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The Brutalist

Drama Huyendo de la Europa de la posguerra, el visionario arquitecto László Toth llega a Estados Unidos para reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con su esposa Erzsébet tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Solo y en un nuevo país totalmente desconocido para él, László se establece en Pensilvania, donde el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren ... [+]
Críticas 197
Críticas ordenadas por utilidad
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3
25 de enero de 2025
495 de 712 usuarios han encontrado esta crítica útil
Flojo trabajo de un director y guionista que no había apenas destacado antes por nada, más que alguna película de mediano interés, y que alguien ha decidido que era hora de afirmar que ha hecho una obra maestra, produciéndose el inexplicable efecto bola de nieve de "qué hermoso el vestido del emperador" mientras el emperador camina en cueros. Obra maestra del aburrimiento durante más de tres horas, donde sólo brillan con cierto mérito la fotografía y la dirección artística. Lo demás puro tedio para regocijo de las nuevas generaciones de críticos profesionales y buena parte de espectadores que cada vez me resulta más complicado entender.

A pesar del supuesto fondo de gran dramatismo, el guion pronto revela que carece de fuerza suficiente, y además la narrativa no ayuda a hacer atractiva una historia que no tiene demasiado que contar. Salvo algunos momentos de interés, especialmente al comienzo y hacia el final, la forma de narrar va a trompicones deteniéndose demasiado (hasta la extenuante duración de doscientos quince minutos) en varias escenas lentas y redundantes alternando con momentos irregulares de desarrollo rápido con partes raras y algunas secuencias pobremente explicadas.

Casi todos los actores, aunque no están mal, pasan por allí en una historia donde el argumento los arrastra al vacío, y el principal protagonista Adrien Brody, aun actuando bien, es una caricatura del de la auténtica gran película que le valió un Oscar cuando los premios de la Academia estadounidense aún eran de la época en que el cine no había entrado en sus años de mayor decadencia creativa: "El pianista". No obstante, viendo las candidaturas a los próximos Oscars, no es extraño que esto sea de lo más nominado.

Tras decepcionarme profundamente con este largometraje, para volver a confiar en el séptimo arte he necesitado revisitar una historia narrada con muy buen pulso, donde también se critica el sistema económico desigual y las penurias de los desheredados que deben dejar atrás su hogar buscando tierras de nuevas esperanzas. Y es que la pluma de Steinbeck junto al maestro John Ford hacen de "Las uvas de la ira" toda la obra maestra que deja a "The Brutalist" desnuda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final, lo único originalmente salvable del argumento en tres horas y media, es que la obra arquitectónica que buscaba construir el vejado protagonista László Tóth era una denuncia al horror vivido en los campos de concentración.

No intenten entender o buscar qué pasa exactamente en el desenlace con el personaje de Harrison Lee Van Buren interpretado por Guy Pierce... Porque ni lo encontrarán ni lo entenderán en esta "obra maestra" de una nada exagerada.
3
26 de enero de 2025
293 de 386 usuarios han encontrado esta crítica útil
Idea motriz. Mostrar cómo tras el genocidio del pueblo judío en Europa, la creación del Estado de Israel era necesario ya que existía una discriminación en cualquier parte del mundo y solo se podía encontrar ayuda en otros miembros de la misma comunidad.

Como se lleva al cine. La película muestra la vida de un arquitecto húngaro, formado en la Bauhaus, de religión judía y superviviente de un campo de concentración que huye de la posguerra en Hungría, en el año 1947 a Estados Unidos. Allí sufre todo tipo de penalidades ya que los católicos y protestantes envidian su talento y belleza. Gracias a la ayuda de un abogado también judío, logra agrupar a su familia retenida en Europa. Sin embargo, el talento de la pareja sigue siendo envidiado y sufren, junto a su sobrina huérfana, todo tipo de abusos por malvados católicos y protestantes. Ese rechazo y aislamiento le lleva a la autodestrucción, adicciones, depresión. Israel se convierte en su tabla de salvación, el único lugar en donde pueden llevar una vida digna y donde su talento podrá desarrollarse y ser reconocido internacionalmente

Guion, dirección, banda sonora, interpretación. El arquitecto László Toth es un personaje ficticio, inspirado en otros arquitectos que sí ejercieron esa profesión en la vida real. Las noticias que aparecen en los noticiarios son la declaración del Estado de Israel como logro del movimiento sionista, la proclamación del primer presidente republicano tras la segunda guerra mundial y referencias a la guerra de Corea y a misiles balísticos que pueden alcanzar estados del Este de Europa. Es especialmente significativo que no se haga ninguna referencia a la población Palestina y a que la única referencia que se haga a ellos es de manera indirecta, señalando que irse a vivir al nuevo estado es "peligrosa". Los personajes con otras religiones (católicos o protestantes) de raza blanca son presentados como malvados y malvadas abusadores y envidiosos del talento de la familia judía. La frase final de que lo importante es el destino y no el camino se contrapone a la de "lo importante no es el destino sino el viaje" y puede interpretarse como en línea con la declaración de Jabotinsky, líder del sionismo revisionista y defensor del uso de la fuerza para ocupar y anexionarse tierras palestinas. Hay muchos primeros planos con la cámara en movimiento por lo que no parece una buena idea estar en las primeras filas del cine. La banda sonora es de lo mejor de la película. Las interpretaciones son correctas y se amoldan a los estereotipos de bondad y maldad de los personales.

