El viento nos llevará
31 de julio de 2012
31 de julio de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un fémur humano flotando arrastrado por la corriente de un río, el diálogo invisible con un hombre a tres metros bajo tierra, caminos sinuosos y espolvoreados por el viento. Todo en ‘el viento nos llevará’ tiene un aire lírico y la aldea de Siah Dareh es una especie de extraño ‘Locus amoenus’ apartado del mundo donde contar una historia sencilla y sin pretensiones, al estilo austero y realista del cine iraní.
La película es una reflexión profunda sobre la vida, la moral y la muerte con un sentido final muy positivo, una oda a la vida filmada.
El estilo Kiarostami se hace aún más patente en esta película, probablemente la más personal del director. El director utiliza actores no profesionales para incrementar el realismo del filme, planos fijos con mucho diálogo en varias escenas, elementos repetitivos para fijar mensaje y dar más ritmo a la historia. Muchos diálogos en off que salen de elementos lejanos para la cámara y mucha acción fuera de plano para afianzar el carácter de sutileza que en general te deja la película.
En los múltiples diálogos el director iraní evita siempre utilizar el contraplano, así, en muchas ocasiones ni siquiera vemos la cara al interlocutor, y en otras simplemente vemos a los personajes a lo lejos mientras se produce la conversación, siempre simple y llana, muy realista, en ese estilo cercano al documental que siempre utiliza Kiarostami.
Pero aunque todo esto esté muy bien, y se pueda valorar como un buen ejercicio de cine, al director iraní le falta la otra pata para completar la película, la del espectador. La película es tan personal y poética, que en general resulta muy críptica, poco accesible y esto aburre, más cuando el ritmo no se caracteriza por su agilidad. Muchas de las metáforas visuales no se entienden en una primera visualización y desde luego no está hecha para todos los públicos. Del mismo modo, hay más poesía que historia en la película, apenas existe acción o giros de guión que inciten a mantener la atención de hecho el objeto de la película no se desvela hacia la mitad del filme dejando esos minutos con una intriga un tanto fallida y sólo vemos el discurrir de un pueblo peculiar con las simples vidas de sus habitantes.
Sin historia ni trascendencia, la mejor baza de la película en muchos aspectos es su sentido estético, los paisajes rocosos del pueblo, las colinas salpicadas de árboles aislados. Esa localización laberíntica, árida, desolada en algunos aspectos y rezumante de vida en otros, es uno de los grandes aciertos, así como el toque especial que consigue en algunas escenas, como la del encuentro del protagonista con una joven en la bodega de una casa para que ordeñe una vaca y obtener leche, donde la oscuridad sólo permite que a la muchacha sólo se le vean las manos mientras entabla una de las conversaciones más interesantes del filme.
Pero donde no hay historia, simplemente no hay guión suficiente y eso, pese a muchos otros aspectos loables, lastra en demasía la película.
http://palomitasconchoco.wordpress.com
La película es una reflexión profunda sobre la vida, la moral y la muerte con un sentido final muy positivo, una oda a la vida filmada.
El estilo Kiarostami se hace aún más patente en esta película, probablemente la más personal del director. El director utiliza actores no profesionales para incrementar el realismo del filme, planos fijos con mucho diálogo en varias escenas, elementos repetitivos para fijar mensaje y dar más ritmo a la historia. Muchos diálogos en off que salen de elementos lejanos para la cámara y mucha acción fuera de plano para afianzar el carácter de sutileza que en general te deja la película.
En los múltiples diálogos el director iraní evita siempre utilizar el contraplano, así, en muchas ocasiones ni siquiera vemos la cara al interlocutor, y en otras simplemente vemos a los personajes a lo lejos mientras se produce la conversación, siempre simple y llana, muy realista, en ese estilo cercano al documental que siempre utiliza Kiarostami.
Pero aunque todo esto esté muy bien, y se pueda valorar como un buen ejercicio de cine, al director iraní le falta la otra pata para completar la película, la del espectador. La película es tan personal y poética, que en general resulta muy críptica, poco accesible y esto aburre, más cuando el ritmo no se caracteriza por su agilidad. Muchas de las metáforas visuales no se entienden en una primera visualización y desde luego no está hecha para todos los públicos. Del mismo modo, hay más poesía que historia en la película, apenas existe acción o giros de guión que inciten a mantener la atención de hecho el objeto de la película no se desvela hacia la mitad del filme dejando esos minutos con una intriga un tanto fallida y sólo vemos el discurrir de un pueblo peculiar con las simples vidas de sus habitantes.
