El detective
6,6
783
Thriller. Intriga
Joe Leland es un veterano detective privado de Nueva York con problemas personales tanto dentro como fuera de su trabajo. Mientras está investigando el caso del asesinato de un joven homosexual, hijo de un importante político de la ciudad, Leland descubre un posible caso de corrupción que anida en el seno de la policía de Nueva York. (FILMAFFINITY)
20 de abril de 2013
20 de abril de 2013
42 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1965, Frank Sinatra cumplió cincuenta años y el cambio de cifra debió de resultarle más bien traumático, ya que, coincidiendo con su aniversario, publicó uno de sus discos más oscuros y melancólicos, repleto de canciones que reflexionaban acerca del paso del tiempo, de la vejez, de los instantes idos y ya perdidos, condenados a malvivir en algún rincón de la memoria, a la espera de su inevitable desaparición.
“September of my years” es, por otro lado, un disco absolutamente brillante, que contiene algunas de las piezas más memorables del repertorio de Sinatra, como la bellísima “It was a very good year”, con la que se abría la segunda temporada de “Los Soprano” y cuyo tono otoñal y desesperanzado ofrecía, por otro lado, no pocas pistas acerca del sentido final de una serie que, a medida que pasan los años, se va afianzando en la condición de cima indiscutible de las obras de ficción del último cuarto de siglo.
“El detective”, salvando las lógicas distancias, vendría a representar para el género del cine negro lo mismo que “September of my years” en la discografía de Sinatra o “Los Soprano” en la recreación cinematográfica del universo mafioso: una reformulación actualizada de sus claves estilísticas, releídas de modo respetuoso, pero convenientemente adaptadas a temáticas e inquietudes hasta entonces ignoradas o directamente inexistentes.
El hallazgo del cuerpo mutilado de un rico homosexual abre una película áspera y sórdida como pocas, cuyo personaje central, Joe Leland, entronca, por un lado, con la vieja tradición del servidor de la ley honesto e insobornable, mientras prefigura, por el otro, la imagen del policía expeditivo y alérgico a despachos e imposiciones burocráticas que tanto éxito tendría a lo largo de la década siguiente. Leland, de hecho, es un cruce de caminos: no es todavía el ácrata solitario y amargado de los setenta, pero la épica de la fe en la ley y el orden que movía a sus antecesores se ha difuminado hasta borrarse casi por completo. Estamos en 1968. Leland es culto, es perspicaz, sabe que los tiempos están cambiando, que la policía está a sueldo de los poderosos, sentada sobre cubos de basura que un día u otro acabarán estallando y pondrán al descubierto las miserias y podredumbres de la sociedad.
En el plano formal, la peli es, indudablemente, hija de su tiempo. El planteamiento de Douglas, que estructura la película en dos grandes bloques, atravesados por largos flash-backs y en principio desconectados, aunque en ocasiones resulte confuso o disruptivo, se adecúa a la visión crítica que se ofrece de la sociedad de la época, perturbada por toda clase de conflictos que resulta inútil tratar de ocultar. El punto de convergencia de ambos bloques son los ojos azules de Sinatra, cuyas intensas miradas pasean la fatiga y el hartazgo de quien ha descubierto a qué ha consagrado realmente su vida, nada más entrar en el septiembre de sus años, cuando los días se hacen cortos y quedan cada vez menos por contar.
“September of my years” es, por otro lado, un disco absolutamente brillante, que contiene algunas de las piezas más memorables del repertorio de Sinatra, como la bellísima “It was a very good year”, con la que se abría la segunda temporada de “Los Soprano” y cuyo tono otoñal y desesperanzado ofrecía, por otro lado, no pocas pistas acerca del sentido final de una serie que, a medida que pasan los años, se va afianzando en la condición de cima indiscutible de las obras de ficción del último cuarto de siglo.
“El detective”, salvando las lógicas distancias, vendría a representar para el género del cine negro lo mismo que “September of my years” en la discografía de Sinatra o “Los Soprano” en la recreación cinematográfica del universo mafioso: una reformulación actualizada de sus claves estilísticas, releídas de modo respetuoso, pero convenientemente adaptadas a temáticas e inquietudes hasta entonces ignoradas o directamente inexistentes.
