Touch es un hermoso drama islandés/norteamericano/inglés que aborda temas como la vejez, el perdón, la posibilidad de recuperar lo perdido, y, sobre todo, el amor que permanece a lo largo de la vida.

La trama sigue a Kristofer, un hombre que, tras enviudar, decide buscar a un amor que nunca pudo olvidar. Esta historia esta narrada en dos líneas temporales: el presente y cincuenta años atrás. Esta estructura aporta agilidad al ritmo pausado de la cinta.

El director Baltasar Kormákur se toma el tiempo necesario para construir personajes complejos y llenos de humanidad. Cada detalle de sus vivencias cotidianas contribuye al sentimiento de autenticidad de la historia. Además, el score complementa perfectamente el sentimiento de nostalgia que impregna la película, potenciando su impacto emocional.

Touch es una obra con una narración exquisita y detalles que enamoran. Es ideal para quienes disfrutan de historias sencillas y reales.

La película está basada en un libro de el mismo nombre, escrito por Ólafur Jóhann Ólafsson.

Película: Touch
Director: Baltasar Kormákur
Duración: 121 minutos
Genero: Drama
País: Islandia/Inglaterra/EE.UU

Un bonito film , sin exceso de romanticismo nos contará una historia en dos tiempos, de un hombre en busca de un amor pasado; sus comienzos como chef y la aventuras de su juventud.
Todo está contado al ritmo oriental y con una bella dirección de arte.
Vale la pena más que nada lo que se cuenta, ya que la historia romántica se adueña de todo y nos deja con la duda de que sucedió en el pasado.
Bien lograda y emotiva.

Una película en apariencia sencilla, pero que esta muy bien planteada, tanto las escenas actuales como los flashbacks.
Una historia tierna, emotiva, romántica y llena de esperanza.
Los personajes están muy bien logrados
Me ha sorprendido gratamente, pues esperaba menos por la puntuación final que tiene la película.
En resumen una buena película que se disfruta muy bien.

Sinceramente, aunque es una película que en su primera hora quizá me aburrió un poco, refleja un imagen del amor muy bonita, nada idealizada y tremendamente tranquila, sin alardes. Además nos enseña, sin ser un film costumbrista, una parte de la cultura japonesa, al menos para mí, desconocida. Siempre estoy encantado de además de pasar un buen rato, aprender algo más. En este caso el termino hibakusha, que es el nombre que reciben los supervivientes de la bomba de Hiroshima, tendrá un gran peso en la historia. Supongo que te preguntarás, y cómo puede tener peso en una historia romántica. Te recomiendo que la veas para averiguarlo. Y sin lugar a dudas cierra con un gran broche de oro. De esos finales que, sin ser nada del otro mundo, te pegan a la pantalla y te hacen contemplar los títulos de crédito con una sonrisa bobalicona.

No voy a decir que lo que se plantea aquí es el amor de verdad, porque cada uno vive el amor como bien pueda y quiera. Lo que sí me atrevo a decir es que muestra una parte del amor realmente envidiable, bonita y, como creo que debería ser siempre, muy altruista, a pesar de todo los vivido por los protagonistas.

Tal vez le cuesta un poco arrancar y hay que tenerle mucha paciencia o, al menos, no exigirle tanto y dejarse llevar por la trama, la cual no intenta reinventar la rueda.

En esta cinta vemos a un Kormákur diferente, sencillo e intimista, muy alejado de esas películas de acción, frenetismo e intriga que nos tiene acostumbrado el director islandés. La sensación es como si hubiera quitado el pie del acelerador, permitiéndose la libertad de crear esta historia conmovedora y, hasta por momentos, empalagosa.

Es cierto también que el guion se mueve en lugares comunes y seguros, coqueteando con algo de incertidumbre, pero tampoco se exacerba en este sentido. En todo momento sentimos que estamos dentro de una sencilla historia, básica y sin grandes pretensiones pero, lo mejor, es que no defrauda y entretiene.

Lo único, por decir, reprochable es su duración, tal vez no hacen falta tantos minutos para narrar la historia. Más allá de que sea una película anacrónica, es decir, de otro tiempo, de otra época, gracias a su ritmo pausado y con otra sensibilidad, muy distinto a lo ajetreado de hoy en día, la experiencia acaba siendo positiva.