Hamlet
7,3
2.792
Drama
Después de haber asesinado a su hermano, el rey de Dinamarca, Claudius se casa con la reina y ocupa el trono danés. En medio del dolor, al príncipe Hamlet se le aparece el fantasma de su padre reclamando venganza contra su asesino. Hamlet decide entonces contratar a una compañía de actores ambulantes para que representen en la corte una obra en la que se muestra el asesinato de un rey a manos de su hermano y en idénticas circunstancias. ... [+]
9 de agosto de 2016
9 de agosto de 2016
13 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
135/18(23/07/16) En 1948 el polifacético Sir Laurence Olivier dirigió, guionizó y protagonizó la más famosa versión de la obra más aclamada del Bardo de Avon, Hamlet (1605), de los más de 50 versiones filmadas que se han realizado desde 1900, fue su segunda película de Olivier como realizador, y segunda de tres obras de Shakespeare que dirigió (“Enrique V” de 1944 fue la primera, la tercera “Ricardo III” en 1955), aunque protagonizaría varias más, fue la primera película británica (y primera no estadounidense) en ganar el Oscar a Mejor película, (también ganó el Oscar a actor, mejor dirección artística b/n y Mejor diseño de vestuario b/n), hasta la fecha primer actor en ganarlo por una adaptación de Shakespeare, y primero por ganar un Oscar a actor dirigiéndose a sí mismo, hazaña no igualada hasta que Roberto Benigni lo ganó por “La vida es bella” en 1997. Perdió el Oscar a la dirección a manos de John Huston y su “El tesoro de Sierra Madre”, y primera película adaptación sonora en inglés de la shakesperiana obra (hubo una adaptación anterior en 1935 sonora, ido, Khoon Ka Khoon, realizado en la India y filmado en lengua Urdu). Olivier dirigió esta versión tres años después de su gran éxito Henry V. Curiosamente para los puristas del autor de Avon resultó una adaptación polémica por las alteraciones que Olivier introdujo para hacer más fluida y corta la trama, en teatro son cuatro horas apx., anulando a personajes como los amigos del protagonista, Rosencratz y Guildenstern, y al príncipe de Noruega, Fortinbrás, así como sesgados discursos menores, también se modificaron escenas y la cronología de las mismas, ejemplo que el icónico soliloquio “Ser o no ser” se traslada del interior de palacio a un acantilado, aumenta la importancia del personaje de Ofelia. Olivier se enfrenta a una obra megaconocida, por lo que lo previsible prima, esto lo salva el realizador con maestría en su desarrollo a pesar de su metraje de casi dos horas y media, hace que te atrape en sus malsanas redes, gracias a una puesta en escena que dentro de sus claras reminiscencias de decorados cartón piedra hace que la cámara fluya por los estancias a modo que en algunos momentos nos convertimos en voyeurs, esto atomizado por unas actuaciones superlativas de un elenco actoral en estado de gracia.
La cinta en principio tiene su punto fuerte unido a su punto débil, una adaptación de un clásico imperecedero que nos habla de temas universales con los que nos podemos identificar como el sentido de la familia, las dudas, la locura, la búsqueda de certezas, el complejo de Edipo, la verdad tras la mentira, el valor del sacrificio, la venganza, y su punto frágil en que casi todos nos sabemos el principio, lo que pasará en medio, y su final, lejos de huir Olivier de la esencia de la obra para sorprender, lo que hace es enriquecerla, con personajes profundos, con aristas, humanos, con diálogos que manan de la obra pero engrandecidos por los intérpretes, aportando asimismo lírica visual en el manejo de una cámara que flota con majestuosidad alrededor de los actores sacando lo mejor y más de las emocionales actuaciones. Un drama dirigido con notable pulso por el realizador inglés, haciendo discurrir las escenas con solemnidad, induciendo incisivamente a un tono de honda intensidad, derivando en que el público quede absorbido entre otras cosas por la magia de la prosa manejada, un aluvión incontenible de ingenio puesto al servicio de la retórica y la poesía, sacando un tremendo jugo y esplendor al encadenado de palabras y frases.
