamada telefónica heladora, que tantas veces se repitió: "Txato, jódete".
Podemos estar ante uno de los acercamientos definitivos, desde el séptimo arte, al mundo de ETA.
Ante la eterna duda de mantenerse fiel a la novela o, por el contrario, crear una obra nueva a partir de la historia ofrecida en papel, Aitor Gabilondo ha optado por la primera fórmula.
Gracias a ello, la tragedia escrita por Aramburu para un país donde se lee muy poco va a poder llegar a millones de espectadores, algunos de los cuales son unos privilegiados: no tienen ni idea -por edad- de lo que fue ETA, de lo que supuso de sufrimiento insondable para cientos de miles de familias; de pesadilla para el País Vasco y para el conjunto de España.
Como padre, me ha tocado explicar a mi hijo de once años el porqué de semejante título, 'Patria', para un libro y una serie de televisión. Modestamente, le he tenido que describir la carga emocional que supone para tantos millones de personas esa palabra que, en el fondo, tanto dolor y sufrimiento y sangre arrastra y ha arrestado siempre.
Patria, Aberria, Fatherland, Vaterland, Patrie. Se podía haber titulado de muchos modos y en todos ellos el significado habría sido el mismo: el nacionalismo, o la nacionalitis, que tantos conflictos ocasiona, como el propio Aramburu recita a quien quiera escuchar.
En el plano cinematográfico la serie no arranca bien y amenaza con quedar en un 'bluff' como tantos, dejando en nada la enorme expectativa creada en torno a ella. Después remonta y nos hace empatizar con los personajes. Con todos los personajes, por mucho que la razón nos diga que el dolor estuvo repartido, claro que sí, pero que había víctimas y verdugos, y que ambos roles no se pueden equiparar.
Esa mejora en la calidad de la serie se puede atribuir al buen hacer del director, pero también a la lluvia, al sabio uso del flashback y a unos actores que (alabado sea el señor) son vascos en su mayoría. Aquí se destaca respecto a otras series aclamadas con razón, como 'La línea invisible'.
Parece creíble el ambiente ochentero recreado (ese kalimotxo que sirven en el Arrano es de verdad y no mero atrezzo) y también las reacciones de los personajes, por mucho que algunas parezcan sacadas de quicio ("¿quieres que te haga algo de cenar?"; "fóllame").
Por desgracia, también son verosímiles la chapuza de incluir al Txato en la lista negra sin una razón coherente, las torturas a manos de la policía y esa llamada telefónica heladora, que tantas veces se repitió: "Txato, jódete".
Podemos estar ante uno de los acercamientos definitivos, desde el séptimo arte, al mundo de ETA.
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