Francisco, el padre Jorge
Drama
¿Cómo llega un adolescente que descubrió su vocación religiosa un día primaveral a ser el Papa Francisco (Darío Gandinetti)? El largo, duro y emocionante viaje de un jesuita que llega a ser arzobispo de Buenos Aires durante muchos años es lo que investiga una joven periodista española (Silvia Abascal), después de conocer en el cónclave de 2005 a Jorge Mario Bergoglio. La reportera está escribiendo un libro en el que habla de su ... [+]
17 de septiembre de 2015
17 de septiembre de 2015
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film del cineasta español Beda Docampo Feijóo arranca con una breve intervención de Leticia Brédice quien guía un “tour papal”, con un traje de azafata, similar a su personaje de Nueve Reinas, donde sin duda cumplió un rol mucho más relevante, porque aquí, salvo el protagónico de Grandinetti, el resto son buenos actores en papeles esporádicos.
Desde el mismo comienzo, queda claro que la película apunta a un público tan universal como los mensajes del sumo pontífice y se inicia con panorámicas de la ciudad porteña y música de Piazzolla, imágenes y sonidos que sin duda bien podrían formar parte de alguna refinada promoción turística del país que quiera trascender fronteras. Y ése es el objetivo de “Francisco, el padre Jorge”, coproducción argentino-española que perfila una biografía rápida, simpática y sin demasiado riesgo. Exponente cinematográfico de la “papamanía” desatada desde el mismo momento que se supo de un Papa argentino, cuando florecieron estampitas, estatuitas y libros que se vendieron como pan caliente, porque el mundo demandaba saber más acerca del hasta entonces
obispo Bergoglio, inesperadamente elegido luego de la impensada renuncia de su antecesor Benedicto XVI.
“El Padre Jorge...” es una recopilación de retazos de la vida de Jorge Bergoglio, basada en el libro “Francisco. Vida y Revolución”, de la periodista Elisabetta Piqué. El film toma el punto de vista de una joven corresponsal (Silvia Abascal), alter ego de Piqué, quien conoció y entabló amistad con Bergoglio cuando la editorial para la cual trabajaba la mandó cubrir el cónclave de 2005, donde J.B. fue el obispo más votado luego de Ratzinger.
La película salta del presente al pasado y de ahí nuevamente a la actualidad para mostrar distintos momentos trascendentales de la vida del ex obispo, siempre con la amistad entre periodista y religioso como eje.
El relato va y viene entre la actualidad y los años cincuenta, los violentos setenta y de 2005 en adelante, con el fin de mostrar momentos como el descubrimiento de la vocación de un Bergoglio adolescente que dudaba entre seguir medicina y ponerse de novio o tomar los hábitos. No se preocupa tanto por la comprensión de las aristas de su personaje pero le alcanza para reflejar un posicionamiento ideológico ante cada uno de los conflictos sociales, políticos y eclesiásticos. Destaca su humildad coherente, la preocupación estoica por los pobres, la violencia, la corrupción o el flagelo de las drogas. Por la pantalla, pasarán la elección de su vocación, aspectos de su tarea social y lo más osado, una serie de referencias durante la dictadura: sus acciones en defensa de unos curas jesuitas desaparecidos y un testimonio (recogido por la periodista) que relata la entrevista a la familiar de un perseguido político que describe cómo el sacerdote ayudó a su padre a salir del país.
Narrada, filmada y actuada en forma clásica con una estética ochentista, la película actúa como espejo de lo que en su mayoría ya se ha dicho y revelado. Le faltan matices pero mantiene el atractivo del hombre que retrata, con un peso político específico y manifestaciones poco frecuentes para su investidura. Con un buen trabajo de Grandinetti, que encarna los simpáticos “bergoglismos”, sus recomendaciones de no balconear la vida, sus chistes y observaciones desde las grandes ideas que no descartan centrarse en lo pequeño. Lo más entretenido es ese perfil simpático de Papa callejero como se autodefine y que reflejan los primeros planos de sus zapatos viejos contrastando con la magnificencia de la investidura.
