El triángulo de la tristeza
2022 

6,9
19.873
Comedia. Drama
Tras la Semana de la moda, Carl y Yaya, pareja de modelos e influencers, son invitados a un yate en un crucero de lujo. Mientras que la tripulación brinda todas las atenciones necesarias a los ricos invitados, el capitán se niega a salir de su cabina, a pesar de la llegada inminente de la célebre cena de gala. Los eventos toman un giro inesperado y el equilibrio de poder se invierte cuando se levanta una tormenta que pone en peligro el confort de los pasajeros. [+]
13 de noviembre de 2022
13 de noviembre de 2022
528 de 631 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran Ruben Östlund vuelve a colocar con maestría y acierto, tras las magníficas The Square o Fuerza Mayor, grandes dilemas morales y políticos en el espectador que permanecerán en su retina durante largo tiempo.
Creo que Karl Marx y Friedrich Engels habrían quedado muy satisfechos al ver este filme, especialmente por su tercer acto en la isla, donde pienso que se presentan, entre otras, las siguientes tesis (en Spoiler)
Creo que Karl Marx y Friedrich Engels habrían quedado muy satisfechos al ver este filme, especialmente por su tercer acto en la isla, donde pienso que se presentan, entre otras, las siguientes tesis (en Spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
- El capitalismo, pese a sus excesos, no se termina por si solo por acción de la naturaleza. La tormenta, el barco zozobrando, provocan una gran crisis (aquí una muy divertida, escatológica y grotesca crisis) simbolizan un colapso, pero a pesar de todo, el barco -el statu quo burgués- se mantiene en pie. Los magnates sólo sufren vómitos y alguna muerte provocada por sus propios actos en vida (hilarante y mordaz destino de la pareja de viejitos británicos, aparentemente entrañables, que se han enriquecido por el "noble negocio" de fabricar bombas para "mantener su democracia").
No es un colapso natural lo que derrota al sistema, sinó un ataque revolucionario (la barca que los ataca con explosivos).
- Llegados a la isla, la clase burguesa pierde la propiedad de los medios de producción, y con ello su condición y posición de clase dominante. Además no sabe trabajar, se desnuda aquí el falso pretexto de la meritocracia y el esfuerzo como supuesto fundamento de su situación social y de su acumulación de capital y riqueza.
Desde ese momento quien impone su dominio en la isla, un nuevo escenario de igualdad, es el proletariado, quien sí ha trabajado toda su vida, papel de la gran Dolly de Leon, actriz que interpreta a Abigail, limpiadora filipina en el barco y que por haber tenido que trabajar duro sabe pescar y cocinar (tiene ahora el dominio de los medios de producción, ella sí por mérito, pues domina la técnica).
Los oligarcas no saben hacer nada, sólo mandar. Genial la parodia de su única acción de caza en la isla, abatiendo pateticamente al animal más pacífico, noble y explotado por el ser humano: una burra (gran elección símbolica), con homenaje al "gran cazador" y su pintura rupestre, nueva ironía sobre la justificación burguesa de su posición histórica gracias a su esfuerzo.
- En esta nueva situación el proletariado ordena, los que antes mandaban, ahora obedecen, el miedo ha cambiado de bando.
Y ahora son los burgueses los que se ven obligados a prostituirse para poder comer (Carl en el Love Boat).
Curioso también el papel de Vicki Berlin, Paula, directora de los trabajadores del barco, que asume el rol de gerente representante del propietario, y que una vez naufragados en la isla, sin barco ni burguesía, pretende mantener el orden como si nada hubiese pasado, mantener la jerarquía, sin base material que la justifique.
Östlund desvela que son las condiciones materiales las que determinan el grado de nuestra libertad, que es la economía, y el dominio de una clase sobre los medios de producción, lo que modela las relaciones sociales.
De nada sirve el propósito de Carl con Yaya en el primer acto de la película, de querer ser libres de convenciones sociales (por ejemplo el rol de género de que pague la cena Carl). Cuando se desnuda el porqué de su posición social y pierden sus privilegios con el naufragio, es Carl el que no duda en utilizar su belleza para conseguir comida.
- El final es clave: Cuando Abigail se acerca a matar con una piedra a Yaya para no volver a la situación anterior, pues descubren un resort en la isla y que se van a restablecer las relaciones sociales del capitalismo, se podría ver equivocadamente un mensaje liberal de que al final el ser humano es egoísta por naturaleza y defiende como sea su propio interés. Sin embargo hay grandes matices transformadores en la escena: al acercarse sigilosamente Abigail con intención de matarla, Yaya reflexiona y en una primera frase parece querer eliminar la situación anterior al naufragio, que Abigail no sea sometida de nuevo (la burguesia habría aprendido, empatizado, y aceptaría abolir las clases), en ese momento Abigail, se apiada, cambia la cara... ¿habrá aprendido la burguesía la lección? ¿estará preparada ya para pasar del socialismo al comunismo, una sociedad más justa y sin clases?
Un segundo después, Yaya nos decepciona: "podríamos arreglarlo, podrías trabajar para mi".
No ha aprendido nada, su deseo es volver a explotarla.
Abigail asesta el golpe final.
No es un colapso natural lo que derrota al sistema, sinó un ataque revolucionario (la barca que los ataca con explosivos).
- Llegados a la isla, la clase burguesa pierde la propiedad de los medios de producción, y con ello su condición y posición de clase dominante. Además no sabe trabajar, se desnuda aquí el falso pretexto de la meritocracia y el esfuerzo como supuesto fundamento de su situación social y de su acumulación de capital y riqueza.
Desde ese momento quien impone su dominio en la isla, un nuevo escenario de igualdad, es el proletariado, quien sí ha trabajado toda su vida, papel de la gran Dolly de Leon, actriz que interpreta a Abigail, limpiadora filipina en el barco y que por haber tenido que trabajar duro sabe pescar y cocinar (tiene ahora el dominio de los medios de producción, ella sí por mérito, pues domina la técnica).
