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Licorice Pizza

Comedia. Drama. Romance Es la historia de Alana Kane y Gary Valentine, de cómo se conocen, pasan el tiempo juntos y acaban enamorándose en el Valle de San Fernando en 1973.

Críticas 156
Críticas ordenadas por utilidad
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3
16 de febrero de 2022
435 de 597 usuarios han encontrado esta crítica útil
Licorice Pizza me ha hecho reflexionar sobre todo aquello que encontramos en las buenas historias y de lo que esta película carece. En el arte de contar historias nada es arbitrario. Hay razones que explican por qué las narraciones que nos gustan tienen ciertos ingredientes: Unos protagonistas complejos, bien construidos, hacen que nos interesemos por lo que ocurre. Porque los conocemos nos preocupan sus asuntos. Una trama principal alimenta el relato y por ello cada escena nos importa, porque tiene relevancia en la urdimbre que se está tejiendo, porque afecta a los personajes y los vemos evolucionar. Los conflictos hacen que nos preocupe el devenir de los personajes y que nos impliquemos en la trama. Los personajes secundarios a menudo aportan otros puntos de vista y le dan profundidad a la historia. Con ellos intuimos que en ese universo hay mucho más, más allá del reducido mundo de los protagonistas. A veces un elemento es más prominente que los demás. A veces lo fundamental es la historia y los personajes están a su servicio. Otras veces la trama sirve para acompañar a los personajes en su viaje personal mientras asistimos a un momento crucial de sus vidas. En muchos casos con acierto se encuentra un justo medio, resultando una historia emocionante con personajes complejos que nos importan y que nos seguirán acompañando cuando se enciendan las luces de la sala. La última cinta de Paul Thomas Anderson carece de todo lo anterior.

Veamos. ¿Los protagonistas están bien construidos? Yo diría que no. Acaba la película y no sé qué los conmueve, qué quieren, qué necesitan, cómo les afecta y afectan a su entorno. En definitiva, no sé quiénes son. ¿Y qué decir de los secundarios? Se diría que sólo están para hacer bulto, siendo en su mayoría vainas huecas sin alma. ¿Hay una trama principal que se va desarrollando durante el film? Pues no, no existe o es tan débil que no se sostiene. Leo con estupefacción críticas que destacan esta característica como si fuera algo positivo per se. Por el contrario, mi percepción es que solo vemos una sucesión de anodinas historias inconclusas que no conducen a ninguna parte. ¿Entonces cómo se pretende conseguir que lo que estamos viendo en la pantalla nos resulte interesante? Buena pregunta. Ya sé, seguro que son historias extravagantes, delirantes, emocionantes, divertidas, excepcionales, sugerentes... Pues no, nada de eso. Entonces debe ser que acompañamos a los protagonistas en su viaje personal, vemos como las pequeñas historias cotidianas que se suceden afectan a sus vidas, cómo evolucionan y descubren el mundo que les rodea, igual que en Boyhood o Verano 1993, cómo me gustan esas películas... Pues en realidad tampoco. No hay evolución en los personajes. Al final de la proyección son los mismos que al principio. Por tanto, no hay tal viaje. Entonces debe ser que es un lienzo costumbrista, retrato de un tiempo y un lugar... Bueno, algo de eso hay, no voy a emitir un no rotundo. Licorice Pizza transcurre en un tiempo y un lugar, y ese tiempo y ese lugar están representados en el vestuario, los peinados, el attrezzo y las canciones, en todo lo accesorio. Sin embargo, los personajes, los acontecimientos, los escenarios no son tan singulares como para percibir que sintetizan lo esencial de un tiempo y un lugar. No, esto no es American Graffiti (que mientras escribo tiene una puntuación 6 décimas menor que este film).

