La zona de interés
2023 

6,4
19.679
20 de octubre de 2023
20 de octubre de 2023
357 de 403 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como un maestro de escuela rural, Rudolf, comandante de Auschwitz, vive con su familia junto al campo de concentración. Su esposa dirige el orden de la casa, tratando de hacer de ella y de sus alrededores un lugar idílico para la vida familiar. A las puertas del espanto, la vida cotidiana es similar a la que podrían llevar junto a una fábrica de automóviles alemana. Resulta impresionante observar sus tareas domésticas o asistir a las conversaciones frecuentes en la casa, alejadas del horripilante entramado que les sustenta a pocos metros. Como parte de un orden individualizado y meritocrático, hacen lo que se espera de ellos y creen merecer lo que van obteniendo por ello: nada les impedirá conseguir la vida a la que aspiran, aunque desde la casa se pueda ver el humo de los crematorios durante la noche o se escuchen los gritos, lejanos, de los judíos. A veces se aprecia el olor. Pero ellos viven ajenos: se preocupan por mejoras en la vivienda, por ampliar la familia o por ascensos y traslados en el trabajo. La casa y la abstracción les permite la vida idílica que cualquiera querría: amigos y reuniones, visitas familiares, sirvientes, días de piscina y paseos por el jardín, charlas de café… Da igual dónde o cuándo. Todos esos momentos sugieren una discapacidad humana atroz. Las debilidades de algún personaje ante la situación, de la que nadie habla, no interfiere lo suficiente en el cosmos que han creado, exterminando en común cualquier flojedad, sostenidos por el aislamiento, por los muros que les salvan de la monstruosidad que ellos mismos construyen y evitan a diario.
La puesta en escena de la película, abrupta y rompedora, subraya la aparente distopía a la que asistimos. Por momentos experimenta con su ambientación sonora, con una partitura musical llamativa o con juegos de escenas con paralelismos y saltos que la harán incómoda o confusa, incluso cínica, para muchos de sus espectadores. El riesgo que se asume a través del propio relato, con una seca y traslúcida muestra de los hechos, como si asistiéramos a una exposición museística del horror, se eleva también en su propuesta estructural, que trata de ser sugerente y provocativa.
Adaptación libre de la novela de Martin Amis, “La zona de interés”, más allá del propio espacio de vida a la que pone el foco, es sobre todo el retrato del holocausto fijando la mirada en la ausencia moral de quienes fueron parte de él, de la responsabilidad ética de quienes se aprovecharon del exterminio para mantener una posición de salvación. La película nos señala que no estaban libres de culpa. Son parte de una “sociedad podrida y desencajada”, como decía Saramago sobre su libro “Ensayo sobre la ceguera”, que desvelaba el profundo egoísmo ante la supervivencia. Resulta inevitable encontrar paralelismos a gran escala con la vida contemporánea y con el estado de las cosas y de los conflictos actuales: ¿no somos parte de algo parecido? La crítica y el autorretrato de los tiempos que atraviesa todo el film es estremecedor. Un brillante y despiadado análisis social, tan pavoroso como los hechos que no muestra y que se bosquejan siniestros durante toda la película.
www.peliculismo.es
La puesta en escena de la película, abrupta y rompedora, subraya la aparente distopía a la que asistimos. Por momentos experimenta con su ambientación sonora, con una partitura musical llamativa o con juegos de escenas con paralelismos y saltos que la harán incómoda o confusa, incluso cínica, para muchos de sus espectadores. El riesgo que se asume a través del propio relato, con una seca y traslúcida muestra de los hechos, como si asistiéramos a una exposición museística del horror, se eleva también en su propuesta estructural, que trata de ser sugerente y provocativa.
