Madre
6,1
5.378
Drama. Intriga
Elena (Marta Nieto) perdió a su hijo Iván, de seis años, en una playa de Francia. Ahora Elena vive en esa playa y está empezando a salir de ese oscuro túnel donde ha permanecido anclada todo este tiempo... Secuela en formato largometraje del cortometraje homónimo del propio Sorogoyen. (FILMAFFINITY)
22 de noviembre de 2019
22 de noviembre de 2019
124 de 142 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me ha dejado un vacío existencial considerable al salir de la sala de cine. El argumento tiene que ver, pero la interpretación de Marta aún más. Dale una oportunidad, vela, y luego, si eso, ven a leerme y te explico por qué me gustó tanto.
Empecemos ya, ¿vale? El argumento es sencillo. Trata sobre una relación entre una mujer de treinta y nueve años y un quinceañero. Ya hemos visto esto antes en Verano del 42 (con playa incluida), El Lector (con nazis incluidos) o La pianista (con perversiones sadomasoquistas incluidas). Vale, pero ¿qué aporta esta?
Pues que es delicada, es inteligente, está cuidada y sabe mezclar todo lo bueno que tiene para que en conjunto todo sepa mejor:
1) EL TRATAMIENTO DEL DOLOR. Hay un profundo dolor latente en el personaje de la protagonista. Es una mujer que perdió a su hijo y ahora cree que ha podido encontrarlo diez años después, asentado como hijo de otra familia.
2) LA SUTILEZA EN LA NARRACIÓN. La película podría caer en lo grosero en muchos momentos. En algunos puntos sería facilísimo embarrar, de hecho. Pero no lo hace. Fluye. Y en buena parte es gracias a Marta Nieto. Creo que la comunicación con Sorogoyen ha debido de ser extremadamente cercana, porque Marta parece saber qué quería el guionista y director en cada momento y sabía cómo dárselo. Me he fijado en las reacciones de sus ojos y sus labios cada vez que alguien hablaba con ella y mentaba cualquier mínimo detalle que atendiera a su dolor personal. Le cambiaba de forma muy sutil el gesto, de una forma natural. Daba la sensación de ser un personaje vivo y real, solo por su forma de estar.
3) LA FOTOGRAFÍA. La parte encargada de encontrar las localizaciones del filme y elegir los momentos idóneos de luz me parece que ha hecho un trabajo admirable. Madre tiene una estética de cielos nublados, mar revuelto, hojas de principios de otoño y días que se acortan. Recuerda, a su manera, a ciertas obras del Allen más bergmaniano, como Septiembre o Interiores. Es una película idónea para ver una de esas tardes tristes del último verano, en una casita junto al mar. (Esta es una apreciación muy personal, pero ¡es que no quiero ser objetivo!).
Esos serían los tres puntos principales que más llaman mi atención. Ahondemos en más cosas.
Ven, vámonos al spoiler, que tengo traca. Había gente en la sala que salió decepcionada, diciendo no haber entendido nada, tachándola de lenta (?!) y preguntándose cómo había ganado tantos premios. Y me apetece contarte a ti por qué a mí me parece tan soberbia. Vamos al spoiler:
**Nota antes de irnos al spoiler:
No sé el peso habitual de Nieto, pero el estado mental de Elena parece reflejarse muy bien en la delgadez de la actriz, que acerca su físico al de personajes como el de Bale en El maquinista (sumido en la culpa), el de Gyllenhaal en Nightcrawler (un ser canino) o el de Phoenix en Joker (un enfermo pisoteado).
Empecemos ya, ¿vale? El argumento es sencillo. Trata sobre una relación entre una mujer de treinta y nueve años y un quinceañero. Ya hemos visto esto antes en Verano del 42 (con playa incluida), El Lector (con nazis incluidos) o La pianista (con perversiones sadomasoquistas incluidas). Vale, pero ¿qué aporta esta?
