Molokai, la isla maldita
1959 

5,1
269
Drama
A finales del 1800, en Hawai, un comité de higiene decidió que los leprosos debían pasar el resto de su vida en la isla de Molokai, un territorio completamente aislado, en el que imperaba la ley del más fuerte y la muerte. Allí llegó como voluntario el Padre Damián, un sacerdote belga de la congregación de los Sagrados Corazones. El misionero dedicó toda su vida a velar por los leprosos de la pequeña isla hawaiana. (FILMAFFINITY)
4 de octubre de 2010
4 de octubre de 2010
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película en blanco y negro del género religioso, cristiano-católico, centrada en la vida del sacerdote belga Damián de Veuster (1840-1889), perteneciente a la Orden de los Sagrados Corazones (SS.CC.), también llamado Padre Damián de Molokai, isla del archipiélago de las Hawaii donde se recluyó voluntariamente para vivir la suerte de los leprosos allí aislados en el siglo XIX. Desde el año 2009, Damián de Molokai es un santo de la Iglesia Católica y cuatro años antes fue elegido por la televisión flamenca como el belga más grande de todos los tiempos; además es el santo patrono de los leprosos y otros enfermos como los de Sida.
La película es una joya del cine religioso español de los años cincuenta del siglo XX, dirigida por el valenciano Luis Lucia Mingarro (uno de los mejores guionistas-directores en la Historia del cine español) de forma que abrace los corazones de los espectadores y les emocione con la excepcional vida de un hombre ejemplar que tuvo a gala ser cristiano y católico.
Quitando los fallos consecuencia de la falta de medios económicos —por ejemplo: todas las palmeras que aparecen en las distintas escenas del filme, se ve claramente que son palmeras datileras (Phoenix dactylifera), las cuales pueden hallarse en buen número en algunos puntos de España como Elche, pero no son palmeras cocoteras, (Cocos nucifera), las propias de las Islas del Pacífico o de climas tropicales y que obviamente habría costado muchísimo trasladarse a esos escenarios a rodar junto a ellas ya que son imposibles de hallar en España donde se filmó esta obra—. No obstante, la película es singular, porque fue la primera que promocionó a escala internacional, al menos dentro del mundo de habla hispana, y encima con seriedad fílmica, la relevancia, la valentía, el heroísmo de este religioso católico belga que empleó su vida solidarizándose y ayudando a los más necesitados y excluidos sociales. De hecho, al inicio del filme sale la siguiente nota: "Deseamos ofrecer esta película en homenaje a la nación belga, patria de Damián de Veuster."
A destacar la excelente escena donde el protagonista o Padre Damián, interpretado por el actor Vicente Escrivá, está predicando encima de un púlpito cuando la cámara hace un primer plano sobre su mano y dedo índice que nos acusa o señala a los espectadores presentes ante la pantalla, para pasar en seguida a desenfocarlo y concentrarse en el rostro del predicador, quién dice: «El mundo es un gran Molokai, pero un Molokai sin sacrificios, sin resignación. Llagas de lepras recomen los espíritus sin alivio posible, porque quienes las padecen no quieren curarlas sino esconderlas. Lepra más contagiosa que ninguna porque no se huye de ella, se la envidia.»
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La película es una joya del cine religioso español de los años cincuenta del siglo XX, dirigida por el valenciano Luis Lucia Mingarro (uno de los mejores guionistas-directores en la Historia del cine español) de forma que abrace los corazones de los espectadores y les emocione con la excepcional vida de un hombre ejemplar que tuvo a gala ser cristiano y católico.
Quitando los fallos consecuencia de la falta de medios económicos —por ejemplo: todas las palmeras que aparecen en las distintas escenas del filme, se ve claramente que son palmeras datileras (Phoenix dactylifera), las cuales pueden hallarse en buen número en algunos puntos de España como Elche, pero no son palmeras cocoteras, (Cocos nucifera), las propias de las Islas del Pacífico o de climas tropicales y que obviamente habría costado muchísimo trasladarse a esos escenarios a rodar junto a ellas ya que son imposibles de hallar en España donde se filmó esta obra—. No obstante, la película es singular, porque fue la primera que promocionó a escala internacional, al menos dentro del mundo de habla hispana, y encima con seriedad fílmica, la relevancia, la valentía, el heroísmo de este religioso católico belga que empleó su vida solidarizándose y ayudando a los más necesitados y excluidos sociales. De hecho, al inicio del filme sale la siguiente nota: "Deseamos ofrecer esta película en homenaje a la nación belga, patria de Damián de Veuster."