Olivier pone énfasis en algo que Shakespeare no lo hizo, acentúa un halo de relación incestuosa entre Hamlet y su madre, de hecho se ve más distante y frío con su supuesta pareja Ofelia que con su mater Gertrude, dejando entrever en la escena del dormitorio con ella unas insinuaciones veladas de algo más que afán vengativo contra su padrastro, se insinúan celos amorosos, llegando a remarcarse esto en besos en los labios de madre-hijo. Olivier hace intenso uso de la voz en off con efluvios poéticos de varios personajes que aumenta la inquietud y la desazón en el público, transmutando algunos monólogos en pensamientos interiores que el espectador oye en off, mientras vemos sus rostros meditabundos,
Laurence Olivier encarna con calado emocional a Hamlet, lo dota de hondura psicológica, de taciturnidad, de introspección, de mundo interior, de carisma, de mordacidad, de tristeza, de ira contenida, de incertidumbre, reflejando un arco de emociones arrollador, con un lenguaje gestual y de mirada sensibilizador, magnífico. Jean Simmons como Ofelia, ofrece una actuación muy sentida, angustiada, dubitativa, sabe darle el punto de enternecer por la inocencia que transpira (fue nominada al Oscar por secundaria). Eileen Herlie como la Reina Gertrude, da un rendimiento formidable, impregna a su personaje de melancolía, de turbación, de anhelos, brillante la química con Olivier, sobre todo en la escena del dormitorio, transpirando entre los dos cierta relación latente incestuosa, curioso es que la actriz tenía 28 años y hacía de madre Olivier que tenía entonces 40. Basil Sydney como el Rey Claudio dota su rol de majestuosidad, de sutilidad, de sensaciones encontradas, un villano tridimensional, con aristas, muy bueno. Felix Aylmer como Polonio, un gran apoyo para dar relieve dramático a los protagonistas. Terence Morgan como Laertes despliega una genuina y creíble rabia vengativa. Laurence Olivier puso la voz del espíritu del padre muerto mediante el registro de su voz reproducida a una velocidad reducida, lo que supone una un tono cuasi-místico. En el film aparecen actores en pequeños papeles que con el tiempo se ganaron merecida fama, Peter Cushing, Christopher Lee, y Anthony Quayle.
La cinta en principio tiene su punto fuerte unido a su punto débil, una adaptación de un clásico imperecedero que nos habla de temas universales con los que nos podemos identificar como el sentido de la familia, las dudas, la locura, la búsqueda de certezas, el complejo de Edipo, la verdad tras la mentira, el valor del sacrificio, la venganza, y su punto frágil en que casi todos nos sabemos el principio, lo que pasará en medio, y su final, lejos de huir Olivier de la esencia de la obra para sorprender, lo que hace es enriquecerla, con personajes profundos, con aristas, humanos, con diálogos que manan de la obra pero engrandecidos por los intérpretes, aportando asimismo lírica visual en el manejo de una cámara que flota con majestuosidad alrededor de los actores sacando lo mejor y más de las emocionales actuaciones. Un drama dirigido con notable pulso por el realizador inglés, haciendo discurrir las escenas con solemnidad, induciendo incisivamente a un tono de honda intensidad, derivando en que el público quede absorbido entre otras cosas por la magia de la prosa manejada, un aluvión incontenible de ingenio puesto al servicio de la retórica y la poesía, sacando un tremendo jugo y esplendor al encadenado de palabras y frases.
Olivier pone énfasis en algo que Shakespeare no lo hizo, acentúa un halo de relación incestuosa entre Hamlet y su madre, de hecho se ve más distante y frío con su supuesta pareja Ofelia que con su mater Gertrude, dejando entrever en la escena del dormitorio con ella unas insinuaciones veladas de algo más que afán vengativo contra su padrastro, se insinúan celos amorosos, llegando a remarcarse esto en besos en los labios de madre-hijo. Olivier hace intenso uso de la voz en off con efluvios poéticos de varios personajes que aumenta la inquietud y la desazón en el público, transmutando algunos monólogos en pensamientos interiores que el espectador oye en off, mientras vemos sus rostros meditabundos,