Pues que es delicada, es inteligente, está cuidada y sabe mezclar todo lo bueno que tiene para que en conjunto todo sepa mejor:
1) EL TRATAMIENTO DEL DOLOR. Hay un profundo dolor latente en el personaje de la protagonista. Es una mujer que perdió a su hijo y ahora cree que ha podido encontrarlo diez años después, asentado como hijo de otra familia.
2) LA SUTILEZA EN LA NARRACIÓN. La película podría caer en lo grosero en muchos momentos. En algunos puntos sería facilísimo embarrar, de hecho. Pero no lo hace. Fluye. Y en buena parte es gracias a Marta Nieto. Creo que la comunicación con Sorogoyen ha debido de ser extremadamente cercana, porque Marta parece saber qué quería el guionista y director en cada momento y sabía cómo dárselo. Me he fijado en las reacciones de sus ojos y sus labios cada vez que alguien hablaba con ella y mentaba cualquier mínimo detalle que atendiera a su dolor personal. Le cambiaba de forma muy sutil el gesto, de una forma natural. Daba la sensación de ser un personaje vivo y real, solo por su forma de estar.
3) LA FOTOGRAFÍA. La parte encargada de encontrar las localizaciones del filme y elegir los momentos idóneos de luz me parece que ha hecho un trabajo admirable. Madre tiene una estética de cielos nublados, mar revuelto, hojas de principios de otoño y días que se acortan. Recuerda, a su manera, a ciertas obras del Allen más bergmaniano, como Septiembre o Interiores. Es una película idónea para ver una de esas tardes tristes del último verano, en una casita junto al mar. (Esta es una apreciación muy personal, pero ¡es que no quiero ser objetivo!).
Esos serían los tres puntos principales que más llaman mi atención. Ahondemos en más cosas.
Ven, vámonos al spoiler, que tengo traca. Había gente en la sala que salió decepcionada, diciendo no haber entendido nada, tachándola de lenta (?!) y preguntándose cómo había ganado tantos premios. Y me apetece contarte a ti por qué a mí me parece tan soberbia. Vamos al spoiler:
**Nota antes de irnos al spoiler:
No sé el peso habitual de Nieto, pero el estado mental de Elena parece reflejarse muy bien en la delgadez de la actriz, que acerca su físico al de personajes como el de Bale en El maquinista (sumido en la culpa), el de Gyllenhaal en Nightcrawler (un ser canino) o el de Phoenix en Joker (un enfermo pisoteado).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La relación entre Elena y Jean: es fluida y natural. Son dos personas que forman una relación similar, pero no igual. Cada uno va por un túnel distinto, como diría Sabato. Ella ve en él al que podría ser su hijo. Él ve en ella a una mujer adulta que le presta atención. En ella hay un instinto maternal. En él, quizás, uno más inclinado a la pasión. Ella parece una mujer desquiciada por haber perdido a su hijo. Él es un adolescente (¿hay algo más desquiciado que el amor adolescente?). Pero ninguno se declara al otro en prácticamente todo el metraje. Ella no se declara como madre y él no se declara como amante.
Elena lo mira mientras duerme, buscando, quizá, un lunar que corresponda al que tendría su hijo. Él intenta acercarse lo máximo posible a su piel: tocar su pie con su mano, apoyarse en ella, buscar su cara con la suya, etc. Todo discurre sin cruzar ninguna línea. Los padres de él se preocupan por el chico. La pareja de Elena se preocupa por ella (por sus decisiones y por su salud mental).
Mientras tanto, todo parece dañar a Elena: los cuchicheos de la gente del pueblo o, simplemente, que su pareja mencione el nombre de su hijo muerto. Es muy fácil sentir el dolor, la soledad o la incomprensión de Elena. Sin embargo, cuando está con Jean puede ser ella misma y tomarse un tiempo muerto. Puede descansar. De hecho, Jean insinúa algo sobre su hijo al principio; pero ella se molesta, y él no vuelve a pisar ese terreno hasta el final.