A destacar la excelente escena donde el protagonista o Padre Damián, interpretado por el actor Vicente Escrivá, está predicando encima de un púlpito cuando la cámara hace un primer plano sobre su mano y dedo índice que nos acusa o señala a los espectadores presentes ante la pantalla, para pasar en seguida a desenfocarlo y concentrarse en el rostro del predicador, quién dice: «El mundo es un gran Molokai, pero un Molokai sin sacrificios, sin resignación. Llagas de lepras recomen los espíritus sin alivio posible, porque quienes las padecen no quieren curarlas sino esconderlas. Lepra más contagiosa que ninguna porque no se huye de ella, se la envidia.»
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
También es digno de mención, lo auténticamente que Luis Lucia expone el proceder clericalista de los sacerdotes, su comportamiento estándar. Por ejemplo, cuando llega un hombre corriendo al colmado de la isla que regenta el líder de los leproso, contrario a la presencia del misionero, y dice:
—¡Eh, el cura se ha disfrazado! ¡Vamos a verlo!
A lo cual responde una mujer que hay allí entre los clientes:
—Estará diciendo misa. Siempre hacen lo mismo. Es muy aburrido.
Y así mismo, en otra escena donde un niño de cuatro o cinco años llamado Jesús, que fue el primer bautizado de Damián de Molokai en el lugar, interrumpe llamándole “papá Damián”, es corregido cariñosamente por el sacerdote de esta manera:
—"Papá Damián" no, "¡padre Damián!". No te equivoques. ¿Entendido?
Es decir, la idiosincrasia real del sacerdote católico queda puesta de manifiesto (nada de llamarles “papá”, sino “padre”), cuando precisamente las escrituras por excelencia de todos los cristianos, “Los Evangelios”, con palabras que ponen en boca de Jesús de Nazaret, recomiendan todo lo opuesto: «No llamen ustedes padre a nadie en la tierra, porque tienen solamente un padre, el que está en el cielo.» (Mateo, 23, 9).
Mi reconocimiento a Luis Lucia, ya que expuso o retrató, con crítica magistralmente velada, lo que es una característica evidente, verdad como un templo o vanidad propia de presbíteros: que no hay cosa que más deleite cause a un cura, ya sea un cura pecador o un cura santo, que un revestimiento, una misa y un oírse llamar “padre”. Estas tres cosas les gusta más que a un hambriento un pan caliente. Lógico porque con los revestimientos, las misas y la distinción de “padres”, ellos potencian su papel de clase superior en la institución Iglesia, de líderes y centro de atención en la misma. Sin embargo, a los laicos, las misas nos aburren y hastían en sumo grado, por más que los clérigos no nos entiendan.
En fin, lo verdaderamente importante en el caso de hombres como este católico (en el pleno sentido original de la palabra "católico = universal") es que el mundo cuenta con pocos héroes de la calidad humana y trascendental de Damián de Molokai.
Fej Delvahe
—¡Eh, el cura se ha disfrazado! ¡Vamos a verlo!
A lo cual responde una mujer que hay allí entre los clientes:
—Estará diciendo misa. Siempre hacen lo mismo. Es muy aburrido.
Y así mismo, en otra escena donde un niño de cuatro o cinco años llamado Jesús, que fue el primer bautizado de Damián de Molokai en el lugar, interrumpe llamándole “papá Damián”, es corregido cariñosamente por el sacerdote de esta manera:
—"Papá Damián" no, "¡padre Damián!". No te equivoques. ¿Entendido?
Es decir, la idiosincrasia real del sacerdote católico queda puesta de manifiesto (nada de llamarles “papá”, sino “padre”), cuando precisamente las escrituras por excelencia de todos los cristianos, “Los Evangelios”, con palabras que ponen en boca de Jesús de Nazaret, recomiendan todo lo opuesto: «No llamen ustedes padre a nadie en la tierra, porque tienen solamente un padre, el que está en el cielo.» (Mateo, 23, 9).
