Las verdes praderas
1979 

6,3
2.161
Drama. Comedia
José (Alfredo Landa), un ejecutivo de origen humilde, ha alcanzado el éxito dentro de la empresa de publicidad para la que trabaja gracias a su talento innato para encontrar la frase exacta. Es el paradigma del hombre que se ha hecho a sí mismo y ha convertido en realidad sus sueños: una esposa (María Casanova) y unos hijos a los que quiere, un chalet en la sierra, un coche... Sin embargo, un fin de semana en el que esperaba disfrutar ... [+]
19 de abril de 2011
19 de abril de 2011
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo una relación particular con esta película. La primera vez que la vi era adolescente y, lejos de comprender el trasfondo de la misma, me pareció envidiable la vida de Jóse Rebolledo. Desde entonces, primero en VHS, y luego en DVD, "Las verdes praderas" ha ocupado un lugar preferente en mi colección de cine. Siempre soñé con tener un chalet, y ser un jefe importante, algún día seré director, como el Sr. Rebolledo, pensé entonces, y tendré un chalet como el de "las verdes praderas" en el que pasar los fines de semana. Hoy tengo la edad de Rebolledo, no tengo chalet, vivo, como todos, para mantener una familia, y pagarle a la empresa X, la empresa Y, etc... pero de vez en cuando vuelvo a ver esta pequeña joya del cine español, y me traslado a aquella época en que una incipiente clase media, que quizá lo tuvieron algo más fácil que los de la generación que les seguimos, comenzaba a saborear esos pequeños lujos que hasta entonces solo habían estado al alcance de los ricos (como el señor que fumaba su puro en Villa Clara). Poco puedo decir de una película, para mí entrañable, de la que podría casi recitar buena parte de los diálogos de memoria. Magnífica interpretación de un Alfredo Landa, que ya había dado muestras de su calidad interpretativa en "el puente", y que estaba a punto de consagrarse con "el crack" (por cierto, como anécdota, en "el crack 2", sale de nuevo el chalet de Las verdes praderas). Muy bien también todos los demás, tanto la encantadora María Casanova, como el "simpático doña perfecta" Carlos Larrañaga. Denuncia temprana del modo de vida consumista en que nos hallamos inmersos, y muestra palpable de que esos pequeños lujos que los ricos comenzaban a compartir con la clase media en los albores de la democracia, encerraban la trampa de convertirnos en hamsters corriendo en la ruleta.
12 de noviembre de 2006
12 de noviembre de 2006
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una de esas películas que hay que ver varias veces para poder entender el mensaje que intenta transmitir y el cómo lo transmite. Reconozco que la primera vez que la vi me dejó igual, pero fue a partir de la segunda visión cuando uno empieza a comprender lo que cuenta.
Se trata de una película que reflexiona sobre la rutina destructora, si no se acaba con la rutina, ella acaba con todo, con todo aquello que más queremos; la familia, el matrimonio, el amor, los hijos, la diversión, el trabajo... la vida. Aunque no sea una de las mejores películas de J.L. Garci, sí es altamente recomendable por el mensaje que nos transmite y por la calidad interpretativa de los actores. Habría que destacar la banda sonora también, pero en el sentido de que parece de otra historia, que no termina de acompañar muy bien a esta, una historia “trágica” acompañada por un alegreto.
De todas las escenas habría que destacar aquella donde, a última hora del domingo, después de un fin de semana mediocre y rutinario, surge una conversación entre la pareja protagonista, una reflexión trascendente de sus vidas, sus objetivos, de su futuro... Es ahí cuando se rompe el ritmo que se ha mantenido en toda la película y se deja lugar a una frustración, a un vacío, a un sinsentido en sus vidas... Por suerte, se dieron cuenta a tiempo...
Se trata de una película que reflexiona sobre la rutina destructora, si no se acaba con la rutina, ella acaba con todo, con todo aquello que más queremos; la familia, el matrimonio, el amor, los hijos, la diversión, el trabajo... la vida. Aunque no sea una de las mejores películas de J.L. Garci, sí es altamente recomendable por el mensaje que nos transmite y por la calidad interpretativa de los actores. Habría que destacar la banda sonora también, pero en el sentido de que parece de otra historia, que no termina de acompañar muy bien a esta, una historia “trágica” acompañada por un alegreto.
