Twin Peaks: The ReturnSerie
2017 

David Lynch (Creador), Mark Frost (Creador) ...
7,8
8.243
Serie de TV. Intriga. Thriller. Drama
Serie de TV (2017). 18 episodios. Continuación de la serie de culto "Twin Peaks", que vuelve a contar con gran parte del reparto original además de nuevas incorporaciones. La historia continúa alrededor de los personajes de Dale Cooper (Kyle MacLachlan) y Laura Palmer (Sheryl Lee), pero 25 años después. Mientras el agente sigue atrapado en la habitación roja, su alter ego macabro y sanguinario imparte el terror a su alrededor. Un nuevo ... [+]
7 de septiembre de 2017
7 de septiembre de 2017
140 de 207 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Sabéis esas obras que requieren más esfuerzo y paciencia por parte del espectador que la recompensa que uno va a recibir a cambio? Eso es lo que me ha parecido la tercera temporada de Twin Peaks.
Me encanta Lynch. Lost Highway y Blue Velvet están entre mis películas favoritas, y Twin Peaks es sin duda mi serie favorita. Lo que ha ocurrido en este nueva temporada para mí es evidente: el universo de Lynch ha absorbido totalmente Twin Peaks, perdiendo el equilibrio que hacía tan especial a la serie.
¿Qué equilibrio? El que encontrábamos en los contrastes surrealismo-realidad en la serie original. En una película de dos horas quizás no necesitamos tanto conectar con los personajes y las situaciones, y puede ser mucho más disfrutable dejarse llevar por el juego de la distorsión espacio-tiempo, las realidades paralelas, los doppelgängers y todos los elementos recurrentes en la filmografía de Lynch.
En una serie de cerca de 18 horas, seguir una trama codificada a conciencia, distorsionada y que da lugar a mil y una teorías requiere paciencia, y para mí la fórmula necesaria es tan evidente como difícil de conseguir: dame motivos para disfrutar el viaje.
El viaje de 18 horas es en ocasiones divertido, sorprendente, aterrador. El problema, sin embargo, es que en gran medida el viaje es frío, inconexo y poco cautivador: parece más bien un puzzle caótica e intencionadamente desordenado al que no solo le faltan piezas, sino que además parece que han roto muchas de ellas.
Todo lo que transmitía la Twin Peaks original, la fuerza de sus imágenes, de sus personajes, de sus situaciones, está totalmente diluido en esta tercera temporada.
Y claro que puedo disfrutar leyendo teorías sobre esta tercera temporada, y ver cómo encajan y le dan sentido, pero eso no cambia una diferencia primordial con la serie original: no necesitaba entenderlo todo para amarla.
Me encanta Lynch. Lost Highway y Blue Velvet están entre mis películas favoritas, y Twin Peaks es sin duda mi serie favorita. Lo que ha ocurrido en este nueva temporada para mí es evidente: el universo de Lynch ha absorbido totalmente Twin Peaks, perdiendo el equilibrio que hacía tan especial a la serie.
¿Qué equilibrio? El que encontrábamos en los contrastes surrealismo-realidad en la serie original. En una película de dos horas quizás no necesitamos tanto conectar con los personajes y las situaciones, y puede ser mucho más disfrutable dejarse llevar por el juego de la distorsión espacio-tiempo, las realidades paralelas, los doppelgängers y todos los elementos recurrentes en la filmografía de Lynch.
En una serie de cerca de 18 horas, seguir una trama codificada a conciencia, distorsionada y que da lugar a mil y una teorías requiere paciencia, y para mí la fórmula necesaria es tan evidente como difícil de conseguir: dame motivos para disfrutar el viaje.
El viaje de 18 horas es en ocasiones divertido, sorprendente, aterrador. El problema, sin embargo, es que en gran medida el viaje es frío, inconexo y poco cautivador: parece más bien un puzzle caótica e intencionadamente desordenado al que no solo le faltan piezas, sino que además parece que han roto muchas de ellas.
Todo lo que transmitía la Twin Peaks original, la fuerza de sus imágenes, de sus personajes, de sus situaciones, está totalmente diluido en esta tercera temporada.
Y claro que puedo disfrutar leyendo teorías sobre esta tercera temporada, y ver cómo encajan y le dan sentido, pero eso no cambia una diferencia primordial con la serie original: no necesitaba entenderlo todo para amarla.
29 de mayo de 2017
29 de mayo de 2017
110 de 153 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de ver los episodios iniciales, sé que está volviendo a suceder: el aire huele a abetos Douglas.
“La sensación de lugar es un aspecto crucial en el cine, porque deseas entrar en otro mundo. Cada historia tiene su mundo propio, su propia atmósfera, su tono. Tratamos de ensamblar las piezas –cada pequeño detalle– para crear esa sensación de lugar.”
“El sonido y la iluminación son esenciales. Los sonidos que se perciben en una habitación pueden ayudar a crear un mundo en ella y hacerlo más completo. Aunque muchos decorados resultan apropiados para tomas de conjunto, yo considero que también deberían ser lo suficientemente buenos como para ser observados desde cerca, mostrando sus detalles. No importa que nunca se vayan realmente a ver, tienes que sentir que están ahí, sentir que estás en un lugar real, un mundo verdadero.”
Twin Peaks es, ante todo, un mundo; un lugar de cine vertebrado en torno al mito de una chica ausente, Laura Palmer, misteriosa y salvajemente asesinada. Es un lugar de cine cerrado y acotado, enriquecido por la presencia beatífica y genial de Kyle MacLachlan, que encarna al singular agente Cooper. Recorremos la serie convencidos de que el Mal y sus metástasis jamás podrán con semejante paladín. Y el desenlace, en la Habitación Roja, nos deja desolados.
(25 años después)
El reto al que se enfrenta ahora David Lynch es formidable. Tras desvelar la identidad del asesino, el mundo de Twin Peaks se vino abajo. En palabras del propio director “It killed the thing”. A pesar de ello, el último episodio culminaba con una promesa de reencuentro. Hasta dentro de veinticinco años, le decía Laura a Coop. Y mientras tanto…
David Lynch se encuentra con un pueblo que ha vivido dos décadas y media de pura oscuridad. Sus habitantes han envejecido (tenemos la impresión, al menos en los primeros capítulos, de que los 51.201 pobladores del cartel siguen siendo inamovibles) aunque observan los mismos ritos que hace años, en la oficina del sheriff, en el The Great Northern Hotel o el Bang Bang Bar, con lo que queda amplificada la extrañeza. Especialmente conmovedora es la aparición de Catherine Coulson, la mujer del leño, con sus gafas de oxígeno y su cabeza despoblada.