Capítulo aparte merece lo llamativo de que no exista un tratamiento del paso del tiempo. Durante el visionado varias veces me pregunté si habían pasado días, semanas, meses, o años. Algunas reseñas mencionan que la película transcurre durante un verano en la vida de los protagonistas. Sin embargo, eso lo habrán leído en la sinopsis, porque en la película no está. Y si no está en la película no es cierto.

Leo críticas muy favorables y no puedo esquivar la sospecha de que en ellas ha tenido mucho peso el nombre "Paul Thomas Anderson" y que si ese nombre no apareciera en los créditos, leeríamos otras opiniones muy diferentes. Las leo, las analizo y sigo buscando qué hace a Licorice Pizza merecedora de tan alta estima. Y lo que me gustaría ahora es que alguien la viera, disfrutara de sus bondades y consiguiera transmitirme qué fue aquello tan maravilloso que experimentó esa vez mientras se proyectaban imágenes en movimiento sobre una pantalla en una sala oscura. Así que, por favor, vayan a verla, disfrútenla, y, sobre todo, explíquenmelo después.
3
16 de febrero de 2022
137 de 219 usuarios han encontrado esta crítica útil
Licore Pizza es casi sin duda la película más accesible y facilona de PTA.

Con esta introducción no pretendo, ni mucho menos insultar o ridiculizar a las personas que han disfrutado de la película, pero es que los trabajos de Paul Thomas Anderson son, en mi opinión, otra cosa: películas valientes, oscuras, con subtrama, simbólicas, envolventes y con un propósito (se entienda en el primer visionado o no).

Licore Pizza es innecesariamente larga, sin ninguna intencionalidad, situaciones poco realistas (dentro del propio contexto de la película, tanto si pretende ser realista como si no), unos personajes principales que resultan simpáticos al principio pero luego aburren, él con su "te quiero ver las tetas, pero mientras te aclaras me voy a liar con todo lo que se mueva" y ella con su constante "si pero no" y su fijación por un tío tras otro.

En general diría que es un viaje a ninguna parte repleta de cameos sin sentido y con una trama inexistente. Mucho mejor, y del mismo género, Punch-Drunk Love (2002) del mismo director. Sinceramente mucho ruido y pocas nueces.

Nota: la música me ha parecido sublime
9
10 de enero de 2022
155 de 266 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chico conoce chica. Y ya está. De eso trata Licorice pizza. De primeras podría parecer un argumento demasiado manido, visto ya mil veces, demasiado simple... Y lo es, pero en la nueva película de Paul Thomas Anderson lo importante no es el argumento, la trama, lo que cuenta, sino la suma de tres puntos: la manera de contarlo, la época que se retrata y el espacio en el que transcurre.

1973 en el valle de San Fernando. Gary se prepara para la foto del anuario de su instituto y allí conoce a la ayudante del fotógrafo, Alana, casi diez años mayor que él. Muy seguro de sí mismo, se viene arriba y decide invitarla al bar al que él suele ir. Tras un sonoro e instantáneo rechazo, sorpresa. ella acude a la cita. Licorice pizza sigue cómo esta relación tiene lugar por parte de dos jóvenes en plena adolescencia: él estrenándola y ella resistiéndose a abandonarla. Una chica que no quiere madurar y un chico que quiere ser mayor. Es innegable que el carisma, la chispa y la vitalidad del dúo protagonista bien podrían sostener las más de dos horas de metraje, pero no estamos hablando de una comedia romántica al uso. El Qué, se ve alzado y desarrollado a su máxima expresión gracias al Cuándo, al Dónde, y sobre todo, al Cómo.

Tras Boogie nights y Puro vicio, es la tercera vez que Paul Thomas Anderson retrata los años 70 y en esta ocasión sublima la representación de la época. En Boogie nights quiso abordar el funcionamiento de toda una industria a través de un actor porno y su séquito. La majestuosidad de su puesta en escena, la ambición de aquella, su exitosa segunda película, y todo el contenido de su trama rocambolesca resultaron en una obra de una consistencia y potencia sorprendentes. Se presentaba al gran público el Anderson cartógrafo, el pupilo de Altman que construía y a la vez limitaba el patio en el que la acción transcurría, en el que los personajes se entrecruzaban y, a partir de estos encuentros, el relato avanzaba.

