Supersonic Man
1979 

3,8
761
Ciencia ficción. Fantástico. Comedia. Aventuras
Un superhéroe viaja a la Tierra para combatir a un siniestro doctor que quiere apropiarse del planeta. (FILMAFFINITY)
31 de diciembre de 2009
31 de diciembre de 2009
34 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madre mía, qué gozada de peli trash.
Es imposible enfurruñarse con semejate zurullete de coña. Es pura explotation. Tan cutre, ingenua y torpe que sólo puede despertarle a uno la más amable de los sonrisas.
Guión pobre, efectos de maquetas que cantan por soleares, cancioncilla disco bailable y simplona, fotografía de porno setentero, héroe biogotudo al más puro estilo John Holmes, robot despollante (sí, sí) por su diseño, actuaciones realmente lamentables, aparición de José María Caffarel en un papel principal (¿?¿?¿?), lindezas argumentales varias...
En fin. Una peli cafre, kistch, camp, cutre a más no poder y altamente friki.
Visionaod obligado para los amantes del cine más casposo.
Seguro que Tarantino la adora.
Es imposible enfurruñarse con semejate zurullete de coña. Es pura explotation. Tan cutre, ingenua y torpe que sólo puede despertarle a uno la más amable de los sonrisas.
Guión pobre, efectos de maquetas que cantan por soleares, cancioncilla disco bailable y simplona, fotografía de porno setentero, héroe biogotudo al más puro estilo John Holmes, robot despollante (sí, sí) por su diseño, actuaciones realmente lamentables, aparición de José María Caffarel en un papel principal (¿?¿?¿?), lindezas argumentales varias...
En fin. Una peli cafre, kistch, camp, cutre a más no poder y altamente friki.
Visionaod obligado para los amantes del cine más casposo.
Seguro que Tarantino la adora.
23 de enero de 2011
23 de enero de 2011
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si amigos, estamos ante una de las películas más cutres, caraduras, sinvergüenzas y adorables del panorama ¿cinematográfico? español.
Si quieres pasar una tarde con unos colegas tan frikis como tú, estar dispuesto a ver una desternillante ¿película? cargada de psicodelia de cuarto de baño, disfraces de Famosa y juguetes del catálogo de 1979... no aceptes imitaciones.
Ni los robots de hojalata de aceituna, ni los rayos que disparan los soldados con casco de tienda de uniformes, ni el Pegaso de la lavandería, ni el Madelman que vuela, ni la nave hecha con restos de maquetas (que si... que también lo hicieron en Star Wars.. pero aquí se nota), ni la aparición "estelar" de Quique Camoiras y Tito García (¿Es que esperabais que nombrara a Cameron Mitchell? ¡Pues no! donde estén los actores de Cine de Barrio que se quite cualquier yankee) ni la musiquilla pegadiza que inspiró a la "Fundación Tony Manero" a sacar un disco (esto lo digo yo) pueden hacer otra cosa más que producirte esa risa tonta y nostálgica de Barrio Sésamo.
Cierto es, que está claramente inspirada en Superman y Star Wars, que en esos momentos estaban en plena realización de sus segundas (bueno, quinta en el caso de La Guerra de las Galaxias) entregas, pero es que Juan P. Simón, era una especie de soñador bohemio que disfrutaba haciendo cosas como "Viaje al Centro de la Tierra" o esta "Supersonic Man".
No desmerece un vistazo, a ser posible y como he dicho antes, con colegas de tu mismo "palo".
Abstenerse críticos rigurosos y gente de buen vivir.
Si quieres pasar una tarde con unos colegas tan frikis como tú, estar dispuesto a ver una desternillante ¿película? cargada de psicodelia de cuarto de baño, disfraces de Famosa y juguetes del catálogo de 1979... no aceptes imitaciones.
