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Un condenado a muerte se ha escapado

Drama Abril de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Fontaine, un joven de 27 años miembro de la Resistencia francesa, que lucha contra la ocupación nazi, es arrestado por la Gestapo para ser interrogado. Fontaine sospecha que va a ser ejecutado y empieza a planear su fuga. (FILMAFFINITY)
Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
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9
25 de enero de 2007
232 de 256 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Fontaine, una realidad comprimida por los planos cortos. Nunca la sensación de reclusión se hizo tan patente –con esa cámara que encierra al personaje.

2) El sonido:

- Se oyen los espacios.
- Sentimos los fusilamientos en la carne.
- Y qué de cosas vemos cuando conectamos el oído.

3) Los secundarios: nada sobra, nada se echa en falta.

4) Todo converge en un final maravilloso, de enorme intensidad.

5) Después de una sesión de cine bressoniano, nos damos cuenta de que somos mucho más sensibles a los ruidos de la calle, de la vida. No deja de asombrarme su capacidad para aguzarnos los sentidos.

Si Bresson no existiera, habría que inventar a Kaurismäki.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
6) Cuatro detalles de un inmenso cineasta:

- La manera de acortar el plano al entrar Fontaine en su celda, constriñendo las paredes.
- El caminar del centinela, una lección magistral fuera de campo.
- El chirrido de la bici. La incertidumbre que produce ese lamento indescifrable.
- El título nos habla, muy a las claras, del resultado de la fuga. Pero, al mencionar a un solo condenado, tendemos a pensar que el chico que acompaña al teniente Fontaine no logrará salvarse. Y sin embargo… (No hay engaño, no pesaba sobre Jost la pena capital.)

7) La mano maestra de un artista irrepetible

Las manos de Fontaine son las verdaderas protagonistas de la cinta. Representan, en sinécdoque (el todo por la parte), al individuo, de igual modo que los fragmentos de espacio (celda, muros, puerta…) son sinécdoque de un espacio fílmico ideal, el del encierro, que el espectador ha de construir en su cabeza.

Nada más empezar, vemos a Fontaine tocando la manija de la puerta del coche en que lo llevan detenido. Luego, en prisión, Fontaine conoce su celda, sobre todo, con las manos. Hacia el final, antes de lanzarse a por el guardia, Fontaine alza los brazos. No me cabe duda de que Bresson quiso que se apreciaran bien las manos blancas, a pesar de lo forzado (y aun ridículo) del gesto. Esa secuencia, con su célebre fuera de campo, es extraordinaria: el verdadero clímax de la narración, el nudo más intenso de la trama. La preparación –tan minuciosa– de la escapada converge en ese punto crítico de azar.

Es maravilloso como entran en juego los sentidos; las manos como vehículo del tacto, reforzadas por los sonidos de todo el bricolaje. Los ojos de Fontaine asoman por doquier (mirilla, rejas, muros…). El rito del lavado (la disposición de los reclusos, el sonido del agua) es una especie de comunión colectiva. Los presos se comunican aun a riesgo de ser reprendidos por los guardias o de ser traicionados por algún soplón. Y cuando vacían los cubos en el patio con, suponemos, las heces y residuos, suena Mozart (el Kyrie de la Gran Misa en do menor, KV 427). Los dos momentos en que deberíamos hacernos más conscientes del intenso mal olor de los cautivos (lavado colectivo y vaciado de los cubos), se convierten, por medio de Mozart y del agua, en invitación a la piedad, en la fusión de contrarios (agua y heces; carne y espíritu) que caracteriza la esencia de lo humano.

A mi juicio, Bresson pretende que el espectador haga con la película lo que Fontaine con el somier, las mantas y demás objetos: descomponerlos para transformarlos en otra cosa. Nos ofrece sonidos y fragmentos reales para que nosotros creemos el espacio virtual del recluso e, idealmente, el de la reclusión.

Aunque la voz en off es un recurso que no suele agradarme, aquí sí me convence. ¿Por qué? Porque en un recinto en el que está prohibido hablar (Pas parler! -espetan machaconamente los guardias alemanes), la voz en off proclama la libertad del pensamiento: es un acto de rebeldía interior que nos conmueve, pese a repetir hechos banales o mecánicos que ya se nos enseñan por la vía de la imagen, o incluso de los ruidos.

En 'Un condenado a muerte se ha escapado', las manos son el instrumento de la mente. Un instrumento que conduce, en el último plano de la cinta, hacia una diagonal de libertad.
10
4 de mayo de 2008
125 de 127 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada narrativamente en el escrito autobiográfico de André Devigny, y filosóficamente en la fe en el hombre renacido implícita en Juan, 3:8 (las palabras a Nicodemo: "El viento sopla de donde quiere*, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu"), esta película emocionante y perfecta no sólo maneja lo concerniente a la imagen con la implacable precisión habitual en Bresson sino que se apoya en la dimensión acústica para ganar una tensión y un misterio que ya querrían las intrigas más adrenalínicas.
La inteligencia artística aplicada a la gestión del sonido la convierten en obra única.

