Maudie, el color de la vida
7,0
5.015
Drama
Maud Dowley (Sally Hawkins) es una mujer alegre de Nueva Escocia que sueña con independizarse de su protectora familia. Everett Lewis (Ethan Hawke) es un huraño pescador local que busca asistenta. Tras ver su anuncio, Maudie no tarda en mudarse a casa de Everett para encargarse de las tareas del hogar. Pero lo que comienza siendo una difícil convivencia entre dos polos opuestos poco a poco irá transformándose en una historia de amor... ... [+]
24 de junio de 2017
24 de junio de 2017
84 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero ¿quién fue Maud Lewis (1903-1970)? Estamos ante una biografía – suavizada y azucarada, se supone – de una mujer muy pobre e impedida desde su juventud por a una artritis reumatoide. Su mísera y aislada vida, como la de tantas mujeres desfavorecidas de aquella época, fue una sucesión de abusos, manipulaciones y desengaños, pero que encontró en la pintura naif o folk su forma de canalizar sus innatas dotes creativas que la sirvieron de válvula de escape de su esquinada existencia pueblerina y mutilada. Cuando parecía que estaba predestinada a acabar como solterona baldada y pertinaz, se casó con un rudo y hosco pescador (educado en un hospicio de huérfanos), tan pobre como ella, en cuya minúscula casa fue a hacer labores de sirvienta para poder así soltar amarras de una familia que la maltrató con su desconsideración y desprecio.
Tampoco ese matrimonio fue un camino de rosas, ya que la tosquedad y aspereza del marido no dejaba demasiado margen para la ternura ni el respeto. Pero alguna llama debió de prender entre esas dos almas en pena, retraídas y quejumbrosas, porque supieron acompañarse en su dolor y soledad, dejando cierto margen para que ella, además de las labores del hogar y pese a su progresiva discapacidad, pudiera dar cabida a su necesidad de pintar – de forma del todo autodidacta y primitiva – pequeñas estampitas bucólicas con las que se sacaba unos mínimos céntimos primero, unos pocos dólares después que ayudaban a mitigar sus estrecheces económicas. No es una película romántica al uso, ni un canto a la diferencia, sino el retrato de una mujer sensible y vapuleada que encauzó sus dificultades gracias a una expresividad artística sin ínfulas ni grandilocuencias hacia la sencillez más inmediata que la rodeaba.
En este caso, es absurdo y estéril tratar de separar realidad y ficción. Pero sin ser una experiencia gozosa, la cinta nos ofrece un atisbo de la cotidianeidad más prosaica e insulsa de dos personas casi marginales que supieron acompañarse durante unas fértiles décadas de cariño y compenetración. Su ritmo moroso y manso no hace sino reflejar la sucesión de unos días frugales y unas jornadas sin sobresaltos que ensalzan la dignidad intrínseca de todo ser humano, más allá de su pobreza o riqueza, reivindicando la compasión fundamental hacia todos tus semejantes. Somos únicos y dignos de respeto, con independencia de nuestros atributos o fortuna. El sino de la vida es el gozo cristalino del momento presente.
Es de justicia alabar la portentosa interpretación de Sally Hawkins, que hace una creación memorable, bordeando el patetismo sin caer en él, sorteando el tono sensiblero gracias a su tenacidad y empaque que compagina, a un tiempo, fuerza y fragilidad. Arrolladora.
Tampoco ese matrimonio fue un camino de rosas, ya que la tosquedad y aspereza del marido no dejaba demasiado margen para la ternura ni el respeto. Pero alguna llama debió de prender entre esas dos almas en pena, retraídas y quejumbrosas, porque supieron acompañarse en su dolor y soledad, dejando cierto margen para que ella, además de las labores del hogar y pese a su progresiva discapacidad, pudiera dar cabida a su necesidad de pintar – de forma del todo autodidacta y primitiva – pequeñas estampitas bucólicas con las que se sacaba unos mínimos céntimos primero, unos pocos dólares después que ayudaban a mitigar sus estrecheces económicas. No es una película romántica al uso, ni un canto a la diferencia, sino el retrato de una mujer sensible y vapuleada que encauzó sus dificultades gracias a una expresividad artística sin ínfulas ni grandilocuencias hacia la sencillez más inmediata que la rodeaba.