Los oligarcas no saben hacer nada, sólo mandar. Genial la parodia de su única acción de caza en la isla, abatiendo pateticamente al animal más pacífico, noble y explotado por el ser humano: una burra (gran elección símbolica), con homenaje al "gran cazador" y su pintura rupestre, nueva ironía sobre la justificación burguesa de su posición histórica gracias a su esfuerzo.
- En esta nueva situación el proletariado ordena, los que antes mandaban, ahora obedecen, el miedo ha cambiado de bando.
Y ahora son los burgueses los que se ven obligados a prostituirse para poder comer (Carl en el Love Boat).
Curioso también el papel de Vicki Berlin, Paula, directora de los trabajadores del barco, que asume el rol de gerente representante del propietario, y que una vez naufragados en la isla, sin barco ni burguesía, pretende mantener el orden como si nada hubiese pasado, mantener la jerarquía, sin base material que la justifique.
Östlund desvela que son las condiciones materiales las que determinan el grado de nuestra libertad, que es la economía, y el dominio de una clase sobre los medios de producción, lo que modela las relaciones sociales.
De nada sirve el propósito de Carl con Yaya en el primer acto de la película, de querer ser libres de convenciones sociales (por ejemplo el rol de género de que pague la cena Carl). Cuando se desnuda el porqué de su posición social y pierden sus privilegios con el naufragio, es Carl el que no duda en utilizar su belleza para conseguir comida.
- El final es clave: Cuando Abigail se acerca a matar con una piedra a Yaya para no volver a la situación anterior, pues descubren un resort en la isla y que se van a restablecer las relaciones sociales del capitalismo, se podría ver equivocadamente un mensaje liberal de que al final el ser humano es egoísta por naturaleza y defiende como sea su propio interés. Sin embargo hay grandes matices transformadores en la escena: al acercarse sigilosamente Abigail con intención de matarla, Yaya reflexiona y en una primera frase parece querer eliminar la situación anterior al naufragio, que Abigail no sea sometida de nuevo (la burguesia habría aprendido, empatizado, y aceptaría abolir las clases), en ese momento Abigail, se apiada, cambia la cara... ¿habrá aprendido la burguesía la lección? ¿estará preparada ya para pasar del socialismo al comunismo, una sociedad más justa y sin clases?
Un segundo después, Yaya nos decepciona: "podríamos arreglarlo, podrías trabajar para mi".
No ha aprendido nada, su deseo es volver a explotarla.
Abigail asesta el golpe final.
23 de enero de 2023
23 de enero de 2023
190 de 272 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de producción sueca rodada en inglés en tres actos que no diría que son tristes sino más bien sarcásticos. La primera parte nos introduce lentamente a dos de los personajes principales, Carl y Yaya, y nos deja ver los pormenores de su relación de pareja para poder comparar cómo evolucionan a lo largo del recorrido de la trama. La segunda parte se desarrolla en un crucero y se produce un primer giro en los acontecimientos que en principio parece aumentar en interés pero que en mi opinión termina desembocando en lo que a mi gusto es una sátira con simbolismo social que deviene en algo excesivamente absurdo a la par que grotesco y a ratos desagradable. La tercera y última parte da otro giro radical y es probablemente la más interesante de la película y quizás la que trata a los personajes con mayor sarcasmo, burlándose de ellos al mismo tiempo que desenmascara la sociedad a modo de fábula en contraste con todo lo anterior visto en la cinta.
Con por tanto un guión algo irregular y una producción técnica sin destacar demasiado pero que en general cumple, las interpretaciones son uno de los mejores alicientes que salva en parte la película. La segunda y tercera parte son más corales, aunque siguen siendo Carl y Yaya los dos personajes clave, a los que se une en el último tercio como principal el personaje de Abigail suponiendo el mayor contraste de la crítica a una sociedad de clases irónicamente intercambiable.
No comparto ni el entusiasmo de la crítica profesional ni el criterio de certámenes de cine al encumbrar este trabajo, sin embargo sí quiero destacar sobre todo a la actriz que interpreta a Yaya, Charlbi Dean, quien dota de la dulzura y amabilidad necesarias al que probablemente es el personaje menos reprochable en esta historia. Y la menciono también por un hecho triste ajeno al filme, al haber fallecido repentinamente poco después del estreno a la edad de 32 años debido a una importante infección, tras llevar delicada de salud unos trece años por haberle sido extirpado el bazo como consecuencia de un grave accidente de coche. La última escena de esta actriz deja uno de los momentos que bien podría recordarse como el más valioso de la película así como el de toda su carrera truncada cuando empezaba a despuntar y había recibido no pocas buenas críticas por este papel.
Memorias de tragicomedia que dejan un poso del lugar de rodaje en las aguas de plata azul de la isla griega de Evia.
Con por tanto un guión algo irregular y una producción técnica sin destacar demasiado pero que en general cumple, las interpretaciones son uno de los mejores alicientes que salva en parte la película. La segunda y tercera parte son más corales, aunque siguen siendo Carl y Yaya los dos personajes clave, a los que se une en el último tercio como principal el personaje de Abigail suponiendo el mayor contraste de la crítica a una sociedad de clases irónicamente intercambiable.
No comparto ni el entusiasmo de la crítica profesional ni el criterio de certámenes de cine al encumbrar este trabajo, sin embargo sí quiero destacar sobre todo a la actriz que interpreta a Yaya, Charlbi Dean, quien dota de la dulzura y amabilidad necesarias al que probablemente es el personaje menos reprochable en esta historia. Y la menciono también por un hecho triste ajeno al filme, al haber fallecido repentinamente poco después del estreno a la edad de 32 años debido a una importante infección, tras llevar delicada de salud unos trece años por haberle sido extirpado el bazo como consecuencia de un grave accidente de coche. La última escena de esta actriz deja uno de los momentos que bien podría recordarse como el más valioso de la película así como el de toda su carrera truncada cuando empezaba a despuntar y había recibido no pocas buenas críticas por este papel.