Al final, la escena donde ambos se despiden en el coche (ese es su final, de ellos) me recordó mucho a 10 Items or Less. En aquella película de Silberling dos personas que se llegan a tener mucho aprecio se despiden agradecidos el uno al otro y sin que ninguno pretenda cruzar la línea que los separa (Morgan Freeman está casado y es mayor que Paz Vega y ambos saben que besarse sería una insensatez).
En cambio, en Madre sí se acaba cruzando esa línea en ese momento de despedida.. Jean, finalmente, le dice que sabe que él le recuerda a su hijo. Ella rompe a llorar y este avanza a consolarla y besar sus hombros, hasta que ella lo besa, como si cada uno consiguiera un poco de lo que pretendía.
Quizá Elena pensase por momentos que Jean podría ser su hijo desaparecido, pero me inclino más a pensar que ella solo estaba disfrutando el momento, imaginando la posibilidad de que ESE fuera de verdad su hijo, y simplemente jugando a papás y mamás porque eso te hace sentir mejor, al menos, en tanto que dura la farsa. Y porque conoce la imposibilidad de poder tener esos momentos de forma real a esas alturas. Se ha perdido todos esos momentos: tenerlo en su regazo, secarlo con la toalla cuando sale de la playa, verlo bailar con una chica... (¿Te das cuenta ahora de la importancia en su conjunto de todas esas escenas por separado? Todos esos hitos definen muy bien a ambos personajes por separado y también en conjunto. En ambos están sucediendo dos cosas a la vez, y quizás tanto Jean como Elena sean conscientes de lo que el otro está viviendo).
En el final definitivo Elena llama al padre de su hijo muerto en lo que parece una llamada de disculpa, aceptación y comprensión. Quizá sea el comienzo de lo que supondría cerrar esa etapa para Elena (sin necesitar de una pareja o del parche de un nuevo hijo para sanar); y, a la vez, Jean ha podido cerrar la etapa de vivir uno de esos veranos que suponen un punto de fractura entre ser niño y ser hombre.
Como colofón, hay dos cosas que no me gustaron:
1) Creo que la película se ha doblado, y haberla visto en VOSE habría sido doblemente jugosa; y
2) La escena en la que Elena se va de fiesta con tres pubescentes alocados sobraba. No aportaba nada más a la trama, más allá de la tensión que implica que peligre su integridad, como cuando abusaban de Sera en Leaving Las Vegas.
Elena lo mira mientras duerme, buscando, quizá, un lunar que corresponda al que tendría su hijo. Él intenta acercarse lo máximo posible a su piel: tocar su pie con su mano, apoyarse en ella, buscar su cara con la suya, etc. Todo discurre sin cruzar ninguna línea. Los padres de él se preocupan por el chico. La pareja de Elena se preocupa por ella (por sus decisiones y por su salud mental).
Mientras tanto, todo parece dañar a Elena: los cuchicheos de la gente del pueblo o, simplemente, que su pareja mencione el nombre de su hijo muerto. Es muy fácil sentir el dolor, la soledad o la incomprensión de Elena. Sin embargo, cuando está con Jean puede ser ella misma y tomarse un tiempo muerto. Puede descansar. De hecho, Jean insinúa algo sobre su hijo al principio; pero ella se molesta, y él no vuelve a pisar ese terreno hasta el final.
Al final, la escena donde ambos se despiden en el coche (ese es su final, de ellos) me recordó mucho a 10 Items or Less. En aquella película de Silberling dos personas que se llegan a tener mucho aprecio se despiden agradecidos el uno al otro y sin que ninguno pretenda cruzar la línea que los separa (Morgan Freeman está casado y es mayor que Paz Vega y ambos saben que besarse sería una insensatez).