En este caso, es absurdo y estéril tratar de separar realidad y ficción. Pero sin ser una experiencia gozosa, la cinta nos ofrece un atisbo de la cotidianeidad más prosaica e insulsa de dos personas casi marginales que supieron acompañarse durante unas fértiles décadas de cariño y compenetración. Su ritmo moroso y manso no hace sino reflejar la sucesión de unos días frugales y unas jornadas sin sobresaltos que ensalzan la dignidad intrínseca de todo ser humano, más allá de su pobreza o riqueza, reivindicando la compasión fundamental hacia todos tus semejantes. Somos únicos y dignos de respeto, con independencia de nuestros atributos o fortuna. El sino de la vida es el gozo cristalino del momento presente.
Es de justicia alabar la portentosa interpretación de Sally Hawkins, que hace una creación memorable, bordeando el patetismo sin caer en él, sorteando el tono sensiblero gracias a su tenacidad y empaque que compagina, a un tiempo, fuerza y fragilidad. Arrolladora.
29 de junio de 2017
29 de junio de 2017
51 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría haber titulado de 10 o 12 formas diferentes esta crítica, porque cada escena de la película contiene carga suficiente para narrar muchas líneas. La historia te causa tantos impactos en el corazón, que podría no ser apta para hipersensibles.
El director presenta una sociedad canadiense de mediados del siglo XX, inmisericorde, cruel y despiadada con los no válidos. Por otro lado, si esta película no estuviese basada en hechos reales, no le concederíamos verosimilitud; mas como la realidad siempre supera la ficción, nos encontramos al huraño machista más ignorante del condado, al que le suena la campana, compartiendo su casa con una gran mujer afectada por artritis. Aún sin superar las fricciones iniciales de la convivencia, de cada poro de la piel de esta mujer emana arte y siente la extraña necesidad de pintar la vida a su modo, su particular forma de ver lo que la rodea.
Para rematar esta increíble obra, reflejo de la vida misma de los personajes reales en los que se inspira, el amor se abre paso en la pareja, como los brotes verdes en la primavera. Allá donde exista un resquicio en una roca, en el tronco de un árbol o en el fondo de un lecho, nace una planta, un helecho o un alga para perpetuar la vida natural, superando cualquier dificultad, por difícil que parezca. Y lo hace de un modo natural, nada forzado, por el contacto, por el roce cotidiano de las personas que necesitan al otro para sentirse queridos, para tomar consciencia de su propia existencia y escalar un paso en su ascensión a la cumbre de la felicidad a la que todos aspiramos.
La cinta brinda momentos de ternura conmovedores, momentos de rabia que te encorajinan, momentos risa en los que te olvidas del resto, momentos de ira en los que aprietas los puños, momentos románticos en los que lloras, momentos de incomprensión en los que te surgen todas las dudas, momentos de deseo en los que se acelera el pulso, momentos de cariño en los que vives el mundo desde dentro, momentos infantiles en los que surge tu lado más naif, momentos de colores en los que tu también quieres pintar, momentos de euforia en los que quieres alcanzar el triunfo, está llena de buenos momentos bien contados.
Qué bonita, cómo me ha gustado y cómo he disfrutado el trabajo de los actores principales, sobresalientes.
El director presenta una sociedad canadiense de mediados del siglo XX, inmisericorde, cruel y despiadada con los no válidos. Por otro lado, si esta película no estuviese basada en hechos reales, no le concederíamos verosimilitud; mas como la realidad siempre supera la ficción, nos encontramos al huraño machista más ignorante del condado, al que le suena la campana, compartiendo su casa con una gran mujer afectada por artritis. Aún sin superar las fricciones iniciales de la convivencia, de cada poro de la piel de esta mujer emana arte y siente la extraña necesidad de pintar la vida a su modo, su particular forma de ver lo que la rodea.
Para rematar esta increíble obra, reflejo de la vida misma de los personajes reales en los que se inspira, el amor se abre paso en la pareja, como los brotes verdes en la primavera. Allá donde exista un resquicio en una roca, en el tronco de un árbol o en el fondo de un lecho, nace una planta, un helecho o un alga para perpetuar la vida natural, superando cualquier dificultad, por difícil que parezca. Y lo hace de un modo natural, nada forzado, por el contacto, por el roce cotidiano de las personas que necesitan al otro para sentirse queridos, para tomar consciencia de su propia existencia y escalar un paso en su ascensión a la cumbre de la felicidad a la que todos aspiramos.