Memorias de tragicomedia que dejan un poso del lugar de rodaje en las aguas de plata azul de la isla griega de Evia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me sorprenden un poco las personas que interpretan el final como que Abigail asesina a Yaya. Lo cierto es que el propio autor Ruben Östlund declaró que él no sabría decir cómo acaba y se trata por tanto de un final abierto, donde especula que lo más interesante podría ser saber por qué cada persona interpretaría una u otra cosa. Incluso quiso aventurar que la última escena de Carl corriendo entre la maleza podría deberse a que alguien finalmente les pudo decir que cerca había un hotel y él, al ver que estaba hacia donde fueron Yaya y Abigail, sale corriendo en su busca intuyendo que algo malo podría pasar entre ellas.
Quizás los que creen que Abigail asesina a Yaya son más dados a ver la cara negativa de las cosas, o dado el contexto simbólico tal vez más propensos a creer en la revolución violenta para los fines perseguidos. Yo creo que lo más racional y objetivo es que no la mate. No sólo por lo horrendo que supone en sí quitar la vida a otra persona, sino por el contexto en que sucede. Y lo explico a continuación...
Desde mi punto de vista es obvio que el grupo no va a permanecer aislado, pues no están en una isla desierta sino en una costa turística. Esto Abigail lo sabe desde el mismo momento que ven la entrada al complejo turístico y no parece una persona tonta sino inteligente. Matar a Yaya no tendría sentido, porque al final van a volver todos igual al mundo civilizado. La última cara de Abigail sugiere que se arrepiente de lo que estaba pensando hacer al escuchar a Yaya dirigirse a ella dispuesta a ayudarla. Yaya entonces le ofrece un buen puesto de trabajo como asistente personal de ella. No es un trabajo para limpiar, sino un trabajo en teoría bien remunerado relacionado con funciones de administración.
La única alternativa en realidad es que Abigail ya no razonase, hubiera enloquecido creyendo la utopía de permanecer aislados sin realmente estarlo... Pero su cambio de expresión, el que Yaya era una mujer que le caía bien y había incluso mostrado admirarla, y las palabras afables de ésta, creo que me suenan más como que la hacen despertar de esa fugaz idea loca e imposible en la que sería simplemente una asesina para nada. Que la persona que en un mundo realista ha demostrado empatía contigo quiera ayudarte y tú la asesines no tiene para mí mucho sentido.
Así que me quedo con esa última escena de Charlbi Dean sentada en la playa de piedras a la entrada del resort mirando al mar mientras la cámara la enfoca por la espalda y ella con sus palabras muestra la integridad y coherencia de su personaje.
"I can try to help you".
Quizás los que creen que Abigail asesina a Yaya son más dados a ver la cara negativa de las cosas, o dado el contexto simbólico tal vez más propensos a creer en la revolución violenta para los fines perseguidos. Yo creo que lo más racional y objetivo es que no la mate. No sólo por lo horrendo que supone en sí quitar la vida a otra persona, sino por el contexto en que sucede. Y lo explico a continuación...
Desde mi punto de vista es obvio que el grupo no va a permanecer aislado, pues no están en una isla desierta sino en una costa turística. Esto Abigail lo sabe desde el mismo momento que ven la entrada al complejo turístico y no parece una persona tonta sino inteligente. Matar a Yaya no tendría sentido, porque al final van a volver todos igual al mundo civilizado. La última cara de Abigail sugiere que se arrepiente de lo que estaba pensando hacer al escuchar a Yaya dirigirse a ella dispuesta a ayudarla. Yaya entonces le ofrece un buen puesto de trabajo como asistente personal de ella. No es un trabajo para limpiar, sino un trabajo en teoría bien remunerado relacionado con funciones de administración.
La única alternativa en realidad es que Abigail ya no razonase, hubiera enloquecido creyendo la utopía de permanecer aislados sin realmente estarlo... Pero su cambio de expresión, el que Yaya era una mujer que le caía bien y había incluso mostrado admirarla, y las palabras afables de ésta, creo que me suenan más como que la hacen despertar de esa fugaz idea loca e imposible en la que sería simplemente una asesina para nada. Que la persona que en un mundo realista ha demostrado empatía contigo quiera ayudarte y tú la asesines no tiene para mí mucho sentido.
Así que me quedo con esa última escena de Charlbi Dean sentada en la playa de piedras a la entrada del resort mirando al mar mientras la cámara la enfoca por la espalda y ella con sus palabras muestra la integridad y coherencia de su personaje.
"I can try to help you".
22 de febrero de 2023
22 de febrero de 2023
99 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
En anatomía humana, la glabela, del latín glabellus [sin pelo], ocupa el área del rostro delimitado por la nariz y las cejas. También llamado «triángulo de la tristeza» en virtud de las arrugas que se marcan al fruncir el ceño, se trata del rasgo definitorio de la decrepitud humana.
El sueco Ruben Östlund, recién erigido en cronista oficioso del declive de occidente, la inmoralidad neoliberal, y la indecencia de la clase dominante, certificando, por si a alguien le quedaba alguna duda, su músculo en Europa, con una segunda Palma de Oro en Cannes que huele a Oscar, nos brinda esta sátira con tintes de comedia negra, por no decir marrón [ya sabrán cuando la vean], sobre las miserias y excentricidades de los millonarios, y sus limitaciones toda vez son extraídos estos de su zona de confort.