El relato carga de importancia cuanto en la prisión es decisivo pero no se ve: lo que ocurre fuera de campo y se capta como indicio sonoro; lo encapsulado en las elipsis, que se deduce de huellas y de alusiones en telegráficas conversaciones prohibidas ("Pas parlez!").
En ambos procedimientos se desenvuelve Bresson con maestría inventiva, dejando varios ejemplos para la gramática del cine.

El valiente Fontaine, oficial de la Resistencia, es encerrado por los nazis en Fort Montluc. Desde el instante en que le arrojan a un diminuto cubículo, comienza a planear la fuga, a calcular la minuciosa ingeniería de la evasión (todo un curso, también, de trabajos manuales).
Con el organismo en máxima alerta, actúa sigiloso en la celda, pendiente mientras tanto del menor de los ruidos, del más tenue de los:

crujidos... pisadas... rumores... chirridos... carraspeos... murmullos... quejidos... disparos... silbidos... rodadas... tableteos... pitidos... toses... raspados... gritos... repiqueteos... tañidos... susurros... ladridos... campanadas... chasquidos... golpeteos... latidos... goteos... rasgueos... roces... traqueteos... ecos...

¡Nunca en una película un universo de pequeños sonidos fue utilizado con tanto provecho dramático y tanta habilidad!

Película noble de principio a fin, convierte en argumento apasionante la lucha de Fontaine por su liberación y, sin un átomo de grandilocuencia, transforma el objetivo de esa lucha en una realidad trascendente.
___________________________________________________________
(*) "El viento sopla de donde quiere" es el segundo título de la película.
8
12 de julio de 2007
99 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia sencilla, un hombre encarcelado traza un plan para escapar de la cárcel. Ni más ni menos. Tan simple como parece, ni trata de que pensemos, ni nos pretende soltar ningún mensaje, sólo contar la historia. Donde reside la grandeza de esta película es en el cómo se cuenta.

Las fuertes convicciones del autor sobre lo que debe ser el cine (o cinematógrafo, como él lo llamaba) se dan cita y marcan esta película. Toda la narración, planos e incluso diálogos están volcados irremisiblemente en la historia, Bresson no se permite una sola distracción. Y el resultado es demoledor.

Nadie ha transmitido mejor la sensación de estar encerrado entre cuatro paredes, de mirar la ventana de la celda porque es lo único que nos recuerda que la libertad flota ahí afuera, la necesidad de comunicarnos entre nosotros para sobrellevar la condena (aquí carcelaria, pero me refiero a cualquier tipo, la de nuestro día a día), la presión de que hay alguien encima de nosotros que nos vigila a cada paso y que debemos burlar, ese alguien que no existe, es una entidad que está ahí para privarnos de nuestra libertad, es alguien que es el dueño del ruido de pasos, del chirriante sonido de una bicicleta, del grito de "¡Fuego!” y a continuación de un estruendoso sonido de disparos.

Bresson limita completamente su historia a las sensaciones primitivas de cualquier ser humano, por lo tanto todos nos podemos identificar. Como un "hitchcock naturalista", Bresson juega con todos nosotros, nos encierra en cuatro paredes, nos infunde miedo y claustrofobia, nos hace añorar la libertad, nos pone taquicárdicos en la parte final, y, por último, nos hace amar la vida. Bellísima obra maestra.
GVD
9
31 de agosto de 2008
77 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quinto largometraje de Robert Bresson y segunda entrega de su trilogía de la soledad. El guión, del mismo Bresson, se basa en el relato autobiográfico "Un condamné à mort s'est échappé" (1956), de André Devigny. Se rueda en exteriores del Fuerte Montluc (Lyon) y en los platós del Studio Saint-Maurice (Joinville-le-Pont, Francia). Gana un premio de Cannes (director) y uno del Sindicato Francés de Críticos de Cine (película). Producido por Alain Poiré y Jean Thuillier para Gaumont, se estrena el 11-XI-1956 (Francia).

La acción dramática tiene lugar en Lyon a lo largo de 4 meses, en 1943. El teniente Fontaine (Leterrier), incorporado a la Resistencia francesa tras la ocupación alemana de Francia en la IIGM, dedicado a tareas de información y espionaje, es detenido por la Gestapo (17-IV-1943), recluido en la prisión del Fuerte de Montluc y condenado a muerte (20-VIII-1943) para ser ejecutado una semana después (28-VIII-1943). Huye de la prisión la noche del 24 al 25 de agosto. Fontanie tiene 27 años, es inteligente, observador, perspicaz, hábil y paciente (como corresponde a un buen espía), cree en la vida, el futuro, la victoria y la paz, aborrece la inactividad y siente unas ganas inmensas de tomar parte activa en la lucha de su país por la libertad.