Como ya hiciera en ‘Twin Peaks: fuego camina conmigo’, David Lynch ensancha el universo geográfico de la serie original. ‘Twin Peaks: The Returm’ desborda las fronteras de Twin Peaks. Nos muestra un mundo en que podrían encajar los mundos de ‘Cabeza Borradora’ –el árbol de la Habitación Roja, en que ha mutado, al parecer, el Hombre de Otro Lugar–, ‘Mulholland Drive’, ‘Carretera perdida’ y el de la fascinante ‘Inland Empire’:
“...carecía de guion. La fui escribiendo escena a escena, sin demasiadas pistas de hacia dónde me estaba encaminando. Pese al riesgo, tenía la sensación de que, al existir un campo unificado que todo lo contiene, las ideas de aquí y de allá acabarían conectadas.”
Pienso que ese proceder –apuntes, intuiciones, detalles muy precisos, exactitud y libre asociación– está en la base de esta ‘Twin Peaks: The Return’ que tiene trazas de ir a ser, si nada lo remedia, el testamento del más grande artista de la actualidad.
No se puede ir más allá con el sonido y su edición (el zumbido electrónico, el viento entre los árboles, la música o atmósfera). El humor surrealista, el tempo, la infección que se propaga. David Lynch pretende conjurar un mundo fractal que son todos sus mundos; llevar al límite su genio creador. Concibe un ortoedro transparente que bien podría ser lugar de encarnación para los seres torturados que pinta Francis Bacon; un recinto difícil de olvidar. Una televisión vacía y lista para el virus.
Estos primeros balbuceos no están exentos de asperezas: habré de acostumbrarme al Doppelgänger del agente Cooper, tiznado y melenudo, y al irritante iluminado Dougie Jones; tendré que digerir la ejecución violenta, no sé si necesaria, de tanto secundario; será preciso, en fin, entrar en este nuevo mundo y ver si, fatalmente, su campo unificado nos empapa.
El reciente documental ‘David Lynch: The Art Life’ se centra en sus pinturas. Y sin embargo, por lo visto hasta el momento, me atrevería a decir que esta serie es su trabajo más decididamente pictórico: en la composición, la luz y los encuadres; en la inmovilidad de algunos planos. Como ya hiciera en sus inicios, hay aquí pintura en movimiento.
“Eran las tres de la tarde. Pintaba el cuadro de un jardín nocturno, que contenía mucho color negro y plantas verdes emergiendo de la oscuridad. De pronto, las plantas empezaron a moverse y pude oír un viento que soplaba (...) Pensé, ‘¡Oh, qué maravilla!’ Y empecé a preguntarme si el cine sería una manera de hacer que las pinturas se movieran.”
Como en un bucle, su cine retorna a la pintura.
Intuyo que ‘Twin Peaks: The Return’ es un viaje de regreso. Confío en que, como en ‘Inland Empire’, al final del trayecto esté la redención. Deseo que el agente Cooper encuentre la salida y venza al monstruo que le mira en el espejo. Llegará a la barra, pedirá una tarta de cerezas y un café; y como si de un rito tibetano se tratara, ofrecerá sus donuts al espectador.
“Me encanta ver a las personas saliendo de la oscuridad”, escribe David Lynch. Y no hay placer más grande que vivirlo en la pantalla.
===
Cuando estuvo en Madrid, en la presentación del desastroso pase de ‘Cabeza Borradora’ y sus bobinas en desorden, le pregunté si iba a rodar alguna otra película. Su respuesta: “Tal vez”, me dejó frío –como si la novia dudara en el altar.
Me resistí a aceptar que sopesara interrumpir su matrimonio con el cine. Acto seguido, le regalé ‘Amberes’, de Roberto Bolaño. Quién sabe si lo habrá leído desde entonces. Pocas veces lo que uno ha urdido sucede luego como estaba planeado. Me complace pensar que algo de ese libro –una mota, un mínimo detalle– podría estar en esta nueva entrega de ‘Twin Peaks’.
La realidad, con David Lynch, jamás supera a la ficción.
“La sensación de lugar es un aspecto crucial en el cine, porque deseas entrar en otro mundo. Cada historia tiene su mundo propio, su propia atmósfera, su tono. Tratamos de ensamblar las piezas –cada pequeño detalle– para crear esa sensación de lugar.”
“El sonido y la iluminación son esenciales. Los sonidos que se perciben en una habitación pueden ayudar a crear un mundo en ella y hacerlo más completo. Aunque muchos decorados resultan apropiados para tomas de conjunto, yo considero que también deberían ser lo suficientemente buenos como para ser observados desde cerca, mostrando sus detalles. No importa que nunca se vayan realmente a ver, tienes que sentir que están ahí, sentir que estás en un lugar real, un mundo verdadero.”
Twin Peaks es, ante todo, un mundo; un lugar de cine vertebrado en torno al mito de una chica ausente, Laura Palmer, misteriosa y salvajemente asesinada. Es un lugar de cine cerrado y acotado, enriquecido por la presencia beatífica y genial de Kyle MacLachlan, que encarna al singular agente Cooper. Recorremos la serie convencidos de que el Mal y sus metástasis jamás podrán con semejante paladín. Y el desenlace, en la Habitación Roja, nos deja desolados.
(25 años después)
El reto al que se enfrenta ahora David Lynch es formidable. Tras desvelar la identidad del asesino, el mundo de Twin Peaks se vino abajo. En palabras del propio director “It killed the thing”. A pesar de ello, el último episodio culminaba con una promesa de reencuentro. Hasta dentro de veinticinco años, le decía Laura a Coop. Y mientras tanto…
David Lynch se encuentra con un pueblo que ha vivido dos décadas y media de pura oscuridad. Sus habitantes han envejecido (tenemos la impresión, al menos en los primeros capítulos, de que los 51.201 pobladores del cartel siguen siendo inamovibles) aunque observan los mismos ritos que hace años, en la oficina del sheriff, en el The Great Northern Hotel o el Bang Bang Bar, con lo que queda amplificada la extrañeza. Especialmente conmovedora es la aparición de Catherine Coulson, la mujer del leño, con sus gafas de oxígeno y su cabeza despoblada.
Como ya hiciera en ‘Twin Peaks: fuego camina conmigo’, David Lynch ensancha el universo geográfico de la serie original. ‘Twin Peaks: The Returm’ desborda las fronteras de Twin Peaks. Nos muestra un mundo en que podrían encajar los mundos de ‘Cabeza Borradora’ –el árbol de la Habitación Roja, en que ha mutado, al parecer, el Hombre de Otro Lugar–, ‘Mulholland Drive’, ‘Carretera perdida’ y el de la fascinante ‘Inland Empire’:
“...carecía de guion. La fui escribiendo escena a escena, sin demasiadas pistas de hacia dónde me estaba encaminando. Pese al riesgo, tenía la sensación de que, al existir un campo unificado que todo lo contiene, las ideas de aquí y de allá acabarían conectadas.”