De todas las escenas habría que destacar aquella donde, a última hora del domingo, después de un fin de semana mediocre y rutinario, surge una conversación entre la pareja protagonista, una reflexión trascendente de sus vidas, sus objetivos, de su futuro... Es ahí cuando se rompe el ritmo que se ha mantenido en toda la película y se deja lugar a una frustración, a un vacío, a un sinsentido en sus vidas... Por suerte, se dieron cuenta a tiempo...
27 de julio de 2013
27 de julio de 2013
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con motivo del reciente fallecimiento del actor Alfredo Landa, muchos cronistas comentaron la capacidad del intérprete por excelencia para virar de la comedia de posguerra al drama posterior al mismo ritmo que la sociedad española viajaba simbólicamente de la represión a la modernidad. Se citó mucho 'El crack', el trabajo más conocido del dúo Garci-Landa, pero tal vez es 'Las verdes praderas', título coetáneo al anterior, la obra más recurrente a la hora de destacar la versatilidad y los múltiples giros y registros que dominaron la carrera del maestro.
En el film, Landa da vida a un buenazo que cumple a rajatabla los deseos de sus compañeros de trabajo, jefes, hijos, esposa y familia, un papel de raíz cómica que está en deuda con el 'paleto' de antes y después del Destape. Con todo, Garci llena a su protagonista de una amargura y frustración que calan en el espectador: asistimos impotentes a la lenta pero visible castración de un hombre que en ningún momento puede hacer lo que realmente le apetece. Desde el guion, Garci y Sinde radiografían la clase media urbana acomodada al nuevo sistema capitalista y exponen las ataduras de los nuevos tiempos, la manipulación de las grandes compañías y la libertad falaz de finales de década, en pleno proceso de Transición.
Mientras la mayoría restó en la capital para filmar la Movida Madrileña, a Garci le interesó el viaje, por no decir huida, de un nuevo estamento pudiente a su chalet de la sierra. El gran problema de la película es que, al situarse concienzudamente en el terreno de la fábula y el cuento campechano, su mensaje nunca llega a trascender, y todas las situaciones parecen acumularse de forma deslavazada. Garci no habla desde la verdad sino desde el concepto, y eso resta veracidad a la historia. Tampoco ayuda la sobreactuación del también desaparecido Carlos Larrañaga; la música de Beethoven, un intento fallido por crear un choque entre lo bucólico y lo campestre; o su final, que aunque cumple como símbolo dista de ser verosímil. Las verdes praderas nace como retrato social y se queda en mera anécdota, una historia pequeña que se debate entre el costumbrismo y la crítica: daba para mucho más.
@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
En el film, Landa da vida a un buenazo que cumple a rajatabla los deseos de sus compañeros de trabajo, jefes, hijos, esposa y familia, un papel de raíz cómica que está en deuda con el 'paleto' de antes y después del Destape. Con todo, Garci llena a su protagonista de una amargura y frustración que calan en el espectador: asistimos impotentes a la lenta pero visible castración de un hombre que en ningún momento puede hacer lo que realmente le apetece. Desde el guion, Garci y Sinde radiografían la clase media urbana acomodada al nuevo sistema capitalista y exponen las ataduras de los nuevos tiempos, la manipulación de las grandes compañías y la libertad falaz de finales de década, en pleno proceso de Transición.
Mientras la mayoría restó en la capital para filmar la Movida Madrileña, a Garci le interesó el viaje, por no decir huida, de un nuevo estamento pudiente a su chalet de la sierra. El gran problema de la película es que, al situarse concienzudamente en el terreno de la fábula y el cuento campechano, su mensaje nunca llega a trascender, y todas las situaciones parecen acumularse de forma deslavazada. Garci no habla desde la verdad sino desde el concepto, y eso resta veracidad a la historia. Tampoco ayuda la sobreactuación del también desaparecido Carlos Larrañaga; la música de Beethoven, un intento fallido por crear un choque entre lo bucólico y lo campestre; o su final, que aunque cumple como símbolo dista de ser verosímil. Las verdes praderas nace como retrato social y se queda en mera anécdota, una historia pequeña que se debate entre el costumbrismo y la crítica: daba para mucho más.