Adaptación libre de la novela de Martin Amis, “La zona de interés”, más allá del propio espacio de vida a la que pone el foco, es sobre todo el retrato del holocausto fijando la mirada en la ausencia moral de quienes fueron parte de él, de la responsabilidad ética de quienes se aprovecharon del exterminio para mantener una posición de salvación. La película nos señala que no estaban libres de culpa. Son parte de una “sociedad podrida y desencajada”, como decía Saramago sobre su libro “Ensayo sobre la ceguera”, que desvelaba el profundo egoísmo ante la supervivencia. Resulta inevitable encontrar paralelismos a gran escala con la vida contemporánea y con el estado de las cosas y de los conflictos actuales: ¿no somos parte de algo parecido? La crítica y el autorretrato de los tiempos que atraviesa todo el film es estremecedor. Un brillante y despiadado análisis social, tan pavoroso como los hechos que no muestra y que se bosquejan siniestros durante toda la película.
www.peliculismo.es
21 de enero de 2024
21 de enero de 2024
298 de 353 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veo esta película y me queda una molesta sensación de pesadez en el cuerpo, a pesar de que la idea que cuenta y el punto de vista que muestra me parecen interesantes. Viene a aportar su granito de arena a la temática de los campos de concentración y exterminio de la Alemania nazi, pero tiene dos problemas:
- Uno de ellos es que las anteriores películas que pudiésemos haber visto referentes a esta temática fueron mejores que la presente. Se me vienen a la cabeza títulos como "La Vida es bella", "La Lista de Schindler", "El pianista", "El niño con el pijama de rayas" o "El hundimiento". Digamos que las comparaciones en este caso no favorecen al producto que ha dirigido Glazer.
- Su otro gran problema es ella misma, pues además del ritmo extremadamente lento durante toda la cinta, me da la sensación de que la historia muere a los pocos minutos de empezar porque ya nos ha mostrado todo lo que tenía que mostrar, así que te pasas toda la película esperando que llegue algo más que nunca llega. Peca en exceso de regurgitar la misma idea una y otra vez y rumiarla de derecha a izquierda, del derecho y del revés, del revés y del derecho, de delante hacia atrás y de atrás hacia delante, para tragarla y volver a escupirla de nuevo al suelo para recogerla y metérsela otra vez en la boca y regresar sobre sus anteriores pasos. Así de simple y así de asqueroso.
Porque esta película es tan aburrida en las formas como asquerosa en el fondo, y despierta una sensación de odio y aversión hacia esa gente que vive en la mansión con la misma magnitud que te mata de aburrimiento. Y aunque la historia está ambientada en esos campos de concentración, bien podría pertenecer a cualquier otra temática porque en el fondo no quiere hablarnos del nazismo en general ni de los campos de exterminio en particular. Esto es una excusa para adentrarse en la miseria moral del ser humano en forma de egoísmo, narcisismo estúpido e insolidaridad patológica. Se muestra sin tapujos y de una manera tan insultante y soez que dan ganas de pasar directamente a la agresión física de quienes se miran y remiran el ombligo sin importarles una mierda lo que suceda alrededor (continuaré en spoilers respecto a todos esto para no chafar a nadie).
Es en definitiva una película con buenas intenciones de guion y visualmente muy sugerente donde lo que se muestra en el horizonte es constantemente más importante que lo que tenemos en primer plano y donde lo que escuchamos de fondo tiene mucho más peso que lo que se escucha delante de nosotros, pero que se cae en su discurso narrativo por un ritmo perezoso que invita al bostezo. Es una pena porque podría haber sido un buen drama acerca de la amoralidad y el individualismo y que incluso hubiera podido funcionar como cinta de terror pero que se queda en algo simplemente aceptable.
LO MEJOR:
- Puede presumir de una idea bastante original.
- La fuerza que cobra lo que se sugiere que ocurre más allá de lo evidente.
- El buen retrato que se hace del egoísmo y la miseria humana.
LO PEOR:
- Es terriblemente lenta.
- Acaba devorada por las propias expectativas que crea y que no llegan.
- No quiere darte ni la mitad de lo que podría haberte dado.
- Uno de ellos es que las anteriores películas que pudiésemos haber visto referentes a esta temática fueron mejores que la presente. Se me vienen a la cabeza títulos como "La Vida es bella", "La Lista de Schindler", "El pianista", "El niño con el pijama de rayas" o "El hundimiento". Digamos que las comparaciones en este caso no favorecen al producto que ha dirigido Glazer.