Eso sí, el problema de los atlas es que pasan por alto el detalle. Los Ángeles aparece en todos los mapamundi, pero para las esquinas en la que los comercios quiebran y vuelven a abrir se necesita un mapa mejor adaptado. Abarcar menos y apretar más. En Licorice pizza Anderson nos convierte en exploradores de un terreno que él ya conoce. Nos permite captar toda la ciudad y la época gracias a la precisión con la que agarra la cámara y la pluma, digna del Cassavetes de Minnie & Moskowitz. Esta vez, el espacio se crea a partir de los recorridos de los personajes. Si bien, estos periplos parecen modestos, los lugares y personajes con los que coinciden provocan una expansión del marco espacial en la mente del espectador y hacen que captemos toda la esencia de Los Ángeles a través de las vivencias de los dos jóvenes. Licorice pizza, la pizza de regaliz eran los LP en el argot, según el propio Anderson, símbolo inequívoco de su infancia. Si el Combray de Proust emergía de una magdalena que caía en el té, Los Ángeles de Anderson salen de un vinilo que da vueltas y cuya banda sonora acompaña toda la película.

Si bien hay una creencia por la que el mejor montaje cinematográfico es aquel que apenas se nota, en Licorice pizza la virtuosidad del cineasta hace que su dirección pase desapercibida, lo que no significa que sea inapreciable. Esto es debido a la ligereza de la que dota cada instante sacado de las anécdotas de Gary Goetzman, productor de cine, Además, logra transmitir al público una sensación de eterna juventud y despreocupación en cada movimiento, como si la cámara flotase y por lo tanto nuestra mirada de espectador se volviera liviana, como si el movimiento grácil, las muecas socarronas y las miradas pillas de los protagonistas fuesen contagiosas pese a la barrera de la pantalla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sí puede apreciarse un ligero esquema narrativo por el que cuatro secundarios: un actor joven, un actor viejo, un millonario mujeriego y un candidato a la alcaldía van encauzando la desenvoltura de la relación entre los jóvenes. También los negocios que montan ellos dos juntos, una tienda de colchones de agua y una sala de pinball. Sin embargo, la mayor parte de las subtramas que se abren no concluyen en una escena concreta No sabremos qué ha ocurrido con el actor veterano tras la escena de la moto, ni cómo ha reaccionado el novio de Barbra Streisand al ver su casa inundada, ni quién era exactamente el tipo escuálido que vigila, a lo Travis Bickle de Taxi Driver, al candidato a la alcaldía. Todo aquello que los jóvenes no viven in-situ deja de preocuparles al instante, por lo que no tiene cabida en el tono de júbilo y celebración de la cinta. Cuando la reconciliación se consolida, la historia termina con una promesa lanzada al aire, de manera abrupta, como si todo lo que siguiese después de esa declaración de amor ya no formase parte de la juventud, como si el hedonismo y la inconsciencia renunciasen a una previsión o proyección futura sentimental, social o económica.

Es curioso que el título de la película se concretice en un único objeto cuando estamos hablando de una nostalgia que renuncia al fetichismo, que capta más el espíritu de una expresión artística de la época que en una fijación obsesiva en gadgets, eventos o estilos de moda. Renunciar a lo material de la superficie y sumergirse en la esencia del momento.

hommecinema.blogspot.com
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2
9 de enero de 2022
154 de 268 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que soy un gran fan de P.T Anderson, y el trabajo de este genio del cine hay que vivirlo y bañarte y dejarte llevar por la experiencia.

El problema es que la experiencia me ha resultado tediosa. Es una película que tarda las dos horas y veinte en arrancar. 