Con el superficial universo de la alta costura a modo de lienzo sobre el cual desplegar la tiranía de sus modistos, publicistas, agentes y estilistas, la cinta manifiesta sin disimulo su voluntad de no dejar títere con cabeza, empezando por los maniquíes, quienes en última instancia exponen la moda a través de un ridículo catálogo de poses picassianas, para continuar con los propios consumidores del prêt-à-porter, en tanto caen [caemos] con vergonzante facilidad en la trampa del frívolo mercado, reducido aquí a una mera dicotomía; Balenciaga versus H&M; el labio adusto y la ceja escéptica en los anuncios comerciales del primero, versus la sonrisa gingival en los del segundo. ¿Quién quieres ser hoy?, parecen preguntar.
Y qué mejor escenario para esto que un espectacular showroom decorado con lo último en efectos lumínicos y musicales, bajo el falso eslogan «Todos somos iguales», que vemos proyectado con letras parpadeantes en la pasarela. Mientras, el staff, levanta de sus butacas a varios asistentes de primera fila, acomodando a un grupo de VIPs que acaban de llegar de improviso, y que bien podría tratarse de las sosias de las Kardashian, recordándonos que en absoluto somos todos iguales.
Para ilustrar la tragicomedia del universo publicidad y moda, se sirve el sueco de una joven pareja de tops/influencers de éxito, interpretada con solvencia por el inglés Harris Dickinson, y la sudafricana Charlbi Dean [fallecida repentinamente en agosto del pasado 22].
Su competitividad va más allá de la connatural a la propia industria y sus respectivos análogos, midiéndose tête à tête en un tenso pulso de pareja, al tiempo que se nos emplaza a reflexionar sobre los roles de género aquí deconstruidos, y las nuevas masculinidades confrontadas al machismo clásico, mal llamado romántico.
Segundo acto, que bien podría titularse «un ruso capitalista y un yankee marxista, discutiendo sobre política a bordo de un yate de 250 millones», o el retrato de occidente y sus contradicciones. La condena recae esta vez, rozando la misantropía, ya no solo sobre las élites, a quienes perfila como seres torpes, ineptos y grotescos en las interacciones con cualquiera que no pertenezca a su misma casta, sino a las clases humildes, que aguardan como perros serviles los restos de sus amos bajo la mesa.
Una segunda parte, independiente de la primera aunque interconectada por medio de la pareja de influencers, trufada de escenas explícitas en lo gráfico, tan escatológicas que hasta al más impertérrito de los espectadores se le revolverán las tripas, entre vómitos, aguas fecales, Moët, ostras en mal estado y el vaivén de una embarcación a merced de la tormenta que intuimos, aunque no lleguemos a verlo en pantalla, termina naufragando.
Pese a que todo en la cinta es política, puede que esta sea la parte más disfrutada por los idealistas.
Se trata de una crítica a la sociedad burguesa, al «trabaja-consume-muere», y a las hordas de
imbéciles autorizados en cuyas manos están nuestras vidas, tocados por una suerte de privilegios lacerantes e injustificables despilfarros, poniendo sobre la mesa los derechos laborales, el racismo, la servidumbre y el clasismo en un barco de tres plantas que representan los tres estratos de la misma sociedad que lo habita, y donde los trabajadores racializados de la sala de máquinas son tomados por polizones, peor aún, por piratas, a ojos de los pasajeros blancos que disfrutan del jacuzzi en cubierta.
Notable un Woody Harrelson interpretando al capitán del yate y el único capaz de tratar de tú a tú a los snobs, aunque para ello parezca abocado a una embriaguez crónica.
Se me antoja tremendamente divertida esta ya antigua moda de hacer mofa con los ricos y sus excentricidades, en cine y televisión. Se me ocurren a bote pronto varios títulos que pude celebrar no ha tanto; Nine Perfect Strangers [Amazon], The White Lotus [HBO], El menú [Disney+], Puñales por la espalda [Netflix], Sucession [HBO], Parásitos [Amazon], en torno a millonarios insolentes terriblemente parodiables, situados ahora en ese contexto distópico del «saber hacer», el del apagón tecnológico, el del paraje remoto, inhóspito, sin wifi, sin teléfono, perfectos inútiles incapaces de limpiarse el culo por sí mismos; perplejos al comprobar que sus Patek Philippe no son suficientes para pagar a alguien que sabe pescar o hacer fuego. Tan torpes y desconectados de la realidad.
Más allá del consuelo que nos brinda el breve instante en que nos sentimos superiores a ellos, en tanto somos más hábiles, acaso capaces de sobrevivir en un hipotético escenario hostil, y resulta placentero reírse abiertamente de los patéticos modales de los ricos de ficción, lo cierto es que cuando los ricos del mundo real regresan a sus mansiones reales, toda vez han consumado el paripé del «charity washing», arrojándonos un puñado de migajas para que pensemos, ¡mira cómo molan!, son ellos quienes en realidad se ríen de nosotros.
El sueco Ruben Östlund, recién erigido en cronista oficioso del declive de occidente, la inmoralidad neoliberal, y la indecencia de la clase dominante, certificando, por si a alguien le quedaba alguna duda, su músculo en Europa, con una segunda Palma de Oro en Cannes que huele a Oscar, nos brinda esta sátira con tintes de comedia negra, por no decir marrón [ya sabrán cuando la vean], sobre las miserias y excentricidades de los millonarios, y sus limitaciones toda vez son extraídos estos de su zona de confort.
Con el superficial universo de la alta costura a modo de lienzo sobre el cual desplegar la tiranía de sus modistos, publicistas, agentes y estilistas, la cinta manifiesta sin disimulo su voluntad de no dejar títere con cabeza, empezando por los maniquíes, quienes en última instancia exponen la moda a través de un ridículo catálogo de poses picassianas, para continuar con los propios consumidores del prêt-à-porter, en tanto caen [caemos] con vergonzante facilidad en la trampa del frívolo mercado, reducido aquí a una mera dicotomía; Balenciaga versus H&M; el labio adusto y la ceja escéptica en los anuncios comerciales del primero, versus la sonrisa gingival en los del segundo. ¿Quién quieres ser hoy?, parecen preguntar.