- Su otro gran problema es ella misma, pues además del ritmo extremadamente lento durante toda la cinta, me da la sensación de que la historia muere a los pocos minutos de empezar porque ya nos ha mostrado todo lo que tenía que mostrar, así que te pasas toda la película esperando que llegue algo más que nunca llega. Peca en exceso de regurgitar la misma idea una y otra vez y rumiarla de derecha a izquierda, del derecho y del revés, del revés y del derecho, de delante hacia atrás y de atrás hacia delante, para tragarla y volver a escupirla de nuevo al suelo para recogerla y metérsela otra vez en la boca y regresar sobre sus anteriores pasos. Así de simple y así de asqueroso.
Porque esta película es tan aburrida en las formas como asquerosa en el fondo, y despierta una sensación de odio y aversión hacia esa gente que vive en la mansión con la misma magnitud que te mata de aburrimiento. Y aunque la historia está ambientada en esos campos de concentración, bien podría pertenecer a cualquier otra temática porque en el fondo no quiere hablarnos del nazismo en general ni de los campos de exterminio en particular. Esto es una excusa para adentrarse en la miseria moral del ser humano en forma de egoísmo, narcisismo estúpido e insolidaridad patológica. Se muestra sin tapujos y de una manera tan insultante y soez que dan ganas de pasar directamente a la agresión física de quienes se miran y remiran el ombligo sin importarles una mierda lo que suceda alrededor (continuaré en spoilers respecto a todos esto para no chafar a nadie).
Es en definitiva una película con buenas intenciones de guion y visualmente muy sugerente donde lo que se muestra en el horizonte es constantemente más importante que lo que tenemos en primer plano y donde lo que escuchamos de fondo tiene mucho más peso que lo que se escucha delante de nosotros, pero que se cae en su discurso narrativo por un ritmo perezoso que invita al bostezo. Es una pena porque podría haber sido un buen drama acerca de la amoralidad y el individualismo y que incluso hubiera podido funcionar como cinta de terror pero que se queda en algo simplemente aceptable.
LO MEJOR:
- Puede presumir de una idea bastante original.
- La fuerza que cobra lo que se sugiere que ocurre más allá de lo evidente.
- El buen retrato que se hace del egoísmo y la miseria humana.
LO PEOR:
- Es terriblemente lenta.
- Acaba devorada por las propias expectativas que crea y que no llegan.
- No quiere darte ni la mitad de lo que podría haberte dado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo que mejor hace "La zona de interés" y lo explota hasta la extenuación es convertir lo que vemos en un tupido velo que parece querer obligarnos todo el rato a levantar la cabeza para ver lo que hay detrás del primer plano. Una sábana blanca y recién lavada y tendida que juega a esconderte el horror, unos muros que medio te impiden presenciar la barbarie, una distancia que difumina unos gritos y unos tiros en el horizonte y en definitiva una barrera llena de crueldad que nubla las mentes y tergiversa las conciencias de los habitantes de una mansión que representa un microclima de idiotez en medio del infierno y que hace bueno aquello de "Ojos que no ven, corazón que no siente".
Sandra Hüller me conquistó en "Anatomía de una caída", pero aquí consigue resultar tan asquerosamente creíble que despierta mis instintos más malvados. Porque ella interpreta aquí a la maldad en primerísima persona. Solo se preocupará por mantener su repugnante nicho de mierda, por persistir en su afán de no ser apartada de su microclima de conformismo y de su auténtica zona de interés. Capaz de negarle a sus hijos el conocimiento de la verdad, sobreprotegiéndoles de la realidad aunque ello les debilite e idiotice y apartándose de su propio marido ante la posibilidad de ser apartada mínimamente de su ridícula zona de confort. Una oda a la vagancia, al egoísmo y al conformismo más abyecto.
Y ahí en medio tenemos al comandante Höss, interpretado por Christian Friedel, sabedor del asqueroso mundo en el que se encuentra, viviéndolo con absoluta apatía e indiferencia. Y para muestra de ello el final de la película, en la que desciende progresivamente por unas escaleras cada vez más y más oscuras que le conducen de regreso al fantasmagórico mundo que representa su mansión. Por un momento se para, mira a su derecha e izquierda pero no ve luz en ninguno de sus posibles caminos, así que decide seguir escaleras abajo mientras las náuseas le recuerdan lo podrida que está su vida por dentro. Director de un campo de exterminio con matanzas diarias a granel y primer responsable del buen funcionamiento de los hornos y las cámaras de gas que rodean a una mansión en la que sus jardines, sus flores, su piscina y sus lujos no son más que una fantasía siempre lúgubre, triste e irreal en la que él, su mujer y sus hijos no dejan de ser unos monstruos víctimas obligadas de la infelicidad y el egoismo.
