La vida de Adèle
Romance. Drama
Adèle (Adèle Exarchopoulos) tiene quince años y sabe que lo normal es salir con chicos, pero tiene dudas sobre su sexualidad. Una noche conoce y se enamora inesperadamente de Emma (Léa Seydoux), una joven con el pelo azul. La atracción que despierta en ella una mujer que le muestra el camino del deseo y la madurez, hará que Adèle tenga que sufrir los juicios y prejuicios de familiares y amigos. Adaptación de la novela gráfica "Blue", de Julie Maroh. (FILMAFFINITY) [+]
3 de noviembre de 2013
3 de noviembre de 2013
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apenas dos horas después de salir del cine, siento la necesidad de gritar a los cuatro vientos que me acabo de cruzar con una de las películas más auténticas, más sentidas y más fascinantes que se han hecho nunca sobre el amor, la vida y la madurez. Que durante tres horas nos lleva de la mano a conocer el mundo según Adèle, que no decae en ningún momento a pesar de su dilatada narración... en fin, que "La vida de Adèle" es una obra maestra con todas las letras.
No es que pueda añadir mucho a las opiniones ya publicadas tanto de la crítica profesional como de otros usuarios, pero intentaré aportar mi granito de arena sabiendo que lo que menciono ya ha sido destacado y analizado con mucha más exactitud.
Y si hay algo que define esta experiencia, por encima de cualquier otro calificativo, es su naturalidad. La dirección de actrices de Kehiche raya a un nivel casi perfecto. Me dicen que éste es un documental con cámara oculta y me lo creo. Detalles como que a Adèle se le enrede el pelo en la cara cuando está en medio del acto y se lo tenga que apartar, el moqueo y los sofocos al llorar, la confusión al ver que te han preparado una fiesta sorpresa y más reacciones fácilmente eludibles hacen que esta película te sumerja en su ficción de forma que la llegues a aceptar como una realidad.
Esto por supuesto no es posible sin una labor actoral de primer nivel, y aunque la regularidad de todo el reparto es digna de elogio, la pareja protagonista se lleva la palma. Léa aporta una interpretación sobresaliente, sabe transmitir muy bien el magnetismo inicial de su personaje, y posteriormente según vamos conociéndole logra crear un retrato muy consistente de su personalidad. Pero así y todo, quien carga con el peso de la película es Adèle Exarchopoulos. Cualquier adjetivo se queda corto con ella: hay que verlo para creerlo. Muy pocas veces una actriz se ha mimetizado tanto con su personaje. En sus gestos, sus diálogos, incluso en su respiración y en sus pausas.
La narración situacional, a nivel de diálogos, de reacciones, etcétera, es fantástica, cuidada hasta el mínimo detalle; un ejemplo está en las escenas con los amigos y compañeros de Emma, en las que se nos muestra que Adèle sólo puede seguir el ritmo de las conversaciones y las referencias artísticas hasta cierto punto. Y eso ayuda a que el ritmo se mantenga a pesar de las elipsis narrativas de la historia principal. Que por otro lado a mí me parecen tan magistrales como el resto de la película. Ponen mucho énfasis en la brusquedad de los acontecimientos de la trama, al mismo tiempo que ahorran gastar metraje en subrayar en exceso unos procesos que se pueden entender perfectamente con la información que se da.
Sobre la polémica de las escenas de sexo... creo que el hecho de que la película se recree tanto y que haga una exploración tan detallada de las escenas entre Emma y Adèle no deja de ser una forma de resaltarnos lo mucho que significa para la propia Adèle esto, como descubrimiento de sus propios impulsos carnales y como una prueba de la intensidad de su pasión, cosa que más tarde será muy relevante en la trama y en el desarrollo personal de la protagonista. Y es que otra de las cualidades importantísimas de esta historia es el tiempo (en metraje) dedicado a cada situación. No dura lo mismo una escena de sexo que otra, ni una discusión que otra... Esto cobra importancia especialmente, además de en la mencionada, en las que considero las dos mejores escenas de toda la película*.