Si comparamos con las fuertes imágenes de “Elefante blanco” de Trapero, el contraste entre aquel realismo aggiornado y los anodinos jóvenes de pelo corto y camisa formal de este biopic parecen casi ejemplares de museo que distan años luz de los marginales de la villa recorrida por Darín en la película de Trapero. Es que Docampo Feijóo (“Los amores de Kafka”, guionista de “Camila” con María Luisa Bemberg) construye un retrato que persigue una biografía no profunda aunque tampoco superficial, pero sin nada irritante o polémico; es decir, para todo público, local e internacional.
Desde el mismo comienzo, queda claro que la película apunta a un público tan universal como los mensajes del sumo pontífice y se inicia con panorámicas de la ciudad porteña y música de Piazzolla, imágenes y sonidos que sin duda bien podrían formar parte de alguna refinada promoción turística del país que quiera trascender fronteras. Y ése es el objetivo de “Francisco, el padre Jorge”, coproducción argentino-española que perfila una biografía rápida, simpática y sin demasiado riesgo. Exponente cinematográfico de la “papamanía” desatada desde el mismo momento que se supo de un Papa argentino, cuando florecieron estampitas, estatuitas y libros que se vendieron como pan caliente, porque el mundo demandaba saber más acerca del hasta entonces
obispo Bergoglio, inesperadamente elegido luego de la impensada renuncia de su antecesor Benedicto XVI.
“El Padre Jorge...” es una recopilación de retazos de la vida de Jorge Bergoglio, basada en el libro “Francisco. Vida y Revolución”, de la periodista Elisabetta Piqué. El film toma el punto de vista de una joven corresponsal (Silvia Abascal), alter ego de Piqué, quien conoció y entabló amistad con Bergoglio cuando la editorial para la cual trabajaba la mandó cubrir el cónclave de 2005, donde J.B. fue el obispo más votado luego de Ratzinger.
La película salta del presente al pasado y de ahí nuevamente a la actualidad para mostrar distintos momentos trascendentales de la vida del ex obispo, siempre con la amistad entre periodista y religioso como eje.
El relato va y viene entre la actualidad y los años cincuenta, los violentos setenta y de 2005 en adelante, con el fin de mostrar momentos como el descubrimiento de la vocación de un Bergoglio adolescente que dudaba entre seguir medicina y ponerse de novio o tomar los hábitos. No se preocupa tanto por la comprensión de las aristas de su personaje pero le alcanza para reflejar un posicionamiento ideológico ante cada uno de los conflictos sociales, políticos y eclesiásticos. Destaca su humildad coherente, la preocupación estoica por los pobres, la violencia, la corrupción o el flagelo de las drogas. Por la pantalla, pasarán la elección de su vocación, aspectos de su tarea social y lo más osado, una serie de referencias durante la dictadura: sus acciones en defensa de unos curas jesuitas desaparecidos y un testimonio (recogido por la periodista) que relata la entrevista a la familiar de un perseguido político que describe cómo el sacerdote ayudó a su padre a salir del país.
Narrada, filmada y actuada en forma clásica con una estética ochentista, la película actúa como espejo de lo que en su mayoría ya se ha dicho y revelado. Le faltan matices pero mantiene el atractivo del hombre que retrata, con un peso político específico y manifestaciones poco frecuentes para su investidura. Con un buen trabajo de Grandinetti, que encarna los simpáticos “bergoglismos”, sus recomendaciones de no balconear la vida, sus chistes y observaciones desde las grandes ideas que no descartan centrarse en lo pequeño. Lo más entretenido es ese perfil simpático de Papa callejero como se autodefine y que reflejan los primeros planos de sus zapatos viejos contrastando con la magnificencia de la investidura.