Sandra Hüller me conquistó en "Anatomía de una caída", pero aquí consigue resultar tan asquerosamente creíble que despierta mis instintos más malvados. Porque ella interpreta aquí a la maldad en primerísima persona. Solo se preocupará por mantener su repugnante nicho de mierda, por persistir en su afán de no ser apartada de su microclima de conformismo y de su auténtica zona de interés. Capaz de negarle a sus hijos el conocimiento de la verdad, sobreprotegiéndoles de la realidad aunque ello les debilite e idiotice y apartándose de su propio marido ante la posibilidad de ser apartada mínimamente de su ridícula zona de confort. Una oda a la vagancia, al egoísmo y al conformismo más abyecto.
Y ahí en medio tenemos al comandante Höss, interpretado por Christian Friedel, sabedor del asqueroso mundo en el que se encuentra, viviéndolo con absoluta apatía e indiferencia. Y para muestra de ello el final de la película, en la que desciende progresivamente por unas escaleras cada vez más y más oscuras que le conducen de regreso al fantasmagórico mundo que representa su mansión. Por un momento se para, mira a su derecha e izquierda pero no ve luz en ninguno de sus posibles caminos, así que decide seguir escaleras abajo mientras las náuseas le recuerdan lo podrida que está su vida por dentro. Director de un campo de exterminio con matanzas diarias a granel y primer responsable del buen funcionamiento de los hornos y las cámaras de gas que rodean a una mansión en la que sus jardines, sus flores, su piscina y sus lujos no son más que una fantasía siempre lúgubre, triste e irreal en la que él, su mujer y sus hijos no dejan de ser unos monstruos víctimas obligadas de la infelicidad y el egoismo.
21 de enero de 2024
21 de enero de 2024
276 de 374 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dios santo, no sé por donde empezar. No miento a nadie si digo que ha sido mi experiencia más indiferente desde que voy al cine y ya van unos añitos. Esta peli es como ver llover, puedes verle cierto encanto pero a los 5 minutos estás pensando en la lista de la compra, pues aquí pasa exactamente eso.
De nada vale un diseño de producción notable y una dirección que tampoco esta tan mal, sin un guion en condiciones. Estoy harto de ver películas que llenan el metraje a base de planos fijos, diálogos intranscendentes, silencio y demás pedantería para que al final sientas que te están mareando para darte un mensaje OBVIO.
Un mensaje que se podría haber hecho en un corto de 10 minutos y para casa, no esta tontería que solo es un anzuelo para la academia, para que caigan unas estatuillas y a quedar en el recuerdo. Esto no vale nada, es perder el tiempo, y hay muchas películas del holocausto mucho mejores, con más corazón y con lo más importante, un guion donde algo te importe.
Mi carnet de gafapasta cinéfilo queda anulado hasta que vote con un 10 el siguiente ladrillo pretencioso.
Dadme tiempo.
De nada vale un diseño de producción notable y una dirección que tampoco esta tan mal, sin un guion en condiciones. Estoy harto de ver películas que llenan el metraje a base de planos fijos, diálogos intranscendentes, silencio y demás pedantería para que al final sientas que te están mareando para darte un mensaje OBVIO.
Un mensaje que se podría haber hecho en un corto de 10 minutos y para casa, no esta tontería que solo es un anzuelo para la academia, para que caigan unas estatuillas y a quedar en el recuerdo. Esto no vale nada, es perder el tiempo, y hay muchas películas del holocausto mucho mejores, con más corazón y con lo más importante, un guion donde algo te importe.
Mi carnet de gafapasta cinéfilo queda anulado hasta que vote con un 10 el siguiente ladrillo pretencioso.
Dadme tiempo.
21 de enero de 2024
21 de enero de 2024
208 de 311 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película a la que le sobra casi todo el metraje. Como un corto de diez o quince minutos podría haber contado lo mismo mostrando perfectamente el mismo recurso y efecto de la fría cotidianidad que enmascara el horror de un holocausto ausente a la vista pero que se sabe presente.