En resumen, y aunque "La vida de Adèle" es en muchos sentidos una historia estándar de amor y crecimiento personal; lo que la hace especial por encima de todo es su capacidad para hacerte empatizar, y eso lo consigue mediante una exposición minuciosa de los rasgos de sus personajes. Su mayor cualidad es ser capaz de hacerte creer que lo que estás viendo es real, que lo que hay en la pantalla son gente normal con dramas normales. Es de destacar también que aunque sea una historia de amor lésbico la homosexualidad nunca pasa a formar parte del discurso, está ahí simplemente como algo que forma parte de la experiencia de sus personajes.
No es que pueda añadir mucho a las opiniones ya publicadas tanto de la crítica profesional como de otros usuarios, pero intentaré aportar mi granito de arena sabiendo que lo que menciono ya ha sido destacado y analizado con mucha más exactitud.
Y si hay algo que define esta experiencia, por encima de cualquier otro calificativo, es su naturalidad. La dirección de actrices de Kehiche raya a un nivel casi perfecto. Me dicen que éste es un documental con cámara oculta y me lo creo. Detalles como que a Adèle se le enrede el pelo en la cara cuando está en medio del acto y se lo tenga que apartar, el moqueo y los sofocos al llorar, la confusión al ver que te han preparado una fiesta sorpresa y más reacciones fácilmente eludibles hacen que esta película te sumerja en su ficción de forma que la llegues a aceptar como una realidad.
Esto por supuesto no es posible sin una labor actoral de primer nivel, y aunque la regularidad de todo el reparto es digna de elogio, la pareja protagonista se lleva la palma. Léa aporta una interpretación sobresaliente, sabe transmitir muy bien el magnetismo inicial de su personaje, y posteriormente según vamos conociéndole logra crear un retrato muy consistente de su personalidad. Pero así y todo, quien carga con el peso de la película es Adèle Exarchopoulos. Cualquier adjetivo se queda corto con ella: hay que verlo para creerlo. Muy pocas veces una actriz se ha mimetizado tanto con su personaje. En sus gestos, sus diálogos, incluso en su respiración y en sus pausas.
La narración situacional, a nivel de diálogos, de reacciones, etcétera, es fantástica, cuidada hasta el mínimo detalle; un ejemplo está en las escenas con los amigos y compañeros de Emma, en las que se nos muestra que Adèle sólo puede seguir el ritmo de las conversaciones y las referencias artísticas hasta cierto punto. Y eso ayuda a que el ritmo se mantenga a pesar de las elipsis narrativas de la historia principal. Que por otro lado a mí me parecen tan magistrales como el resto de la película. Ponen mucho énfasis en la brusquedad de los acontecimientos de la trama, al mismo tiempo que ahorran gastar metraje en subrayar en exceso unos procesos que se pueden entender perfectamente con la información que se da.
Sobre la polémica de las escenas de sexo... creo que el hecho de que la película se recree tanto y que haga una exploración tan detallada de las escenas entre Emma y Adèle no deja de ser una forma de resaltarnos lo mucho que significa para la propia Adèle esto, como descubrimiento de sus propios impulsos carnales y como una prueba de la intensidad de su pasión, cosa que más tarde será muy relevante en la trama y en el desarrollo personal de la protagonista. Y es que otra de las cualidades importantísimas de esta historia es el tiempo (en metraje) dedicado a cada situación. No dura lo mismo una escena de sexo que otra, ni una discusión que otra... Esto cobra importancia especialmente, además de en la mencionada, en las que considero las dos mejores escenas de toda la película*.
En resumen, y aunque "La vida de Adèle" es en muchos sentidos una historia estándar de amor y crecimiento personal; lo que la hace especial por encima de todo es su capacidad para hacerte empatizar, y eso lo consigue mediante una exposición minuciosa de los rasgos de sus personajes. Su mayor cualidad es ser capaz de hacerte creer que lo que estás viendo es real, que lo que hay en la pantalla son gente normal con dramas normales. Es de destacar también que aunque sea una historia de amor lésbico la homosexualidad nunca pasa a formar parte del discurso, está ahí simplemente como algo que forma parte de la experiencia de sus personajes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
*La primera, con la discusión entre Emma y Adèle que provoca la ruptura entre ambas, en la que se sigue minuciosamente todo el proceso de la discusión, con el pequeño lapso de calma incluido para acabar con la traca final, para luego recrearse en el agobio y la incredulidad de Adèle durante un buen rato, dando la sensación al espectador de que el personaje aún no ha asimilado el golpe.
