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Elephant

Drama Recreación de la matanza perpetrada por dos adolescentes en el instituto Columbine. Es un día cualquiera de otoño, y todos los estudiantes hacen su vida rutinaria: Eli, camino de clase, convence a una pareja de rockeros para hacerles unas fotos. Nate termina su entrenamiento de fútbol y queda con su novia Carrie para comer. John deja las llaves del coche de su padre en la conserjería del instituto para que las recoja su hermano. Pero ... [+]
Críticas 239
Críticas ordenadas por utilidad
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5
12 de enero de 2009
156 de 187 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es un imbécil irrecuperable todo el que pone a esta película de cuatro estrellas para abajo? ¿Un snob y un pedante el que le pone de siete para arriba? ¿Genialidad magistral o soporífera tomadura de pelo? La denigran quienes buscan entretenimiento fácil y la ensalzan los necesitados de aureola intelectual, pero eso no significa necesariamente que todos los que la critican sean estúpidos, ni todos los que la alaban, snobs. Puede haber motivos justificados y coherentes para valorar sus aciertos y, a la vez, criticar sus limitaciones.

En todo caso, a juzgar por la división de opiniones que suscita, tal vez sea una película interesante para preguntarse qué es o qué debe ser el cine y qué es lo que uno puede o debe esperar de una película, preguntas que —para sorpresa de ciertas mentes unidimensionales— están lejos de tener una respuesta unívoca u obvia. ¿Es obligado que una película cuente una historia en la que «pasen cosas»? Los que se indignan porque en Elephant «no ocurre nada» ¿no están defendiendo una idea del cine que lo reduce a ser mera ilustración de la literatura o, mejor, de la novela? Por algo Tarkovski insistía en la necesidad de liberar al cine de la literatura. ¿No es contradictorio criticar Elephant por no contar una historia y admirar, sin embargo, la pintura de cualquier artista «no figurativo»? Si ni la pintura, ni la música, ni la danza, ni la poesía, precisan contar historias, ¿por qué exigírselo al cine? En cine, la narración es una posibilidad, no —yo creo— una necesidad.

Naturalmente, esto no significa, ni mucho menos, que cualquier experimento que infrinja las normas convencionales tenga que ser una obra de arte. Contra quienes piensan que la originalidad es en sí un valor, creo que solo muy raras veces el experimento alcanza la categoría de arte. Pero si bien no hay que dejarse deslumbrar por la primera pretensión «innovadora» que se cruza en el camino, hay que tener en cuenta que un lenguaje nuevo implica siempre un esfuerzo de comprensión, una necesaria readaptación mental más o menos incómoda, que, sin embargo, puede tener sus frutos.

Sorprende que ninguna crítica aluda a la dependencia estética de Gus Van Sant respecto de Béla Tarr. Esas largas caminatas siguiendo desde atrás a los personajes, los travellings circulares de 360º, la sucesión de escenas que reflejan los mismos momentos desde distintas ópticas, etc., se pueden encontrar como elementos esenciales del lenguaje en Satántángó (1993) o la genial (ésta sí) Armonías de Werckmeister (2000). Un análisis comparado de ambos directores podría resultar enormemente clarificador. Podríamos ver ahí diferencias y semejanzas entre dos propuestas similarmente «heterodoxas» pero que difieren notablemente, a mi entender, por su grado de solidez y consistencia, por su nivel de coherencia interna, por su distinta capacidad, en definitiva, para generar un lenguaje expresivo y transmitir un sentido profundo, al margen de la lógica narrativa más o menos convencional.
2
27 de febrero de 2008
279 de 461 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo pensaba que la descripción "documental sobre pasillos" era una exageración, pero después de verla me doy cuenta de que es una perfecta definición.

¡Mira qué interesante, un trozo de pizarra!

Pues ocurrió que hace unos años, unos chavalines se liaron a tiros en un instituto.
¿Cuántos murieron? ¿Quiénes perpetraron la matanza? ¿Porqué? ¿Cómo afectó a la sociedad americana? ¿Se puede trasladar a otras sociedades el problema?