Como anécdota contaré que un hombre al inicio de la proyección se levantó de su asiento en la sala de cine con la intención de ir a avisar porque creyó que la película se había atascado en un bucle o algo así. Y es que el principio es uno de los más raros y experimentales que he visto en mi vida. Casi cinco minutos de un fondo negro con una música instrumental simulando un sonido estridente, que a mí también me llegó a parecer que no era normal y que tal vez la proyección había fallado. Después, algunas personas se marcharon antes del final de la película. Yo estuve a punto también de irme, pero si seguí fue sólo por ver la fotografía, que a pesar de usar efectos visuales de vez en cuando sin sentido, en general podría decirse que era lo único que me pareció de cierto interés.
Recordar filmes con temática del holocausto como "La lista de Schlinder", "El pianista", "¿Vencedores o vencidos?", "El lector" o "La vida es bella" es mencionar cine del bueno, pero en cualquier caso cine. Ya que a este trabajo ni siquiera yo lo llamaría cine, ante la patente deficiencia de la narrativa, sino un experimento artístico que personalmente, a pesar de los premios y mucha crítica profesional entusiasmada, se me antoja francamente flojo.
Como anécdota contaré que un hombre al inicio de la proyección se levantó de su asiento en la sala de cine con la intención de ir a avisar porque creyó que la película se había atascado en un bucle o algo así. Y es que el principio es uno de los más raros y experimentales que he visto en mi vida. Casi cinco minutos de un fondo negro con una música instrumental simulando un sonido estridente, que a mí también me llegó a parecer que no era normal y que tal vez la proyección había fallado. Después, algunas personas se marcharon antes del final de la película. Yo estuve a punto también de irme, pero si seguí fue sólo por ver la fotografía, que a pesar de usar efectos visuales de vez en cuando sin sentido, en general podría decirse que era lo único que me pareció de cierto interés.
Recordar filmes con temática del holocausto como "La lista de Schlinder", "El pianista", "¿Vencedores o vencidos?", "El lector" o "La vida es bella" es mencionar cine del bueno, pero en cualquier caso cine. Ya que a este trabajo ni siquiera yo lo llamaría cine, ante la patente deficiencia de la narrativa, sino un experimento artístico que personalmente, a pesar de los premios y mucha crítica profesional entusiasmada, se me antoja francamente flojo.
24 de enero de 2024
24 de enero de 2024
76 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
La carrera de Jonathan Glazer da tantos giros, los argumentos que traza e incluso sus depuraciones visuales son tan inesperadas y variadas, que me sorprendería que el director tuviera planificado a diez años vista los largometrajes que va a rodar. Tan pronto realiza una desestructurada pero estimulante película de atracos como una atmosférica y siniestra invasión de una extraterrestre que utiliza el sexo como anzuelo. El hilo que conecta esas piezas dispares, ya sea en "Birth" o en "Under the skin", podríamos observar que se trata de un impulso interno que late en sus protagonistas y que oculta un mundo interior verdaderamente oscuro, el cual, en "La zona de interés", alcanza su paroxismo: triviales e inofensivas escenas hogareñas de una familia protestante mientras en el fondo vemos y oímos detalles sueltos de uno de los mayores horrores del siglo XX.
El principal valor que yo le encuentro es la fotografía del polaco Lukasz Zal, que nos nutre los ojos con esos planos tan amplios, ocasionalmente interrumpidos con algunas imágenes de los rostros, tan sumamente milimetrados que nos transmite una sensación clínica, de frialdad de cirujano. Se adapta a la visión de su personaje principal, la mirada de un funcionario de la muerte. Para cualquiera que haya visto suficiente cine comprende lo complicado que es sostener la tensión narrativa mediante ese tipo de imágenes, algún tipo de pulso que mantenga la mirada del espectador, es fácil que decaiga y arroje al espectador al tedio, para manejarlo adecuadamente hace falta la mano de un buen cinematógrafo como Zal y un buen director como Glazer, que sabe qué objetivo persigue con esos medios. Y a mí me parece que evidente quiere reforzar el contexto, que la visión sea lo bastante amplia para que presenciemos el vistoso jardín pero que con columnas de humo de las incineradoras, todo encajado en un mismo plano, porque ese es el fin último del relato, sumergirnos en un mundo cotidiano, surtido de bagatelas como abrigos usurpados a las víctimas, semejante al de cualquier familia de clase media, y mostrar cómo se puede coexistir al lado de los peores crímenes.
