La caza real del Sol
1969 

5,2
89
Drama. Aventuras
El conquistador extremeño Francisco de Pizarro captura al jefe inca Atahualpa y se compromete a liberarlo a cambio un enorme tesoro. Pero, después de haber establecido con Atahualpa una relación de amistad basada en el respeto, Pizarro se siente dividido entre su afán de riquezas y su sentido del honor. (FILMAFFINITY)
7 de marzo de 2021
7 de marzo de 2021
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1532, el conquistador español Francisco Pizarro (Robert Shaw) dirige una expedición al corazón del Perú y captura al emperador inca Atahualpa (Christopher Plummer), quien promete a Pizarro llenar con piezas de oro la habitación donde está cautivo a cambio de su liberación.
Tras la fundición y reparto del oro entre los españoles, éstos comienzan a temer una rebelión inca, por lo que la presión para traicionar a Atahualpa y matarlo se cierne sobre Pizarro. Sin embargo, ambos líderes han entablado una relación de respeto mutua por encima de sus diferencias e incomprensiones.
Shaw y Plummer se reparten el peso protagonista y sus convincentes interpretaciones hacen olvidar las muchas carencias de la película: decorados de cartón piedra, inexactitudes históricas, música inapropiada en algunas escenas, etc.
Muchos consideran un desatino el casting de Plummer como jefe inca, obviando el hecho de que la película, para empezar, es del año 1969 (por entonces no se fichaban actores indígenas, ¿sorprendente?) y la obra de teatro original de Peter Shaffer se estrenó en 1964. En la versión de Broadway de 1965 Plummer interpretaba a Pizarro y un joven David Carradine actuaba de Atahualpa. Nadie se tiraría de los pelos por ver un elenco de estas características sobre las tablas de un teatro de Nueva York, pero para algunos es un sacrilegio imperdonable en una película británica… qué cosas.
En fin, una ridiculez acentuada por el hecho de que Plummer calla bocas como nadie con una interpretación apropiada y valiente de alguien que se consideraba un dios, hijo del mismo sol. Sus ojos rasgados y su puntiaguda nariz acompañan unos aspavientos ciertamente excéntricos pero, ¿cómo os imagináis que serían los ademanes de un emperador inca, convencido de su naturaleza divina? Debían de ser, cuanto menos, extravagantes, como demuestra su entrada en escena siendo llevado por sus sirvientes en una litera mientras su pueblo es masacrado por los conquistadores (escena, por cierto, bien ambientada a juzgar por el óleo del artista peruano Juan Lepiani que representa la captura de Atahualpa).
Quienes ven en esa excentricidad una falta de respeto a la cultura inca no han ahondando en la historia humana, no se han parado a pensar que Atahualpa es dibujado como un líder despierto, preso sólo de sus costumbres (¿y quién no?) y ávido de sabiduría (preciosa la escena en la que el inca comprende lo que es la escritura, emocionado frente a un analfabeto Pizarro que era incapaz de leer o escribir).
Recomiendo la película como acercamiento al acontecimiento histórico y aproximación no tanto a la figura de Pizarro, sino a la del último soberano Inca.
Tras la fundición y reparto del oro entre los españoles, éstos comienzan a temer una rebelión inca, por lo que la presión para traicionar a Atahualpa y matarlo se cierne sobre Pizarro. Sin embargo, ambos líderes han entablado una relación de respeto mutua por encima de sus diferencias e incomprensiones.
Shaw y Plummer se reparten el peso protagonista y sus convincentes interpretaciones hacen olvidar las muchas carencias de la película: decorados de cartón piedra, inexactitudes históricas, música inapropiada en algunas escenas, etc.
Muchos consideran un desatino el casting de Plummer como jefe inca, obviando el hecho de que la película, para empezar, es del año 1969 (por entonces no se fichaban actores indígenas, ¿sorprendente?) y la obra de teatro original de Peter Shaffer se estrenó en 1964. En la versión de Broadway de 1965 Plummer interpretaba a Pizarro y un joven David Carradine actuaba de Atahualpa. Nadie se tiraría de los pelos por ver un elenco de estas características sobre las tablas de un teatro de Nueva York, pero para algunos es un sacrilegio imperdonable en una película británica… qué cosas.