Lo que más me ha gustado de la película. La idea de como las personas errantes, sin protección por parte de un estado, pueden ser consideradas superfluas, asesinadas o retenidas en campos de exterminio, concentración, aprisionados entre muros y el mar o en centros de retención de extranjeros. Como sigue habiendo personas errantes que ni siquiera son necesarios/as como fuerza de trabajo. La película muestra la injusticia de ese fenómeno en las imágenes de la llegada a la Isla de Ellis de los emigrantes y la referencia a aquellos que no pudieron entrar.

Lo que menos me ha gustado. La simplicidad del guion en el tratamiento de los personajes de religión judía que mantienen esa religión y que son buenos, tolerantes, talentosos, dignos y víctimas de abusos por parte de no judíos en cualquier parte del mundo que no sea Israel. En la otra parte están los blancos católicos, protestantes o incluso judíos que abandonan su religión por la aceptación de los gentiles, que son malvados, envidiosos, y que abusan de los judíos de todas las maneras posibles e imaginables.

La escena que quedará en mi recuerdo. En la proyección a la que asistí hubo un receso de 15 minutos. En esos quince minutos aparece la iconografía que simboliza la película, una familia judía feliz rodeada de la estrella de David y de escritura en alfabeto hebreo

Conclusión. Una película que se enmarca en la reivindicación del derecho bíblico por el que el movimiento sionista logró la creación del estado de Israel para albergar a la población de religión judía que había sobrevivido al genocidio nazi y que en el momento actual es reivindicada por el gobierno israelí y por la futura embajadora de EEUU en Naciones Unidas Elise Stefanik. Es perfectamente viable que esta cinta se encumbre en la próxima gala de los Oscar, dado que el apoyo sin complejos y sin fisuras a la actuación del actual gobierno israelí por parte de las diferentes administraciones de EEUU. La película es una llamada a establecer un apego sentimental al pueblo judío, que ha sufrido discriminación, expulsiones (por ejemplo de nuestro país) y un terrible y espantoso genocidio, a teñir las terribles atrocidades que comete el gobierno de Israel en suelo libanés y palestino como derecho de autodefensa. La película desliza un secreto, el fin justifica los medios ya que su supervivencia está en juego.
3
27 de enero de 2025
183 de 260 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi opinión, si bien la película tiene aspectos positivos, como algunas actuaciones y la fuerte crítica al "sueño americano", que es en realidad la fagocitación del genio creativo y la fuerza productora de los perseguidos cuando conviene a sus intereses, sin embargo, yo no he conseguido conectar con la parte emocional, me parece una película muy irregular en su realización (unas escenas se alaaargan inútilmente, mientras otras son excesivamente breves), no explica muchas cosas, a pesar de la excesiva duración.

Pero, lo que no puedo perdonar es esta nueva victimización del pueblo judío como si fuera el único que ha sido perseguido en la Historia y, sobre todo, la justificación (una vez más) de la creación del estado de Israel, con la consiguiente ocupación del territorio palestino y prolongado genocidio de sus habitantes. La frase central de la película "Lo importante es el camino, no el destino" es algo así como "el fin justifica los medios" y todo en ella nos lleva a esa justificación del sionismo que menciono. Esto se apoya en una simplificación muy burda de los personajes: los judíos son buenos, geniales, inteligentes, luchadores... mientras que el resto (incluídos los judíos que renuncian a su religión) son malvados, abusadores, especuladores... ¡Por favor! Si todos los pueblos que han sufrido persecución se dedicaran a ocupar estados y cometer genocidio contra sus habitantes, el planeta entero estaría permanentemente en guerra.

Ya está bien de utilizar el cine como propaganda sionista.
8
28 de octubre de 2024
181 de 274 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ocurre con la arquitectura, hay proyectos cinematográficos que nacen con la voluntad de trascender, de perdurar en el tiempo contra viento y marea. Seguro que es lo que se planteó Brady Corbet cuando consiguió financiación para una obra titánica, gigante y desbordante, que solo vislumbraríamos en manos de directores consagrados como Scorsese o Spielberg. Sin embargo, con un presupuesto mucho más modesto del que manejan estos mandamases de Hollywood, con menos de diez millones de dólares, el joven cineasta, de apenas 36 años, levanta un filme mastodóntico, una obra maestra que lo consagra ya como uno de los grandes en la industria del cine.