Por lo tanto no me parece sólo una particular visión del Holocausto, la visión de Glazer alcanza más allá. Rudolf, el personaje principal, gran capataz de la maquinaria asesina, es mostrado como un hombre cumplidor y muy serio, encarnación del perfecto protestante, capaz de presenciar violencias infames en su jornada laboral y, al dar unos pocos pasos, atraviesa el umbral de su casa y se comporta como un padre sobrio pero con gestos cariñosos con sus hijas, que las recoge sin una mala palabra si las descubre sentadas en algún peldaño de la escalera en plena noche, mientras observan la puerta de casa que da al exterminio.
La separación total entre vida hogareña y actividad militar, me parece a mí, viene a reforzar la idea de lo oculto, de la negrura subterránea que recorre el fondo de la mente de Rudolf, a quien ya en la primera escena del río lo vemos cerrar los ojos y suspirar como saboreando con alivio ese pequeño respiro. En el fondo su cabeza está embotada de violencia. A diferencia de la formidable "El hijo de Saúl", los campos no son directamente mostrados, sólo en algún plano aislado se ve la cara de Rudolf supervisando sobre su caballo el funcionamiento de los campos, con los gritos de verdugos y víctimas de fondo, todo eso no puede ser enseñado de forma frontal, es demasiado horroroso, y así lo comprendemos a lo largo de la película, por cómo se iluminan los hornos en la noche, los gritos de pánico que se filtran a través del jardín, las columnas de humo. Ese ocultamiento sin embargo late y bulle, también en la cabeza de Rudolf, quien se entrega a cumplir su deber, pero que en el fondo su cabeza está colmada de tantos crímenes presenciados y organizados por él. Es mediante eso que yo me explico los extraños minutos finales (*)
Me pareció entender que Rudolf Höss en el fondo no es tan malo, el problema es que su sentido del deber y los límites de su inteligencia en primer lugar lo convierte en un resorte necesario para el correcto funcionar de una maquinaria asesina y en segundo no le permite rechazarlo de forma explícita, romper con esa sociedad, en la cual él está integrado y sin embargo es violenta, fanática y muy racista. Es así como, al estilo de la novela "Las benévolas" de Jonathan Littell, se nos enseña como un tipo formal y corriente puede convertirse en un carnicero en una sociedad tan radicalizada y brutal. El contexto.
Por lo demás, si bien comprendo que los diversos signos conforman una reflexión de gran calado, también afirmo que en algunos momentos la narración me pesó, es como que en el fondo redunda en los mismos contrastes y los avances narrativos en la historia de Rudolf son muy escasos. Comprendo que Glazer se propuso algo semejante a eso, sólo que a mí no me cuajó del todo. De todas formas, una gran obra de uno de esos directores de una filmografía singular, capaz de desafiar al espectador desde diversos frentes, audaz y creativo, que si no rueda más a menudo es porque quiere que cada una de sus obras tiene que ser especial y por lo tanto debe madurarlas adecuadamente. No es una película para ver así, de cualquier forma y en cualquier momento, si acaso cuando se pueda conjugar la predisposición y una dosis adecuada de cafeína.
El principal valor que yo le encuentro es la fotografía del polaco Lukasz Zal, que nos nutre los ojos con esos planos tan amplios, ocasionalmente interrumpidos con algunas imágenes de los rostros, tan sumamente milimetrados que nos transmite una sensación clínica, de frialdad de cirujano. Se adapta a la visión de su personaje principal, la mirada de un funcionario de la muerte. Para cualquiera que haya visto suficiente cine comprende lo complicado que es sostener la tensión narrativa mediante ese tipo de imágenes, algún tipo de pulso que mantenga la mirada del espectador, es fácil que decaiga y arroje al espectador al tedio, para manejarlo adecuadamente hace falta la mano de un buen cinematógrafo como Zal y un buen director como Glazer, que sabe qué objetivo persigue con esos medios. Y a mí me parece que evidente quiere reforzar el contexto, que la visión sea lo bastante amplia para que presenciemos el vistoso jardín pero que con columnas de humo de las incineradoras, todo encajado en un mismo plano, porque ese es el fin último del relato, sumergirnos en un mundo cotidiano, surtido de bagatelas como abrigos usurpados a las víctimas, semejante al de cualquier familia de clase media, y mostrar cómo se puede coexistir al lado de los peores crímenes.