Sin historia ni trascendencia, la mejor baza de la película en muchos aspectos es su sentido estético, los paisajes rocosos del pueblo, las colinas salpicadas de árboles aislados. Esa localización laberíntica, árida, desolada en algunos aspectos y rezumante de vida en otros, es uno de los grandes aciertos, así como el toque especial que consigue en algunas escenas, como la del encuentro del protagonista con una joven en la bodega de una casa para que ordeñe una vaca y obtener leche, donde la oscuridad sólo permite que a la muchacha sólo se le vean las manos mientras entabla una de las conversaciones más interesantes del filme.
Pero donde no hay historia, simplemente no hay guión suficiente y eso, pese a muchos otros aspectos loables, lastra en demasía la película.
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20 de agosto de 2018
20 de agosto de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kiarostami demuestra que con naturalidad(el de verdad, no prefabricado en Hollywood) se puede hacer una película visualmente preciosa, sin historias de grandilocuencia ni dramatismo desmesurado. Con una trama simple, de los vecinos de algún pueblo real, con actores que suben colinas de verdad y hablan como lo hacen la gente de verdad, al natural.
Esto es cine en su estado más humilde y puro, sin colorantes ni conservantes, sin aditivos de ningún tipo. Es la modestia desnuda al séptimo arte, de increíble belleza. Con diálogos simples, pero de una profundidad espiritual inconmensurable, con un leve toque irónico de fondo mostrada de una forma poética. La fotografía es quizás de las más sencillas y a la vez hermosas que he visto, "simplicity is the ultimate form of sophistication" o eso dicen, los planos, juegan con lo que le brinda la tierra; colinas, valles, pastos, el cielo. Me quedo sin palabras para describirla, solo digo lo que dice el título, "El viento nos llevará"..
Esto es cine en su estado más humilde y puro, sin colorantes ni conservantes, sin aditivos de ningún tipo. Es la modestia desnuda al séptimo arte, de increíble belleza. Con diálogos simples, pero de una profundidad espiritual inconmensurable, con un leve toque irónico de fondo mostrada de una forma poética. La fotografía es quizás de las más sencillas y a la vez hermosas que he visto, "simplicity is the ultimate form of sophistication" o eso dicen, los planos, juegan con lo que le brinda la tierra; colinas, valles, pastos, el cielo. Me quedo sin palabras para describirla, solo digo lo que dice el título, "El viento nos llevará"..
24 de enero de 2013
24 de enero de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kiarostami nos enseña con planos generales la llegada a un pueblo Iraní de un grupo de cineastas. Continuará toda la película dando al relato un aspecto documental, como ya había mostrado en A través de los olivos y ¿Dónde está la casa de mi amigo? Y es que, aunque El viento nos llevará parezca tener una trama de western, (llegada de unos extranjeros a un pueblo donde se convierten en protagonistas e intentan ayudar a la gente) Kiarostami quiere mostrar, de una manera crítica y burlesca, la realidad social de un poblado alejado de la ciudad.
El supuesto director de la película nos guiará a través de las distintas historias que forman la realidad del pueblo. Nos enseñará una sociedad machista y muy dura para la mujer: un anciano en la tetería discute sobre el “tercer trabajo” del hombre, refiriéndose al sexo para procrear, y una vecina que da a luz y sigue tendiendo la ropa. Las mujeres son sin duda, las protagonistas del relato. El lugar del hombre estará en el campo, sin embargo, no vemos en toda la película a ninguno en plano corto que esté en su puesto de trabajo. Solo cuando el protagonista baja de la montaña a pedir auxilio vemos a un grupo de hombres junto a un campo todavía por cosechar, y en ese momento están descansando.
El tema del subdesarrollo está muy presente. La repetitiva acción de subir a la montaña a hablar por teléfono, el tranco caído a modo de puente por el que cruzan los niños o la falta de electricidad en el establo, son ejemplos claros. Aunque lo más destacado del film es la descripción de homogeneidad en las acciones del día a día para los habitantes del pueblo, la repetición y la habitualidad. Ejemplo de ello es la tetería, la vecina tendiendo, la mujer que lleva el pasto al establo, la conversación con el médico que dice trabajar pocas veces etc.