El hallazgo del cuerpo mutilado de un rico homosexual abre una película áspera y sórdida como pocas, cuyo personaje central, Joe Leland, entronca, por un lado, con la vieja tradición del servidor de la ley honesto e insobornable, mientras prefigura, por el otro, la imagen del policía expeditivo y alérgico a despachos e imposiciones burocráticas que tanto éxito tendría a lo largo de la década siguiente. Leland, de hecho, es un cruce de caminos: no es todavía el ácrata solitario y amargado de los setenta, pero la épica de la fe en la ley y el orden que movía a sus antecesores se ha difuminado hasta borrarse casi por completo. Estamos en 1968. Leland es culto, es perspicaz, sabe que los tiempos están cambiando, que la policía está a sueldo de los poderosos, sentada sobre cubos de basura que un día u otro acabarán estallando y pondrán al descubierto las miserias y podredumbres de la sociedad.
En el plano formal, la peli es, indudablemente, hija de su tiempo. El planteamiento de Douglas, que estructura la película en dos grandes bloques, atravesados por largos flash-backs y en principio desconectados, aunque en ocasiones resulte confuso o disruptivo, se adecúa a la visión crítica que se ofrece de la sociedad de la época, perturbada por toda clase de conflictos que resulta inútil tratar de ocultar. El punto de convergencia de ambos bloques son los ojos azules de Sinatra, cuyas intensas miradas pasean la fatiga y el hartazgo de quien ha descubierto a qué ha consagrado realmente su vida, nada más entrar en el septiembre de sus años, cuando los días se hacen cortos y quedan cada vez menos por contar.
18 de octubre de 2011
18 de octubre de 2011
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine negro sobre negro panorama, Gordon Douglas con su experta dirección nos lleva por la vida de un detective en una película de trazo difícil de olvidar.
La investigación de un asesinato avanza paso a paso hasta el final, en una única dirección, sin pausa. Hasta arriba. El avance de su vida matrimonial nos lleva a trompicones, con pausas, hasta tocar fondo. Desencanto, amargura, injusticias, mucho indignado y muchas razones para indignarse pero asombra, entusiasma sobre todo, el increíble control, la serenidad contracorriente del personaje interpretado por el efectivo Frank Sinatra.
Auténtica película de un inconformista que terminará dándose de frente con el enemigo común de la sociedad: la corruptela. Rodeado de un ambiente incómodo con personajes ávidos de encajar en algún sitio, el final está claro.
Rotunda. Perfecta construcción de la trama. Con dos alicientes del momento: Lee Remick y Jacqueline Bisset.
La investigación de un asesinato avanza paso a paso hasta el final, en una única dirección, sin pausa. Hasta arriba. El avance de su vida matrimonial nos lleva a trompicones, con pausas, hasta tocar fondo. Desencanto, amargura, injusticias, mucho indignado y muchas razones para indignarse pero asombra, entusiasma sobre todo, el increíble control, la serenidad contracorriente del personaje interpretado por el efectivo Frank Sinatra.
Auténtica película de un inconformista que terminará dándose de frente con el enemigo común de la sociedad: la corruptela. Rodeado de un ambiente incómodo con personajes ávidos de encajar en algún sitio, el final está claro.
Rotunda. Perfecta construcción de la trama. Con dos alicientes del momento: Lee Remick y Jacqueline Bisset.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cuando llega arriba, al éxito profesional, se produce el descenso en picado al averiguar que llevó a la Silla eléctrica a un inocente. Rainbow, por otra parte, es una organización con demasiadas patas para desmantelar.
Todo perdido. Hay una última mirada de Jacqueline Bisset sobre el detective que parece que puede unirle a una nueva ilusión. Parece… Mala suerte para un detective sin más triunfos.
¡Cómo enganchan estos tipos que empiezan a estar un poquitín hasta los cojones!
Todo perdido. Hay una última mirada de Jacqueline Bisset sobre el detective que parece que puede unirle a una nueva ilusión. Parece… Mala suerte para un detective sin más triunfos.
¡Cómo enganchan estos tipos que empiezan a estar un poquitín hasta los cojones!