Corbet es tan visionario como el protagonista de su filme. Tenía en mente una cinta ambiciosa y la consigue materializar a la contra, con una duración cercana a las cuatro horas, en formato 70 mm, y con una temática, la arquitectura, discriminada por el séptimo arte. Y visto el resultado parece impensable. Pocos elementos tan cinematográficos como los que nos puede regalar el proceso de creación artística de un mueble, un interior o un edificio. ‘The Brutalist’ consigue hacer magia precisamente con los detalles, ensalzando cada paso, cada elección. Y el resultado en pantalla es tan bello y espectacular como podría serlo en vivo, gracias a la comunión única entre fotografía, iluminación, sonido y banda sonora.

El arranque de la cinta es apabullante, con una obertura que nos narra la llegada del arquitecto ficticio László Toth desde una Hungría en posguerra mundial a la tierra soñada de Estados Unidos, con ese imponente plano nadir de la Estatua de la Libertad que protagoniza el póster de la película. Metáfora del enorme peso y sacrificio que conlleva el sueño americano. Esta primera parte del filme consigue hacernos entender cómo funciona la mente de un arquitecto, cuáles son las preocupaciones de un artista que busca la armonización de todos los elementos. Especialmente hipnótica es la secuencia de adaptación de una biblioteca particular y que será la que le abrirá las puertas del estrellato al protagonista.

Desde ese momento, entra en juego la figura del mecenas, encarnada por un Guy Pearce pletórico, antagonista perfecto de Adrien Brody, en otro papel memorable que los catapulta directamente a ambos a lo más alto de la temporada de premios. La relación entre protector y protegido, entre el poderoso y el inmigrante, entre el que exige y el que debe una eterna gratitud, es uno de los planteamientos más interesantes de ‘The Brutalist’, que otra vez nos vuelve a enseñar lo carísimos que pueden resultar los peajes en una relación desigual.

Tras un intermedio de 15 minutos, el filme deja más al margen la fastuosidad y la belleza de la arquitectura para adentrarse en las vicisitudes del protagonista, su esposa y su sobrina. Con la llegada del personaje de Felicity Jones, la cinta se torna más melodramática y convencional. La crisis de pareja se entremezcla con las adicciones y, a su vez, con la crisis de identidad y el nacimiento del Estado de Israel, mientras se suceden los contratiempos en la construcción del megacomplejo encargado por el magnate a László Toth.

Desde ese momento, la película entra en un terreno más disperso, con demasiadas subtramas agolpadas en la segunda mitad. Por suerte, recupera la senda hacia el final, con un clímax de lo más tenso, y un epílogo que nos devuelve a la épica del principio. Gracias a esos minutos finales, entendemos el propósito del artista y llegamos a la misma conclusión que el filme: Lo que importa es el destino, no el camino. Así, no trascienden tanto los pequeños desajustes sino el resultado final. Y en ese sentido, lo que consigue Brady Corbet con ‘The Brutalist’ es una obra de arte que, sin duda, logrará perdurar en el tiempo.
6
23 de enero de 2025
103 de 129 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera incursión como director de cine de Brady Corbet para esta ansiosa película de 3 horas y media, mostrada en el Festival de Cine de Valladolid, provocando algunos debates críticos. Durante la vasta cinta, Corbet "resume" treinta años de la vida de László Tóth, el arquitecto judío que superó el Holocausto y migró a Estados Unidos en busca del sueño americano. La historia recuerda al otro papel de Adrien Brody en "El Pianista" de Polanski, donde asoma la intrincada debilidad de los personajes, que se ven reflejadas en este nuevo guión.

Pero, a pesar de la promesa de una crónica emocional atípica, la película se queda a medio camino en cuanto a mayor transmisión de los sentimientos. La comunicación con los personajes es supreflua, superficial, y deja al espectador esperando llegar a una mayor emoción y reconocimiento ante el drama de Tóth. La falta de esta comunicación de sentimiento quita efecto a los más negativos instantes de la historia.

La exposición de Corbet, repleta de metáforas visuales y extravagantes, suma además un agravante por dicha complejidad, que quizá supone un desafío para el espectador. Aunque intenta utilizar estos símbolos para enriquecer la historia, a menudo resultan poco arriesgados en su significado y difíciles de traducir. Esta complejidad, en lugar de aportar valor, se convierte en un obstáculo para la comprensión y disfrute de la película.

La inmensa duración de la película es otro aspecto que suscita protesta. Con una extensión de 215 minutos, la película se siente excesivamente larga y densa. La trama podría haberse condensado sin perder su esencia, permitiendo una experiencia más accesible y menos agotadora para el espectador. Esta duración desmesurada contribuye a que la narrativa se perciba pesada y, en ocasiones, innecesariamente alargada.

En última instancia, la película de Corbet parece ser el resultado de una visión aparentemente efectista que busca desafiar el cine convencional a cualquier precio. Aunque sea original, su enfoque retorcido y prolongado puede alejar a muchos espectadores. La obra destaca más por su pretensión artística que por su capacidad de conectar emocionalmente con su audiencia, quedándose en un desafiante intento insuficiente por redefinir los límites del cine contemporáneo.
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