Antebellum
2020 

5,4
3.791
25 de octubre de 2020
25 de octubre de 2020
2 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay personas empeñadas en revivir la peor cara de la historia, personas como Gerard Bush y Christopher Renz que, lejos de presentar una crítica sólida contra el machismo y el racismo, señalan con el dedo en todas direcciones usando su marioneta personal, la actriz Janelle Monáe, para sus vacuas intenciones. Antebellum, clasificada erróneamente como película de terror, traslada a sus personajes a una realidad donde el esclavismo asoma desde la Guerra de Secesión Americana, presentada desde la perspectiva de los perdedores, de los confederados, en el momento que una popular escritora y activista de los derechos humanos (específicamente, de las mujeres y los negros) desaparece sin dejar rastro. Una película sin fondo ni forma cuya única pretensión es aleccionar al espectador, algo imposible si el discurso es presentado exclusivamente mediante citas sin argumento ni contraste, limitándose a revivir tiempos extintos que, aunque dejaran poso en algunas partes de la sociedad actual, el dinosaurio confederado fue erradicado casi en su totalidad por el meteorito de los derechos civiles. Cosa que parece preocupar mucho a dos directores que no afrontan el fósil del pensamiento confederado, pretendiendo con lo que parecen buenas intenciones reanimarlo para que nosotros, como estúpidos espectadores, nos demos cuenta de que el machismo y el racismo todavía están presentes en la sociedad. Antebellum, un producto falseado que, en las adecuadas (y negras) manos de directores como Jordan Peele o incluso Spike Lee, habría sido capaz de tener mejor resultado y más importante, calar en el público como debiera.
Bush y Renz, dupla de hombre negro y hombre blanco (muy importante para ellos) y colaboradores habituales se embarcan, con ausencia total de estilo, en esta producción que duele por la buena propuesta que supone, una propuesta que el viento se llevó, esparciéndola en todas direcciones sin florecer en ninguna parte. Al contrario que Déjame salir (Jordan Peele, 2017), que sí reivindicaba la discriminación social con el tembloroso pulso del terror, Antebellum intenta ser su digna sucesora quedándose a medio camino entre la reivindicación y el terror, no siendo funcional ni como una ni como otra. Convirtiéndose en la hija apadrinada de Peele, hija que no aprendió nada de las enseñanzas de su padre.
Y es una película que, en parte, tiene razón en lo que simplemente menciona. Las injusticias sociales, el trato que padecen y sufren tanto mujeres como negros (entre otros grupos sociales), se deben a la evolución de la historia universal, desde la Prehistoria hasta día de hoy y pasando por el s. XX americano en el que se centra y que contamina el mundo contemporáneo con residuos machistas y racistas tan arraigados que es difícil cortar la dura y terca raíz que los nutren. El film funciona, simplemente, como recordatorio de los horrores de la discriminación contra los colectivos vulnerables históricamente. Pero es un recordatorio de 105 minutos que se podrían haber reducido en cinco por la vacía disertación que plantea, una disertación con la que se construye un guion pesado y redundante que tanto tú, lector, como yo, podríamos haber escrito replicando tuits de Leticia Dolera o similares. Una pena, ya que las intenciones son buenas, pero una buena película no se construye solo de intenciones.
El ritmo extremadamente lento no favorece el guion de los mismos directores, generando aburrimiento al observar la intrascendental vida de la protagonista entre tanta verborrea reivindicativa. De la misma forma, los mínimos puntos de tensión tardan mucho en llegar y, cuando llegan, son tan efectistas y simples que no son capaces de impactar en el espectador, al contrario, genera más aburrimiento. Cuando por fin parecen decantarse por la vertiente del terror, preparando cierta atmósfera lóbrega basada en la oscuridad de la escenografía, algo en preparación desde el planteamiento, se atascan en secuencias genéricas y anodinas que no funcionan más que como excusa para que el personaje de Janelle Monáe brille como mujer empoderada.
Las numerosas referencias históricas de la historia americana es lo más complaciente para el mensaje, pero no son suficientes para que cale hondo en el espectador y en la sociedad, como pretenden los realizadores. Por una parte, Veronica se aloja en una suite llamada ‘Jefferson’, haciendo alusión directa al tercer presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson. Jefferson, al igual que Verónica, son de Virginia. El presidente fue, paradójicamente, constructor del denominado ‘imperio de la libertad’ mientras, a su vez, tuvo esclavos negros durante toda su vida aprovechando su poder para incluir la esclavitud en la Declaración de Independencia de Estados Unidos en 1776. Lo que pretenden los directores, de esta manera, es mostrar las dos caras de América, dando a entender que el pensamiento erróneo de Jefferson debería haber sido ocupado por Veronica, de ahí que habite la habitación del presidente, dejando caer cierta evolución con ánimo positivista sobre la historia americana. Por otro lado, tenemos al estratega de leyenda, el As de Picas, el general Robert E. Lee, también de Virginia, en una impresionante estatua ecuestre conmemorativa. Con un plano medio dorsal y completamente estático, los directores pausan la acción, dejándola en segundo plano para crear una conexión en un ambiente intimista entre la protagonista y la mayor representación de la Confederación y, por tanto, del racismo. Como si pararan el tiempo y en una escena que apenas ocupa unos segundos, carente de diálogos insulsos, Bush y Renz resumen el mensaje de la película con una mirada de tú a tú que pone en tela de juicio el motivo histórico tras la discriminación social. Sin duda, lo mejor de la cinta.