15 de enero de 2010
15 de enero de 2010
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás no sea preciso calificar a Gordon Douglas como orfebre del cine. La palabra orfebre tiene connotaciones de fina artesanía, algo así como efectuar puntillosas labores de ganchillo, confeccionar trajes de lagarterana o dedicarse al repujado fino. Para tanto no. Pero no se le puede negar su carácter de trabajador incansable y de pianista capaz de tocar todas las teclas con una calidad media muy superior a una gran mayoría de cineastas. Para acortar definiciones podemos calificarlo como “hombre de cine”. Sus Río Conchos, La humanidad en peligro o esta El detective son excepcionales películas de géneros diversos, en las que Douglas obtiene un notable alto por su profesionalidad y buen hacer.
Aunque debo reconocer que habiendo visto previamente la secuela La mujer de cemento, El detective se presentaba a priori con escasas garantías. La mujer de cemento es un pedrusco en todo lo alto y tan solo las carnes al sol de una Raquel Welch en su línea interpretativa “más valen curvas conocidas que neuronas por conocer” daban algo de alegría a la cosa. Pero no. El detective es una película soberbia y además digna hija de un tiempo en que la corrupción policial y las fobias declaradas a la homosexualidad eran corrientes. Gordon Douglas afronta con valentía estos temas e incluso va mas lejos, hincándole el diente de la crítica a la corrupción urbanística, a los métodos policiales y no contento con todo ello, hasta a los conflictos matrimoniales fruto de ese combinado tan letal como son las desatenciones masculinas mezcladas con incontinencias uterinas.
El detective es todo eso y algo más. Combina en proporciones exactas una trama policial absolutamente clara y meridiana, lo cual se agradece, con el conflicto humano de un sargento de policía (Frank Sinatra) presionado por su propia historia, antecedentes familiares y especialmente por unas jefaturas mas preocupadas por evitar críticas que por resolver justamente los casos criminales. Todo ello enmarcado en una trama que pareciendo atada y bien atada vuelve a mostrar sus flecos deshilachados, para la mucha pena y poca gloria de un hombre con principios en una sociedad sin ellos.
El detective es un film con muchas lecturas. Yo tan solo me he aventurado con estas palabras por algunas de ellas. Seguro que ustedes encuentran muchas más. De eso se trata.
Aunque debo reconocer que habiendo visto previamente la secuela La mujer de cemento, El detective se presentaba a priori con escasas garantías. La mujer de cemento es un pedrusco en todo lo alto y tan solo las carnes al sol de una Raquel Welch en su línea interpretativa “más valen curvas conocidas que neuronas por conocer” daban algo de alegría a la cosa. Pero no. El detective es una película soberbia y además digna hija de un tiempo en que la corrupción policial y las fobias declaradas a la homosexualidad eran corrientes. Gordon Douglas afronta con valentía estos temas e incluso va mas lejos, hincándole el diente de la crítica a la corrupción urbanística, a los métodos policiales y no contento con todo ello, hasta a los conflictos matrimoniales fruto de ese combinado tan letal como son las desatenciones masculinas mezcladas con incontinencias uterinas.
El detective es todo eso y algo más. Combina en proporciones exactas una trama policial absolutamente clara y meridiana, lo cual se agradece, con el conflicto humano de un sargento de policía (Frank Sinatra) presionado por su propia historia, antecedentes familiares y especialmente por unas jefaturas mas preocupadas por evitar críticas que por resolver justamente los casos criminales. Todo ello enmarcado en una trama que pareciendo atada y bien atada vuelve a mostrar sus flecos deshilachados, para la mucha pena y poca gloria de un hombre con principios en una sociedad sin ellos.
El detective es un film con muchas lecturas. Yo tan solo me he aventurado con estas palabras por algunas de ellas. Seguro que ustedes encuentran muchas más. De eso se trata.
12 de enero de 2015
12 de enero de 2015
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo muy particular que valoro muchísimo en una película, el tema principal y más aún cuando es bastante delicado. Situémonos para entender el asunto. 1968, no 2015. No era una época donde encendías la televisión por la mañana, a mediodía o por la noche y te encontrabas con algún programa frikie hablando de cualquier tema medianamente serio cubierto de la típica cortina de humor con el que nos brindan en nuestros queridísimos tiempos.