Si comparamos con las fuertes imágenes de “Elefante blanco” de Trapero, el contraste entre aquel realismo aggiornado y los anodinos jóvenes de pelo corto y camisa formal de este biopic parecen casi ejemplares de museo que distan años luz de los marginales de la villa recorrida por Darín en la película de Trapero. Es que Docampo Feijóo (“Los amores de Kafka”, guionista de “Camila” con María Luisa Bemberg) construye un retrato que persigue una biografía no profunda aunque tampoco superficial, pero sin nada irritante o polémico; es decir, para todo público, local e internacional.
18 de septiembre de 2015
18 de septiembre de 2015
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El naufragio de la película dirigida por el director y guionista gallego Beda Docampo Feijóo (Amores locos) se produce desde las primeras secuencias en la que Silvia Abascal, que da vida a la periodista española Ana, viaja en un autobús turístico por Buenos Aires junto a su hija recorriendo los lugares donde el padre Jorge predicó la palabra de Dios. Una presentación infantil y empalagosa que se mezcla con imágenes del Papa, interpretado por Darío Grandinetti -lo mejor de largo- en varias entrevistas televisivas y que se convierte en el preludio de una cinta biográfica con más nubes que claros.
Tras ese momento sensiblero entre Abascal y la niña cuesta engancharse a una historia que pretende ensalzar la figura de Bergoglio desde que encontró la vocación espiritual. Y de nuevo estas escenas a modo de flashback, con un Francisco en plena juventud, se tiñen de la cursilería inicial, mezclándose además con la historia personal de la soporífera Abascal, totalmente perdida en su papel, sin gancho, química y credibilidad -para echarse a llorar de vergüenza cuando comparte planos con Carlos Hipólito-.
Cuando todo está abocado al desastre entre tanta retrospectiva, aparece Darío Grandinetti (Relatos Salvajes) para intentar sacar del atolladero tanta pomposidad. El argentino lo da todo y brinda una magnífica interpretación alejándose de lo físico y centrándose en las formas. Aunque su gran labor no es suficiente para reflotar una película encorsetada en los hechos históricos, lineal y que tal vez llegara a funciona como novela biográfica, pero el cine es otro cantar.
Así a marchas forzadas se va apagando una película que no muestra nada nuevo sobre 'El padre Jorge'. Un trabajo más periodístico que cinematográfico para encumbrar al Papa Francisco, que un día tras otro nos acostumbra a ofrecer una imagen más renovada y cercana de la Iglesia con los fieles y aquellos que peor lo están pasando. Y como eso ya se sabía, se entiende más el Nobel de la Paz a Obama que el por qué de esta película.
Más datos sobre esta y otras películas en el blog: http://argoderse.blogspot.com.es/
Tras ese momento sensiblero entre Abascal y la niña cuesta engancharse a una historia que pretende ensalzar la figura de Bergoglio desde que encontró la vocación espiritual. Y de nuevo estas escenas a modo de flashback, con un Francisco en plena juventud, se tiñen de la cursilería inicial, mezclándose además con la historia personal de la soporífera Abascal, totalmente perdida en su papel, sin gancho, química y credibilidad -para echarse a llorar de vergüenza cuando comparte planos con Carlos Hipólito-.
Cuando todo está abocado al desastre entre tanta retrospectiva, aparece Darío Grandinetti (Relatos Salvajes) para intentar sacar del atolladero tanta pomposidad. El argentino lo da todo y brinda una magnífica interpretación alejándose de lo físico y centrándose en las formas. Aunque su gran labor no es suficiente para reflotar una película encorsetada en los hechos históricos, lineal y que tal vez llegara a funciona como novela biográfica, pero el cine es otro cantar.
Así a marchas forzadas se va apagando una película que no muestra nada nuevo sobre 'El padre Jorge'. Un trabajo más periodístico que cinematográfico para encumbrar al Papa Francisco, que un día tras otro nos acostumbra a ofrecer una imagen más renovada y cercana de la Iglesia con los fieles y aquellos que peor lo están pasando. Y como eso ya se sabía, se entiende más el Nobel de la Paz a Obama que el por qué de esta película.