En cambio, en Madre sí se acaba cruzando esa línea en ese momento de despedida.. Jean, finalmente, le dice que sabe que él le recuerda a su hijo. Ella rompe a llorar y este avanza a consolarla y besar sus hombros, hasta que ella lo besa, como si cada uno consiguiera un poco de lo que pretendía.
Quizá Elena pensase por momentos que Jean podría ser su hijo desaparecido, pero me inclino más a pensar que ella solo estaba disfrutando el momento, imaginando la posibilidad de que ESE fuera de verdad su hijo, y simplemente jugando a papás y mamás porque eso te hace sentir mejor, al menos, en tanto que dura la farsa. Y porque conoce la imposibilidad de poder tener esos momentos de forma real a esas alturas. Se ha perdido todos esos momentos: tenerlo en su regazo, secarlo con la toalla cuando sale de la playa, verlo bailar con una chica... (¿Te das cuenta ahora de la importancia en su conjunto de todas esas escenas por separado? Todos esos hitos definen muy bien a ambos personajes por separado y también en conjunto. En ambos están sucediendo dos cosas a la vez, y quizás tanto Jean como Elena sean conscientes de lo que el otro está viviendo).
En el final definitivo Elena llama al padre de su hijo muerto en lo que parece una llamada de disculpa, aceptación y comprensión. Quizá sea el comienzo de lo que supondría cerrar esa etapa para Elena (sin necesitar de una pareja o del parche de un nuevo hijo para sanar); y, a la vez, Jean ha podido cerrar la etapa de vivir uno de esos veranos que suponen un punto de fractura entre ser niño y ser hombre.
Como colofón, hay dos cosas que no me gustaron:
1) Creo que la película se ha doblado, y haberla visto en VOSE habría sido doblemente jugosa; y
2) La escena en la que Elena se va de fiesta con tres pubescentes alocados sobraba. No aportaba nada más a la trama, más allá de la tensión que implica que peligre su integridad, como cuando abusaban de Sera en Leaving Las Vegas.
21 de noviembre de 2019
21 de noviembre de 2019
49 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Antes que nada decir que recomiendo encarecidamente ver la película en versión original, ya que si no, pierdes importantes matices del relato)
Cómo no, me veía obligado a ver el nuevo título de la filmografía de Sorogoyen. Con altas expectativas, puesto que él, junto a Isa Peña han nutrido desde hace 6 años al cine nacional con historias tan incitantes como su manera de contarlas.
El corto homónimo resulta brillante pero dota de una controversia indigna a este también brillante largometraje. El corto funciona por separado, asimismo dentro de la película. El problema está en que ambos conviven como productos individuales.
Rodrigo decide desdibujar el camino natural de continuar el corto con su mismo género (el thriller), que maneja a la perfección como ya nos mostró en sus dos últimos films. Y ponerse, ponernos, el desafío de explorar nuevos senderos como lo es el drama psicológico e intimista de Madre. Conservando su huella como director, desde los angulares a los planos secuencia.
El relato es extremadamente complejo porque así lo es la tragedia de su protagonista. No es la madre impotente del corto, nos la encontramos sin ser madre porque ni siquiera es persona. La desaparición de su hijo es un hecho más que asentado en su cabeza, diez años en ella. Diez años es la elipsis entre que vemos a Elena bajando las escaleras y el paisaje de una inmensa playa (mientras digerimos lo que ha pasado) y buscamos personajes en esa grandiosidad, durante un tiempo notable que la cámara nos ofrece. La playa y la vida, le asignan un tamaño insignificante.
La narración de toda la película es totalmente subjetiva, íntegramente desde la emoción de Elena. Está perdida, sin rumbo, y el espectador entra a viajar con ella. También nos pierde a los espectadores para sentirnos igual, con la ambigüedad…
Madre nos brinda unas interpretaciones excepcionales. Nos confirma a Brendemühl, y nos descubre a Jules Porier con una mirada con múltiples tonalidades; y a una monumental Marta Nieto (destacando su expresión corporal), que por cierto, adelgazó notablemente para meterse en situación, en ese cuerpo extenuado. Por último, el paisaje como un personaje más, espectacular, tanto por como es retratado por Álex de Pablo (impresionante secuencia la de la intrusión en la casa) como por las localizaciones...
