Bird
6,8
2.495
25 de marzo de 2025
25 de marzo de 2025
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bug piensa que eso que tantas veces aparece en las sagradas escrituras sobre el "Dios proveerá" debe ser cierto. Si el máximo hacedor se ocupa del más pequeño gorrión, está claro que a Bailey (12 años) y Hunter (16) nada les va a faltar. El padre es un niño eterno y ella, apenas un polluelo, la reencarnación de la vaporosa madre que nunca ha tenido, aunque viva unas manzanas más allá.
La realizadora inglesa nos vuelve a pasear, como ya hizo en Fish Tank, por zonas suburbiales de la mano de niños y adolescentes; retozando, como buenamente pueden, por calles peligrosas que desembocan en casas sin llave.
Aunque en esta ocasión hay más luz que la que habitaba en sus anteriores propuestas; porque a su habitual conteo no exento de originalidad, aunque se introduzca en historias cotidianas, hay que añadir la fuerza de la imaginación y la necesidad de inventar de una criatura que se agarra, por obligada catarsis, a un fantástico personaje que sobrevuela el Condado de Kent y es el depositario de cuanto echa en falta: ternura y amor calentito (recién hecho).
La realizadora inglesa nos vuelve a pasear, como ya hizo en Fish Tank, por zonas suburbiales de la mano de niños y adolescentes; retozando, como buenamente pueden, por calles peligrosas que desembocan en casas sin llave.
Aunque en esta ocasión hay más luz que la que habitaba en sus anteriores propuestas; porque a su habitual conteo no exento de originalidad, aunque se introduzca en historias cotidianas, hay que añadir la fuerza de la imaginación y la necesidad de inventar de una criatura que se agarra, por obligada catarsis, a un fantástico personaje que sobrevuela el Condado de Kent y es el depositario de cuanto echa en falta: ternura y amor calentito (recién hecho).
31 de octubre de 2024
31 de octubre de 2024
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Andrea Arnold es una directora británica con una filmografía muy diversa, "Fist tank" o "American Honey" trataban temas de personajes marginales como ha hecho con esta última "Bird", pero también dirige episodios de series de tv de éxito como "Big little lies" o "Transparent" o incluso "Vaca" un documental que dio mucho que hablar hace tres años, el regreso al drama social está muy bien reflejado en su último film.
Bailey es una niña de 12 años que vive en una casa ocupada en Gravesend junto a su hermano y su padre Bug, una familia completamente desestructurada donde la pobre menor tiene que buscarse la vida a diario, la llegada de un tipo alemán que dice buscar a su padre alterara la percepción de la chica...
Una historia sorprendente, tierna o aterradora según se mire, ya que Bailey se encuentra atrapada en un entorno hostil del que le es imposible escapar, la historia de amistad entre este nuevo extraño interpretado por el actor alemán Franz Rogowski, un bicho raro visto por todo el mundo; sin embargo, la niña ve en él un halo de esperanza por su bondad, algo a lo que agarrarse o sentirse más protegida.
La actriz novel, Nykiya Adams, está maravillosa como la niña que busca encontrar la esperanza en este tipo que se ha cruzado en su vida inesperadamente. Su alocado padre es todo un personaje que se desentiende completamente de su hija y actúa de forma errática con la única intención de casarse con una chica a la que conoce hace tres meses, papel interpretado muy convincentemente por Barry Keoghan, que ya puede decirse que se ha encasillado en personajes retorcidos o raros con títulos como "Saltburn" o "El sacrifico del ciervo sagrado".
Quizá algo mareante resulta la cámara inquieta que no para de agitarse violentamente en casi todas las tomas; sin embargo, para meternos en este caos urbano marginal resulta aceptable.
Las dificultades familiares y disfuncionales causan desórdenes emocionales en los pequeños y de eso trata esta pequeña gran historia.
Destino Arrakis.com
Bailey es una niña de 12 años que vive en una casa ocupada en Gravesend junto a su hermano y su padre Bug, una familia completamente desestructurada donde la pobre menor tiene que buscarse la vida a diario, la llegada de un tipo alemán que dice buscar a su padre alterara la percepción de la chica...
Una historia sorprendente, tierna o aterradora según se mire, ya que Bailey se encuentra atrapada en un entorno hostil del que le es imposible escapar, la historia de amistad entre este nuevo extraño interpretado por el actor alemán Franz Rogowski, un bicho raro visto por todo el mundo; sin embargo, la niña ve en él un halo de esperanza por su bondad, algo a lo que agarrarse o sentirse más protegida.