Pienso que ese proceder –apuntes, intuiciones, detalles muy precisos, exactitud y libre asociación– está en la base de esta ‘Twin Peaks: The Return’ que tiene trazas de ir a ser, si nada lo remedia, el testamento del más grande artista de la actualidad.
No se puede ir más allá con el sonido y su edición (el zumbido electrónico, el viento entre los árboles, la música o atmósfera). El humor surrealista, el tempo, la infección que se propaga. David Lynch pretende conjurar un mundo fractal que son todos sus mundos; llevar al límite su genio creador. Concibe un ortoedro transparente que bien podría ser lugar de encarnación para los seres torturados que pinta Francis Bacon; un recinto difícil de olvidar. Una televisión vacía y lista para el virus.
Estos primeros balbuceos no están exentos de asperezas: habré de acostumbrarme al Doppelgänger del agente Cooper, tiznado y melenudo, y al irritante iluminado Dougie Jones; tendré que digerir la ejecución violenta, no sé si necesaria, de tanto secundario; será preciso, en fin, entrar en este nuevo mundo y ver si, fatalmente, su campo unificado nos empapa.
El reciente documental ‘David Lynch: The Art Life’ se centra en sus pinturas. Y sin embargo, por lo visto hasta el momento, me atrevería a decir que esta serie es su trabajo más decididamente pictórico: en la composición, la luz y los encuadres; en la inmovilidad de algunos planos. Como ya hiciera en sus inicios, hay aquí pintura en movimiento.
“Eran las tres de la tarde. Pintaba el cuadro de un jardín nocturno, que contenía mucho color negro y plantas verdes emergiendo de la oscuridad. De pronto, las plantas empezaron a moverse y pude oír un viento que soplaba (...) Pensé, ‘¡Oh, qué maravilla!’ Y empecé a preguntarme si el cine sería una manera de hacer que las pinturas se movieran.”
Como en un bucle, su cine retorna a la pintura.
Intuyo que ‘Twin Peaks: The Return’ es un viaje de regreso. Confío en que, como en ‘Inland Empire’, al final del trayecto esté la redención. Deseo que el agente Cooper encuentre la salida y venza al monstruo que le mira en el espejo. Llegará a la barra, pedirá una tarta de cerezas y un café; y como si de un rito tibetano se tratara, ofrecerá sus donuts al espectador.
“Me encanta ver a las personas saliendo de la oscuridad”, escribe David Lynch. Y no hay placer más grande que vivirlo en la pantalla.
===
Cuando estuvo en Madrid, en la presentación del desastroso pase de ‘Cabeza Borradora’ y sus bobinas en desorden, le pregunté si iba a rodar alguna otra película. Su respuesta: “Tal vez”, me dejó frío –como si la novia dudara en el altar.
Me resistí a aceptar que sopesara interrumpir su matrimonio con el cine. Acto seguido, le regalé ‘Amberes’, de Roberto Bolaño. Quién sabe si lo habrá leído desde entonces. Pocas veces lo que uno ha urdido sucede luego como estaba planeado. Me complace pensar que algo de ese libro –una mota, un mínimo detalle– podría estar en esta nueva entrega de ‘Twin Peaks’.
La realidad, con David Lynch, jamás supera a la ficción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(*) Los fragmentos citados pertenecen al libro ‘Catching the Big Fish’
Tras ver dos veces la serie completa, admito que no supe anticipar su colofón. ‘Twin Peaks: The Return’ no es un viaje de regreso. Y no lo es por la sencilla razón de que no era posible para Lynch volver a ese lugar. La tarta de cerezas no es la misma, los granos de café son más amargos, los donuts ya no ruedan de igual modo vientre abajo. No hay banda, no hay orquesta.
He leído libros, he visto toda suerte de vídeos en la red. Entre col y col, la mayoría acierta en lo esencial. Murió la serie primigenia; Lynch quiso ajustar cuentas rodando ‘Twin Peaks: Fuego camina conmigo’. En el intervalo, el virus de la ultraviolencia indiferente se ha expandido; Bob ha ganado la partida.
‘Twin Peaks: The Return’ es un regalo envenenado; nos brinda menos enigmas que respuestas (el origen del mal, la creación de Laura, Ed y Norma finalmente juntos). Una odisea interminable sin Ítaca ni playas.
‘Twin Peaks’ fue creada para transformar el medio. Los fariseos la expulsaron. Desde entonces, hemos anhelado la vuelta del Mesías. Y, en su segundo advenimiento, la serie ha cancelado el Paraíso.
Tras ver dos veces la serie completa, admito que no supe anticipar su colofón. ‘Twin Peaks: The Return’ no es un viaje de regreso. Y no lo es por la sencilla razón de que no era posible para Lynch volver a ese lugar. La tarta de cerezas no es la misma, los granos de café son más amargos, los donuts ya no ruedan de igual modo vientre abajo. No hay banda, no hay orquesta.
He leído libros, he visto toda suerte de vídeos en la red. Entre col y col, la mayoría acierta en lo esencial. Murió la serie primigenia; Lynch quiso ajustar cuentas rodando ‘Twin Peaks: Fuego camina conmigo’. En el intervalo, el virus de la ultraviolencia indiferente se ha expandido; Bob ha ganado la partida.
‘Twin Peaks: The Return’ es un regalo envenenado; nos brinda menos enigmas que respuestas (el origen del mal, la creación de Laura, Ed y Norma finalmente juntos). Una odisea interminable sin Ítaca ni playas.
‘Twin Peaks’ fue creada para transformar el medio. Los fariseos la expulsaron. Desde entonces, hemos anhelado la vuelta del Mesías. Y, en su segundo advenimiento, la serie ha cancelado el Paraíso.
4 de septiembre de 2017
4 de septiembre de 2017
72 de 108 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es emocionante ser testigo de un hito de la televisión como lo ha sido “Twin Peaks”, la cuál tras tres temporadas ha conseguido hacer historia de la televisión dos veces y dejar al público en estado de shock con un, más que probable, final de serie que se repetirá en las cabezas de los que lo hayan visto para siempre.