Sin duda de las tres mejores películas españolas de 2019.
Sigo en spoiler.
Cómo no, me veía obligado a ver el nuevo título de la filmografía de Sorogoyen. Con altas expectativas, puesto que él, junto a Isa Peña han nutrido desde hace 6 años al cine nacional con historias tan incitantes como su manera de contarlas.
El corto homónimo resulta brillante pero dota de una controversia indigna a este también brillante largometraje. El corto funciona por separado, asimismo dentro de la película. El problema está en que ambos conviven como productos individuales.
Rodrigo decide desdibujar el camino natural de continuar el corto con su mismo género (el thriller), que maneja a la perfección como ya nos mostró en sus dos últimos films. Y ponerse, ponernos, el desafío de explorar nuevos senderos como lo es el drama psicológico e intimista de Madre. Conservando su huella como director, desde los angulares a los planos secuencia.
El relato es extremadamente complejo porque así lo es la tragedia de su protagonista. No es la madre impotente del corto, nos la encontramos sin ser madre porque ni siquiera es persona. La desaparición de su hijo es un hecho más que asentado en su cabeza, diez años en ella. Diez años es la elipsis entre que vemos a Elena bajando las escaleras y el paisaje de una inmensa playa (mientras digerimos lo que ha pasado) y buscamos personajes en esa grandiosidad, durante un tiempo notable que la cámara nos ofrece. La playa y la vida, le asignan un tamaño insignificante.
La narración de toda la película es totalmente subjetiva, íntegramente desde la emoción de Elena. Está perdida, sin rumbo, y el espectador entra a viajar con ella. También nos pierde a los espectadores para sentirnos igual, con la ambigüedad…
Madre nos brinda unas interpretaciones excepcionales. Nos confirma a Brendemühl, y nos descubre a Jules Porier con una mirada con múltiples tonalidades; y a una monumental Marta Nieto (destacando su expresión corporal), que por cierto, adelgazó notablemente para meterse en situación, en ese cuerpo extenuado. Por último, el paisaje como un personaje más, espectacular, tanto por como es retratado por Álex de Pablo (impresionante secuencia la de la intrusión en la casa) como por las localizaciones...
Sin duda de las tres mejores películas españolas de 2019.
Sigo en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Dentro de ese ocaso, se ilumina un faro frente a Elena, Jean. Un rostro que le genera un sentimiento que asocia a recuerdos antágonicos a su sombría vida actual. Un sentimiento que no sabemos identificar porque ella tampoco puede hacerlo. No le podemos poner nombre.
Desde ese momento va en constante persecución de ese indescriptible sentimiento.
Y se crea una relación, igualmente confusa. Ambigua, inconveniente e imprecisa.
Solo sabemos que es afectiva y saludable, los dos están mejor al estar con el otro. Pero no sabemos ni el qué ni el porqué.
Entiendo la tensión sexual como un macrocosmos de temas, porque la historia no habla de sexo, vemos que existe una tensión sexual honesta partiendo de dos puntos totalmente diferentes. Hay un desequilibrio tan grande que no podemos hablar de tensión sexual convencional.
Por todo esto la relación no se puede explicar porque no se encuentran palabras y se oculta a los demás seres que conviven con los protagonistas.
(Además, aunque fuera una amistad convencional no se entendería del todo en nuestra sociedad por la diferencia de edad.)
Sería inmoral hacer una crítica moral de la película porque perderíamos el foco de esta. Porque el tema no es el sexo, es la disolución de la locura que es malentendida para todo el mundo y hasta para el espectador.
El papel de Joseba es buenísimo, transmite ternura y protección y asume siempre la distancia que tiene que mantener con la persona a la que ama, que es una “discapacitada emocional”. Intenta poner luz donde es imposible hacerlo. Y su entrega habita en ese intento.