La actriz novel, Nykiya Adams, está maravillosa como la niña que busca encontrar la esperanza en este tipo que se ha cruzado en su vida inesperadamente. Su alocado padre es todo un personaje que se desentiende completamente de su hija y actúa de forma errática con la única intención de casarse con una chica a la que conoce hace tres meses, papel interpretado muy convincentemente por Barry Keoghan, que ya puede decirse que se ha encasillado en personajes retorcidos o raros con títulos como "Saltburn" o "El sacrifico del ciervo sagrado".
Quizá algo mareante resulta la cámara inquieta que no para de agitarse violentamente en casi todas las tomas; sin embargo, para meternos en este caos urbano marginal resulta aceptable.
Las dificultades familiares y disfuncionales causan desórdenes emocionales en los pequeños y de eso trata esta pequeña gran historia.
Destino Arrakis.com
13 de diciembre de 2024
13 de diciembre de 2024
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mezcla de realismo social y realismo mágico no termina de cuajar. “Is it too real for you?” canta Fontaines D.C (también suenan Blur, Sleaford Mods o The Verve), pero paradójicamente no me la creo, su excesiva sordidez y su artificiosidad formal (brillante por otro lado) le restan autenticidad. El trabajo visual, con esa cámara que parece contagiada del estado de ánimo de su protagonista, y de sonido es fantástico. Adams, Keoghan y Rogowski lucen. Me recordó a ‘Léolo’. Arnold no termina de alzar el vuelo.
@pildoras_de_cine
@pildoras_de_cine
2 de noviembre de 2024
2 de noviembre de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos dirían que no me pega nada teniendo en cuenta mis otros gustos cinematográficos, pero me encanta el cine independiente británico que trata temas sociales. Creo que por lo general, lo componen autores con un tacto y una capacidad de plasmar la realidad asombrosamente efectiva, emocionante y cruda. Scrapper fue una de mis cintas favoritas del 2023.
Por ello tenía muchas ganas de ver Bird (bueno, por eso y por Barry Keoghan), y he quedado muy satisfecho: la cinta retrata la complicada historia de una niña atrapada en un entorno empobrecido y una familia completamente desestructurada. Bird apuesta sin embargo por añadir un toque de fantasía, al ser un relato contado desde el punto de vista de esta niña, y a mí es algo que no me ha terminado de convencer. Contar historias duras con niños como protagonistas suele ser un recurso fantástico y que da pie a muchas “licencias” que tal vez no encajarían de otra manera, además de una evidente emoción asociada a la inocencia y el crecimiento personal de los pequeños. De ahí que en papel tal vez sea una decisión destacable añadir ese toque fantástico, pero en la práctica a mí no solo no me funciona, sino que hasta me saca un poco. Aún así, hay que aplaudir la creatividad de Andrea Arnold y en general su película, que pone el foco en una difícil realidad que por desgracia no es nueva, pero que sigue demandando nuestra atención y ayuda.
Por ello tenía muchas ganas de ver Bird (bueno, por eso y por Barry Keoghan), y he quedado muy satisfecho: la cinta retrata la complicada historia de una niña atrapada en un entorno empobrecido y una familia completamente desestructurada. Bird apuesta sin embargo por añadir un toque de fantasía, al ser un relato contado desde el punto de vista de esta niña, y a mí es algo que no me ha terminado de convencer. Contar historias duras con niños como protagonistas suele ser un recurso fantástico y que da pie a muchas “licencias” que tal vez no encajarían de otra manera, además de una evidente emoción asociada a la inocencia y el crecimiento personal de los pequeños. De ahí que en papel tal vez sea una decisión destacable añadir ese toque fantástico, pero en la práctica a mí no solo no me funciona, sino que hasta me saca un poco. Aún así, hay que aplaudir la creatividad de Andrea Arnold y en general su película, que pone el foco en una difícil realidad que por desgracia no es nueva, pero que sigue demandando nuestra atención y ayuda.
5 de abril de 2025
5 de abril de 2025
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No le sienta bien a Andrea Arnold la mezcla del drama social con el realismo mágico. Preside “Bird” una impostura metafórica y mágica que consigue que no me crea la pretendida descripción de una adolescencia en barrio marginal y familia desestructurada que relata y que me acaba alejando, muy a mi pesar, de la empatía y la emoción a pesar de la dureza de lo narrado. Y ello incluso con el magnífico trabajo de su elenco actoral, desde una joven Nykiya Adams que sostiene todas las escenas del film (aunque no resulte creíble que tenga 12 años como el guión exige) hasta los siempre apasionantes Barry Keoghan (desde que lo descubriera Yorgos Lanthimos para el mundo en “El sacrificio de un ciervo sagrado” no ha dejado de crecer en una filmografía apabullante que ya atesora a pesar de su edad) o el últimamente inevitable Fran Rogowski.