Mi reconocimiento a Luis Lucia, ya que expuso o retrató, con crítica magistralmente velada, lo que es una característica evidente, verdad como un templo o vanidad propia de presbíteros: que no hay cosa que más deleite cause a un cura, ya sea un cura pecador o un cura santo, que un revestimiento, una misa y un oírse llamar “padre”. Estas tres cosas les gusta más que a un hambriento un pan caliente. Lógico porque con los revestimientos, las misas y la distinción de “padres”, ellos potencian su papel de clase superior en la institución Iglesia, de líderes y centro de atención en la misma. Sin embargo, a los laicos, las misas nos aburren y hastían en sumo grado, por más que los clérigos no nos entiendan.
En fin, lo verdaderamente importante en el caso de hombres como este católico (en el pleno sentido original de la palabra "católico = universal") es que el mundo cuenta con pocos héroes de la calidad humana y trascendental de Damián de Molokai.
Fej Delvahe
9 de diciembre de 2013
9 de diciembre de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llena de buena intención, austera de medios, sencilla y también ingenua, la película presenta con crudo realismo la historia de un desdichado grupo de gente poco afortunado y abandonado a su suerte.
Es cruda, desagarrada y sobrecogedora pero también de emoción contenida porque sabe evitar la lágrima fácil y el tono sensiblero.
Rebosa humanidad y una banda sonora excelente acompasa y da realce a un desarrollo argumental muy adecuado en su ritmo y en su secuencia narrativa.
Este drama de emotividad intensa y profundo sentido religioso lo dirigió Luis Lucía en recuerdo de Damián de Veuster quien fue capaz de escribir un capítulo en la vida de los hombres.
Es cruda, desagarrada y sobrecogedora pero también de emoción contenida porque sabe evitar la lágrima fácil y el tono sensiblero.
Rebosa humanidad y una banda sonora excelente acompasa y da realce a un desarrollo argumental muy adecuado en su ritmo y en su secuencia narrativa.
Este drama de emotividad intensa y profundo sentido religioso lo dirigió Luis Lucía en recuerdo de Damián de Veuster quien fue capaz de escribir un capítulo en la vida de los hombres.
13 de diciembre de 2014
13 de diciembre de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los albores del siglo XIX una isla de Hawaii, que hoy sería el cielo de los ociosos, se convierte en el infierno en la tierra para todos los hombres y mujeres aquejados de lepra en el archipiélago de Honolulú. El comité de Sanidad decide “emparedar” en vida a quien muestren signos externos de tan contagioso mal, abandonándolos a su suerte.
Un clásico del cine español rodado en 1959 con una maestría digna de los mejores directores de la época. Molokai se convierte en el biopic español del padre Damián que decide compartir la suerte de todos aquellos desgraciados dando un giro de 180 grados a una realidad que acabó convirtiendo el averno en un edén desde la entrega y el amor incondicional.
La isla de los malditos supone un ejercicio de soberbia fotografía, que aun siendo en BW parece que quiera pintarse de colores al ver esas aguas tan cristalinas; impecable en los detalles (quizás abusan un poco del stand creado para el malvado Bluc, que reutilizan como dispensario médico, casa de san Damián y tienda de intercambio de alimentos); al guion no se le podría añadir una coma más ni un punto menos, llegando incluso a rozar la poesía en boca del soberbial Javier Escrivá. Los actores parecen teatralizar y transmiten una verosimilitud inaudita en el cine actual; una dicción más que perfecta y unos gestos tan medidos que parece estemos ante un reloj perfectamente coordinado. Pocas películas tan corales y que dejan escenas magistrales, p.e., la de la balsa de los leprosos que maldicen a su raptor (es para verla una y otra vez).
No sabría qué destacar de los 105 minutos de largometraje porque no hay nada que se quede en la mediocridad. Una joya del cine español que, más allá de la historia que cuenta, se convierte en un baño de paz para el que lo ve y de confianza en la naturaleza humana para el que entra en su mensaje. Y si queremos afinar un poco más podemos encontrar muchos paralelos bíblicos (la imagen de la Magdalena, la multiplicación de los panes, el Sermón de la Montaña…) y otras apologías que no voy a desgranar.
El corolario podría ser lo que es capaz de lograr un solo hombre a pesar de la indiferencia y persecución de todos los demás.
Un clásico del cine español rodado en 1959 con una maestría digna de los mejores directores de la época. Molokai se convierte en el biopic español del padre Damián que decide compartir la suerte de todos aquellos desgraciados dando un giro de 180 grados a una realidad que acabó convirtiendo el averno en un edén desde la entrega y el amor incondicional.