Laurence Olivier encarna con calado emocional a Hamlet, lo dota de hondura psicológica, de taciturnidad, de introspección, de mundo interior, de carisma, de mordacidad, de tristeza, de ira contenida, de incertidumbre, reflejando un arco de emociones arrollador, con un lenguaje gestual y de mirada sensibilizador, magnífico. Jean Simmons como Ofelia, ofrece una actuación muy sentida, angustiada, dubitativa, sabe darle el punto de enternecer por la inocencia que transpira (fue nominada al Oscar por secundaria). Eileen Herlie como la Reina Gertrude, da un rendimiento formidable, impregna a su personaje de melancolía, de turbación, de anhelos, brillante la química con Olivier, sobre todo en la escena del dormitorio, transpirando entre los dos cierta relación latente incestuosa, curioso es que la actriz tenía 28 años y hacía de madre Olivier que tenía entonces 40. Basil Sydney como el Rey Claudio dota su rol de majestuosidad, de sutilidad, de sensaciones encontradas, un villano tridimensional, con aristas, muy bueno. Felix Aylmer como Polonio, un gran apoyo para dar relieve dramático a los protagonistas. Terence Morgan como Laertes despliega una genuina y creíble rabia vengativa. Laurence Olivier puso la voz del espíritu del padre muerto mediante el registro de su voz reproducida a una velocidad reducida, lo que supone una un tono cuasi-místico. En el film aparecen actores en pequeños papeles que con el tiempo se ganaron merecida fama, Peter Cushing, Christopher Lee, y Anthony Quayle.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La potente puesta en escena rezuma aires teatrales, todo filmado en interiores, excepto el suicidio de Ofelia, con una brillante dirección artística de Carmen Dillon (“Ricardo III”, “El príncipe y la corista” o “La profecía”), rodando en los Denaham Studios de Buckinghamshire (Inglaterra), recreando con mimo en sus decorados cartón piedra los pomposos interiores del palacio danés de Elsinor, con sus espacios abovedados, con sus escaleras de caracol, con sus almenas, sumado al estupendo diseño de vestuario de Elizabeth Hennings (“Narciso Negro” o “Su majestad de los mares del sur”) esto realzado por la fascinante fotografía de Desmond Dickinson (“La importancia de llamarse Ernesto” o “La versión Browning”) en glorioso b/n, jugando con los claroscuros, con lo sombrío, componiendo bellas estampas, con movimientos de cámara sibaritas, con hermosa utilización de grúa, con esmerados travellings, con radiantes primeros planos que sonsacan el caudal de sentimientos de los personajes, donde las secuencias no paran de fluir una tras otra, esto gracias a que la cámara navega por el palacio de modo que llega a parecer ininterrumpido, levitando por pasillos, por las almenas, por escaleras, por las ventanas, por las habitaciones y salones, llegando a construir escenas con muy pocos cortes que otorgan realismo y dotan de vigor al dramatismo imperante, esto atomizado por un enfoque que imprime profundidad de campo (utilizado esto en films anteriores como “Ciudadano Kane” o “La loba”) que baña de veracidad espaciosa cada toma, preciosa la composición de la muerte de Ofelia en el río inspirándose en el cuadro “Ofelia” del pintor inglés del SXIX John Everett Millais. Estos elementos adornados por el score de William Walton (“Enrique V” o “La Batalla de Inglaterra”), acompañando con melodías inquietantes la acción, con sonidos de orquesta que estimulan al espectador e involucran en la tragedia hamletiana. Todo sumado da un gran conjunto de elementos que sumados dan con el estado de ánimo reinante en la historia.
Spoiler:
Momentos recordables, algunos ya mencionados; El encuentro de Hamlet con el espíritu de su padre en las almenas del castillo; El clásico soliloquio “ser o no ser”; El homenaje shakesperiano del teatro dentro del teatro con la representación de “La muerte de Gonzago” inducida en cambios por Hamlet para enervar a su padrastro; La escena en el dormitorio entre Gertrude y su hijo Hamlet, ello con el asesinato de Polonio tras la cortina; La divertida y alegórica charla de Hamlet con el sepulturero; El operístico entierro de Ofelia; El clímax final del duelo a espada entre Laertes y Hamlet, con el complot de Claudio para envenenar al príncipe danés.
Otras adaptaciones de Hamlet de calidad son: La de Grigori Kozintsev (1964); de Franco Zeffirelli (1990); y la de Kenneth Branagh (1996), la de más larga duración para respetar el texto íntegro de William Shakespeare en sus cuatro horas de duración.
Hay quien ha llamado a esta obra la “Mona Lisa” de la literatura moderna por los interrogantes que deja colgados, como lo que hay de cierto en la locura de Hamlet o la implicación de Gertrude en el asesinato del marido y padre de Hamlet.
“Hamlet” es una obra del bardo de Avon que se inspira en “The spanish tragedia” (1582) del dramaturgo inglés Thomas Kyd, recogiendo de esta la aparición del espíritu que pide venganza, en este caso el protagonista se llama Hierónimo y urde una sibilina vendetta contra el poder.