Por lo tanto no me parece sólo una particular visión del Holocausto, la visión de Glazer alcanza más allá. Rudolf, el personaje principal, gran capataz de la maquinaria asesina, es mostrado como un hombre cumplidor y muy serio, encarnación del perfecto protestante, capaz de presenciar violencias infames en su jornada laboral y, al dar unos pocos pasos, atraviesa el umbral de su casa y se comporta como un padre sobrio pero con gestos cariñosos con sus hijas, que las recoge sin una mala palabra si las descubre sentadas en algún peldaño de la escalera en plena noche, mientras observan la puerta de casa que da al exterminio.
La separación total entre vida hogareña y actividad militar, me parece a mí, viene a reforzar la idea de lo oculto, de la negrura subterránea que recorre el fondo de la mente de Rudolf, a quien ya en la primera escena del río lo vemos cerrar los ojos y suspirar como saboreando con alivio ese pequeño respiro. En el fondo su cabeza está embotada de violencia. A diferencia de la formidable "El hijo de Saúl", los campos no son directamente mostrados, sólo en algún plano aislado se ve la cara de Rudolf supervisando sobre su caballo el funcionamiento de los campos, con los gritos de verdugos y víctimas de fondo, todo eso no puede ser enseñado de forma frontal, es demasiado horroroso, y así lo comprendemos a lo largo de la película, por cómo se iluminan los hornos en la noche, los gritos de pánico que se filtran a través del jardín, las columnas de humo. Ese ocultamiento sin embargo late y bulle, también en la cabeza de Rudolf, quien se entrega a cumplir su deber, pero que en el fondo su cabeza está colmada de tantos crímenes presenciados y organizados por él. Es mediante eso que yo me explico los extraños minutos finales (*)
Me pareció entender que Rudolf Höss en el fondo no es tan malo, el problema es que su sentido del deber y los límites de su inteligencia en primer lugar lo convierte en un resorte necesario para el correcto funcionar de una maquinaria asesina y en segundo no le permite rechazarlo de forma explícita, romper con esa sociedad, en la cual él está integrado y sin embargo es violenta, fanática y muy racista. Es así como, al estilo de la novela "Las benévolas" de Jonathan Littell, se nos enseña como un tipo formal y corriente puede convertirse en un carnicero en una sociedad tan radicalizada y brutal. El contexto.
Por lo demás, si bien comprendo que los diversos signos conforman una reflexión de gran calado, también afirmo que en algunos momentos la narración me pesó, es como que en el fondo redunda en los mismos contrastes y los avances narrativos en la historia de Rudolf son muy escasos. Comprendo que Glazer se propuso algo semejante a eso, sólo que a mí no me cuajó del todo. De todas formas, una gran obra de uno de esos directores de una filmografía singular, capaz de desafiar al espectador desde diversos frentes, audaz y creativo, que si no rueda más a menudo es porque quiere que cada una de sus obras tiene que ser especial y por lo tanto debe madurarlas adecuadamente. No es una película para ver así, de cualquier forma y en cualquier momento, si acaso cuando se pueda conjugar la predisposición y una dosis adecuada de cafeína.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(*) Me refiero principalmente a la fiesta nocturna, con baile incluido, dónde Rudolf tiene arcadas, intenta vomitar por el asco que siente, y sin embargo está tan reprimido emocionalmente que no puede liberarse. Ahí es cuando el montaje yuxtapone esa escena con la de las trabajadoras en el museo de Auschwitz, como si comprendiera que es lo que sucederá. Minutos antes también se nos ha mostrado a Rudolf observando a la flor y nata del nazismo disfrutando y parece que no le gusta mucho lo que ve, de hecho cuando habla por teléfono con su mujer a una hora intempestiva, molestándola de hecho, afirma eso que se imaginó como gasearía a la gente de ese salón y las complicaciones que le ofrecerían los altos techos. Indirectamente da a entender que le gustaría gasearlos también a ellos, responsables en el fondo que él tenga que ensuciarse las manos, las botas y el corazón con toda la masacre.
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