El guión de esta serie es absolutamente indivisible de su puesta en escena, todo es un conjunto que no puede separarse, y si lo haces, jamás llegarás a entender nada. No busques respuestas en la historia, te dará algunas, pero el resto las tendrás que encontrar tu. Esta serie no esta dirigida a un espectador que busque los mismos conceptos argumentales de siempre, como casi todas las series de la televisión moderna, esta tan llena de la personalidad de su creador que nunca podrás entenderla como un alguien que solo busca la solución de una incógnita, si no que deberás introducirte en la mente de su creador para descubrir que es lo que estas viendo y poder entender que es lo que estas viendo. Porque aunque la historia comience como un caso de asesinato en un pueblo rural, que no te engañe la simplicidad de su premisa, la trama avanza convirtiéndose de una historia policíaca más, en todo un universo repleto de elementos sobrenaturales, dimensiones paralelas, conspiraciones, tazas de café y donuts, bombas atómicas, salas con cortinas rojas, vagabundos malrolleros y una infinidad de elementos perceptibles para cualquier espectador que no busque una historia más, sino LA HISTORIA, esa que le dejará absolutamente en blanco a cada paso. Su mayor punto negativo estuvo en el bajón, que esta dio, durante la segunda mitad de su segunda entrega, fue entonces cuando las cadenas se dieron cuenta de que Lynch debía estar en el proyecto involucrado al 100%, y es que para que esto sucediera y que, además, todos los factores que hicieron a la serie lo que fue se dieran, tuvieron que pasar 25 años. Volviendo este 2017, con algunos capítulos que son pura historia de la televisión moderna y final nuevamente magistral, porque Lynch nunca defrauda.
Los personajes de “Twin Peaks” son un abanico entero de inolvidables creaciones llevadas a cabo a la pantalla por unos actores, que aunque no destacarán especialmente en el mundo de la actuación, integraron parte de ellos mismos en todos y cada uno de los personajes, dotándolos de una personalidad y una identidad pocas veces vista. Dale Cooper, Gordon Cole, Laura Palmer, Andy y Lucy, el sheriff Truman, el gigante, el enano, absolutamente todos, son oro puro y personajes icónicos como ninguno. Y en esta tercera temporada es cierto que los nuevos personajes no han llegado a la altura de los viejos pero es que era imposible, aún así algunos de ellos nos han brindado auténticos momentazos en la serie. En la última entrega de episodios, el que si se ha salido por todos lados es Kyle MacLachlan, y es que este se ha metido el show en el bolsillo, llegando a interpretar a tres versiones de su personaje al mismo tiempo. Mención especial también merece Laura Dern y su Diane, han sido otro de los grandes aportes de esta temporada (otro personaje inolvidable más para la lista de Lynch).
“Twin Peaks” brilla en su dirección, en su apartado artístico, en sus efectos especiales ( con esa bendita estética vintage que tanta personalidad le da a la serie), en la simbología y en casi todo lo técnico, pero en en todo el conjunto donde triunfa como una experiencia de autor en su más puro estilo. Siendo el último aporte magistral, la banda sonora que pone la guinda al pastel. Pura y absolutamente icónica en todos sus aspectos, escoge la que quieras, da igual la que sea: el tema de Laura Palmer, el baile de Audrey, el tema principal de la serie, la danza del enano. Cuando escuchas cualquiera de ellos, sabes que no estas ante una composición más de alguna serie de la televisión, sabes que estas ante una de las canciones de LA SERIE.
“Twin Peaks” no es una serie para todo el mundo pero si es una obra maestra de la televisión. La cuál ha cambiado, para siempre, el formato de la televisión, gracias al valor que han demostrado sus creadores, manteniendo su visión, su personalidad y sus principios desde hace ya casi 25 años. 10/10
El guión de esta serie es absolutamente indivisible de su puesta en escena, todo es un conjunto que no puede separarse, y si lo haces, jamás llegarás a entender nada. No busques respuestas en la historia, te dará algunas, pero el resto las tendrás que encontrar tu. Esta serie no esta dirigida a un espectador que busque los mismos conceptos argumentales de siempre, como casi todas las series de la televisión moderna, esta tan llena de la personalidad de su creador que nunca podrás entenderla como un alguien que solo busca la solución de una incógnita, si no que deberás introducirte en la mente de su creador para descubrir que es lo que estas viendo y poder entender que es lo que estas viendo. Porque aunque la historia comience como un caso de asesinato en un pueblo rural, que no te engañe la simplicidad de su premisa, la trama avanza convirtiéndose de una historia policíaca más, en todo un universo repleto de elementos sobrenaturales, dimensiones paralelas, conspiraciones, tazas de café y donuts, bombas atómicas, salas con cortinas rojas, vagabundos malrolleros y una infinidad de elementos perceptibles para cualquier espectador que no busque una historia más, sino LA HISTORIA, esa que le dejará absolutamente en blanco a cada paso. Su mayor punto negativo estuvo en el bajón, que esta dio, durante la segunda mitad de su segunda entrega, fue entonces cuando las cadenas se dieron cuenta de que Lynch debía estar en el proyecto involucrado al 100%, y es que para que esto sucediera y que, además, todos los factores que hicieron a la serie lo que fue se dieran, tuvieron que pasar 25 años. Volviendo este 2017, con algunos capítulos que son pura historia de la televisión moderna y final nuevamente magistral, porque Lynch nunca defrauda.
Los personajes de “Twin Peaks” son un abanico entero de inolvidables creaciones llevadas a cabo a la pantalla por unos actores, que aunque no destacarán especialmente en el mundo de la actuación, integraron parte de ellos mismos en todos y cada uno de los personajes, dotándolos de una personalidad y una identidad pocas veces vista. Dale Cooper, Gordon Cole, Laura Palmer, Andy y Lucy, el sheriff Truman, el gigante, el enano, absolutamente todos, son oro puro y personajes icónicos como ninguno. Y en esta tercera temporada es cierto que los nuevos personajes no han llegado a la altura de los viejos pero es que era imposible, aún así algunos de ellos nos han brindado auténticos momentazos en la serie. En la última entrega de episodios, el que si se ha salido por todos lados es Kyle MacLachlan, y es que este se ha metido el show en el bolsillo, llegando a interpretar a tres versiones de su personaje al mismo tiempo. Mención especial también merece Laura Dern y su Diane, han sido otro de los grandes aportes de esta temporada (otro personaje inolvidable más para la lista de Lynch).
“Twin Peaks” brilla en su dirección, en su apartado artístico, en sus efectos especiales ( con esa bendita estética vintage que tanta personalidad le da a la serie), en la simbología y en casi todo lo técnico, pero en en todo el conjunto donde triunfa como una experiencia de autor en su más puro estilo. Siendo el último aporte magistral, la banda sonora que pone la guinda al pastel. Pura y absolutamente icónica en todos sus aspectos, escoge la que quieras, da igual la que sea: el tema de Laura Palmer, el baile de Audrey, el tema principal de la serie, la danza del enano. Cuando escuchas cualquiera de ellos, sabes que no estas ante una composición más de alguna serie de la televisión, sabes que estas ante una de las canciones de LA SERIE.