Una muy recomendable cinta para acercarse a uno de los grandes (si no el más)n autor teatral de todos los tiempos. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
Momentos recordables, algunos ya mencionados; El encuentro de Hamlet con el espíritu de su padre en las almenas del castillo; El clásico soliloquio “ser o no ser”; El homenaje shakesperiano del teatro dentro del teatro con la representación de “La muerte de Gonzago” inducida en cambios por Hamlet para enervar a su padrastro; La escena en el dormitorio entre Gertrude y su hijo Hamlet, ello con el asesinato de Polonio tras la cortina; La divertida y alegórica charla de Hamlet con el sepulturero; El operístico entierro de Ofelia; El clímax final del duelo a espada entre Laertes y Hamlet, con el complot de Claudio para envenenar al príncipe danés.
Otras adaptaciones de Hamlet de calidad son: La de Grigori Kozintsev (1964); de Franco Zeffirelli (1990); y la de Kenneth Branagh (1996), la de más larga duración para respetar el texto íntegro de William Shakespeare en sus cuatro horas de duración.
Hay quien ha llamado a esta obra la “Mona Lisa” de la literatura moderna por los interrogantes que deja colgados, como lo que hay de cierto en la locura de Hamlet o la implicación de Gertrude en el asesinato del marido y padre de Hamlet.
“Hamlet” es una obra del bardo de Avon que se inspira en “The spanish tragedia” (1582) del dramaturgo inglés Thomas Kyd, recogiendo de esta la aparición del espíritu que pide venganza, en este caso el protagonista se llama Hierónimo y urde una sibilina vendetta contra el poder.
Una muy recomendable cinta para acercarse a uno de los grandes (si no el más)n autor teatral de todos los tiempos. Fuerza y honor!!!
2 de noviembre de 2006
2 de noviembre de 2006
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El excelente actor inglés Laurence Olivier, se destapa como un excepcional director con este drama shakespiriano ambientado en Dinamarca, en dónde un jóven principe, intentará vengar por todos los medios el asesinato de su padre, acaecido tras las conspiracionesde su tío.
El actor, gran seguidor de la obra del dramaturgo inglés, interpreta con maestría el papel de Hamlet, alcanzando el Oscar a mejor actor de ese año (el film llevaría otros tres entre el que se incluiría también el de mejor película).
A lo largo de su obra Olivier seguirá dedicado a honrar la fama del genio inglés, tanto en teatro, interpretando sin fín de personajes shakespirianos, como en cine dónde también destacaría su versión de Enrique V.
El actor, gran seguidor de la obra del dramaturgo inglés, interpreta con maestría el papel de Hamlet, alcanzando el Oscar a mejor actor de ese año (el film llevaría otros tres entre el que se incluiría también el de mejor película).
A lo largo de su obra Olivier seguirá dedicado a honrar la fama del genio inglés, tanto en teatro, interpretando sin fín de personajes shakespirianos, como en cine dónde también destacaría su versión de Enrique V.
19 de junio de 2017
19 de junio de 2017
11 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de esta película, cualquier versión cinematográfica de Hamlet ha tenido que mirarse en ella. Para muchos, la de Kenneth Branagh es mejor que la de Olivier. Puede que lo sea, pero, a mi entender, Branagh realiza más una versión de la película de 1948 que de la obra de Shakespeare. Aunque sea para muchos, repito, una versión mejorada.
Para mí… La figura fantasmal del padre, el escenario singular de la torre, y esa forma de filmar de Olivier tan influenciada por «Ciudadano Kane» convierten esta película, aún hoy, en la mejor versión de «Hamlet».
Algunas curiosidades:
– Cuando se entregaron los dos óscars a Laurence Olivier, como mejor actor y como mejor película, éste no acudió a la gala. Estaba en Broadway, interpretando una obra junto a su mujer, Vivian Leigh.
– La gala de los óscars la presentaba Ethel Barrimore, quien estuvo en profundo desacuerdo con ambos premios, dado que ella pensaba que su hermano, John Barrimore, había interpretado a Hamlet en Broadway en 1922 mucho mejor que Olivier en la película de 1948.
– Sorprende ver a Peter Cushing en el papel de Osric. ¡Quién diría que llegaría a ser uno de los mejores intérpretes de Sherlock Holmes, y el protagonista de «Drácula»!
