El beso redentor
6,3
35
Drama. Western
Salomy Jane vive con su padre en la pequeña ciudad de Redwood City. Un día, comparte un viaje en la diligencia con el lascivo Phineas Baldwin, un hipócrita miembro de la Liga de la Pureza que aspira a ser alcalde de la ciudad. Un hombre al que llaman "El Extranjero" llega a la ciudad en busca de Baldwin. (FILMAFFINITY)
7 de agosto de 2024
7 de agosto de 2024
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Salomy Jane es una chica despreocupada que campa a sus anchas en una población en las montañas, donde se relaciona con todo tipo de personajes que por distintas circunstancias acabarán enfrentados unos con otros.
Tras una curiosa y original presentación de los protagonistas en los títulos de crédito, la llegada de la diligencia servirá para ir conociendo al resto de personajes con los que se irá cruzando en su llegada al pueblo. Tras unas primeras impresiones, iremos descubriendo que la mayoría de ellos no son lo que aparentan y esconden su verdadera forma de ser. El extranjero con sed de venganza se guía por un motivo dramático que lo justifica, el jugador profesional resulta tener un corazón generoso, el líder de la liga puritana y futuro alcalde resulta ser un depredador sexual, y el propietario de los perros con que se persiguen a los fugitivos presume de ser un emprendedor de éxito cuando realmente es un cobarde que nunca se arriesga ni toma la iniciativa.
Según se vayan desenmascarando las personalidades de cada uno, las circunstancias de los acontecimiento derivados de un asesinato cometido por un forastero, del que Salomy Jane se enamora, hará encajar las piezas. No sin la ayuda de varias coincidencias, para dar una oportunidad al amor surgido de la adversidad en esas tierras inhóspitas.
Protagonismo coral para un amplio abanico de personajes variopintos, donde destaca la presencia de una Joan Bennett desenfada y segura de sí misma, con un peinado rubio platino impropio de una campesina silvestre, más en la línea sofisticada de Jean Harlow que de lo que requiere su personaje sobre el papel. Acompañan rostros conocidos de la época como el simpático Eugene Pallete o Ralph Belamy. Joan Bennet colaboraría en esos años en otras dos películas con Raoul Walsh, sin que ninguna tenga un calado especial, salvando quizás “Sus grandes ojos marrones” por la presencia de un mito como Cary Grant.
La historia resulta un poco folletinesca y no ayuda a su reposo la diligencia narrativa de Walsh, aunque resulte curiosa y en parte extravagante, y parece casi tener más su razón de ser en encuadrar a los personajes en el imponente paraje natural, el Parque Nacional del bosque de secuoyas gigantes donde se filmó, en California. También debemos tener en cuenta el año de su rodaje, recién salidos del cine mudo sólo unos años atrás, en un periodo febril de producciones cinematográficas que no siempre conseguían mantener el listón alto.
Tras una curiosa y original presentación de los protagonistas en los títulos de crédito, la llegada de la diligencia servirá para ir conociendo al resto de personajes con los que se irá cruzando en su llegada al pueblo. Tras unas primeras impresiones, iremos descubriendo que la mayoría de ellos no son lo que aparentan y esconden su verdadera forma de ser. El extranjero con sed de venganza se guía por un motivo dramático que lo justifica, el jugador profesional resulta tener un corazón generoso, el líder de la liga puritana y futuro alcalde resulta ser un depredador sexual, y el propietario de los perros con que se persiguen a los fugitivos presume de ser un emprendedor de éxito cuando realmente es un cobarde que nunca se arriesga ni toma la iniciativa.
Según se vayan desenmascarando las personalidades de cada uno, las circunstancias de los acontecimiento derivados de un asesinato cometido por un forastero, del que Salomy Jane se enamora, hará encajar las piezas. No sin la ayuda de varias coincidencias, para dar una oportunidad al amor surgido de la adversidad en esas tierras inhóspitas.
Protagonismo coral para un amplio abanico de personajes variopintos, donde destaca la presencia de una Joan Bennett desenfada y segura de sí misma, con un peinado rubio platino impropio de una campesina silvestre, más en la línea sofisticada de Jean Harlow que de lo que requiere su personaje sobre el papel. Acompañan rostros conocidos de la época como el simpático Eugene Pallete o Ralph Belamy. Joan Bennet colaboraría en esos años en otras dos películas con Raoul Walsh, sin que ninguna tenga un calado especial, salvando quizás “Sus grandes ojos marrones” por la presencia de un mito como Cary Grant.
La historia resulta un poco folletinesca y no ayuda a su reposo la diligencia narrativa de Walsh, aunque resulte curiosa y en parte extravagante, y parece casi tener más su razón de ser en encuadrar a los personajes en el imponente paraje natural, el Parque Nacional del bosque de secuoyas gigantes donde se filmó, en California. También debemos tener en cuenta el año de su rodaje, recién salidos del cine mudo sólo unos años atrás, en un periodo febril de producciones cinematográficas que no siempre conseguían mantener el listón alto.
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