Y qué mejor escenario para esto que un espectacular showroom decorado con lo último en efectos lumínicos y musicales, bajo el falso eslogan «Todos somos iguales», que vemos proyectado con letras parpadeantes en la pasarela. Mientras, el staff, levanta de sus butacas a varios asistentes de primera fila, acomodando a un grupo de VIPs que acaban de llegar de improviso, y que bien podría tratarse de las sosias de las Kardashian, recordándonos que en absoluto somos todos iguales.
Para ilustrar la tragicomedia del universo publicidad y moda, se sirve el sueco de una joven pareja de tops/influencers de éxito, interpretada con solvencia por el inglés Harris Dickinson, y la sudafricana Charlbi Dean [fallecida repentinamente en agosto del pasado 22].
Su competitividad va más allá de la connatural a la propia industria y sus respectivos análogos, midiéndose tête à tête en un tenso pulso de pareja, al tiempo que se nos emplaza a reflexionar sobre los roles de género aquí deconstruidos, y las nuevas masculinidades confrontadas al machismo clásico, mal llamado romántico.
Segundo acto, que bien podría titularse «un ruso capitalista y un yankee marxista, discutiendo sobre política a bordo de un yate de 250 millones», o el retrato de occidente y sus contradicciones. La condena recae esta vez, rozando la misantropía, ya no solo sobre las élites, a quienes perfila como seres torpes, ineptos y grotescos en las interacciones con cualquiera que no pertenezca a su misma casta, sino a las clases humildes, que aguardan como perros serviles los restos de sus amos bajo la mesa.
Una segunda parte, independiente de la primera aunque interconectada por medio de la pareja de influencers, trufada de escenas explícitas en lo gráfico, tan escatológicas que hasta al más impertérrito de los espectadores se le revolverán las tripas, entre vómitos, aguas fecales, Moët, ostras en mal estado y el vaivén de una embarcación a merced de la tormenta que intuimos, aunque no lleguemos a verlo en pantalla, termina naufragando.
Pese a que todo en la cinta es política, puede que esta sea la parte más disfrutada por los idealistas.
Se trata de una crítica a la sociedad burguesa, al «trabaja-consume-muere», y a las hordas de
imbéciles autorizados en cuyas manos están nuestras vidas, tocados por una suerte de privilegios lacerantes e injustificables despilfarros, poniendo sobre la mesa los derechos laborales, el racismo, la servidumbre y el clasismo en un barco de tres plantas que representan los tres estratos de la misma sociedad que lo habita, y donde los trabajadores racializados de la sala de máquinas son tomados por polizones, peor aún, por piratas, a ojos de los pasajeros blancos que disfrutan del jacuzzi en cubierta.
Notable un Woody Harrelson interpretando al capitán del yate y el único capaz de tratar de tú a tú a los snobs, aunque para ello parezca abocado a una embriaguez crónica.
Se me antoja tremendamente divertida esta ya antigua moda de hacer mofa con los ricos y sus excentricidades, en cine y televisión. Se me ocurren a bote pronto varios títulos que pude celebrar no ha tanto; Nine Perfect Strangers [Amazon], The White Lotus [HBO], El menú [Disney+], Puñales por la espalda [Netflix], Sucession [HBO], Parásitos [Amazon], en torno a millonarios insolentes terriblemente parodiables, situados ahora en ese contexto distópico del «saber hacer», el del apagón tecnológico, el del paraje remoto, inhóspito, sin wifi, sin teléfono, perfectos inútiles incapaces de limpiarse el culo por sí mismos; perplejos al comprobar que sus Patek Philippe no son suficientes para pagar a alguien que sabe pescar o hacer fuego. Tan torpes y desconectados de la realidad.
Más allá del consuelo que nos brinda el breve instante en que nos sentimos superiores a ellos, en tanto somos más hábiles, acaso capaces de sobrevivir en un hipotético escenario hostil, y resulta placentero reírse abiertamente de los patéticos modales de los ricos de ficción, lo cierto es que cuando los ricos del mundo real regresan a sus mansiones reales, toda vez han consumado el paripé del «charity washing», arrojándonos un puñado de migajas para que pensemos, ¡mira cómo molan!, son ellos quienes en realidad se ríen de nosotros.
20 de febrero de 2023
20 de febrero de 2023
87 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
Colocar a un ser humano en una isla desierta no es precisamente una idea argumental muy original. Una idea que atraviesa la historia de la literatura desde la isla Utopía de Tomas Moro al "Señor de las moscas" de Golding. Sin ir más lejos actualmente la mayoría de televisiones generalistas recurren a este formato para ofrecer concursos de supervivencia. Ruben Östlund se sirve de una metáfora social bastante manoseada en su película más excesiva.
Ruben Óstlund sigue siendo el gran forense de las patologías del capitalismo extremo, como viene demostrando en sus últimas películas, casi una trilogía formada por "Fuerza mayor", "The Square" y "El triángulo de la tristeza". Pero todo lo que de afilada ironía había en las dos primeras en esta última se vuelve vulgar, forzadamente provocador, excesivamente discursivo y para colmo gratuitamente escatológico. A Ösltund se le ha ido la mano con la metáfora, hasta el punto de que algunas situaciones son muy incoherentes.
Si en "El ángel exterminador" de Buñuel las personas de servicio doméstico eran las primeras en huir, en "El triángulo de la tristeza" el servicio toma el mando. Con mucha más gracia Bong Joo-Ho hizo algo parecido en la magnífica "Parásitos".