La isla de los malditos supone un ejercicio de soberbia fotografía, que aun siendo en BW parece que quiera pintarse de colores al ver esas aguas tan cristalinas; impecable en los detalles (quizás abusan un poco del stand creado para el malvado Bluc, que reutilizan como dispensario médico, casa de san Damián y tienda de intercambio de alimentos); al guion no se le podría añadir una coma más ni un punto menos, llegando incluso a rozar la poesía en boca del soberbial Javier Escrivá. Los actores parecen teatralizar y transmiten una verosimilitud inaudita en el cine actual; una dicción más que perfecta y unos gestos tan medidos que parece estemos ante un reloj perfectamente coordinado. Pocas películas tan corales y que dejan escenas magistrales, p.e., la de la balsa de los leprosos que maldicen a su raptor (es para verla una y otra vez).
No sabría qué destacar de los 105 minutos de largometraje porque no hay nada que se quede en la mediocridad. Una joya del cine español que, más allá de la historia que cuenta, se convierte en un baño de paz para el que lo ve y de confianza en la naturaleza humana para el que entra en su mensaje. Y si queremos afinar un poco más podemos encontrar muchos paralelos bíblicos (la imagen de la Magdalena, la multiplicación de los panes, el Sermón de la Montaña…) y otras apologías que no voy a desgranar.
El corolario podría ser lo que es capaz de lograr un solo hombre a pesar de la indiferencia y persecución de todos los demás.
27 de noviembre de 2022
27 de noviembre de 2022
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Vista dos veces en mi vida, la primera de ellas cuando era un niño y me encantaba el cine "de estampitas", es decir, vidas de santos y así, pensé esto de ella (aunque la escribí al de unos años):
"Buena película biográfica, que tira hacia el sentimentalismo fácil en más de una ocasión, pero ya se sabe que eran otros tiempos, y el fervor religioso nacional-católico hacía de las suyas.
Con todo es una peli bonita y agradable, bien realizada e interpretada.
Gusta bastante.
Aquí creo que descubrí a Escribá... o quizás en "Isidro el labrador", ya no recuerdo".
Bueno, pues vista de nuevo el 23 de junio de 2022, mi comentario no puede ser más distinto.
Me ha parecido de cartón piedra, ya completamente avejentada, con mensaje positivo, desde luego, ya que se habla del trabajo y tesón de un buen hombre (hoy en día ya Santo) para con los desfavorecidos y muy gravemente enfermos, pero narrada de forma muy anticuada.
Música rimbombante de la época, algunas interpretaciones que en sí misma no son malas, pero con diálogos que hoy podrían sonrojar... en fin, que no me ha gustado y me ha desilusionado. Tendría que haberla dejado en mi memoria tal y como la recordaba.
https://filmsencajatonta.blogspot.com/
"Buena película biográfica, que tira hacia el sentimentalismo fácil en más de una ocasión, pero ya se sabe que eran otros tiempos, y el fervor religioso nacional-católico hacía de las suyas.
Con todo es una peli bonita y agradable, bien realizada e interpretada.
Gusta bastante.
Aquí creo que descubrí a Escribá... o quizás en "Isidro el labrador", ya no recuerdo".
Bueno, pues vista de nuevo el 23 de junio de 2022, mi comentario no puede ser más distinto.
Me ha parecido de cartón piedra, ya completamente avejentada, con mensaje positivo, desde luego, ya que se habla del trabajo y tesón de un buen hombre (hoy en día ya Santo) para con los desfavorecidos y muy gravemente enfermos, pero narrada de forma muy anticuada.
Música rimbombante de la época, algunas interpretaciones que en sí misma no son malas, pero con diálogos que hoy podrían sonrojar... en fin, que no me ha gustado y me ha desilusionado. Tendría que haberla dejado en mi memoria tal y como la recordaba.
https://filmsencajatonta.blogspot.com/
10 de julio de 2018
10 de julio de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una bellísima película, muy edificante, inspiradora, emotiva, vivaz... Con los condimentos de una obra de esa época. Y que motiva a conocer más quien fue este gigante de la Humanidad y de la Iglesia. La escena de la confesión es inolvidable. Recomendable para quien esté descreído de la vida
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