La segunda, en su primer reencuentro tras la ruptura, en el que el diálogo que termina en calentón y las consecuencias a nivel personal tanto para una como para la otra, así como la tensión que ambas arrastran, llegan a calar y a monopolizar toda la atmósfera de la cafetería. Esta escena sirve en especial como reflejo de la intensidad que llegó a adquirir su relación, y en ese sentido me parece un acierto tremendo transmitirla al completo y sin cortes.
En ambas se sigue toda la acción, sin mediar elipsis, para que podamos experimentar de primera mano todas las sensaciones que conllevan unos momentos tan difíciles para las protagonistas; ambas escenas terminan resultando especialmente intensas.
La segunda, en su primer reencuentro tras la ruptura, en el que el diálogo que termina en calentón y las consecuencias a nivel personal tanto para una como para la otra, así como la tensión que ambas arrastran, llegan a calar y a monopolizar toda la atmósfera de la cafetería. Esta escena sirve en especial como reflejo de la intensidad que llegó a adquirir su relación, y en ese sentido me parece un acierto tremendo transmitirla al completo y sin cortes.
En ambas se sigue toda la acción, sin mediar elipsis, para que podamos experimentar de primera mano todas las sensaciones que conllevan unos momentos tan difíciles para las protagonistas; ambas escenas terminan resultando especialmente intensas.
26 de octubre de 2013
26 de octubre de 2013
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptando libremente la novela gráfica “El Azul es un Color Cálido” de Julie Maroh, en su nueva película Abdel Kechiche se ha propuesto narrar la “Vida (sentimental) de Adéle”. El primer cambio respecto al cómic (que no he leído) es el título. A lo largo del film se conserva esa identificación del color azul con la protagonista y su crecimiento, pero realmente, lo importante del relato no es otra cosa que su personaje. El segundo cambio, y el más importante, es el nombre de la protagonista. Kechiche ha encontrado a una actriz maravillosa, Adèle Exarchopoulos, y ha creado un papel a su medida.
No estamos ante una película feminista, aunque sea un film de mujeres; ni ante una película homosexual, aunque las protagonistas puedan serlo; estamos ante una historia de crecimiento personal, de conocimiento de uno mismo, de encuentro con el deseo y de sus repercusiones. El director tunecino nos ha introducido visceralmente en la intimidad de su protagonista para mostrárnosla de forma natural y transparente, sin filtros ni afectaciones. Debemos de ver a Adéle y aceptarla tal y como es. Y gracias a la formidable actuación y a la dirección no es difícil encariñarnos con ella.
Todas las virtudes y defectos de la película vienen de esta ambición de desnudar la intimidad de la protagonista en su totalidad, sin esconder nada, tratando de abarcarlo todo con naturalidad.
En su afán por mostrarlo todo sin filtros, sin recurrir al drama o la comedia, manteniendo un registro neutro, la Palma de Oro 2013 peca de un extendido metraje que aunque atrapa, pesa. Está todo demasiado bien estructurado. Estructurado en dos partes diferenciadas -ascenso y caída, amor y desamor, tonos azules y amarillos-rojizos en Emma, recepción de clases e impartición de ellas, etc.- y cada parte dividida en distintos movimientos cuadriculados, sobretodo en la primera parte, marcados e introducidos por los momentos escolares en los que se reflexiona y adelanta explícitamente lo que ocurrirá a continuación. La película está también demasiado bien ligada, avanzando siempre sobre terreno adelantado y asentado de antemano. Además, hemos de admitir que si bien la película es medianamente valiente e innovadora en sus imágenes, no lo es tanto en la historia que hay detrás. Así, el metraje excesivo, la calculada estructura, la linealidad, predictibilidad y la convencionalidad de la historia se alían con ese tono intencionalmente neutro capaz de expresar con transparencia las emociones más que de contagiarlas, para poner una fina barrera entre Adéle y el espectador. Una estrechísima barrera que dificulta la identificación con la protagonista y la inmersión total en la historia y, en definitiva, hace que la “La Vida de Adéle” sea una excelente película, pero no la obra maestra que algunos podíamos esperar visto la unanimidad con que fue acogida en Cannes.