Personalmente el cine que critica el capitalismo siempre me genera dudas. ¿Realmente las películas de Östlund pretenden cambiar algo? o sirven para lo contrario, es decir: una reafirmación del sistema que pretende denunciar. El filósofo Marc Fisher, con mucha razón, decía que el capitalismo necesita de una calculada dosis de autocrítica para hacerse más fuerte. Así como en la edad media la culpa católica se limpiaba con el acto de confesión la culpa capitalista se lava con películas satíricas como "El triángulo de la tristeza" o peor aun, un concierto de Beyonce contra el hambre en África.
Ruben Óstlund sigue siendo el gran forense de las patologías del capitalismo extremo, como viene demostrando en sus últimas películas, casi una trilogía formada por "Fuerza mayor", "The Square" y "El triángulo de la tristeza". Pero todo lo que de afilada ironía había en las dos primeras en esta última se vuelve vulgar, forzadamente provocador, excesivamente discursivo y para colmo gratuitamente escatológico. A Ösltund se le ha ido la mano con la metáfora, hasta el punto de que algunas situaciones son muy incoherentes.
Si en "El ángel exterminador" de Buñuel las personas de servicio doméstico eran las primeras en huir, en "El triángulo de la tristeza" el servicio toma el mando. Con mucha más gracia Bong Joo-Ho hizo algo parecido en la magnífica "Parásitos".
Personalmente el cine que critica el capitalismo siempre me genera dudas. ¿Realmente las películas de Östlund pretenden cambiar algo? o sirven para lo contrario, es decir: una reafirmación del sistema que pretende denunciar. El filósofo Marc Fisher, con mucha razón, decía que el capitalismo necesita de una calculada dosis de autocrítica para hacerse más fuerte. Así como en la edad media la culpa católica se limpiaba con el acto de confesión la culpa capitalista se lava con películas satíricas como "El triángulo de la tristeza" o peor aun, un concierto de Beyonce contra el hambre en África.
20 de enero de 2023
20 de enero de 2023
39 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
16/16(16/01/23) Sugestiva comedia satírica dirigida por el sueco Ruben Östlund, tiene el honor de que sus dos últimas películas ("The square" y "El triángulo de la tristeza") fueran premiadas con la Palma de oro en el Festival de Cannes. Aquí aborda con su estilo propio, en el que gusta de confrontar dilemas morales, gusta de exponer la decadencia (según su criterio) de la sociedad occidental en la que tiene mucha preponderancia el ocaso del heteropatriarcado. En este caso sus dardos van sobre todo contra el capitalismo, el clasismo, el consumismo, el nuevo machismo, la superficialidad de la fama de las redes sociales (las influencers), o lo naif de la belleza. No siendo original en su propuesta si tiene buenos picos, ello en una fábula a ratos divertida, donde también toca con acidez las batallas de sexo, donde les da la vuelta de forma un tanto artificiosa, sobre todo en el último tramo en la playa. Aquí carecemos de brújula moral, cual buen misántropo Östlund puebla el relato de personajes falibles, egoístas, manipuladores, patéticos y pusilánimes. Un argumento que deviene en una especie de mezcla puesta al día de la orwelliana a “Rebelión en la granja”, más “El señor de las moscas” de William Golding aunque esto sin sutilezas, desplegado a modo groso, una cuasi-caricatura repleta de clichés con ojos y patas en modo roles, donde prima lo obvio, más efectista que efectivo. Y esta es una de sus debilidades, como lo su ritmo atrompicado, donde el metraje demasiado estirado es un lastre que hace que la cinta llegue a su tramo final sin fuelle.
La narración se puede dividir en tres partes, donde la primera es un atractivo arranque, con ese fatuo desfile de modelos masculinos (con Carl encarnado por un correcto Harris Dickinson) durante un casting que es un mercado de carne, y luego con esa cena ‘romántica’ de una pareja (Yaya encarnada por una hermosa Charlbi Dean y Carl) que deviene en una discusión muy ingeniosa en como deconstruye al nuevo e hipócrita feminismo; Primero está el ácido prólogo de los modelos machos que son tratados como ganado. Luego está el divertido enfrentamiento entre la pareja, donde se hace un ambiguo retrato del feminismo y como el hombre al pretender ser igual a ella se encuentra con que ellas quieren ser más iguales que ellos, ose a tener lo bueno y no lo malo de la igualdad (así lo entiendo yo).
En la segunda parte la acción deviene en una gran coralidad, nos subimos a un crucero de lujo, donde hay un variopinto conjunto de personajes desde un capitán comunista Thomas Smith (estupendo Woody Harrelson), un oligarca ruso de la mierda (así se define mordazmente él mismo) Dimitry (notable en su carisma Zlatko Buric) y su esposa Vera (Sunnyi Melles), la pareja de ancianos Clementine (Amanda Walker) y Winston (Oliver Ford Davies), han hecho su fortuna fabricando armas (‘una lástima las regulaciones de la ONU sobre minas terrestres’, comenta de modo cínico él esposo), Therese (Iris Berben), solo es capaz de pronunciar una sola frase en alemán después de un derrame cerebral, y un millonario tecnológico solitario, Jarmo (caricaturesco Henrik Dorsin); Arranca este bloque con un discurso enardecedor de la jefa de empleados del yate, Paula (Vicki Berlin), donde se hace una semblanza de esta tripulación como personas que deben aceptar todas las ordenes de los hedonistas pasajeros. Tras lo que asistimos a los caprichos de estos snobs pasajeros (a uno le molesta que haya un tripulante sin camiseta, en realidad por sentirse acomplejado por su musculoso físico; o como una mujer fuerza a una joven tripulante a bañarse en el jacuzzi); Todo esto tiene su clímax en una cena. Donde hay un sustancioso (y paradójico) encuentro entre el capitán estadounidense y comunista (¿?) y el ruso capitalista (¿?), entre los dos surge una química y compenetración chispeante, siendo el culmen el duelo de citas uno para defender sus ideas y el otro viceversa ("La diferencia entre uno de izquierdas y uno de derechas es que el primero ha leído a Marx y el segundo lo ha entendido"; “Nunca discutas con un idiota, te hará bajar a su nivel y te vencerá por experiencia”), con Karl Marx, Mark Twain, Noam Chomsky contra Margaret Thatcher, Ronald Reagan o Kennedy; Siéndome pasado de vueltas el colofón a este tramo con la escatológica bacanal vomitona que derivas en aguas mayores en medio de la marejada, todo muy facilón en querer reírse de los ‘malvados’ ricos, además se estira demasiado este chiste sin gracia, asqueroso, y propio de teta culo y pedo. Muy burdo como quieren exhibir a la burguesía en colapso volcánico excrementicio.