Lo que sí sabemos es que está relación es la única manera que tiene Elena para hablar de su problema.
El sutil beso no es la consecuencia de nada. Es un momento de agradecimiento recíproco, los dos alcanzan un resultado que es superar barreras, y llegan a la equidad. Es una disolución de problemas. Sino fuese este el único objetivo, el beso se hubiera dado en cualquiera de los momentos en los que estaban solos.
Ella consigue salvar a un niño (de sus problemas adolescentes y familiares), que puede volver a vivir con normalidad y felicidad. Algo que no pudo hacer en su momento. Y además llega a aceptar su drama y a perdonar al culpable como vemos en la acertadísima llamada final.
Como dice el director esta película va “del miedo al amor, de la oscuridad a la luz y de la muerte a la vida.”
Desde ese momento va en constante persecución de ese indescriptible sentimiento.
Y se crea una relación, igualmente confusa. Ambigua, inconveniente e imprecisa.
Solo sabemos que es afectiva y saludable, los dos están mejor al estar con el otro. Pero no sabemos ni el qué ni el porqué.
Entiendo la tensión sexual como un macrocosmos de temas, porque la historia no habla de sexo, vemos que existe una tensión sexual honesta partiendo de dos puntos totalmente diferentes. Hay un desequilibrio tan grande que no podemos hablar de tensión sexual convencional.
Por todo esto la relación no se puede explicar porque no se encuentran palabras y se oculta a los demás seres que conviven con los protagonistas.
(Además, aunque fuera una amistad convencional no se entendería del todo en nuestra sociedad por la diferencia de edad.)
Sería inmoral hacer una crítica moral de la película porque perderíamos el foco de esta. Porque el tema no es el sexo, es la disolución de la locura que es malentendida para todo el mundo y hasta para el espectador.
El papel de Joseba es buenísimo, transmite ternura y protección y asume siempre la distancia que tiene que mantener con la persona a la que ama, que es una “discapacitada emocional”. Intenta poner luz donde es imposible hacerlo. Y su entrega habita en ese intento.
Lo que sí sabemos es que está relación es la única manera que tiene Elena para hablar de su problema.
El sutil beso no es la consecuencia de nada. Es un momento de agradecimiento recíproco, los dos alcanzan un resultado que es superar barreras, y llegan a la equidad. Es una disolución de problemas. Sino fuese este el único objetivo, el beso se hubiera dado en cualquiera de los momentos en los que estaban solos.
Ella consigue salvar a un niño (de sus problemas adolescentes y familiares), que puede volver a vivir con normalidad y felicidad. Algo que no pudo hacer en su momento. Y además llega a aceptar su drama y a perdonar al culpable como vemos en la acertadísima llamada final.
Como dice el director esta película va “del miedo al amor, de la oscuridad a la luz y de la muerte a la vida.”
29 de octubre de 2019
29 de octubre de 2019
37 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos personajes, un único espacio y una llamada de teléfono que lo cambia todo. Madre, pese a su estatus de cortometraje, se trataba de una escena sin cortes, ni principio ni final. Cabe imaginarse que, ante una premisa tan potente, Sorogoyen, de mente inquieta, no tardó en elucubrar posibles continuaciones de la historia. Había que convertir el juego de casi veinte minutos en una película propia. El reto no era fácil y, tras visionar el largo resultante, impera la sospecha de que el director de El reino nunca supo exactamente en qué dirección llevar la debacle emocional de una madre que, a su pesar, ha dejado de serlo.