Pero no te preocupes por esas cosas, si dan igual: el prota es Gus.
Tú recréate en sus planos, sus movimientos de cámara y su frialdad e hiperrealismo en el trato del tempo narrativo. Cuando te adentres por comprensión en su ensayo artístico se te abrirá la mente y reconocerás en los puntos de fuga las claves del odio y la ira en el reflejo de los cristales de un pasillo, en la esquina de una pizarra, o en el monigote con falda que indica cuál es el baño de las chicas.

Genial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No se puede negar que es una gran idea tratar de mostrar la normalidad que se vive antes de una matanza que te pilla por sorpresa. Y ver cómo en un segundo las cosas que te mantenían ocupado o preocupado, pierden toda importancia en cuanto se presenta la barbarie.

Pero tampoco se puede negar que es una tomadura de pelo que el señor Van Sant abuse de esa "no necesidad" de trama para jugar con su cámara a hacer lo que salga de los huevos. Desde aquí una patada a su ego de mi parte.
7
21 de agosto de 2010
73 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atención: “Elephant” no “narra” nada, si por narración se entiende una cierta unidad de sentido entre sucesivos hechos y acciones. No hay en “Elephant” un protagonista con objetivos a revelar ni antagonistas. Tranquilos: quien no haya visto la película no debe temer una desorientación digna de vanguardia: sabrá de lo que va y eso es la matanza de Columbine.

Desde la preproducción, Van Sant habrá planteado seguramente su película como puro testimonio de hechos que no atienden a un fin narrativo. Un testimonio no es necesariamente una narración: se puede ser testigo de X disparando a Y (un hecho) y no saber ni imaginar los motivos, los antecedentes ni las consecuencias “veinte años después”. “Elephant” es un testimonio en este sentido. De ahí la elección de estilo documental: frío, distante, objetivo.

Los personajes no tienen nombre, más que el de sus verdaderos intérpretes (como en “Last Days”, íd., 2005). Hay que destacar que las víctimas son anónimas y ello equivale a decir que son cualquiera: su identidad, su relación real con sus asesinos no existe. La condición de víctima es absolutamente arbitraria, condicionada por los encuentros fortuitos en los pasillos.

Los trávelling ilustran perfectamente esa arbitrariedad. La cámara se dedica a seguir a estos personajes. Se detiene o pasa por encima de ellos sin ninguna razón “narrativa”. Es la coincidencia la que determina su vida o su muerte. El montaje coordina cronométricamente las secuencias con admirable rigurosidad, engrasando una ruleta rusa cargada con seis balas.

Los trávelling muestran también otro detalle que suele pasar desapercibido: el recorrido por los pasillos se muestra con la cámara siguiendo a cada personaje. Es una emulación de los modernos videojuegos en cámara subjetiva, como el que juega uno de los asesinos (ver spoiler 1). Esta puesta en escena transforma el escenario en un campo de juego virtual, en el que los encuentros son casuales o mortales y en el que los asesinos se sienten jugadores.

De los asesinos se revela poco más. Más importante que su homosexualidad e inadaptación, es la escena en la que están en casa viendo televisión (ver spoiler 2). No se nos dice nada de sus motivos para asesinar. Y no es porque Van Sant se obstine en hacernos testigos (más bien es una espartana coherencia) y evadir la narración. Es más terrible que eso: los motivos no son necesarios para matar (ver spoiler 3). Cito la observación de Pablo Kurt: “Elephant” presenta el mal al mismo nivel de la cotidianidad, como si fuera lo mismo que ir a comer, encontrarse con alguien y tocar el piano.