Más datos sobre esta y otras películas en el blog: http://argoderse.blogspot.com.es/
17 de enero de 2016
17 de enero de 2016
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francisco, el padre Jorge, la película para exaltación de la figura del Papa actual es un mero vehículo publicitario del personaje. No se merece ni que la llamen película. No hay argumento, no hay hilo conductor, todo está deslavazado moviéndose de una época a otra sin coherencia, sin sentido, sin que sepas donde andas o donde estas. Cuenta algunas de las aventurillas del padre Jorge, como le gustaba que le llamasen, de esas humildes y sencillas, pero todo en una peli sin coherencia ninguna. Es que no hay estructura alguna, y todo es un sinsentido. Solo consigue una ligera emoción en el final, en el cónclave donde sale elegido como sumo pontífice. Pero nada más. Quizás iba pensando que me iba a encontrar otra "Las sandalias del pescador", que está muy bien, pero es que no tiene sentido alguno de nada, ni del ritmo, ni de historia, ni de nada. Sus responsables deberían confesarse por haber hecho algo tan burdo, tan poco lírico. Es que no me parece tan complicado dar un poco de tensión, mantener un poco el interés. Quizás quieran abarcar demasiado e intentan tocar muchos palos. A veces, en este tipo de biopics es mejor centrarse solo en una de las historias, que las hay como vemos en la peli. Por ejemplo la de los 3 jesuitas encarcelados por el gobierno, o como le eligieron Papa, con toda la política que había detrás, incluso usando el anterior cónclave donde se eligió a Razinger. Pero se pierde, o mejor dicho, ni se encuentra o no intenta ni buscarse. Vamos, que no se si queda claro que no me ha gustado, es más me ha parecido una tomadura de pelo y una oportunidad perdida de mostrarnos a uno de los papas más queridos.
25 de septiembre de 2015
25 de septiembre de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que me encuentro bastante cómodo dentro del llamado agnosticismo. Pero no siempre fue así, ya que como muchos de mi generación, recibí una educación católica que para nada reniego en absoluto.
En la actualidad reconozco que me interesa bastante poco los temas eclesiásticos, y más cuando uno observa que no todo funciona como debería funcionar en el seno de la Iglesia.
Dentro de este panorama, conocimos hace un par de años la figura del Papa Francisco, un hombre sencillo, con las ideas bastante lúcidas, y con un afán de decir las cosas por su nombre.
Ahora nos llega su vida en forma de película de postal. No es de extrañar que la misma arranque con un tour por la ciudad de Buenos Aires, mostrándonos los lugares que fueron fundamentales para él, antes de convertirse en lo que es.
Y es que el film efectivamente es eso: Un tour para turistas. Una bonita forma de acercarnos a su figura, planeando muy por encima, sobre algunas peripecias de su pasado.
El que busque profundidad histórica no la va a encontrar. La producción persigue crear un formato para agradar, mucho más cercano a la estética del telefilm, que al de una película de la pantalla grande.
Un título que se ve absolutamente beneficiado por un enorme Darío Grandinetti. Un actor que logra transmitirnos ternura y, hasta en ocasiones, cierta melancolía. Los planos de sus recorridos por Roma o Buenos Aires, son de lo más bello del conjunto.
Aún así se evidencia simplicidad en su estructura, pasando de largo y de puntillas, temas tan interesantes como la dictadura argentina, o su lucha contra la corrupción social y política. Estos dos puntos dan para explorar con mayor profundidad en futuras películas.
Digamos que estamos ante una obra endeble, a la vez que correcta, cuyo poso reside más en la figura de un hombre con buenas intenciones, más que en sus valores cinematográficos.