“Twin Peaks” no es una serie para todo el mundo pero si es una obra maestra de la televisión. La cuál ha cambiado, para siempre, el formato de la televisión, gracias al valor que han demostrado sus creadores, manteniendo su visión, su personalidad y sus principios desde hace ya casi 25 años. 10/10
5 de octubre de 2018
5 de octubre de 2018
48 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las cosas más importantes del cine son las imágenes, pero no solo eso, sino que si esas imágenes tienen algo que te hipnotiza hasta el punto de que se queden impregnadas en tu cerebro y que no logra borrarse, es entonces cuando estamos hablando de CINE o en este caso, de una serie, independientemente de si te gusta o no lo que estás viendo porque tampoco hace falta que te guste o no algo, para saber diferenciar lo que digo.
A veces queremos algo diferente, original, creativo y que nos impacte en una época donde el cine en cuanto a tema de creatividad ha bajado muchos enteros, pero cuando alguien se atreve con algo original y con una creatividad enorme, lo critican y no les gusta. Yo puedo entender que a mucha gente esta serie no le guste, por la complejidad de la trama, por los sutiles silencios, porque se aleja de lo que fue Twin Peaks hace 25 años, o quizá porque te da la sensación de estar observando un puzle gigante que tienes que ir haciendo para lograr entenderlo y justo cuando vas a poner la última pieza del puzle, David Lynch le da un manotazo al puzle y tienes que empezar desde cero.
David Lynch se comporta como el mago que quiere ver una posibilidad para salir de entre dos mundos, pero toda magia tiene su truco y lo mejor de ese truco es no saberlo, si lo sabes al final te das cuenta de que era algo más fácil de lo que parecía y se pierde la magia. Aquí o te gusta el truco de magia o no, y yo el espectáculo me lo he tragado enterito y con mucho gusto. Porque al fin y al cabo ¿no se trata de ver algo en el cine (o serie) que te deje con esa sensación? De esta serie se puede sacar decenas de conjeturas para poder entenderla y cada uno la entiende a su manera, ¿no es eso el arte? Si tú vienes conmigo a ver el retrato de ‘La Gioconda’ a ti te puede parecer que sonríe, pero para mí no y tal vez esa pequeña diferencia sea porque tú estás viendo el retrato en un ángulo diferente o quizá es solo tu percepción, pues esto es Twin Peaks: The Return.
Todo ser tiene un lado benévolo y malévolo. La serie le da mucha importancia a los espejos y sus reflejos (esto quizá más en la antigua) y a las cortinas. Mucha gente se pasa la vida mirándose al espejo, reflejando quizá una cara muy bonita, pero en el fondo, por dentro tiene lo que todos tenemos (aparte de órganos y mierda acumulada en las tripas) y es un cerebro que produce muchísima electricidad y que es un mundo aparte, como dos mundos donde tu carácter aun pudiendo ser benévolo, en ciertas circunstancias puedes sacar tu yo más oscuro que suele ocultarse bajo “cortinas rojas” o bajo una cortina de humo, para entendernos.
El capítulo 8 es espectacular, te lo explica todo solo en imágenes, el origen de la creación de Bob y el de Laura. Un acto malvado como ensayar y lanzar una bomba bajo la atenta mirada de algunos "hombres" quizá "tiznados" de negro por su mente podrida, es algo tan oscuro y vil, que la balanza del mal empieza a caer a su favor, Bob renace. Es entonces cuanto la balanza del bien se da cuenta de que algo no va como debería ser, esa balanza hay que equilibrarla, enviemos a un ser bendito que, por desgracia, se corrompe bajo la mano del hombre (para no variar) porque a los seres oscuros, les atrae la bondad, ya que es más fácil de manipular y Bob se alimentaba de sufrimiento, de tristeza, de las lágrimas de una niña como Laura, al ser violada por su propio padre y luego, ser asesinada.
A veces queremos algo diferente, original, creativo y que nos impacte en una época donde el cine en cuanto a tema de creatividad ha bajado muchos enteros, pero cuando alguien se atreve con algo original y con una creatividad enorme, lo critican y no les gusta. Yo puedo entender que a mucha gente esta serie no le guste, por la complejidad de la trama, por los sutiles silencios, porque se aleja de lo que fue Twin Peaks hace 25 años, o quizá porque te da la sensación de estar observando un puzle gigante que tienes que ir haciendo para lograr entenderlo y justo cuando vas a poner la última pieza del puzle, David Lynch le da un manotazo al puzle y tienes que empezar desde cero.
David Lynch se comporta como el mago que quiere ver una posibilidad para salir de entre dos mundos, pero toda magia tiene su truco y lo mejor de ese truco es no saberlo, si lo sabes al final te das cuenta de que era algo más fácil de lo que parecía y se pierde la magia. Aquí o te gusta el truco de magia o no, y yo el espectáculo me lo he tragado enterito y con mucho gusto. Porque al fin y al cabo ¿no se trata de ver algo en el cine (o serie) que te deje con esa sensación? De esta serie se puede sacar decenas de conjeturas para poder entenderla y cada uno la entiende a su manera, ¿no es eso el arte? Si tú vienes conmigo a ver el retrato de ‘La Gioconda’ a ti te puede parecer que sonríe, pero para mí no y tal vez esa pequeña diferencia sea porque tú estás viendo el retrato en un ángulo diferente o quizá es solo tu percepción, pues esto es Twin Peaks: The Return.
Todo ser tiene un lado benévolo y malévolo. La serie le da mucha importancia a los espejos y sus reflejos (esto quizá más en la antigua) y a las cortinas. Mucha gente se pasa la vida mirándose al espejo, reflejando quizá una cara muy bonita, pero en el fondo, por dentro tiene lo que todos tenemos (aparte de órganos y mierda acumulada en las tripas) y es un cerebro que produce muchísima electricidad y que es un mundo aparte, como dos mundos donde tu carácter aun pudiendo ser benévolo, en ciertas circunstancias puedes sacar tu yo más oscuro que suele ocultarse bajo “cortinas rojas” o bajo una cortina de humo, para entendernos.
El capítulo 8 es espectacular, te lo explica todo solo en imágenes, el origen de la creación de Bob y el de Laura. Un acto malvado como ensayar y lanzar una bomba bajo la atenta mirada de algunos "hombres" quizá "tiznados" de negro por su mente podrida, es algo tan oscuro y vil, que la balanza del mal empieza a caer a su favor, Bob renace. Es entonces cuanto la balanza del bien se da cuenta de que algo no va como debería ser, esa balanza hay que equilibrarla, enviemos a un ser bendito que, por desgracia, se corrompe bajo la mano del hombre (para no variar) porque a los seres oscuros, les atrae la bondad, ya que es más fácil de manipular y Bob se alimentaba de sufrimiento, de tristeza, de las lágrimas de una niña como Laura, al ser violada por su propio padre y luego, ser asesinada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero siempre que hay actos malvados en el mundo, miramos hacia otro lado porque eso no puede existir, es imposible que eso pueda ocurrir, mejor nos tapamos los ojos y seguimos con nuestras vidas, pero nunca nos paramos a pensar en las víctimas y en los familiares que parecen vivir dentro de un sueño, o en este caso una pesadilla.