La cámara de Álex de Pablo sigue a la protagonista como quien va tras los pasos de un fantasma, con planos que unen la majestuosidad del paisaje costero con la intimidad de una mujer herida. Sorogoyen apela al drama pero sobre todo al thriller, con una puesta en escena y una apuesta bilingüe bastante inusual en nuestra cinematografía. El misterio se mantiene intacto e incómodo durante gran parte del metraje, pero al final la narración hace suya la desazón de su protagonista: languidece, titubea, casi agoniza. La extrañeza gana a la emoción. El efectismo de sus escenas, concebidas como set pieces tensas, se impone al desgarro. Y entre todo ello, destaca la mirada de un Sorogoyen que sigue y persigue a Marta Nieto, una actriz que carga en sus espaldas toda la película, para salvarla y para evidenciar todas sus flaquezas.
Se agradece el empaque europeo de la propuesta pero Madre, contra todo pronóstico y a nuestro pesar, es sin duda el título menos satisfactorio de Sorogoyen. Una película que recordaremos como aquello que siempre fue desde su concepción breve: un escalofrío en el espinazo, una nebulosa anómala, la calma aparente tras la tormenta inexplicable. Madre, versión 2019, por recato, por incapacidad de sus responsables o por motivos que se escapan a nuestro entendimiento, es la dilatada promesa de un clímax que nunca llega. Decepción con matices. Aunque a lo mejor lo que quería Sorogoyen era precisamente eso: filmar la larga travesía hacia la nada, estirar todavía más los puntos suspensivos. Hacer suyo, tal vez, el discurso de la Julieta almodovariana de "tu ausencia llena mi vida por completo y la destruye".
@CinoscaRarities
Más críticas y podcasts en https://cachecine.blogspot.com/
La cámara de Álex de Pablo sigue a la protagonista como quien va tras los pasos de un fantasma, con planos que unen la majestuosidad del paisaje costero con la intimidad de una mujer herida. Sorogoyen apela al drama pero sobre todo al thriller, con una puesta en escena y una apuesta bilingüe bastante inusual en nuestra cinematografía. El misterio se mantiene intacto e incómodo durante gran parte del metraje, pero al final la narración hace suya la desazón de su protagonista: languidece, titubea, casi agoniza. La extrañeza gana a la emoción. El efectismo de sus escenas, concebidas como set pieces tensas, se impone al desgarro. Y entre todo ello, destaca la mirada de un Sorogoyen que sigue y persigue a Marta Nieto, una actriz que carga en sus espaldas toda la película, para salvarla y para evidenciar todas sus flaquezas.
Se agradece el empaque europeo de la propuesta pero Madre, contra todo pronóstico y a nuestro pesar, es sin duda el título menos satisfactorio de Sorogoyen. Una película que recordaremos como aquello que siempre fue desde su concepción breve: un escalofrío en el espinazo, una nebulosa anómala, la calma aparente tras la tormenta inexplicable. Madre, versión 2019, por recato, por incapacidad de sus responsables o por motivos que se escapan a nuestro entendimiento, es la dilatada promesa de un clímax que nunca llega. Decepción con matices. Aunque a lo mejor lo que quería Sorogoyen era precisamente eso: filmar la larga travesía hacia la nada, estirar todavía más los puntos suspensivos. Hacer suyo, tal vez, el discurso de la Julieta almodovariana de "tu ausencia llena mi vida por completo y la destruye".
@CinoscaRarities
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11 de noviembre de 2019
11 de noviembre de 2019
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madre (Rodrigo Sorogoyen, 2019)
Rodrigo Sorogoyen ya es una de los referentes en lo que se refiere al cine español actual. Siendo un director joven ya tiene varias joyitas en su filmografía. El corte Madre (2016) del que se basa esta película, es un ejemplo de ello.
Esta película es una interpretación pero desde un punto de vista distinto. Es algo que se reslata al principio, el cambio de género, del thriller que Rodrigo demostró dominar en el Reino (2018) a el drama más intimista. Prefiero que se enmarque en el drama porque es tal y como está concebido el guión de la película.
Me gusta que la película refleje una historia tan pequeña y mundana. Con un ritmo lento se dejan caer las cosas, más por su propio peso de las acciones que por prisas. Que el guión se tome su tiempo en este tipo de películas es esencial. Igual que también es esencial tener algo de sutileza, a la hora de tratar a los personajes.