Matar sin razón hace del acto de matar algo gratuito, absurdo y banal. Y eso es lo más terrible y meritorio de “Elephant”: presentarnos, como un testimonio, la “banalidad del mal” (en spoiler 4 explico el origen de la expresión).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1. Preciso: como el que juega uno de los asesinos momentos antes de perpetrar la matanza. Obsérvese que el escenario del videojuego consiste en un espacio abstracto en el que se mueven distintos personajes sin rostro a los que dispara el jugador. Esta correspondencia entre el videojuego y la puesta en escena revela tres cosas: (A) El instituto como un campo de tiro abstracto (los asesinos llevan preparado un plano), (B) Las víctimas reales no tienen una significación personal para los asesinos así como las víctimas virtuales no tienen rostro en el videojuego, y (C) La total ausencia de razones para matar en el juego como en la realidad.

2. Lo que ven en la televisión son unas imágenes sobre los nazis. No es que los asesinos sean neonazis ni nada por el estilo. De hecho, uno de ellos no parece identificarlos (“¿son alemanes, verdad?”). Más bien, Van Sant establece una correspondencia: el holocausto judío y la matanza del instituto que tendrá lugar más adelante.
Pienso que Van Sant ve en las dos masacres el mismo vacío de sentido, la ausencia de una explicación que ilumine la barbarie.

3. ¿Cuándo los asesinos matan con motivos en la película? En una escena, uno de los asesinos mata a su compañero imprevisiblemente. Esta escena refuerza la idea de ausencia de razones para matar. Van Sant logra recrear en el espectador la misma reacción que la sorpresa de Columbine en el público norteamericano.
Y cuando los asesinos matan a los demás, un movimiento de cámara pasa del plano subjetivo (del videojuego) a un primer plano revelando su frialdad más absoluta.

4. La expresión “la banalidad del mal” se debe a Hannah Arendt (una filósofa alemana del s. XX) en su libro “Eichmann en Jerusalén” (1963). Eichmann fue un funcionario nazi que organizó y llevó a cabo el exterminio judío bajo las órdenes directas de Hitler. (Por esto tiendo a relacionar las imágenes nazis en el televisor con el vacío de sentido de la masacre de Columbine). Arendt realiza un estudio sobre la personalidad de Eichmann: una persona psíquicamente normal, que no era antisemita y que ingresó en el Partido nazi por arribismo. Eichmann justificó sus crímenes simplemente porque seguía órdenes de un estamento superior. Para Arendt, “la banalidad del mal” se manifiesta cuando se transfiere la propia responsabilidad de un crimen a la autoridad de una cadena burocrática, suprimiendo así el examen moral de las propias acciones.
Arendt también le da otro sentido: banal es trivial, cotidiano (como cruzarse con otro y saludarle). El mal descrito en la película cae en esta esfera de la cotidianidad, convirtiéndose además en algo que no necesita razones para justificarse.
4
27 de febrero de 2008
156 de 248 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las personas nos conectamos al messenger, pero no para hablar. Nos ponemos "no disponibles" pensando que la gente se va a creer que no estamos, cuando saben perfectamente que estamos delante del ordenador, porque ellos también lo hacen. No le hacemos ningún caso a las conversaciones que nos abren, sólo lo queremos tener abierto para fisgonear y poco más...

También, y sobre todo, nuestras madres, ponen la televisión mientras hacen la comida o sus tareas del hogar. En realidad no la miran, pero saben de qué va lo que están viendo. Mantienen la mínima atención hacia el aparato, la necesaria para saber de que va la trama principal y no más de la que pudiera hacer que se quedaran pegadas a la pantalla.

A veces vamos a tomar algo con un amigo que sabemos que es un poquillo pesado. Nos cae bien, pero es un chapas de cuidado. Al principio le escuchamos, pero cuando empieza a divagar y a pasar de un tema a otro sin parar (aquellos temas que a él le interesan, por supuesto), nosotros abstraemos nuestro cerebro y comenzamos a pensar en por qué no se callará o de qué manera le podemos asesinar sin levantar sospechas.