El film suma drama, thriller, aventura, suspense y guerra. Desarrolla una explicación detallada, precisa y minuciosa de la concepción, preparación y realización de la fuga de una prisión de alta seguridad en tiempos de guerra. Muestra cómo el protagonista recoge mentalmente los datos que llegan a su celda (pasos del guardián, campanadas del reloj, fusilamientos...), los que recibe a través de las paredes que separan su celda de las dos vecinas, los que observa durante los interludios colectivos dedicados al aseo personal y los que le facilitan sus compañeros mediante gestos, palabras breves bisbiseadas o escritas en fragmentos de papel. La capacidad que tiene de observación, percepción y procesamiento de la información, le permite planear una fuga casi de diseño. Su entrenamiento en el uso de recursos de supervivencia, le permite disponer de una presencia de ánimo elevada, una moral alta y un nivel inusual de autocontrol y lucidez. Su habilidad le proporciona los medios materiales necesarios para la empresa (cordeles, ganchos, lianas...), que construye él mismo a partir de objetos de uso común (marcos, sábanas, somier...).

La narración visual y sonora, elaborada con singular maestría, hace que el espectador se sienta invadido por sensaciones de encierro, tensión, inquietud, angustia y horror. El discurso es sobrio, austero y se presenta exento de grandilocuencia y sentimentalismos. Los protagonistas realizan una interpretación desdramatizada en aras de la sobriedad y contención expresiva.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Prodiga primeros planos, planos de aproximación, planos partidos, planos de detalle (manos, esposas, pies...). Hace uso frecuente de la elipsis, el fuera de campo y los insertos. Construye un lenguaje de gran eficacia cinematográfica. Manteniendo la cámara en el interior de una celda, consigue crear un relato intenso, emocionante, vibrante y absorbente.

La cinta se erige, más allá de la acción, en una exaltación de la libertad, la vida, la inteligencia y el ingenio humano. Sirve, a la vez, como alegato contra la guerra, la crueldad, la barbarie, la pena de muerte, el atropello de los derechos humanos. Aporta una descripción poderosa de la soledad y del sufrimiento. Glosa la importancia de lo inesperado, lo impensado, lo imponderable y lo imprevisible, en relación a lo que cabe gestionar recursos, reservas y precauciones.

El realizador pasa por alto, deliberadamente, factores tan importantes como el hecho de que Montluc era un centro de torturas y muerte (allí murieron durante la guerra más de 7 mil personas), que Fontaine/Devigny fue torturado y que el centro estaba dirigido por Klaus Barbie, el carnicero de Lyon.

La música aporta 7 fragmentos del movimiento del "Kyrie Eleison" (Señor, ten piedad), de la Gran Misa, K. 427, de Mozart. Bresson siempre mostró preferencia por la música religiosa, que en este caso aporta unos cortes que se combinan de modo magnífico con el tono y el fondo del relato. La fotografía, de Lance Henry Burel ("Boudu salvado de las aguas", Renoir, 1932), no sólo describe cómo es la prisión vista por un recluso, sino que trasporta al espectador a su interior. Junto con "Diario de un cura de campaña" (1950) y "Pickpocket" (1959), el film conforma la trilogía que Bresson dedica a la soledad.
10
1 de julio de 2008
71 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bresson dice que esta es una historia real que contará sin ornamentos. Pero es mentira porque todo lo que hace Bresson en esta película es ornamental. ¿Que no? Atiendan:

Sé como sentir la claustrofobia de Leterrier/Fontaine. Como sentirme observado. Pégame la cámara. Más Bresson, un poquito más. Así cerquita, mira cuanto espacio. Mira que poco espacio. No te separes que me siento observado.

No lo escuchas. Atento. Libra a tus oídos de la cera, hazlos descansar de balas y efectos sonoros actuales. Olvida lo aprendido. Agudiza los sentidos. Lo notas, lo palpas, lo escuchas. Eso que oyes, eso es cine. Oigo las patitas de las cucarachas sobre la cama de la prisión.

Estoy tan sólo aquí dentro que me siento rodeado. Mira que de gente. No te fíes. Joder, no me fío ni de mi plan de huida.

Si en la guerra escuché a Barber por qué no puedo escuchar a Mozart aquí dentro. Si aquí dentro escuchara a Mozart, por qué iba a querer salir allá afuera.

¿Has visto la de cosas que pasan sin que las hayamos visto? Se llama calidad, aunque otros lo llaman acción fuera de cámara.

Bresson me cuenta el final en su título. Menudo engañabobos, menudo mentecato. Ja,ja. Inocente. Bresson es más listo que un lince y te lo voy a demostrar. Dale al play y disfruta con 95 minutos de angustiosa espera. ¿Decias?

"El viento sopla donde quiere y aunque oyes su ruido, no sabes de dónde viene y a dónde va”.
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