En la tercera parte la historia desemboca en una playa (no quiero dar detalles), donde ya el dinero no tiene importancia es la supervivencia lo que prima, y en este campo (sabe pescar cazar, cocinar, …) la mejor es la filipina empleada limpiadora del yate Abigail (buena Dolly De Leon), que se rige en tiránica líder de la manda; Erigiéndose esta parte en una especie de reality de ‘Supervivientes’, mezclado con “Rebelión en la Granja”, y aderezado don “El señor de las Moscas”, en un microcosmos dominado por la lujuria y el sometimiento sexual. Un giro de la tortilla para que todo cambie para seguir igual en que unos manden y otros obedezcan (cambiando los roles pero no los comportamientos despóticos), aquí el poder del dinero ha tornado en el poder del dominio de liderazgo para la supervivencia, donde de modo simplista hemos virado a un matriarcado. Tramo además de muy poco sutil, con trazos gruesos, muy forzado (ya desde la forma poco verosímil en que van a parar allí) en el comportamiento sumiso de los mansos, aceptando sin más su rol de obedientes, no tirando de algo tan básico en estas situaciones como el darwinismo del físico, sea, que sea la fuerza atávica la que mande y se haga con el poder, esto si hubiera tenido más complejidad, enfrentar estas dos facetas. Aunque tiene dos buenos momentos (spoiler), con un final de los que te deja pensando, y eso nunca está de más.
La narración se puede dividir en tres partes, donde la primera es un atractivo arranque, con ese fatuo desfile de modelos masculinos (con Carl encarnado por un correcto Harris Dickinson) durante un casting que es un mercado de carne, y luego con esa cena ‘romántica’ de una pareja (Yaya encarnada por una hermosa Charlbi Dean y Carl) que deviene en una discusión muy ingeniosa en como deconstruye al nuevo e hipócrita feminismo; Primero está el ácido prólogo de los modelos machos que son tratados como ganado. Luego está el divertido enfrentamiento entre la pareja, donde se hace un ambiguo retrato del feminismo y como el hombre al pretender ser igual a ella se encuentra con que ellas quieren ser más iguales que ellos, ose a tener lo bueno y no lo malo de la igualdad (así lo entiendo yo).
En la segunda parte la acción deviene en una gran coralidad, nos subimos a un crucero de lujo, donde hay un variopinto conjunto de personajes desde un capitán comunista Thomas Smith (estupendo Woody Harrelson), un oligarca ruso de la mierda (así se define mordazmente él mismo) Dimitry (notable en su carisma Zlatko Buric) y su esposa Vera (Sunnyi Melles), la pareja de ancianos Clementine (Amanda Walker) y Winston (Oliver Ford Davies), han hecho su fortuna fabricando armas (‘una lástima las regulaciones de la ONU sobre minas terrestres’, comenta de modo cínico él esposo), Therese (Iris Berben), solo es capaz de pronunciar una sola frase en alemán después de un derrame cerebral, y un millonario tecnológico solitario, Jarmo (caricaturesco Henrik Dorsin); Arranca este bloque con un discurso enardecedor de la jefa de empleados del yate, Paula (Vicki Berlin), donde se hace una semblanza de esta tripulación como personas que deben aceptar todas las ordenes de los hedonistas pasajeros. Tras lo que asistimos a los caprichos de estos snobs pasajeros (a uno le molesta que haya un tripulante sin camiseta, en realidad por sentirse acomplejado por su musculoso físico; o como una mujer fuerza a una joven tripulante a bañarse en el jacuzzi); Todo esto tiene su clímax en una cena. Donde hay un sustancioso (y paradójico) encuentro entre el capitán estadounidense y comunista (¿?) y el ruso capitalista (¿?), entre los dos surge una química y compenetración chispeante, siendo el culmen el duelo de citas uno para defender sus ideas y el otro viceversa ("La diferencia entre uno de izquierdas y uno de derechas es que el primero ha leído a Marx y el segundo lo ha entendido"; “Nunca discutas con un idiota, te hará bajar a su nivel y te vencerá por experiencia”), con Karl Marx, Mark Twain, Noam Chomsky contra Margaret Thatcher, Ronald Reagan o Kennedy; Siéndome pasado de vueltas el colofón a este tramo con la escatológica bacanal vomitona que derivas en aguas mayores en medio de la marejada, todo muy facilón en querer reírse de los ‘malvados’ ricos, además se estira demasiado este chiste sin gracia, asqueroso, y propio de teta culo y pedo. Muy burdo como quieren exhibir a la burguesía en colapso volcánico excrementicio.