El marco de las relaciones es uno de los objetivos de la película. Vemos distintas formas y en distintas etapas, pero la relación central, es una muy interesante, porque sin juzgarles a ambos deja ver las luces y sombras.
Marta Nieto brilla con una interpretación muy contenida y una preparación tanto física (adelgazar al extremo), como intelectual (aprendiendo francés para la película). Es cierto que es de estas grandes interpretaciones que sostienen la película, pero la dirección tampoco se queda atrás. Desde el inicio que ya he dicho en clave de thriller en una sola toma, hasta los continuos giros de cámara alrededor de la protagonista, vemos la obra de un autor.
Al final todo lleva a la conclusión de cerrar una etapa, el duelo eterno de una madre y su hijo. La gracia aquí es retratar el camino y me parece sobresaliente tanto en forma como en fondo.
Rodrigo Sorogoyen ya es una de los referentes en lo que se refiere al cine español actual. Siendo un director joven ya tiene varias joyitas en su filmografía. El corte Madre (2016) del que se basa esta película, es un ejemplo de ello.
Esta película es una interpretación pero desde un punto de vista distinto. Es algo que se reslata al principio, el cambio de género, del thriller que Rodrigo demostró dominar en el Reino (2018) a el drama más intimista. Prefiero que se enmarque en el drama porque es tal y como está concebido el guión de la película.
Me gusta que la película refleje una historia tan pequeña y mundana. Con un ritmo lento se dejan caer las cosas, más por su propio peso de las acciones que por prisas. Que el guión se tome su tiempo en este tipo de películas es esencial. Igual que también es esencial tener algo de sutileza, a la hora de tratar a los personajes.
El marco de las relaciones es uno de los objetivos de la película. Vemos distintas formas y en distintas etapas, pero la relación central, es una muy interesante, porque sin juzgarles a ambos deja ver las luces y sombras.
Marta Nieto brilla con una interpretación muy contenida y una preparación tanto física (adelgazar al extremo), como intelectual (aprendiendo francés para la película). Es cierto que es de estas grandes interpretaciones que sostienen la película, pero la dirección tampoco se queda atrás. Desde el inicio que ya he dicho en clave de thriller en una sola toma, hasta los continuos giros de cámara alrededor de la protagonista, vemos la obra de un autor.
Al final todo lleva a la conclusión de cerrar una etapa, el duelo eterno de una madre y su hijo. La gracia aquí es retratar el camino y me parece sobresaliente tanto en forma como en fondo.
18 de abril de 2020
18 de abril de 2020
32 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Sorogoyen me había parecido interesante e inquietante hasta llegar a esta película. El cortometraje del que parte no está nada mal, pero no me parece esa joya tan ensalzada.
Me intrigaba hallar respuesta a qué paso con el hijo de la protagonista, pero ya desde el principio confieso que la película me parece vacía y artificial. No me creo ni por un segundo la relación entre Elena y Jean. Por cierto, el chaval es irritante y me cuesta pensar que una mujer por muy dolida que este por la pérdida de un hijo, se deje seducir por un papanatas de esta calaña.
Hay escenas en la película que son lamentables, como cuando se va de fiesta con los 3 adolescentes.
Una decepción como pocas, dentro de un año de muy buen cine español.
Me intrigaba hallar respuesta a qué paso con el hijo de la protagonista, pero ya desde el principio confieso que la película me parece vacía y artificial. No me creo ni por un segundo la relación entre Elena y Jean. Por cierto, el chaval es irritante y me cuesta pensar que una mujer por muy dolida que este por la pérdida de un hijo, se deje seducir por un papanatas de esta calaña.
Hay escenas en la película que son lamentables, como cuando se va de fiesta con los 3 adolescentes.
Una decepción como pocas, dentro de un año de muy buen cine español.
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