Recordad lo que le dijo Hawk a Cooper en un episodio de la segunda temporada (creo que era el 9): "Mi gente piensa que la Casa Blanca (logia blanca) es aquel lugar donde los espíritus que rigen al hombre y a la naturaleza moran... y hay también una leyenda sobre la Casa Negra (logia negra), la sombra de la Casa Blanca, y que todos los espíritus deben pasar por ella para purificarse. En ella podemos encontrar la sombra de cada uno de nosotros, pero si entramos en la casa negra con miedo, sin coraje, imperfectos... ella aniquilará nuestra alma".
Es entonces cuando Cooper demuestra superar sus propios demonios internos (a Cooper maligno), una prueba que tiene que superar. En un principio, Cooper fue enviado por el propio destino para descubrir qué le pasó a Laura y para “matar” a Bob, que dicho sea de paso… para mí el destino lo representa el famoso gigante, al igual que representa a la logia blanca. Cooper representa la autoridad, de corazón puro, pero a la vez neutral. El gigante, al ser el propio destino, decide ir guiando a diversos personajes de la serie para que completen algunas tareas para así algún día matar a Bob.
En el capítulo 17 consiguen matar a Bob, pero el humano comete un error… si Bob muere, Laura también. Laura fue enviada para contrarrestar el mal causado por la mano del hombre en 1945. Si una de las ramas del mal (Bob) muere, entonces una de las ramas del bien (Laura) también. Cooper decide cambiar el destino de Laura, consigue salvarla, pero el propio mal (el ente que se ve en la cámara de cristal en los primeros capítulos, o el que vomita en el capítulo 8) la atrapa enviándola a una realidad alternativa. Si Bob muere en esta realidad y Laura consigue ser salvada, pues la envía a otra realidad para que la balanza del bien y del mal quede equilibrada.
El propio mal está en la madre de Laura, quizá porque es más vulnerable por el dolor tras la muerte de su marido e hija, recordad que el mal se alimenta de dolor y tristeza, también se aprovecha de ello.
Cooper intenta averiguar qué es lo que ocurre realmente con todo esto, cuando ya por fin se dan cuenta en el capítulo 18, de que en esa casa no vive Laura, sino otra mujer, fijaros bien en la cara que pone Laura cuando Cooper pregunta… “Espera, ¿en qué año estamos?”. La cara de Laura es como la de una persona que de repente recuerda algo, lo que a Laura le pasa en ese momento es que ha tenido un ‘déjà vu’ y ahora todo cobra sentido, Laura sabe que tiene que morir, Cooper se asusta por su grito, se da cuenta de que en realidad tanto el bien como el mal tienen que coexistir nos guste o no, pero nunca puede ganar ninguno de los dos bandos ni anularse entre ellos. Se escucha al propio mal con la voz de su madre, la llama, Laura grita porque sabe que su destino es la muerte, la casa pasa de ser luminosa a la peor oscuridad que puede conocer el ser humano, la oscuridad eterna de la muerte.
Lo que le susurra Laura a Cooper al oído, mejor no saberlo, en la magia es mejor no saber el truco, que cada cual saque sus propias conclusiones.
Posdata:
- ¿Y qué pasa con el FBI?
- Yo soy el FBI.
Recordad lo que le dijo Hawk a Cooper en un episodio de la segunda temporada (creo que era el 9): "Mi gente piensa que la Casa Blanca (logia blanca) es aquel lugar donde los espíritus que rigen al hombre y a la naturaleza moran... y hay también una leyenda sobre la Casa Negra (logia negra), la sombra de la Casa Blanca, y que todos los espíritus deben pasar por ella para purificarse. En ella podemos encontrar la sombra de cada uno de nosotros, pero si entramos en la casa negra con miedo, sin coraje, imperfectos... ella aniquilará nuestra alma".
Es entonces cuando Cooper demuestra superar sus propios demonios internos (a Cooper maligno), una prueba que tiene que superar. En un principio, Cooper fue enviado por el propio destino para descubrir qué le pasó a Laura y para “matar” a Bob, que dicho sea de paso… para mí el destino lo representa el famoso gigante, al igual que representa a la logia blanca. Cooper representa la autoridad, de corazón puro, pero a la vez neutral. El gigante, al ser el propio destino, decide ir guiando a diversos personajes de la serie para que completen algunas tareas para así algún día matar a Bob.
En el capítulo 17 consiguen matar a Bob, pero el humano comete un error… si Bob muere, Laura también. Laura fue enviada para contrarrestar el mal causado por la mano del hombre en 1945. Si una de las ramas del mal (Bob) muere, entonces una de las ramas del bien (Laura) también. Cooper decide cambiar el destino de Laura, consigue salvarla, pero el propio mal (el ente que se ve en la cámara de cristal en los primeros capítulos, o el que vomita en el capítulo 8) la atrapa enviándola a una realidad alternativa. Si Bob muere en esta realidad y Laura consigue ser salvada, pues la envía a otra realidad para que la balanza del bien y del mal quede equilibrada.
El propio mal está en la madre de Laura, quizá porque es más vulnerable por el dolor tras la muerte de su marido e hija, recordad que el mal se alimenta de dolor y tristeza, también se aprovecha de ello.
Cooper intenta averiguar qué es lo que ocurre realmente con todo esto, cuando ya por fin se dan cuenta en el capítulo 18, de que en esa casa no vive Laura, sino otra mujer, fijaros bien en la cara que pone Laura cuando Cooper pregunta… “Espera, ¿en qué año estamos?”. La cara de Laura es como la de una persona que de repente recuerda algo, lo que a Laura le pasa en ese momento es que ha tenido un ‘déjà vu’ y ahora todo cobra sentido, Laura sabe que tiene que morir, Cooper se asusta por su grito, se da cuenta de que en realidad tanto el bien como el mal tienen que coexistir nos guste o no, pero nunca puede ganar ninguno de los dos bandos ni anularse entre ellos. Se escucha al propio mal con la voz de su madre, la llama, Laura grita porque sabe que su destino es la muerte, la casa pasa de ser luminosa a la peor oscuridad que puede conocer el ser humano, la oscuridad eterna de la muerte.
Lo que le susurra Laura a Cooper al oído, mejor no saberlo, en la magia es mejor no saber el truco, que cada cual saque sus propias conclusiones.
Posdata:
- ¿Y qué pasa con el FBI?
- Yo soy el FBI.