– También vemos a Anthony Quayle en uno de sus primeros papeles, casi irreconocible por la barba y la nariz aguileña. Faltaban años para «Los cañones de Navarone»
– Stanley Holloway, como enterrador, fue un fichaje de ultimísima hora. Nadie mejor para ese papel que el futuro padre de Elisa Doolittle en «My fair lady».
– Por último, irreconocible Christopher Lee, quien apenas aparece en una escena llevando una lanza. Casi un homenaje al guión de «Ser o no ser», donde uno de los actores se queja de tener que desempeñar ese papel.
– Total, que la película de Olivier resultó ser toda una cantera de celebridades.
Para mí… La figura fantasmal del padre, el escenario singular de la torre, y esa forma de filmar de Olivier tan influenciada por «Ciudadano Kane» convierten esta película, aún hoy, en la mejor versión de «Hamlet».
Algunas curiosidades:
– Cuando se entregaron los dos óscars a Laurence Olivier, como mejor actor y como mejor película, éste no acudió a la gala. Estaba en Broadway, interpretando una obra junto a su mujer, Vivian Leigh.
– La gala de los óscars la presentaba Ethel Barrimore, quien estuvo en profundo desacuerdo con ambos premios, dado que ella pensaba que su hermano, John Barrimore, había interpretado a Hamlet en Broadway en 1922 mucho mejor que Olivier en la película de 1948.
– Sorprende ver a Peter Cushing en el papel de Osric. ¡Quién diría que llegaría a ser uno de los mejores intérpretes de Sherlock Holmes, y el protagonista de «Drácula»!
– También vemos a Anthony Quayle en uno de sus primeros papeles, casi irreconocible por la barba y la nariz aguileña. Faltaban años para «Los cañones de Navarone»
– Stanley Holloway, como enterrador, fue un fichaje de ultimísima hora. Nadie mejor para ese papel que el futuro padre de Elisa Doolittle en «My fair lady».
– Por último, irreconocible Christopher Lee, quien apenas aparece en una escena llevando una lanza. Casi un homenaje al guión de «Ser o no ser», donde uno de los actores se queja de tener que desempeñar ese papel.
– Total, que la película de Olivier resultó ser toda una cantera de celebridades.
9 de abril de 2021
9 de abril de 2021
11 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hamlet (1948), dirigida, protagonizada y adaptada por Laurence Olivier en base al clásico de William Shakespeare, obtuvo el Oscar a mejor película en 1949. Se trata de una propuesta que conserva el espíritu teatral de la obra aunque cuenta con un puñado de escenas cinematográficas de alto vuelo.
Por Nicolás Bianchi
En principio es extraño que una película como Hamlet, que cuenta con tantos recursos teatrales como cinematográficos, haya ganado cuatro premios Oscar y, sobre todo, el de mejor película. No por la calidad del film, que es elevada, sino porque abunda en diálogos y puestas de escena más propios de las tablas de un escenario que de un set. Más allá de los criterios de la Academia, muchas veces controversiales a lo largo de la historia, la película tiene sus méritos aunque sus competidores (The treasure of the Sierra Madre de John Huston por ejemplo) seguramente hayan sentido una amargura adicional.
La trama es la de la obra clásica de Shakespeare. Hamlet (Olivier) es un príncipe danés atormentado por la muerte de su padre, que vuelve una noche como un espíritu y le cuenta que lo han asesinado. El culpable es el rey Claudio (Basil Sydney), hermano del difunto y ahora esposo de la reina Gertrude (Eileen Herlie), lo que inscribe a la tragedia en el ámbito familiar. La obra y la película juegan con las ideas de corrupción, ambición y traición y sus vínculos con el poder.
La primera gran escena de Hamlet es la de la aparición del espíritu. Olivier construye la revelación que se le produce al protagonista con una puesta expresionista, de noche, en lo alto de una torre, entre la bruma y la oscuridad. Allí aparece el espíritu de Hamlet padre, en lo que bien podría ser parte de una película de terror. La elaborada prosa de los diálogos shakesperianos corta con esa posibilidad y devuelven la acción al ámbito teatral.
Durante grandes lapsos la película permanece en ese tono. No se trata de teatro filmado pero en muchas escenas abundan los planos medios y los movimientos de cámara se asemejan al de una cabeza que rota a través de los distintos personajes. El film cobra vigor cinematográfico nuevamente en la escena en la que Hamlet prepara una obra de teatro para denunciar ante la corte lo sucedido. Es muy interesante como allí ya Shakespeare, y más acá Olivier, juegan con declamar el poder que tiene la ficción para operar en la realidad.