Bush y Renz, dupla de hombre negro y hombre blanco (muy importante para ellos) y colaboradores habituales se embarcan, con ausencia total de estilo, en esta producción que duele por la buena propuesta que supone, una propuesta que el viento se llevó, esparciéndola en todas direcciones sin florecer en ninguna parte. Al contrario que Déjame salir (Jordan Peele, 2017), que sí reivindicaba la discriminación social con el tembloroso pulso del terror, Antebellum intenta ser su digna sucesora quedándose a medio camino entre la reivindicación y el terror, no siendo funcional ni como una ni como otra. Convirtiéndose en la hija apadrinada de Peele, hija que no aprendió nada de las enseñanzas de su padre.
Y es una película que, en parte, tiene razón en lo que simplemente menciona. Las injusticias sociales, el trato que padecen y sufren tanto mujeres como negros (entre otros grupos sociales), se deben a la evolución de la historia universal, desde la Prehistoria hasta día de hoy y pasando por el s. XX americano en el que se centra y que contamina el mundo contemporáneo con residuos machistas y racistas tan arraigados que es difícil cortar la dura y terca raíz que los nutren. El film funciona, simplemente, como recordatorio de los horrores de la discriminación contra los colectivos vulnerables históricamente. Pero es un recordatorio de 105 minutos que se podrían haber reducido en cinco por la vacía disertación que plantea, una disertación con la que se construye un guion pesado y redundante que tanto tú, lector, como yo, podríamos haber escrito replicando tuits de Leticia Dolera o similares. Una pena, ya que las intenciones son buenas, pero una buena película no se construye solo de intenciones.
El ritmo extremadamente lento no favorece el guion de los mismos directores, generando aburrimiento al observar la intrascendental vida de la protagonista entre tanta verborrea reivindicativa. De la misma forma, los mínimos puntos de tensión tardan mucho en llegar y, cuando llegan, son tan efectistas y simples que no son capaces de impactar en el espectador, al contrario, genera más aburrimiento. Cuando por fin parecen decantarse por la vertiente del terror, preparando cierta atmósfera lóbrega basada en la oscuridad de la escenografía, algo en preparación desde el planteamiento, se atascan en secuencias genéricas y anodinas que no funcionan más que como excusa para que el personaje de Janelle Monáe brille como mujer empoderada.
Las numerosas referencias históricas de la historia americana es lo más complaciente para el mensaje, pero no son suficientes para que cale hondo en el espectador y en la sociedad, como pretenden los realizadores. Por una parte, Veronica se aloja en una suite llamada ‘Jefferson’, haciendo alusión directa al tercer presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson. Jefferson, al igual que Verónica, son de Virginia. El presidente fue, paradójicamente, constructor del denominado ‘imperio de la libertad’ mientras, a su vez, tuvo esclavos negros durante toda su vida aprovechando su poder para incluir la esclavitud en la Declaración de Independencia de Estados Unidos en 1776. Lo que pretenden los directores, de esta manera, es mostrar las dos caras de América, dando a entender que el pensamiento erróneo de Jefferson debería haber sido ocupado por Veronica, de ahí que habite la habitación del presidente, dejando caer cierta evolución con ánimo positivista sobre la historia americana. Por otro lado, tenemos al estratega de leyenda, el As de Picas, el general Robert E. Lee, también de Virginia, en una impresionante estatua ecuestre conmemorativa. Con un plano medio dorsal y completamente estático, los directores pausan la acción, dejándola en segundo plano para crear una conexión en un ambiente intimista entre la protagonista y la mayor representación de la Confederación y, por tanto, del racismo. Como si pararan el tiempo y en una escena que apenas ocupa unos segundos, carente de diálogos insulsos, Bush y Renz resumen el mensaje de la película con una mirada de tú a tú que pone en tela de juicio el motivo histórico tras la discriminación social. Sin duda, lo mejor de la cinta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Resumiendo: Antebellum es una obra que pudiera haber resultado muy bien en las manos adecuadas, pero que se queda en un quiero y no puedo de crítica a una sociedad que, en su mayor parte, tiene superado los resquicios de la Guerra de Secesión Americana, y que no necesita ser acusada con el dedo por unos directores a los que les faltan argumentos de peso para hacernos reflexionar. ‘La guerra es algo cruel… para llenar nuestros corazones con odio en vez de amor al prójimo.’ (3.5).
13 de septiembre de 2020
13 de septiembre de 2020
1 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es interesante pero no mata. Hay momentos de tensión pero bueno, puedes verla en casa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Creo que hubiera estado mucho mejor si hubieran quitado todos los "microrracismos" en la película y solo hubiera dado la imagen de que hay unos racistas que la odian porque ella es una mujer negra de éxito y habla de ciertas cosas, que hoy en día está muy en la boca de todos. Eso hubiera dado, en mi opinión, algo más de realismo a la película. En cambio, ver que en la mayoría de situaciones hay racismo (pedir una mesa en recepción de hotel, la ubicación, etc.) no la hace tan realista, porque dudo que a una persona negra adinerada y famosa la traten así hoy en día en EE.UU.
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