Y sin embargo, hay algo en la película fascinante. Kechiche pega la cámara al rostro de su criatura como si quisiera acariciarla con ella, penetrar en su esencia y radiografiar su cuerpo e intimidad. El director trata de romper toda barrera física para introducirse inquisitivamente en el alma de Adéle hasta desnudarla en toda su belleza y su miseria. El resultado es una estética que no oculta ni filtra las imágenes para mostrar, en toda su profundidad, la vida sentimental de Adéle: un estilo de un maravilloso y carnal naturalismo. Parece que toda la preocupación de la cámara fuera hacer un retrato sincero y honesto de la protagonista, entre lo mórbido de Schiele y lo florido de Klimt. Un retrato en que la carnosa boca de Adéle, a menudo entreabierta, como cuando duerme, besa con pasión, o mastica espaguetis, es el núcleo central desde el que parte la cámara para mostrarnos con sensibilidad todo su cuerpo sin dejar escapar nada. Ni el llanto desgarrador, ni el moco que se desliza y cruza los labios, ni el sexo lésbico en explícitas y naturales escenas de diez minutos, nada es censurado o edulcorado por la cámara. Nada de esto es gratuito. Adéle no es un ser excepcional, sino un ser humano con sus deseos privados, sus miedos, sus contradicciones y sus defectos, una persona que ama y sufre, y esto no podía ser mostrado de una forma más natural a la que opta Kechiche. Sin ello, la conversación final en el restaurante no tendría esa sinceridad que llega a doler.
En La Vida de Adéle, las actuaciones de las dos magníficas protagonistas, la historia y la cámara se funden logrando una estética fascinante. Ese íntimo naturalismo carnal y sincero es sin duda la causa del éxito de la película pero también de sus defectos. Cuando finalmente la cámara se aleja del rostro que trató con tanto mimo y honestidad, cuando, por fin (¡tras tres horas de película!), la cámara deja marchar a una Adéle ya adulta, la impresión que queda en el espectador es como el azul. Cálida, hermosa, natural, y algo fría.
No estamos ante una película feminista, aunque sea un film de mujeres; ni ante una película homosexual, aunque las protagonistas puedan serlo; estamos ante una historia de crecimiento personal, de conocimiento de uno mismo, de encuentro con el deseo y de sus repercusiones. El director tunecino nos ha introducido visceralmente en la intimidad de su protagonista para mostrárnosla de forma natural y transparente, sin filtros ni afectaciones. Debemos de ver a Adéle y aceptarla tal y como es. Y gracias a la formidable actuación y a la dirección no es difícil encariñarnos con ella.
Todas las virtudes y defectos de la película vienen de esta ambición de desnudar la intimidad de la protagonista en su totalidad, sin esconder nada, tratando de abarcarlo todo con naturalidad.
En su afán por mostrarlo todo sin filtros, sin recurrir al drama o la comedia, manteniendo un registro neutro, la Palma de Oro 2013 peca de un extendido metraje que aunque atrapa, pesa. Está todo demasiado bien estructurado. Estructurado en dos partes diferenciadas -ascenso y caída, amor y desamor, tonos azules y amarillos-rojizos en Emma, recepción de clases e impartición de ellas, etc.- y cada parte dividida en distintos movimientos cuadriculados, sobretodo en la primera parte, marcados e introducidos por los momentos escolares en los que se reflexiona y adelanta explícitamente lo que ocurrirá a continuación. La película está también demasiado bien ligada, avanzando siempre sobre terreno adelantado y asentado de antemano. Además, hemos de admitir que si bien la película es medianamente valiente e innovadora en sus imágenes, no lo es tanto en la historia que hay detrás. Así, el metraje excesivo, la calculada estructura, la linealidad, predictibilidad y la convencionalidad de la historia se alían con ese tono intencionalmente neutro capaz de expresar con transparencia las emociones más que de contagiarlas, para poner una fina barrera entre Adéle y el espectador. Una estrechísima barrera que dificulta la identificación con la protagonista y la inmersión total en la historia y, en definitiva, hace que la “La Vida de Adéle” sea una excelente película, pero no la obra maestra que algunos podíamos esperar visto la unanimidad con que fue acogida en Cannes.