En fin, una ridiculez acentuada por el hecho de que Plummer calla bocas como nadie con una interpretación apropiada y valiente de alguien que se consideraba un dios, hijo del mismo sol. Sus ojos rasgados y su puntiaguda nariz acompañan unos aspavientos ciertamente excéntricos pero, ¿cómo os imagináis que serían los ademanes de un emperador inca, convencido de su naturaleza divina? Debían de ser, cuanto menos, extravagantes, como demuestra su entrada en escena siendo llevado por sus sirvientes en una litera mientras su pueblo es masacrado por los conquistadores (escena, por cierto, bien ambientada a juzgar por el óleo del artista peruano Juan Lepiani que representa la captura de Atahualpa).
Quienes ven en esa excentricidad una falta de respeto a la cultura inca no han ahondando en la historia humana, no se han parado a pensar que Atahualpa es dibujado como un líder despierto, preso sólo de sus costumbres (¿y quién no?) y ávido de sabiduría (preciosa la escena en la que el inca comprende lo que es la escritura, emocionado frente a un analfabeto Pizarro que era incapaz de leer o escribir).
Recomiendo la película como acercamiento al acontecimiento histórico y aproximación no tanto a la figura de Pizarro, sino a la del último soberano Inca.
1 de febrero de 2017
1 de febrero de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obviando el hecho de que el casting de Plummer como el emperador inca es indefendible, esta película tiene bastantes puntos de interés. Los decorados, la iluminación y la fotografía son fantásticos, y las actuaciones son buenas. Además la caracterización de personajes está bien lograda, con muchos matices y ningún maniqueísmo.
Eso sí, ya va tocando alguna película sobre la conquista del Perú más acorde con los tiempos
Eso sí, ya va tocando alguna película sobre la conquista del Perú más acorde con los tiempos
14 de abril de 2025
14 de abril de 2025
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras Hernán Cortés o Valdivia han podido tener alguna imagen profunda y digna, Francisco Pizarro un conquistador mucho más dramático, oscuro y analfabeto, parece que no se ha visto recompensado. Pero sí Atahualpa como un emperador impotente que busca pactos y componendas, porque no sabe cómo defender su Imperio. En esta versión británica apunta bien, pero todo sale mal.
La elección de actores es pésima aunque sean muy buenos actores (poner a Christopher Plummer como Atahualpa no tiene disculpa), tampoco es buena la ambientación pero tiene bastante color local, ni la música rutinaria ( a veces da alguna sensación de peplum), ni siquiera el maquillaje que es excesivo tiene sentido histórico.
Aquí solo se trata la historia entre la amistad y la ambición de Pizarro y Atahualpa, sin respetar del todo la verdad histórica.
Ya Jorge Luis Borges veía grandeza dramática en esta epopeya: Pizarro instauró un nuevo Imperio culturalmente occidental, pero tanto étnica como en costumbres todavía inca. Pizarro a su pesar traicionó y mató obligado por las presiones a su amigo Atahualpa, y a su vez fue asesinado por los mismos compañeros que le habían presionado, entre ellos, Almagro: el Karma.
La epopeya española del Imperio Inca fue dramática con cientos de suicidios incas apocalípticos, pero la traición de Almagro para instaurar el orden oficial español fue una traición prematura que condenó a los pocos españoles que había a una guerra civil durante años.
La elección de actores es pésima aunque sean muy buenos actores (poner a Christopher Plummer como Atahualpa no tiene disculpa), tampoco es buena la ambientación pero tiene bastante color local, ni la música rutinaria ( a veces da alguna sensación de peplum), ni siquiera el maquillaje que es excesivo tiene sentido histórico.
Aquí solo se trata la historia entre la amistad y la ambición de Pizarro y Atahualpa, sin respetar del todo la verdad histórica.
Ya Jorge Luis Borges veía grandeza dramática en esta epopeya: Pizarro instauró un nuevo Imperio culturalmente occidental, pero tanto étnica como en costumbres todavía inca. Pizarro a su pesar traicionó y mató obligado por las presiones a su amigo Atahualpa, y a su vez fue asesinado por los mismos compañeros que le habían presionado, entre ellos, Almagro: el Karma.
La epopeya española del Imperio Inca fue dramática con cientos de suicidios incas apocalípticos, pero la traición de Almagro para instaurar el orden oficial español fue una traición prematura que condenó a los pocos españoles que había a una guerra civil durante años.