Ni los robots de hojalata de aceituna, ni los rayos que disparan los soldados con casco de tienda de uniformes, ni el Pegaso de la lavandería, ni el Madelman que vuela, ni la nave hecha con restos de maquetas (que si... que también lo hicieron en Star Wars.. pero aquí se nota), ni la aparición "estelar" de Quique Camoiras y Tito García (¿Es que esperabais que nombrara a Cameron Mitchell? ¡Pues no! donde estén los actores de Cine de Barrio que se quite cualquier yankee) ni la musiquilla pegadiza que inspiró a la "Fundación Tony Manero" a sacar un disco (esto lo digo yo) pueden hacer otra cosa más que producirte esa risa tonta y nostálgica de Barrio Sésamo.
Cierto es, que está claramente inspirada en Superman y Star Wars, que en esos momentos estaban en plena realización de sus segundas (bueno, quinta en el caso de La Guerra de las Galaxias) entregas, pero es que Juan P. Simón, era una especie de soñador bohemio que disfrutaba haciendo cosas como "Viaje al Centro de la Tierra" o esta "Supersonic Man".
No desmerece un vistazo, a ser posible y como he dicho antes, con colegas de tu mismo "palo".
Abstenerse críticos rigurosos y gente de buen vivir.
16 de diciembre de 2010
16 de diciembre de 2010
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Que las fuerzas de las galaxias sean contigo’ ¿Es “Superman”? ¿Es “Star Wars”? No, es “Supoersonic-man”. Con un inicio casposo-demoledor que deshonra el género y lo adereza con una canción mezcla de Camela y Bee Gees con funky de la infra-periferia aldeana. Tantos plagios por metro segundo de metraje son demasiados: “Superman”, “Star Wars”…
Como no había para soldados imperiales y efectos mejores pues cascos excedentes de las chicas de la Cruz Roja y camiones de basura cedidos por el ayuntamiento. La cosa es ser coherente y, por supuesto, cutre. El androide enfundado con papel albal, un borracho y su perro salchicha amigos del director, los momentos pretendidamente humorísticos que dan lástima y lo mejor el momento anuncio de champán… birlándoselo a un chef en su propio restaurante y volando por los aires con el botín… Simplemente, inenarrable.
Como no había para soldados imperiales y efectos mejores pues cascos excedentes de las chicas de la Cruz Roja y camiones de basura cedidos por el ayuntamiento. La cosa es ser coherente y, por supuesto, cutre. El androide enfundado con papel albal, un borracho y su perro salchicha amigos del director, los momentos pretendidamente humorísticos que dan lástima y lo mejor el momento anuncio de champán… birlándoselo a un chef en su propio restaurante y volando por los aires con el botín… Simplemente, inenarrable.
9 de agosto de 2016
9 de agosto de 2016
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es peligroso el verano; abunda el tiempo libre, aprieta el calor, y las programaciones televisivas de sobremesa se pueblan de entes cinematográficos no identificados. Si a ello unimos que las habituales prevenciones del espectador se ven dramáticamente disminuidas a causa de la inevitable bajada de defensas que el calor provoca, el incauto televidente puede ser abducido por historias que habitualmente desdeñaría, y es así que películas como la presente encuentran su momento.
En estos tiempos que vivimos, con la cinematografía mundial rendida a las historias de superhéroes, están faltando en nuestro solar patrio arrojados cineastas que se atrevan a abordar el género como aquí lo hizo –con más empeño que acierto, eso sí- Juan Piquer Simón.