Y sin embargo, hay algo en la película fascinante. Kechiche pega la cámara al rostro de su criatura como si quisiera acariciarla con ella, penetrar en su esencia y radiografiar su cuerpo e intimidad. El director trata de romper toda barrera física para introducirse inquisitivamente en el alma de Adéle hasta desnudarla en toda su belleza y su miseria. El resultado es una estética que no oculta ni filtra las imágenes para mostrar, en toda su profundidad, la vida sentimental de Adéle: un estilo de un maravilloso y carnal naturalismo. Parece que toda la preocupación de la cámara fuera hacer un retrato sincero y honesto de la protagonista, entre lo mórbido de Schiele y lo florido de Klimt. Un retrato en que la carnosa boca de Adéle, a menudo entreabierta, como cuando duerme, besa con pasión, o mastica espaguetis, es el núcleo central desde el que parte la cámara para mostrarnos con sensibilidad todo su cuerpo sin dejar escapar nada. Ni el llanto desgarrador, ni el moco que se desliza y cruza los labios, ni el sexo lésbico en explícitas y naturales escenas de diez minutos, nada es censurado o edulcorado por la cámara. Nada de esto es gratuito. Adéle no es un ser excepcional, sino un ser humano con sus deseos privados, sus miedos, sus contradicciones y sus defectos, una persona que ama y sufre, y esto no podía ser mostrado de una forma más natural a la que opta Kechiche. Sin ello, la conversación final en el restaurante no tendría esa sinceridad que llega a doler.
En La Vida de Adéle, las actuaciones de las dos magníficas protagonistas, la historia y la cámara se funden logrando una estética fascinante. Ese íntimo naturalismo carnal y sincero es sin duda la causa del éxito de la película pero también de sus defectos. Cuando finalmente la cámara se aleja del rostro que trató con tanto mimo y honestidad, cuando, por fin (¡tras tres horas de película!), la cámara deja marchar a una Adéle ya adulta, la impresión que queda en el espectador es como el azul. Cálida, hermosa, natural, y algo fría.
27 de noviembre de 2013
27 de noviembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "La vida de Adele" nos encontramos con una chica que busca ese amor que le marcará de por vida, y sin buscarlo lo encuentra y su vida, a partir de ese momento se llama Enma. Es curioso como a medida que avanza la historia la vida de Adele se vacía, y la vida de Enma se llena; como una alegoría de la lección de literatura que aparece en los primeros minutos de la cinta.
Quizás un ejemplo de relación tóxica, quizás una historia de amor con mayúsculas, pero es una vida, una persona que se deja llevar por lo que siente y su vida ya nunca vuelve a ser igual.
Quizás un ejemplo de relación tóxica, quizás una historia de amor con mayúsculas, pero es una vida, una persona que se deja llevar por lo que siente y su vida ya nunca vuelve a ser igual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No es sólo una relación lésbica, ya que para Adele en amor no tiene género, pero me cuesta trabajo entender dónde está el resto de su vida, por qué no aparecen los padres más que en una cena en la que es más valioso lo que no se dice que lo que se dice; dónde están los amigos, dónde se quedó en drama de la ruptura con el amor de su vida que le ha cambiado para siempre su universo. Me faltan muchos más detalles, pero quizás la historia no los necesita, ya que en una escena en la que la pareja está en la cama Adele expresa que su vida es Enma, que ella es feliz estando simplemento a su lado, y aunque a muchas personas nos cueste entenderlo, para ella ésa es su vida, y eso es precisamente lo que el director nos cuenta.
7 de marzo de 2014
7 de marzo de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adele tiene una historia creíble que contar en una película que busca el intercambio y la cercanía, un contacto alternativo para el cine que genera interés al meterse en la piel femenina, un desarrollo que se expande en la homosexualidad de forma natural mediante atracción y rechazo en un proceso de maduración con la esencia de la juventud y los encuentros de la vida, recorriendo ambientes y situaciones no siempre bien montados y adornados con todas las artes para buscar dotarla de ese ingrediente necesario para que el público la acepte como obra inteligente.
Y es que aparte de una química por momentos cuestionable entre personajes, ese añadido continuo de todo tipo de culturas no se fusiona con la fuerza vital de la protagonista, inmensamente interpretada desde el anonimato, no es una película símbolo de rebeldía ni se muestra segura en su montaje, no encuentra el equilibrio entre la curiosidad y lo existencial, y no termina de definir los principios que afronta... se reduce pues a un compromiso con la presión y el conflicto, trata la tendencia desde el deseo, enseña más que transmite y busca la aceptación en largas secuencias que por otro lado tampoco desatan la polémica.