Anderson maneja fantásticamente la cámara pero no funciona ninguna de todas las historias que te lanza como bolas de pinball.

En la película no me creo nada, no soy capaz de seguir un hilo, y el corazón de la cinta que es esa “relación” entre un quinceañero y una veinteañera me resulta absolutamente absurda.

Todo el ambiente quirky de Punch Drunk Love, en Alana me resulta directamente antipática.

Es una película que nunca he tenido claro hacia dónde iba o de dónde venía. Como dice Alana en mitad de una cena, yo le digo a P.T. Anderson: “What are you talking about?”
7
21 de febrero de 2022
44 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Innegable la originalidad de LICORICE PIZZA, personalmente me deja descolocado y no es la primera vez que me sucede con PAUL THOMAS ANDERSON. Acabo algunas de sus películas y me siento encantado, pero después me pongo a pensar y la sensación que se graba en el recuerdo es confusa, o exactamente lo contrario, durante el metraje me siento confuso pero después se forma un recuerdo imborrable.

En esta ocasión el director, además de ser el autor de la fotografía, construye un guion original sobre una historia de amor, en la que enlaza situaciones con verdaderos personajes de los años 70. Respecto a la historia de amor es muy interesante observar relaciones entre personas en las que la diferencia de edad es destacada. En el trasfondo aparecen multitud de personajes, con situaciones que nos describen sus personalidades, así podemos disfrutar del veterano actor WILLIAM HOLDEN (S. PENN), el productor JOHN PETTERS (BRADLEY COOPER) o el político JOEL WATCH. En este aspecto el film recuerda en cierta medida a la estructura de ERASE UNA VEZ EN HOLLYWODD, pero en lo que se refiere a la atmosfera, está muy cercana a BOOGIE NIGHTS, una de las cintas más destacadas del director, muestra que los años 70 que se representan es la década favorita del director (PURO VICIO también se movía en esa horquilla).

Son muchos los calificativos que describen LICORICE PIZZA, imaginativa, original y vistosa. Pero rezuma una extravagante estructura que puede descolocar al espectador que visiona una historia de amor en la que no queda identificado el trascurso del tiempo, no sabemos cuánto pasa desde el principio al final, nos perdemos y no se nos explica la naturaleza de los personajes ni las historias que van paralelas se cierran. Para mí, esos son los grandes defectos del film, pero siendo ANDERSON el autor, ya estamos acostumbrados a sus rarezas y peculiaridades.

La pareja de jóvenes actores está encarnada por ALANA HAIM, una cantante estadounidense que realiza una labor excepcional, siendo el alma de LICORICE PIZZA. Da gusto ver una joven con semejante frescura, con un distinto atractivo que escapa de los cánones que nos rodean y una naturalidad excepcional, genial su actuación (como curiosidad, su familia ficticia es la real, padre, madre y sus tres hermanas). Frente a ella, el debutante COOPER HOFFMAN, que durante todo el metraje y por su puesto salvando las distancias, me trasladaba en mis recuerdos a PHILIP SEYMOUR HOFFMAN, cuál fue mi sorpresa al descubrir con posterioridad que es el debut de su hijo.

Otro aspecto a destacar es la agradable y reconocible banda sonora que circunda cada secuencia, con canciones de todos conocidas de grupos como THE DOORS, DAVID BOWIE o CHUCK BERRY entre otros.

En síntesis, LICORICE PIZZA es un claro reflejo de la filmografía de ANDERSON, con reminiscencias de los años 70, con su sello en cada secuencia y formando una buena historia de amoríos de edades desfasadas que no deja indiferente, pero que puede resultar confusa en lo que respecta a la mal relatada naturaleza de los protagonistas y en la que los tempos son imprecisos, a pesar de lo cual nos regala una brillante actuación de ALANA que junto a la mencionada historia y una brillante textura con gran banda sonora incluida, consigue un resultado meritorio y distinto.
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