Por Nicolás Bianchi
En principio es extraño que una película como Hamlet, que cuenta con tantos recursos teatrales como cinematográficos, haya ganado cuatro premios Oscar y, sobre todo, el de mejor película. No por la calidad del film, que es elevada, sino porque abunda en diálogos y puestas de escena más propios de las tablas de un escenario que de un set. Más allá de los criterios de la Academia, muchas veces controversiales a lo largo de la historia, la película tiene sus méritos aunque sus competidores (The treasure of the Sierra Madre de John Huston por ejemplo) seguramente hayan sentido una amargura adicional.
La trama es la de la obra clásica de Shakespeare. Hamlet (Olivier) es un príncipe danés atormentado por la muerte de su padre, que vuelve una noche como un espíritu y le cuenta que lo han asesinado. El culpable es el rey Claudio (Basil Sydney), hermano del difunto y ahora esposo de la reina Gertrude (Eileen Herlie), lo que inscribe a la tragedia en el ámbito familiar. La obra y la película juegan con las ideas de corrupción, ambición y traición y sus vínculos con el poder.
La primera gran escena de Hamlet es la de la aparición del espíritu. Olivier construye la revelación que se le produce al protagonista con una puesta expresionista, de noche, en lo alto de una torre, entre la bruma y la oscuridad. Allí aparece el espíritu de Hamlet padre, en lo que bien podría ser parte de una película de terror. La elaborada prosa de los diálogos shakesperianos corta con esa posibilidad y devuelven la acción al ámbito teatral.
Durante grandes lapsos la película permanece en ese tono. No se trata de teatro filmado pero en muchas escenas abundan los planos medios y los movimientos de cámara se asemejan al de una cabeza que rota a través de los distintos personajes. El film cobra vigor cinematográfico nuevamente en la escena en la que Hamlet prepara una obra de teatro para denunciar ante la corte lo sucedido. Es muy interesante como allí ya Shakespeare, y más acá Olivier, juegan con declamar el poder que tiene la ficción para operar en la realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La última gran escena de la película es el desenlace trágico en el que los personajes van muriendo por efecto del veneno y de la espada. Nuevamente aquí hay un mayor juego con el montaje y las perspectivas, sobre todo para retratar el envenenamiento de la reina, además de recurrir a algunos primeros planos, algo muy poco utilizado en el resto del film. El epílogo también vuelve a lo que es puramente cinematográfico, con el transporte del cuerpo de Hamlet por las escalinatas que llevan a la misma oscura torre dónde el espíritu de su padre le reveló la traición.
Hay también allí, además de lo circular, algo de paz espiritual. La tragedia que significa la muerte se balancea con la revelación de la verdad. La sombra atormentada del padre de Hamlet debería así poder descansar en paz. La tragedia de un hombre, su hijo, que no pudo tomar la decisión de ajusticiar a su asesino, llega también a su fin.
Hay también allí, además de lo circular, algo de paz espiritual. La tragedia que significa la muerte se balancea con la revelación de la verdad. La sombra atormentada del padre de Hamlet debería así poder descansar en paz. La tragedia de un hombre, su hijo, que no pudo tomar la decisión de ajusticiar a su asesino, llega también a su fin.
2 de marzo de 2011
2 de marzo de 2011
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta ocasión, la arrogancia y el egocentrismo de Olivier no cayeron en saco roto, sino que derivaron en una excelente versión del clásico de la literatura por excelencia. Su interpretación del príncipe Hamlet se aferra fervientemente a los parámetros de la novela y su carisma resulta, por momentos, irresistible.
Acompañado por un decente elenco de actores y por la narrativa de un genio, logra Olivier enredar al espectador en las elucubraciones y los sueños de venganza de un hijo desesperado, con tanta fortuna en sus objetivos como trauma en sus consecuencias.
Una gran obra que reafirmó la personalidad de un espíritu difícil, muy alabado y en ocasiones excesivamente aburrido como el de Laurence Olivier.
Acompañado por un decente elenco de actores y por la narrativa de un genio, logra Olivier enredar al espectador en las elucubraciones y los sueños de venganza de un hijo desesperado, con tanta fortuna en sus objetivos como trauma en sus consecuencias.
Una gran obra que reafirmó la personalidad de un espíritu difícil, muy alabado y en ocasiones excesivamente aburrido como el de Laurence Olivier.
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