La cinta brinda momentos de ternura conmovedores, momentos de rabia que te encorajinan, momentos risa en los que te olvidas del resto, momentos de ira en los que aprietas los puños, momentos románticos en los que lloras, momentos de incomprensión en los que te surgen todas las dudas, momentos de deseo en los que se acelera el pulso, momentos de cariño en los que vives el mundo desde dentro, momentos infantiles en los que surge tu lado más naif, momentos de colores en los que tu también quieres pintar, momentos de euforia en los que quieres alcanzar el triunfo, está llena de buenos momentos bien contados.
Qué bonita, cómo me ha gustado y cómo he disfrutado el trabajo de los actores principales, sobresalientes.
23 de junio de 2017
23 de junio de 2017
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arte nunca ha sido una vía laboral sencilla, especialmente por la inicial resistencia familiar a aceptar que un pintor, actor, músico, etc. pueda ser capaz de ganarse la vida a través de estas profesiones. Maud Lewis lo tenía todavía más difícil ya que, además de ser mujer, padecía una enfermedad de las articulaciones denominada artritis reumatoide, de manera que sus parientes más cercanos veían imposible el hecho de que pudiera valerse por sí misma y no vislumbraban ni de cerca su futuro en la disciplina pictórica. Sin embargo, esta mujer residente en la península de Nueva Escocia, al este de Canadá, acabaría por convertirse en uno de los iconos artísticos del país norteamericano en el pasado siglo XX.
En Maudie, el color de la vida, el biopic sobre este interesante personaje que dirige la cineasta irlandesa Aisling Walsh, contemplamos la vida de Maud desde poco antes de entrar a trabajar como asistenta del hogar de Everett Lewis, un huraño pescador de la zona que tampoco parece creer en las posibilidades de la que será su futura esposa, a la que incluso llega a vejar en público. Sin embargo, el paso del tiempo y la confianza en sí misma sacarán a la luz el potencial artístico de la protagonista, cuyas formas pictóricas vemos florecer de manera progresiva a lo largo de los 115 minutos de película.
Con Maudie, el color de la vida, no estamos ante una película biográfica demasiado encasillada en las formas típicas de esta clase de producciones. No en vano, la propia figura de Maud Lewis no invita tampoco a seguir un esquema tradicional. Walsh y la guionista Sherry White evitan inundar la cinta de excesivos detalles que pudieran hacer virar su trabajo hacia un producto clásico y optan por construir un relato pequeñito en aspecto pero rico en alma para una protagonista que también responde a esa descripción. La cámara solo se marcha del humilde hogar donde la pareja reside para mostrarnos la naturaleza de sus alrededores y otros inmuebles de esta llamativa zona de Canadá.
Donde no se escapa el film de pecar de cierto dramatismo forzado es en la representación de ciertos personajes; además de la grandeza moral y artística de Maud, que puede ser relativamente admisible dado el carácter general del relato, el cinismo de su hermano Charles y la curiosa bondad de Sandra son otros ejemplos que denotan una pincelada de maniqueísmo en Maudie, el color de la vida. A esta consideración no responde Everett Lewis, un tipo que parece repelente en ciertos aspectos pero resulta tierno en otros y cuya figura aporta el punto de imprevisibilidad que necesita la película. En este sentido, buena parte del mérito corresponde a la grata interpretación que del personaje realiza Ethan Hawke, aunque queda solapada por su compañera Sally Hawkins, que clava el papel en otro gran registro de una actriz probablemente no tan valorada como su calidad actoral merecería.
Más allá de esa ligera tendenciosidad en la representación de los mencionados personajes, la laxitud dramática que exhibe Walsh en Maudie, el color de la vida para narrarnos el camino artístico de su protagonista le sienta bastante bien a la película. Apostar por grandes ambiciones en un film que dirige su mirada a una mujer cuya posterior fama se basó en su perenne humildad habría supuesto una grave incongruencia. Por el contrario, desprender a este trabajo cinematográfico de forzados giros de guión (ni siquiera el secreto que se le revela a Maud tiene visos de resultar amanerado), invitaciones al llanto y vacíos embelesamientos es la acertada receta que hace funcionar al conjunto fílmico aquí exhibido.
Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para Cine Maldito
En Maudie, el color de la vida, el biopic sobre este interesante personaje que dirige la cineasta irlandesa Aisling Walsh, contemplamos la vida de Maud desde poco antes de entrar a trabajar como asistenta del hogar de Everett Lewis, un huraño pescador de la zona que tampoco parece creer en las posibilidades de la que será su futura esposa, a la que incluso llega a vejar en público. Sin embargo, el paso del tiempo y la confianza en sí misma sacarán a la luz el potencial artístico de la protagonista, cuyas formas pictóricas vemos florecer de manera progresiva a lo largo de los 115 minutos de película.
Con Maudie, el color de la vida, no estamos ante una película biográfica demasiado encasillada en las formas típicas de esta clase de producciones. No en vano, la propia figura de Maud Lewis no invita tampoco a seguir un esquema tradicional. Walsh y la guionista Sherry White evitan inundar la cinta de excesivos detalles que pudieran hacer virar su trabajo hacia un producto clásico y optan por construir un relato pequeñito en aspecto pero rico en alma para una protagonista que también responde a esa descripción. La cámara solo se marcha del humilde hogar donde la pareja reside para mostrarnos la naturaleza de sus alrededores y otros inmuebles de esta llamativa zona de Canadá.
Donde no se escapa el film de pecar de cierto dramatismo forzado es en la representación de ciertos personajes; además de la grandeza moral y artística de Maud, que puede ser relativamente admisible dado el carácter general del relato, el cinismo de su hermano Charles y la curiosa bondad de Sandra son otros ejemplos que denotan una pincelada de maniqueísmo en Maudie, el color de la vida. A esta consideración no responde Everett Lewis, un tipo que parece repelente en ciertos aspectos pero resulta tierno en otros y cuya figura aporta el punto de imprevisibilidad que necesita la película. En este sentido, buena parte del mérito corresponde a la grata interpretación que del personaje realiza Ethan Hawke, aunque queda solapada por su compañera Sally Hawkins, que clava el papel en otro gran registro de una actriz probablemente no tan valorada como su calidad actoral merecería.
Más allá de esa ligera tendenciosidad en la representación de los mencionados personajes, la laxitud dramática que exhibe Walsh en Maudie, el color de la vida para narrarnos el camino artístico de su protagonista le sienta bastante bien a la película. Apostar por grandes ambiciones en un film que dirige su mirada a una mujer cuya posterior fama se basó en su perenne humildad habría supuesto una grave incongruencia. Por el contrario, desprender a este trabajo cinematográfico de forzados giros de guión (ni siquiera el secreto que se le revela a Maud tiene visos de resultar amanerado), invitaciones al llanto y vacíos embelesamientos es la acertada receta que hace funcionar al conjunto fílmico aquí exhibido.
Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para Cine Maldito
30 de octubre de 2017
30 de octubre de 2017
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
No comprendo por qué Ethan Hawke figura en los créditos, delante de Sally Hawkins, cuando la protagonista, y quien desarrolla el mayor número de minutos es ella...
El trabajo de Sally Hawkins, resulta sobresaliente, certero y muy ajustado a un personaje de una destacada complejidad, trasladado con gran brillantez a la pantalla.
Hawke no me ha gustado. Es un gran actor pero, no el adecuado para el papel. Su trabajo interpretativo no le acompaña, parece encontrarse muy lejos de lo requerido. Su mirada, el gesto, aportan muy poco; incluso en algún momento resulta insustancial. Nada tiene que ver la introspección con la profundidad, y en este caso, ambas se ofrecen ambiguas.
El trabajo de Sally Hawkins, resulta sobresaliente, certero y muy ajustado a un personaje de una destacada complejidad, trasladado con gran brillantez a la pantalla.
Hawke no me ha gustado. Es un gran actor pero, no el adecuado para el papel. Su trabajo interpretativo no le acompaña, parece encontrarse muy lejos de lo requerido. Su mirada, el gesto, aportan muy poco; incluso en algún momento resulta insustancial. Nada tiene que ver la introspección con la profundidad, y en este caso, ambas se ofrecen ambiguas.
7 de diciembre de 2017
7 de diciembre de 2017
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película en la que se disfruta no sólo por la genial interpretación de la pareja (en especial Sally Hawkins) sino por la buena fotografía y el cuidado de las escenas en la se ha esmerado el director. Totalmente recomendada para los amantes del buen cine.
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