26 de noviembre de 2019
26 de noviembre de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película curiosa. Se rodó en España, pero la censura la prohibió inmediatamente, porque su visión de la conquista de las Américas no se ajustaba a la historia oficial. Se basa en una obra de teatro de Peter Shaffer, celebérrimo autor de Equus y Amadeus. El guionista fue Philip Yordan, autor de enormes libretos como Johnny Guitar, La colina de los diablos de acero o Brigada 21. En el caso que nos ocupa, su labor es de juzgado de guardia, pero quiero creer que se debe a la obra de origen. Contra lo que se podía esperar del resumen, no es una película de acción, con montones de extras triscando por los montes y desiertos de Perú (Almería, en realidad), sino que gira alrededor de la relación entre Francisco Pizarro (Robert Shaw, siempre al borde del brote psicótico) y Atahualpa (lo de Plummer ya lo hablaremos dentro de un momento). El conjunto bordea el desastre más absoluto, con actores ingleses en la piel de analfabetos ibéricos, lo cual no cuaja en ningún momento, y eso que estamos hablando de gente competente, como Nigel Davenport, Michael Craig y Andrew Keir (prefiero no hablar de Leonard "Romeo" Whiting). La música de Marc Wilkinson es inadecuada y poco inspirada, y de la fotografía no puedo hablar, gracias a la calidad de la copia servida por 8tv. Para esos también tendré un recuerdo. Pues entre la furia de Shaw y la poca empatía del resto del reparto, aparece la histeria de Christopher Plummer. Veréis, de joven era un actor pésimo, y solía llevar kilos de rímel en los ojos, sólo superado por el excelso Richard Harris. Aquí, nos ofrece una composición cercana al entrañable Escamillo. Para los más jóvenes, explicitaré que parece un travestí ciego de peyote en un cabaret barato. Hay que verlo para creerlo. Entre la morosidad de los diálogos y la performance de Plummer, la película se hunde en abismos insondables de iniquidad. Había leído alguna atrocidad al respecto, pero la realidad supera a los rumores.
Tarjeta roja a 8tv por cortar la película cuando le sale del arco de triunfo, con el fin de insertar una ristra de estúpidos anuncios. La banda sonora era casi ininteligible. Segunda tarjeta roja por endilgarnos copias cochambrosas. Un poco de respeto, hombre.
Tarjeta roja a 8tv por cortar la película cuando le sale del arco de triunfo, con el fin de insertar una ristra de estúpidos anuncios. La banda sonora era casi ininteligible. Segunda tarjeta roja por endilgarnos copias cochambrosas. Un poco de respeto, hombre.
19 de marzo de 2018
19 de marzo de 2018
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras interpretar al rey Enrique VIII de Inglaterra y al general estadounidense George Armstrong Custer, el británico Robert Shaw se mete en la piel de Francisco Pizarro en esta mediocre producción de baja factura rodada en Madrid, Almería, Granada y Sevilla (no deja de ser curioso que a pesar de haber sido rodada en España, no fue acogida por ninguna distribuidora nacional y jamás llegó a estrenarse en salas españolas), donde lo único a destacar es su interpretación así como el diseño de producción, decorados y escenarios, elementos insuficientes para mantener esta película a flote a lo largo de la hora y treinta y cinco minutos que dura. La fotografía, infame... igual que la banda sonora.
Un nada convincente y amanerado Christopher Plummer, cubierto de betún marrón y con una falsa peluca, parece que está interpretando a un retrasado mental en vez de a Atahualpa...
Doblaje en castellano vomitivo, el cuál le resta sin ningún género de dudas calidad al filme. Se echa de menos al doblador habitual de Shaw, el catalán Arsenio Corsellas.
Antes de embarcarse rumbo hacia los Estados Unidos para intervenir en todas aquellas grandes películas por las cuales habitualmente le conocemos (Tiburón, El Golpe, Domingo negro, Pelham 1,2,3), Robert Shaw rodó muchas películas en España durante los sesenta y principios de los setenta (La batalla de las Ardenas, Caza humana, Una ciudad llamada Bastarda, La batalla de Inglaterra, La caza real del Sol, La última aventura del general Custer, Robin y Marian, etc...).
Un nada convincente y amanerado Christopher Plummer, cubierto de betún marrón y con una falsa peluca, parece que está interpretando a un retrasado mental en vez de a Atahualpa...
Doblaje en castellano vomitivo, el cuál le resta sin ningún género de dudas calidad al filme. Se echa de menos al doblador habitual de Shaw, el catalán Arsenio Corsellas.
Antes de embarcarse rumbo hacia los Estados Unidos para intervenir en todas aquellas grandes películas por las cuales habitualmente le conocemos (Tiburón, El Golpe, Domingo negro, Pelham 1,2,3), Robert Shaw rodó muchas películas en España durante los sesenta y principios de los setenta (La batalla de las Ardenas, Caza humana, Una ciudad llamada Bastarda, La batalla de Inglaterra, La caza real del Sol, La última aventura del general Custer, Robin y Marian, etc...).
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