Haciendo gala del mejor eclecticismo argumental y visual nos despacha una historia en la que un extraterrestre es enviado a nuestro planeta a desfacer entuertos y salvar doncellas, siendo su némesis un malo malísimo a la moda Spectra (uniforme negro con puños y cuello Mao verdes, complementado con secuaces a juego), poseedor de una gran organización, cómoda y amplia guarida (aunque en el extrarradio) y un robot multiusos (incineración, lanzamisiles, fumigación) con aires de máquina expendedora. Frente a su afán destructor, nuestro héroe cuenta con el poder de las galaxias, al que accede cómodamente por medio de su reloj de pulsera, al cual suponemos también provisto de cronómetro y resistencia al agua. Su uniforme infunde general espanto, ya sea en los villanos o en los espectadores, víctimas todos ellos de la feroz combinación de rojo y azul, culminada por los brillos cegadores de su máscara de fantasía. Entre sus poderes se incluyen el vuelo (supersónico, claro, y con hilo musical incorporado), una fuerza y resistencia sobrehumanas (sólo es vulnerable ante los ultrasonidos, como los perros), y la asombrosa capacidad de hacer desaparecer objetos o de transformarlos en comida (memorable la transmutación de una pistola en un plátano; no se había visto nada igual desde los tiempos bíblicos, y aquello fue más fácil, pues sólo había que multiplicar panes y peces). Aparte de estos dos grandes personajes aparecen otros, claramente oscurecidos, como el profesor Morgan (José María Caffarel, ganándose el pan) y su hija, la guapa de turno, cuya importancia en la historia es ínfima, pues lo fundamental es lo que hacen los protagonistas.
Es digno de alabanza el espíritu inasequible al desaliento del que hace gala el realizador, que no se priva de incluir explosiones (a veces insólitas, como ese coche que se volatiliza por salirse del camino); efectos visuales (rayos laser estilo Star Wars); localizaciones (todas ellas intentando que en todo momento parezca que estamos en Nueva York y alrededores); máquinas y objetos (sacados de la sección de juguetes de unos grandes almacenes en temporada de rebajas), todo ello sin importarle lo más mínimo si son necesarios en la historia o si dan al menos el pego.
Deben destacarse secuencias como el ataque a las instalaciones (se supone que atómicas) del inicio, con la genial aparición del robot-expendedor, que es lento pero seguro. La pelea en el bar, evidente lapsus del director, que se creyó que estaba rodando un western con genuino altercado de Saloon. Por último, son inolvidables las secuencias de vuelo, en las que nuestro héroe, más rígido que un palo, sobrevuela Nueva York (aunque el rascacielos desde el que se lanza es el Cuzco IV, en pleno Paseo de la Castellana) al son de la canción del verano, que martilleará por siempre jamás al espectador con su soniquete setentero, digno de Fiebre del Sábado Noche (“Supersonic man, I wanna be…”).
En toda su cutrez, una película entrañable, fruto de otros tiempos en los que los superhéroes eran menos trascendentes, y algo más divertidos.
En estos tiempos que vivimos, con la cinematografía mundial rendida a las historias de superhéroes, están faltando en nuestro solar patrio arrojados cineastas que se atrevan a abordar el género como aquí lo hizo –con más empeño que acierto, eso sí- Juan Piquer Simón.
Haciendo gala del mejor eclecticismo argumental y visual nos despacha una historia en la que un extraterrestre es enviado a nuestro planeta a desfacer entuertos y salvar doncellas, siendo su némesis un malo malísimo a la moda Spectra (uniforme negro con puños y cuello Mao verdes, complementado con secuaces a juego), poseedor de una gran organización, cómoda y amplia guarida (aunque en el extrarradio) y un robot multiusos (incineración, lanzamisiles, fumigación) con aires de máquina expendedora. Frente a su afán destructor, nuestro héroe cuenta con el poder de las galaxias, al que accede cómodamente por medio de su reloj de pulsera, al cual suponemos también provisto de cronómetro y resistencia al agua. Su uniforme infunde general espanto, ya sea en los villanos o en los espectadores, víctimas todos ellos de la feroz combinación de rojo y azul, culminada por los brillos cegadores de su máscara de fantasía. Entre sus poderes se incluyen el vuelo (supersónico, claro, y con hilo musical incorporado), una fuerza y resistencia sobrehumanas (sólo es vulnerable ante los ultrasonidos, como los perros), y la asombrosa capacidad de hacer desaparecer objetos o de transformarlos en comida (memorable la transmutación de una pistola en un plátano; no se había visto nada igual desde los tiempos bíblicos, y aquello fue más fácil, pues sólo había que multiplicar panes y peces). Aparte de estos dos grandes personajes aparecen otros, claramente oscurecidos, como el profesor Morgan (José María Caffarel, ganándose el pan) y su hija, la guapa de turno, cuya importancia en la historia es ínfima, pues lo fundamental es lo que hacen los protagonistas.