A la hora de estudiar hay ocasiones que nuestro cerebro emite unas señales que nos impiden aprendernos una línea de apuntes aunque la leamos 100 veces. Esto ocurre generalmente con apuntes aburridos, tochos, o en ocasiones en las que el tiempo de estudio precede a algo o alguien que esperamos con impaciencia.

Hay muchos más ejemplos, pero la nota común en todos ellos es que la culpa ante este comportamiento es nuestra. Porque somos fisgones, despreocupados, bordes con el prójimo o vagos. Pero cuando me decidí a ver "Elephant" lo hice con la predisposición de saber que iba a ver una película difícil y personal, a la que debería atender con fuerza para sonsacarle toda la miga que, a buen seguro tendría.

Sigue en spoiler aunque no haya spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Comienzo a ver la película y pongo mi cerebro en el modo "atiende, cojones". El tiempo pasa y en ese dichoso colegio no ocurre nada. Chavales que hablan, que bailan, que ríen, que riñen...muy bien, es lo típico en los colegios, ¿no? Joer, me acuerdo cuando yo iba al colegio de mi pueblo y en el recreo cogíamos los borrador....¡¡coño!!, que se me va la olla. Vamos Patomelón, atiende a la película.

Bueno, la cosa avanza y no ocurre nada, bueno hay un par de marginales por ahí, que ya sabemos lo que van a hacer, si es que este Gus Van Sant se preocupa más de que los planos le queden bonitos que de contarnos una historia interesante que hurge en las causas de estos chicos para....¡¡Joder!!, otra vez se me ha ido la pinza, si es que no te vas a enterar de nada, Pato, y luego hablarás de la película sin saber...

Qué mas da, el caso es que creo que ya he visto suficiente, que sí, que sí, muy bien Gus, ahora las nubes en el cielo, los chicos en el baño, disparos, asesinatos...todo muy frío...¡¡Leñe!!Tengo que sacar las lentejas del congelador que si no a ver que ceno hoy...la madre que me pario...Puto Gus Van Sant...mira que hacerme perder el tiempo con esto cuando podía estar haciendo otras mil cosas...pensar en mis movidas, por ejemplo...Ah no, que ya lo he hecho.

* Al igual que a la hora de estudiar, o de tomar algo con el coleguita pesado, el cerebro desconecta con "Elephant". Y lo hace porque es algo aburrido, cargante y lo que nos cuenta y cómo lo cuenta, tiene bastantes posibilidades de importarnos una mierda.

Seguro que Gustavo Van Sant desconectó de lo que estaba haciendo al perpetrar esta autofelación.
7
24 de abril de 2008
81 de 103 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribir una crítica consiste básicamente en exponer con palabras las razones por las cuales admiras, odias o simplemente permaneces neutral ante una película; estos argumentos, como más tarde se descubre, no siempre reflejan, paradójicamente, las razones verdaderas por las que mantienes ese determinado sentimiento, son simplemente el esfuerzo que realiza nuestra mente para explicar algo que a veces es inexplicable: el porque sentimos una determinada emoción, el porque nos agrada una escena, el porque nos transmite una sensación determinada una película... el por qué Elephant causa ese estrago, esa conmoción, siendo decididamente concisa y por momentos desesperante; la narración no existe, se nos presentan como retales las vidas rutinarias de los que van a morir, sin filtro alguno, sin dramatismo, como quien muestra la migración de las aves en primavera; la luz es omnipresente, dota cada escena de una cálida belleza; sabemos que va a pasar y sin embargo apenas podemos anticiparlo...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
...de entre la lentitud insufrible surgen momentos impactantes como disparos: la inesperada purgación de las tres adolescentes bulímicas, la ducha compartida de los asesinos (teorizando con la posible homosexualidad de los mismos)...y finalmente, de la misma manera pausada y falta de emotividad que preside el discurso del film, la masacre, el desastre, la deseperación y la muerte.
Pd: Eric y Dylan eligieron el aniversario del nacimiento de Hitler para el día de la matanza como muestra de su admiración.
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