En la tercera parte la historia desemboca en una playa (no quiero dar detalles), donde ya el dinero no tiene importancia es la supervivencia lo que prima, y en este campo (sabe pescar cazar, cocinar, …) la mejor es la filipina empleada limpiadora del yate Abigail (buena Dolly De Leon), que se rige en tiránica líder de la manda; Erigiéndose esta parte en una especie de reality de ‘Supervivientes’, mezclado con “Rebelión en la Granja”, y aderezado don “El señor de las Moscas”, en un microcosmos dominado por la lujuria y el sometimiento sexual. Un giro de la tortilla para que todo cambie para seguir igual en que unos manden y otros obedezcan (cambiando los roles pero no los comportamientos despóticos), aquí el poder del dinero ha tornado en el poder del dominio de liderazgo para la supervivencia, donde de modo simplista hemos virado a un matriarcado. Tramo además de muy poco sutil, con trazos gruesos, muy forzado (ya desde la forma poco verosímil en que van a parar allí) en el comportamiento sumiso de los mansos, aceptando sin más su rol de obedientes, no tirando de algo tan básico en estas situaciones como el darwinismo del físico, sea, que sea la fuerza atávica la que mande y se haga con el poder, esto si hubiera tenido más complejidad, enfrentar estas dos facetas. Aunque tiene dos buenos momentos (spoiler), con un final de los que te deja pensando, y eso nunca está de más.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Momentos recordables (aparte de los ya mencionados): Como toma Abigail su premio por ser la líder ordenando a Carl que vaya con ella al barco (claramente para amancebarse con él); El ricachón ruso que caza en la isla un burro, ejemplo de la nadería para la que sirve allí; La ‘pintura rupestre’; La delirante escena en que Therese ve y llama a un tipo que pasa por la playa de la supuesta isla desierta, es un negro de los que vende baratijas por la playa, que intenta venderle un sombrero a ella y no pueden hablar por ella no saber inglés, cuando ella en realidad quiere preguntarle de donde ha salido.
Destacar a la actriz que interpreta a Yaya, Charlbi Dean, falleció repentinamente poco después del estreno a la edad de 32 años debido a una importante infección, tras llevar delicada de salud unos trece años por haberle sido extirpado el bazo como consecuencia de un grave accidente de coche.
El final es clave: Cuando Abigail se acerca por detrás a matar con una roca a Yaya para no volver a la situación anterior, pues descubren un resort en la isla y que se van a restablecer los roles anteriores donde ella perderá su privilegiado status. Pero al no verse si la mata o no y dejarlo en el aire deja al espectador que juzgue lo que ocurre. Yaya antes de le pueda golpear le propone que sea su asistenta personal cuando vuelvan a la vida normal, y deja en stand by si esto será suficiente para Abigail o quierrá continuar con su matriarcado. Esto en una realidad creíble no tendría dudas, y es que tarde o temprano Abigail sabe que todos se enteraran que no están precisamente en una isla desierta, por lo que no tiene sentido matar a Yaya, que además le ofrece un futuro mejor que el que tenía antes del naufragio. El propio autor Ruben Östlund declaró que él no sabría decir cómo acaba y se trata por tanto de un final abierto. Por cierto, no entiendo esta amistad de Yaya con Abigail, cuando esta le ha ‘levantado’ el novio de forma abusiva. Como no entiendo que una vez llegados a la isla no hubieran comprobado caminado por la costa si están en una isla desierta o no, no tiene sentido lo den por supuesto y ya está. Ah, y porque corre despavorido Carl por en medio de la isla?
La cinta va dando saltos de sierra, con destellos ingeniosos, con algunos diálogos muy mordaces, con situaciones jocosas, pero también salpicado de contrapesos que la hacen ser irregular, a lo que no ayuda su desmedido metraje de dos horas y media, en este caso menos hubiera sido más, y sobre todo si el menos hubieran sido los varios michelines que atesora la cinta. Aun así, es una buena propuesta, de la que esperaba más por la crítica general ensalzadora. Gloria Ucrania!!!
Destacar a la actriz que interpreta a Yaya, Charlbi Dean, falleció repentinamente poco después del estreno a la edad de 32 años debido a una importante infección, tras llevar delicada de salud unos trece años por haberle sido extirpado el bazo como consecuencia de un grave accidente de coche.
El final es clave: Cuando Abigail se acerca por detrás a matar con una roca a Yaya para no volver a la situación anterior, pues descubren un resort en la isla y que se van a restablecer los roles anteriores donde ella perderá su privilegiado status. Pero al no verse si la mata o no y dejarlo en el aire deja al espectador que juzgue lo que ocurre. Yaya antes de le pueda golpear le propone que sea su asistenta personal cuando vuelvan a la vida normal, y deja en stand by si esto será suficiente para Abigail o quierrá continuar con su matriarcado. Esto en una realidad creíble no tendría dudas, y es que tarde o temprano Abigail sabe que todos se enteraran que no están precisamente en una isla desierta, por lo que no tiene sentido matar a Yaya, que además le ofrece un futuro mejor que el que tenía antes del naufragio. El propio autor Ruben Östlund declaró que él no sabría decir cómo acaba y se trata por tanto de un final abierto. Por cierto, no entiendo esta amistad de Yaya con Abigail, cuando esta le ha ‘levantado’ el novio de forma abusiva. Como no entiendo que una vez llegados a la isla no hubieran comprobado caminado por la costa si están en una isla desierta o no, no tiene sentido lo den por supuesto y ya está. Ah, y porque corre despavorido Carl por en medio de la isla?
La cinta va dando saltos de sierra, con destellos ingeniosos, con algunos diálogos muy mordaces, con situaciones jocosas, pero también salpicado de contrapesos que la hacen ser irregular, a lo que no ayuda su desmedido metraje de dos horas y media, en este caso menos hubiera sido más, y sobre todo si el menos hubieran sido los varios michelines que atesora la cinta. Aun así, es una buena propuesta, de la que esperaba más por la crítica general ensalzadora. Gloria Ucrania!!!
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