El director de la película se integrará en ese día a día y esperará en solitario hasta obtener noticias de Teherán o la muerte de la anciana, escena que el supuesto equipo quería filmar. Los miembros del rodaje se marchan antes ya que no tienen nada que hacer, pero el protagonista estará allí hasta el último momento. También ayudará a los niños, de los que quiere sacar información, y participará en la vida del poblado. Kiarostami nos muestra la vida cotidiana de un espacio, a través de los ojos de un fotógrafo que espera pacientemente hasta conseguir su instantánea.
El supuesto director de la película nos guiará a través de las distintas historias que forman la realidad del pueblo. Nos enseñará una sociedad machista y muy dura para la mujer: un anciano en la tetería discute sobre el “tercer trabajo” del hombre, refiriéndose al sexo para procrear, y una vecina que da a luz y sigue tendiendo la ropa. Las mujeres son sin duda, las protagonistas del relato. El lugar del hombre estará en el campo, sin embargo, no vemos en toda la película a ninguno en plano corto que esté en su puesto de trabajo. Solo cuando el protagonista baja de la montaña a pedir auxilio vemos a un grupo de hombres junto a un campo todavía por cosechar, y en ese momento están descansando.
El tema del subdesarrollo está muy presente. La repetitiva acción de subir a la montaña a hablar por teléfono, el tranco caído a modo de puente por el que cruzan los niños o la falta de electricidad en el establo, son ejemplos claros. Aunque lo más destacado del film es la descripción de homogeneidad en las acciones del día a día para los habitantes del pueblo, la repetición y la habitualidad. Ejemplo de ello es la tetería, la vecina tendiendo, la mujer que lleva el pasto al establo, la conversación con el médico que dice trabajar pocas veces etc.
El director de la película se integrará en ese día a día y esperará en solitario hasta obtener noticias de Teherán o la muerte de la anciana, escena que el supuesto equipo quería filmar. Los miembros del rodaje se marchan antes ya que no tienen nada que hacer, pero el protagonista estará allí hasta el último momento. También ayudará a los niños, de los que quiere sacar información, y participará en la vida del poblado. Kiarostami nos muestra la vida cotidiana de un espacio, a través de los ojos de un fotógrafo que espera pacientemente hasta conseguir su instantánea.
8 de noviembre de 2008
8 de noviembre de 2008
13 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una película el espectador es el protagonista, le guste o no le guste o se quede a medias. En este bodrio el director pretende ser el elemento importante y considera que el espectador es una pieza de ajedrez que puede jugar como le venga en gana. Así resulta un auténtico peñazo de película que si dura como un metraje normal es debido a que el director se encarga de repetir la subida a la colina para llamar por teléfono una y otra vez. En la primera media hora destaca la fotografía en un pueblo auténtico. Pero después se hace reiterativo el paso por las mismas calles y los mismos tejados.
18 de diciembre de 2008
18 de diciembre de 2008
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
315/22(18/12/08) Si fuera una hora más corta hubiera ganado muchísimo, pero es que sus casi dos horas se hacen eternas, para contarnos lo bonita que es la vida rural y lo estresante que es la urbanita, representada aquí por el fotógrafo y su puñetero móvil sin cobertura. El film estéticamente es una maravilla para la vista, una delicia agrandada por la impresionante aldea, un colosal decorado de callejuelas de cuestas, pasadizos por debajo de casas, techos por los que se andan que dan paso otra callejuela laberíntica, ni el más grande director artístico la podría haber diseñado, todo ello fotografiado en un magnífico trabajo por Mahmoud Kalari. Pero todo lo bueno no justifica una historia reiterativa hasta el hartazgo, el argumento no es más que un bucle, una y otra vez lo mismo, sin llegar a ningún lado, teniendo además ese punto de pedantería de no mostrar a muchísimos personajes que hablan y no se les ve. Como videoclip una obra maestra, como largometraje es de lo más cansino. Recomendable a los contemplativos de la vida y fans de Kiarostami. Fuerza y honor!!!
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