Y es que hay que reconocer, que aunque uno no comulgue con la Iglesia, hay ciertos valores humanos que la película sabe transmitir perfectamente. El absoluto caos social y moral que vivimos actualmente, se puede solucionar con una frase magnífica: “los seres humanos poseemos más cosas que nos unen, que las que nos separan”. Esa es la mejor lección con la que me quedo.
Pura humanidad, buena para alimentar el alma. Al menos para la mía.
En la actualidad reconozco que me interesa bastante poco los temas eclesiásticos, y más cuando uno observa que no todo funciona como debería funcionar en el seno de la Iglesia.
Dentro de este panorama, conocimos hace un par de años la figura del Papa Francisco, un hombre sencillo, con las ideas bastante lúcidas, y con un afán de decir las cosas por su nombre.
Ahora nos llega su vida en forma de película de postal. No es de extrañar que la misma arranque con un tour por la ciudad de Buenos Aires, mostrándonos los lugares que fueron fundamentales para él, antes de convertirse en lo que es.
Y es que el film efectivamente es eso: Un tour para turistas. Una bonita forma de acercarnos a su figura, planeando muy por encima, sobre algunas peripecias de su pasado.
El que busque profundidad histórica no la va a encontrar. La producción persigue crear un formato para agradar, mucho más cercano a la estética del telefilm, que al de una película de la pantalla grande.
Un título que se ve absolutamente beneficiado por un enorme Darío Grandinetti. Un actor que logra transmitirnos ternura y, hasta en ocasiones, cierta melancolía. Los planos de sus recorridos por Roma o Buenos Aires, son de lo más bello del conjunto.
Aún así se evidencia simplicidad en su estructura, pasando de largo y de puntillas, temas tan interesantes como la dictadura argentina, o su lucha contra la corrupción social y política. Estos dos puntos dan para explorar con mayor profundidad en futuras películas.
Digamos que estamos ante una obra endeble, a la vez que correcta, cuyo poso reside más en la figura de un hombre con buenas intenciones, más que en sus valores cinematográficos.
Y es que hay que reconocer, que aunque uno no comulgue con la Iglesia, hay ciertos valores humanos que la película sabe transmitir perfectamente. El absoluto caos social y moral que vivimos actualmente, se puede solucionar con una frase magnífica: “los seres humanos poseemos más cosas que nos unen, que las que nos separan”. Esa es la mejor lección con la que me quedo.
Pura humanidad, buena para alimentar el alma. Al menos para la mía.
7 de diciembre de 2015
7 de diciembre de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Darío Grandinetti en el roll del Papa Francisco, bien amerita los aplausos, ya que logra la transparencia de los actos de un hombre que decide dar su vida a Dios. Bien documentado el guión, la historia en muchos flash backs (de pronto lo que le resta al timing de una historia que por momentos pierde emoción) nos cuenta la vida de un hombre lleno de muchas alegrías.
La imagen del Papa observada en la historia, revela lo que en la a actualidad percibimos de él. Nada de apariencia, mucha humildad franciscana. La película no desagrada al espectador, aunque en los aspectos estrictamente cinematográficos (mucho montaje elíptico), la lleven a ver como un telefilm.
De manera que los valores y aspectos (muy pocos) conocidos del papa, resaltan a fin de cuentas un personaje (donde aparece él personalmente). De pronto pareciese muy prematura su imagen en el cine, por aquello de pontificar. Pero si bien el personaje está muy edulcorado, no así su pensamiento.
Gonzalo Restrepo Sánchez
Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co
La imagen del Papa observada en la historia, revela lo que en la a actualidad percibimos de él. Nada de apariencia, mucha humildad franciscana. La película no desagrada al espectador, aunque en los aspectos estrictamente cinematográficos (mucho montaje elíptico), la lleven a ver como un telefilm.
De manera que los valores y aspectos (muy pocos) conocidos del papa, resaltan a fin de cuentas un personaje (donde aparece él personalmente). De pronto pareciese muy prematura su imagen en el cine, por aquello de pontificar. Pero si bien el personaje está muy edulcorado, no así su pensamiento.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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