@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
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20 de mayo de 2015
20 de mayo de 2015
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Garci más iconoclasta lo tenemos en las verdes praderas. Autocrítica sarcástica a una clase media que puede trasladarse a la actual porque el consumismo es el mismo aunque hayan variado los objetos de deseo. Buen humor para soportar la contradicción de reconocer en lo que nos hemos convertido. Buen manejo de la música clásica como banda sonora. Final atrevido y simbólico.
Graci tiene el mérito de hacer el cine que le ha dado la gana, generalmente a contracorriente, moderno en tiempos reaccionarios y antiguo (en el mejor sentido) en tiempos modernos. Yo prefiero esta etapa donde refleja magníficamente un Madrid contemporáneo que bien puede servir de documental como retrato de una época.
Graci tiene el mérito de hacer el cine que le ha dado la gana, generalmente a contracorriente, moderno en tiempos reaccionarios y antiguo (en el mejor sentido) en tiempos modernos. Yo prefiero esta etapa donde refleja magníficamente un Madrid contemporáneo que bien puede servir de documental como retrato de una época.
21 de junio de 2008
21 de junio de 2008
23 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues vaya bajón.
La verdad es que el chalet es poco apetecible, con esas cortinas de los ochenta y las tapicerías marrones... o los platos colgados en la pared, buff...
Pero el que es hortera, hortera es, y no se puede hacer cenizas hasta que lo ordene la muerte.
El mayor acierto de la película es el colorcillo cutre que destila. Ver la sierra de Madrid aún medio vacía y un supermirafiori pasando por delante es desesperante. Así es fácil identificarse en el personaje de Alfredo Landa, con esos niños aburridos, una mujer más cursi que remar en el bidé y el típico amigo facha que se bebe un gin tonic mientras preparan la paella, por no hablar de la familia política.
Pero lo que me sorprende es que Rebolledo les hable a sus hijos de la vuelta chapista y el parchís. Ni que en 1979 hubiese play...
Me la he vuelto a ver entera, sin avanzar las escenas de charlas nostálgicas ni el partido de fútbol, y me entretiene. Además me parto la caja viendo a don Alfredo mirar al infinito con cara de éxtasis mientras dice: "de oca a oca, y tiro porque me toca". No me veo en posición orgásmica diciéndoles a mis hijos: "y eisssports, sindiqueit".
Y te deja un saborcillo a vaya coñazo de vida que me espera (y suponiendo que las cosas me vayan bien), que no se la salta un gitano. Pero lo que me he preguntado en este nuevo visionado, es cuál es la otra opción, porque aventureros en el mundo... no hace falta ser madre de Tamara para contarlos con los dedos de una mano.
La verdad es que el chalet es poco apetecible, con esas cortinas de los ochenta y las tapicerías marrones... o los platos colgados en la pared, buff...
Pero el que es hortera, hortera es, y no se puede hacer cenizas hasta que lo ordene la muerte.
El mayor acierto de la película es el colorcillo cutre que destila. Ver la sierra de Madrid aún medio vacía y un supermirafiori pasando por delante es desesperante. Así es fácil identificarse en el personaje de Alfredo Landa, con esos niños aburridos, una mujer más cursi que remar en el bidé y el típico amigo facha que se bebe un gin tonic mientras preparan la paella, por no hablar de la familia política.
Pero lo que me sorprende es que Rebolledo les hable a sus hijos de la vuelta chapista y el parchís. Ni que en 1979 hubiese play...
Me la he vuelto a ver entera, sin avanzar las escenas de charlas nostálgicas ni el partido de fútbol, y me entretiene. Además me parto la caja viendo a don Alfredo mirar al infinito con cara de éxtasis mientras dice: "de oca a oca, y tiro porque me toca". No me veo en posición orgásmica diciéndoles a mis hijos: "y eisssports, sindiqueit".
Y te deja un saborcillo a vaya coñazo de vida que me espera (y suponiendo que las cosas me vayan bien), que no se la salta un gitano. Pero lo que me he preguntado en este nuevo visionado, es cuál es la otra opción, porque aventureros en el mundo... no hace falta ser madre de Tamara para contarlos con los dedos de una mano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Yo eso de del laberinto al 30 no me suena nada, que quieres que te diga, y es que la oca era un rollo patatero. El parchís también, salvo que jugases la partida con don Jesús Gil y Gil.
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