25 de octubre de 2017
25 de octubre de 2017
33 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen que a David Lynch o se le ama o se le odia. Lo que, en mi opinión, es tan falso como tantas otras opciones excluyentes. Al menos si amarle significa creer que todo lo que hace es estupendo y maravilloso o, por el contrario, una puñetera basura pretenciosa si le odias. David Lynch es un genio, uno de los directores más originales, con un estilo más personal y con más talento para plasmarlo de la historia del cine. Esto me parece objetivo e indiscutible. Su habilidad para subvertir los imaginarios dominantes, para perturbar e invertir géneros y estereotipos, para retorcer las convenciones narrativas (los ritmos, los tropos, las estructuras) y para hacerlo mezclando terror y drama con ligereza y humor, le sitúan entre los más destacados directores de todos los tiempos. Es además uno de los grandes paradigmas del director-autor: siempre ha ido por libre, ha hecho lo que le ha dado la gana, siempre ha apostado por el cine como arte. Esto a veces se ha traducido en obras maestras, en pelis de lo más interesante, en extraños experimentos que no sabes bien si te gustan o no (a mí me pasa con “Dune”: la he visto varias veces y nunca me termino de enterar de nada, y sin embargo siempre me engancha tanto que me quedo hasta el final) y algún que otro fracaso. Y no pasa nada por decirlo. De hecho, es lo lógico: cuando apuestas a veces ganas y a veces pierdes. Su legado es una carrera de fondo repleta de coherencia y riesgo, que está por encima de la suma de sus partes. No hace falta votar “Mulholland Drive” como mejor película del siglo XXI, que estoy bastante seguro que no es, para reivindicarle, porque Lynch está por encima de todo eso.
Y si esto que digo es cierto, creo que podemos afirmar que “Twin Peaks” es seguramente el mejor resumen de la carrera de su creador. Dista mucho de ser perfecta, e invito a todo el que no lo piense a que la recupere y lo compruebe. Pero es que no hace falta que lo sea. Era 1990, Lynch, junto al entonces guionista en alza Marc Frost, cogieron algunos de los elementos que más habían contribuido al rearme moral de la América feliz y triunfadora de los 80 (las pequeñas comunidades rurales, los adolescentes de instituto, los varoniles héroes de acción) y los violaron sin piedad, como siempre le gusta hacer a Lynch, como “Corazón Salvaje” con los años 50 o “Carretera Perdida” y “Mullholand Drive” con la supuesta ciudad de ensueño que es Los Ángeles. La serie partía de una premisa simple, de un mcguffin de manual. Pero aquello era mucho más que el típico whudunit rural. La búsqueda del asesino de Laura Palmer era una excusa para mostrarnos un mundo extraño y fascinante, lleno de personajes bizarros y simbología inquietante, que deconstruía el mito de la arcadia rural y los adolescentes bonachones a base de drogas, incesto, violaciones, sociedades secretas y magia negra. Bienvenidos a los 90, don’t worry be happy. Luego la cosa no salió tan bien como pintaba al principio, con enfrentamientos con la cadena, idas y venidas de Lynch y el desplome de audiencias. Y qué más da. El daño ya estaba hecho, la herida ya estaba abierta. “Twin Peaks” demostró que se podía hacer una televisión diferente, atrevida, vanguardista, más que el propio cine incluso. Y que había espectadores deseosos de consumirla. No fue la primera piedra para que la ficción televisiva alcanzara la madurez plena como género, porque ya había habido otras antes, pero sí un hito fundamental y un salto cuántico en ese camino.
Por eso, precisamente por todo eso que os cuento, tenía muchos reparos con el regreso de Twin Peaks, 25 años después. Sí, lo había prometido Laura Palmer en una de las últimas escenas oníricas de la serie original. Y qué. Seamos francos, la famosa edad de oro de la televisión está ya herida de muerte. El momento cumbre ya ha pasado, dominan los productos manufacturados (eso sí, con muchos más medios que antaño, que ese es un legado permanente de este cambio cultural), las grandes productoras han retomado el control y la revolución televisiva, como todas, va poco a poco mutando en un nuevo orden. Claro que sigue habiendo mucho bueno y en ocasiones muy bueno. Con tanta producción, con tantos recursos y con tanta gente buena trabajando es inevitable que salgan muchas de cal. Pero el carro ya no lo conducen los caballos de la creatividad y el riesgo, del todo es posible, sino los bueyes de los resultados, la planificación de parrillas y el big data. Por eso también tanto revival, tanta adaptación, tanta precuela, spin off y universo expandido. En este contexto, ¿cómo no sospechar que incluso el viejo Lynch había sucumbido a la tentación de la nostalgia fácil? Al fin y al cabo, tampoco está en el momento de mayor popularidad de su carrera. ¿Se había vendido por fin Lynch al sistema?
Craso error por mi parte. Con una trayectoria como la de Lynch, ¿cómo he podido pensar que había agachado la cerviz? No ha sido justo por mi parte, y por eso me disculpo sinceramente con usted, señor Lynch. La tercera de Twin Peaks es lo más alejado al fan service que uno pueda imaginarse. Es todo lo contrario: una explosión incontrolada, una liberación de las cadenas de lo convencional, la redención definitiva de una serie que nació para cambiar las cosas y solo a medias le dejaron hacerlo. O para resumirlo en una imagen grosera: una patada en los huevos de la Era Dorada de la Televisión. La ficción televisiva se estaba hundiendo poco a poco en el pantano de la mediocridad, pero Lynch ha llegado y ha dicho: yo fui el primero, y sigo estando mucho más allá. No os lo merecéis, pero os voy a rescatar de esta gris marea de estrenos. Os voy a sacudir, os voy a perturbar, voy a violar a vuestros fetiches y convenciones y os obligaré a mirar. Y acabaréis riéndoos y dándome las gracias. Vaya que sí.
Sigo en spoilers por falta de espacio (pero no hay spoilers)
Y si esto que digo es cierto, creo que podemos afirmar que “Twin Peaks” es seguramente el mejor resumen de la carrera de su creador. Dista mucho de ser perfecta, e invito a todo el que no lo piense a que la recupere y lo compruebe. Pero es que no hace falta que lo sea. Era 1990, Lynch, junto al entonces guionista en alza Marc Frost, cogieron algunos de los elementos que más habían contribuido al rearme moral de la América feliz y triunfadora de los 80 (las pequeñas comunidades rurales, los adolescentes de instituto, los varoniles héroes de acción) y los violaron sin piedad, como siempre le gusta hacer a Lynch, como “Corazón Salvaje” con los años 50 o “Carretera Perdida” y “Mullholand Drive” con la supuesta ciudad de ensueño que es Los Ángeles. La serie partía de una premisa simple, de un mcguffin de manual. Pero aquello era mucho más que el típico whudunit rural. La búsqueda del asesino de Laura Palmer era una excusa para mostrarnos un mundo extraño y fascinante, lleno de personajes bizarros y simbología inquietante, que deconstruía el mito de la arcadia rural y los adolescentes bonachones a base de drogas, incesto, violaciones, sociedades secretas y magia negra. Bienvenidos a los 90, don’t worry be happy. Luego la cosa no salió tan bien como pintaba al principio, con enfrentamientos con la cadena, idas y venidas de Lynch y el desplome de audiencias. Y qué más da. El daño ya estaba hecho, la herida ya estaba abierta. “Twin Peaks” demostró que se podía hacer una televisión diferente, atrevida, vanguardista, más que el propio cine incluso. Y que había espectadores deseosos de consumirla. No fue la primera piedra para que la ficción televisiva alcanzara la madurez plena como género, porque ya había habido otras antes, pero sí un hito fundamental y un salto cuántico en ese camino.