Es un referente en la irrupción del lesbianismo que busca balancearse entre el amor y el escándalo, en esa liberación de la mente bajo miradas deliciosas que sobrecarga de primeros planos el aspecto técnico y se hace repetitiva además en otros aspectos, lo que nadie podrá negar es que desprende un potente aroma a vida a pesar de su intento de aspirar a sublime, a moverse en las altas esferas, para finalmente salir inspirada en la timidez y el aprendizaje, y en el contraste entre lo oscuro y lo florido, se mueve en lo cotidiano de manera espontánea y tiene un excelente recorrido de la sexualidad, sus barreras y límites; y el desarrollo en pareja es, simplemente, una gráfica milimétrica de lo que le ocurre al corazón.
Y es que aparte de una química por momentos cuestionable entre personajes, ese añadido continuo de todo tipo de culturas no se fusiona con la fuerza vital de la protagonista, inmensamente interpretada desde el anonimato, no es una película símbolo de rebeldía ni se muestra segura en su montaje, no encuentra el equilibrio entre la curiosidad y lo existencial, y no termina de definir los principios que afronta... se reduce pues a un compromiso con la presión y el conflicto, trata la tendencia desde el deseo, enseña más que transmite y busca la aceptación en largas secuencias que por otro lado tampoco desatan la polémica.
Es un referente en la irrupción del lesbianismo que busca balancearse entre el amor y el escándalo, en esa liberación de la mente bajo miradas deliciosas que sobrecarga de primeros planos el aspecto técnico y se hace repetitiva además en otros aspectos, lo que nadie podrá negar es que desprende un potente aroma a vida a pesar de su intento de aspirar a sublime, a moverse en las altas esferas, para finalmente salir inspirada en la timidez y el aprendizaje, y en el contraste entre lo oscuro y lo florido, se mueve en lo cotidiano de manera espontánea y tiene un excelente recorrido de la sexualidad, sus barreras y límites; y el desarrollo en pareja es, simplemente, una gráfica milimétrica de lo que le ocurre al corazón.
12 de noviembre de 2015
12 de noviembre de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como dijera aquel vidente a Julio Cesar a la entrada del senado con aquella celebérrima frase,"Cuidate de los idus de marzo", diria yo aquí," Cuidate de los idus de Francia" , o lo que es lo mismo, se cauto y temeroso ante una película tan agasajada, laureada y encumbrada procedente del país galo. Digo esto, porque bajo mi humilde experiencia, el país vecino suele ofrecernos una de cal y una de arena en cuanto a películas se refiere. En este caso bajo esa avalancha de premios,agasajos y frases bonitas se esconde una sopolífera pélicula con un argumento banal y mil veces repetido en innumerables films, envuelto habilmente con un pseudo envoltorio de innovación al enmarcar la historia bajo el prisma de dos lesbianas.La vida de un adolescente que explora su sexualidad, experimenta, descubre el amor por primera vez, tropieza en el camino del aprendizaje, sufre las consecuencias de sus errores y por último sigue adelante ha sido mil veces llevada a la pantalla sin crear tanto revuelo o expectación como el que creo en su día esta película.Si le añades varias escenas de sexo casi explícito lograras el efecto deseado, te tildaran de visionario, profeta, agur. Diran que has sabido reflejar la sexualidad entre dos lesbianas como antes nadie lo había logrado y los premios llamaran a tu puerta cual vendedores de seguros.Tal vez hace treinta años estrenos como Calígula serian merecedores de ser tildados como descarados, rompedores o brutalmente indecentes por parte de la crítica especializada, pero en un mundo como el de hoy, en el que ver sexo explícito en su amplio abaníco de opciones esta al alcance de todos, no logro entender que tres escenas de sexo causen tal revuelo, y lo que es peor, emponderen o encumbren una película sosa y anodina hasta la nausea. Atendiendo al tempo de la película en sí, señalar un metraje excesivo de casi tres horas, con secuencias totalmente intrascendentes. Para finalizar diria que el trabajo actoral es bueno, pero insuficiente para salvar semejante fraude.
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