Es digno de alabanza el espíritu inasequible al desaliento del que hace gala el realizador, que no se priva de incluir explosiones (a veces insólitas, como ese coche que se volatiliza por salirse del camino); efectos visuales (rayos laser estilo Star Wars); localizaciones (todas ellas intentando que en todo momento parezca que estamos en Nueva York y alrededores); máquinas y objetos (sacados de la sección de juguetes de unos grandes almacenes en temporada de rebajas), todo ello sin importarle lo más mínimo si son necesarios en la historia o si dan al menos el pego.
Deben destacarse secuencias como el ataque a las instalaciones (se supone que atómicas) del inicio, con la genial aparición del robot-expendedor, que es lento pero seguro. La pelea en el bar, evidente lapsus del director, que se creyó que estaba rodando un western con genuino altercado de Saloon. Por último, son inolvidables las secuencias de vuelo, en las que nuestro héroe, más rígido que un palo, sobrevuela Nueva York (aunque el rascacielos desde el que se lanza es el Cuzco IV, en pleno Paseo de la Castellana) al son de la canción del verano, que martilleará por siempre jamás al espectador con su soniquete setentero, digno de Fiebre del Sábado Noche (“Supersonic man, I wanna be…”).
En toda su cutrez, una película entrañable, fruto de otros tiempos en los que los superhéroes eran menos trascendentes, y algo más divertidos.
6 de febrero de 2020
6 de febrero de 2020
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Surgido del profundo pozo de los desechos nacionales, su dirección tiene la clara intención de emular al más desquiciado Ed Wood. Las secuencias están grabadas sin seguir ninguna de las normas de caligrafía fílmica, con un concepto pedestre del guion, diálogos sonrojantes y un tema musical psicotrónico que provoca la desbandada del espectador.
Las maquetas son dignas de una exposición de playmobil (en especial ese helicóptero) y en cuanto a la expresión corporal del superhéroe castizo, derrocha caspa a raudales, especialmente en los momentos de vuelo (sobre un croma zarrapastroso, levita en desternillantes posturas que hacen pensar en una artrosis general avanzada sobre fotogramas reciclados).
Los superpoderes consisten en transformar pistolas en ¡bananas! con un simple aspaviento, o levantar una bodrio-maqueta de cartón que simula una apisonadora. El planeo final del superhéroe a través de la nave del villano es verdaderamente de traca, tan solo apto para sesudas sesiones masoquistas de fin de semana.
"Supersonic Man" está más en la línea de la Serie Z que de la Serie B: la grafía fílmica rupestre, el dislate de los absurdos diálogos, el desparpajo de las maquetas, los disfraces de bazar chino, el concepto cañí del montaje, o el papel Albal del androide... ¿Era la intención de Piquer rodar una bufonada galáctica, este disparate? En todo caso, la peli es un "cum laude" del descaro conceptual.
Las maquetas son dignas de una exposición de playmobil (en especial ese helicóptero) y en cuanto a la expresión corporal del superhéroe castizo, derrocha caspa a raudales, especialmente en los momentos de vuelo (sobre un croma zarrapastroso, levita en desternillantes posturas que hacen pensar en una artrosis general avanzada sobre fotogramas reciclados).
Los superpoderes consisten en transformar pistolas en ¡bananas! con un simple aspaviento, o levantar una bodrio-maqueta de cartón que simula una apisonadora. El planeo final del superhéroe a través de la nave del villano es verdaderamente de traca, tan solo apto para sesudas sesiones masoquistas de fin de semana.
"Supersonic Man" está más en la línea de la Serie Z que de la Serie B: la grafía fílmica rupestre, el dislate de los absurdos diálogos, el desparpajo de las maquetas, los disfraces de bazar chino, el concepto cañí del montaje, o el papel Albal del androide... ¿Era la intención de Piquer rodar una bufonada galáctica, este disparate? En todo caso, la peli es un "cum laude" del descaro conceptual.
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