Por eso, precisamente por todo eso que os cuento, tenía muchos reparos con el regreso de Twin Peaks, 25 años después. Sí, lo había prometido Laura Palmer en una de las últimas escenas oníricas de la serie original. Y qué. Seamos francos, la famosa edad de oro de la televisión está ya herida de muerte. El momento cumbre ya ha pasado, dominan los productos manufacturados (eso sí, con muchos más medios que antaño, que ese es un legado permanente de este cambio cultural), las grandes productoras han retomado el control y la revolución televisiva, como todas, va poco a poco mutando en un nuevo orden. Claro que sigue habiendo mucho bueno y en ocasiones muy bueno. Con tanta producción, con tantos recursos y con tanta gente buena trabajando es inevitable que salgan muchas de cal. Pero el carro ya no lo conducen los caballos de la creatividad y el riesgo, del todo es posible, sino los bueyes de los resultados, la planificación de parrillas y el big data. Por eso también tanto revival, tanta adaptación, tanta precuela, spin off y universo expandido. En este contexto, ¿cómo no sospechar que incluso el viejo Lynch había sucumbido a la tentación de la nostalgia fácil? Al fin y al cabo, tampoco está en el momento de mayor popularidad de su carrera. ¿Se había vendido por fin Lynch al sistema?
Craso error por mi parte. Con una trayectoria como la de Lynch, ¿cómo he podido pensar que había agachado la cerviz? No ha sido justo por mi parte, y por eso me disculpo sinceramente con usted, señor Lynch. La tercera de Twin Peaks es lo más alejado al fan service que uno pueda imaginarse. Es todo lo contrario: una explosión incontrolada, una liberación de las cadenas de lo convencional, la redención definitiva de una serie que nació para cambiar las cosas y solo a medias le dejaron hacerlo. O para resumirlo en una imagen grosera: una patada en los huevos de la Era Dorada de la Televisión. La ficción televisiva se estaba hundiendo poco a poco en el pantano de la mediocridad, pero Lynch ha llegado y ha dicho: yo fui el primero, y sigo estando mucho más allá. No os lo merecéis, pero os voy a rescatar de esta gris marea de estrenos. Os voy a sacudir, os voy a perturbar, voy a violar a vuestros fetiches y convenciones y os obligaré a mirar. Y acabaréis riéndoos y dándome las gracias. Vaya que sí.
Sigo en spoilers por falta de espacio (pero no hay spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La tercera temporada de Twin Peaks pone, en efecto, de nuevo todo patas arriba, 25 años después. Es más, pone las cosas aún más patas arriba, porque son 25 años y el listón no está donde estaba la primera vez. No se trata de decir si es mejor que la encarnación original, la obra de Lynch está por encima de esas naderías. Me apuesto lo que queráis a que el único que Lynch quiere superar es a su yo de hace 25 años. Él abrió una brecha de la que ha manado un rico manantial. Y justo ahora que esa brecha parecía que empezaba a cerrarse, llega él y no es que la reabra, es que se carga la maldita presa. Hacía tiempo que una serie no me daba estas ganas de comentar cada capítulo, no tanto por los vericuetos de la trama y sus posibles devenires, como en un Lost o en un Westworld cualesquiera. No, apetece comentar cada plano, cada símbolo, cada detalle genial, cada idea alocada que Lynch ha colocado en estas 18 partes. La colección de imágenes y escenas que deja marcadas a fuego en tu memoria es simplemente apabullante. Invita a revisitarla unas cuantas veces, algo que, siendo sinceros hacía varios años que no me pasaba con una serie.
El Twin Peaks de 2017 es caleidoscópico, dadaísta y fractal, contiene multiplicidad de discursos, de planos de lectura y de recursos narrativos, pero de alguna maravillosa manera todo rima y todo encaja. A poco que te fijas, te percatas de que cada capítulo es una unidad temática o cumple una función determinada en el conjunto de la historia. Twin Peaks en 2017 es una reflexión sobre la ficción televisiva, y también una redefinición brillante del clásico camino del héroe, y una crítica a la deshumanización de nuestras sociedades, y un creativo alegato contra los estereotipos de género, y un intento por volver a revolucionar los códigos narrativos y sacudir permanentemente al espectador, y seguramente muchas otras cosas que se me han escapado y que descubriré cuando la revise en un futuro. Pero sobre todo y por encima de todo, es una reivindicación que Lynch hace de sí mismo, de su carrera y su forma de hacer cine (no en vano, las referencias a sus anteriores películas son constantes). Y probablemente, un testamento, su declaración ante la historia.
O quizá no, y volvamos a vernos en 2042. Seguramente, volveremos a necesitarle.
P.D.: Mi única pega… ¡Habría sido total que saliese Nicholas Cage! Puestos a sacar actores lynchianos, ¿no hubiera sido enorme ver a míster histriónico aunque fuese en un cameo?
El Twin Peaks de 2017 es caleidoscópico, dadaísta y fractal, contiene multiplicidad de discursos, de planos de lectura y de recursos narrativos, pero de alguna maravillosa manera todo rima y todo encaja. A poco que te fijas, te percatas de que cada capítulo es una unidad temática o cumple una función determinada en el conjunto de la historia. Twin Peaks en 2017 es una reflexión sobre la ficción televisiva, y también una redefinición brillante del clásico camino del héroe, y una crítica a la deshumanización de nuestras sociedades, y un creativo alegato contra los estereotipos de género, y un intento por volver a revolucionar los códigos narrativos y sacudir permanentemente al espectador, y seguramente muchas otras cosas que se me han escapado y que descubriré cuando la revise en un futuro. Pero sobre todo y por encima de todo, es una reivindicación que Lynch hace de sí mismo, de su carrera y su forma de hacer cine (no en vano, las referencias a sus anteriores películas son constantes). Y probablemente, un testamento, su declaración ante la historia.
O quizá no, y volvamos a vernos en 2042. Seguramente, volveremos a necesitarle.
P.D.: Mi única pega… ¡Habría sido total que saliese Nicholas Cage! Puestos a sacar actores lynchianos, ¿no hubiera sido enorme ver a míster histriónico aunque fuese en un cameo?
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