Gordon Douglas toca un tema tabú de la época, la homosexualidad. En los años 60 se llegaba a ver el asunto hasta con tintes de enfermedad sexual. Y si ya hablamos de salir del armario, apaga la luz y vámonos. El detective es una grandísima historia no solo de investigación, sino de principios morales y honestidad, en especial sobre su protagonista principal, un grandioso Frank Sinatra que cae dentro de su papel donde no le sobra ni le falta un centímetro en su traje de investigador jefe. Un tipo inteligente, cuerdo, profesional a raudales y muy concienzudo con el trabajo que se trae entre manos. Será requerido para un asunto muy peliagudo, el asesinato del hijo homosexual de un hombre de negocios muy conocido y cuya resolución podrá llevar a Joe Leland a un puesto superior.
El desarrollo es muy agradable a la vista del espectador, porque no se andan por las ramas con información y personajes para enrollar el asunto, todo va muy directo, al grano, pero siempre te queda esa duda de que no todo puede ser tan fácil y es ahí en mi opinión donde radica la parte más importante y la que cobra más protagonismo de la película. Puro cine de investigación e intriga. Muy recomendable.
Gordon Douglas toca un tema tabú de la época, la homosexualidad. En los años 60 se llegaba a ver el asunto hasta con tintes de enfermedad sexual. Y si ya hablamos de salir del armario, apaga la luz y vámonos. El detective es una grandísima historia no solo de investigación, sino de principios morales y honestidad, en especial sobre su protagonista principal, un grandioso Frank Sinatra que cae dentro de su papel donde no le sobra ni le falta un centímetro en su traje de investigador jefe. Un tipo inteligente, cuerdo, profesional a raudales y muy concienzudo con el trabajo que se trae entre manos. Será requerido para un asunto muy peliagudo, el asesinato del hijo homosexual de un hombre de negocios muy conocido y cuya resolución podrá llevar a Joe Leland a un puesto superior.
El desarrollo es muy agradable a la vista del espectador, porque no se andan por las ramas con información y personajes para enrollar el asunto, todo va muy directo, al grano, pero siempre te queda esa duda de que no todo puede ser tan fácil y es ahí en mi opinión donde radica la parte más importante y la que cobra más protagonismo de la película. Puro cine de investigación e intriga. Muy recomendable.
31 de octubre de 2019
31 de octubre de 2019
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto esta película tres o cuatro veces, y desde la primera me dejó impresionado. No sólo es la última gran película de Gordon Douglas, sino también de Frank Sinatra. Nunca más volvieron a rodar algo a la altura de sus leyendas (aunque, ¿quién demonios sabe hoy quién fue Gordon Douglas?). Narra la historia de un detective de policía honrado, rara avis, que tropieza con una red de corruptelas transversal, o sea, todo pez gordo de la ciudad está implicado. Su vida privada es un polvorín, con una esposa a la que ama, pero con la cual no puede convivir, debido a su frenética ninfomanía. Era la primera vez, o una de las primeras, que Hollywood afrontaba el tema de la homosexualidad sin prejuicios, sin acudir a la fantochada del "mariquita". También embestía contra la corrupción y la brutalidad policiales, exacerbada a veces para labrarse un ascenso. Una monumental, intimista banda sonora de Jerry Goldsmith recorre la cinta, precedente sin duda de la gran Chinatown. Joseph Biroc disecciona la noche de la gran ciudad, con una cámara siempre ágil y atenta a los detalles. Sinatra, si bien es demasiado mayor para el personaje que interpreta, da el do de pecho, y esta vez sin cantar, en una interpretación matizada, que da cuenta en todo momento del cansancio que embarga al pobre Joe Leland. Lee Remick, prístino objeto de deseo, aparece frágil, necesitada de amor, ella también cansada de los arrebatos que le exige el cuerpo, su psique alterada. Un lujoso elenco de secundarios, Ralph Meeker, Robert Duvall, Jack Klugman, apuntalan con firmeza la narración. Y... Jacqueline Bisset. ¿Qué decir de una de las mujeres más hermosas de la historia del Cine? ¿Que me enamoré de ella viendo esta película? ¿Que daban gamas de acunarla en los brazos y no soltarla hasta que los músculos se agarrotaran? En su primer papel de enjundia tras algunas apariciones breves en clásicos como Dos en la carretera o Callejón sin salida, Bisset resplandece con su peinado à la garçon y sus inmensos ojos azules, que traspasan la pantalla. Elegante, flexible, mágica, lujuriosa, luminosa. Inolvidable. De modo que, si no habéis visto El detective, os invito fervorosamente a intentarlo. No os arrepentiréis.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here