Seguramente el talón de Aquiles de la cinta, aparte de sus innecesarios 119 minutos que llevan a una reiteración innecesaria de situaciones, es la osadía del guión de la propia Andrea Arnold que, quizás con cierta tendencia al miserabilismo y a conjuntar en una única adolescente todas las desgracias habidas y por haber en una conjunción que acaba resultando un tanto imposible, decide encontrar una salida a su desarrollo imposible en un entorno abrasivo a través de una salida por el camino fácil del realismo mágico que no resulta creíble en ningún momento, que destroza la línea argumental del film sin necesidad, alejando al espectador del pacto de credibilidad necesario para que funcione una propuesta tan social, y que obliga al personaje del gran Fran Rogowski a tener que afrontar algunas escenas que rozan el ridículo si no lo llegan a alcanzar del todo.
Es un problema de guión y también de falta de originalidad en su propuesta formal, puesto que Andrea Arnold y su director de fotografía Robbie Ryan siguen todos y cada uno de los cánones propios del cine social europeo contemporáneo sin saltarse ninguno y sin aportar nada más allá del esperado tono documental de su propuesta, la cámara al hombro y la degradación del entorno en el que se desarrollan los acontecimientos acorde con la rugosa fotografía con la que son plasmados.
Bailey tiene 12 años, vive con su padre en un piso okupa, un progenitor sin oficio ni beneficio y que, a pesar de ello, va a casarse con una chica más joven que él a la que también va a traer al piso junto con otra hija que la chica tiene. El hermano mayor de Bailey va por un difícil camino que lo va a conducir a la prisión más pronto que tarde. Pero Bailey es la única miembro de la familia que no ha roto la relación con su madre, que vive no lejos de allí con sus otros tres hijos pequeños y con un novio maltratador terriblemente peligroso. Y, entre todo ello, la adolescente conoce a Bird, un tipo enloquecido que parece habitar en un mundo paralelo y que ha aparecido por el lugar buscando sus orígenes familiares. Es ahí donde realidad y magia se intentarán mezclar sin conseguirlo finalmente.
Seguramente el talón de Aquiles de la cinta, aparte de sus innecesarios 119 minutos que llevan a una reiteración innecesaria de situaciones, es la osadía del guión de la propia Andrea Arnold que, quizás con cierta tendencia al miserabilismo y a conjuntar en una única adolescente todas las desgracias habidas y por haber en una conjunción que acaba resultando un tanto imposible, decide encontrar una salida a su desarrollo imposible en un entorno abrasivo a través de una salida por el camino fácil del realismo mágico que no resulta creíble en ningún momento, que destroza la línea argumental del film sin necesidad, alejando al espectador del pacto de credibilidad necesario para que funcione una propuesta tan social, y que obliga al personaje del gran Fran Rogowski a tener que afrontar algunas escenas que rozan el ridículo si no lo llegan a alcanzar del todo.
Es un problema de guión y también de falta de originalidad en su propuesta formal, puesto que Andrea Arnold y su director de fotografía Robbie Ryan siguen todos y cada uno de los cánones propios del cine social europeo contemporáneo sin saltarse ninguno y sin aportar nada más allá del esperado tono documental de su propuesta, la cámara al hombro y la degradación del entorno en el que se desarrollan los acontecimientos acorde con la rugosa fotografía con la que son plasmados.
Bailey tiene 12 años, vive con su padre en un piso okupa, un progenitor sin oficio ni beneficio y que, a pesar de ello, va a casarse con una chica más joven que él a la que también va a traer al piso junto con otra hija que la chica tiene. El hermano mayor de Bailey va por un difícil camino que lo va a conducir a la prisión más pronto que tarde. Pero Bailey es la única miembro de la familia que no ha roto la relación con su madre, que vive no lejos de allí con sus otros tres hijos pequeños y con un novio maltratador terriblemente peligroso. Y, entre todo ello, la adolescente conoce a Bird, un tipo enloquecido que parece habitar en un mundo paralelo y que ha aparecido por el lugar buscando sus orígenes familiares. Es ahí donde realidad y magia se intentarán mezclar sin conseguirlo finalmente.
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